Capítulo 15

Esperando encontrar a Alyssa, a Tyler o a alguien que supiera algo, Luc convenció a Jack para que le llevaran a «Las sirenas sexys». Era una acción desesperada, pero no podía dejar piedra sin mover.

En cuanto se detuvieron ante el vistoso letrero del edificio de ladrillo, Luc observó que había un grupo de gente delante del club y gimió para sus adentros.

—¿Es Primpton? Joder… —Jack parecía casi tan enfadado como él.

Maldición, aquel bastardo santurrón ya le irritaba lo suficiente en circunstancias normales y ése no era el mejor día para que le vinieran con tonterías.

—Y ha traído a la prensa con él —maldijo Luc—. ¿Qué coño querrá?

—¿Cerrar el club de tu mujer? —dijo Jack retóricamente.

—Atención —dijo Hunter arrastrando las sílabas—. A ese tipo de cabrones orgullosos les encanta ser el centro de atención. Es como un niño en el cuerpo de un hombre al que le gustaría ser Dios al crecer.

Jack asintió con la cabeza.

—Sí, se cree el adalid de la moralidad. Gilipollas…

En cuanto aparcaron el coche, Luc se bajó. Habría ido por la puerta trasera para evitar a Primpton, pero no tenía llave. Alyssa le había facilitado una de la puerta principal por si le hacía falta en alguna emergencia. Y aquello lo era.

Cuando se aproximó al club, Primpton le bloqueó el camino, con su rizado cabello blanco húmedo de sudor. Se puso delante de Luc y su papada se bamboleó cuando meneó un dedo ante la cara del chef.

—¡Deténgase! Piense en su alma inmortal antes de entrar en ese antro del diablo donde reina el pecado.

Luc tuvo que apretar los dientes y contenerse para no molerlo a golpes y dejarlo tirado en la calle.

—Entonces, piense que ahora está en la calle pero que, como dé un solo paso más, invadirá una propiedad privada y haré que le arresten.

Los pálidos ojos azules de Primpton ardieron de furia.

—¡Esa puta del demonio le ha conducido al pecado y a la fornicación!

—Estamos casados, no es fornicación.

—¡Eso no es más que una patética mascarada! Una boda civil no cambia lo que ella es.

—No se atreva a hablar de mi mujer de esa manera. Es una contribuyente de esta comunidad que jamás ha hecho nada contra usted. ¿Qué derecho tiene a insultarla?

El concejal infló su estrecho pecho.

—Todos los creyentes en Dios tenemos la misión de conducir a los demás por el camino de la rectitud.

Vomitivo. Luc no tenía tiempo que perder con gilipollas de miras estrechas y, especialmente en ese momento, no tenía ni pizca de paciencia para hacerlo.

—Entonces seguro que le gustará saber que Alyssa ha pasado página. No volverá a actuar.

Primpton pareció revivir.

—¿Va a cerrar el club?

—¿Ha tenido su reciente matrimonio algo que ver en la decisión de su mujer para dejar de actuar? —gritó uno de los periodistas.

La prensa… Santo Dios. ¿No se cansaban nunca aquellas sanguijuelas de acosar a la gente con historias inexistentes?

No. Pero en este caso, les podía dar algo real que publicar.

—Sí. Tiene intención de volcarse más en el restaurante y cuenta con todo mi apoyo. Estamos muy ilusionados con la siguiente etapa de nuestra vida. Aunque ayer por la noche alguien forzó la entrada de nuestra casa y provocó muchos destrozos. Mi mujer se sintió aterrada. Ahora ha desaparecido y necesito su ayuda para encontrarla.

—¿Tiene sospechas de que haya algo raro detrás de todo esto? —gritó otro periodista.

—Es una posibilidad. —Cuando dijo las palabras, Luc intentó no pensar en qué haría si resultaran ciertas y algún maníaco la hubiera matado. Ahora lo único que podía hacer era conservar la compostura y no dejarse llevar por el pánico.

La prensa hizo algunas preguntas más y Luc facilitó detalles sobre cuándo y dónde había sido vista Alyssa por última vez.

Satisfecho de haberle sacado partido a una mala situación, Luc se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta del club. Una vez más, el concejal le bloqueó el paso.

Primpton alzó la nariz y le habló en voz baja, de tal manera que sólo Luc pudo escucharlo.

—Si alguien la ha secuestrado, no es más de lo que se merece.

Luc apretó las manos para no cerrarlas en torno al cuello de aquel asno. Pero la satisfacción que mostraba hizo pensar a Luc que Primpton podía estar detrás de todo aquello.

—Como me entere de que ha tenido algo que ver con el asalto a nuestra casa o con la desaparición de mi mujer…

—¿Yo? —El rostro del hombre mostraba una auténtica conmoción, pero al mismo tiempo parecía un tanto excitado.

Luc se preocupó todavía más.

—Si pensara que haciéndole daño a Alyssa lograría algo, sé que no vacilaría. Diría que fue en nombre de Dios o cualquier tontería por el estilo. Como descubra que es el responsable de cualquier cosa que le ocurra o la haya asustado de alguna manera, yo…

—¿Qué? —ladró Primpton con aire satisfecho—. ¿Qué me hará?

