Un silencio ensordecedor siguió a la salida de Jack. Tras recorrer el pasillo, Morgan oyó cómo cerraba la puerta del cuarto de baño de un portazo. A pesar de estar esposada a la mesa, dio un brinco, sobresaltada.
Con un largo suspiro, Deke se impulsó desde la pared. Morgan observó que la miraba mientras se acercaba y comprendió cómo se sentía un ciervo delante de los faros de un coche. ¿Qué debía de pensar ese hombre de ella, después de que hubiera admitido que lo quería enterrado en su sexo mientras Jack la penetraba analmente? Era mejor no saberlo. Aunque Jack le había dicho que Deke practicaba el ménage, había algunas cosas que no se debían confesar en voz alta. Al menos, Deke parecía tomárselo con calma…
A diferencia de Jack.
Su peor pesadilla se había hecho realidad; se había rendido a Jack y a la naturaleza sumisa que él juraba que ella poseía, luego le había contado sus fantasías. Y él se había vuelto loco. No como Andrew. Jack no la había llamado puta depravada ni le había dicho que se buscara ayuda profesional. Pero había sido muy claro. No podría haber sido más gráfico ni aunque se lo hubiera dibujado.
¡Dios, lo había echado todo a perder! ¿Qué diablos le pasaba? Si esa última fantasía dejaba estupefacto incluso a Jack, ella debía de ser una completa y total depravada.
Morgan contuvo el impulso de cerrar los ojos y echarse a llorar. Ya lo había hecho una vez, después de que Andrew se ensañara verbalmente con ella. Las lágrimas no servían para nada. Derramarlas no haría que desapareciera su más íntima fantasía ni los problemas que había creado.
El propio Jack le había asegurado que sus fantasías eran perfectamente normales y que no había nada de qué avergonzarse. «Mentiroso», quería gritar. Pero no iba a malgastar saliva.
Eso le pasaba por confiar en él.
Maldita sea, esas fantasías estaban echando a perder su vida, se sentía atormentada por la culpa y por ahuyentar a los hombres. Tenía que superarlas y expulsarlas de su cabeza costara lo que costase.
Deke rodeó la mesa, y Morgan observó su avance, mirando por encima del hombro como él se acomodaba detrás de ella sin decir palabra. Él podía verlo todo. La larga línea de su espalda. El húmedo calor de su sexo hinchado por las caricias de Jack. Los globos desnudos de su trasero. Una oleada de mortificación la cubrió junto con otra cosa a la que no quiso dar nombre. Cerró los ojos.
Con las muñecas y tobillos esposados, Morgan no podía hacer nada más que dejarle mirar y absorber el calor que él desprendía justo detrás de ella. Jack había estado en el mismo lugar hacía menos de cinco minutos. Contuvo el aliento.
En silencio, Deke se inclinó sobre ella, cubriendo su piel fría. La suave camiseta de algodón y los duros músculos de su pecho le cubrieron la espalda desnuda. Dura como el hierro, su polla ardía entre sus nalgas a través de los vaqueros. Era un calor sofocante, demasiado fuerte para ignorarlo, mezclado con humillación.
Realmente, aquello probaba cuan retorcida era. ¿No podía, simplemente, matar su deseo?
Sintió la cálida palma de la mano de Deke en la cintura, curvando los cálidos dedos sobre la redondez de su cadera desnuda. Le rozó el cuello con la nariz, y Morgan soltó otro tembloroso suspiro. Oh, Dios, ¿qué iba a hacer Deke? Ella estaba desnuda, atada e indefensa. Lo único que impedía que él la violara eran un botón, una cremallera y su conciencia.
Jack le había advertido que Deke no era el tipo genial que parecía. Morgan se sintió invadida por el pánico.
Ese enorme rubio era un desconocido que iba a tocarla, a seducirla. A follarla. Y ella no podía hacer ni una maldita cosa para detenerle. Dejando a un lado sus fantasías sobre un trío, no quería sexo con él… no sin Jack.
Ella se tensó temblorosa contra las extremidades masculinas y le advirtió.
—Deke.
Detrás de ella, él se irguió y lo sintió más duro.
