Luc se enderezó la corbata y esperó junto al ventanal del Bonheur mientras el sol entraba a raudales por las ventanas aquel radiante mediodía de noviembre. El olor a rosas y lirios flotaba en el aire, ligeramente empalagoso. Alyssa apareció en el pasillo al otro lado de la estancia, estaba vestida de blanco y parecía etérea, elegante y muy nerviosa.
—¿Estás seguro de que quieres seguir adelante? —le susurró Deke al oído.
Al otro lado de Luc, Sadie, vestida de azul, apretó los labios.
Tenía muchas dudas. Todavía le conmovía el tema del bebé, pero mientras esperaba junto al juez de paz que Alyssa llegara hasta él, se dio cuenta de muchas cosas. Como marido y mujer no sólo iban a tener que tratarse civilizadamente, como ella le había exigido, sino que tendrían que vivir el día a día. Ajustar sus vidas. Encontrar puntos en común. Acostumbrarse a compartir espacio, prioridades y sentimientos. Convertirse en esposos y padres. Y para lograrlo, tendrían que confiar el uno en el otro.
¿Serían capaces de lograrlo con un matrimonio que se basaba en una enorme mentira? Luc tragó saliva.
En la primera fila, en los bancos reservados para los familiares del novio, estaban sentados sus padres con las manos entrelazadas, todavía juntos después de casi cuarenta años de convivencia. Parecían inseguros. Le habían dicho que en un matrimonio eran tan importantes el compromiso y la obligación como la honestidad y la comunicación. Alyssa y él se casaban por obligación, pero aún les faltaba mucho para conseguir lo demás.
Cuando llamó a sus padres para decirles que se casaría al cabo de seis días y les explicó sus razones, su madre había intentado disuadirle un par de veces. Pero él se mantuvo inamovible. Tenía que encontrar la manera de que aquello funcionara.
—Estoy seguro —respondió a Deke con un susurro.
Detrás de los padres de Luc estaban sentadas sus hermanas con sus respectivas familias y un puñado de tías, tíos y primos. Además estaban Kimber y sus dos hermanos, Logan y Hunter, unos cuantos amigos de Luc y varios colegas. Su lado estaba lleno, y podría haber invitado aún a más gente. La parte de Alyssa estaba casi vacía.
Tyler ocupaba un lugar en la segunda fila. Tenía el ceño fruncido y una expresión tan siniestra que parecía que quisiera matar a alguien. Que aquel hombre no hubiera intentado impedir el matrimonio y exigido sus legítimos derechos, o incluso que no hubiera solicitado una prueba de paternidad, le había dejado perplejo. Quizá Alyssa le hubiera pedido que se mantuviera al margen, y el orgullo impedía que Tyler luchara por ella. Incluso así, Luc no comprendía que fuera capaz de contenerse. Él no lo habría logrado. No obstante, quizá Tyler no quisiera cargar con la responsabilidad que suponía un bebé.
Jack y Morgan Cole estaban sentados detrás del guardaespaldas. Había más personal del club y del restaurante ocupando sitios sueltos aquí y allá, pero la primera fila, reservada para la familia, estaba vacía.
Hasta ese momento, no se había preguntado si asistiría la familia de Alyssa. Que no hubiera ido nadie le había entristecido. En el hospital, después del ataque, Tyler afirmó que ella no tenía familia. ¿Sería verdad? ¿No tendría realmente ningún pariente que le importara lo suficiente como para pedirle que la acompañara en el día de su boda?
Luc se giró y miró a su novia fijamente. Santo Dios, resultaba extraño. Alyssa era una novia preciosa. Llevaba el pelo suelto sobre los hombros, unos pendientes de perlas, y un velo de tul adornado con brillantes abalorios le caía suavemente por la espalda hasta las caderas. El vestido era muy sencillo. De manga larga y con un escote en V que acababa justo donde empezaban los pechos, a los que el corpiño de seda se amoldaba a la perfección. Tenía algunos abalorios más en la cintura, desde allí la falda caía en cascada hasta cubrirle los pies. En las manos llevaba un pequeño ramillete de capullos de rosa del mismo tono rojo que su lápiz de labios.
Alyssa estaba muy hermosa, pero parecía algo asustada. Luc apretó los dientes, decidido a dejar atrás las mentiras que había entre ellos y dispuesto a esforzarse todo lo posible para que aquello funcionara. Ella le había ofrecido un regalo inesperado. Y a pesar de que ella mentía —y de lo que él callaba—, una parte de él todavía la amaba.
