Capítulo 9

«Puta».

Las letras rojas y grandes resaltaban en el sombrío papel blanco que alguien había clavado en el asiento de piel del sillón de oficina.

«¡Mierda!».

Había más palabras escritas flotando ante sus ojos. Alyssa se estremeció y se apoyó en la mesa, intentando no mover nada, y leyó:

«Fornicas con el cocinero. Con un cuchillo como éste me aseguraré de que jamás vuelvas a tentar a un hombre».

Alyssa se estremeció. El acosador la seguía. Aquello era lo que más miedo le daba. Aquella persona estaba bien informada de su relación con Luc. Una mujer despechada no usaba esas técnicas de intimidación. Entonces, descartando la posibilidad de que fuera una mujer celosa, ¿quién le estaría haciendo eso? ¿Y por qué?

Un momento después, Luc entró corriendo en la oficina. La miró a la cara mientras la sujetaba por los hombros.

—¿Qué ha pasado?

Ella bajó la vista hasta el asiento en un gesto elocuente que él siguió con la mirada. Un segundo más tarde, la furiosa voz de Luc inundaba la estancia haciéndola estremecer. La violencia que flotaba en el aire llenaba el pequeño espacio sin ventanas. El acosador se había colado en la oficina esa noche para amenazarla. Por tercera vez en tres días. Luc parecía dispuesto a matar a alguien.

—Tenemos que descubrir quién es. Cada vez se muestra más sádico y descarado.

De acuerdo.

—Llamaré a Remy.

Luc la miró con el ceño fruncido.

—¿Realmente está haciendo algo para atrapar a este pervertido? ¿Ha hecho algún progreso en la investigación?

—Ni siquiera tiene los resultados de las pruebas que encontró en mi coche, así qué…

Después de soltar otra retahíla de maldiciones, Luc volvió la mirada hacia la puerta abierta.

—¿Y Tyler?

—Él tampoco tiene ninguna teoría al respecto.

—No. Me refiero a que si has pensado que podría ser él quien está detrás de todo esto.

«¿Qué?». Había contratado a Tyler para mantener alejados del club a todos los indeseables y protegerla mientras estuviera allí. El guardaespaldas siempre había ido más allá del deber y revoloteaba a su alrededor en cualquier momento, casi como si fuera un novio posesivo. Aquello había funcionado bien. Desde que Tyler trabajaba para ella, hacía poco menos de un par de meses, ya no ocurrían hechos desagradables en el despacho o el dormitorio del club, como encontrarse allí con un hombre desnudo o a un presunto violador.

—Tyler no haría esto.

—¿Quién más está celoso de nuestra relación?

Pero vamos a ver… ¿aquello era una relación o sólo se dedicaban a follar?

«Veamos, es un cocinero famoso a nivel nacional y, dejando a un lado la última noche, te considera básicamente una prostituta, ¿tú qué crees?».

—Podrían haberlo hecho muchas personas —señaló ella—. Incluido Primpton; ya has visto lo pirado que está. Incluso podría ser Peter. Me han dicho que anoche preguntó por mí en el club y que se cabreó mucho al enterarse de que no aparecería por allí. Al parecer exigió mi presencia de inmediato.

—¿Has visto a alguno de los dos aquí esta noche?

Ella negó con la cabeza.

—Pero no me he fijado en todos los asistentes. No conozco a todos los clientes, podría ser cualquiera que haya frecuentado el club y le haya dado por pensar que soy suya o algo por el estilo. No me ha ocurrido nunca, pero sé de chicas a las que sí les ha pasado.

—Creo que lo primero que deberíamos hacer sería descartar a los sospechosos más evidentes. —Luc tragó saliva y en su cara apareció una mirada aguda y determinada—. Te juro que como sea yo quien atrape al mamón que está haciéndote esto, la policía tendrá mucha suerte si queda algo para identificarlo.

Alyssa se lo quedó mirando fijamente. ¿Por qué estaba Luc tan preocupado? Vale, puede que no le gustara ver cómo amenazaban a ninguna mujer, pero…

—Esto no me gusta nada, pero lo cierto es que, hasta el momento, el acosador no ha hecho nada salvo amenazarme. Y, si Dios quiere, no hará nada más.

Luc frunció los labios y le dirigió una mirada sombría.

—Yo no apostaría por ello; va a por ti. Llama a Remy, tiene que saber que esto no se trata ya de una gamberrada.

Tyler se detuvo en ese momento en la puerta.

—Lo siento. Estaba en el baño. —Miró primero a Alyssa y luego a Luc—. ¿Qué demonios pasa?

¿Sería posible que Tyler estuviera haciendo eso porque se había negado a acostarse con él? ¿Estaría tan obsesionado con ella?

Alyssa descartó la sospecha casi al instante. Él siempre había intentando ayudarla y se había ocupado de su seguridad. Había tenido un montón de oportunidades para quedarse a solas con ella y no había hecho nada para lastimarla o ponerla en peligro.

«Pero ¿quién, salvo él, tiene la certeza de que te acuestas con Luc?».

—Ven, míralo tú mismo —le dijo ella finalmente, alejándose del sillón. Alyssa observó su expresión, estudiando si parecía sorprendido… o amenazador.

