Capítulo 11

—¿Luc?

Él se giró hacia la voz conocida tragándose la irritación. Emily se acercó a él; parecía recién salida de un catálogo de Lands’End, con aquellos pantalones color caqui, la blusa blanca y la chaquetita roja de punto. Los colores resaltaban su cutis pálido y el pelo oscuro. Llevaba accesorios a la moda, pero siempre resultaba discreta. Sonreía hasta con los ojos. Realmente se podría decir que era perfecta.

La sonrisa con la que Luc le respondió fue más una mueca de disgusto que otra cosa.

Él se miró el reloj. Se sintió aliviado al ver que el acto de presentación de su libro de cocina —demostración incluida— terminaría en diez minutos.

Mientras firmaba y saludaba a sus admiradores, dejando que le sacaran fotografías y respondiendo a todas las preguntas, fue consciente de la presencia de Emily a su izquierda. La miró. Maldición, no le quitaba la vista de encima.

Cuando se quedó sin libros y sin tiempo, se levantó de la silla y se dirigió al estrado, donde cogió el micrófono.

—Gracias a todos por venir. Vuestra presencia ha significado mucho para mí. Buenas tardes.

Después de una ruidosa ovación, la gente comenzó a desfilar hacia la salida. Un par de periodistas intentaron acercarse a él, pero el personal de seguridad los escoltó hasta el exterior. Luc se preparó mentalmente y se volvió hacia Emily.

Una vez más se sorprendió al verla. Era una mujer preciosa, discreta y educada. Adoraba a los niños y le había insinuado discretamente que aceptaría una propuesta de matrimonio y formar de inmediato una familia. Luc incluso llevaba el anillo en el bolsillo, un diamante en forma de lágrima de dos quilates engarzado en una delgada banda de oro, y sólo esperaba el momento adecuado para dárselo.

Emily era todo lo que él quería. Pero llevaba esperando aquel momento adecuado más de tres semanas y el anillo todavía seguía en la caja, en el bolsillo de la chaqueta.

Luc suspiró. Luego se acercó a ella y la besó en la mejilla.

—Qué guapa estás. —No era culpa de ella que él se muriera por ver a otra mujer. Una que llevara una excitante faldita y un liguero, y mostrara una actitud descarada.

¡Maldición! Jamás volvería a verla y Luc sabía de sobra qué era lo que tenía que hacer. Ese mismo día cumplía treinta y seis años. Esa noche era tan buena como cualquier otra para aceptar el futuro. Si quería tener hijos, tenía que ponerse ya manos a la obra. Podría ser un proceso largo, pero Emily, que tenía veintiocho, lo soportaría perfectamente.

Luc se sentía culpable y aliviado al saber que para tener hijos con ella no tendría que recurrir al sexo. Emily era preciosa. Y una persona maravillosa. Pero no se sentía atraído sexualmente por ella. Quizá algún día…

Emily le brindó una amplia sonrisa.

—Tú también estás muy guapo. Y ahora, vámonos a cenar. Tenemos que celebrar tu cumpleaños. ¿Adónde quieres ir?

Luc intentó parecer entusiasmado.

—¿Te importa si me voy a casa?

La sonrisa de Emily desapareció.

—¿Te duele otra vez la cabeza? ¿Has ido ya al médico?

Desde que había vuelto de Lafayette, hacía ya seis semanas, se había inventado un sinfín de dolores de cabeza para explicar su falta de interés por salir con Emily o interrumpir bruscamente muchas de sus citas. Odiaba mentirle, Emily se merecía algo mejor. Y Luc tenía que decidirse de una vez. O se lanzaba a un futuro con ella o la dejaba en paz.

Su corazón se inclinaba por lo último. La lógica le hacía preguntarse cómo alcanzaría lo que quería del futuro si dejaba a Emily. Alyssa no formaba parte de su vida porque así lo había decidido él. Por mucho que deseara otra cosa, esa separación era por su culpa… y, a pesar de saber que era lo más inteligente, no tenía ánimo para hacer lo que debía.

Esbozó una sonrisa forzada.

—Estoy bien.

Emily frunció el ceño.

—No te deprimirá que sea tu cumpleaños, ¿verdad?

No de la manera en que ella lo insinuaba, pero era una buena excusa.

—Quizá un poco.

—Pues, ¡aquí estoy yo para animarte! —Emily sonrió mostrándole sus hoyuelos e intentó cogerle la mano.