Cuando Alyssa se acercó, él alargó la mano hacia ella. Lo miró fijamente, con aquellos pálidos ojos azules, ahora rojos e hinchados. Parecía como si Alyssa no hubiera dormido y se hubiera pasado la noche llorando. Resultaba evidente que también ella tenía dudas. ¿O sería la culpa? Luc se puso tenso de inmediato.
Se obligó a sonreír. Ella respiró hondo y, por fin, puso una mano fría encima de la de él, preguntándole con la mirada lo que no podía pronunciar delante de toda esa gente: ¿por qué quería casarse con ella?
Responder no tenía sentido. La verdad no serviría más que para hacer pública su vergüenza, separarlos y enviarla de vuelta a los brazos de Tyler. Luc guardaría su secreto. Y si el niño se parecía al guardaespaldas… Luc cerró el puño. No podía hacer nada salvo cruzar ese puente cuando llegara el momento. Pero ahora lo mejor sería tranquilizar a su novia y ser bueno para ella durante el resto de sus vidas.
—Estás guapísima —le dijo. Una sonrisa iluminó la cara de Alyssa.
Entonces, el juez de paz comenzó la ceremonia. Las palabras no fueron más que un borrón. Luc respondió cuando le tocaba y Alyssa hizo lo mismo, con voz aguda y temblorosa.
Entonces llegó el momento de los anillos.
Le tendió la mano a Deke, que se inclinó hacia él.
—¿Estás realmente seguro? —le susurró su primo.
Luc se limitó a mover los dedos con impaciencia. Con su suspiro, Deke le puso el anillo en la palma de la mano. Entonces se volvió hacia Alyssa y le deslizó el anillo en el dedo mientras recitaba sus votos.
Amar. Honrar. Ser fiel. Hasta la muerte. ¿Podrían conseguir que funcionara?
Cuando bajó la mirada al anillo, ella contuvo el aliento. Él sonrió.
A principios de semana, Alyssa le preguntó si quería uno. Él le respondió que sí, que le gustaría llevar alianza. Al parecer, ella había supuesto que él le compraría otra. Pero cuando fue a devolver el anillo de Emily, otra sortija había captado su atención. Tenía tres piedras preciosas que parecían representar el pasado, el presente y el futuro. Lo consideró una señal. La gema del medio tenía dos quilates y las de los lados, uno. Estaban engarzadas en una banda de platino. No tenía más adornos ni filigranas. Era sencilla y resplandecía igual que Alyssa.
—¿Te gusta? —susurró Luc.
Ella asintió con los ojos muy abiertos. Una estúpida sensación de felicidad atravesó a Luc. Puede que aquel matrimonio estuviera abocado al desastre, pero ya había conseguido que ella se sintiera especial. Por ahora, era suficiente.
En ese momento, el juez se dirigió a Alyssa. Todavía agitada, ella le deslizó en el anular una alianza de platino. Era sencilla y bonita, justo lo que él habría elegido.
—Con este anillo… —tragó saliva—. Yo te desposo. Prometo amarte, honrarte y serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad durante todos los días de mi vida.
Alyssa respiró hondo y le miró a los ojos. La seguridad en sí misma había desparecido. Parecía ansiosa, nerviosa. ¿Le preocuparía que descubriera su mentira?
Contuvo una sonrisa irónica y le cogió las manos con las suyas. El juez hizo una pausa y les miró fijamente.
—Puede besar a la novia.
Bien, eso era algo que quería hacer desde que el sábado ella volvió a aparecer repentinamente en su vida. Desde entonces habían resuelto los detalles de la boda por teléfono y correo electrónico, de manera fría e impersonal. A principios de semana, él tuvo que irse a Nueva York y no regresó a Lafayette hasta el día anterior. La ceremonia era tan sencilla que no fue necesario ensayarla, así que Luc había organizado una cena tranquila para que Alyssa conociera a sus padres. No había estado a solas con ella ni un solo segundo. No la había tocado desde aquella desastrosa noche en el dormitorio del club.
Se moría por besarla.
Luc le cogió la cara entre las manos y se inclinó hacia ella. Alyssa le rodeó la cintura con los brazos, como si él fuera su ancla, y esperó, jadeante, a que la besara. Él rozó los labios con los suyos suavemente. Un toque, una caricia. Un suspiro compartido. Luc se recreó, rozando su boca una vez más, ahora con más firmeza. Le atravesó una oleada de deseo aguda, fiera y exigente. Los labios de Alyssa se ablandaron y se separaron bajo los de él. Luc se sintió tentado a sumergirse en aquella boca, a ahogarse en ella y mandar a los invitados al infierno.