—Ahora sé por qué Jack está tan loco por ti. Hueles genial.
Su voz era como una caricia suave que se deslizó por su espalda y se convirtió en una vibración sensual. Morgan tembló. Los largos dedos se aferraron a su cadera para mantenerla quieta.
—¡Maldita sea, suéltame! —le exigió.
—Shhh —le murmuró contra su pelo, acariciándole suavemente la cadera con el pulgar—. Paciencia, muñeca.
—¡A la mierda la paciencia! Ser utilizada y abandonada no saca a relucir precisamente mis mejores virtudes. Sólo quiero salir de aquí.
Deke suspiró. Con la mano libre le quitó la esposa de la muñeca derecha. Luego le liberó la otra muñeca. Después se retiró, apartando la sólida calidez de su cuerpo de la espalda de Morgan. Se arrodilló y le liberó los tobillos.
—¿Puedes mantenerte en pie? —la mirada que se clavó en la de ella, brillaba con picardía y preocupación.
¿La había soltado? ¿Así sin más? Suspiró aliviada.
Morgan se incorporó y lo miró por encima del hombro para descubrir que se estaba ajustando la bragueta.
—Eres preciosa y yo soy un hombre. —Una sonrisa jugueteaba en las comisuras de su boca—. Jamás te follaría sin Jack. Palabra de Boy Scout. —Levantó tres dedos con el símbolo de los exploradores.
Pero ¿la follaría con Jack? Morgan sacudió la cabeza, ante tan ridícula pregunta. Después de cómo había reaccionado Jack a esa misma sugerencia… bien, Morgan tenía más probabilidades de convertirse en una santa. Aun así su cuerpo se estremeció ante la posibilidad, totalmente irrelevante y molesta.
Se volvió hacia Deke, cruzando los brazos sobre el pecho para cubrirse los pezones visibles por encima del borde del indecente sujetador. Deke no la había tocado. Pero ella no era el tipo de mujer que se paseaba en cueros delante de un perfecto desconocido.
—Hum, gracias, pero no pareces un Boy Scout.
—No lo soy —admitió él—. Sólo quería que captaras la idea. Además, creo que ya has tenido suficiente por una noche.
Al instante, todo lo acontecido regresó a la mente de Morgan. Jack corriéndose. Jack maldiciendo. Jack dejándola abandonada.
¡Qué le partiera un rayo! Bueno, aquello no era culpa de Deke, era culpa de Jack, pero él no estaba allí. Deke era el espécimen masculino que tenía más a mano, así que sería su chivo expiatorio.
—¿Tú crees? —le respondió con sarcasmo mientras se alejaba, de la mesa.
Le fallaron las piernas. Si Deke no se hubiera apresurado a extender la mano para sujetarla, ella se habría caído sobre el frío suelo de cemento.
Con una maldición, él la levantó en brazos contra el duro calor de su pecho.
—Tienes todo el derecho del mundo a estar cabreada con Jack.
Morgan se cubrió los inflamados pezones con los brazos y levantó la vista hacia los insondables y fuertes rasgos de la cara de Deke.
—¿No vas a ponerte del lado de Jack?
Él bajó la mirada hacia ella con el ceño fruncido.
—Demonios, no.
Lo dijo como si debiera ser obvio. ¿Acaso los tíos no se cubrían las espaldas unos a otros sólo por principios?
Sin apenas hacer ruido Deke recorrió el pasillo, pasando por delante de la puerta cerrada del cuarto de baño hasta el dormitorio y la depositó encima de la cama deshecha. Suavemente, le cubrió los hombros con la sábana, tapándole los pezones desnudos.
—Espera aquí. Ahora vuelvo.
Frunciendo el ceño, lo observó darse la vuelta y salir de la habitación con un marcado paso militar que hizo evidente sus años en el ejército. Era un soldado. Un guerrero. Preparado para luchar y proteger. Dispuesto a follar, como Jack. Pero con Deke parecía más fácil hablar. ¿Por qué entonces deseaba al enigmático Jack?
Morgan suspiró. Al parecer, prefería a Jack porque necesitaba nuevos retos en su vida. Se burló en silencio. Sí, eso era exactamente.