Aquel tipejo quería que Luc le amenazara. Luc se negó a tragarse el anzuelo y no le dijo a aquel bastardo que lo descuartizaría, describiéndole cada sangriento detalle. Se negó a darle munición, en especial porque podía ser él quien retuviera a Alyssa.

—Me aseguraría de que le juzgaran apropiadamente y de que cayera sobre usted todo el peso de la Ley. Y como pueda probar que ha estado involucrado en estos hechos, entonces sí que va a necesitar la ayuda de Dios.

Los periodistas les esperaban cuando salieron, y Jack llamó a uno de sus amigos para que siguiera a Primpton y averiguara si estaba relacionado con la desaparición de Alyssa. Su amigo se puso manos a la obra… pero ¿quién sabía cuánto tiempo tardarían en obtener respuestas?

Luc intentó no desanimarse, pero la preocupación le corroía por dentro y le oprimía el pecho. Y ¿si no la encontraba con vida?

Poco después, Remy llamó para decirles que habían acabado de investigar la escena del crimen. Habían tomado todas las muestras que consideraron pertinentes para el laboratorio y Luc podía entrar en la casa cuando quisiera. Jack realizó otra llamada y se puso en contacto con un servicio de limpieza a domicilio.

Entonces, Deke llamó al móvil. Había localizado a un contacto que podía ayudarles a encontrar a Tyler. Se negó a dar más detalles puesto que necesitaba algún tiempo para conseguir algo.

Luc se removió inquieto en el asiento del copiloto, estaba a punto de explotar.

—Sé lo que estás sintiendo —dijo Jack en voz baja.

Luc clavó los ojos en él.

—¿Porque hace un tiempo te tiraste a mi mujer?

En cuanto pronunció las palabras, Luc deseó poder borrarlas. Lo que hubiera habido entre ellos era una historia antigua y Jack era un buen amigo.

—No seas gilipollas —dijo Hunter desde el asiento trasero del 4x4—. Jack está completamente enamorado de Morgan.

—No pasa nada. —Jack sujetó el volante con fuerza y luego se relajó—. Alyssa es demasiado para, casi, cualquiera.

A Luc no se le escapó ese «casi».

—No se me había ocurrido que te molestaría algo ocurrido hace tanto tiempo. Lo siento —dijo Jack—. Pero ahora estoy casado. Y, francamente, ya sabes el tipo de relaciones sexuales que me gustan.

Era un hecho sabido que Jack Cole era un amo dominante que había convertido el bondage en un fino arte.

—Sí.

—Alyssa y yo no fuimos… compatibles. Supimos muy pronto que éramos mejores amigos que amantes.

Jack no podría ser más sincero, y Luc supo que tenía que sobreponerse a cualquier cosa que Alyssa hubiera hecho con otros hombres antes de que la conociera. Si hasta el propio Luc había follado con Kimber después de pasar una noche increíble con Alyssa. Si alguien había obrado mal, él había sido el primero.

—Gracias. Lo siento.

—Te entiendo. —Jack le dirigió una sonrisa—. Yo también quiero cortarle las pelotas a cualquier hombre que mire fijamente a mi mujer. Antes me refería a que comprendía lo preocupado que estabas. Después de que dispararan a Morgan, me quise morir. Sentí como si alguien me hubiera abierto un boquete en el pecho y me hubiera arrancado las vísceras.

Aquélla era una buena descripción del estado en el que se encontraba Luc en ese momento. Se pasó una mano por la cara. Eran casi las tres de la tarde y le daba terror no encontrar pistas. ¿Qué harían entonces?

Cuando llegaron a casa, Luc subió las escaleras corriendo a pesar de las advertencias de Jack. La destrucción que encontró en el dormitorio principal le hizo ver más rojo que la pintura que cubría las paredes y el suelo. ¿Alyssa había visto aquello?

Recorrió la habitación lentamente y parpadeó, apenas capaz de asimilarlo. Lo de la ropa y las sábanas no tenía importancia, se repondría con facilidad. Y el daño que habían sufrido las paredes y el suelo tampoco le preocupaba. Pero el resto… Ver la ropa interior de encaje de Alyssa amontonada encima de la cama, manchada con el resultado de la masturbación de algún pervertido, le llenó de pánico. Y también habían destruido su regalo. La hermosa fotografía de Alyssa vestida de novia, elegante y con una misteriosa sonrisa, tenía una amenaza garabateada que se le clavó en las entrañas como una puñalada.

Quien hubiera hecho aquello, iba en serio. Y podía tener a Alyssa en su poder.

Luc no sabía si ese bastardo también le habría escrito el resto de notas aparecidas. No lo podía descartar, y eso le preocupó seriamente. De todas maneras, después de que Luc encontrara a su esposa, buscaría al responsable del allanamiento de su casa y, esperaba disponer de diez minutos a solas con aquel pervertido.

—No deberías de haberlo visto. Pareces a punto de vomitar y de asesinar a alguien.

—Exacto.