Así eran las cosas con Emily: darse la mano y castos besos. A lo largo del último mes, sólo habían tenido ese tipo de contacto. ¿Qué haría en la noche de bodas si no era capaz de imaginarse haciendo el amor con ella? Peor todavía, ¿qué haría cuando el deseo que todavía sentía por Alyssa le acuciara, exigiéndole algo que sólo ésta podía darle? ¿Vacilaría entonces aquella determinación de no acercarse a ella? ¿O aguantaría en silencio hasta sólo sentir resentimiento por Emily?

—No es cosa tuya. —Luc recogió el cuaderno de apuntes y los bolígrafos, luego pasó un buen rato guardándolos en la mochila, dándose tiempo para recomponerse y aplastar el deseo que sentía por Alyssa.

—Luc. —Emily le tocó en el hombro—. Quería esperar a que estuviéramos solos, pero… no has sido el mismo desde que regresaste de Louisiana. No es que quiera presionarte…

—Entonces no lo hagas —susurró él—. No puedes hacer nada.

Aquella perpetua sonrisa desapareció de la cara de Emily.

—Soy una buena oyente.

—Lo sé, Emily. Pero esto es algo que tengo que resolver yo solo.

—Si ya no estás interesado en mí y en el futuro común del que hablamos, será mejor que me lo digas.

Él cerró los ojos. ¿Debía aferrarse al pasado o forzar una mentira?

—Luc… —Era otra voz femenina, ésta más lejana.

Pero esa voz atravesó sus sentidos como una descarga eléctrica haciéndole estremecer. ¿La echaba tanto de menos que se imaginaba su voz?

Lleno de esperanza, Luc se giró con rapidez y la vio en el otro lado de la estancia.

—¿Alyssa? —La sorpresa le dejó anonadado. Luc apenas podía respirar.

La última vez que la vio, lo había echado del club. De su vida. ¿Por qué estaba allí? ¿Se encontraría bien? ¿Lo echaría de menos tanto como él a ella?

La absorbió con la mirada. A pesar de que hacía seis semanas que no la veía, Alyssa le dejó sin aliento cuando se acercó. Se había recogido parte del pelo rubio platino en la nuca y el resto lo llevaba suelto, dejando que le cayera por la espalda. Los vaqueros gastados se ceñían a su menuda figura, pero le quedaban más flojos de lo que recordaba. De alguna manera, aquellos altos tacones hacían que pareciera más frágil. Llevaba, además, una camiseta con el eslogan de «Las sirenas sexys» sobre los pechos: «Vive tu fantasía». Apenas se había maquillado. Aun así, sus ojos eran profundamente azules. Y parecía muy cansada.

Cuando estuvo a unos metros, Alyssa miró a Emily y luego a él.

—¿Tu novia?

—Sí —respondió Emily con rapidez.

Alyssa arqueó una ceja y miró a Luc con frialdad.

—Hablaremos en otro momento.

Se dio la vuelta en dirección al vestíbulo principal del centro comercial. Luc no se lo pensó dos veces. Rodeó la mesa y la siguió.

Justo antes de que la abordara, ella se detuvo y se volvió hacia él, con una expresión de frustración en la cara. Luc se detuvo en seco. Quería tocarla… pero ella le había dicho la última vez que se vieron que no volviera a hacerlo nunca más. Incluso ahora, parecía advertírselo.

—No te vayas —le suplicó Luc.

Santo Dios, cómo la había echado de menos. Daría y haría cualquier cosa por estar con ella cinco minutos más. Luc supo en ese momento por qué.

Se había enamorado de ella.

Alyssa miró a Emily, que seguía en el otro lado de la estancia. Luc no tuvo que darse la vuelta para sentir su confusión y su dolor. La parte más cobarde de Luc se regocijó. Emily tenía que estar dándose cuenta de a quién pertenecía su corazón. Así era más fácil que sentarse a cenar con ella civilizadamente para aplastar todas sus esperanzas.

—Tu novia quiere que me vaya —le indicó Alyssa.

—Yo no. No te vayas. —Le lanzó una mirada desesperada, deseando que le entendiera.

—¿Podemos hablar en algún sitio? No tardaré demasiado en decirte lo que he venido a contarte.

—Tendrás todo el tiempo que necesites.

Alyssa se mordisqueó el exuberante labio inferior, mirándole desde debajo de aquellas pestañas negras. Era un gesto vulnerable… y, a la vez, demasiado erótico. Pero Luc comenzó a preocuparse. Alyssa estaba más delgada, más pálida, más frágil.

—¿Te encuentras bien? —Apenas logró contener la mano con la que quería rodearle los hombros.

Ella se mordió el labio con más fuerza.