«Más tarde».
Éste era su primer beso como marido y mujer, y su familia y sus amigos estaban mirándoles. Más tarde, ella comprendería con exactitud lo que él quería de ella y lo mucho que la deseaba.
—Señoras y señores —dijo el juez de paz—. Los señores de Lucas Traverson.
Los asistentes aplaudieron entusiasmados mientras la pareja recorría el pasillo. Jack Cole se acercó para estrecharle la mano. Kimber le besó en la mejilla y le susurró lo mucho que deseaba que fuera feliz. Sadie abrazó a Alyssa. Tyler continuó mirando a todo el mundo con el ceño fruncido.
El fotógrafo, un amigo de Luc, les esperaba. Les sacó algunas fotos, los hizo moverse de un lado a otro. Luc sintió un estremecimiento de placer cuando sugirió que besara otra vez a la novia para poder plasmarlo para la posteridad.
Contenerse esta vez resultó más difícil. El primer beso sólo había servido para estimular su apetito, para que la bestia hambrienta que tenía en su interior volviera a la vida. Tenerla entre sus brazos, tocarla, acababa convirtiéndose siempre en algo exquisito. Tener el derecho a hacerlo cada vez que lo deseara, era intoxicante.
El resto de la celebración transcurrió de manera tranquila. Cortaron la tarta nupcial que él había hecho a primera hora de la mañana. Era sencilla y blanca, con virutas de escarcha adornando el borde de cada uno de los tres pisos. Había cintas de dulce caramelo blanco por la superficie, así que parecía un elegante paquete. La mesa donde reposaba, estaba adornada con flores recién cortadas.
Alyssa y él no concretaron nada específico después de que él se hubiera ofrecido para organizar la celebración. Ahora, Luc esperaba, lleno de nerviosismo, saber si a ella le gustaba lo que había planeado.
—¿La has hecho tú? —le susurró Alyssa—. Es preciosa.
—Está rellena de crema suiza con amaretto. Espero que te guste.
Cortaron juntos la tarta envueltos por los flashes de las cámaras. Él le ofreció un trocito, y cuando ella gimió al probarla, la satisfacción de Luc fue completa. Entonces, ella le ofreció otro a él con dedos temblorosos. El deseo estalló en el interior de Luc, haciendo que casi perdiera el control.
Luc todavía intentaba controlarse cuando Deke se levantó para hacer un brindis.
—Después de un primer encuentro muy poco apropiado, habéis elegido compartir un futuro que os deseo esté lleno de amor y de todo lo mejor que la vida puede ofrecer. Felicidades.
Alyssa levantó el vaso y se inclinó hacia Luc.
—Es imposible que lo haya pensado él solo.
Luc se rió por primera vez en el día.
—Estoy seguro de que Kimber le ayudó.
En ese momento, Sadie se levantó para hacer otro brindis.
—Por una gran jefa, una buena amiga y un inmejorable ser humano. Alyssa siempre está ahí para sus empleados, ya sea para consolarles o tenderles la mano. Te mereces toda la felicidad del mundo. Luc, no hace mucho que te conozco, pero espero que seas una fuerza poderosa y positiva en su vida y que la ames como se merece. Por que vuestra vida juntos sea larga y feliz.
Unos momentos después, comenzó a sonar la música suave que él había elegido. Luc se levantó y le tendió la mano. Alyssa lo miró sorprendida.
—¿Bailamos?
Ella se mordisqueó los labios y se puso en pie. Caminaron entre los silenciosos invitados que observaron cómo la cogía entre sus brazos. Era una delicia sentirla contra él, casi demasiado bueno. El deseo de Luc creció un poco más y enterró el rostro en el cuello de Alyssa. Su olor a melocotones y canela estaba mezclado con un perfume ligero y enloquecedor que le hizo arder por la necesidad de abrazarla, desnudarla y poseerla.
—Me ha parecido una ceremonia preciosa —murmuró ella—, pero estoy segura de que a tus padres les hubiera gustado una boda más fastuosa.
Una que no fuera tan apresurada y en la que la novia no fuera una bailarina de striptease embarazada. Luc sintió el dolor que encerraban esas palabras. Le alzó la barbilla con un dedo.
—Mis padres lo único que quieren es que sea feliz. He decidido casarme contigo y no me arrepiento. Sadie nos ha deseado una vida larga y feliz. Vamos a empezarla mirando al futuro y no al pasado.