—Encontraremos a Alyssa y a este hijo de perra.

Como no confiaba en su voz, asintió con la cabeza.

Un momento después, sonó el timbre de la puerta. En sólo unos minutos, el equipo de limpieza a domicilio estaba arreglando la habitación con instrucciones precisas de tirar todo a la basura. Luc no quería que quedara nada que pudiera recordar a Alyssa aquel asalto, en el caso, claro está, de que lograra llevarla de vuelta a casa sana y salva.

—En un par de horas no quedará nada que recuerde lo sucedido —le dijo una mujer con el pelo rubio oxigenado—. Si quiere también podemos pintar las paredes. Unas sábanas nuevas, una limpieza a fondo en la alfombra… y todo quedará como nuevo.

Después de enseñarle donde encontrar todo lo que necesitaban, Luc siguió a Jack escaleras abajo. Hunter les esperaba, paseándose por la cocina.

—He llamado a unos cuantos amigos —dijo el hermano de Kimber—. Están esbozando el perfil de este psicópata pervertido. Pero a simple vista, diría que se trata de alguien que está obsesionado con tu mujer. Parece que la boda le ha enfurecido, ya que ha comenzado a manifestarse poco después.

¿Sería Primpton? ¿O quizá Tyler, que sí tenía una buena razón para estar celoso?

—Puede ser el mismo tipo que antes.

Hunter arqueó una ceja rubia.

—Pero ¿cuántos acosadores pueden andar acechándola?

—¿Has visto alguna vez a mi mujer en el escenario?

Hunter vaciló antes de hacer una mueca.

—Tienes razón.

Dejó a un lado el pensamiento de que ése era otro hombre que había visto a su esposa desnuda y se centró en hacer algo.

—No puedo quedarme aquí sentado sin hacer nada. Tengo que agotar todas las posibilidades, y eso implica tratar de encontrar a Tyler.

Pero ¿dónde se habría metido aquel bastardo?

En medio de aquel pensativo silencio, sonó su móvil. Era Deke.

—¿Has averiguado algo?

—Tengo un amigo que conoce a un tipo que trabaja para la compañía eléctrica en Lafayette. Ha hecho una búsqueda con el nombre de Tyler Murphy, buscando un alta entre mayo y julio. Me ha dado tres nombres. Murphy Taylor, T. Patrick Murphy y T. S. Murphy. Me ha enviado las direcciones por correo electrónico.

Gracias a Dios. Quizá estuvieran llegando a algún lado. Luc rezó para encontrar pronto a su esposa. Esperaba que sólo se hubiera asustado y acudido a la persona más cercana para sentirse a salvo. Eso podía entenderlo. Vale, lo entendía a regañadientes, pero… si sólo estaba asustada, ¿por qué no se había puesto en contacto con él?

Los tres se subieron en el 4x4 de Jack y se dirigieron a la primera dirección, la de Murphy Taylor, que estaba a menos de dos kilómetros de distancia. Luc se bajó del vehículo en cuando aparcaron, recorrió el camino de acceso y golpeó la puerta. Respondió una mujer morena y menuda. Después de que se identificaran, la mujer les dijo que su marido estaba en Inglaterra por negocios. Con una mirada de simpatía, les enseñó una fotografía de su marido. Definitivamente no era Tyler.

Luc maldijo entre dientes y sintió una opresión en el estómago.

Se encaminaron a la residencia de T. Patrick Murphy. Estaba situada en un bloque de apartamentos en el límite noroeste de la ciudad. Otra vez, Luc golpeó una puerta con impaciencia. Un momento después le respondió un joven de unos veinte años. Alto, delgado y muy cansado.

Después de que les dijera con irritación que le habían despertado, pues tenía turno de noche y dormía de día, ellos se disculparon y se fueron. Luc se sentía cada vez más inquieto. Otra posibilidad perdida. Luc no quiso ni pensar que la última pista fuera también un callejón sin salida. De serlo, querría decir que ella había sido secuestrada, y no podía pensar en Alyssa asustada o lastimada por un loco pervertido. E incluso muerta.

En medio de un sombrío silencio, los tres hombres se subieron al vehículo para dirigirse al sudoeste de la ciudad, a un edificio de apartamentos de lujo. Parecía nuevo. Aparcaron junto a una piscina reluciente que parecía un oasis tropical en medio de la ciudad. Era un complejo que disponía de Spa, gimnasio y conexión inalámbrica a Internet. Definitivamente algo mucho más lujoso de lo que Tyler podría permitirse con el sueldo de guardaespaldas.

A Luc se le encogió el corazón y, dadas las expresiones de sus caras, Jack y Hunter habían llegado a la misma conclusión que él. Pero buscaron el apartamento 314 y llamaron a la puerta.

Un minuto después, tras escuchar un gruñido y una maldición, les abrieron la puerta. Tyler. Y parecía muy sorprendido.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí?

—¿Sabes dónde está mi esposa?

Tyler arqueó una ceja y sonrió.

—Claro, sígueme.

Luc casi se desmayó de alivio.

—¿Está aquí? ¿Se encuentra bien?

