Capítulo 16

Alyssa estaba llorando, y no eran lágrimas normales y corrientes. Parecían un mar de pesar. Cada sollozo sonaba como si le estuvieran arrancando un pedazo de corazón, como si cada uno de sus sueños hubiera sido aplastado para siempre.

A Luc se le revolvió el estómago.

—Cariño —le imploró golpeando suavemente la puerta—. Ábreme. Lo siento mucho. He perdido la cabeza. No quería asustarte.

Ella no le respondió, sólo siguió llorando con aquellos sollozos que a él le desgarraban el alma de pena y de temor. Sintiéndose fatal, él se apoyó contra la puerta y presionó las manos contra ella, como si así pudiera atravesarla y consolar a su esposa. ¿Cómo era posible que aquellos centímetros de madera que se interponían entre ellos parecieran un continente de dolor y sufrimiento?

—Háblame, Alyssa.

Por la ranura inferior de la puerta, Luc vio que ella estaba sentada en el suelo, encogida, y frustrado, se pasó la mano por la cara. ¿Qué demonios había hecho?

El estilo de vida de Jack no le había ido nunca. Luc jamás había sentido la necesidad de atar a una mujer, y menos porque estuviera enfadado. Daba igual lo que hubiera hecho con Tyler, Alyssa estaba muy cansada. El terror que había visto en su rostro al recordar aquel destello del pasado cuando la habían violado, había sido un amargo golpe para Luc. El hecho de que ella lo pudiera incluir en la misma categoría que el hombre que le hizo aquello le dolía de una manera indescriptible. Se sentía una mierda. Maldición.

—Cariño, por favor. No te haré daño. No te tocaré. Sal para que podamos hablar.

Silencio. Entonces escuchó un suspiro y un sollozo. Alyssa se levantó. El corazón de Luc dio un brinco ante la esperanza de que ella abriera la puerta para hablar con él. Esta vez dejaría que Alyssa le explicara qué había hecho en el tiempo que había pasado con Tyler. Aunque hubiera ocurrido lo que él pensaba, dudaba mucho que Alyssa hubiera querido hacerle sufrir. Ella no sabía que la amaba. Quizá debería confesárselo. A lo mejor así podrían hablar de sus problemas y arreglar las cosas.

Pero en lugar de abrir la puerta, Alyssa se dirigió a la ducha.

Él llamó otra vez sin obtener respuesta.

Pasaron unos minutos. Luc escuchó correr el agua de la ducha, pero aquel sonido no bastaba para ahogar por completo los continuos sollozos que llenaban el aire y le rompían el corazón.

Pedirle que le abriera no servía de nada, y aquella congoja no era buena para ella ni para el bebé. Habían invadido cruelmente su casa y estaba asustada, tanto del intruso como de su marido. Tenía que arreglar las cosas, y para conseguir ayudarla tenía que llegar hasta ella.

Percibió otro lamento desgarrador por encima del sonido del agua. Santo Dios, ella apenas era capaz de respirar entre los hipidos. Ahora sus sollozos eran más violentos, y cada uno le retorcía el corazón. Luc ya no pudo aguantar más.

Agradeciendo para sus adentros la insistencia de Deke para que aprendiera técnicas de autodefensa, incluyendo artes marciales, Luc retrocedió un paso, levantó la pierna y dio una patada a la puerta del cuarto de baño. La madera cedió con un crujido.

Al oír que la puerta chocaba contra la pared, Alyssa contuvo el aliento.

En cuanto pudo entrar, Luc no vaciló y apartó bruscamente la mampara. En el interior de la bañera, Alyssa estaba sentada en el banco de la ducha, justo debajo del chorro de agua caliente, envuelta en vapor. Había subido las piernas y se las apretaba contra el pecho; le castañeaban los dientes. Lo miró con los ojos azules totalmente redondos y el rímel dibujando oscuros chorretones por sus mejillas.

Verla así fue como una patada en el estómago.

Luc se tragó el nudo que tenía en la garganta y se metió en la ducha con ropa y zapatos incluidos. El agua cayó sobre él, pegándole el pelo a los hombros y el cuello. Luc apenas se dio cuenta. Alzó a su esposa en brazos y, gracias a Dios, ella no se resistió.

Luc se sentó donde había estado sentada Alyssa y se la puso en el regazo.

—Lo siento mucho.

Ella cerró los ojos y se puso rígida.

—Llegué a casa a las cuatro de la madrugada y me encontré con que alguien había forzado la puerta. Llamé al 911 y a Tyler. A ti no te llamé porque eran las dos de la madrugada en Los Ángeles y, de todas maneras, no podías hacer nada.

Su voz era totalmente plana. Luc quiso que continuara hablando.

—Sigue, te escucho.

—Tyler examinó la escena del crimen antes de que llegaran Remy y sus chicos. Mientras él lo estudiaba todo, me mareé y me desmayé.

—¿Qué? —Luc la apretó entre sus brazos.

—Supongo que me sentó mal la mezcla del olor a perfume y la impresión. Cuando recobré el conocimiento estaba en el coche de Tyler camino de urgencias. Le dije que no era preciso ir allí, que lo único que necesitaba era dormir.

—¿Te llevó de todas maneras? —le preguntó Luc, esperando que así hubiera sido.

Alyssa negó con la cabeza.

—Se lo supliqué. Insistió en que debía de comer algo, pero él no sabe cocinar. Así que nos fuimos a ese lugar nuevo que han abierto no muy lejos del club. Después de comer, comencé a notar calambres.