* * *
Las palabras que Luc le había dicho en la pista de baile resonaron en la mente de Alyssa. ¿Realmente podrían mirar hacia al futuro sin que el pasado se interpusiera?
—¿Qué estoy haciendo? —preguntó Alyssa en voz alta mientras Sadie la ayudaba a quitarse el vestido de novia en el cuarto de baño del Bonheur.
—Me hiciste la misma pregunta cuando te estabas poniendo el vestido. La respuesta no ha cambiado.
—Sé que esto es lo mejor para el bebé. —Suspiró con la cara oculta entre las manos—. Pero es que estoy completamente enamorada de Luc y jamás seré para él otra cosa que el útero donde crece su hijo.
—Eso no lo sabes. Cuando le veo mirarte, yo veo algo más.
—¿Irritación?
Alyssa sabía que eso no era cierto, pero no sabía por qué él se había casado con ella. Se había mostrado dispuesta a otorgarle todos los derechos legales que quisiera. Luc le había hablado de algunas razones para casarse… pero todas la beneficiaban a ella. ¿Qué ganaba él?
Y la incertidumbre en las caras de sus padres le preocupaba. No era desaprobación, vale, pero aun así… ¿qué ocurriría si ésta acababa por aparecer? ¿Qué pasaría si su trabajo, su vida y su pasado se convertían en la manzana de la discordia entre Luc y su familia? ¿O entre Luc y ella misma? Luc apenas la conocía. Y esperaba que jamás se enterara de algunas cosas.
Sadie negó con la cabeza.
—No, no es precisamente irritación. Más bien lujuria incontrolable. Pero hay algo más.
A Alyssa le daba miedo esperar que Luc sintiera algo por ella. Apartó a un lado esos pensamientos y se quitó el vestido de novia. Entonces le dio la espalda a Sadie.
—¿Puedes aflojarme el corsé?
La joven vaciló.
—¿Por qué quieres quitártelo? Es muy sexy. Luc se morirá de lujuria cuando te vea.
Alyssa se mordió el labio inferior y se preguntó si eso sería bueno. Había notado el deseo de su marido en los besos que le había dado, y también cómo respondía su propio cuerpo. Bueno, era algo que sucedía cada vez que estaban en la misma habitación. En el mismo edificio. Pero para sacar adelante un matrimonio tenía que existir algo más que sexo fantástico y un niño en camino. Y no podrían conseguirlo si él seguía considerándola una stripper.
—Prefiero quitármelo.
—Pero es tu noche de bodas —le recordó Sadie.
—Algo que jamás imaginé que tuviera. —Anhelado, tal vez, pero hacía catorce años que había olvidado las fantasías románticas. Conocía a los hombres. Harían o dirían cualquier cosa para lograr llevarse a una mujer a la cama. ¿Por qué se había atado a él? Alguien que probablemente acabaría siendo un bastardo mentiroso que le arruinaría la vida.
«Porque has sido tan estúpida como para enamorarte de él, y todavía esperas que el bebé sea el broche final para ser la familia perfecta, y que viviréis felices y comeréis perdices. Sí… eso era».
Ni en un millón de años se hubiera imaginado que un hombre se le metería bajo la piel y que se sentiría tentada a retenerle. Pero quería demasiado a Luc para no casarse con él. ¿Qué ocurriría si se daba cuenta de que ella le amaba? ¿Y si le correspondía?
—¿No quieres que la noche de bodas sea memorable?
Alyssa estaba bastante segura de que lo sería.
—Aflójalo, por favor.
Sadie soltó un bufido.
—Espero que lo sustituyas por algo igual de sexy.
—Claro que sí —mintió.
Con una risita de regocijo, Sadie le desabrochó el corsé. Alyssa se lo quitó y dio las gracias a su amiga, que se alejó para guardar el vestido de novia en su funda protectora.
Luego la propia Alyssa guardó el corsé con el vestido. Se puso un sujetador blanco de encaje con un tanga a juego, cogió la percha que había colgado en la pared y se vistió con una falda color chocolate y una sencilla blusa blanca. Después de cambiarse de zapatos, se quitó el velo y, tras doblarlo y colocarlo con el vestido de novia, salió del cuarto de baño.
Luc conversaba con sus padres cerca de la puerta. Los invitados estaban abandonando las instalaciones del Bonheur. Vio el nuevo Jaguar de Luc más allá de la acera.
