Capítulo 17

—¡Brandon! —gritó Morgan, mirando por encima del hombro de Jack.

Su delgado hermanastro ocupaba, elegantemente vestido, el umbral de la puerta. Y una furia mortífera se había apoderado de él al darse cuenta de que ella estaba en la cama con dos hombres. El pánico y la mortificación abrieron un agujero en el estómago de Morgan. Era una pena que la tierra no se abriera bajo sus pies y se la tragara, pensó mientras se envolvía en una sábana.

—¡Suelta el arma! —le exigió.

Brandon la ignoró, siguió mirando a Jack con el ceño fruncido y los fuegos del infierno ardiendo en sus ojos.

A la izquierda, Deke se había despertado y de un brinco se había puesto delante de ella, al lado de Jack, para protegerla.

—Esto no es lo que parece, Brandon —aseguró Jack.

—Sí, es exactamente lo que parece.

Su hermano gruñó, pero ella apenas lo oyó. Además de estar concentrada en el arma, acababa de darse cuenta de un hecho…

—¿Os conocéis?

—Oh, maldición —masculló Deke, y se levantó de la cama para ponerse los vaqueros—. Allá vamos.

¿Incluso Deke sabía de qué iba eso? Morgan frunció el ceño y le dirigió a Jack una mirada inquisitiva, haciendo un esfuerzo por comprender. La cara de Jack estaba tensa por la cólera y el pesar. Y por una inconfundible culpabilidad. ¿Qué…? Le costaba tanto descifrar esa situación como si estuviera intentando entender una telenovela en sueco.

—¿No se lo has dicho? —dijo Brandon con incredulidad—. No, claro que no. Eso hubiera hecho que vengarte fuera más difícil. De esta manera, no sólo has conseguido tirártela y vengarte de mí, sino que también la has podido compartir con tu amiguito G. I. Joe para devolverme con intereses lo que demonios sea que te haya hecho.

«¿Vengarse?».

—¿Qué es lo que está pasando aquí? —preguntó Morgan, frunciendo el ceño.

No podía seguir la conversación. Salvo lo que parecía obvio. ¿Jack la había llevado a la cama para vengarse de Brandon?

—Déjame explicártelo. —Jack se giró hacia ella y le puso las manos en los hombros—. Esto va a sonar fatal, pero te juro…

—Es un farsante hijo de perra que buscaba apuñalarme por la espalda —soltó Brandon—. Apártate de él, Morgan. No lo escuches.

—Te he dicho lo que siento, cher —susurró Jack—. Oigas lo que oigas, mis sentimientos son sinceros. No te he mentido en eso.

Hasta ese momento, no lo había dudado. Ahora, se sentía cada vez más consternada. Sabía que algo iba realmente mal. Y que no le iba a gustar nada descubrir la verdad.

—¿Pero es que me has mentido en algo?

—¡Te he dicho que le quites las manos de encima! —Brandon apuntó de nuevo a Jack con el arma.

—Cálmate, hombre. —Jack se levantó de la cama y con lentitud cogió los vaqueros—. Vamos a hablar tranquilamente de la situación y…

—No, vamos a contarle a Morgan la verdad y ya veremos si después tiene ganas de escucharte.

—¡Tú no sabes la verdad! —gruñó Jack, con los tendones sobresaliendo del cuello y los puños cerrados—. Tú sólo quieres creer lo que ves, pero no sabes una mierda.

—¿Así que no has perseguido a Morgan y sobornando a su ayudante, Reggie, para que te pusiera en contacto con ella por algo relacionado con el programa?

Morgan miró hacia Jack esperando una negativa. Él no dijo nada.

—¿Por qué has hecho eso? —le preguntó ella.

Un músculo palpitó en la mandíbula de Jack.

—Yo…

—Porque quería conocerte. No, eso no es cierto. Quería seducirte, follarte, y luego asegurarse de que yo me enteraba para poder consumar su venganza. ¿No es así, Jack?

Un horror intenso atravesó a Morgan. Volvió la mirada a Jack, esperando, rogando que lo negara. Él cerró los ojos e inclinó la cabeza. En su rostro, la cólera dio paso a la culpabilidad y su ceño se había vuelto más profundo.

«Oh, Dios». Brandon decía la verdad. A Morgan se le revolvió el estómago mientras la traición le rompía el corazón. Sintió que se quedaba lívida.

—¿Me has… hecho eso? ¿Por venganza? ¿Cómo has podido?

