Capítulo 10

Luc clavó la mirada en la puerta cerrada del dormitorio. El portazo todavía resonaba en su cabeza.

La cólera de Alyssa había sido tangible y predecible.

Se pasó una mano por la cara y sintió que el cansancio se le filtraba hasta los huesos. Y aún así… a pesar de cuanto la deseaba, la necesitaba y la anhelaba, debía pensar en lo que quería del futuro y alejarse de ella.

Ver a Tyler besando a Alyssa había sido como un puñetazo en las entrañas. La bestia de los celos había gritado en el fondo de su pecho, pugnando por salir, exigiendo el cuerpo y la sumisión de Alyssa. Y cualquier otra cosa que ella quisiera darle. Ni siquiera podía poner nombre a todo lo que necesitaba de ella. Pero desde luego, no era distancia.

Sí, Alyssa había permitido que Tyler la besara, pero Luc sabía que de ellos dos, era él quien la había cagado. Después de lo sucedido esta noche, de perder el control de esa manera, se merecía todo lo que le había dicho y mucho más.

Pero ahora que Alyssa se había ido, él tenía que enfrentarse a la pregunta que le rondaba en la cabeza: ¿Por qué se ponía tan celoso cada vez que pensaba que tenía otro amante? Era evidente que no tenía futuro con ella. ¿Por qué no disfrutar del sexo y nada más?

«Porque te sientes muy atraído por ella. Sabes que no es sólo sexo y eso te asusta terriblemente».

Se tambaleó junto a la cama y luego se dejó caer en ella. ¿Sería posible? ¿Podría sentirse tan atraído por ella en tan sólo unos días?

Lo mismo discutían que follaban, y hacían ambas cosas con el mismo ardor. Pero Alyssa era así: determinada y valiente. Digna de imitar por las demás mujeres. Inteligente. Pragmática. Y no le tenía miedo a nada… Pero también aquel lado vulnerable que le había dejado vislumbrar sólo en un par de ocasiones. Alyssa le ocultaba una parte de sí misma que él se moría por conocer. Todo lo referente a ella le fascinaba. A pesar de dedicarse a ese negocio, Alyssa era… auténtica. Más auténtica, de hecho, que cualquier mujer que hubiera conocido antes.

Pero no encajaba en el futuro que él tenía planeado.

Además, ella no era suya y nunca lo sería. Tenía que dejar de actuar como un asno aunque acabara destrozado en el intento. Le había exigido que se mantuviera alejado de ella hasta que se fuera de Lafayette. Y, aunque no sabía cómo, lo conseguiría. Era lo mejor y se lo debía. Tenía que aprender a olvidarla. O a vivir con la herida abierta.

Un momento después alguien golpeó la puerta. Luc se incorporó y atravesó la estancia para abrir. Era Tyler.

No sabía qué pensar de ese hombre. Por un lado, trataba a Alyssa con la familiaridad de un amante; como si fuera más que un amigo con derecho a roce, pero ¿era cierto realmente? Alyssa había jurado que no se acostaba con él, y Luc se inclinaba a creerla, quería creerla.

—¿Dónde está Alyssa? —Tyler tomó nota de la cama arrugada, de la apariencia desarreglada de Luc y de las destrozadas prendas de vestir de Alyssa esparcidas por el suelo. Entonces apretó los dientes—. Maldita sea. ¿Le has hecho daño? ¿Dónde demonios está?

¿Cómo responder a eso?

—No le he hecho daño físicamente.

—Pero le has roto el corazón, maldito bastardo santurrón.

Tyler se acercó con el puño cerrado. Luc lo vio venir, pero no se apartó. El puñetazo fue fuerte y le acertó de pleno en la barbilla, el dolor le atravesó ruidosamente la cabeza.

Se frotó la mandíbula lastimada y le lanzó a Tyler una mirada furiosa.

—Si te sirve de consuelo, aún no había cerrado la puerta y yo ya me sentía como si me hubiera pasado un trailer por encima. Me puso en mi lugar y me hizo sentir una mierda.

—Bien. Alyssa puede parecer muy fuerte, pero en el fondo es muy frágil. No le muestra sus emociones a nadie, pero desde que tú apareciste por aquí, son más que evidentes en su rostro. Y parece muy abatida.