Luc la miró de arriba abajo y se acercó a ella. Alyssa sintió un hormigueo en el vientre. Se había sentido muy segura de sí misma cuando su única intención era seducirlo. Conseguir llevarse a un hombre a la cama era fácil. Mantenerle allí cuando te has enamorado de él y toda la confianza en ti misma ha desaparecido, era mucho más difícil. ¿Qué demonios hacía ahora? ¿Y mañana? ¿Y el resto de su vida?
Luc cogió la bolsa de Alyssa y la acompañó junto a sus padres. Cuchicheaban entre ellos. Alyssa sabía que Luc les había dicho que estaba embarazada, y sospechaba que también les había puesto al corriente de que era la propietaria de «Las sirenas sexys». Pero no pensaba avergonzarse ni disculparse. ¿Hacerlo cambiaría algo las cosas? Probablemente todo parecía peor de lo que era porque su familia no había asistido a la boda. Habrían supuesto que su familia la había repudiado. Y, en cierta manera, así había sido.
¿Qué habría pensado su madre si hubiera estado allí?
Alyssa apartó a un lado aquel pensamiento. Aunque la mujer que le dio la vida se había muerto hacía sólo unos meses, los años y las demás cuestiones que las separaban las habían convertido en extrañas.
—Gracias por haber venido avisándoles con tan poco tiempo —les dijo—. Me alegra que hayan podido acompañarnos. Sé que significa mucho para Luc.
La madre de Luc, Clarissa, levantó la mirada hacia el padre, Anthony, que le brindó una sonrisa afectuosa.
—Os deseamos a Luc y a ti toda la felicidad del mundo.
No era exactamente un «bienvenida a la familia», pero por algo se empezaba.
—Gracias.
—¿A qué hora es mañana vuestro vuelo? —preguntó Luc.
Entonces, Luc quedó con sus padres en recogerlos para almorzar y luego llevarles al aeropuerto. Abrazaron y besaron a su hijo, le estrecharon la mano a ella y se marcharon.
Alyssa miró a su alrededor. Ya no quedaba nadie en el interior del Bonheur. Había que hacer una limpieza a fondo. En la cocina había demasiados platos sucios para pensar ahora en ellos. El suelo estaba hecho un desastre y también habría que limpiarlo. Ya se ocuparía de todo al día siguiente.
Antes, Luc y ella tenían que disfrutar de su noche de bodas.
—¿Preparada? —le preguntó Luc con suavidad.
«No. Dios mío, no. ¿Qué sé yo de matrimonios?».
Alyssa respiró hondo.
—Claro que sí.
* * *
Resultaba evidente que Luc no se dirigía a su casa. Iba hacia el oeste, más allá de los límites de Lafayette. Alyssa vaciló. El silencio que llenaba el coche estaba lleno de tensión y de expectación. Odiaba romperlo, pero…
—¿Adónde vamos?
Luc le dirigió una mirada tan ardiente que la hizo estremecer hasta la punta de los pies. Las sombras del atardecer contribuían a mantener la atmósfera de intimidad que reinaba en el interior del vehículo. Alyssa respiró hondo.
—Es nuestra noche de bodas.
¿Quería eso decir que él había planeado algo?
—Pensé que iríamos a casa.
Luc negó con la cabeza.
—Tenemos que celebrar como se merece nuestra primera noche como marido y mujer.
No habían hablado de eso. ¿Estar una noche a solas con Luc como… su esposa? Los nervios le hicieron sentir un enorme nudo en el estómago. Mantendrían relaciones sexuales, eso estaba claro. Pero él hacía que aquello sonara como… algo más.
No obstante, él había pensado en un romántico baile de bodas, había hecho la tarta y comprado ese enorme anillo. Todo lo cual fue completamente inesperado para ella. ¿Por qué? ¿Cuál era la razón?
Por supuesto, se había casado con ella exclusivamente por el bebé. ¿O también lo habría hecho por el sexo? Si era así, Alyssa sabía exactamente lo que ocurriría en cuanto se cansara de ella. Veía a hombres en esa situación todas las noches en el club. Entonces, ¿para qué hacer algo especial esa noche? La boda había sido un espectáculo en honor de sus padres; lo comprendía. ¿Ahora que estaban solos desaparecería cualquier atisbo de romanticismo?
—No haces más que mirar el anillo.
Aquellas palabras la sobresaltaron.
—Es precioso.
Luc hizo una pausa.
—Me recordó a ti en cuanto lo vi.
Alyssa intentó que aquellas palabras no la conmovieran.
—Gracias. No tenías por que…
—Lo sé. Pero quería hacerlo y, aunque ésta ha sido una boda un tanto precipitada, no es razón para no tener sólidos símbolos de nuestra unión.