—¿Te sentó mal lo que comiste? A veces sirven comida pasada…

—No. Eran calambres menstruales.

A Luc se le detuvo el corazón.

—¿Cómo?

—Me dirigí al cuarto de baño del restaurante. —Alyssa comenzó a sollozar otra vez, casi sin poder controlarse.

Luc la apretó contra su pecho y la besó en la frente.

—Por favor, respira hondo. Esto no es bueno para ti.

Por fin, ella logró contenerse e inspirar profundamente. Se tragó las lágrimas y continuó.

—Había un poco de sangre.

«Oh, Dios».

Luc sintió un peso en el estómago.

—¿Fuiste a urgencias?

Una vez más, ella negó con la cabeza.

—Tenía miedo de que nos hicieran esperar demasiado tiempo. Llamé a la ginecóloga. Se mostró de acuerdo en examinarme antes de comenzar el horario de consulta, así que Tyler me llevó allí y esperó mientras me exploraba.

Y él no había estado allí para apoyarla. Luc le acarició el hombro y la volvió a besar en la frente. Santo Dios, no sólo le había necesitado y él no había estado a su lado, además había pensado lo peor de ella.

¿Por qué coño no la había escuchado en lugar de permitir que los celos se apoderaran de él?

—¿Te encuentras bien? —A Luc casi le daba miedo preguntar—. ¿Qué te dijo el médico?

—Al parecer no es raro sangrar un poco si se está demasiado tiempo de pie y sometida a una situación de mucho estrés.

Sin duda alguna, Alyssa padecía las dos cosas.

—El bebé está bien. Pero me dijo que debía descansar. Dormir. Yo no me atrevía a venir aquí, y Tyler quería que fuera a algún sitio donde pudiera protegerme. Así que me ofreció su cama, pero cuando llegamos al apartamento, estaba demasiado inquieta y no podía dormir. No quise preocuparte, estabas tan lejos… No quería alarmarte, no estoy acostumbrada a que otra persona se preocupe por mí.

—Cariño, puedes llamarme siempre, esté donde esté, y sea la hora que sea —dijo Luc con un gruñido. Alyssa era demasiado independiente. Lo más probable es que incluso le hubiera costado pedirle ayuda a Tyler. Así que ni se le ocurriría llamar a alguien que estaba en la otra punta del país, aunque fuera su marido.

—De todas maneras, Tyler volvió a llamar a la ginecóloga y le preguntó si podía recetarme algo. Aunque no es normal que lo hagan con una mujer embarazada, me prescribió un sedante para combatir el estrés y la fatiga.

—Y te quedaste dormida. —«En la cama de Tyler».

Ella asintió con la cabeza.

—Sé que debería haberte llamado por teléfono. Pero todo ocurrió muy rápido.

Por supuesto el principal interés de Alyssa fue asegurarse de que el bebé estaba bien, no apaciguar los nervios de Luc. No era culpa suya que él fuera un capullo celoso y desconfiado.

—Siento que hayas tenido que enfrentarte a todo eso sin mí. Y que alguien entrara en casa. Y que te asustaras. —La apretó todavía más.

El agua comenzó a salir fría, y Luc alargó el brazo para cerrar el grifo. Cogió la toalla y le rodeó la cabeza con ella, utilizando las puntas para secarle la cara y limpiarle el rímel; después le envolvió el pelo con ella.

Alyssa se mostró muy dócil, apenas se movió. No parecía ella, y a él le preocuparon los angustiosos hipidos que aún la estremecían.

Se quitó con rapidez la ropa mojada y la dejó en el fondo de la ducha, luego cogió otra toalla. No se molestó en secarse, y el pelo le chorreó sobre la espalda y los hombros. Se limitó a rodearse la cintura con la toalla y la ayudó a salir de la ducha.

Alyssa no dijo ni una sola palabra cuando él la llevó hasta la cama. Cuando se dirigían hacia allí, él cogió los albornoces de detrás de la puerta. La ayudó a ponerse uno y le ató el cinturón como si fuera una niña pequeña, luego se puso el otro. Sin decir nada, le secó el pelo con la toalla y le estudió la cara. A Luc no le gustó lo que vio en su expresión. A pesar de lo que acababa de pasar, era casi indiferente.

Luc se tragó la frustración. Ella estaba sufriendo por algo más que el allanamiento de la casa, o porque él hubiera estado tan enfadado como para atarla. Tenía que obligarla a que se abriera a él y pensaba conseguirlo.

La sentó en su regazo, agradeciendo que no se resistiera, e hizo que apoyara la frente en su hombro.

—Alyssa, cariño. Cuéntame por qué te asustaste.

Ella levantó bruscamente la cabeza y comenzó a menearla y a estremecerse.

—No es importante.

—Por favor. —Luc la estrechó con fuerza antes de obligarse a dejar de hacerlo, temiendo asustarla de nuevo—. Sé que alguien te hizo daño.

Alyssa cerró los ojos. Le rodó una lágrima por la mejilla.

Aquello casi mató a Luc.

—Alguien te violó en el pasado. Y yo he hecho algo que te hizo recordarlo, ¿verdad?

—Fue hace mucho tiempo. Olvídalo. Yo ya lo he hecho.

Luc apenas entendió el susurro, pero sabía que era mentira. Alyssa no había olvidado nada y oírla admitir aquel hecho tan horrible fue como una puñalada.

—Eras una adolescente.

Durante un buen rato, Alyssa no dijo nada, limitándose a clavar la mirada en la pared de enfrente.

—Tenía quince años —murmuró finalmente.