La oscura mirada de Jack estaba llena de vergüenza.

—Lo que yo planeé al principio, no fue lo que ocurrió luego.

La súplica de la cara de Jack, la aparente sinceridad, la desgarró en dos. Pero ya le había creído antes. Y, al parecer, le había mentido.

—Claro —dijo Brandon decidido a meter más cizaña—. Y por eso me enviaste ese vídeo por correo electrónico, ése en el que te tiras a Morgan. ¿O es que acaso eso no cuenta? Ella estaba allí, contra la puerta, clavándote las uñas en los hombros mientras gritaba como nunca lo había hecho. Bien planeado, Jack.

El sarcástico comentario de Brandon fue como echar sal en la herida de Morgan. ¿Jack los había filmado juntos? ¿Cuándo? La espalda contra la puerta y arañándole los hombros… «Oh, Dios». Tenía que haber sido la primera vez que tuvieron relaciones sexuales, después de que la hubiera pillado masturbándose en la bañera. ¿Jack los había filmado sin su consentimiento y le había enviado el vídeo a Brandon? Y lo tenía todo planeado. Increíble.

Cualquier sentimiento de felicidad se esfumó. La confianza se evaporó al instante. ¿Había hecho eso por venganza? Era imperdonable.

Morgan se llevó una mano temblorosa a la boca. Se sentía asqueada. Aquello estaba resultando ser una pesadilla. Una, tan terrible, que le retorcía las entrañas y la hacía querer despertarse. Pero era demasiado intensa y real como para poder escapar. Brandon y Jack habían montado toda una opereta y la habían atrapado a ella en el medio.

—Le has enviado un vídeo de nosotros dos. ¿Por qué?

Jack vaciló, estaba claro que intentaba buscar las palabras adecuadas. ¿O nuevas mentiras? La duda cruzó por la mente de Morgan.

—¿Quieres contarle tú lo de Kayla o lo hago yo?

—Brandon, cállate —gruñó Jack—. Ya sabe lo de Kayla.

¿Kayla? ¿Quién diantres era…? Ya, la ex de Jack. Morgan no sabía su nombre, pero tenía que ser ella. Sí, sabía lo de Kayla, sabía que Jack había visto en un vídeo cómo su mujer mantenía relaciones sexuales con su mejor amigo…

La verdad se estrelló contra Morgan, dejándola sin aliento y atravesándola con un dolor tan intenso que casi la dobló en dos.

Clavó en Jack una mirada horrorizada.

—Brandon. Él era tu amigo. El que salía en el vídeo haciendo el amor con tu ex.

—Mientras estábamos casados —apostilló Jack—. Traicionó años de amistad y confianza.

Y todo eso había herido el orgullo de Jack.

Morgan tembló de cólera e incredulidad. De dolor. Deke la rodeó con un brazo para reconfortarla. Ella le dio un codazo en el vientre, y apretó la sábana contra su pecho mientras les dirigía una mirada airada.

Luego señaló a Jack.

—Tú también has traicionado mi confianza. Todo lo que me has hecho hacer… —se sonrojó ante el recuerdo—. La manera en que me has hecho cuestionarme a mi misma… Maldita sea, creí en ti. En nosotros. ¡Dios, he sido tan idiota! Cómo habrás debido de reírte.

—Jamás me he reído de ti. Morgan… cher, yo nunca he tenido intención de hacerte daño.

—Yo…

—Nunca pensaste si esto le haría daño o no —lo acusó Brandon—. No te importaba.

—Eso no es cierto. —Jack se acercó a ella para cogerle la mano.

Morgan se apartó de él antes de que pudiera hacerlo. La cólera y la angustia se reflejaron en la cara de Jack y tensaron los músculos que ondeaban en su pecho y en sus hombros.

No, era una actuación. Todo había sido por venganza. No debía de preocuparle si él estaba dolido de verdad. Como Brandon había dicho, a Jack no le importaba haberla herido.

—«Pantano», hijo de perra. Ahí tienes tu palabra de seguridad. No vuelvas a tocarme.

Su rechazo hizo que un dolor afilado atravesara la cara de Jack. Él se volvió hacia Brandon.