El enorme guardaespaldas le miró por encima del hombro con una expresión entre confundida e irritada.

—Por supuesto.

Luc siguió a Tyler conteniendo la impaciencia, casi sin percibir que recorrían el apartamento —a todas luces decorado por la mano de un profesional— hasta… el dormitorio.

Al final del pasillo, Luc se quedó sin respiración y se detuvo en seco. Allí estaba Alyssa, dormida en la cama de ese hombre. Estaba abrazada a la almohada y llevaba una camiseta, que se le había subido hasta la cintura, un tanga y nada más. Parecía casi inconsciente.

¿Aquello era lo que parecía en realidad?

«¿Qué más va a ser, idiota?». Si ella sólo se hubiera asustado, ¿por qué no le había llamado para decirle dónde estaba y que se encontraba a salvo? ¿Por qué desvestirse y meterse en la cama de Tyler?

Se sintió sacudido por una traición tan profunda que casi no pudo respirar. La mirada relajada y ladina de Tyler fue como una cuchillada en el pecho. Pero durante un momento fugaz, reconoció que la infidelidad de Alyssa era mejor que su muerte. Aunque llevaban casados menos de dos semanas. ¿Qué coño iba a hacer ahora?

—Parece como si te hubiera dado un puñetazo en el estómago.

Luc le lanzó una mirada encolerizada.

—¿Acaso no lo has hecho? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Alyssa regresó a casa, se la encontró destrozada y te llamó para que la protegieras? Por supuesto utilizaste la oportunidad para desnudarla. ¿O quizá fuiste tú mismo el que destrozó la casa y esperaste a que ella te llamara para poder volver a tirártela?

—Hombre, no ibas a ser tú el único que lo consiguiera.

«¿Cómo aceptar que mi esposa se acuesta con otro hombre?».

Tyler negó con la cabeza.

—Llévatela a casa, asegúrate de que descansa y desaparece de mi vista.

Las palabras de Tyler fueron casi despectivas, como si… bueno, como si Tyler supiera que volvería a ver a Alyssa —que la poseería— otra vez. Había sido tan estúpido como para sentirse atraído por ella y ahora iba a pagarlo con creces. Se había casado con ella porque estaba embarazada de ese hombre. Ahora tenía que aceptar lo que habían hecho para concebir. ¿Por qué dolía tanto?

Pero si él se había casado con Alyssa por el bebé, por Dios que se la llevaría a casa por ese bebé. Alyssa podría compartir su cuerpo con Tyler, pero Luc pensaba hacerse un hueco en su corazón, encontrar la manera de importarle tanto que cada traición viniera acompañada de una dolorosa punzada de remordimientos.

Luc apretó los dientes, se acercó a la cama y alzó a su dormida esposa en brazos. Ella apenas se movió.

—¿Qué coño le has hecho?

—Nada fuera de lo normal. Sólo está agotada.

¿Quería decir Tyler que se la follaba a menudo hasta dejarla casi en coma? Aquel bastardo estaba tratando de cabrearle.

Luc apretó a Alyssa contra su pecho. No podía mentirse a sí mismo, incluso sabiendo lo que había hecho, se alegraba de que ella estuviera sana y salva.

—Mantente alejado de mi mujer.

—Tú la dejas sola, así que alguien tiene que encargarse de las necesidades que tiene.

«Chorradas».

Luc la había amado furiosa y desesperadamente la mañana antes de irse a Los Ángeles. ¿Cómo iba a tener ella unas necesidades tan abrumadoras como para tener que recurrir a otro hombre sólo tres días después? ¿O acaso Alyssa tenía unos sentimientos tan fuertes por Tyler que la ausencia de Luc la hacía meterse en su cama por algo más que una necesidad?

No podía quedarse allí escuchando a Tyler o acabaría matándole. Luc sentía que la furia burbujeaba en su interior, que amenazaba con hacerse con el control. Y a pesar de lo mucho que pudiera odiar a Tyler, no era razón suficiente para ir a la cárcel por su culpa.

Y si Alyssa se había acostado voluntariamente con él tan poco tiempo después de su boda, ella tampoco valía la pena.

—Vete a la mierda.

Jack y Hunter se apartaron rápidamente para dejarle paso. Luego le siguieron y abandonaron el apartamento de Tyler. Luc estrechó a Alyssa contra su pecho, evitando a propósito las miradas compasivas de sus amigos cuando se subió al asiento trasero del 4x4.

Mientras acomodaba a Alyssa en su regazo, Luc se preguntó qué iba a hacer con ella ahora que la había encontrado.

* * *

Alyssa se despertó con un profundo dolor de cabeza. Parecía que las extremidades le pesaban como si fueran de plomo. Notaba la boca pastosa y no era capaz de hilvanar dos pensamientos.

Abrió los ojos poco a poco, aturdida al encontrarse en una habitación a oscuras. Su habitación.

Se puso alerta de inmediato. ¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Cuándo? Santo Dios, debían ser… ¿Las cinco y media? ¿Las seis de la tarde? Si había sido Tyler el que la había llevado allí, sabía de sobra que tenía que estar en el Bonheur hacía horas. Gimiendo, rodó sobre sí misma para mirar el despertador.