—No quiero hablar aquí.

«En algún lugar a solas. Por supuesto».

—Espera un momento.

Luc regresó con Emily, intentando pensar alguna excusa. Pero no se le ocurrió nada.

—Me tengo que ir.

—¿Qué pasa con la cena de tu cumpleaños? —gritó ella.

«Eso, ¿qué pasa?».

Él abrió la boca, pero no dijo nada. Al final, negó con la cabeza.

Emily le observó con aquellos inteligentes ojos castaños.

—Ella es lo que ocurrió en Louisiana.

«Qué perceptiva».

Él respiró hondo y se lanzó a la piscina.

—Sí.

Emily miró a Alyssa.

—Es increíblemente guapa.

—Por dentro y por fuera.

—Jamás he tenido ninguna posibilidad contigo. —Emily intentó ocultar la sorpresa y la decepción con una brillante sonrisa, pero no lo consiguió.

Maldición, parecía que últimamente no hacía más que lastimar a la gente, pero tenía que ser honesto con Emily. Era mucho más cruel permitir que se hiciera ilusiones. No sería un buen marido para ella. Y aunque Luc no sabía por qué estaba allí Alyssa, no le importaba. Si tenía la más mínima oportunidad de volver a entrar en su vida, aunque sólo fuera un momento, se aferraría a ella con las dos manos. Quizá aquella ardiente y apasionada llama se apagaría, pero no lo creía. No habían acabado todavía. Si ella se abría y confiaba en él, le hablaría de su esterilidad y que fuera lo que Dios quisiera.

—La amas —dijo Emily con suavidad.

No era una pregunta y Luc se negó a insultarla con una mentira.

—Sí.

La joven frunció la cara.

—No vas a volver a llamarme, ¿verdad?

Luc le cogió las manos.

—¿Realmente querrías que lo hiciera?

Emily suspiró. Mientras le resbalaba una lágrima por la cara, negó con la cabeza y soltó sus manos.

—Sé que lo mejor será que no lo hagas. Pero… me gustas mucho.

Maldición, se sentía fatal.

—Eres una mujer maravillosa y, algún día, alguien te amará como te mereces.

Se inclinó y la besó en la mejilla. Luego, ella se despidió con un gesto de cabeza y salió rápidamente de la estancia. Dirigió una mirada a Alyssa cuando pasó por su lado antes de perderse entre la multitud del centro comercial.

En cuanto ella se marchó, Luc regresó con Alyssa. Ella dio un paso atrás cuando él se acercó; parecía afligida.

—Aunque no he oído vuestra conversación, me pareció entender que hoy es tu cumpleaños.

Luc esbozó una sonrisa alentadora.

—Tenerte aquí conmigo es un regalo que no esperaba.

—Te he estropeado el día.

No era cierto, se lo había alegrado.

—De eso nada. Ven, vamos a cenar y podremos hablar.

Luc esperaba que ella se negara. Alyssa vaciló y luego asintió indecisa.

Agradablemente sorprendido, la condujo hasta su coche. Un Jaguar nuevo que se había comprado hacía dos semanas, en cuanto firmó el contrato para realizar el programa para la televisión por cable.

Al acercarse al vehículo, un fotógrafo que esperaba en la acera se acercó a él con la cámara en alto. Luc intentó proteger a Alyssa con su cuerpo, agradeciendo que ella se hubiera puesto unas gafas de sol que le ocultaran la mitad del rostro.

—Acabo de ver salir a Emily Adams llorando. ¿Es ésta tu nueva novia? —gritó el fotógrafo sin dejar de hacerles fotos.

«¡Ay!».

—Sin comentarios. Por favor, déjanos en paz.

Cuando se acercaron al coche, el fotógrafo les siguió. Luc maldijo para sus adentros y corrió, urgiendo a Alyssa a hacer lo mismo.

—Será mejor que no vayamos en el mismo coche. Además, así luego no tendrás que traerme a recoger el mío —sugirió ella, caminando a su lado.

—No me importa —insistió él.

Ella le dirigió una frágil sonrisa.

—Pero te importará.

¿Qué quería decir con eso? ¿Habría comenzado Peter a portarse mal ahora que estaba en libertad bajo fianza y en espera del juicio? Jack no le había comentado nada, ¡maldito fuera! Había hablado con el socio de Deke casi todos los días.

—Si queremos salir de aquí lo más rápido posible, será mejor que vayamos en un coche. Sube —la presionó, desbloqueando el seguro con la llave.

—Insisto, debemos ir por separado.

