Capítulo 19

Morgan se paseó de arriba abajo por la sala de Brandon. El suelo de madera estaba frío bajo sus pies desnudos, pero eso no calmaba sus abrasadores pensamientos.

—Vas a gastarme el suelo, hermanita.

Le lanzó una mirada airada a Brandon por encima del hombro.

—Lo dudo.

—Vale, pero luego te sentirás agotada. Apenas hace una semana que te dispararon.

—Tengo que moverme o me voy a quedar agarrotada.

Él se recostó en el sofá, con las piernas abiertas y los brazos detrás de la cabeza.

—No me parece que estés estirando las piernas. Más bien pareces puro nervio en movimiento. ¿Qué es lo que te corroe?

Morgan no contestó. Admitir la verdad era demasiado doloroso, y, además, la haría parecer estúpida.

—Nada —murmuró al fin.

Brandon se levantó, y se cernió sobre ella. Definitivamente, él había heredado la altura de la familia. Ella era una condenada enana para los estándares de Hollywood.

La agarró por los hombros y la giró para que lo mirara, poniendo punto y final a su agitado paseo.

—Ya te había visto obsesionada con Provócame en el pasado. Pero esto no tiene nada que ver con eso, ¿verdad? Reggie se ha disculpado por delatarte. El entierro de Andrew no ha levantado mucho revuelo, y la prensa sigue sin tener ni idea de dónde estás. Casi ya no hablan del tema y te estás recuperando de la herida. —La sondeó con una suave mirada—. Sólo hay una cosa que te esté volviendo loca. ¿O debería decir una persona?

—No quiero hablar de eso.

—No has querido hablar de Jack desde que dejaste el hospital.

Morgan cerró los ojos.

—No menciones su nombre.

—Eres demasiado testaruda, hermanita.

—¿Yo soy testaruda? —Se hincó un dedo en el pecho, enojada—. Perdón, pero no fui yo quien comenzó todo este asunto. Lo hizo él. Y ahora se supone que yo tengo que vivir con ello.

—¿Vivir exactamente con qué? —Brandon se cruzó de brazos—. Acabó con la vida del hombre que te habría matado sin pensárselo dos veces.

¿Eso era todo? ¿Eso era todo lo que él había admitido?

—Sí, me salvó y se lo agradezco. Pero ¿has olvidado la parte en la que me mintió y me llevó a la cama para vengarse de ti? Te envió un vídeo de nosot… —rechinó los dientes—. Todavía no me lo puedo creer. Él… —¿Cómo podía expresar con palabras esa traición?—. Actuó como si yo le importara. Y no era cierto.

—Eso no es verdad.

Morgan se quedó boquiabierta.

—¿Por qué lo defiendes?

Brandon le dirigió una sonrisa contrita.

—Eramos amigos hasta que fastidié las cosas. Jack no se hubiera divorciado de Kayla sin una buena tazón. Y a pesar de lo que parezca por su estilo de vida, Jack es demasiado católico. Yo tuve que presionar a Kayla. Y la seguí presionando sin parar. Dios, cómo quería a esa mujer. Lo único que no hice fue ser franco con Jack y decirle que me había enamorado de su esposa y ella de mí. Así que me acosté con ella, y me importó un bledo lo mal que él pudiera sentirse porque poseerla me hacía sentir bien a mí. Creo que él me ha hecho un favor, hermanita, haciéndome ver cómo sentaba estar del otro lado. Si estás cabreada con alguien, debería ser conmigo.

—¿Tienes idea de lo que me hizo? ¿De lo que me hizo en realidad?

—Odio decirte esto, pero cuando me cargué la puerta de la habitación del bed & breadfast, no parecías sufrir demasiado.

El sonrojo de Morgan pasó por veinte tonalidades de rojo, aunque no sabía si su rubor se debía a la furia o a la vergüenza.

—No fue por cómo me tocó. —Sin embargo, a veces, eso había sido más difícil de aceptar que admitir cuánto lo amaba—. Fue la manera en que fingió que le importaba.