Luc agachó la cabeza. La había tratado como a una vulgar mujerzuela, había hecho el amor con ella para poder quitársela de la cabeza y luego la había acusado de acostarse con otro. Era cierto que se había sorprendido por su inteligencia —jamás se le hubiera ocurrido que una bailarina de striptease pudiera tener dos carreras universitarias—, sin embargo, si fuera cualquier otra mujer se habría limitado a admirarla y no se hubiera comportado de esa manera. Quizá no había forzado su cuerpo, pero había menospreciado sus sentimientos, ya que nunca había tenido intención de quedarse.

Luc merecía el puñetazo y mucho más.

—No ocurrirá de nuevo.

—Puedes jurarlo —gruñó Tyler—. Amo a esa mujer y tú la tratas como si fuera basura. ¿Sabes lo difícil que me ha resultado apartarme y no hacer nada?

Luc estaba seguro de que le habría resultado tremendamente duro. A él no le había gustado ver cómo Tyler la besaba, pero si se hubiera visto forzado a hacerse a un lado y quedarse mirando cómo otro hombre la seducía y la trataba mal, se habría vuelto loco y habría destrozado al adversario. De repente, admiró el control de Tyler.

—Sólo puedo decir que lo siento. Me limitaré a cocinar en el restaurante y me mantendré alejado hasta que me vaya el jueves.

—Será lo mejor. Pero ahora tenemos que encontrar a Alyssa. Sadie la vio salir hace unos minutos con los ojos llenos de lágrimas.

Luc cerró los ojos. Creía que no podía sentirse peor, pero se había equivocado. Constatar una vez más que le había hecho daño fue como pasarse una cuchilla afilada por el corazón.

Tyler se interrumpió, sin terminar su acalorada arenga.

—Y después de que la encontremos, gilipollas, se abrirá la veda. Como le causes más dolor, voy a disfrutar mucho destrozándote con mis propias manos.

Por lo general, a Luc le hacían gracia las amenazas. Pero… asintió con la cabeza.

—Cuando salió, ¿te dijo adónde iba?

—No. —Le había dicho otras cosas.

Tyler vaciló, apretando los dientes y los puños.

—Peter estaba en el local hace quince minutos. No salió y tampoco está en el baño. Tiene que estar en algún sitio. Espero que no haya ido detrás de Alyssa.

El miedo sacó a Luc de su estupor. Corrió hacia la puerta.

—Tenemos que encontrarla.

Asintiendo bruscamente con la cabeza, Tyler salió corriendo de la habitación y bajó la escalera con Luc pisándole los talones.

—¿Sadie no vio adónde se dirigía?

El guardaespaldas negó con la cabeza.

—Está buscándola por algunas de las zonas privadas. Quiere asegurarse de que está bien. Nosotros miraremos en el despacho.

Luc se percató de que lo más seguro era que ella hubiera ido allí. Si estaba tan trastornada, buscaría la privacidad de la estancia insonorizada para poder llorar a solas. Y una puerta con cerrojo.

Luc tuvo un mal presentimiento.

—¡Corre! —le gritó a Tyler.

Unos segundos después, estaban delante de la puerta del despacho. Estaba cerrada a cal y canto. Luc tenía el corazón en un puño. Tanto Tyler como él golpearon la puerta y gritaron su nombre.

Nadie respondió.

* * *

—¿Qué estás haciendo aquí? —le exigió Alyssa, levantándose.

Incluso con aquellas botas rojas de tacón de aguja, no podía igualar la altura de Peter, pero no pensaba dejar que él aprovechara la ventaja psicológica que le ofrecía su tamaño. El universitario era un hombre grande, de más de uno ochenta y cinco y noventa kilos. Y estaba borracho y excitado.

Y ella se había dejado el bolso con el spray de pimienta arriba, en el dormitorio.

«Tranquila. Intenta razonar con él».

Peter se rió y comenzó a desabrocharse la camisa. La miró con una lasciva violencia que le puso la piel de gallina.

—Voy a obtener una parte de ese culo que meneas continuamente delante de mis narices. Permites que el gorila te toque y sé que ese cocinero de pacotilla ha sido tu sombra esta semana. Ahora me toca a mí.

Alyssa agrandó los ojos.

—¿Qué sabes tú de Luc?