Santo Dios. Ni siquiera era lo suficientemente mayor para tener el carnet de conducir. Poco más que una niña. ¿Qué cabrón habría sido capaz de forzarla contra su voluntad? La violación era el peor de los crímenes y más si la víctima era una chica de esa edad.

Con el estómago revuelto, Luc vaciló. Tenía que seguir haciéndole preguntas de tal manera que ella fuera revelándole los hechos poco a poco. Alyssa no estaba preparada para contarle todo de golpe.

—¿Fue en una cita?

Ella se puso tensa.

—No. —Entonces soltó un sollozo histérico—. No tenía permiso para tener citas. Mi madre esperaba que cuando me casara, todavía fuera virgen.

Lo cierto es que Luc no estaba seguro de querer seguir escuchando. Pero tenía que hacerlo. Sospechaba que si no llegaba a conocer todos esos hechos, no podría llegar a comprender a su esposa.

—¿Y eras virgen cuando ese…? —Se interrumpió y tragó saliva, esperando con todas sus fuerzas que ella dijera que no.

Pero Alyssa asintió con la cabeza.

Luc jamás había sentido tanto asco y furia a la vez. Quiso aplastarle la cabeza al bastardo y hacerle sentir cada pizca del dolor que Alyssa hubiera sentido. Pero se contuvo. No hizo ningún movimiento brusco, no soltó ningún exabrupto, ni siquiera cerró los puños. Se puso a acariciarle el pelo suavemente.

—¿Un compañero de instituto? —aventuró él, con la voz más tierna que pudo.

Alyssa abrió la boca, luego la cerró. Vacilando. Entonces se levantó. Luc quería mantenerla caliente y a salvo en su regazo, donde podría abrazarla y calmarle hasta el más leve temblor. Pero no se atrevió a cogerla otra vez.

Ella se acercó a la repisa del cuarto de baño y se miró en el espejo.

—No… exactamente. Es una vieja historia. No es importante.

Luc se puso de pie y se acercó a ella lentamente, dándole tiempo para retroceder. Se sintió aliviado cuando ella no se apartó, así que le puso las manos sobre los hombros.

—Creo que tiene mucha importancia. Entenderé que no quieras contármelo. No es que hoy haya hecho algo para ganarme tu confianza. Ni tampoco durante los últimos meses. He tardado en comprenderlo, pero quiero hacerlo mejor y necesito tu ayuda. Por favor, necesito saber qué es lo que te asusta para no volver a meter la pata.

Alyssa se mordisqueó los labios y miró al techo buscando valor.

—No me gusta el bondage. No soporto que me aten… —Alyssa se estremeció y se rodeó con los brazos—. Simplemente no lo soporto.

Luc vio claramente la realidad. ¿Qué le había dicho Jack que Alyssa y él se habían dado cuenta rápidamente de que no eran compatibles? Ahora todo tenía sentido.

—No haremos nada de eso a menos que estés preparada. Y si nunca lo estás, lo entenderé.

Ella asintió temblorosamente con la cabeza.

—Gracias.

Luc le acarició los hombros y le apretó la espalda contra su cuerpo. Ella quería dejar el tema. Tenía quince años, era virgen y la habían violado. Punto. Pero él intuía que aquello sólo era el principio de la historia.

—¿Te violó algún compañero del instituto?

Alyssa se rodeó la cintura con los brazos y negó con la cabeza.

—No… no sé si puedo hablar de esto. No se lo he contado a nadie desde que ocurrió.

¿Se lo había guardado para sí misma durante catorce años?

—¿Nunca se lo has contado a Jack? ¿A Tyler? ¿A un psicólogo?

Una amarga sonrisa atravesó la cara de Alyssa antes de desaparecer.

—Jack se habría puesto a seguirle la pista, y eso es lo último que quiero. Tyler… Creo que si el pasado regresara a rondarme, se lo contaría. Y no pude permitirme pagar a un psicólogo hasta que alcancé una situación económica desahogada.

¿Por qué demonios no quería que Jack le siguiera la pista a aquel cabrón? Luc se moría por hacerlo él mismo. Pero no era eso lo que Alyssa deseaba oír y él no quería interrumpir la conversación ahora que parecía dispuesta a hablar.

Luc la apretó más contra su pecho.

—¿Quién fue, cariño?

—Joshua. —Alyssa se estremeció y cerró los ojos—. Es mi hermanastro.

Luc se sintió de nuevo envuelto en una inmensa furia. ¿Cómo era posible que alguien de la familia hubiera violado la confianza y el cuerpo de Alyssa? Aunque aquello le destrozara, tenía que oír toda la historia. Pero no sabía qué preguntarle.

Tragó saliva y decidió remontarse un poco más atrás en el tiempo.

—Entonces, ¿tu madre se volvió a casar?

Ella asintió lentamente.

—Cuando yo tenía doce años.

«Por favor, que no tenga que oír que ese asqueroso comenzó a aprovecharse de ella entonces».

—¿Fue entonces cuando empezó? ¿Tocándote? ¿Acariciándote?

—¡Oh, no! Al principio era mi mejor amigo. Mi madre se volvió a casar con un hombre muy rico. Vivíamos en un barrio de clase media y nos mudamos a la zona más elitista de la ciudad. Comencé a asistir a un colegio nuevo. No conocía a nadie. Era muy tímida y me costó mucho adaptarme.

Y el gilipollas de Joshua había utilizado la inseguridad de Alyssa en su propio beneficio.

—¿Así que se convirtió en tu amigo?