Un repentino golpe en la puerta los interrumpió. Brandon maldijo por lo bajo, luego se dirigió a abrirla.

—Dios, espero que no sea la prensa —masculló ella—. Buitres.

Brandon abrió la puerta, pero sólo lo que le permitía la cadena de seguridad.

—¿Qué?

No hubo respuesta. La puerta bloqueaba la vista de Morgan, y ella sólo pudo ver que Brandon levantaba la mano para tomar lo que le entregaba el visitante. Luego soltó lo que parecía un suspiro de alivio.

Ella miró el artículo que tenía en la mano. Un vídeo. ¿Sería la cinta que Jack había prometido darle a Brandon?

—¿Es lo que creo que es? —preguntó Brandon.

La persona del otro lado de la puerta debió de asentir con la cabeza. «¿Quién sería? Si fuera… No».

—Gracias. ¿Quieres entrar?

El corazón de Morgan comenzó a latir a toda velocidad. Oh, Dios. Tal vez… ¿sería Jack? ¿Se habría presentado allí después de una semana de absoluto y devastador silencio? A pesar de su traición, lo echaba de menos. En el lugar de su corazón había un agujero, una herida abierta que le supuraba en el pecho. Por las noches, cuando estaba en la cama incapaz de dormir, extrañaba el sonido de su voz oscura. Y su cuerpo vibraba, lleno de deseo, sólo con pensar en él. Se sentía demasiado sensible y excitada en los lugares inadecuados cuando recordaba…

Dios, ¿qué pasaría si él atravesaba ahora esa puerta?

Brandon abrió la puerta para dejar pasar al desconocido, pero no fue Jack quien apareció en el umbral.

—Deke. —La decepción se abatió sobre ella sin piedad.

—Hola, muñeca. No pareces demasiado contenta de verme.

—Lo estoy. Lo siento. —Se esforzó en esbozar una sonrisa.

—¿Cómo te va?

Ella intentó encoger los hombros, luego hizo una mueca. Mierda, ¿le dejaría de doler el hombro alguna vez?

Sí, y probablemente ese dolor desaparecería antes que el de su corazón.

—Estoy recuperándome —dijo ella—. ¿Cómo te va a ti?

—Pues estoy intentando quitarme de encima a un imbécil, cierto cajún, ya sabes. ¿Quieres ayudarme?

—¿Hablas de Jack? Dudo que pueda hacer algo. Ya me dejó claro lo poco que significo para él.

—Bueno, no creo que sea así. Desde que te fuiste no hace más que gruñir y emborracharse, luego duerme la mona hasta la borrachera siguiente. Sabe que estás enfadada con él. Le he dicho que es demasiado cobarde para verte. Me dijo…

—Puedo imaginar lo que te dijo. —Morgan hizo una mueca.

—Sí, mejor no repetirlo. Él te necesita.

—Lo que necesita es una paliza —replicó ella.

—Si lo insultases, se sentiría agradecido, muñeca. Al menos estarías hablando con él.

Morgan no supo qué decir. Una parte de ella quería mandar a Jack al infierno. Él había hecho las paces con Brandon en el hospital. Luego se había marchado sin decir una sola palabra, creyendo que estaba sedada. Ella había estado atontada y demasiado abrumada para decir algo…, pero lo suficientemente despierta para oír toda la conversación.

Sin embargo, eso no lo convertía en un «buen chico». Era un bastardo.

—Me da igual que te incordie o que tenga una resaca diaria. Es lo que se merece, Deke. Pagué su venganza con mi corazón y con un pedazo de mi alma.

—Créeme, él también lo está pagando, y con creces.

Las palabras de Deke fueron como una patada en el estómago, como si la hubieran atizado con una vara.

—Chorradas.

—Te ama. Sólo que no tiene ni idea de cómo volver a conquistarte y piensa que ni siquiera se merece la oportunidad de intentarlo.

—Al menos coincidimos en algo —respondió ella.

Pero en su corazón renació la esperanza. ¿Sería posible que fuera eso lo que lo mantenía alejado de ella, la culpabilidad y no la falta de ganas?