Él rodeó el escritorio; parecía algo incómodo y fuera de lugar, con la camisa medio abierta y la corbata color borgoña desanudada. Se había quitado la chaqueta del traje hacía ya un buen rato debido al calor.

Tyler miró el sillón con atención. Se puso rígido cuando vio la nota. Se acercó más para leerla y comenzó a maldecir sonoramente.

—Como atrape a ese hijo de perra lo voy a matar.

—Vaya, estupendo. Luc ha dicho lo mismo. Entonces iréis los dos a la cárcel y me tendré que ocupar yo sola del siguiente pervertido.

Luc y Tyler se miraron. Los dos parecían muy apurados al saber que habían coincidido en algo.

—Llama a Remy —le ordenó Tyler—. Quiero hablar con ese cajún perezoso.

—¿Siempre hace su trabajo con tanta desidia? —preguntó Luc.

Fue Alyssa quien respondió.

—No está acostumbrado a que yo le dé problemas. Se ocupa de otras cosas, como detener a vendedores de droga, ladrones y vándalos. Gente más a su alcance. No está acostumbrado a tener que realizar investigaciones.

—Voy a ocuparme de esto yo mismo —declaró Luc, sacando el móvil del bolsillo y dirigiéndose hacia la puerta del despacho.

—¿A quién estás llamando? —le preguntó Alyssa.

Él no respondió.

Mascullando por lo bajo sobre lo difíciles que eran los hombres, lo siguió.

—¿Adónde vas? —inquirió Tyler.

La respuesta pareció interesar a Luc, que se dio la vuelta y se la quedó mirando, bloqueando la puerta.

La sobrecarga de testosterona era tan potente que podía estallar en cualquier momento. Ojalá pudiera embotellarla. Todas las mujeres del mundo pagarían una millonada por sentirse tan ridículamente femeninas.

Ignorando ese pensamiento tan tonto, miró con atención detrás de Luc, al pasillo en penumbra, frustrada por la falta de visión.

—Tengo que despedirme de los últimos clientes, acompañarles a la puerta y darles las gracias por venir.

—Yo lo haré. —El ofrecimiento de Luc pareció más una orden—. Quédate aquí y llama a Remy.

—¡Son mis clientes!

—Se comieron lo que yo preparé. No voy a enredarme en jueguecitos semánticos cuando tu seguridad está en juego. —Entonces clavó los ojos en Tyler, lanzándole una mirada de advertencia—. Ocúpate de que se quede aquí y protégela. Te juro por Dios que, como le toques un solo pelo de la cabeza, te partiré el cráneo en dos y cocinaré tus sesos con coñac mientras todavía te late el corazón.

Tyler lanzó un gruñido.

—¿Alguien más se ha dado cuenta de que Alyssa vivía tranquila hasta que tú apareciste? Todo iba como la seda hasta que te entrometiste en su vida y lo jodiste todo.

—¿No estás demasiado celoso? ¿Acaso no soportas verme con ella? —le desafió Luc.

Oh, Santo Dios.

—¿Seréis capaces de conteneros diez minutos más? Cuando el restaurante esté cerrado y el aparcamiento vacío, podéis salir ahí fuera y solventar vuestras diferencias a puñetazos.

Luc la miró fijamente. Luego clavó los ojos en Tyler.

—Ahora vuelvo.

En cuanto se fue, la desaprobación de Tyler resonó en el tenso silencio.

—No lo comprendo. Si lo echaras, las amenazas desaparecerían.

—Puede que sí, puede que no.

Él negó con la cabeza.

—Seguro. Pero le dejas quedarse. En tu casa. ¡En tu cama! Puede que sólo haya trabajado para ti un par de meses, pero sé que no eres de las que se acuestan con cualquiera y tampoco vas entregando tu corazón. ¿Le… amas?

Ella parpadeó ante la pregunta. ¿Había hablado alguna vez Tyler de sentimientos? Casi nunca, al menos antes de que Luc llegara a Lafayette. ¿Estaría realmente celoso?

Alyssa vaciló. Pensó en mentir. Pero si fuera él quien quería hacerle daño, castigarla, ¿por qué no lo había hecho ya?

Finalmente, se obligó a sostenerle la mirada.

—Sí —susurró.

* * *

Luc esbozó su sonrisa más encantadora mientras acompañaba a la puerta a los últimos clientes del Bonheur. Meneó la cabeza, sonrió, firmó autógrafos y los fue empujando disimuladamente a la salida. Por fin, en sólo diez minutos, los echó y cerró con llave. Luego abrió el móvil que llevaba en la mano.

Marcó el número de su primo sin vacilar. Deke respondió al primer timbrazo.

—¿Qué te pasa?

—¿Cómo sabes qué me pasa algo?

Deke soltó un bufido.

—Jamás me llamarías tan tarde si todo fuera bien.

Punto para Deke. Ahora mismo nada iba bien.

Luc suspiró.

—La persona que amenazó a Alyssa en el club ha actuado de nuevo. Esta noche ha entrado en el Bonheur y la ha amenazado otra vez. La policía local pasa del asunto, no parecen capaces de llegar hasta el final. Necesito tu ayuda.