Pero se tropezó con Luc, que estaba sentado en el borde de la cama, rígido y silencioso. Si una simple mirada no le hubiera dicho ya que pasaba algo horriblemente malo, la expresión de su cara sí lo habría hecho.

—¿Luc? —Alyssa intentó incorporarse y se dio cuenta de que llevaba puesta una camiseta de Tyler.

De hecho, ahora que miraba a su alrededor, todo estaba distinto. La última vez que había estado en esa habitación, estaba patas arriba. Ahora había sábanas limpias en la cama, olía un poco a pintura y estaba ordenada.

—¿Q-qué ha pasado?

Él parecía sombrío, y ella tuvo la impresión de que estaba intentando controlar la furia.

—Creo que soy yo quien debe hacer esa pregunta. Alguien irrumpió en nuestro hogar y no me llamaste. Te pusiste en contacto con el 911 y con Tyler para desaparecer después durante casi doce horas. Pero no te dignaste a decirme si estabas viva o no. Ni respondiste a mis llamadas.

—No sabes el miedo que pasé y… debí de dejarme el móvil en el coche de Tyler. Yo…

—Supongo que todo este tiempo has estado con él. —No era una pregunta, sino un dardo bien dirigido.

A Alyssa se le puso un nudo en la garganta cuando se dio cuenta de lo que aquello debía parecerle a Luc.

—Sí. Pero…

—Y, ¿en todas esas horas no se te ocurrió llamarme para decirme que el psicópata que entró en casa no te había secuestrado? Oh, vaya… —se burló de manera sarcástica y corrosiva—. ¿Estabas demasiado ocupada con Tyler para decirle a tu marido dónde coño estabas y que seguías viva? Tuve que despertar a Jack a una hora impía, dejé plantado el rodaje para subirme a un avión y atravesar medio país. Le dije a la prensa que habías desaparecido. Y ¿dónde te encuentro? ¡En la cama de Tyler! —Luc se puso en pie, con los puños y los dientes apretados—. ¡Maldita seas!

Alyssa cerró los ojos. Sí, Luc había llegado a unas conclusiones precipitadas y erróneas. Debía haberla encontrado en el apartamento de Tyler. En su cama. Se estremeció.

Pero ¿por qué no era capaz de meterse en esa dura cabeza que a pesar de su profesión, jamás lo dejaría?

—No es lo que piensas. Déjame explicarte —le imploró—. Yo…

—¿Qué pasa? ¿No puedes pasar sin su polla?

—No —suspiró ella—. Luc…

—¿Estás enamorada de él?

Alyssa palideció.

—¡No!

—Entonces, ¿sólo querías un polvo rápido y ponerme los cuernos?

¿Cómo podía pensar eso ni por un segundo? Probablemente eran la cólera y el miedo residual lo que hablaban, pero…

Alyssa respiró hondo un par de veces. ¿No habían tenido ya esa conversación —o una muy parecida— antes de que Luc se fuera de Louisiana y ella descubriera que estaba embarazada? Sí. Él la había acusado de ser la amante de Tyler, de haberse acostado con él. Pero ¿es que Luc no se daba cuenta de que le amaba a él? Vale, puede que nunca le hubiera dicho las palabras, pero Santo Dios, se había entregado a él en todos los aspectos, le había dejado entrar en su vida, en su casa. Su semilla crecía en su vientre. La ilusionaba saber que siempre tendría una parte de Luc. Y él seguía considerándola una furcia.

No podía vivir así.

Se alejó de él rodando hacia el otro lado, se sentó en el borde de la cama y se levantó. Se acercó a la puerta.

Luc le lanzó una mirada airada.

—¿Adónde coño vas?

Maldita sea, quería estrangular a ese hombre por romperle el corazón.

—Que te jodan.

Cuando traspasaba la puerta, él la cogió por los brazos y la arrastró de vuelta a la cama.

—Oh, es a ti a quién voy a joder. Por completo, juegas conmigo a tu antojo y la mitad de las veces no sé ni cómo me llamo. Soy como un drogadicto y tú eres mi droga. ¿Y sabes lo más irónico? Que si ahora mismo te quitases esa camiseta de otro hombre con la que cubres tu precioso cuerpo, caería estúpidamente de rodillas ante ti y agradecería la posibilidad de follarte una vez más.

Cada palabra era como un martillazo. Luc sentía algo muy profundo, pero temía confiar en ella. Por lo que ella era. Si le dijera en ese momento que le amaba, ¿la abrazaría y le diría que él también la amaba? ¿O se limitaría a reírse en su cara?

A Alyssa le daba demasiado miedo saberlo.

Los ojos le picaron por las lágrimas. Alyssa parpadeó para hacerlas desaparecer, negándose a llorar otra vez por ese hombre.

—No, lo más irónico es que tú te has casado conmigo pensando lo peor de mí. Que no me dejas contarte lo que ha sucedido. Y ahora ya no importa. Accedí a casarme contigo porque pensé que sentías algo por mí y querías al bebé. Dios mío, qué estúpida soy. Seguro que piensas que el bebé es de Tyler.