Era demasiado terca.

—Bueno, a dos manzanas de aquí hay un pequeño restaurante italiano muy tranquilo. No creo que el fotógrafo sea capaz de seguirnos hasta allí si nos damos prisa.

—¿Te siguen a todas partes?

Él suspiró.

—Sólo desde que firmé el contrato para la televisión por cable y comenzaron a entrevistarme. Espero que se cansen pronto. ¿Te parece bien ir al italiano?

—Claro. —A pesar del entusiasmo que quiso dar a la palabra, el tono sugería que le daba igual ir allí o a otro sitio.

Luc apretó los dientes. El suspense le estaba matando. Y además, ahora también estaba preocupado. Era evidente que le pasaba algo.

Después de ponerse de acuerdo para que le siguiera al restaurante, esperó a que ella se metiera en su coche y se acercara. El fotógrafo corrió entonces tras él, pero no fue lo suficientemente rápido para seguirlos en coche.

El recorrido hasta Georgio’s fueron los cinco minutos más largos de la vida de Luc. ¿Por qué Alyssa no quería estar con él después de la cena? ¿Qué demonios le pasaba? ¿Por qué estaba tan delgada y parecía tan cansada? ¿Bonheur sería demasiado para ella? ¿Querría pedirle consejo?

Por fin, llegaron al restaurante. Él aparcó al lado de una plaza vacía, pero ella estacionó más abajo. Maldición. Si Alyssa quería mantener las distancias entre ellos, ¿por qué estaba allí?

Ella se mantuvo en silencio hasta que estuvieron sentados en una mesa tranquila en la esquina. No había mucha gente. Era tarde para almorzar, pero temprano para cenar.

—¿Qué tal van las cosas por el Bonheur? —preguntó él, esperando que ella bajara el menú y le hablara.

—Muy bien. El primer mes ha funcionado muy bien. Y éste parece que las cosas irán todavía mejor. Gracias por tu ayuda.

Luc sonrió, aunque el misterio que envolvía su visita le intranquilizaba cada vez más.

—Es labor tuya. Yo sólo estuve allí la semana de la apertura.

—Has hecho más que eso. Te vi en Ellen la semana pasada.

Él dio un respingo.

—Cosas de la tele.

—Hiciste publicidad de mi restaurante.

—La cadena ha arreglado un montón de entrevistas, quieren que sea muy popular cuando emitan el primer programa en enero.

Se acercó el camarero y tomó nota de la bebida. Luc pidió un cabernet sauvingnon. Ella agua y se negó a beber alcohol. Él frunció el ceño y le pidió al camarero que regresara un poco más tarde para apuntar la comida.

—Será mejor que pidamos ya.

¿Ahora mismo? ¿Alyssa tenía hambre? ¿O se trataba de que no quería estar con él más tiempo del estrictamente necesario?

«¿Tú qué crees, después de haberla tratado como si fuera una prostituta?».

Luc se mostró de acuerdo con cierta reticencia y le indicaron al camarero lo que querían cenar.

El hombre los dejó por fin a solas.

Luc miró a Alyssa, deseando tener algo que decir. Quería tocarla, pero sólo si era lo que ella deseaba. Le debía por lo menos eso. Ella se mantuvo en silencio durante un buen rato, removiéndose en la silla con nerviosismo.

—¿Se trata de Peter? —la apremió con suavidad—. Jack me dijo que no llegó a violarte. Sé que está en libertad condicional en espera de juicio, pero hay pruebas de asalto, acoso y violación frustrada.

Ella asintió con la cabeza.

—Peter insiste en que él no escribió las notas. No creo que lleguemos a saber nunca la verdad. Pero no es por eso por lo que estoy aquí.

Él se inclinó hacia ella y pudo observar de cerca lo pálida y temblorosa que estaba, preocupándose todavía más.

—¿Qué te ocurre? Puedes decirme lo que sea.

—Seguro que jamás has tenido un regalo de cumpleaños así… —Cerró los párpados. Frunció la cara y apretó los labios como buscando fuerzas. Entonces lo miró fijamente a los ojos con una pena profunda—. Estoy embarazada.

Luc se echó hacia atrás impulsivamente. Parpadeó y se la quedó mirando.

—¿Embarazada?

¿Por qué se lo decía? ¿Estaba intentando decirle que el bebé era suyo?

—¿Estás segura?

Ella asintió lentamente con la cabeza.

—Hace semanas que no tengo la regla y pensé que era debido al estrés. Pero según pasó el tiempo, comencé a notar cambios extraños en mi cuerpo.