—Aunque pasado mañana tendré que ausentarme por un caso, le comentaré el asunto a Jack cuando hable con él e intentaré ponerme también en contacto con el hermano de Kimber.

—¿Con cuál de ellos? —Luc maldijo para sus adentros. Ninguno de los dos había aprobado la breve relación que mantuvo con su hermana y Deke… y hacían todo lo posible por ignorar lo sucedido.

—Con Hunter.

Luc maldijo otra vez interiormente. Logan, el más joven, tenía un temperamento de mil demonios, pero se podía razonar con él. Sin embargo Hunter era demasiado frío y calculador. Era muy astuto. Y tan comunicativo como una pared. Dada la aversión que sentía por él, no movería un dedo.

—Jack y yo estamos tratando de convencerle para que deje el ejército. Necesitamos a alguien como él.

—¿Qué puede hacer en este caso? Necesito a alguien capaz de averiguar quién se oculta detrás de todas estas amenazas.

—Hunter es el mejor. Confía en mí. No tiene que caerte bien, sólo tienes que aceptar que él lo solucionará.

Por lo que Luc había oído, Hunter era implacable y cauteloso cuando se encargaba de una misión.

—Haría cualquier cosa para proteger a Alyssa.

—Llegaremos antes del mediodía, así podrás ponernos en antecedentes.

Luc cortó la llamada. A Alyssa no le iba a gustar eso; Deke, Jack y Hunter insistían siempre en controlarlo todo y le restringirían los movimientos, pero Luc quería que estuviera a salvo.

Cuando regresó al despacho, Tyler estaba gritando a Remy por el teléfono. A Luc casi le cayó bien.

Alyssa lo observó.

—Dile que me suelte.

Levantó ligeramente una muñeca. Estaba sujeta con unas esposas al cajón del escritorio.

Luc miró a Tyler.

—¿De dónde has sacado eso?

El guardaespaldas sonrió.

—Alyssa dijo que iba a salir a despedirse de sus clientes y que tenía que regresar al club.

—¡Ni hablar! —explotó Luc. ¿Es que Alyssa no se daba cuenta de que si ese enfermo la atrapaba, la violaría en el mejor de los casos y, quizá, la torturaría y mataría?

—Iba a acompañarme Tyler, al menos hasta que me traicionó. Pero tengo que pasar por el club. Sadie me ha llamado por teléfono, hay problemas con una de las chicas. Está borracha tengo que echarla. Además, es sábado por la noche, el día que más clientes hay. Las chicas pueden echar una mano, pero no ocuparse de todo.

Luc la entendía, pero el negocio no era tan importante como su seguridad.

—El único lugar al que este pirado no ha accedido todavía es a tu casa. Tenemos que ir allí. Llama a la chica y despídela por teléfono. Tyler puede ocuparse del resto sin que tú te pongas en peligro.

—Es mi club. No puedo esquivar mis responsabilidades sólo porque a ti te dé la gana.

Luc entrecerró los ojos.

—No vas a ir.

A Luc no le cupo la menor duda de que si Alyssa hubiera tenido las dos manos libres, le hubiera arañado la cara.

—No eres mi marido ni mi novio. Has sido tú el que ha dicho que sólo «follamos» juntos, así que no vas a decirme adónde tengo que ir.

—Yo no apostaría por ello. ¿Qué ha dicho Remy?

Tyler le puso al corriente de una conversación que, para Luc, no fue nada más que un montón de tonterías. En conclusión, y legalmente hablando, salvo un poco de vandalismo, el culpable no había hecho nada por lo que pudieran arrestarle.

Luc no podía contener la furia. Ya trataría con aquel polizonte perezoso más tarde. Ahora tenía que mantener a Alyssa a salvo durante doce horas. Después, Deke, Jack y Hunter se harían cargo de aquel psicópata y él podría concentrarse en probarle a Alyssa que lo que ellos hacían era mucho más que «follar»… incluso aunque no supiera qué es lo que era.

—Típico de Remy —dijo Alyssa, encogiendo los hombros—. Ya que sois vosotros los que decidís qué puedo hacer, ¿me dejaréis al menos ir al cuarto de baño antes de irnos? Tengo que cambiarme de ropa.

Luc miró a Tyler, que le devolvió la mirada. Hubo una silenciosa comunicación entre ellos a través de la cual parecieron llegar a la conclusión de que no podría hacer nada sin coche. No sería tan estúpida como para recorrer las seis manzanas que había hasta «Las sirenas sexys» con un acosador acechándola.

—Claro. —Tyler se levantó y, sacando la llave de las esposas del bolsillo de la camisa, la soltó—. Nada de trucos.

Alyssa agitó la mano y le dirigió una mirada furiosa.

—Esperadme aquí.

Pasaron cinco silenciosos minutos. Luc se removió inquieto, pero se trataba de una mujer y su ropa… Sabía por experiencia que tardaban mucho tiempo en vestirse. En especial si esa mujer usaba medias, liguero y zapatos de tacón. Ponerse todo eso llevaba tiempo. Además, Tyler y él tenían un ojo en la puerta del cuarto de baño y el otro en la del restaurante. Alyssa no podía ir a ningún lado.