Alyssa se mordisqueó los labios. Luc decía unas cosas tan bonitas… Pero notaba algo en él, un indicio de cólera. ¿O sería cosa de sus nervios?
—¿Por qué no ha venido tu familia? —le preguntó él—. Sé que tu madre ha muerto…
Santo Dios, ¿por qué tenía que preguntarle justo eso?
—Soy hija única, y no he visto a mi padre desde que se largó. Yo tenía cuatro años.
Luc frunció el ceño.
—¿Tías, tíos, primos?
Ella negó con la cabeza. Lo cierto es que hacía años que no pensaba en ellos. No se había atrevido a ponerse en contacto. Era probable que sus primos estuvieran casados, que ya tuvieran hijos. También era probable que su tía Anna ya se hubiera jubilado.
—Ninguno. ¿Podemos hablar de otra cosa?
Él abrió la boca como si fuera a decir algo, pero la cerró. Pasó un largo y silencioso minuto antes de que finalmente hablara.
—Si alguna vez quieres hablarme de tu familia, me gustaría escucharte.
—Tú mismo has dicho que tenemos que centrarnos en el futuro, no en el pasado. Creo que es una idea excelente.
Luc suspiró y apretó el volante.
—¿Tienes hambre? No has comido demasiado.
No, y comenzaba a sentir debilidad. Desde que supo que estaba embarazada, había intentado no saltarse comidas como solía hacer. Intentaba comer algo por lo menos dos veces al día, y galletitas saladas y zumo de manzana entre horas.
—Debería comer algo.
Él sonrió.
—Yo me encargaré de todo.
Igual que se había encargado de todo esa semana. La mayoría de los hombres se habrían limitado a aparecer en la ceremonia. Pero él se había ocupado de enviar las invitaciones, del almuerzo, de la tarta, del anillo, del fotógrafo… Ella apenas había sugerido algunas cosas necesarias. A Alyssa le había gustado todo lo que había hecho. Todo había sido muy elegante, probablemente para complacer a sus padres. Ella se limitó a comprar su vestido y las flores.
Se mordió el interior de la mejilla. Se sentiría mejor cuando supiera a ciencia cierta por qué se había casado con ella. Si era sólo por el bebé… o si había algo más.
—Apenas hemos tenido oportunidad de hablar sobre el bebé —dijo él, rompiendo de nuevo el silencio—. ¿Qué tal ha ido el embarazo hasta ahora?
«Por fin, un tema seguro».
—Lo único malo es que estoy cansada todo el día. Estoy tomando vitaminas. E intento cenar fruta y algo de verdura. Durante el resto del día no me apetece comer nada. No tengo náuseas, pero no me entra nada hasta por la tarde.
—Quiero que me cuentes todo lo que notes.
No era una pregunta, pero Alyssa detectó un rastro de preocupación en su voz. Sabía que debería mantenerse en guardia ante palabras como ésas, pero el tono de Luc la complació demasiado.
—Lo haré.
Unos minutos después llegaron a un bed & breakfast en un pueblo cercano. El sol se estaba poniendo por detrás de una casa antigua de ladrillo y había un montón de cabañas un poco más alejadas. Era un lugar precioso, parecían haber llegado a una época pasada. Era muy romántico, y a Alyssa casi se le detuvo el corazón.
Lo suyo era un matrimonio de conveniencia, un amor no correspondido. Luc ya había hecho demasiado y, además, la llevaba allí para disfrutar de una noche de bodas de verdad. Aquel hombre la abrumaba. Lo que era una estupidez. Probablemente lo único que quería era sacar provecho de la situación. Y aún así, a Alyssa se le llenaron los ojos de lágrimas.
Respiró hondo, intentando contener sus sentimientos.
—Es un lugar precioso. Gracias.
Luc aparcó en el camino de acceso.
—Espérame aquí un momento. Ahora vuelvo.
Cuando regresó, llevaba un enorme llavero de latón en la mano. Condujo el vehículo por un camino de tierra que rodeaba la casa principal hasta una pequeña casita azul con un coqueto porche donde había dos mecedoras. El letrero de la puerta indicaba que se llamaba «Dulce Rendición».
El nudo que Alyssa tenía en el estómago se apretó más. El pulso se le disparó.
Él abrió la puerta con la llave. Antes de que ella pudiera asomar la cabeza, Luc la alzó en brazos. Alyssa soltó un gritito.
—Es la tradición —la riñó. Entonces entró con ella en brazos y cerró la puerta de una patada.