Con pasos silenciosos, Deke entró de nuevo en el dormitorio con un tubo entre las manos. Se sentó en el borde de la cama y le apartó el pelo de la frente.
—Sé que estás enfadada. Jack rompió la confianza que depositaste en él. Prometió ocuparse de ti y de tu placer. Esta noche, no lo ha hecho. Tiene sus razones. Jack tendrá que compartirlas contigo. No soy yo quien debe hacerlo. —Encogió los hombros y dejó el tubo a un lado—. No puedo hacer nada para aliviar tu corazón, pero puedo aliviar tu cuerpo. Siéntate.
Aturdida, mientras intentaba asimilar las palabras de Deke, Morgan accedió y se incorporó con la sábana por encima de los pechos. ¿Jack tenía sus razones? ¿Qué razones podía tener para provocarle un infinito placer y luego dejar que sumiera en la desesperación? ¿Para hacerla sentir otra vez como si fuera un engendro?
Antes de que pudiera profundizar en sus pensamientos, Deke le rodeó la espalda con una mano y con rapidez le desabrochó el sujetador. Mientras Morgan contenía el aliento, los tirantes se deslizaron por sus brazos. Él la ignoró y le colocó suavemente la mano en el hombro, luego bajó la sábana.
Morgan tragó saliva y levantó las manos para cubrirse. Deke se anticipó y le agarró las muñecas, sujetándolas a los lados.
—Suéltame —protestó ella.
Él se inclinó sobre ella y soltó un suspiro de resignación. La presión de sus dedos en torno a sus muñecas era sorprendentemente suave.
—Mira, acabo de ver cómo te corrías con tal fuerza que parecías capaz de provocar un terremoto mientras mi mejor amigo te follaba el culo. ¿No crees que podemos saltarnos toda esta tontería de la virgen modesta? Estoy tratando de cuidar de ti antes de irme a meter algo de sentido en la cabeza de nuestro amigo en común.
Hum, mirándolo de aquel modo, Deke tenía bastante razón.
Con un suspiro, Morgan dejó de resistirse y se relajó sobre la cama.
Sacudiendo la cabeza, Deke cogió el tubo que había dejado a un lado. Quitó el tapón y, con dedos ágiles, apretó el envase. Un charco de aceite claro cubrió la palma de su mano. Deke se frotó las manos.
Luego puso cada una encima de un pecho.
Morgan jadeó tensa, y buscó su mirada. Deke la ignoró y se centró en la tarea.
El aceite, calentado por sus manos, impregnó sus pechos, cubriendo sus doloridos pezones. Hasta que él no los alivió con el aceite balsámico, Morgan no se había dado cuenta de lo lastimados que estaban realmente.
Pero cuando él le frotó los doloridos pechos con las palmas, sintió que una aguda sensación atravesaba su cuerpo. Morgan cerró los ojos, en parte avergonzada y en parte… mejor no pensar en ello. ¿Qué demonios le pasaba?
Luego Deke concentró el aceite justo en las fieras cimas enrojecidas, y comenzó a rodarlas suavemente entre sus dedos, masajeándolas con un ritmo lento e hipnótico. Y con cada roce, con cada caricia, con cada tirón, aquella sensación empezó a convertirse en algo que Morgan, molesta, reconoció como deseo.
—Morgan. —La voz de Deke era más ronca y profunda.
Ella intentó ignorar la atracción que ejercía esa voz. Pero la voz resonó en su cabeza, palpitando al mismo tiempo que sus doloridos pezones.
Dispuesta a presentar batalla, abrió los ojos y le lanzó a Deke una mirada de advertencia. Él tenía las mejillas ruborizadas. Sus ojos eran ahora de un profundo azul oscuro. Pero apartó las manos de sus pechos, arqueó una ceja y le dirigió una sonrisa contrita.
—Ahora sé con exactitud por qué Jack está colado por ti. Cólera y sumisión en un tierno paquete. —Aspiró bruscamente—. Date la vuelta.
—¿Colado por mí? —Agitó las manos en el aire—. ¿Estamos hablando del mismo hombre? Del que me maldijo y salió como alma que lleva el diablo de la habitación después de que le dijera… bueno, en fin, debería de haberme callado. Pero con esa actitud me quedó claro que quería que me perdiera.