—Sólo habla con él. Nos estarás haciendo al abuelo Brice y a mí un gran favor.

Morgan vaciló, se sentía condenadamente tentada.

—¿Por qué debería hacerle un favor a ese ancianito que me trajo lencería fina en vez de ropa para hacerme caer en las garras de su nieto?

—Porque piensa que eres perfecta para su nieto. Todos los creemos. Incluso Jack. Vamos —le rogó Deke—. Habla con él. Sólo una vez.

—Esto es absurdo. —Puso los ojos en blanco.

Pero se temía no engañar a nadie. El deseo de ver a Jack superaba sus reservas. Incluso a pesar del miedo a caer otra vez bajo sus redes, a ser derrotada por su propio deseo, a aferrarse a él como una estúpida y concederle el poder de lastimarla de nuevo, estaba dispuesta a verlo.

Deke se encogió de hombros.

—Haré lo que haga falta para ablandarte.

—Si Jack quiere verme, sabe perfectamente dónde encontrarme.

—Ya. Pero se lo impide ese sentido de culpa tan católico que tiene, Morgan. Sabe que fastidió las cosas, y no quiere imponerte su amor.

—¡No me ama! —gritó ella.

—No es cierto —apostilló Brandon—. Se lo oí decir en dos idiomas. Jamás había visto que Jack sintiera eso por otra persona. No me cupo la menor duda cuando lo vi: te ama.

Morgan inspiró profundamente. ¿Sería posible que ella significara para Jack algo más que esa maldita venganza? ¿Que ella no había sido sólo un medio para conseguir un fin?

—Puedo ver lo que pasa por esa cabecita tuya. De acuerdo, pasar una mañana en tu interior no me convierte en un experto, pero…

—No necesito oír esto —dijo Brandon con una mueca.

—Estoy seguro de que tienes un montón de preguntas sin contestar —continuó Deke—. Escondida aquí no vas a conseguir las respuestas.

Ella reculó mentalmente. Primero, ese hijo de perra le recordaba aquella horrible y maravillosa mañana que había pasado con los dos cuando cumplió al fin su fantasía. La más increíble de todas, a pesar de los temores y reservas de Jack. Luego le decía que se comportaba como una cobarde. Genial.

Y no sólo eso. También podía sentir la mirada reprobadora de Brandon. Deke se merecía una buena patada en el trasero, pero eso sería más tarde.

Sacudiendo la cabeza para aclarar sus pensamientos, Morgan se obligó a centrarse. Aunque Jack hubiera alejado sus reservas, habían ocurrido demasiadas cosas.

Tenía la protesta en la punta de la lengua. De ninguna manera pensaba hablar con Jack.

Pero… maldito Deke, tenía razón. Nadie tenía respuestas para ella salvo Jack.

—Habla con él —la orden tranquila de Deke fue directa a su sentido común y lo hizo pedazos—. Ven conmigo.

Tenía la mente hecha un lío, pero una cosa estaba clara: Jack era un hombre fuerte, sagaz, puramente sexual, lo que ella había estado buscando durante toda su vida. Podía quedarse allí, preguntándose lo que podría haber sido. O podía ir a hablar con él y averiguar si sus palabras de «amor» eran algo más que papel mojado.

—Está bien. Pero no esperes que sea benevolente.

—No lo esperaba. —Deke sonrió ampliamente. Esos ojos azules chispeaban de diversión.

—Dame diez minutos para arreglarme.

Deke sonrió todavía con más amplitud.

—Que sean cinco. Jack estaba abriendo otra botella de whisky cuando salí.

Subiéndose al enorme Hummer de Deke para el largo viaje a la cabaña de Jack en Lousiana, Morgan pensó que si no lo conociera mejor, habría supuesto que Deke había escogido ese vehículo para compensar un déficit en sus atributos masculinos. Pero sabía que no era así… gracias a Jack. Porque él le había concedido esa fantasía.