—Sí, y se aseguró de que me relacionara con los mejores chicos del colegio. Mantuvo a distancia a todos los demás. Cuando yo estaba en primero, un chico, un compañero de clase de Josh, intentó acorralarme en una fiesta. Me emborrachó y me llevó al cuarto de baño. Joshua y sus amigos echaron la puerta abajo y me rescataron. Le dieron una paliza. A partir de entonces, Josh se hizo cargo de mí. Al lunes siguiente, les dijo a todos que salíamos juntos y que nadie se atreviera a meterse conmigo. Pensé que lo hacía para protegerme. —Alyssa soltó un gruñido, como si no fuera capaz de creerse lo inocente que había sido.

—Pero te quería para él. —Luc no tuvo ningún problema para imaginárselo.

—Sí. Se enfurecía incluso cuando un chico me miraba, o si sospechaba que me gustaba alguien. Poco después de ese incidente, él comenzó a colarse en mi habitación, decía que quería asegurarse de que estaba a salvo.

Alyssa se rió con sarcasmo y a él se le revolvió el estómago. «¿A salvo?». Aquel cabrón la había anulado por completo. ¿Cómo podía haberle dicho que era para protegerla?

—¿Te besó o te hizo algo más?

—Oh, nos besamos. Muchísimas veces, y yo, estúpida de mí, lo alenté, pensando que le importaba. Cuando empezó yo tenía catorce años.

Y el violador tenía ¿Cuántos? ¿Dieciséis? ¿Diecisiete años? Lo suficientemente mayor para saber que estaba aprovechándose de una chica joven e inocente.

—¿Cuándo comenzó a tocarte?

—Bueno, antes de que cumpliera los quince. Durante el verano.

La manera en que Alyssa suspiró entrecortadamente le indicó a Luc que necesitaba hacer una pausa. Se mantuvo silencioso a su espalda, acariciándole los brazos. Estuvo a punto de decirle que podía dejarlo allí, que ya hablarían en otro momento. Desde luego, sería lo mejor para el estómago y los nervios de Luc, pero sabía que volver a conseguir que estuviera tan dispuesta a hablar sería difícil y doloroso. Mejor llegar ahora hasta el final.

—¿Cuándo se convirtió en algo más?

—Me enteré de que él se había acostado con una chica de su clase de lengua. Entonces era tan estúpida que creía que él se querría casar conmigo algún día. Era una especie de cuento de hadas que yo tenía en la cabeza: que él era el príncipe azul y que estaba esperando, ya sabes, a que creciera lo suficiente para tener nuestro primer encuentro sexual. Me dijo que por supuesto tenía que acostarse con otras chicas. Que nuestros padres no podían saber nada de lo nuestro. Que se habrían vuelto locos. Así que me convenció de que se limitaba a mantener las apariencias para demostrarle a su padre que tenía un saludable interés por otras chicas.

—Qué cabrón —masculló Luc. Y eso era mucho más suave de lo que pensaba en realidad, pero con esas palabras, ella sabría que se preocupaba sin llegar a alarmarla con la violencia de su furia.

—Entonces me dijo que estar conmigo y no llegar al final le había resultado muy difícil y que había tenido que acostarse con otras para liberar la tensión. —Alyssa se rió de sí misma—. Le dije que me dejara en paz, que ya no le quería. No le hablé durante semanas.

—¿Se puso violento?

—Sí. Después de que comenzara el curso siguiente, él entró una noche en mi habitación, me ató y me dijo que se sentía defraudado conmigo, que me había estado esperando y que yo no había acudido a él. Que llevaba mucho tiempo esperando ser mi primer amante. Que incluso había llegado a planear cómo celebrar mi quince cumpleaños, desvirgándome.

Las náuseas de Luc alcanzaron un nuevo nivel, así como su necesidad de hacer desaparecer a aquel cabrón de la faz de la tierra. Luc no era un hombre violento, pero aquello era… imperdonable.

—Lo siento. —Quería decir mucho más, pero llegados a ese punto, las palabras no servían de nada. El daño ya estaba hecho. Sólo esperaba poder ayudarla a superarlo.

—Oh, Santo Dios, no sabes cómo me dolió… —Alyssa se estremeció y él la abrazó. Comenzó a sollozar de nuevo—. M-me tomó de todas las maneras en las que un hombre puede tomar a una mujer.

¿Joshua la había violado también analmente? Más combustible para la furia de Luc. Se agarró a la encimera del lavabo a ambos lados de las caderas de Alyssa y la miró en el espejo. Tenía los ojos apretados y una expresión de angustia en la cara, parecía tensa y frágil.

—Cariño, lo siento mucho. —La besó en la coronilla. No confiaba en sus manos en ese momento. La cólera que atravesaba su cuerpo era demasiado intensa.

—C-cuando por fin se fue, me dejó sollozando y sangrando. Estaba enfadado, me dijo que se preguntaba para qué se había molestado. Que después de todo, sólo era otra puta más. —Alyssa cerró los puños y respiró hondo—. Qui-quise matarle.

Luc comprendía muy bien ese sentimiento.

—Mirándolo retrospectivamente, no debería haberme sorprendido el comportamiento de Joshua. Mostraba todas las señales que hubieran debido ponerme sobre aviso.

—Santo Dios, a esa edad no tenías que darte cuenta de ninguna señal. Se lo dirías a tus padres, ¿verdad?

Entonces fue como si Alyssa se rindiera, su cuerpo quedó laxo.

—Se lo conté a mi madre… —Conteniendo el deseo de apremiarla, Luc esperó mientras ella cerraba los ojos como reuniendo valor—. Y no me creyó.