—Muñeca, conozco a Jack desde hace diez años. Estuvimos juntos en el ejército. Lo hemos hecho juntos con la misma mujer, y la idea jamás le ha molestado en lo más mínimo. Hasta que te conoció a ti.
¿Jack había participado antes en un ménage? ¿Con Deke? La sorpresa la golpeó en el estómago, dejándola sin aliento. Con rapidez, recordó la conversación que había mantenido con Jack sobre las preferencias de Deke. Tenía sentido que Jack conociera la vida sexual de su amigo si en algún momento él había formado parte de ella, algo que por otra parte la llenaba de celos.
Pero si Jack había participado en algo así en el pasado, ¿por qué ahora rechazaba la idea?
—Tener fantasías sobre un ménage, es algo que Jack tenía que saber —le aseguró Deke.
—Pero…
—¿Le molestó? Bien, eso es problema suyo, no tuyo. —Suspiró—. Date la vuelta.
Ella vaciló, pero Deke no se dio cuenta ya que se levantó de la cama y desapareció de la habitación. Con el ceño fruncido, ella clavó los ojos en él cuando regresó.
Un hombre extraño. Bastante considerado, pese a lo ocurrido esa noche. A pesar de ser tranquilo, racional y normal, le gustaban los tríos. Y aunque obviamente estaba excitado, no hacía más que aliviar las marcas que otro hombre había dejado en su cuerpo. No la había presionado para hacer nada, a pesar de su reacción ante él, cuando la mayoría de los hombres hubieran considerado luz verde el evidente deseo de Morgan.
Luego había intentado calmar sus sentimientos heridos, asegurándole que ella significaba algo para Jack. Aunque Morgan sabía que estaba equivocado, agradeció que intentara hacer que se sintiera mejor.
Rodando sobre su estómago, Morgan apoyó la cara en la almohada con un suspiro cansado. Inhaló entrecortadamente, y captó el olor de Jack. Almizcle, cuero, misterio, hombre. El aroma masculino nunca dejaba de invadir su corriente sanguínea como un vino embriagador que la drogaba con deseo. Sólo que esta vez, venía acompañado con una sensación de pérdida.
En cuanto Jack había sabido cuál era su más profunda fantasía, la había abandonado. Y parecía no estar dispuesto a recuperarla. Esas malditas ganas de llorar que le atenazaban la garganta sólo conseguían cabrearla aún más.
Oyó un ruido de pasos sobre el suelo de madera. Morgan se tensó hasta que reconoció la cadencia de los pasos de Deke, más largos y lentos que los de Jack, más silenciosos. Se relajó, aliviada y decepcionada a la vez.
Con manos enérgicas, Deke le cubrió las nalgas y las abrió. Morgan se rebeló y abrió la boca para preguntarle qué diablos se pensaba que estaba haciendo, pero él sólo le colocó un paño caliente y lo frotó suavemente para eliminar el lubricante.
—Si más tarde te encuentras molesta, un baño te sentará bien —le murmuró, volviendo a cubrirla con la sábana—. Ahora duerme.
Morgan asintió, agrandando los ojos cuando él se inclinó sobre ella. ¿No iría a…? Sí, lo iba a hacer.
Un momento después, Deke cubrió su boca con la de él. La suave presión de sus labios fue como un suspiro. Un beso seco, casi casto. De alguna manera, él había logrado transmitir afecto, consuelo e incluso un claro indicio de deseo. Luego, tras rozar una última vez los labios sobre los de ella, se apartó.
—Sí, ahora sé exactamente por qué Jack se ha vuelto loco por ti —dijo él con una agridulce sonrisa en la boca cuando se puso de pie.
—¡Un momento! —Morgan le agarró la mano—. ¿Cómo llegaste a aceptarlo? ¿Cuándo has aprendido a sentirte bien con…?
—¿Con los tríos? —dijo él, acertando a la primera y encogiéndose de hombros—. Fue a los diecisiete, cuando oí que una mujer gritaba extasiada bajo una penetración doble. No hay nada mejor que saber con exactitud cómo hacer que una mujer pierda la cabeza.
