Capítulo 18

Jack se dejó caer de rodillas al suelo al observar que la cara de Morgan palidecía hasta parecer un maldito fantasma. Su sangre roja salía a borbotones, empapando la camiseta gris de Deke, y tiñéndola de un morboso tono oscuro. El olor metálico de la sangre le inundó las fosas nasales, y le estalló en el cerebro.

¡Hijo de perra, ojalá pudiera volver a matar a ese gilipollas de Andrew otra vez! Por hacerla dudar de su sexualidad y por haber pensado siquiera en hacerle daño a Morgan. Y esta vez, le metería una bala en la cabeza.

Pero ahora lo único en lo que podía pensar era en salvar la vida de Morgan.

Arrancando bruscamente la sábana de la cama, la enrolló y aplicó presión sobre la herida con una mano; con la otra cogió el teléfono. Llamar al 911 sólo le llevó un momento, y la telefonista prometió que llegaría alguien allí en unos minutos.

Jack sólo esperaba que Morgan aguantara hasta entonces.

Ahora, todo lo que podía hacer era esperar. E intentar controlar la situación.

Lanzándole una mirada desesperada a Deke, se quedó sorprendido al ver reflejada en los ojos de su amigo su propia agonía. Morgan había dejado huella en su rudo y duro socio.

—Coge a Brandon y salid de aquí.

—No voy a dejarla —dijo Brandon, cerniéndose sobre Jack, con los labios apretados por la preocupación.

—Si te quedas, la prensa se lo va a pasar en grande —dijo Jack—. Cuatro hombres, uno de ellos muerto, dos armas y una mujer desnuda, todo en la misma habitación. Comenzarán a hacer preguntas sobre qué clase de educación ha recibido el hijo del hombre que se va a presentar como candidato a la presidencia. Si te vas, puedo alegar que como guardaespaldas yo sólo estaba haciendo mi trabajo. Soy amigo de los polis locales. No habrá ningún problema.

Brandon vaciló. Jack podría jurar que su antiguo amigo estaba destrozado, pero lo que sintiera Brandon le importaba un carajo. Centró todos sus esfuerzos en contener la hemorragia de Morgan.

Pero no servía de mucho. La sangre seguía fluyendo…

—No te vayas, cher. Quédate conmigo. No puedes darte por vencida, no ahora. Je t’aime, mon coeur.

—¿La amas? —la voz de Brandon sonó suave y temblorosa. Parecía impresionado—. No me vengas con chorradas. ¿La amas de verdad?

Jack no se molestó en mirarle.

—Sí, la amo, y estoy seguro de que encontrarás la manera de hacérmelo pagar. Pero ahora mismo, necesito que te largues de aquí.

—Pero ella es…

—¡Si esto se convierte en un circo mediático por tu culpa y ella muere, te aseguro de que tendrán que recoger tus restos con pinzas!

Brandon se quedó en silencio un momento, luego asintió con la cabeza.

—Espera —lo llamó Jack—. El arma. No tienes permiso de armas en Lousiana, ¿no?

Y Jack acababa de matar a un hombre con ese arma.

El elegante hijo del senador se tambaleó.

—Oh, Dios mío.

—¿Es una nueve milímetros? —preguntó Deke.

—Sí —la voz de Brandon sonó temblorosa.

—¿Jack? —preguntó Deke.

—En la bolsa tengo mi pistola. Cambia las balas. Dispara a la hierba ahí fuera o algo por el estilo. Es lo mejor que podemos hacer por si alguien pregunta.

—Esos buenos chicos cajunes no van a investigar demasiado. Funcionará.

Sonaron las sirenas a lo lejos. Deke maldijo y sacó las balas del arma de Brandon y se las puso a la de Jack. Abrió la ventana y con rapidez disparó a la hierba.

Jack dio un brinco, el corazón le martilleaba en el pecho. Ése era el único sonido que oía mientras pensaba que iba perder a la única mujer que había amado. La mujer con la que quería vivir el resto de su vida.

La mujer que no le pertenecía.

—Llamaré a Alyssa. Buscaremos un lugar donde ocultar a Brandon. Llámame en cuanto puedas —dijo un Deke sin camisa, conduciendo a Brandon hasta la puerta.

Jack asintió con la cabeza, todavía presionando la herida, demasiado asustado para levantar la sábana y mirar si la sangre seguía manando, temiendo que la bala le hubiera alcanzado en algún órgano vital y la estuviera matando lentamente. Maldita sea, no tenía ni idea de primeros auxilios.

—No la perderás, hombre.

Jack levantó la vista. Deke lo apoyaba, como siempre. Sin preguntas ni reproches.

—Gracias.

Ahora lo único que esperaba era poder mantenerla con vida para luchar por ella.

Cuatro largas horas más tarde, llenas de preguntas y papeleos, y con el estómago encogido por la aprensión, Jack llegó al hospital. Ya había anochecido. Estaba manchado de sangre, y no le importaba en absoluto. La policía le había estado interrogando sobre la muerte de Andrew. Durante todo ese tiempo, Jack no había dejado de preguntarse, muerto de miedo, cómo estaría Morgan.