—¿Qué demonios? Desde luego debió ver… las pruebas.

Alyssa negó con la cabeza.

—Fui tan estúpida… Me entró el pánico y me duché. Si hubiera sido hoy, habría ido en ese mismo momento al hospital y habría exigido un kit de violación. Habría conseguido que metieran a ese hijo de perra en chirona. Pero tenía quince años y lo único en lo que podía pensar era en sobrevivir.

—Al día siguiente, Joshua fue todavía más allá, les dijo a todos en el colegio que me había follado, que yo era su «coñito de casa» y que iba a disfrutar de mí muchas noches. Yo estaba aterrorizada.

Cuando Luc pensaba que aquel cabrón no podía caer más bajo, Alyssa le revelaba otro dato más sobre su hermanastro que lo enfurecía de una manera imposible.

—Así que después de la cena, llevé a mi madre a un lado y le conté lo sucedido. Me acusó de intentar arruinar su vida. De que sólo estaba haciendo eso porque a Joshua le gustaban las chicas de su edad y que mentía porque envidiaba lo feliz que era ella. —Alyssa respiró hondo y apretó los labios.

¿Su madre le había dado una puñalada en la espalda al día siguiente de sufrir el peor trauma físico y emocional de su vida? Luc ni siquiera era capaz de imaginar la angustia que habría soportado… ¿sería aquel el asunto que tenía pendiente Alyssa con su madre? No es de extrañar que la muerte de la mujer la hubiera dejado confusa.

—La traición de tu madre fue lo peor de todo. —No era una pregunta. Él lo sabía.

Ella clavó los ojos en la encimera de mármol y asintió con la cabeza.

—No fue culpa tuya. Nada fue culpa tuya. Tu madre debería haberte apoyado. Tendría que haberte protegido. Entiendo que la quieras y la odies al mismo tiempo.

Alyssa le miró por encima del hombro, parecía sorprendida de que él hubiera dicho eso.

—Sí. Pero después de casarse con Richard, se convirtió en una persona diferente. Estaba encandilada con él. Y sabía que él tampoco podría ayudarme, Joshua era su ojito derecho. Lo más probable es que hubiera aplaudido el comportamiento de su hijo. Era un misógino confeso.

Y Joshua había seguido los pasos de su padre.

Luc no comprendía esa manera de educar a los hijos. Pero pudo deducir por la conducta de Alyssa que todavía tenía algo más que contarle.

—Después de hablar con mi madre, ya era tarde. Casi la hora de acostarse. Yo sabía que Joshua vendría otra vez a mi habitación. Le pedí a mi madre que me dejara pasar la noche en casa de una amiga, pero me dijo que no. Llené una bolsa con ropa, cogí los cien pavos que tenía en un cajón y me escapé por la ventana.

—Oh, Santo Dios. ¿Adónde fuiste?

—Me fui a casa de una amiga; mi madre descubrió mi fuga en medio de la noche y se puso a buscarme. Cuando me encontró, dijo que me había escapado. Aunque los padres de mi amiga me acogieron y dijeron que no tenía por qué marcharme, mi padrastro, que es un abogado muy conocido, amenazó con denunciarles.

»Tuve que regresar a casa esa noche. Mi madre me castigó sin salir y me mandó a mi habitación. Lo único bueno de aquello fue que todo el mundo estaba despierto y que Joshua no pudo colarse en mi cuarto. Al día siguiente, en lugar de ir a la escuela me escapé. Me dirigí a Hollywood.

Luc se sintió horrorizado.

—¿Conocías a alguien allí?

Ella negó con la cabeza.

—Estaba sólo a unos cuantos kilómetros de mi casa, pero era como si me hubiera ido al otro extremo del mundo.

¿Una chica de quince años sola en Hollywood? Habría sido una presa fácil, incapaz de mantenerse por sí misma a no ser que… Luc ni siquiera quería considerar cómo habría conseguido comer y mantener un techo sobre su cabeza.

—Buscaste un trabajo —adivinó él.

—Los burgers y los demás sitios de comida rápida no podían contratarme a menos que tuviera dieciséis años y, aún así, debía tener el consentimiento de mis padres. Me faltaban aún nueve meses para cumplirlos e, incluso aunque hubiera podido preguntarles, mis padres nunca me hubieran dado permiso. —Alyssa se aferró con más fuerza a la repisa—. Ya puedes imaginar lo que ocurrió.

«Oh, no. No podía ser».

—Cariño…

Ella se mordió los labios y siguió hablando con rapidez, sin inflexión alguna en la voz.

—Le doy gracias a Dios porque ninguno de aquellos hombres fuera cruel o peligroso. Eran tipos normales y corrientes que lo único querían era mantener relaciones sexuales.

Luc se quedó sin habla. Quince años y reducida a la prostitución porque su familia la había lastimado en todos los aspectos posibles. Se había visto forzada a valerse por sí misma porque eran demasiado egoístas y la habían abandonado.

En ese momento, Luc lo entendió todo y un montón de cosas encajaron. La razón por la que les insistía a las chicas que trabajaban para ella para que mejoraran su educación, la razón por la que no confiaba en nadie a no ser que se viera obligada, la razón por la que no le importaba estar desnuda en público. Había aprendido muy pronto que su cuerpo era un artículo en venta y que sólo con una buena educación podría salir adelante. Resultaba claro también que ella se había dado cuenta de que el orgullo no valía para nada, sólo el corazón.

Luc sabía en el fondo de su mente que la profesión de Alyssa no le importaba, pero no se había comportado como si así fuera. Había sido un handicap para él. Y ahora le parecía una estupidez. Se mordería la lengua antes de volver a decir algo que la hiciera sentirse menospreciada.