—Pero no es algo que sea normal, no es algo que haga todo hijo de vecino.
Deke cruzó los brazos sobre el pecho.
—Luc y yo tenemos vecinos. Dudo que sepan que compartimos mujeres, pero me importa un bledo si lo hacen.
—¿Luc?
—Mi primo. Vivo con él ahora que estoy fuera de servicio. Es el que se encarga de tener la casa en perfecto estado, a la espera de que la mujer adecuada venga a vivir con nosotros.
Había que estar muerta para no percibir el tono sarcástico en la voz de Deke.
—¿No crees posible que eso pueda ocurrir?
Se sintió triste por él. La pena en los ojos de Deke le indicaba lo mucho que lo deseaba.
—¿Qué mujer en su sano juicio querría vivir con un chef temperamental y un ex-sargento? Si por separado haríamos que una mujer se diera a la bebida, juntos… —Se encogió de hombros—. Me conformo conque funcione una noche o dos.
Deke mentía. Le mentía a ella, y se mentía a sí mismo. Esos deseos le estaban costando la felicidad.
—Pero eso ahora no viene al caso —dijo interrumpiendo los pensamientos de Morgan—. Estábamos hablando de Jack y de ti.
Estaba claro que Deke no quería hablar de sí mismo más de lo que ella quería hablar de sí misma.
—Tendrás que aceptar tus deseos para ser feliz. Y no deberías conformarte con menos. Jack te ayudará. No te puedo decir cuándo o cómo ocurrirá, pero conseguirás sentirte bien contigo misma. De eso estoy seguro.
Morgan intentó contener la frustración. ¿Por qué todo el mundo le decía que todo se arreglaría cuando se aceptase a sí misma? Estaba claro por la reacción de Jack que la cosa no era tan simple como parecía.
Maldita sea, se había sentido genial cuando tomó la decisión de entrar en el cuarto de juegos de Jack. La manera en que la había tocado, el placer de su tacto, cada caricia halagadora, la habían hecho sentirse aceptada, como si todo lo que había pasado entre ellos en la habitación de juegos hubiera sido correcto. Y luego… Luego, él la había abandonado. Eso quería decir que no todo era normal en ella, ¿verdad?
Maldición, ¿había estado alguna vez más confundida?
Por no contrariar a Deke, asintió con la cabeza.
—Yo… Gracias.
Una simple palabra de agradecimiento parecía insuficiente, dado que se había ocupado de su comodidad física y la había tratado con corrección. Además de haber desnudado su alma ante ella, la había hecho sentirse femenina e importante; había sido como un bálsamo tras el rechazo de Jack.
Sonriendo, Morgan se arrodilló en la cama y le ahuecó las mejillas.
—No es mucho…, pero, gracias.
Luego posó su boca en la de él y con un suspiro femenino le rozó los labios antes de apartarse. Eso era realmente extraño. Esa compresión mutua había provocado una ligera llama de deseo. Morgan no lo comprendía más de lo que lo comprendía a él. Pero de todas formas estaba agradecida.
—De nada. —Él se apartó, alisándole suavemente la masa de pelo rojizo—. Prueba a descansar ahora. Deberías recuperar fuerzas. Es difícil de creer después de todo lo ocurrido, pero vine hasta aquí porque nadie contestaba al teléfono. Quería deciros que al parecer el acosador ha abandonado Lousiana. Dile a Jack, porque yo estaré demasiado ocupado pateándole el trasero, que ese bastardo destrozó la casa de tu novio hace tres días, y que intentó prenderle fuego a tu casa en L. A. ayer.
—Oh, Dios mío. —Pobre Brandon. Estaba tan orgulloso de esa casa y no tenía por qué haberse metido en este lío por ella. Sólo intentaba ayudarla. Y su propia casa…—. ¡Maldito sea!
—Lo sé —la tranquilizó Deke—. Es un asco. Pero lo bueno es que, estando tan furioso como está, si ese bastardo supiera dónde te encuentras ahora mismo, ya estaría aquí, no yendo de un lado a otro del país destruyendo tus propiedades.