El interior de la cabaña era confortable y acogedor. Había alfombras hechas a mano sobre el viejo suelo de madera. Las paredes de madera estaban cubiertas de alegres cuadros. Las cortinas de encaje y el mobiliario rústico añadían un toque encantador al conjunto.
La dejó encima de un sofá de piel y se arrodilló ante ella para descalzarla, acariciándole de paso las pantorrillas. Alyssa se estremeció ante la mirada en sus ojos.
—Parece que no dormiste mucho anoche. Descansa. Prepararé la cena.
Nadie se había encargado de ella como Luc, y era maravilloso. Debería levantarse, insistir en hacer algo. Pero lo más seguro es que aquel tratamiento especial no durara demasiado, y dejar que él se ocupara de todo era muy tentador.
—Cierra los ojos —le exigió él.
Ella accedió. Si se fiaba del pasado, Alyssa iba a necesitar de todas sus energías para esa noche.
Se despertó un poco más tarde, justo cuando él colocaba en la mesita una ensalada de pasta y verdura. Como le sucedía desde que estaba embarazada, Alyssa estaba famélica a la hora de la cena, y disfrutó de cada bocado.
—Está buenísima.
Luc se terminó también su plato.
—Ahora el postre.
«Asombroso».
—¿Cuándo hiciste todo esto?
—Esta mañana. Deke y Kimber lo trajeron antes de la boda.
Luc había pensado en todo, y cada una de esas cosas la hacía sentir especial. Pero una vez más, la omnipresente pregunta inundó su mente: ¿por qué?
Sin esperar respuesta, Luc se levantó y desapareció en la pequeña cocina. Regresó unos momentos después con una botella de champán y una copa aflautada, la descorchó con un estallido. Alyssa supuso que bebería solo, ya que ella no podía probar el alcohol. Antes de dar un sorbo, él desapareció otra vez, volviendo a aparecer al instante con dos copas llenas de mousse de chocolate y una fuente de fresas cubiertas de chocolate.
—Tiene un aspecto delicioso. Te has tomado demasiadas molestias.
—Ya que sólo pienso casarme una vez, no me parecen tantas. —Tenía una expresión muy solemne cuando cogió la copa para brindar—. Por mi hermosa esposa y el comienzo de nuestra vida juntos.
«Pregúntale ahora o cállate para siempre».
—¿Lo dices en serio, Luc? Dejando a un lado que vamos a tener un bebé, no tenemos nada en común salvo sexo fantástico.
Luc arqueó una ceja oscura y pasó el dedo por el borde de la copa.
—Cuando te dirigías a Dallas la semana pasada, ¿deseabas volver a verme? ¿Me echaste de menos un poco?
Alyssa vaciló. Pero ¿por qué mentirle cuando ella buscaba la verdad?
—Sí.
—Yo te eché muchísimo de menos, y cuando te vi allí, me sentí muy feliz. Hay… existe algo entre nosotros.
Ella contuvo el aliento. Sus esperanzas crecieron un poco más. ¿Sería realmente posible que algún día se enamorara de ella?
«¿Realmente existe la posibilidad?».
La esperanza se disolvió. Le dolió profundamente, pero no pudo evitar sentir miedo. Era como una espina clavada en su alma. ¿Cuándo la había querido alguien?
Tenía que olvidar todos esos pensamientos hasta el día siguiente y vivir el momento. A pesar de los votos y de todo lo que le había dicho, él podría irse muy pronto.
Luc levantó la copa y bebió un sorbo, saboreando el champán. Entonces frunció el ceño.
—Podría saber mucho mejor.
—¿Cómo?
Luc curvó sus sensuales labios en una sonrisa.
—Sabría mucho mejor sobre ti.
Aquél fue todo el aviso que tuvo Alyssa antes de que Luc sumergiera el dedo en la copa y se lo pasara por los labios. Apenas tuvo tiempo de olerlo, de sentir el cosquilleo de las burbujas antes de que Luc se inclinara sobre ella, con los ojos resplandecientes y ardientes, y la devorara con un beso abrasador.
El aliento abandonó su cuerpo lleno de ardor y necesidad. Se movió hacia él y Luc la apretó contra el sofá, amoldando sus labios a los de ella y perdiéndose en su boca. Profundamente. Era como si las últimas siete semanas de separación no hubieran transcurrido. Su cuerpo le conocía, se humedecía, le ansiaba, se preparaba para él.