Cuando Tyler comenzó a tamborilear el pulgar en una de las sillas, Luc se dio cuenta de que estaba tan nervioso como él.

—Como le destroces el corazón, te mataré —dijo Tyler de repente, rompiendo el silencio.

—Lo que hay entre Alyssa y yo no es asunto tuyo.

Tyler se levantó, irguiéndose en toda su estatura, quizá cinco centímetros y quince kilos más que Luc.

—¿De veras? Pues lo que hay entre Alyssa y yo tampoco es asunto tuyo.

Luc apretó los dientes, resistiéndose a admitir que Tyler tenía razón.

—Y cuando tú te hayas largado —prosiguió Tyler—, yo todavía estaré aquí. Con ella. Todos los días y todas las noches. Puede que tú seas su juguete nuevo, pero te olvidará. Y yo la ayudaré a hacerlo.

Aunque no le sorprendían las palabras de Tyler en lo más mínimo, fueron como una puñalada en el corazón. Escuchar la confirmación de sus sospechas —sus miedos— sobre la relación del guardaespaldas con Alyssa dolía como el infierno.

Se tragó la afirmación de Tyler. La entendió. En unos minutos, sería domingo. Luc tenía que irse antes de la mañana del jueves para poder estar el viernes en Los Ángeles, donde concluiría las negociaciones de su programa de cocina para la televisión por cable. También tenía previsto publicar en breve un libro de cocina, y su editor se debía estar preguntando por qué demonios no respondía a sus correos electrónicos.

Pero incluso aunque pudiera quedarse, ¿qué le diría a Alyssa?

Cualquiera que fuera el camino que eligiera para ser padre, no lo lograría sin la mujer adecuada. Y, aunque Alyssa estuviera de acuerdo en adoptar a un niño o en someterse a una fecundación in vitro, tendría que pasar por muchas pruebas y por un embarazo. Además tendrían que encontrar la manera de hacer funcionar aquella relación tan apasionada y difícil.

¿Qué clase de madre sería? Seguramente no una como la suya. Y eso, presuponiendo que ella quisiera tener hijos. Después de que ella intentara decirle esa mañana que no estaba tomando la píldora, Luc estaba bastante seguro de que, por el momento, ser madre no entraba en sus planes. Pero eso no cambiaba el hecho de que sentía algo profundo y nuevo por ella.

Era tan complicado.

Y aún así, no la podía dejar con Tyler.

—Me tendré que esmerar para asegurarme de que no me olvida.

Tyler soltó un gruñido.

—¿Eres tan jodidamente egoísta que quieres que te entregue su corazón a pesar de que vas a marcharte? ¿Quieres hacerla desgraciada?

No. Pero Luc no pensaba que Alyssa quisiera de él algo más que sexo. Y odiaba pensar que seguramente quería lo mismo de Tyler.

—¿Dónde coño se ha metido? —dijo Luc, cambiando de tema y dando unos pasos. Deseaba poder abrazarla en ese instante. La necesitaba ahora y no podía esperar ni cinco minutos más para poseerla en aquella enorme cama que ella tenía, deslizarse dentro de su cuerpo y olvidarse de todo lo que no encajaba entre ellos.

Tyler encogió los hombros.

Luc miró el reloj y luego hacia la puerta del cuarto de baño.

—¿Quince minutos para cambiarse de ropa?

El guardaespaldas miró también el reloj y, olvidándose de la cólera, frunció el ceño.

—¿No es demasiado tiempo?

«Sí». Y se imaginaba por qué.

—¿Hay ventana en el cuarto de baño?

Tyler vaciló y se quedó inmóvil, aunque su mente iba a cien por hora.

—¡Joder! —Forzó la puerta del cuarto de baño con un hombro—. Se ha escapado.

Luc atravesó la puerta principal del Bonheur. Tyler le pisaba los talones y apenas se tomó tiempo para cerrar con llave.

—Maldita sea. Te lo juro, si aún no sabe lo que es una buena zurra, lo sabrá cuando haya terminado con ella —gruñó el hombre.

¿Y qué pasaría cuándo fuera Luc quien hubiera terminado con ella? Que Alyssa sabría mejor que nadie por qué no debía desobedecerle cuando él tuviera los nervios de punta y se sintiera tan protector.

* * *

Unos minutos después, Luc y Tyler entraron en tromba en el club. Alyssa no se sorprendió de que la hubieran encontrado con tanta rapidez. Lo que sí le sorprendió era lo increíblemente enfadado que parecía Luc.

—Me parece que tienes problemas —indicó Sadie, señalando a los dos hombres con la cabeza.

Aunque era difícil tomarse en serio lo que decía alguien que sólo llevaba puestos un tanga y unas medias, Alyssa no pudo negar que la stripper tenía razón. El corazón se le aceleró como si hubiese estado dos horas bailando.

—Estaré arriba, en el dormitorio. Si preguntan por mí, envíalos al despacho.

—Tyler sabrá de sobra donde te encuentras, pero tú misma —dijo Sadie con una sonrisa juguetona, asintiendo con la cabeza—. Lo único que conseguirás es que estén más enfadados cuando te encuentren.