¿Habría sido él quién escribió las notas?

Peter se burló.

—Lo que cualquiera que tenga ojos. Es obvio por la manera en la que os miráis. Además, estuve en el piso de arriba, justo delante de la puerta, hace veinte minutos, cuando te estaba follando. Cariño… —Sonrió y se desabrochó los vaqueros—. Yo lo haré mejor.

El miedo y la repugnancia le revolvieron el estómago, pero tenía que permanecer calmada. Conseguir que se largara de allí. No sería una víctima pasiva.

—No voy a acostarme contigo. No me acuesto con los clientes, en especial con mocosos universitarios que se piensan que pueden tener todo lo que quieren. Así que abre la puerta y lárgate.

Él se acercó, la agarró del brazo y se lo retorció en la espalda.

—Soy lo suficiente hombre para hacerte gritar de placer. No recibo órdenes de ninguna mujer, en especial de una zorra como tú. Así que cierra la jodida boca y abre las piernas. Haz algo útil.

A Alyssa se le puso un nudo en la garganta y la adrenalina corrió por sus venas. Se retorció para liberarse, pero Peter le apretó la muñeca con fuerza y le subió el brazo por la espalda. Ella se puso de puntillas. Como se lo subiera un poco más, le dislocaría el hombro, o se lo rompería.

«¡Maldita sea!».

—Maravillosas botas —comentó él—. No sabes lo cachondo que me pondrán mientras te follo. ¿Qué llevas debajo de la falda?

Usando una mano para inmovilizarla, Peter la empujó hacia delante, aplastándole la cara contra el escritorio. Un profundo dolor le atravesó la mejilla cuando se la golpeó contra la superficie de la mesa. Sintió otro pinchazo en la cintura, justo debajo de la caja torácica, al clavarse la esquina del tablero. Se quedó sin aliento.

Mientras ella intentaba soportar el dolor, Peter aprovechó para levantarle la falda, dejando el tanga a la vista, que rozó con la mano. Ella se estremeció.

—Maravilloso. Vaya culo más impresionante. La espera ha merecido la pena.

Le arrancó el tanga y el aire frío erizó la piel recién expuesta. Alyssa se estremeció.

Aquello no estaba ocurriendo. No podía ocurrir.

«Santo Dios. Oh, Dios mío».

Tenía que detenerlo. No sería la víctima de Peter. Tenía que clavarle el codo en el estómago, darle una patada… lo que fuera. Él la mantenía inmóvil con la amenaza latente de romperle el brazo y, de momento, la tenía sometida; pero a Alyssa no le importaba que se lo rompiera si así conseguía liberarse.

Peter se inclinó sobre ella, tirándole del pelo y apretándole la mejilla ya lastimada contra el escritorio. Por fin, le soltó el brazo, pero lo mantuvo en el mismo lugar con la presión de su cuerpo. Aún así, era la oportunidad que Alyssa estaba esperando y tenía que utilizarla.

Peter le puso una mano en el final de la espalda y le pasó un dedo por la hendidura entre las nalgas.

—¿Alguna vez te han follado por aquí? Sí, apuesto lo que quieras a que sí. A las putas como tú les gusta este tipo de guarradas. Sí, también te follaré por aquí.

Alyssa le escuchó chuparse un dedo. Acto seguido, se lo apretó contra el ano. Sintió la humedad y se estremeció, intentando bloquear la realidad, pero el agudo dolor no se lo permitió. Aquello se estaba poniendo demasiado feo.

—Oh, sí. ¡Menudo polvo! Casi no puedo esperar. —Apartó el dedo—. Pero antes tengo que verte las tetas.

Alyssa esperó a que Peter se apartara y le diera la oportunidad de liberar su brazo o de poder hacer otro movimiento. Él cerró el puño sobre la fina tela de algodón del top y desgarró la prenda. Para su completo horror, le arrancó también del sujetador. Entonces, sus pezones desnudos rozaron contra el frío escritorio y ella siseó.

Peter apresó de nuevo la muñeca de Alyssa entre sus cuerpos y ella notó que se la rodeaba con el sujetador. Entonces, buscó la otra. Maldita sea, iba a atarla con su propia ropa. Pues no… ¡de eso nada!