Luc se apretó más contra ella gimiendo, derribando las últimas barreras y borrándole los pensamientos con aquel beso ardiente. Sin ser consciente de lo que hacía, Alyssa llevó las manos a su pelo, y le acarició la nuca. Necesitaba enterrar los dedos en sus cabellos de la misma manera que necesitaba embriagarse de su olor.
De repente, él se apartó y le frotó más champán en los labios. Ahora los sentía hormigueantes y temblorosos, y casi no podía esperar a sentir su boca sobre la de ella otra vez. Luc no la decepcionó, la saboreó y bebió de ella como si no pudiera saciarse.
Alyssa se preguntó si ella lo conseguiría alguna vez.
—Necesito más —le exigió él, quitándole la chaqueta y desabrochándole los botones de la blusa—. Ahora.
Luc clavó los ojos en los de ella. En ellos brillaba la abrasadora promesa del éxtasis que le esperaba y la silenciosa declaración de que tenía intención de satisfacerla hasta dejarla saciada por completo. Ella se estremeció. El deseo latió entre sus piernas. La sangre le hervía en las venas. No podía esperar a sentir la piel cálida de Luc, a que se sumergiera en ella tan profundamente que no pudiera pensar en otra cosa que en el latido del deseo y en la salvaje oleada que la cubriría al alcanzar el clímax, arrastrando a su paso cualquier tipo de inhibición.
Después, Luc le soltó el sujetador, le tiró bruscamente de la falda y le desgarró el tanga. Ahora estaba desnuda y a merced de un hombre que parecía no tener nada que perder. Alyssa se estremeció.
—Desnúdate —dijo Alyssa con voz áspera, tirándole de la chaqueta.
Él le apartó la mano y cogió una fresa bañada en chocolate.
—Abre la boca.
Era imposible oponerse a una orden tan enérgica. En cuanto separó los labios, él le puso la dulce fruta en la lengua. El sabor le explotó a través de los sentidos, y lo saboreó con fruición cuando el chocolate se le derritió en la lengua. Luc tomó un sorbo de champán y la observó con una mirada ardiente.
En cuanto ella tragó, él se acercó de nuevo, abriéndole la boca con la suya. El chocolate que le quedaba en la lengua burbujeó con el champán de la lengua de Luc. Los sabores se entrelazaron para crear algo irresistible. Acercándose todavía más, ella le comió la boca, necesitando más, y él se lo dio, ahondando el beso interminablemente. Alyssa se quedó sin respiración.
Uno momento después, él se alejó, acercándose a la mesita.
—¿Un poco de mousse?
Alyssa jadeó, incapaz de responder, y se quedó mirando cómo Luc cogía una cucharada de mousse y se la ofrecía.
«¡Oh, Santo Dios!». Aquel hombre era capaz de crear los sabores más asombrosos. Alyssa cerró los ojos y gimió. Cuando los abrió, él estaba tomando otro sorbo de champán, y se inclinaba para darle otro beso.
Esta vez, ella anticipó el sabor —afrutado, persistente, cremoso—, y se habituó a él. Cada vez que él rozaba su lengua contra la de ella el sabor de las burbujas añadía el complemento perfecto a la dulce armonía del postre.
Alyssa le aferró los hombros para quitarle la chaqueta y acercarle todavía más. Él se retiró poco a poco, y cogió de nuevo la copa de mousse mientras dejaba caer la cuchara, que aterrizó sobre la alfombra. Alyssa se sobresaltó, pero él no se dio cuenta. Metió dos dedos en la suave textura y cogió un poco de mousse.
—¿Q-qué vas a hacer?
Alyssa estaba tan aturdida y abrumada que apenas podía respirar. Luc la había besado, la había desnudado, y ella corría el peligro de perder la cabeza por completo. Y ni siquiera le importaba. Ahora necesitaba recorrer aquel volátil camino hacia el placer, ese placer que sólo él la hacía alcanzar.
Luc la hizo separar las piernas sobre el sofá y luego esparció la mousse entre los hinchados pliegues femeninos. Alyssa se quedó sin aliento ante la sensación del postre helado y los cálidos dedos de Luc en su sexo, e intentó mantener la calma por todos los medios.
A él ya no le quedaba ninguna. Agarró la botella de champán y la inclinó sobre ella. Entonces el líquido burbujeante se derramó sobre los pechos de Alyssa, por su abdomen, le llenó el ombligo… y cayó sobre su sexo provocando una sensación que la dejó sin respiración.
Con una picara sonrisa, Luc clavó los ojos en el mojado cuerpo de la joven y en el clítoris cubierto de chocolate.
—Ahora, tomaré el postre.