Alyssa se encogió de hombros.

—Van a estar enfadados de todas maneras. Gracias de nuevo por recogerme en el Bonheur, no podía irme a casa sin hablar con Jessica y reprocharle sus actos.

—Desconcertar a los hombres siempre me causa placer.

Alyssa no podía negar que esa noche había conseguido eso y más. Subió la escalera y entró en el dormitorio. Se cambió el vestido por una falda corta y un top. Se puso unas botas rojas por encima de la rodilla con altos tacones de aguja, preguntándose si hacerlo no sería como agitar un capote delante de Luc cuando éste la encontrara, pero no tenía tiempo para medias y liguero, así que eso tendría que valer.

Antes de que pudiera salir y bajar la escalera, Tyler abrió la puerta de una patada. Ella miró detrás de él buscando a Luc, pero el guardaespaldas estaba solo. Así que Sadie había tenido razón. Luc había creído las palabras de la stripper, pero Tyler la conocía lo suficientemente bien como para saber donde estaría. Esa noche los problemas acudirían de uno en uno.

—¡Maldita seas! —dijo él, atravesando la habitación. Ella se quedó quieta, observándole.

Dio un paso atrás al ver la furia que ardía en sus ojos. La expresión que mostraba su rostro iba más allá de una simple molestia o preocupación. Estaba tenso como una cuerda a punto de romperse. Una rápida ojeada más abajo le demostró que, también, estaba duro en otras partes.

—Tyler —intentó razonar con él—. Detente. Sabes que no puedes…

—¡Eres tú la que no puede! ¿No me has contratado para que te proteja? Pues no te escapes de mí cuando estés en peligro.

—Sadie me recogió y me trajo aquí —confesó.

Era imprescindible aplacar la furia de Tyler. Pero no parecía conseguirlo. Siguió avanzando hacia ella. La furia y el deseo estaban grabados en su cara, y a Alyssa se le detuvo el corazón.

—Tyler, no…

El guardaespaldas aplastó los labios contra los suyos, sofocando la protesta. Ella intentó zafarse, pero él le tiró del pelo e intentó separarle los labios con la lengua. Luego se la metió en la boca mientras ella intentaba resistirse.

Necesitaba aire. Y cordura. Y los necesitaba ya. Maldita sea, se negaba a ser maltratada por alguien que consideraba su amigo. Tenía que encontrar la manera de aplacar su cólera.

Después de examinar sus opciones, le mordió la lengua.

Él interrumpió el beso y dio un paso atrás.

—¡Joder!

—No hoy —gruñó Luc, dirigiéndose directamente hacia Tyler—. ¡Aparta tus putas manos de ella! ¿Eres tú quien está detrás de todas esas amenazas?

—¿Tú qué crees? Sólo me faltaba esa pregunta tan estúpida.

Alyssa se interpuso entre ellos. No iban a pelear en su dormitorio.

—Ya basta.

Tyler la miró a ella y luego a Luc, antes de volver a clavar los ojos en Alyssa.

—Hablaremos después.

—Te lo aseguro —le prometió ella. Tenía que dejarle bien claro que consideraba inadmisible tal comportamiento. Nunca le había hecho daño. Nunca la había besado de aquella manera, contra su voluntad. ¿Qué demonios le pasaba?

Celos. La misma emoción dominaba la cara de Luc. El guapísimo cocinero miró a Tyler con el ceño fruncido cuando éste salió dando un portazo.

Dejándola sola con él.

Luc alargó la mano y, con un audible clic, echó el cerrojo a la puerta. Entonces clavó la mirada en el provocativo escote de Alyssa y en los pechos, apenas cubiertos por un pequeño y apretado top blanco. Luego soltó una maldición al mismo tiempo que bajaba los ojos a la corta falda negra y a las botas rojas. Una nueva furia inundó el rostro de Luc. Al igual que Tyler, su cuerpo estaba duro… por todas partes. A diferencia de Tyler, sin embargo, si Luc la tocaba ahora, ella estallaría en llamas. Y no pensaba tolerar que él usara el sexo para manipularla o controlarla.

—He estado a salvo todo el rato. Jamás me pondría en peligro. Me trajo Sadie. Tengo nociones de autodefensa y un aerosol de pimienta en el bolso.

Luc soltó un bufido.

—Nunca podrías evitar que un hombre te hiciera esto.

Estaba a tres pasos de ella pero, al momento siguiente, había invadido su espacio personal, la tomaba entre sus brazos y la aplastaba contra la pared, adueñándose de su boca bruscamente.

Alyssa quiso ser fuerte. Lo quiso con todas sus fuerzas, pero Luc tenía un efecto asombroso sobre ella. Y no pudo evitar ofrecerse a él.

El sabor de su beso, la intensidad… No se sintió obligada cuando él devastó su boca, sino deseada. Cuando Luc le acarició las mejillas y gimió, se sintió necesitada. Cuando le desgarró el top y se deshizo del sujetador, notó que se estremecía y que perdía el control. Sentía la posesión de Luc en los huesos. Él no debería de haber despertado su deseo, mojándola… pero se trataba de Luc. Y cualquier cosa que él hiciera, hacía que le deseara.