Sin importarle si le rompía el brazo o se lo dislocaba, se giró. A él le sorprendió el movimiento y le soltó la mano. No podía perder esa oportunidad. Gracias a Dios que tenía las uñas bien afiladas.

Alyssa alargó el brazo y acertó de pleno. Al primer intento encontró los testículos y se los apretó sin piedad.

Él gruñó e intentó liberarse, pero ella siguió apretando y se incorporó del escritorio, sin dejar de mirarle.

—¡Maldita puta! Me las pagarás.

Enfurecida, Alyssa estrujó más, haciendo que Peter se doblara sobre sí mismo.

—Tú me las pagarás a mí.

Le clavó el tacón en un pie. Aunque él llevaba puestas unas deportivas, Alyssa supo que había acertado de pleno cuando él aulló y comenzó a saltar sobre el otro pie. Entonces, sólo por diversión, le retorció los testículos.

Peter gritó como una niñita. Y ella sonrió.

De repente, él se incorporó y se abalanzó sobre ella, con el puño en alto, como un obús. Alyssa intentó esquivarle y le soltó para correr hacia la puerta. Pero Peter la atrapó por el pelo antes de que lograra llegar, haciéndola caer otra vez sobre la mesa. El ruido que produjo su cabeza al chocar contra el escritorio resonó en la estancia. El dolor la dejó sin aliento.

Pero aquello no fue suficiente para Peter. La alzó y la volvió a dejar caer, pero esta vez contra el suelo. Alyssa sintió un inmenso dolor en las sienes. Estaba mareada. En ese momento, él le agarró la mano, la dobló contra el antebrazo… y apretó. Ella escuchó un chasquido y el dolor fue tan intenso que le subió una corriente hasta el hombro. Alyssa gritó; él sonrió.

—Eso por apretarme las bolas, zorra. Ahora, quédate quieta que vas a recibir lo que merece una puta como tú.

Le cogió los brazos y se los subió por encima de la cabeza. Alyssa gimió de dolor.

Era un psicópata. Estaba completamente loco. Y supo que no podría librarse de él cuando la apretó con su peso contra el suelo, colocando las caderas entre sus muslos y la polla dura y desnuda entre ellos.

«Oh, Dios mío…».

Alyssa ya había padecido la pesadilla que estaba a punto de sufrir.

A pesar de saber que el despacho estaba insonorizado y que no serviría de nada, gritó con todas sus fuerzas.

Peter se cogió el miembro con una mano y lo apretó contra el fruncido agujero.

—Así. Me encanta que chilles. Gritarás mucho más antes de que acabe contigo.

Un momento después, Alyssa escuchó que alguien golpeaba la puerta y Peter se quedó quieto.

—¡Joder!

Negando con la cabeza, él se irguió y siguió intentando penetrarla. Justo entonces, la puerta se abrió de golpe.

Tyler y Luc cayeron sobre Peter. El guardaespaldas le cogió por el pelo y la cinturilla de los vaqueros y lo arrastró por la estancia. Luc corrió tras él, pateándole las costillas; a continuación comenzó a golpearle con los puños y siguió haciéndolo a pesar de los gritos de Peter. Tyler le ayudó agarrándole del pelo y apretándole la cara contra el suelo.

Ella se quedó quieta por un momento hasta que ellos se acercaron.

—Voy a llamar al 911.

Luc parecía preocupado. Y enfadado. Alyssa frunció el ceño. ¿Por qué? Ella no le importaba. No obstante, era una buena persona. No le gustaba ver sufrir a nadie.

Estaba asustada. Tenía frío. Y a pesar de que odiaba admitirlo, sabía que necesitaba ayuda. Necesitaba sentir el consuelo de alguien que se preocupara por ella.

—Tyler —gimió con la voz ronca.

—Aquí estoy, cariño.

Con mucho cuidado, Tyler la acunó contra su cuerpo. Ella se atragantó por el dolor cuando le movió la muñeca, pero luego se quedó quieta.

«Oh, calor…».

—Hay una ambulancia en camino —señaló Luc, sosteniendo el teléfono contra la oreja—. Y también viene la policía. Peter ha perdido el conocimiento.

—Dime qué te ha hecho —le exigió Tyler con suavidad.

—Me… —casi no podía articular palabra entre las lágrimas—. Intentó violarme.