Luc le lanzó una mirada furiosa y angustiada.

—¿Lo es?

Sólo dos palabras, y ella sintió como si le hubiera dado un puñetazo en el estómago.

Lo suyo no funcionaría nunca. Alyssa siempre había pensado que no veía el mundo de color rosa, pero era lo que había hecho cuando decidió casarse con Luc. Y el precio a pagar era su corazón.

Se zafó de él.

—Como te he dicho antes, que te jodan.

Corrió hacia la puerta del dormitorio y salió al pasillo. Antes de llegar a las escaleras, Luc la cogió desde atrás y la giró contra su pecho. Le apretó las nalgas con la ancha y caliente palma de su mano. La piel de Alyssa comenzó a arder y le bajaron escalofríos por las piernas. ¿Por qué incluso cuando la enfurecía y la insultaba, su cuerpo seguía respondiendo a él?

—Ya que me lo pides tan dulcemente… —gruñó él, apretando los dientes.

Antes de que ella pudiera asimilar la certeza de que la iba a desnudar, la dejó caer sobre el colchón y le arrancó la camiseta de Tyler del cuerpo. Ahora lo único que la separaba de él y de su fiera lujuria era un tanga de encaje.

Como había hecho siempre, Luc también se lo arrancó. La prenda cayó al suelo.

—¿Quieres joderme? —la provocó—. Soy todo tuyo.

Luc había perdido el control. Y ella sabía lo que ocurriría después. Pero si se quedaba, tenían que hablar, no follar sin control. Le debía convencer de que el bebé era suyo, no de Tyler. Sin embargo, la mirada exigente de Luc decía que no iban a hablar, la iba a follar de todas las maneras posibles, más apasionadamente que nunca. Y sus entrañas comenzaron a arder. Una jadeante necesidad de tocarle amenazó con consumirla.

—No quiero hacerlo ahora —dijo ella, con la voz tan temblorosa como su cuerpo.

Luc la ignoró. Le deslizó un par de dedos por el vientre hasta rozar el duro clítoris. Alyssa se tensó e intentó apartarle la mano. Pero no era rival para la determinación de Luc.

Le hundió los dedos profundamente en la vagina.

—Viendo lo mojada estás —murmuró él contra un tenso pezón—, sólo puedo pensar que mientes.

Maldita sea, Luc conocía su cuerpo demasiado bien. Capturó el pezón con la boca y la llenó con los dedos. Las sensaciones burbujearon de inmediato y, en contra de su buen juicio, Alyssa se arqueó hacia él. No debería, pero… se trataba de Luc.

—Tenemos que hablar. —Cada palabra rezumaba tensión.

Luc no la escuchó.

Lamió la rotunda curva de su pecho, y luego le pellizcó con los dientes la erguida punta.

—Después de que te corras para mí y recuerdes lo ardiente que es todo entre nosotros.

Como si lo olvidara en algún momento. Antes de que Alyssa pudiera protestar, él sumergió los dedos más profundamente, buscando el punto G. A los pocos segundos, Luc comenzó a frotarlo sin piedad. «Oh, Dios… ¡Sí!». Aferrándose de una manera desesperada a la camisa de Luc, Alyssa gimió.

—Así… Siénteme. Quieres sentirlo otra vez, ¿verdad?

No debería. Deberían hablar de que Luc pensaba que se acostaba con Tyler, de que creía que el bebé no era suyo. Pero maldita sea, Luc la abrumaba, la hacía inflamarse por completo, y le amaba demasiado para decirle que no.

—Sí…

Luc le frotó de nuevo el punto G, a la vez que le acariciaba el clítoris.

—¿A quién deseas ahora?

—A ti, Luc. Siempre a ti. —Se retorció en aquella prisión de sudor húmedo, jadeando, suplicándole más, arqueando las caderas mientras una paulatina necesidad crecía entre sus piernas.

¿Cómo conseguía hacer eso? ¿Cómo podía llevarla con tal rapidez al límite entre la razón y la cordura?

Él se movió sobre la cama y se inclinó sobre ella. La anticipación de Alyssa creció todavía más al sentir el cálido aliento de Luc sobre sus pliegues mojados e hinchados.

«Sí, por favor. Ahora. Ya…».

—¿Sólo yo? —le exigió él.

—Sólo tú.

Los oscuros ojos de Luc indicaban que la cólera pugnaba con la lujuria y la posesión con una intensidad que la hizo contener el aliento.

—Demuéstramelo.

Él succionó su clítoris con una voracidad increíble, colocando sus hombros —todo su cuerpo en realidad— entre los muslos de Alyssa. El placer que sintió con el primer lametazo fue diferente a todo lo que ella había sentido antes. La cruel lengua de Luc la hizo perderse en el placer mientras la sondeaba con aquellos dedos largos y elegantes. La llevó una y otra vez al borde del orgasmo mientras le azotaba el clítoris con la lengua. Luego lo tomó con la boca y succionó.