En cuanto estuvo desnuda de cintura para arriba, él se inclinó sobre sus pechos y los succionó, primero uno y luego el otro. Ella se arqueó hacia él, enterrando los dedos en el sedoso cabello oscuro. Los pezones se irguieron bajo la lengua de Luc cuando él los chupó con voracidad.

Le zumbó todo el cuerpo y movió las caderas con desasosiego, presionándose contra él, invitándole a entrar. Cuando estaba con Luc no tenía cabida la vergüenza; jamás. Cualquier cosa era buena para seducirle. Sí, estaba furiosa. Y le leería más tarde la cartilla, le diría que ningún hombre podría decirle jamás lo que debía hacer, pero ahora no podía detenerle. El deseo de Luc era semejante al de ella, como si los acontecimientos se hubieran escapado a su control y el tiempo que les quedaba juntos pasara con demasiada rapidez.

—No vuelvas a darme esquinazo —dijo él, arrancando la boca de la de ella, con los labios separados y la respiración entrecortada—. No quiero que te quedes sola con Tyler.

—No me habría hecho daño.

Los ojos de Luc ardieron.

—Puede que no, pero te habría follado. Y, maldita sea, yo ya no comparto. Mientras estés conmigo, no le ofrecerás este dulce cuerpo a nadie más que a mí.

Las palabras flotaron en su mente, agradables y perturbadoras a la vez. Antes de que Alyssa pudiera asimilar sus sentimientos y responder, Luc metió la mano debajo de la falda y le arrancó el tanga lanzándolo al suelo de madera. Entonces le pasó el dedo a lo largo de la hendidura, presionando sobre el clítoris hinchado.

Las sensaciones la inundaron dejándola débil. Santo Dios, qué le hacía ese hombre… Sólo tenía que tocarla un momento y ella se mareaba. Apretó los puños contra la pared. Comenzó a atravesarla un deseo incómodo e innegable. A pesar de lo mucho que odiaba que tuviera tal poder sobre ella, no podía evitarlo.

—Así —canturreó él dulcemente—. Mojada. Siempre mojada para mí.

Luc le introdujo dos dedos en la estrecha abertura. Ella siempre estaba preparada para él. A pesar de estar algo inflamada por la reciente actividad, se derritió contra él, absolutamente dispuesta para cualquier cosa que él le exigiera.

No era posible que él pudiera creer que estaría tan dispuesta para cualquier otro.

—Tyler no…

—No quiero oírte hablar de él —atronó Luc, penetrándola profundamente con el dedo anular.

Ella contuvo el aliento al sentir que él le frotaba sin piedad el punto G.

—No quiero oír hablar de Tyler y punto. He visto cómo le besabas… —Luc respiró hondo, como si intentara controlarse.

—Luc…

—¡No! Mientras folles conmigo, maldita sea, no follarás con él.

Las palabras de Luc penetraron por fin la neblina de placer que envolvía a Alyssa.

—¿Qué insinúas? ¿Qué puedo reanudar mi tórrido romance con él en cuanto te largues?

Él jadeó más profundamente. Sus ojos color chocolate se hicieron más oscuros, casi negros. Exudaba peligro. Se le enrojecieron las mejillas y su expresión se hizo más tensa mientras le aferraba las caderas con fuerza. Estaba furioso y excitado, parecía un guerrero a punto de luchar, de reclamar su propiedad.

Santo Dios, ella deseaba que la reclamara para siempre, que no sólo quisiera acapararla hasta su marcha, tres días después. ¿Es que para él no era más que un polvo fácil?

Luc no respondió, amoldó su boca a la de ella una vez más y la besó con una ferocidad que le robó el aliento. Alyssa intentó no dejarse llevar, pero él se apretó contra su cuerpo y su mente fue arrasada por un torrente de implacable deseo. Un momento después, él se inclinó y le rozó el pezón con los dientes. Ella se arqueó y gritó.

—Separa las piernas.

Alyssa vaciló. Sabía a donde conducía aquello… pero también sabía que casi no les quedaba tiempo juntos. La fantasía de conseguir que se enamorara de ella en una semana, sólo era un deseo imposible. Él se iría pronto y ella no podría detenerle. Lo único que podía hacer era almacenar recuerdos.

Cerró los ojos ante aquel agridulce anhelo y se dejó llevar. Luc le mordisqueó el otro pecho y bajó los brazos, cogiéndole un muslo con cada mano e inmovilizándola contra la pared. Un instante más tarde, Alyssa notó que el miembro de Luc indagaba entre sus pliegues. Apenas tuvo tiempo de preguntarse cuándo se había desabrochado él los pantalones antes de que se sumergiera profundamente en su interior. La resistencia que ofreció el hinchado sexo de Alyssa fue anulada por el húmedo deseo y el irreprimible anhelo de conquistarla.

Jugueteó con ella durante unos tortuosos minutos, introduciendo y sacando su pene suavemente. Por fin, la penetró hasta el fondo. Ahora que estaba rodeado por la mojada vaina de Alyssa y tenía el control, Luc la inmovilizó con una brillante mirada.

—Bien sabe Dios que no puedo impedir que Tyler te folle una vez que me haya ido si tú quieres, pero ahora… Ahora eres toda mía, y me aseguraré de que sepas a la perfección el nombre de quién debes gritar.