Después de preguntar a la enfermera de recepción, corrió a toda velocidad a la habitación de Morgan.

Con el corazón en un puño, se detuvo en seco en el umbral.

Mon Dieu.

Con el camisón azul pálido del hospital, ella parecía sin vida, con la cara aún más blanca que la almohada. Incluso sus sexys pecas color canela se habían desvanecido en la nada. Tenía una vía en el dorso de la mano conectada a una bolsa de suero y un vendaje en el hombro derecho que se extendía, bajo el camisón, hasta su tórax.

Si Morgan moría, sería por su culpa. Si nunca hubiera puesto en marcha esa estúpida venganza, si la hubiera protegido en vez de joderle el cuerpo, la mente y… el corazón, ella no estaría debatiéndose entre la vida y la muerte.

—¿Cómo se encuentra? —le preguntó a Deke cuando entró en la habitación con las manos temblorosas.

Brandon estaba de pie al otro lado de la cama, con los brazos cruzados sobre el pecho, apoyado contra la pared. Parecía un hombre con un enorme peso sobre los hombros. Jack lo comprendía.

Se hundió en una incómoda silla del color del vómito y no pudo evitar preguntarse cómo diablos habían terminado colgándose los dos por la misma mujer otra vez. Y por qué, cada vez que lo hacían, todo acababa en desastre.

—Bueno. La trajeron del quirófano hace aproximadamente veinte minutos y dijeron que se iba a poner bien.

Genial. Se pondría bien. Eso era lo único que importaba.

Merci Dieu. —Soltó el aliento que había estado conteniendo.

Deke continuó.

—Es una herida superficial. La bala entró y salió limpiamente, justo por debajo de la clavícula. Detuvieron la hemorragia. Vinieron a preguntar si alguno de sus amigos o familiares son AB positivo y puede donarle sangre. —Encogió los hombros, disculpándose—. Yo soy B negativo. Es también un grupo raro, pero no el adecuado. Lo siento. Voy por una taza de café. ¿Quieres?

Jack negó con la cabeza.

Maldita sea, ni siquiera podía ayudar a Morgan a recuperarse. Odiaba sentirse tan condenadamente impotente.

—Yo soy 0 positivo.

Cuando Deke salió de la habitación, Brandon se quitó la chaqueta y se arremangó la camisa.

—Yo soy AB positivo. Acabo de decírselo a la enfermera. Vendrán a buscarme en unos minutos.

Era un enorme golpe de suerte que Brandon tuviera el mismo tipo de sangre que Morgan. Jack se atoró con las miles de respuestas que tenía en la punta de la lengua. Al final soltó la única posible.

—Gracias.

—Morgan también me importa. Es lo menos que podía hacer.

Y era bastante para Jack. Que Brandon donara su sangre significaba que él todavía tendría una oportunidad de redimirse y aunque Morgan no quisiera volver a hablarle, se conformaba con saber que ella estaba bien.

De hecho, la herida de Morgan le había hecho darse cuenta de muchas cosas. Esa absurda vendetta que había tramado casi le había destruido. Tenía que ponerle fin. Tenía que asegurarse de que no volviera a ocurrir nada como aquello. Era el momento de hacer las paces con Brandon.

Y de liberarse.

Poniéndose en pie, Jack metió la mano en el bolsillo interior del abrigo y sacó un viejo paquete con una cinta de vídeo.

—Ten —se la ofreció a Brandon.

—¿Qué es esto? —Brandon levantó hacia él sus desconcertados ojos azules.

—Estoy seguro de que sabes lo que es. La recogí de mi oficina. Está aquí cerca. Tengo otra copia en una caja de seguridad. Te la daré la semana que viene. Ya es hora de que las tengas tú.

Brandon se dio cuenta de lo que era.

—¿El vídeo de Kayla? ¿No me vas a amenazar ni a chantajearme si me presento a alguna candidatura?

—No —contestó Jack con firmeza antes de regresar a su asiento.

—¿En serio? —Brandon lo agarró por el brazo—. ¿Por qué? ¿Por qué ahora?

Jack miró a su némesis —su viejo amigo— otra vez.

—Enamorarme de Morgan me demostró lo rápido que se le pueden ir a uno las cosas de las manos. Amabas a Kayla, y cuando mi orgullo no me permitió dejarla marchar, a pesar de que ella me pidió el divorcio, la reclamaste de la única manera que podías. De haber estado en tu lugar, quizás hubiera hecho lo mismo.

—La amaba. Me rompió el corazón cuando me dejó. —La monótona respuesta de Brandon fue suficiente para saber que él nunca se había recuperado de aquella ruptura.

Por primera vez en su vida, Jack comprendía lo que se sentía.

—Voy a perder a Morgan por esta venganza —masculló Jack, pasándose las manos por el pelo—. Es algo que deberíamos haber resuelto hace tiempo. Y si ella quiere casarse contigo, no me interpondré. No quiero que tenga razones para odiarme. Sencillamente, hazla feliz.