—¿Cuáles? —le preguntó. Quizá estuviera equivocada.

Incluso aunque no lo estuviera, aquel niño no era suyo.

Había pasado el sarampión en la adolescencia, lo que había provocado en él indeseados efectos secundarios. Los médicos le habían dicho que poseía tan pocos espermatozoides, que la probabilidad de dejar embarazada a una mujer era prácticamente nula. Entonces tenía diecisiete años y la noticia le provocó una reacción agridulce. Por un lado una profunda tristeza al saber que no tendría hijos y por otro, una exultante alegría al darse cuenta de que su novia y él no tendrían que tomar medidas contraceptivas.

Pero después de algunos años, el tema le comenzó a preocupar. Regresó al médico con veintisiete años y se sometió a nuevas pruebas. A pesar de haber mantenido relaciones a tres bandas con Deke y otras mujeres, comenzó a desear tener mujer y familia propias. El médico aplastó aquella posibilidad con rapidez. Luc incluso llegó a tomar unas pastillas de citrato de clomifeno durante unos meses para intentar mejorar su recuento espermático. Los análisis revelaron que sí, tenía más posibilidades que antes de tener hijos, pero éstas seguían siendo muy inferiores a las de cualquier otro hombre.

No volvió a someterse a más análisis. ¿Para qué molestarse en repetir algo tan humillante y devastador?

Pero Alyssa pensaba que ese niño era suyo, o quería que él lo creyera. Tamborileó los dedos contra la mesa mientras le embargaba una oleada de celos. Al no conocer el secreto de Luc, lo más probable es que ella pensara que existían la mitad de posibilidades de que ese niño fuera suyo. Pero el honor correspondía a Tyler. ¿Por qué había viajado hasta Texas para decírselo en vez de comunicárselo al guardaespaldas? ¿Porque a él le habían entrevistado en Ellen? ¿Porque había firmado un ventajoso contrato con la televisión por cable? No parecían razones dignas de la terca y valerosa Alyssa, pero no se le ocurrían otras.

¡Maldición! Había mentiras que dolían tanto, que las entrañas casi explotaban de dolor. Cuando le rechazó seis semanas atrás, le había dolido mucho, pero esto era todavía peor.

—Se me pusieron muy sensibles los pechos —continuó ella, tras un largo silencio—. Era como si tuviera gripe… pero al poco tiempo, comenzó a darme asco la comida muy condimentada Me sentía muy cansada. Fui ayer al médico. Estoy embarazada.

«No gracias a mí…». ¿Por qué era tan amarga aquella cerveza? Tamborileó los dedos en el tapete otra vez. ¿Qué coño quería ella que le dijera? ¿Qué la felicitara?

—Salgo de cuentas el siete de junio.

Luc tenía que otorgarle cierto crédito. Las matemáticas estaban a su favor. Sin embargo, resultaba evidente que también se habla acostado con Tyler durante esa semana.

—¿Estás aquí porque… es mío?

Ella puso los ojos en blanco.

—Me da igual que me creas o no, eres el único hombre con el que he mantenido relaciones sexuales en los últimos tres años. Así que sí, es tuyo.

Luc contuvo el deseo de reírse histéricamente. Era eso o tragarse la amarga realidad de que otro hombre había dejado embarazada a la mujer que amaba y que ella estaba mintiéndole descaradamente. Se le aceleró la sangre en las venas y movió los dedos más deprisa sobre la mesa.

Luc abrió la boca para decirle que era imposible que el niño fuera suyo. Pero la cerró de golpe.

«Ese niño necesita un padre».

Tragó saliva. Los pensamientos se sucedían uno tras otro en su mente. Y si… ¿no le contaba nada? Debía haber alguna razón para que ella le eligiera a él. Y, ¿acaso importaba?

Una vez había deseado casarse con Kimber, a pesar de no estar enamorado de ella, para ser el padre de su hijo cuando ella pensó que estaba embarazada. Cuando se despidió de Emily media hora antes, pensó que le estaba diciendo adiós a la paternidad. Y ahora, Alyssa le regalaba una nueva oportunidad. Y encima con un plus añadido. A diferencia de Emily o Kimber, sentía algo muy profundo por ella. Algo que jamás había sentido por otra mujer, a pesar de que le estuviera mintiendo.

De repente, supo exactamente lo que quería hacer. Y sabía que, después de la manera en que se despidieron en Lafayette, tenía que jugar muy bien sus cartas.

—Di algo —dijo ella.

Luc vaciló, meditando cuidadosamente la estrategia a seguir.