—¿Volviste a tu casa alguna vez? —le preguntó él con voz queda.

—Lo pensé. Las primeras navidades fueron duras. Las pasé en el callejón de un bar ante un fuego, esperando que nadie me atacara mientras dormía. Pero la semana anterior había visto a Joshua. Estaba buscándome, enseñó mi foto y les dijo a las demás chicas que mi madre quería que regresara a casa por Navidad. La mayoría me protegió, pero una de las mayores pensó que me podría salvar de aquella vida. Me escapé por los pelos.

—Y como Joshua sabía donde estabas, no pudiste quedarte.

—Tenía algo de dinero ahorrado. Compré un billete de autobús. Le dije a la chica que los vendía que quería ir a algún sitio cálido. Joshua siempre se había reído de los sureños, decía que eran unos estúpidos. Así que pensé que dirigirme allí era una buena idea.

Encogió los hombros.

—Aquí fue donde me dejó el autobús. Entablé conversación con una mujer durante el viaje, me dijo que bailar desnuda era mejor y casi tan lucrativo como… —Hizo un gesto con la mano y tomó aire—. Obtuve una nueva identidad y aquí estoy.

—¿No te llamas Alyssa? —Ella sí era «Alyssa» para Luc. No podía imaginarse llamándola de otra manera.

—Es mi segundo nombre. Mi nombre de verdad es Lindsey.

No le gustaba. Lindsey era un nombre de chica. La mujer que tenía delante era fuerte, una superviviente digna de llevar un nombre sonoro y sexy como Alyssa. A Luc le asombraban su fuerza, su resistencia y su actitud ante la vida. Había atravesado el fuego del infierno y había llegado al otro lado convertida en una mujer de acero. A pesar de que lamentaba lo que había tenido que pasar, estaba orgulloso de ella.

—Acabé ante la puerta de «Las sirenas sexys» —dijo ella—. Entonces se llamaba de otra manera y Marquessa, la propietaria en aquel momento, aunque era una auténtica bruja, me salvó la vida. Me dejó vivir en el club hasta que pude mantenerme por mí misma. Trabajaba después de la escuela cuando me puse a estudiar para sacarme el graduado. Sus chicas impidieron que los clientes me hicieran insinuaciones sexuales. Así que se puede decir que… crecí aquí. —Encogió los hombros—. No volví a ir a mi casa hasta el entierro de mi madre. Aquel día, vi a Joshua de lejos. Gracias a Dios, él no me vio. Y hasta hoy, no he vuelto a saber nada de él. Si lo hiciera, no sé lo que haría.

Luc sí sabía lo que le haría a aquel cabrón, pero Alyssa necesitaba su comprensión y su apoyo, no su cólera. Buscaría a ese individuo muy pronto y se encargaría de que recibiera lo que merecía, pero ahora lo único que le importaba era su esposa.

Se sintió culpable porque su comportamiento había sido el desencadenante del sufrimiento que la había llevado a contarle sus secretos. Pero, por otra parte, que todo hubiera salido a la luz, escuchar su confesión, era una de las mejores cosas que les podía haber pasado.

—Siento haberte disgustado, acusado y asustado.

«Y haber permitido que las pullas de Tyler me nublaran el juicio».

Si lo miraba retrospectivamente, Luc sabía que el guardaespaldas estaba enamorado de ella y que, probablemente, disfrutaba observándole sacar las peores conclusiones sobre cualquier cosa; quería meter cizaña entre Alyssa y él. No es que le respetara por ello, pero lo entendía.

Ella inclinó la cabeza.

—¿Sabes lo más irónico de todo? Hasta que me acosté contigo, jamás había disfrutado del sexo. Al principio sólo me traía malos recuerdos. Cuando maduré y me di cuenta de que no había sido culpa mía y de que Joshua no era más que un pervertido, intenté salir con hombres y mantener relaciones sexuales con ellos. Pero siempre me pareció… incómodo y humillante. Sé que te preocupa la experiencia que pueda tener, pero… —Alyssa hizo una mueca—. Hasta que me acosté contigo, jamás había sentido un orgasmo a no ser masturbándome. Hasta que estuve contigo, no comprendí por qué a la gente le gustaba tanto el sexo.

«¿En serio?».

Luc permaneció en un aturdido silencio. ¿Alyssa no había disfrutado de las exuberantes y sensuales intimidades del sexo hasta que estuvo con él? Y sin embargo, ¿cómo iba a haberlo hecho después de tan terrible experiencia?

¿Y cómo encajaba Tyler en todo eso? ¿Se habría acostado con él como una especie de pago? No, ahora sabía que no era posible. Entonces, ¿habría sido Tyler una prueba? Resultaba evidente que confiaba en él o no se habría tomado el somnífero ni dormido en su cama. ¿Se habría acostado realmente alguna vez con él? No estaba seguro. Pero sabía que, a pesar de que ella le había confesado que jamás había hecho el amor con el guardaespaldas, Tyler tenía que ser el padre del hijo que Alyssa esperaba.

No importaba qué razón tuviera ella para negar ese hecho, ya lo abordarían más adelante.

Luc rodeó a su esposa con los brazos, y ella se relajó contra él, apoyándose en su cuerpo. «A salvo y adorada. Suya». Al menos en parte. Al menos por ahora.