Brandon se frotó la frente y sonrió con amarga ironía.

—Lo intentaré, pero no voy a casarme con ella. Jack, no es mi novia, y jamás la he tocado. Es mi hermanastra.

Si Brandon le hubiera dicho que era un rinoceronte disfrazado, Jack no se habría sorprendido tanto.

—¿Tu hermanastra?

Con un asentimiento de cabeza, Brandon continuó:

—Esto no puede salir de aquí. Siempre has sido un hombre de palabra, incluso cuando yo no lo fui.

—Tu secreto está a salvo conmigo.

—Gracias. —Brandon suspiró, se levantó y se paseó de un lado a otro de la habitación—. Mi padre dejó embarazada a su madre cuando trabajaba como becaria para él. Le pagó una suma sustanciosa para que desapareciera del mapa y nunca mencionara su nombre a nadie, ni siquiera a Morgan. Hace unos tres años, cuando mi padre comenzó a hablar de presentarse a la Casa Blanca, contrató a un asesor que le dijo que se hiciera cargo de todos los trapos sucios de la familia. Mi padre me habló entonces de Morgan. Fui a visitarla siguiendo sus órdenes para comprar su silencio. Pero ser su hermano me gustó más de lo que había imaginado. Nos mantuvimos en contacto, viéndonos cada vez que podíamos. Estuve presente cuando grabó su primer programa.

Una lenta sonrisa curvó las comisuras de la boca de Brandon, luego volvió a quedarse pensativo.

—Cuando comenzó este asunto del acosador, le ofrecí mi ayuda. Pero protegerla desde Houston era imposible, y cuando ese gilipollas se masturbó en su cama, le dije que se viniera a vivir conmigo. Inventamos la historia de que era mi novia puesto que no podíamos decirle a nadie la verdad.

Y Jack se lo había tragado como el que más. Se había creído que Morgan era su novia, y la había perseguido para cumplir su venganza.

La vida iba a ser un infierno sin ella, pero al menos se alegraba de haberla tenido por un corto tiempo. Y aunque obviamente Morgan no iba a casarse con Brandon, dudaba que volviera a dirigirle la palabra de nuevo.

—Apuesto que tenerla contigo no le gustó a tu padre.

—No te haces una idea. —La amarga sonrisa de Brandon hablaba por sí sola—. De cualquier manera, me sentía aterrorizado cuando recibí las órdenes de irme a Irak durante tres semanas. Sabía que la iba a dejar sola y desprotegida. Incluso pensé en llamarte; eres el mejor guardaespaldas que conozco. —Suspiró—. Pero no podía darte esa clase de poder sobre mí. Nunca se me ocurrió que estabas esperando a que me comprometiera con alguien para sacarte la espinita de encima.

—Tres años, sí. No pensaba darme por vencido.

—No te culpo —admitió Brandon con voz queda—. Me alegro de que al llegar a D. C. se pospusiera la misión. Espero que las cosas entre nosotros se hayan arreglado de una vez por todas.

—Así es. —Jack suspiró—. Gracias por decirme la verdad.

Luego guardó silencio. Jack clavó la vista en Morgan, como si así pudiera despertarla.

Ella no movió ni un músculo.

—¿Está sedada?

—Me temo que sí. Estaba despierta hace diez minutos, pero ahora…

La tensión y la esperanza anudaron las entrañas de Jack.

—¿Ha dicho algo?

—No. Sólo miró alrededor, nos vio a Deke y a mí, y volvió a cerrar los ojos.

No había preguntado por él. ¿Y por qué iba a hacerlo? Era una estupidez esperar que lo hiciera. Desde el punto de vista de Morgan, Jack le había mentido, la había utilizado y se había aprovechado de ella. ¿Por qué iba creer que la amaba? Y si ella alguna vez había pensado que lo amaba, bien, tras la esclarecedora conversación con Brandon, habría cambiado de opinión.

Perder a Morgan era justo lo que se merecía. Pero le costaba aceptar la realidad. Saber que nunca volvería a tocarla le hacía sentir como si tuviera un cuchillo clavado en el corazón.

—Supongo que es lo mejor. No sentirá dolor.

—Cierto.

Y no se iba a despertar ahora. E incluso aunque lo hiciera, ¿querría que él estuviera allí?

No. Nunca querría volver a tenerlo cerca.

Jack arrastró la bota por el suelo desinfectado, sintiendo una terrible opresión en el pecho.

—-Debería irme. Dile…

¿Qué? ¿Qué diablos podía decirle para mejorar las cosas? Sería necesario un maldito milagro para hacerla cambiar de idea, y Jack no creía merecerse ningún milagro.

Al final, optó por lo más sencillo.

—Dile que lo siento.

Enterrando los puños con fuerza en los bolsillos de los vaqueros, Jack se obligó a darle la espalda a Morgan y a salir de su vida.