Deke tenía razón, y parecía corroborar el razonamiento de que Reggie era el acosador. No se había molestado en llamarla desde hacía dos días, y él era una de las pocas personas que sabían que ella estaba en Lousiana. Además, nunca había tenido lo que se llama un buen carácter. ¿Estaría loco? ¿Obsesionado? Probablemente las dos cosas a la vez. Morgan suspiró.
Hasta ahora había estado a salvo porque se había quedado con Jack. Pero esta noche las cosas habían cambiado. Dado el rechazo de Jack —otro hombre más que la había desairado después de conocer sus fantasías—, y la información de Deke, ella tenía que empezar a valerse por sí misma.
Si Reggie ya había dado el primer paso, quizás… quizás fuera el momento de que ella también tomara cartas en el asunto.
Jack había imaginado que Deke saldría al porche trasero, donde la noche se cernía sobre el pantano y el aire frío de febrero erizaba su piel desnuda. Después de tomar una larga ducha, se había puesto la bata que Morgan había dejado colgada en la puerta del cuarto de baño. Esa maldita cosa olía a ella, lo que lo volvía a poner increíblemente duro.
Intentando borrar de su mente la sensación del apretado ano de Morgan en torno a su polla y su expresión de dolor cuando salió disparado del cuarto de juegos, Jack agarró la botella de cerveza y se volvió hacia su amigo para recibir la reprimenda que sabía que se merecía.
—No hace falta que digas nada —le aseguró Jack, tomando un largo trago de cerveza.
—Ya, pero quiero hacerlo. —Deke se acomodó en la silla de al lado y lo fulminó con la mirada—. Te has comportado como un cabrón.
—Tienes razón. Morgan sólo… me dejó noqueado. No tenía ni idea de que tuviera fantasías sobre un ménage. Apenas puede aceptar la idea de someterse a mí. Que haya pensando en ser poseída por dos hombres… —Se encogió de hombros—. Fue como si me pegara un tiro. Reaccioné sin pensar.
—Traicionaste su confianza y no cumpliste ninguna de las promesas que le hiciste.
—No lo niego. —Jack se pasó una mano por la cara cansada—. Maldita sea. Ya es malo que le haya dado la espalda, pero estuve a punto de castigarla por tener esa fantasía. Lo más probable es que se sienta miserable y rechazada.
—No quieres compartirla.
—No, no quiero —admitió Jack, bebiendo otro largo trago de cerveza. Con aire distraído se preguntó cuánto le llevaría emborracharse para dejar de preocuparse por haberse comportado como un asno.
—¿Por Kayla?
Nada como poner el dedo sobre la llaga. Su ex había traicionado los votos matrimoniales con uno de sus mejores amigos, retorciéndole las entrañas con una furia que llevaba años alimentando con ira y odio. Ahora esa vieja herida volvía a abrirse al pensar en otro hombre tocando a Morgan. Maldita sea, Kayla ni siquiera le había importado demasiado, y sin embargo, al descubrir que otro hombre se la había tirado, se había llenado de una rabia asesina.
Pero Morgan le importaba y mucho.
—En lo que se refiere a Morgan soy un egoísta bastardo que quiere conservar para sí todo ese dulce descaro, esa sumisión y esa dulce sonrisa. Quiero ser el único hombre que acaricie ese hermoso pelo de fuego, y el único que ella tome con su boca. Quiero ser el único que sepa cómo sabe su sexo, el único que sienta cómo se cierra su culo sobre su polla. —Soltó un largo suspiro—. Pero no es lo que ella quiere.
—¿Amas a esa chica?
Jack cerró los ojos apretándolos, mientras agarraba la botella fría con tal fuerza que se preguntó si la rompería. ¿Cómo podía contestar a eso cuando jamás había experimentado antes el amor? Se sentía eufórico cuando ella era feliz, y sombrío ante su tristeza; estaba dispuesto a matar a todo aquel que la amenazara, y se daría de tortas por haber maldecido sus deseos y aplastado su floreciente sexualidad. Así que…
—Sí, estoy seguro de que ése es el caso. Desde el principio todo ha sido diferente con ella —soltó una risa amarga—. Maldita sea, incluso soñé con ella antes de conocerla. Con su cuerpo, su olor, la manera en que me hace sentir. Desde el principio sentí como si me tuviera cogido por las pelotas, pero en realidad lo que ha atrapado es mi corazón.