Era una tontería darle más vueltas a lo sucedido las dos últimas semanas, pero ella lo había hecho un millón de veces. Jack la había atrapado, la había tentado con todas esas fantasías lujuriosas con las que siempre había soñado. Él las había hecho realidad. No podía negarlo.

Pero para ella había sido algo más que simple placer. Mucho más. Cuando había estado con Jack, Morgan había creído con toda su alma, que ella significaba algo para él. Saber que había hecho todo eso por venganza la había dejado destrozada y ahora era incapaz de dormir, de comer…, de respirar. Se preguntaba cómo diantres se suponía que iba a vivir con ese dolor.

—Piensas demasiado. Casi consigues que me duela a mí la cabeza.

Ella le dirigió una mirada reprobadora.

—¿A diferencia de vosotros los hombres que no pensáis en otra cosa que en vuestras pequeñas vendettas y en vuestras pollas?

A su favor, debía decir que Deke no parecía sorprendido.

—Sí, conocía el plan de Jack. Pero creo que dejó de ser una venganza con bastante rapidez.

—No hagas de abogado del diablo. No quiero oírlo.

Las palabras de Deke sólo la confundían y la hacían albergar esperanzas. Iba a ver a Jack para conseguir respuestas. Punto. Y si no le gustaba lo que oía, continuaría con su vida… sola. De cualquier manera, no esperaba que Jack pudiera convencerla de un amor imperecedero. Con sinceridad, ¿cómo podía salir adelante una relación de tan solo unos días cuando todo a su alrededor habían sido peligros y mentiras? Iba contra toda lógica.

Pero eso no cambiaba el hecho de que se hubiera enamorado totalmente de él durante ese tiempo. Y a diferencia de los otros hombres con los que había estado, lo que sentía por Jack parecía fuerte y duradero.

Maldita sea.

Deke puso el intermitente a las afueras de Houston, luego entró en el aparcamiento de un motel lleno de flores con pequeñas habitaciones cuyas puertas estaban recién pintadas.

—¿Tienes que recoger el equipaje antes de continuar? —le preguntó.

—No exactamente.

Deke aparcó, luego se giró hacia ella.

—Jack tenía intención de llevarle a Brandon la copia del vídeo él mismo. Lo hice yo, no pensé que Jack y Jack fueran una buena combinación en la carretera.

—¿Jack y Jack?

—Jack se había bebido una botella de Jack Daniel’s.

—¿Así que está aquí? —le preguntó, sintiendo que el corazón se le aceleraba como si estuviera en el borde de un precipicio.

Deke asintió con la cabeza.

—¿Vino a Houston para entregar el vídeo y no pudo hacerlo porque estaba demasiado borracho? ¿El muy hijo de perra prefirió beberse una botella de whisky que acercarse a mí?

—No. Cuando vinimos, hicimos una pequeña parada. Al enterarse que estabas con Brandon, decidió no ir. Se negó a molestarte.

De todas las ideas alocadas y estúpidas…

Antes de que Deke pudiera decir nada más, Jack abrió la puerta de la habitación que tenían delante, despeinado, con barba de tres días y gloriosamente descamisado. La luz del sol se reflejó en su cara. Jack entrecerró los ojos y miró de mal humor hacia el Hummer.

—¿Has entregado el maldito vídeo? —gritó Jack, intentando protegerse los ojos del astro rey.

—Hum. Ya dice algo más que tacos —comentó Deke—. Quizá esté medio sobrio.

—Esto es ridículo. No sé por qué me he molestado en venir hasta aquí para escuchar las respuestas de un hombre borracho que lo único que quería era echarme un polvo para vengarse de otra persona. Llévame de vuelta con Brandon.

—Todavía no. Diez minutos. Dale por lo menos ese tiempo. —Morgan no dijo nada—. Si no lo haces, tendré que empezar a implorar otra vez. —Morgan le dirigió una mirada que debería de haberle dejado claro que esta vez no le iba a servir de nada, pero, como siempre, Deke la ignoró—. Soltaré un gemido extra si no entras.