Alyssa se arqueó, se aferró a las sábanas y gritó llena de éxtasis antes de que la explosión hiciera que su cuerpo estallara en mil pedazos.

Santo Dios, sólo Luc podía conseguir eso.

Mientras ella todavía se estremecía, él le separó los pliegues con los pulgares y le introdujo la lengua profundamente. Alyssa contuvo el aliento y abrió más las piernas. Luc sabía exactamente cómo conseguir que le deseara otra vez.

Él sujetó de nuevo el clítoris entre los labios y sopló, lanzándola hacia otro orgasmo que no debería ser posible y, sin embargo, era inminente. La subida fue ahora más rápida, más pronunciada, más tortuosa.

Alyssa estaba empapada, los fluidos goteaban por sus muslos. Estaba tan excitada que sentía los pezones erectos y los pliegues hinchados. Pero esta vez, Luc la mantuvo al borde del abismo, a un latido del orgasmo. Ella se arqueó y retorció, intentando que la boca de Luc la enviara directamente al éxtasis del placer, pero él la apretó contra la cama poniéndole una mano en la cadera.

—Yo diré cuando.

Ella se tensó ante aquellas palabras. Lo necesitaba —le necesitaba a él— ahora.

—¿Qué me estás haciendo?

—Me estoy asegurando de que sepas que tu cuerpo me pertenece a mí y sólo a mí. —Un determinado destello brillaba en sus ojos oscuros.

Ella no era propiedad de un hombre ni tampoco era su juguete. Pero… aquél deseo la atormentaba. Se había convertido en una fluida tortura en su vientre cuando él sumergió los dedos otra vez en su vagina. Alyssa emitió un chillido y él comenzó a juguetear con la lengua sobre el clítoris. Ese hombre quería que ella perdiera el juicio. Y estaba a punto de tener éxito.

Cuando reemplazó los dedos por el pulgar e introdujo el empapado índice en su ano, ella cerró los puños en su pelo y gimió.

—Eres jodidamente sexy. —Luc siguió bombeando con sus dedos simultáneamente. Una salvaje sensación la abrasó y cada célula de su cuerpo clamó por el clímax.

Él le succionó el clítoris otra vez, ahora estaba más duro que la última vez, y se puso todavía más duro cuando la llenó con los dedos. Y era… Oh, Santo Dios, un placer enloquecedor que amenazaba con hacerla explotar. ¿Dónde había quedado ahora toda la determinación de Alyssa? ¿Y su intención de resistirse a él hasta que hablaran? Pero lo que rugía en su interior era una tormenta perfecta, un deseo cada vez más salvaje aunque lleno de cólera, miedo, amor y necesidad. Se convirtió en un remolino insondable y absorbente. Cada toque de Luc hacía que ella crepitara como un relámpago. Estaba envuelta en una oleada de éxtasis puro y candente. Alyssa abrió los ojos de repente y los clavó en la mirada autoritaria de Luc. Hombros anchos, manos insistentes y ojos dominantes.

«Mía», decía esa mirada.

«Tuya», respondía el alma de Alyssa.

Las compuertas del placer se abrieron de golpe con una inundación torrencial. El éxtasis la ahogó, cubriéndola de tal manera que apenas podía respirar. Vio puntos negros ante los ojos. Gritó con los muslos tensos y el vientre palpitante. El éxtasis que Luc le hizo alcanzar fue brillante e interminable. Y no le dejaba duda alguna de que él la poseía.

Maldito fuera.

Y en cuanto él la dejó y se apartó de ella, Alyssa se dio cuenta de que aquello había sido totalmente unilateral. Él se puso en pie y se quitó la camisa, y Alyssa supo que en la mente de Luc aquello no iba a cambiar.

Ahora que el deseo no la apremiaba, supo que él había esquivado la conversación y que trataba de controlarla utilizando el sexo.

«Que le dieran».

Ella agarró la sábana y se envolvió en ella.

—Detente. No vamos a seguir con esto ahora. Tenemos mucho que hablar, y prefiero que me maten a permitir que me acuses de acostarme con Tyler y, al momento siguiente, contigo.

—¿Quieres rechazarme después de que te haya encontrado en la cama de otro hombre? —le espetó él, poniéndose a horcajadas sobre ella y haciéndola tumbarse sobre la cama—. Ni hablar.

Entonces, él cogió la camiseta de Tyler e hizo tiras con la tela. Le rodeó las muñecas con ellas y se las anudó con fuerza.

¿Qué diablos estaba haciendo Luc? Estaba… ¡No!

—¡Luc! Suéltame. —El terror inundó sus venas impulsado por una inyección de adrenalina—. ¡Suéltame!

—Vas a quedarte aquí conmigo hasta que recuerdes con quien estás casada. Será entonces cuando hablemos hasta que toda la fea verdad salga a la luz.

Con el ceño fruncido, le subió la muñeca al cabecero y cogió los extremos de la cinta de algodón, anudándolos a un barrote.

Luc tenía intención de atarla. Qué Dios la ayudara. «¡Oh, Dios mío!».