—Ah, joder —Tyler le apretó un dedo contra los labios—. No pienses en eso. Ya se acabó.

—No soportaría que me volviera a ocurrir. —A Alyssa le temblaba la voz y se le revolvían las entrañas al recordar a Peter sobre ella, forzándola, intentando penetrarla a la fuerza—. Nunca más.

Tyler y Luc intercambiaron una mirada de sorpresa y horror mientras ella comenzaba a desmayarse. Antes de perder la conciencia, leyó la cara atormentada de Luc. Alyssa cerró los ojos, odiando que él conociera su mayor vergüenza.

* * *

Luc se paseó de arriba abajo por la sala de espera de urgencias. Ya habían pasado tres largas horas y no les habían dicho ni una palabra. No dejaba de recordar la imagen de Peter encima de Alyssa, cubriéndola con su cuerpo, con la promesa de la violencia escrita en el rostro. Por enésima vez, Luc se recriminó haberla tratado tan mal y haberla dejado salir sola del dormitorio. No importaba lo enfadada que hubiera estado con él, debería haberla seguido para asegurarse de que estaba a salvo. No necesitaba que Tyler se lo dijera con la mirada. Había sido culpa suya que Peter hubiera llegado hasta ella y…

Luc se hundió en la incómoda silla verde y enterró la cabeza entre las manos. Santo Dios, ¿qué había hecho? Por su mal proceder, ella había huido de él para caer, directamente, en manos de Peter.

Se oyó un estrépito en la puerta de urgencias, las puertas automáticas se abrieron y entraron tres figuras conocidas.

—Deke. —Luc se levantó y estrechó la mano de su primo antes de abrazarle—. ¿Qué haces aquí?

—Después de que me llamaras decidí venir. De todas maneras lo hubiera hecho mañana. He pensado que podrías necesitar un poco de apoyo. Jack ha insistido en acompañarme.

—Gracias por venir. —Luc le tendió la mano a Jack—. En especial a la una y media de la madrugada.

Jack se la estrechó.

—Alyssa es amiga mía.

Y, probablemente, también una antigua amante. Luc no pudo evitar pensarlo. Pero Jack estaba ahora felizmente casado. Y Alyssa… Luc sabía que no querría saber nada más de él.

Respiró hondo y miró al tercer hombre. El hermano mayor de Kimber, Hunter. Decir que el ex-militar jamás había soportado a Luc era ser muy comedido.

—¿Qué tal, Hunter? —dijo, tendiéndole la mano.

Hunter Edgington se quedó mirando con mordacidad la mano extendida de Luc hasta que éste la dejó caer.

—¿Qué? ¿Jodiéndole la vida a otra mujer?

Luc contuvo el aliento y cerró los ojos. Hunter tenía razón y no se podía decir que fuera de los que se callaba la verdad.

Deke dio a Hunter una palmada en la espalda.

—Venga, tío. No es el momento.

Hunter fue compasivo y cambió de tema.

—¿Alguien quiere un café?

—Yo, gracias —dijo Jack. Deke y Luc también aceptaron y Hunter se alejó para dejarles hablar.

—¿Aún no hay noticias de los médicos? —preguntó Jack.

Luc negó con la cabeza.

—Cuéntame qué ha pasado —le dijo Jack.

—El bastardo que ha estado amenazándola, dejando esas terribles notas, la pilló a solas en el despacho y la atacó. No sabemos si le dio tiempo a violarla.

—¡Qué hijo de perra! —exclamó Deke.

—Espero que lo metan en chirona —dijo Jack, con una sonrisa cruel—. Como el resto de los reclusos se enteren de lo que ha hecho, se lo harán pagar con creces.

Quizá aquello debería haber consolado a Luc un poco, pero no lo hizo. No pudo evitar hacer la pregunta que le había rondado en la cabeza durante horas.

—¿Cuánto tiempo hace que conoces a Alyssa? —le preguntó al socio de su primo, un hombre que proclamaba a los cuatro vientos sus inclinaciones hacia los juegos sexuales de dominación y sumisión.

Jack suspiró y meditó, haciendo memoria.