—¡Uf! Bueno. Diez minutos, luego o me llevas de vuelta a casa o llamo un taxi. Y contrataré un matón para que os dé una paliza a los dos. Por gilipollas.

—Ésa es mi chica. —Le plantó un beso suave en la mejilla, luego le dirigió una sonrisa radiante.

Morgan sólo puso los ojos en blanco.

—Venga, acabemos de una vez con esto.

—Ahora te ayudo a bajar, pero espera aquí un minuto. No creo que Jack pueda verte con el sol y las ventanillas tintadas. Y quiero que oigas algo. —Deke descendió del Hummer y llamó a Jack—. Sí, ya lo he entregado.

—¿Me has traído otra botella?

—Te he traído otra cosa. ¿No quieres saber si vi a Morgan?

—Así que estaba allí. —Soltó un suspiro. Luego tragó saliva y tensó la mandíbula—. ¿Cómo está?

—Mejor que tú, ella no anda medio borracha.

—¿Y el hombro?

—Bien. Estaba levantada y paseándose de acá para allá. Tenía buen aspecto.

Jack asintió con la cabeza. Un simple gesto. Pero el ceño fruncido de su cara desgarró a Morgan. Tenía las cejas fruncidas, los ojos cerrados, la mandíbula tensa, parecía triste. Apesadumbrado. Destrozado.

La imagen la tomó por sorpresa, le desgarró el corazón. ¿Sería verdad que ella… le importaba? Eso era lo que parecía. No podía verla, no tenía ninguna razón para actuar o simular algo que no sentía.

Morgan tragó saliva.

—Apuesto lo que quieras a que estaba guapísima. Siempre lo está.

Deke se detuvo delante de Jack, en la acera, bajo el sol del atardecer.

—Sí, y parecía bastante cabreada.

—No me extraña. No haberle contado la verdad fue un estúpido error que lo fastidió todo. Tuve la oportunidad y… —sacudió la cabeza, un gesto que mostraba su pesar— no la aproveché.

—Bueno, eso te convierte en un completo imbécil, pero no es por eso por lo que estaba cabreada.

—¿No? ¿Entonces por qué? —Parecía completamente confundido.

¿Jack no lo sabía? ¿Cómo podía no saberlo? ¿Cómo era posible que no lo comprendiera? Increíble.

Impulsada por la esperanza, la confusión y el mal genio, Morgan abrió la puerta de Hummer y salió de un salto.

—No, estúpido, no es por eso por lo que estoy cabreada.

—Ves, ya te dije que te había traído otra cosa. —Deke le dirigió a Jack una sonrisa—. O persona.

—Morgan —susurró Jack, dando un paso hacia ella con las manos extendidas.

—Vaya, me alegra saber que te acuerdas de mí.

La mordaz observación lo dejó helado. Dejó caer las manos.

—Has venido a echarme la bronca. Lo merezco. Maldición, jamás tuve intención de hacerte daño. No creí que acabaríamos tan involucrados emocionalmente. Pero fue conocerte…

—Oh, déjate ya de sensiblerías románticas. Así que fui una buena alumna, guapa y sumisa, y…

—Chicos, ¿por qué no entramos para que los huéspedes del motel no tengan que conocer vuestra vida sexual?

Deke los empujó hacia la habitación de Jack.

Morgan siguió rápidamente a Jack al interior, horrorizada por haberse puesto a hablar a voz en grito sobre esos detalles de su vida. Dios, ese hombre se le había metido bajo la piel y le había frito el cerebro.

Dentro, encontró las típicas paredes blancas y los muebles de madera. Una colcha a rayas de color marfil y beige cubría la cama. La alfombra marrón completaba la práctica pero anodina decoración. ¿Cómo diantres había terminado teniendo allí una de las discusiones más importantes de su vida?

Se giró y encontró a Deke apoyado contra la puerta cerrada. Jack rondaba cerca de ella, tan cerca que Morgan podía oler su misterioso aroma junto con el del whisky que había estado bebiendo. Pero no hizo movimiento alguno para tocarla.