—No eres exactamente Don Honorable —refunfuñó Jack—. Eres quien sedujo a Kayla mientras estaba casada y la hizo creer que la amaba…

—¿Es por eso por lo que me sedujiste? —le gritó Morgan a Jack—. ¿Por lo que me hiciste cambiar de opinión acerca de mí misma y mi sexualidad? Me hiciste creer que me amabas, y que yo también te amaba. Te lo dije mientras… —Se interrumpió cuando la horrible verdad la atravesó como un relámpago helado—. Ésa ha debido de ser la puntilla final, que te dijera que te amaba mientras hacíamos el amor, igual que Kayla se lo dijo a Brandon. ¿Sabías que lo haría o sólo lo esperabas?

Cher, no ha sido así. Te lo juro. Yo…

—¡Santo Dios! ¿Le has hecho a Morgan lo que le hiciste a Kayla? —le interrumpió Brandon con la voz llena de incredulidad—. ¿Le has comido el coco para convertirla en un robot sumiso?

—¿Te parece que se ha convertido en un robot?

—Kayla no podía soportar lo que querías de una mujer, y después de ti le daban miedo los hombres. En cuanto pensé que era mía, me dejó. —Frunciendo el ceño con incredulidad y furia, Brandon agarró a Jack por el brazo—. ¿Le has hecho lo mismo a Morgan, bastardo?

—¡No! —insistió Jack—. Morgan es todo aquello que siempre he buscado en una mujer. Es mi mujer. La excito, que ya es más de lo que tú puedes decir. Le he dado todo lo que su cuerpo necesita, incluso un ménage, algo con lo que no estaba de acuerdo, y todo porque quiero verla feliz. ¿Qué has hecho tú, aparte de ignorar su sexualidad y abandonarla cuando un psicópata comenzó a acosarla, se masturbó en su cama y luego le disparó? ¿Es eso lo que significa el amor para ti?

—¿Te disparó, cariño? —la furia dio paso a la preocupación en la cara de Brandon. Bajó el arma a un lado.

—Aparta eso —susurró Morgan, señalando el arma con la cabeza.

Con un suspiro reticente, uno que comunicaba lo cabreado que estaba, Brandon se guardó el arma en la cinturilla detrás de la espalda, y la miró.

Cuando intentó ponerle la mano en el hombro, Jack gruñó:

—¡No la toques!

Luego saltó hacia él y le propinó un puñetazo en la barbilla. Él reaccionó y se enderezó, frotándose la barbilla con una mano y cerrando la otra en un puño.

Jack bloqueó el puñetazo de Brandon.

—Dejé que me quitaras a Kayla. No la amaba y todos lo sabíamos. Pero tendrás que matarme antes de arrebatarme a Morgan. La amo. Siempre la amaré. —Jack se volvió entonces hacia ella con una mirada arrepentida y suplicante—. Si me dejaras explicarte y disculparme. No puedes casarte con él.

—¡No se va a casar con ninguno de vosotros! —gritó una voz desconocida desde la puerta abierta.

Brandon se dio la vuelta y Jack miró por encima del hombro de su hermano para ver quién era el nuevo visitante, pero Morgan no tuvo que preguntarse quién había llegado, simplemente lo sabía. Conocía esa voz.

—¡Andrew! ¿Qué estás haciendo aquí? —Se movió para mirarlo, apretando aún más la sabana contra su cuerpo desnudo.

La sangre se le heló en las venas cuando vio que Andrew normalmente educado y amable, la miraba con rabia mientras bloqueaba la puerta. La furia lo hacía vibrar y llenaba la habitación de una fuerza letal. La adrenalina y la cólera debían de correr por sus venas a juzgar por cómo le temblaba el arma que sujetaba en las manos…, un arma que la apuntaba a ella.

Morgan soltó un grito ahogado mientras su mente se esforzaba en comprender el nuevo giro de los acontecimientos.

—Alguien tiene que detenerte. —Andrew clavaba los ojos en ella como si fuera una extraña, luego miró de reojo a Deke y a Jack, ambos sin camisa y despeinados, que permanecían a unos metros. Y llegó a la conclusión acertada—. ¿Te has acostado con dos hombres a la vez? Sabía que eras una puta, pero esto supera cualquier cosa. No puedo creer que casi me haya casado contigo. Cuando te enrollaste con el hijo del senador Ross me cabreaste bastante. —A Andrew se le agitó el pelo entrecano al señalar a Brandon con la cabeza—. Te fuiste a vivir con él, decidiste casarte con él. Acostarte con él. Y ahora te has liado con otro hombre más. Tu guardaespaldas, ¿no? ¿Le has pedido también que te someta?