—Tienes que hacer lo que sea mejor para ella.
—Yo no… —Lanzó un nuevo suspiro y añadió—: Tengo intención de reclamarla, y sé que es responsabilidad mía cumplir cada uno de sus deseos. Pero sinceramente, no sé si podría ver cómo alguien, tú por ejemplo, la posee y contenerme para no arrancarle las pelotas.
—Si la amas y quieres verla feliz, tienes que darle lo que necesita. O jamás se sentirá completa y lo que tengas con ella será una mentira.
Tan tranquilo, tan cabal. ¡Maldito Deke!
—De lo contrario —continuó Deke—, siempre habrá una parte de ella que guardará para sí, algo que no te dará jamás a no ser que la satisfagas por completo.
—¿Una parte de ella que guardará para sí? —Jack se quedó paralizado. Un nudo de aprensión le retorció el vientre. Aún no había logrado llegar hasta ella por completo. Lo había esperado… pero no había sido así. Al parecer, había esperado en vano. ¿Cómo podía hacerla suya si ella no se rendía por completo?
Pero entonces las palabras de Deke le recordaron que ella ya había puesto de su parte. Él tendría que poner de la suya.
—Vamos, Jack. Ya sabes de qué hablo ¿no? ¿No lo has visto? ¿No lo has sentido?
—¿Te produce algún tipo de perverso placer tener razón y echármelo en cara? —Jack suspiró y bebió otro largo sorbo de cerveza fría—. ¿Dónde está Morgan?
—La he metido en la cama, sana y salva, y espero que se haya dormido. Parecía cansada.
—Y seguro que te has aprovechado.
Deke sonrió ante el gruñido de Jack.
—Podría haberlo hecho. Es una mujer muy hermosa.
Jack también sabía eso sin lugar a dudas. Aunque no le gustaba que Deke la tocara, no podía más que culparse a sí mismo por haberla abandonado. Así que lo dejó pasar. Por esa vez.
—Morgan es como una suave caricia en la polla y una patada en el trasero a la vez —masculló Jack.
—No eres el único hombre que la ama. Tiene novio en Houston, ¿recuerdas?
Brandon. ¡Menudo hijo de perra! Como si necesitase la complicación que suponía ese gilipollas.
—Sí.
—¿Qué vas a hacer con él? Mientras siga en escena, ella no será tuya.
—Gracias por recordármelo —gruñó con sarcasmo.
Arrebatársela a Brandon podría ser la mejor venganza de todas, mucho mejor que enviar un vídeo de ellos dos follando por correo electrónico. Pero esa no era la razón por la que Jack estaba tan determinado a conquistarla. Ni de lejos.
Sencillamente, la quería para él. Hoy, mañana, todos los días de su vida. Suya para siempre.
Deke se levantó con una extraña sonrisa en la cara.
—¿Para qué son los amigos?
«Cierto», pensó, observando cómo Deke bajaba las escaleras, se metía en el bote y se alejaba del embarcadero.
Durante unos interminables momentos, Jack siguió allí sentado. Y maldita sea, ni siquiera lograba emborracharse. Así que intentó lidiar con todos esos sentimientos que le estrujaban las entrañas: miedo, cólera, posesividad, celos, determinación, preocupación, necesidad…, amor.
Cuando sintió los pies congelados, el estómago comenzó a gruñirle y pensó que Morgan habría descansado lo suficiente para hablar, entró en la casa, tiró la botella de cerveza vacía, y se dirigió al dormitorio.
Sólo que no encontró a Morgan.
El perfume a ella que se desvanecía en la habitación le dijo que no estaba allí desde hacía tiempo. El rubí que le había dado yacía abandonado en la almohada, y decía, con más eficacia que las palabras, que ella se había marchado.
La había perdido antes de tenerla.
Y si no la encontraba con rapidez, podría perderla para siempre a manos de ese loco acosador.