—No follo con él —confesó ella boqueando, sin ganas de andarse con rodeos—. Jamás lo he hecho. Le contraté para que me protegiera, eso es todo.

Luc contuvo la respiración, parecía poseído por el deseo. Entonces negó con la cabeza.

—Da igual.

Porque ellos sólo follaban. Cierto… Tyler no era la causa de que ella no le importara. Ésta era sólo una excusa conveniente. Esa certeza aplastó algo en el interior de Alyssa.

En ese mismo momento, Luc comenzó a moverse, incrementando su deseo.

Él subió las manos desde los muslos de Alyssa a su cadera y la alzo un poco más, luego comenzó a penetrarla con unas estocadas tan rápidas y profundas que ella le clavó las uñas en los hombros.

—¡Luc!

Una frenética necesidad hacía que se le enrojeciera la piel, que le burbujeara la sangre. Luc estableció un veloz ritmo que la dejó sin aliento. Impulsó las caderas contra las de ella, friccionando su clítoris de tal manera que los pensamientos, las objeciones y el pesar desaparecieron de su mente. Tan pronto como las sensaciones se adueñaron de la situación, el deseo creció sin parar hasta que ella ya no pudo respirar.

La explosión estalló en su corriente sanguínea de una manera repentina y devastadora. Alyssa gritó su nombre y luego le mordió en el hombro, aferrándose a él con más fuerza que nunca.

—Más —le exigió él, sin flaquear el ritmo.

Entonces, Luc apretó los labios otra vez contra su boca, envolviéndola en un beso interminable que la capturó por completo, una comunión de bocas que la cautivó totalmente. No sabía donde comenzaba ella y donde terminaba él, y no le importaba. Ya se había dado cuenta de que le había entregado una parte de sí misma y no podía remediarlo.

Y él se iría en unos días y jamás volvería.

Aquel pensamiento la atormentó cuando él se apartó de la pared y, sosteniéndola contra su cuerpo, se inclinó sobre la cama. La dejó sobre el colchón y siguió penetrándola profundamente.

—Separa más las piernas. Dobla las rodillas. Quiero metértela hasta el fondo.

La voz de Luc era casi un gruñido irreconocible. No le dio tiempo a negarse antes de que él le abriera los muslos todavía más. Gimió cuando él se hundió por completo. Santo Dios, era perfecto. Luc sabía exactamente cómo dejarla sin control.

Las extremidades le pesaban, los pensamientos se le dispersaban y un delicioso placer envolvió su cuerpo otra vez. Una urgente presión asaltó de nuevo su clítoris mientras él continuaba penetrándola con un ritmo duro y profundo. Ella se quedó pronto sin aliento y comenzó a palpitar a su alrededor, casi estallando de febril necesidad.

Él la alzó por las caderas y la hizo bajar sobre su miembro mientras empujaba hacia arriba. Con dureza. Directamente hasta la cerviz. Impulsando su pelvis contra la de ella y, oh, Santo Dios, la incipiente tormenta se concentró en el interior de Alyssa creciendo más allá de lo que ella podía resistir.

Antes de que alcanzara el clímax, él se retiró y la hizo ponerse a cuatro patas sobre las manos y las rodillas; volvió a entrar en ella desde atrás sin perder ni un instante. Le dio un azote en el trasero, provocando una caliente picazón que hizo que Alyssa contuviera el aliento. En ese momento, Luc apoyó el pecho húmedo contra su espalda, la rodeó con un brazo; y comenzó a juguetear con su clítoris.

—¿Tyler te hace sentir esto? —le susurró Luc al oído mientras la explosión crecía, ascendía y se multiplicaba en su interior. Dejó de acariciarle el clítoris y ella gimió en señal de protesta. Luc le mordió el cuello, salió de ella y se hundió hasta lo más profundo al tiempo que le clavaba un dedo, mojado por sus fluidos, en el ano.

Las sensaciones crecieron todavía más mientras Luc maldecía y se introducía en ella una y otra vez. Alyssa le acompañó en cada movimiento, empujando contra él en cada envite.

Un millón de descargas la recorrió como una tormenta. El orgasmo se propagó desde el clítoris hasta el último rincón de su cuerpo.

—Oh, Dios mío. —Alyssa se aferró a las sábanas y gimió.

Luc gritó cuando su clímax se acercó también. El sonido vibró en el cuerpo de Alyssa, haciendo que le zumbaran los pezones y que se estremeciera de los pies a la cabeza. Él siguió moviendo el dedo mientras su polla comenzaba a palpitar, empujándola de nuevo al borde. El éxtasis la inundó y la envolvió de nuevo, haciéndola perder la cordura mientras el cataclismo explotaba en su interior. Ella gritó al sentir un placer tan brutal que le dejó la mente en blanco, le oprimió la garganta y casi consiguió que el mundo desapareciera. Un momento después, Luc eyaculó en lo más profundo de su cuerpo.

Maldita sea, se habían vuelto a olvidar del condón.