Todavía tenía que averiguar quién estaba tratando de aterrorizarla. Durante un instante, él había pensado que era Tyler, pero… aquel hombre había tenido mil oportunidades para hacerle daño y, sin embargo, la había llevado al médico y le había cedido su cama. De acuerdo, no había llamado a su marido, pero queriéndola para él ¿por qué iba a hacerlo?

Peter estaba en la cárcel del condado cuando la casa había sido forzada. ¿Quién quedaba? ¿Primpton? ¿Podría ser él el responsable de aquel acto de vandalismo? ¿La amenazaría alguien más?

La estrechó con firmeza y, alzándola contra su cuerpo, la llevó a la cama. La dejó suavemente sobre las sábanas.

—Descansa.

Alyssa le agarró por los brazos.

—Quédate conmigo.

Luc sintió renacer la esperanza. Que quisiera que se quedara con ella era una buena señal.

Se tumbó en la cama, estirándose a su lado, y le acarició el pelo húmedo.

Sus miradas se encontraron. Al contarle todo aquello, Alyssa le había abierto su alma y su corazón, se había quedado desnuda ante él. Pero ahora, en aquellos ojos azules, había una pizca de miedo y dolor.

Deseó hacer que desaparecieran.

—¿Luc? —suspiró Alyssa, con el pelo rubio platino flotando alrededor de sus hombros como si fuera una ninfa. Pero cuando él miraba aquel dulce rostro ovalado, las mejillas sonrojadas y los hinchados ojos azules, sólo veía a la chica con el corazón lleno de cicatrices que había debajo.

—Aquí estoy. Siempre estaré aquí para ti —le prometió.

—Acaríciame, por favor. —Ella se estremeció y deshizo el nudo del cinturón del albornoz—. Ámame…

Aquella petición le sorprendió. Quería, bien lo sabía Dios. Las palabras de Alyssa le llenaron de dicha e hicieron que se pusiera duro como una piedra. Pero…

—Cariño, has pasado muchas cosas hoy. No creo que ahora sea el mejor momento para…

—Lo es. —Se abrió el albornoz, revelando aquella piel dorada y perfecta—. Tengo que sustituir los recuerdos de Joshua por otros mejores. Contigo.

¿Cómo podía negarse Luc a ayudarla a borrar sus peores recuerdos? ¿Cómo iba a combatir contra algo que él deseaba tanto?

Luc se puso a cuatro patas sobre ella, dejándole espacio para moverse si lo necesitaba, y la besó en el vientre.

—¿Estás segura?

Alyssa estiró los brazos y le rodeó el cuello, haciendo que bajara la boca hasta la de ella para darle un beso profundo, desesperado y lleno de súplica. Algo completamente innecesario. Ya le había convencido cuando le dijo «acaríciame».

—Completamente segura.

Luc se quitó bruscamente el albornoz y se tumbó sobre ella, colocándose entre sus muslos mientras le sujetaba las caderas. Le cubrió las mejillas de besos y luego siguió por el cuello y la curva de los senos. Alyssa se derritió en sus brazos. Después de unos minutos, él deslizó las manos por su piel en una tierna caricia y, finalmente, ella suspiró.

Necesitando saber si estaba preparada para él, metió la mano entre sus cuerpos para acariciarle el clítoris. Ella gimió, un suspiro trémulo y dulce, y un impío deseo envolvió a Luc.

Se apoyó en una mano y alineó sus cuerpos.

—Dime si te hago daño. O si te asusto. No quiero volver a hacerlo.

Ella tragó saliva, su solemne mirada azul se clavó en la de él, y Luc sintió el dolor y la necesidad que embargaban el corazón de Alyssa.

—Lo haré, pero no será necesario. Sólo anhelo que estés… conmigo.

El hecho de que quisiera estar ahora con él le hizo sentirse honrado. Alyssa le estaba ofreciendo un regalo. Y él tenía intención de atesorarlo… igual que a ella.

Ella entrelazó sus dedos. La unión fue vibrante y provocó que él se estremeciera. Que Alyssa deseara estar cerca de él le afectó tan profundamente, que borró toda su cólera. Que se hubiera ofrecido, rendido a él, hacía que esto fuera mucho más tierno que atarla a la cama como un bruto. Luc siempre lamentaría haberlo hecho y esperaba poder resarcirla.

Luc comenzó a penetrarla lentamente. Se detuvo, se retiró, la llenó de nuevo otra vez… Un movimiento suave, un baile lento. Como siempre, le hacía arder. Luc apretó los ojos, centrando la atención en ella, ofreciéndose por completo.

Él sumergió cada centímetro de su polla en la caliente vaina femenina y estalló en llamas, en especial cuando ella apoyó los pies en el colchón y alzó las caderas para alojarle.

—Luc. ¡Sí!

Maldita sea. Con sólo esas dos palabras, casi le privó del control. Estar con ella era tan bueno que casi dolía, le hacía hervir la sangre en las venas. Cuando el deseo comenzó a crecer de una manera vertiginosa, Luc comenzó a sudar. Intentó respirar profundamente, intentó pensar. Pero necesitaba las caricias de Alyssa, necesitaba saber que, a pesar de todo lo que había ocurrido hoy, ella todavía era suya.

Se retiró, luego se sumergió por completo.

—Eres perfecta. Quiero que para ti sea perfecto también.

Ella no respondió, acababa de apretar la boca contra la de él para darle un beso lento y abrasador. Luc saboreó la necesidad de Alyssa, su deseo de superar lo que Joshua le había hecho… Y a pesar de lo difícil que había sido para él escucharlo, pasaría por ello mil veces si así aliviaba su dolor y la hacía sentirse más cerca de él.