—¿Se lo has dicho a alguien?

Ella frunció el ceño y se levantó con rapidez, dispuesta a marcharse.

—Si lo que te preocupa es que voy a ensuciar tu imagen o que voy a hacer que eches a perder la relación con tu novia, olvídate. No quiero nada de ti. Lo que he hecho es lo que haría cualquier persona decente: informarte. Deber cumplido.

«Interesante táctica de su parte. ¿Psicología inversa?».

Luc se pasó a su lado de la mesa, impidiéndole salir.

—No quería decir nada de eso. Sólo quiero saber si se lo has dicho a alguien en Lafayette.

Alyssa se puso a la defensiva.

—¿A quién? ¿A Tyler? ¿Por qué iba a hacerlo? No existe ninguna posibilidad de que este niño sea suyo, y si se lo digo se le ocurrirá algo absurdo, como por ejemplo pedirme que me case con él.

A Luc se le cayó el alma a los pies. ¿Alyssa casándose con Tyler? ¿Aquel gorila jugando a ser el padre de ese niño? Sería sobre su cadáver.

—Ahora que ya sabes lo de mi embarazo… —Le empujó en el pecho.

Él se negó a moverse. Por fin, cuando se dio cuenta de que él no iba a dejarle pasar, Alyssa se volvió a sentar y le dirigió una mirada encolerizada.

—Ahora que lo sé, vamos a discutir nuestras opciones —le dijo él, sentándose a su lado. Luc intentó mantener la calma, pero el corazón le latía a toda velocidad.

—¿De qué opciones me hablas? —le dijo casi a gritos—. He venido a informarte en persona en vez de optar por el camino fácil y llamarte por teléfono. Pero voy a tener el bebé. No me persuadirás de ninguna manera para que ponga fin a…

—¡Eso es lo último que quiero! —El mero pensamiento ya le horrorizaba.

—Ah. —Parecía sorprendida—. Mira, no te pido nada. Sería genial para el niño que te involucraras en su vida, pero si no… —Encogió los hombros—. Hay muchas madres que crían solas a sus hijos.

Alyssa era independiente y lo suficientemente decidida como para ocuparse ella sola de todo. Luc admiraba su tenacidad, pero al mismo tiempo quería sacudirla.

Eligió las palabras con mucho cuidado.

—Así que ¿no te casarías con Tyler si te lo pidiera?

—Pues no lo he considerado. Y lo cierto es que no me lo ha pedido; sólo he supuesto que podría hacerlo.

Una suposición, según pensó Luc, bastante acertada. Tyler la amaba y aprovecharía cualquier cosa que la hiciera suya. Además, el hombre podría afirmar que el niño era suyo. Y estaría en lo cierto. Pero Luc no pensaba darle la oportunidad. Quería a ese bebé. Y, a pesar de todas sus mentiras, también quería a Alyssa. La quería demasiado, el deseo que sentía por ella iba más allá del control. Así que él estaba perversamente contento con el giro de los acontecimientos.

Esta vez, él era lo mejor para ella. Jamás dejaría que otro hombre la tocara. Jamás le permitiría que deseara que ocurriera.

—¿Es por algo contra Tyler o contra el matrimonio en general?

Alyssa frunció el ceño.

—Tyler ha sido mi mayor apoyo a lo largo de estas últimas semanas. No sé demasiadas cosas sobre lo que hacía antes de empezar a trabajar conmigo, pero me da igual. Es sólido. ¿Casarme con él…?, no creo que funcionara. He visto tipos que son los padres más devotos del mundo y que se pasan por el club una vez a la semana buscando algo más.

—No todos los hombres son así —protestó Luc.

Alyssa arqueó una ceja dorada.

—La mayoría, sí.

—Sólo algunos —la corrigió—. Y eso también lo hacen algunas mujeres. —¿Cómo se tomaría ella esa declaración? ¿Se sentiría culpable?

Alyssa encogió los hombros.

—Ellas no frecuentan el club por las noches.

Aquellas preguntas no habían obtenido los resultados que buscaba. Tenía que cambiar de táctica.

—Dejemos eso, ¿te casarías por el bebé?

—¿Con Tyler? —Ella vaciló un buen rato y luego suspiró—. Quizá.

Luc sopesó la información sin dejar de tamborilear los dedos. Aunque no parecía muy entusiasmada con la idea, no había dicho que no. Tenía que impedirlo.

—No era mi intención arruinarte el cumpleaños. Yo sólo pensé… que deberías saberlo. —Se levantó de nuevo de la silla—. Te llamaré cuando nazca el bebé.