Alyssa cerró los ojos. No podía pensar ahora en eso. No podía pensar en nada… salvo en que Luc la había arruinado para cualquier otro hombre y en que había creado un conveniente abismo entre ellos dos utilizando una inexistente relación con Tyler.

Iba a ser ella la que tuviera que detener aquello. Alyssa ya no podía seguir «sólo follando» con él. Le destrozaba el corazón.

Sin esperar a que Luc se moviera, ella se escurrió bajo el cuerpo de él, y se levantó con las piernas temblorosas. Sin decir palabra, cruzó la estancia y buscó en los cajones un sujetador limpio y otro top, notando en todo momento la mirada de Luc clavada en la espalda.

Y cuanto más pensaba Alyssa en lo que acababa de ocurrir, más enfadada estaba.

Salir de allí ya no era una elección, sino una necesidad. Tenía que pensar. Sola. Antes de que él volviera a nublarle la razón y consiguiera que lo deseara de nuevo. En esos momentos se sentía una rubia tonta sin pizca de cerebro. ¿Cómo podía dejar que Luc tuviera tal control sobre su cuerpo cuando resultaba evidente que la consideraba tan poca cosa? Lo que compartían era una llama viva, abrasadora y destructiva. Y Alyssa no podía estar en medio del fuego sin quemarse.

Miró a Luc, sostuvo con firmeza la ropa limpia contra el pecho y apretó los dientes.

—Esto es todo, Luc. Es… —Se apartó, negándose a llorar frente a él—. Ya no puedo aguantarlo más.

—Alyssa, yo… lo siento. Estaba enfadado y… —graznó en el silencio, poniéndose rápidamente en pie con el pantalón desabrochado y la camisa cerrada—. ¿Te he hecho daño?

—¿Tú qué crees? —le preguntó con sarcasmo—. No hay nadie más que tú. No me acuesto con Tyler, pero tú te niegas a creerme. Aunque tampoco tiene importancia. No me quieres para ti, pero tampoco quieres que me tenga él. Me haces sentir como un hueso que deseen dos perros al mismo tiempo, y no porque signifique algo para ti, sino porque tienes que buscar alguna excusa que te permita seguir considerándome una prostituta. No pienso seguir aguantando toda esta mierda.

—Eso no es verdad. Me haces sentir cosas que…

Luc se pasó las manos por el pelo, buscando las palabras.

«Excusas —pensó ella—. Pero ya no más».

—Hasta aquí hemos llegado. No pienso soportarlo más. Le diré a Sadie que me lleve a casa a las cuatro. Será mejor que no estés allí cuando llegue. Y puesto que tanto el restaurante como el club están cerrados los domingos, no quiero volver a verte hasta el lunes. ¿Entendido? No quiero hablar contigo ni que me vuelvas a tocar.

Luc aún no había dicho ni una sola palabra cuando ella desapareció en el cuarto de baño. Aquel silencio hizo que se le volviera a romper el corazón. Las lágrimas hacían que le picaran los ojos. Mantenía todo lo que le había dicho, pero una parte de Alyssa deseaba importarle lo suficiente como para que luchara por ella. Pero no iba a ser así. Tenía que dejar de pensar esas cosas. A los quince años aprendió que los cuentos de hadas eran mentira. ¿Por qué había olvidado aquella valiosa lección?

Después de asearse, se puso un tanga limpio y se cepilló el pelo, maravillándose de la imagen de la mujer ruborizada de labios hinchados que le devolvía el espejo. Se había enamorado por primera vez en su vida. Qué experiencia más miserable.

Volviéndole la espalda al espejo, pasó con rapidez junto a Luc y se dirigió a la puerta. Él la siguió.

—Siento haberte hecho daño, no quería hacerlo. —El arrepentimiento ensombrecía su cara y parecía inseguro y contrito al mismo tiempo.

—¿Hacer qué? ¿El gilipollas? ¿Has pensado alguna vez en volver a verme después del jueves?

En la cara de Luc apareció una expresión de culpabilidad. Apartó la mirada.

—No.

Alyssa sintió que el dolor la inundaba de nuevo.

—Ya me he hartado de que me trates como a un felpudo. Ya que tienes tantas ganas de considerarme una mujerzuela… no te costará nada olvidarme.

Dicho eso, le dio la espalda y salió dando un portazo. En cuanto abandonó el dormitorio, las lágrimas comenzaron a rodarle por las mejillas. Nunca más. Después de que se fuera jamás volvería a poner los ojos en él. Sería lo mejor, a pesar de que la había tratado con desprecio, si lo veía de nuevo, se derretiría a sus pies. Suplicaría su afecto.

Maldita sea, se negaba a caer en la tentación de postrarse ante nadie, en especial ante un hombre que no la apreciaba.

Recorrió el pasillo, bajó la escalera y se ocultó detrás del perchero.

—¿Alyssa?

Oyó que Sadie la llamaba, pero ahora no podía responderle. Levantó una mano y corrió a su despacho, donde abrió la puerta y la cerró de golpe antes de encender la luz.

Apretó los párpados para contener las lágrimas, se dirigió al sillón y se dejó caer en él. Un segundo y un sollozo después, abrió los ojos para coger un pañuelo de papel.

Peter estaba ante ella.

Y parecía muy cabreado.