Se retiró de nuevo, pero el sexo de Alyssa se ciñó con fuerza en torno a su miembro. Incapaz de resistirse a la dulce boca de su esposa, Luc la besó otra vez, más profunda y lentamente, siguiendo el ritmo de sus envites. Alyssa le rodeó el cuello con los brazos.

Luc tragó saliva y le enredó los dedos en el pelo, pasándole el pulgar por la barbilla. Alyssa tenía los ojos cerrados ante el inminente placer; era tan hermosa.

—Alyssa —susurró Luc con la voz ronca.

Ella agitó las pestañas lentamente y abrió los ojos, revelando las dilatadas pupilas, y le sostuvo la mirada. La satisfacción zumbó en el interior de Luc. Ahora, él sabía que ella lo sentía en lo más profundo de su cuerpo.

El corazón de Luc se puso a palpitar mientras se movía con suavidad. Ella contuvo el aliento, oprimiéndole hábilmente con sus músculos internos.

—Gracias por confiar en mí —susurró él—. Por ofrecerme tu cuerpo.

Alyssa no asintió con la cabeza, pero su mirada jamás vaciló a pesar de que los ojos se le llenaron de lágrimas. Aquella confianza ciega y la exquisita sensación que le proporcionaba, le dejaban sin control. Tenía que lograr mantener la voluntad, conseguir que sanara, y para ello tenía que contener su instinto de posesión. Lo último que quería era asustarla.

Luc bajó las manos a las caderas de Alyssa y la acercó hacia él, hundiéndose otra vez en ella. El placer transformó la expresión de su esposa. La vio separar los labios y que los ojos se le quedaban en blanco.

—Córrete para mí.

—S-sí.

La emoción en la voz de Alyssa hizo que se sumergiera más profundamente todavía. Que se ahogara en sus ojos azules. Luc no parpadeó siquiera, no quería perderse ni un momento.

De repente, Alyssa se puso tensa y gimió.

—¡Luc! —gritó, clavándole las uñas en los hombros.

Él siguió moviéndose, el sudor le cubría el cuerpo. Unos segundos después, ella se aferró a él y gritó al alcanzar el éxtasis. Al verla perderse en el placer, el deseo de Luc creció vertiginosamente, casi más allá del control cuando vio su expresión de dicha. Y su confianza. Ella confiaba en él. No había nada más maravilloso, nada que le hiciera sentirse más humilde.

Luc cerró los ojos, intentando contenerse, pero la necesidad le abrasaba el cerebro. Intentar retener el control era una pérdida de tiempo. Pero quería que ella le acompañara.

Con la mente enfocada en eso, Luc comenzó a moverse de una manera imparable y a acariciarle el clítoris.

—¡Luc! —Alyssa apenas podía respirar—. No puedo…

—Claro que puedes. Para mí.

Al momento siguiente, ella se aferraba de nuevo a él, a un parpadeo de alcanzar la explosión de placer. Pero él todavía quería más.

—¿Quién está profundamente en tu interior? —le exigió.

—Eres tú, Luc.

—Eso es. Siempre. —El cuerpo de Alyssa le decía a Luc que estaba a unos segundos de alcanzar el orgasmo—. ¿Quién hace que te corras?

—¡Luc!

Alyssa se retorció y gritó debajo de él, y Luc hubiera jurado que estaba incluso más profundamente sumergido que antes.

Maldita sea, todavía no era suficiente. Pero apenas le quedaba un hilo de control, su cuerpo le exigía la liberación.

Cuando comenzó a embestir dentro del hinchado sexo de Alyssa con unos movimientos urgentes y rítmicos, Luc no pudo recordar haberse sentido nunca más cerca de otra mujer. Alyssa se había abierto a él por completo. Su mirada se había unido a la de él y el imparable placer de su esposa rompió el hilo del que pendía su escaso control.

El sudor le cubría la espalda y la frente cuando volvió a empujar hasta el fondo. Entonces, ella gritó su nombre y alcanzó un clímax tan intenso que Luc apenas pudo moverse. Alyssa se aferraba a él de todas las maneras posibles. Luc se rindió y se dejó llevar por un placer salvaje que le estremeció el corazón una y otra vez, haciendo crecer su amor por ella.

Recuperaron la respiración lentamente y Luc la acunó entre sus brazos, enredando sus piernas con las de ella. En ese momento, se sintió en paz. Después de lo que habían pasado, Luc esperaba superar todas las dificultades que surgieran.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó con suavidad.

Ella se mordisqueó los labios, vacilando.

—¿Desearías no haberte casado conmigo? Me refiero, después de todo lo que te he contado…

—No quiero que te avergüences de todo lo que has tenido que hacer para sobrevivir. A pesar de lo mucho que odio que te vieras abocada a ello, estoy muy orgulloso de en quién te has convertido.

La sonrisa de Alyssa fue tan brillante como un nuevo amanecer, y el corazón de Luc se inflamó una vez más.

—¿Vas a vender el club? —susurró él.

Ni siquiera había terminado de hacer la pregunta cuando ella comenzó a negar con la cabeza.

—Demasiados recuerdos. Y podría acabar en malas manos. Le preguntaré a Sadie si quiere ser la gerente. Aunque yo voy a pasar página, espero que el restaurante me permita comenzar de nuevo.

Lo haría. Luc se encargaría de ello. Él tenía el talento, las conexiones y la influencia necesarios.

La besó en la frente.

—Duerme.

Ella negó con la cabeza.

—Todavía no. Ya que parece que ésta es la noche de las confesiones, ¿por qué no me cuentas tu secreto?