La burla de Andrew flotó en el aire, su hostilidad le escocía como una bofetada en la cara. Se negó a sentirse avergonzada por sus palabras. Pero el hecho de que la apuntara con un arma, hacía que el corazón le latiera a toda prisa y la llenaba de miedo.

—Sí.

Jack la miró, luego clavó los ojos en Deke. Entre ellos hubo algún tipo de comunicación silenciosa, que Morgan no pudo comprender.

Andrew sacudió la cabeza.

—Y aquí estás, poniéndole los cuernos a tu novio con estos dos musculitos. ¿Para qué? ¿Para disfrutar de unos cuantos orgasmos? Tú y yo nos compenetrábamos y disfrutábamos del sexo puro, hasta que un día lo estropeaste todo.

Brandon saltó hacia Andrew, extendiendo la mano para arrebatar el arma de su nerviosa presa. Andrew rugió y se apartó, disparando dos veces en dirección a Brandon. Morgan se oyó gritar a sí misma antes de que los estallidos de las balas la ensordecieran. Su hermano se tiró al suelo para evitar ser herido.

Conteniendo la respiración, Morgan saltó de la cama para saber cómo estaba.

—¡Vuelve a la cama! —rugió Andrew, apuntándola de nuevo con el arma—. ¡Ahora!

Morgan se metió bajo las sábanas y cubrió su desnudez de nuevo. El corazón le martilleaba en el pecho hasta casi dejarla sorda. Andrew hablaba en serio. Muy en serio. ¿Y Brandon? Oh, Dios, le había disparado.

Con lentitud, Jack se inclinó para ayudar a Brandon a ponerse en pie. El puño de Andrew se tensó blanco sobre el arma, su boca se apretó en una línea sombría.

En cuanto estuvo de pie, su hermano le dirigió una mirada tranquilizadora.

—Estoy bien. Haz lo que él diga, Morgan.

—Y que a nadie más le dé por hacerse el héroe —espetó Andrew, agitando los brazos como un loco, pero sin soltar el arma.

Morgan se obligó a respirar hondo, intentando mantener la calma. Conocía a Andrew. Que se pusiera histérica sólo conseguiría que él se pusiera más nervioso todavía. A Andrew le gustaban las óperas, un arte donde habitualmente los personajes principales morían y cuya tragedia la gente aplaudía.

Por favor, Dios, que aquello no acabara en tragedia. Tenía que salvarse e impedir que Brandon, Jack o Deke hicieran algo que les costaran la vida.

Morgan inspiró y habló en voz baja, intentando sonar mucho más tranquila de lo que estaba.

—¿Por qué estás aquí? Mi vida no es asunto tuyo, Andrew.

—Has ignorado mis fotos y mis notas. Huiste cuando dejé mi semen en tu cama para recordarte que ése era el lugar donde una vez estuvimos juntos. Intentaba hacerte ver a quién pertenecías realmente. Con el tiempo podría haberte perdonado lo de Ross. Es cierto que discutimos, pero deberías haberte dado cuenta de que tenía intención de volver contigo. Sin embargo, lo de estos dos… —agitó de nuevo el puño tembloroso, señalando con el arma que agarraba con fuerza a Jack y Deke—. Debería de haberte disparado en el club de striptease. Lo hubiera hecho si aquel lugar no hubiera estado tan abarrotado.

Las palabras de Andrew la sobrecogieron ante lo que aquello implicaba.

—Entonces, ¿Reggie no me está…?

Andrew puso los ojos en blanco y suspiró con impaciencia.

—¿Persiguiendo?

—Esto es un acoso, gilipollas —gruñó Deke.

Con una sacudida de cabeza, Morgan intentó hacerle callar.

Gracias a Dios, Andrew lo ignoró.

—¿Reggie? Claro que no. ¿No me viste en el club de striptease? Estaba justo delante de ti. Casi me engañaste con aquel disfraz, pero reconocería tus ojos en cualquier lugar.

—El club estaba demasiado lleno para que pudiera verte —murmuró ella—. ¿Fuiste tú? Cuando recibí las fotos, pensé que él…

Su ex-novio puso los ojos en blanco.

—Por favor. Reggie me enseñó a hacer fotos y a revelarlas. Pero no tenía ni idea de lo que yo estaba haciendo hasta el otro día.

Andrew sorbió por la nariz, y Morgan supo que se había sentido ofendido de que ella hubiera creído incluso por un momento que Reggie podía acecharla con la misma maestría que él.