—Aproximadamente, unos diez años. Comenzó a trabajar en «Las sirenas sexys» cuando el club tenía otro nombre y era propiedad de una prostituta conocida como Marquessa. Deberías haber visto a Alyssa. Era capaz de iluminar la habitación con su presencia. Yo estaba todavía en el ejército y la conocí durante uno de los permisos. Estaba ayudando a un amigo mío a pillar a un camello que le vendía droga a su hermano pequeño en el instituto. Al parecer, le gustaba derrochar las ganancias con strippers. Cuando Alyssa se enteró de lo que hacía, buscó a mi amigo y le ofreció su ayuda. Entonces me di cuenta de que era buena gente.

Sí, eso sonaba a algo que ella haría: defender al débil y ayudar en lo que pudiera. La vida estaba lejos de ser perfecta, pero aun así ella encontraba la manera de socorrer a los demás. Era admirable. ¿Por qué no se había fijado en eso en vez de en la profesión de Alyssa y en quién más calentaba su cama?

Luc tragó saliva, deseando no tener que decir las siguientes palabras.

—Cuando arrancamos de encima de ella a ese hijo de puta, ella no hacía más que llorar diciendo «otra vez, no». ¿Sabes si la violaron en algún momento?

Jack dio un paso atrás.

—¿Si la violaron? No en los últimos diez años. Alyssa y yo somos buenos amigos. Habría recurrido a mí y, aunque no lo hubiera hecho, me habría enterado. Conozco a todos en el club. Alguien me lo habría contado.

Luc se quedó horrorizado.

—Hace diez años, Alyssa tenía… ¿cuántos? ¿Dieciocho? ¿Diecinueve años?

Jack hizo una mueca.

—Sí.

—Joder —masculló Deke.

Alguien había violado a Alyssa cuando era una adolescente.

Revivió repetidas veces la escena; cuando la encontraron con Peter, dolorida e indefensa. ¡Maldición!

Luc se sintió fatal. La había tratado como si ella no valiera nada y no era cierto. Durante todo ese tiempo, en lo único que él había pensado era en que ella no tenía cabida en su futuro y que no era lo suficientemente buena para ser la madre de sus «hijos», cuando lo cierto es que era él quién no le llegaba ni a la suela de los zapatos.

Tal vez Tyler fuera más adecuado para ella. Alyssa había vivido muy tranquila hasta que él apareció. Bien sabía Dios que él no se había molestado en mirar tras su fachada de mujer fatal hasta que fue demasiado tarde.

—¿Quién es familiar de Alyssa Devereaux? —dijo un médico de urgencia que aparentaba treinta años, con tono práctico.

—Nadie —respondió Tyler—. No tiene familia. La traje…

—La trajimos —le corrigió Luc atravesando la estancia para acercarse al médico.

Tyler le lanzó una mirada dura y asintió con la cabeza.

—La trajimos.

Sadie, Jack y Deke se apiñaron alrededor. El médico apenas miró dos veces la corta bata de seda de la stripper y el espeso maquillaje que le cubría la cara.

—La señorita Devereaux ha sufrido una conmoción leve y múltiples contusiones, tiene dos costillas fisuradas y una muñeca rota.

Con cada palabra que salía por la boca del médico, Luc quería machacar a Peter de nuevo. ¿Cómo se había atrevido aquel niño rico a pensar que podía hacerle daño a Alyssa?

Pero Luc se preguntó si él había sido tan diferente. No le había hecho daño físicamente, pero la había tratado como si, por tener esa profesión, no tuviera corazón ni sentimientos. La había pisoteado. Igual que Peter. Lo había jodido todo.

—Se desmayó en la ambulancia —continuó el médico—. Pero ya la hemos estabilizado. Su vida no corre peligro. Se recuperará por completo. Ahora está durmiendo. Queremos mantenerla bajo observación durante unos días. —Vaciló—. Se ha negado a que usemos un kit de violación.

—¿Qué? —Si con eso conseguían que encarcelaran a Peter, él quería que lo hicieran.

—No puede ser —intervino Tyler.

El médico le miró fijamente.

—Intenté hacerla entrar en razón. El área vaginal muestra considerables señales de penetración y, en el examen superficial, se encontraron huellas de semen.

«¡Oh, maldita sea!».

Luc se aclaró la voz.

—Podría ser mío.

—¿Mantuvo relaciones sexuales sin protección con la víctima?

Luc no miró a Tyler, pero supo que el guardaespaldas quería pegarle. Asintió con la cabeza a la pregunta del médico.