—Fuiste mucho más que una buena alumna, Morgan. Mucho más. Y sabía que tenía que contártelo todo. Me lo dije a mí mismo una docena de veces, pero… —el remordimiento se reflejó en su cara y apretó los labios—. Te amo, y sabía que en cuanto te lo contara todo te perdería. No podía resignarme a decírtelo y que me odiaras. Aunque ibas a enterarte tarde o temprano.

Morgan intentó volverse insensible a su confesión. Pero no fue lo suficientemente rápida. Sus palabras la habían cogido por sorpresa. La llenaron de esperanza, dolor y anhelo, y acabaron con su resistencia.

Las lágrimas le picaron en los ojos.

—Me amas tanto que cuando me dispararon, fuiste al hospital, mantuviste una agradable charla con Brandon sobre tu ex, y luego dejaste que me transmitiera tus disculpas. Y jamás regresaste.

Jack aspiró sobresaltado.

—Tú…

—¿Si oí cada una de tus palabras en el hospital? Sí, pero lo que no oí fue eso, si es cierto que me amabas, deberías haber vuelto. Pensaba que me habías excluido de tu vida para siempre.

Al fin, él acortó la distancia entre ellos y la agarró por el hombro sano. Su contacto fue como una descarga eléctrica, una sacudida de calor y deseo. El anhelo impactó en su corazón con tal fuerza, que casi la hizo caer de rodillas.

Pero Jack la sujetó.

Cher, lo estropeé todo. No tenía derecho a intentar recuperarte. ¿Habrías creído una sola palabra de lo que te hubiera dicho? No —se respondió a sí mismo—. ¿Y por qué motivo ibas a aceptarme de nuevo? No lo merezco. Lo sé.

¿Serían las cosas realmente como Deke había dicho? ¿Que a Jack le remordía demasiado la conciencia para dar rienda suelta a sus sentimientos por ella? ¿Sería eso lo único que lo detenía?

Quizá la pregunta fundamental era: ¿quería ella recuperarlo? ¿Quería a Jack —y todo lo que él podría darle— todos los días de su vida?

Con sólo el tacto de sus dedos en los hombros se había sentido más viva que en cualquier momento de la última semana. El deseo ardía en su interior, resquebrajando su sentido común. Vivían en lugares diferentes, tenían vidas distintas… planteárselo era una locura. Pero si se casaban, podrían llegar a un compromiso, vivir parte del tiempo en Lousiana, y parte en Los Angeles. O algo por el estilo.

Lo más importante era lo que ambos sentían. Compartían un vínculo especial, algo que los unía física, espiritual y sexualmente. Sin él, Morgan había sentido como si le faltara algo.

Había sentido como si una parte de ella se hubiera perdido para siempre.

Correr riesgos nunca había sido su fuerte, y ése en concreto la dejaba aterrorizada. Pero si existía la posibilidad, por muy remota que fuera, de que Jack y ella pudieran superar ese asunto de la venganza e incluso mantener una relación duradera, sería una idiota si no lo intentara.

—Simplemente contéstame a una pregunta —exigió ella finalmente—. Si pudiera perdonarte lo de esa estúpida vendetta y te dijera que quería que hablaras conmigo, ¿qué me dirías?

Detrás de Jack, Deke golpeó un puño en el aire e hizo una señal de aprobación con la cabeza. Señor, se le había olvidado que estaba allí. Antes de que pudiera decirle que sacara su culo de la habitación, Jack la atrajo contra su cuerpo.

—Te diría que eres lo que llevo buscando durante toda mi vida. Reconocería que he soñado contigo ante de conocerte, y que la primera vez que penetré en tu cuerpo supe que eras mía. Te diría que te amo.

La profunda emoción que había detrás de esas palabras ahogadas casi la desarmó, y Morgan sintió que su resistencia se desmoronaba un poco más. Las lágrimas regresaron. Le tembló la boca y se le puso un nudo en la garganta. La mandíbula le tembló por el esfuerzo de contener las lágrimas. ¿Cómo era posible que ese hombre tuviera tanta labia? Maldita sea.