—¿No te ayudó? —«Sigue hablando, distrayéndole. Permanece tranquila mientras encuentras una salida a este peligroso enredo».

—Es demasiado estúpido. Durante un tiempo, me ayudó a seguirte la pista, es muy atento y protector. En cuanto se dio cuenta de mis intenciones, el muy estúpido vino a advertirte, pero no te encontró. —Andrew sacudió la cabeza con la cara retorcida por el desprecio—. Consiguió que la fulana ésa del club de striptease lo denunciara antes de poder avisarte de que yo estaba en la ciudad.

—¿Tú? ¿Has sido tú todo el rato?

Jack hizo una mueca, luego le dirigió a Deke otra mirada. Por el rabillo del ojo, vio que Deke asentía con la cabeza. Morgan se tensó.

Iban a hacer alguna estupidez heroica, y lo único que conseguirían era que los mataran a todos.

—No —les susurró.

—¡Yo soy tu salvador! —le gritó Andrew, luego se puso rígido mientras su cara se oscurecía con un ceño aterrador—. Alguien tenía que salvarte de ti misma. Cuando empezamos a salir, eras dulce e inocente. No me importó que no fueras virgen porque ya tenías más de veintiún años y no nos habíamos conocido antes. Después de que discutiéramos tus ideas sobre el sexo, me di cuenta, finalmente, de que no te había prestado suficiente atención, y decidí darte una nueva oportunidad a pesar de que te hubieras enrollado con Ross. Decidí cortejarte, creí que podría salvarte si me casaba contigo. Pero… —amartilló el arma e hizo un gesto de desdén hacia Jack—. En cuanto conociste a Cole, empezaste a actuar como una perra en celo. Es un reconocido practicante de la Dominación y Sumisión, y comenzaste a babear por él en cuanto te puso los ojos encima.

Morgan respiró profundamente, decidida a mantener la calma, a pesar de que lo único que quería era llamarle bastardo y arrebatarle el arma. Ignoró su cólera y sus manos sudorosas.

—Deseaba a Jack. Él comprende mi necesidad de ser sometida, Andrew. Me ha enseñado que no hay nada incorrecto en ello. —No importaba qué mentiras hubiera habido entre ellos, siempre le quedaría ese regalo de Jack—. El que seas incapaz de aceptarme tal como soy, sólo prueba que no encajamos. Búscate a una mujer que disfrute de tus atenciones. Tal vez a alguna le guste que seas tan obsesivo. A mí no. Sal de una maldita vez de mi vida.

—Sólo me estás demostrando lo que ya temía. Que la única manera de librarte de esa perversión es matándote.

Morgan se quedó helada. Andrew levantó el arma. Andrew, su productor, su ex-novio, el hombre amable y amante de las artes que no sucumbía jamás a un ataque de cólera impulsivo, estaba dispuesto a matarla de verdad.

—¡Ahora! —gritó Jack, cortando la tensión que había en el aire.

Deke la agarró y la empujó bruscamente al suelo en un enredo de brazos y piernas. Por el rabillo del ojo, Morgan vio cómo Jack agarraba el arma que Brandon ocultaba en la espalda y cómo empujaba a su hermano a la esquina detrás de Andrew y fuera de su alcance. Luego no vio nada más, Deke tiró de la sábana que la envolvía y la empujó bajo la cama.

Sonó un disparo. Casi al instante algo la golpeó en el pecho, haciéndola soltar el aire con la fuerza del impacto. Sintió un aguijón ardiente en la piel. Al momento su cuerpo se retorció de dolor. Gritó. Pero un segundo disparo ahogó el sonido.

Jadeó y sintió una extraña ingravidez en el cuerpo, casi como si estuviera flotando.

Luego un ruido sordo…

—¡Morgan! —oyó que gritaba alguien en la lejanía.

Jack. Era la voz de Jack. Sonaba preocupado.

—Aquí —susurró ella, frunciendo el ceño ante el dolor. ¿Qué le pasaba?

—¡Maldición! —tronó Deke a sus espaldas—. ¡Le ha dado!

¿Le habían dado? A Morgan se le cerraron los ojos mientras veía cómo Deke le ponía la camisa sobre el pecho y apretaba. ¡Maldita sea, dolía!

—No —gimió.

—¿Dónde? —preguntó Jack.

—Maldita sea, no lo sé. En el pecho, creo. Hay sangre por todas partes, por delante y por detrás. Mierda, está perdiendo mucha sangre. ¡Llamad al 911!