—A las diez de la mañana y otra vez alrededor de las once y media de la noche, poco antes del ataque.

—Eso complica las cosas. A menos que ella lo confirme, no puedo decir si ha sido violada o no. —El médico se pasó la mano por el oscuro cabello despeinado—. Si cambia de idea, supongo que la policía querrá que nos deje una muestra para poder descartar su ADN y averiguar si hay huellas del sospechoso.

Luc no vaciló.

—Cuenten conmigo para lo que sea necesario y acusar a ese bastardo.

—Bueno, tiene una buena lista de lesiones. Incluyendo la nariz rota. No le hará daño a nadie durante un tiempo.

Luc no se sentía demasiado victorioso. ¿La nariz rota? Eso no impediría que Peter volviera a perseguir a Alyssa. Sólo lo evitaría que estuviera tras las rejas un tiempo. Bueno, esperaba que el ataque, añadido a las notas que aquel bastardo había dejado, sirvieran para recluirle durante diez o veinte años.

—¿Puedo verla? —preguntó Luc.

El médico le brindó una mirada de disculpa.

—Le hemos suministrado un sedante y está dormida. Antes de eso dijo que no quería visitas.

Por supuesto. Prefería sufrir en silencio. Y ¿por qué iba a querer verle?

Dejando a un lado el dolor, miró a Tyler y a Sadie.

—¿Podéis ocuparos del club mientras se recupera? Se preocupará mucho menos si sabe que todo está en buenas manos.

—Por supuesto —dijo la morena.

Tyler asintió con la cabeza.

—Me ocuparé de todo.

—Yo me encargaré del Bonheur hasta el miércoles. Para entonces, ya le habrán dado el alta. —Miró a Jack—. ¿Puedes encargarte de que esté a salvo?

El cajún frunció el ceño.

—Parece como si fueras a irte.

—Me voy a ir.

—¡Ni hablar! Ahora te necesita.

Luc se rió con tristeza.

—No. Soy lo último que necesita. —Le echó un vistazo al hermano de Kimber que regresaba con una bandeja llena de vasos de café—. Pregúntale a él. Te lo confirmará.

Luc le dio una palmada a su primo en la espalda y se dio la vuelta. Observó que la enfermera de guardia abandonaba su puesto para ayudar a una parturienta. Traspasó la puerta sin que nadie le viera y recorrió el pasillo. Las habitaciones de urgencias estaban situadas en círculo alrededor del puesto de enfermeras. Allí había una lista con el nombre de los pacientes y el número de la habitación que ocupaban. Saber que la de Alyssa era la de la esquina resultó muy fácil. Se coló dentro.

Habían corrido la cortina. Podía ver su silueta, pero nada más. Ella no quería verle y él respetó sus deseos, así que no la abrió como ansiaba hacer. Maldición. Luc quería asegurarse de que estaba bien. Pero ella había dejado muy claro lo que quería. Ésa era su única oportunidad de despedirse de ella.

Tras la cortina se oía el pitido de los monitores y el siseo del suero. La percha de la que colgaba la botella estaba al lado de la pared, oculta solo a medias. Él tragó saliva, quería verla, cogerle la mano… algo, lo que fuera.

Pero ella no quería saber nada de él, y eso dolía.

Deseando que ella no estuviera dormida y le oyera, suspiró moviendo con el aliento la fea cortina azul.

—No sabes cómo siento todo lo que ha ocurrido. Cuando te tengo cerca no sé controlarme y tienes razón al no querer saber nada de mí. —Agarró la cortina obligándose a mantenerla en su sitio y no descorrerla, tumbarse junto a Alyssa y despertarse con ella entre sus brazos—. Lamento que mi comportamiento te hiciera caer en manos de Peter. Lo siento mucho. No lo sabes, pero estoy a punto de enamorarme de ti por completo. Es evidente que lo mejor para los dos es que me vaya.

Había llegado el momento. Sólo faltaba una palabra. Era todo lo que tenía que decir. «Adiós». Entonces podría irse, dejarla descansar y, finalmente, rehacer su vida.

Luc no logró pronunciarla y se limitó a apretar los puños para contener las lágrimas. Luego dio la vuelta y abandonó el hospital para siempre.