Cher, desearía poder soltarte una orden y que la obedecieras. Pero no puedo controlar tus emociones. Esto es más importante que conseguir que mojes las bragas.

Le estaba ofreciendo el poder. Por completo. Podría someterla en el dormitorio, pero no iba a coaccionarla para que le ofreciera algo que no quería dar. No iba a intimidarla para que le entregara su corazón. Quería que fuera ella quien se lo ofreciera libremente.

Podía verlo reflejado en sus enrojecidos ojos oscuros y en la cara cubierta por la sombra de la barba. Parecía como si hubiera estado en el infierno durante días enteros.

Saber que él la amaba y que quería su amor a cambio la llenó de un sentimiento cálido, suave y reconfortante.

—No sé qué decir o hacer para arreglar las cosas. —Su risa contrita enterneció el corazón de Morgan.

—Decir «lo siento» sería un buen principio —susurró ella.

—Lo siento. Si pudiera volver al principio… al momento de la entrevista, te contaría lo de Brandon y te diría que te deseaba más que a nada en el mundo. Luego te seduciría hasta que te fuera imposible dejarme.

—Buen plan.

—Más inteligente, eso seguro. —Jack encogió los hombros y dejó caer las manos—. Pero tendrías que perdonarme.

—Y tú tendrías que prometerme que nunca volverás a hacer nada tan estúpido.

—Prometer eso será fácil.

—Y tendrías que estar dispuesto a ser amable con Brandon.

Jack se puso tenso.

—Hemos hecho las paces. No respeto lo que hizo, pero yo no fui mejor que él. No sé si volveremos a ser amigos, pero quién sabe. Todo es posible.

Morgan sonrió. Ese hombre nunca dejaba de impresionarla.

—Tendrás que prometerme cumplir todas mis fantasías.

Jack reaccionó al momento. Invadió de nuevo su espacio personal y la aplastó contra su pecho. En sus brazos, Morgan se sintió segura, como si hubiera vuelto a casa.

—Ésa es una promesa que no tendré ningún problema en cumplir —susurró él—. ¿Has tenido más fantasías que debería conocer?

—Sólo una por el momento. —Aspiró profundamente, inhalando el aroma de Jack, sólido y enigmático a la vez, el olor de la esperanza y del futuro, del buen sexo.

—¿Sí? —murmuró él contra su boca—. Cuéntamela, mon coeur.

Morgan bajó la mirada, respiró hondo y se lanzó.

—Que todo lo que hemos hablado se haga realidad. Quiero perdonarte…

—Y yo quiero que te pongas mi colgante. —Lo sacó del bolsillo—. Lo he llevado conmigo todo este tiempo para sentirte cerca de mí.

—Jack —dijo Morgan, deshaciéndose en lágrimas.

—Quiero cuidarte, amarte, tenerte siempre a mi lado —susurró él.

Detrás de ellos, Deke aplaudió y soltó un silbido digno de un estadio.

Jack se sobresaltó ante el sonido y soltó una palabrota. Dejó a Morgan a un lado y se dirigió a la puerta. Agarró a Deke por el brazo.

—Deberías de saber que algunas fantasías son sólo para dos. —Empujó a Deke a la luz del sol—. Vete a tu habitación.

—¿Para hacer qué? Sois más entretenidos que las telenovelas de la tele.

—Que te den. —Jack le cerró la puerta en las narices, luego se acercó a Morgan otra vez—. ¿Por dónde íbamos?

Ella no pudo contener la sonrisa que le curvó los labios.

—Estábamos en la fantasía en la que nos amábamos para siempre.

—Todavía tengo esa fantasía. —Le ahuecó la cara entre sus cálidas y grandes manos, y la miró fijamente con esos ojos oscuros y hambrientos—. ¿Podemos hacerla realidad, cher?

—Gracias a ti, ahora sé quién soy. —Le rozó la boca con un beso solemne—. Tus deseos… son órdenes para mí.