—¡Espera un momento! —Luc maldijo para sus adentros, ella lo hacía tensarse como la cuerda de un violín. Seguía sin saber qué era lo que quería Alyssa, pero tenía que arriesgarse a decir y hacer lo que fuera necesario para que tanto ella como el bebé formaran parte de su vida—. No te vayas, me alegro de que estés embarazada.

—¿De veras? —Ella frunció el ceño sin parecer demasiado convencida—. ¿Te alegra de verdad?

—Estoy muy feliz. Es el mejor regalo de cumpleaños que haya recibido nunca. —Apretó los puños para no tocarla—. Pero no quiero que me llames cuando nazca el bebé. Me gustaría involucrarme más en la vida de este niño. Quiero estar presente cuando dé el primer paso, cuando le salga el primer diente, cuando diga la primera palabra, cuando tenga su primera cita… También quiero estar presente durante el embarazo.

Ella lo miró sorprendida.

—¿Qué… qué quieres decir? ¿Quieres acompañarme al médico en las revisiones?

—Sí. Quiero estar a tu lado durante toda la experiencia. Estoy preparado para ser padre. Seré un buen padre. —«Ésta es la declaración más comedida del siglo»—. No te decepcionaré.

Luc vaciló antes de decir más. ¿Sería convincente su entusiasmo? ¿La atraería o la repelería? Tenía que sopesar los riesgos. Alyssa tenía miedo y él tenía que tomar precauciones.

—Bueno… —Ella asintió con la cabeza; parecía algo horrorizada—. Gracias. Sería útil…

Luc pensaba ser mucho más que útil.

—¿Sabes?, casarse tiene ciertas ventajas —señaló él—. Ventajas financieras, por supuesto. Pero además, los niños dan mucho trabajo. Que alguien te ayude aligeraría mucho la labor, en especial cuando se pusiera enfermo o te diera mala noche, o necesitaras trabajar hasta tarde. Y ¿qué me dices de la seguridad? Es algo que te ha preocupado últimamente. Un marido os protegería a ti y al niño. Y todo te resultaría más fácil. Y el bebé tendría la estabilidad que proporcionan una familia, dos padres y un apellido. El amor de un padre y de una madre.

Alyssa se quedó paralizada.

—¿Quieres que me case con Tyler?

¡Maldita sea! Había llegado el momento de detener aquel juego verbal y poner las cartas boca arriba.

Luc se puso en pie, se inclinó sobre ella y, arriesgándolo todo, le encerró la cara entre las manos. Clavó los ojos en ella y le sostuvo la mirada, sintiendo hasta en los dedos de los pies el agudo zumbido que provocaban en él aquellas pupilas azules.

Cuando la vio en el centro comercial, jamás hubiera imaginado que Alyssa iba a mentirle de esa manera. Pero aun así, la quería.

—No. Quiero que te cases conmigo.

* * *

—… Y eso es todo.

Eran las cuatro de la madrugada y estaba en el interior de «Las sirenas sexys». El club ya había cerrado y Alyssa miraba nerviosa a Sadie y a Tyler.

—¿Así que te dejó preñada y salió corriendo? —gritó Tyler. La tensión de su cuerpo no dejaba lugar a dudas. Quería golpear algo… preferentemente la cara de Luc—. ¿Dónde se ha metido? Quiero verlo ahora mismo.

Alyssa suspiró.

—No salió corriendo. Y dice que quiere casarse conmigo. Aunque no entiendo la razón, supongo que por el bebé.

Tyler soltó un bufido.

—Eres guapísima. Inteligente. Tienes clase… Y vas a tener a su hijo. ¿Por qué razón no querría casarse contigo?

—También cree que soy una prostituta y creo que piensa que el niño es tuyo.

—Ojalá —masculló Tyler por lo bajo.

Pero ella le oyó. ¿Podría sentirse peor?

—Su propuesta me sorprendió.

—¿Piensas aceptar a pesar de que le diste una buena patada en el culo la última vez que estuvo aquí? ¿Después de la despreciable manera en que te trató?

Alyssa se mordisqueó los labios. Lo había pensado mucho. Ser la esposa de Luc, que su hijo tuviera su nombre en la partida de nacimiento sería beneficioso. Le daría estabilidad, dinero —aunque no lo necesitara— y, si le daban a elegir, prefería que el niño creciera disfrutando de la compañía de su padre.

Sin embargo, Tyler tenía razón. Toda la volatilidad y los jueguecitos mentales que Luc y ella habían sostenido la última vez que habían estado juntos, no podían volver a repetirse. Si aceptaba su propuesta, tenía que dejárselo muy claro.