—¡Luc! No lo hagas… —El helado pánico que la atacó la hizo contorsionarse y corcovear debajo de él. Luc no se movió—. ¡Por favor, no lo hagas!

Él ignoró sus palabras. El cuerpo masculino era un ancla que la inmovilizaba sobre el colchón cuando cogió la otra muñeca y ató la tela que la envolvía al cabecero. Alyssa luchó, pero Luc era cien veces más fuerte que ella.

Alyssa comenzó a sudar. Un gélido terror le revolvió el estómago y pensó que iba a vomitar. Cuando él le aseguró la otra muñeca, inmovilizándole los brazos, un ramalazo de terror puro atravesó su cuerpo.

Alyssa se movió agitadamente y gritó sin parar.

—Luc, ¡por favor! No hagas esto. No lo hagas.

Ella intentó contener los sollozos y permanecer calmada, pero cada segundo que seguía inmóvil y a merced de Luc, aumentaba su terror.

—¿Qué no haga qué? ¿Qué no me asegure de que te quedas aquí el tiempo suficiente para ser honesta conmigo? No voy a permitirte que pases el día con tu amante mientras yo estoy casi enfermo de preocupación, y que luego me digas «que te jodan». No dejaré que me niegues ese hermoso cuerpo que me vuelve loco de deseo noche y día.

—¡Tyler no es mi amante! Nunca lo ha sido. Sé que no me crees, pero por favor… —Ese hecho, junto con el miedo que sentía, había aplastado sus defensas y agrietado su corazón—. Sólo suéltame. Desátame… —sollozó.

—¿Para que vuelvas con Tyler? No.

Alyssa se obligó a levantar la mirada a la cara de Luc y se quedó paralizada cuando vio que la furia apenas contenida y una desolada determinación tensaban sus rasgos angulosos.

—No podemos seguir así. Suéltame. Por favor.

Luc fue inconmovible a sus súplicas. La miraba de tal manera que le hacía arder la cara, luego él deslizó la mirada por sus pechos hasta su abdomen. Cuando volvió a mirarla a la cara, la cólera posesiva que asomaba en sus ojos la hizo estremecerse de temor.

—No puedo. —Luc le rodeó las muñecas con los dedos y se inclinó sobre ella—. Eres mi mujer, maldita sea. Y eso va a significar algo para ti.

¿Qué? ¿Que la podía obligar a mantener relaciones sexuales cuando se le antojara?

—¡Luc, no!

Alyssa no pudo decir nada más cuando él le cubrió la boca, le introdujo la lengua entre los labios y se los devoró. Se saboreó a sí misma en el beso. Estaba lleno de furia y desesperación; la deseaba. Y temió que no aceptara un no por respuesta.

Luc le apretó más las muñecas, haciéndole daño al profundizar el beso.

Las defensas que ella había acumulado durante meses y años para bloquear sus peores recuerdos fueron cayendo una tras otra. Volvía a tener quince años y era demasiado confiada. Demasiado inocente para entender que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.

Alyssa se estremeció y luchó contra él, haciendo todo lo que podía para librarse del peso masculino que la sofocaba y lastimaba. La agonía llegaría en cualquier momento, lo sabía. Santo Dios, ¿podría sobrevivir a algo tan horrible otra vez?

Un pánico helado la atravesó hasta los huesos y mordió el labio de Luc. Él se apartó, llevándose la mano a la boca.

—¡No! No lo hagas. Por favor, Dios mío, no me hagas esto. No puedo… —Entonces, contra su voluntad, Alyssa comenzó a sollozar—. No me hagas daño.

Las súplicas de la joven atravesaron la furia de Luc. Él se apartó de ella al instante; cualquier rastro de lujuria había desaparecido de su cara. Había sido reemplazada por preocupación.

—¿Te he hecho daño, cielo?

Las lágrimas le resbalaban por las mejillas cuando se volvió hacia un lado todo lo que le permitieron las ataduras, y se llevó las piernas al pecho.

—Por favor, suéltame.

Ni siquiera había terminado la súplica cuando Luc ya estaba soltando los nudos. Y ella estaba libre.

Lanzándole una mirada repleta de acusaciones y dolor, Alyssa corrió al cuarto de baño.

—¡Alyssa! —gritó él, con la voz llena de preocupación.

Ella no respondió, escuchó el aterrador sonido de los pasos de Luc siguiéndola y corrió más deprisa.

Cuando por fin alcanzó el cuarto de baño, dio un portazo para impedirle la entrada y cerró la puerta con llave. A salvo… por el momento. ¿Qué haría si él no se iba?

Se apoyó contra la madera fría y jadeó, el pasado brilló intermitentemente en su mente, recordándole el horror y el dolor. Pero ahora era otra época, otro hombre. ¿Le hubiera hecho daño Luc en realidad?

Quizá había reaccionado con demasiada intensidad. Sin lugar a dudas Luc conocía ahora su más profunda debilidad. Y si Luc no se había dado cuenta ya, lo haría en cuanto viera lo destrozada que estaba.

Alyssa se dejó resbalar por la puerta hasta el suelo. Entonces, se cubrió la cara con las manos y sollozó.