Pero aunque se llamara tonta de todas las maneras que conocía, amaba a Luc y no le rechazaría.

—Me las arreglaré.

—¿Cómo? —gruñó Tyler—. Prácticamente te rompió el corazón la última vez.

—He dicho que me las arreglaré.

Ni siquiera quería pensar en la posibilidad de perder a Luc por culpa de aquella novia suya tan perfecta… se estremeció. Era algo que le daba miedo. Pánico. Y una aguda y dolorosa tristeza.

—Estás loca —gritó Tyler—. Acuérdate de cómo te trató a ti, ¿qué clase de padre crees que sería?

—Creo que sería un buen padre —respondió Alyssa, sintiendo una opresión en el pecho—. En cuando se sobrepuso a la sorpresa de saber que estaba embarazada, pareció entusiasmado con la idea de tener un bebé. Afirmó que quería verse muy involucrado.

—Quizá con eso sería suficiente —sostuvo Tyler—. No es necesario que os caséis.

—Es posible —intervino Sadie—. Pero yo aprendí de la manera más dura que hubiera sido mejor estar casada cuando los tribunales le concedieron a Kenneth la custodia de nuestro hijo Ben por culpa de mi pasado.

—No puedes casarte con Luc sólo porque te dé miedo lo que él pueda hacer. Maldita sea, yo me casaré contigo. Estoy deseándolo.

Alyssa cerró los ojos. Había sospechado que Tyler pronto diría esas palabras y ella debería alegrarse. Ante los tribunales, en un hipotético caso de reclamación de custodia, estar casada con Tyler obraría a su favor.

Pero no podía hacerlo. Aunque la propuesta de Luc hubiera sido práctica, le había alegrado el corazón llenándoselo de una innegable esperanza. La de Tyler sólo la había llenado de pesar.

Era cierto que podía esperar y ver cómo se comportaba Luc con el bebé. Si era muy posesivo, siempre podía aceptar la oferta de Tyler. Pero si era honesta consigo misma, había echado muchísimo de menos a Luc durante las últimas semanas. Era como si alguien le hubiera arrancado una parte de su vida. La parte más temeraria de su corazón todavía albergaba aquel sueño de vivir en una casita con una valla banca, el sueño que le fue arrebatado cuando tenía quince años y su vida se fue al garete. Y aquellos sueños los quería hacer realidad junto al hombre que amaba. Lo único que podría mejorar aquella situación sería que él también estuviera enamorado de ella.

Y si comenzaban a vivir juntos, en vez de compartir sólo una semana, quizá algún día… Y si no, tendrían que criar a ese niño y ésa sería su principal preocupación.

—Lo aprecio mucho, Tyler. Pero no quiero que sacrifiques tu vida por mí.

—No sería un sacrificio —le dijo con solemnidad—, sino un honor.

—Deberías encontrar a una mujer que te ame y tener hijos con ella —dijo en voz baja pero firme. Tyler tenía que asumir que con ella jamás llegaría a nada, en especial ahora.

Había tomado una decisión. Se dio la vuelta.

—¿Adónde vas? —le preguntó Sadie.

Alyssa observó que Tyler apretaba los dientes pero que, juiciosamente, no la miraba. Le había hecho daño y se sintió culpable. ¿Por qué no podía amarle? Siempre la apoyaba, siempre se preocupaba por ella, era divertido e interesante. Pero era su amigo, no su amante. Puede que Luc fuera sofisticado y complicado… y muchas más cosas terminadas en «ado» en las que ahora no podía pensar. No parecían tener nada en común.

Pero… era Luc quién la atraía. Alyssa se sentía especial con él. Por él. Puede que discutieran mucho, pero cuando la tomaba entre sus brazos o le mostraba su lado más tierno, algo en su interior le decía que aquello era lo correcto.

Acarició el brazo de Tyler en una disculpa silenciosa.

—Voy a llamar a Luc.

—¿A estas horas de la noche? —Sadie la miró como si estuviera loca.

Alyssa encogió los hombros, intentando aplastar aquella ridícula sensación de vértigo. Puede que terminara por lamentar la decisión que acababa de tomar, pero ahora estaba segura de lo que iba a hacer. No sólo era por el bebé; aquella era la última oportunidad que tenía de vivir su cuento de hadas y pensaba intentarlo con todas sus fuerzas.

—Me dijo que le llamara en cualquier momento. Creo que si vamos a casarnos, debería decírselo ya.