Capítulo 6

Alyssa subió las escaleras.

«Un escalón tras otro. El dormitorio está ahí mismo. Entonces podrás cerrar la puerta».

No quería que Luc viera sus lágrimas. Ya le había dado demasiado poder sobre ella. Y él lo había usado a placer para hacerle daño.

—¿Qué has dicho? —le exigió él. Un momento después, él la seguía escaleras arriba y la agarraba del brazo, haciéndola girar para que lo mirara—. ¿El mismo pervertido que te dejó la nota en el coche irrumpió en el club?

—Y me amenazó. No tienes por qué preocuparte por mi seguridad. Ése es el trabajo de Tyler, por eso ha venido esta noche. Ahora, si me perdonas…

Alyssa intentó que Luc la soltara. El calor y el olor almizclado del hombre inundaban sus fosas nasales. Aquellos ojos ardientes y la fuerza de su musculoso cuerpo le debilitaban las rodillas.

Jamás se había considerado una de esas estúpidas mujeres que se ataban a una relación destructiva con alguien que sentía más desprecio que afecto por ellas. Pero al parecer, su corazón era tan débil como el de cualquier otra.

Una píldora difícil de tragar.

—Luc, suéltame.

Él negó con la cabeza con una expresión de angustia.

—No puedo.

En medio de las sombras, Alyssa vio que los ojos de Luc brillaban con intensidad antes de inclinar la cabeza hacia ella. Santo Dios, deseaba besarle. Todo su ser —músculos, huesos, sangre— le urgía a que uniera su boca con la de él. A que le tocara. A que le diera lo que le pidiera.

Pero ¿por qué Luc actuaba así de repente?

«Porque cree que Tyler acaba de poseerte».

Alyssa se dio la vuelta y se mordió el interior de la mejilla para ser capaz de negarse. Sintió una dolorosa punzada en el pecho. Cuando los labios de Luc le acariciaron la mejilla los ojos se le llenaron de lágrimas.

—No me hagas esto —le imploró Luc al oído, apretándola con fuerza contra él. Alyssa olió el aroma de la hierba recién cortada en su ropa y el del whisky en su aliento. Él le enjugó las lágrimas con una caricia llena de desesperación. Alyssa sintió que se debilitaba.

Dios, ¿cómo podía querer que la abrazara un hombre que la despreciaba de aquella manera? Se suponía que era demasiado lista para dejarse atrapar en ese juego.

—No puedes desearme sólo porque pienses que Tyler me posee —sollozó—. No soy el trofeo sexual de esa competición que tenéis entre vosotros dos. Debes… soltarme…

Ella intentó liberarse, maldiciéndose para sus adentros, primero por haber alentado la estúpida esperanza de que podría seducir a Luc y, después, por tener la absurda idea de que él podría sentirse atraído por ella. Lo más probable es que él quisiera a alguien como Kimber: una mujer sana, con un brillante futuro y un pasado limpio. Alguien que no arrastrara una larga lista de amantes y que no hubiera comerciado con el sexo.

Si era eso lo que él le pedía a una mujer, Alyssa no tenía nada que hacer.

Luc le ahuecó la cara con las manos y la acercó de nuevo a la suya.

—Yo no te considero ningún trofeo, te lo juro. Sé que no soy quién para decirte lo que tienes que hacer. —La acercó todavía más e, incluso en la oscuridad, ella observó el dolor que le deformaba los rasgos—. Estaba celoso. Tanto que los celos me comían vivo. No soportaba pensar que le dabas a él lo que yo deseo con tanta desesperación.

«¿Está celoso?». Entonces quizá ella le importara algo…

—Me ofrecí a ti… más de una vez. —Las palabras eran acusatorias.

—He intentado comportarme como un caballero. ¿Vale? Quería controlarme y no caer sobre ti como un poseso. No quería que pensaras que soy un cavernícola ni un demente. No quería perder el control. Sé lo que le pido al futuro y no nos veo juntos en esa estampa. Pero… —El dolor se reflejaba en su voz; luego suspiró entrecortadamente—. No puedo ignorar ni negar por más tiempo lo que siento. Estoy muy preocupado por ti, sí. Me aterroriza pensar que ese psicópata quiera atraparte y hacerte daño. Haré lo que sea necesario para protegerte.

«Lo que sea necesario». Aquello sonaba como si ella realmente le importara. Sí, le dolía oírle decir que ella no encajaba en su futuro, pero estaban en el presente… Las palabras de Luc le envolvieron el corazón, derribando la presa que contenía sus emociones. Alyssa estaba a punto de romper a llorar.

—Luc…

—Ya no puedo pasar un momento más sin tocarte. Lo necesito más que respirar.

Una cruda sinceridad se reflejaba en los rasgos de Luc cuando se inclinó sobre ella otra vez y le tocó la barbilla. Sus caricias y su mirada decían cuáles eran sus intenciones. Alyssa no fue capaz de rechazarle.

Le enredó los dedos en el pelo y lo atrajo hacia ella. Sus bocas se encontraron, jadeantes, y unieron sus labios con un gemido. El sabor a alcohol y deseo hizo explotar los sentidos de Alyssa. Luc la rodeó con los brazos y la alzó contra él, como si de repente fueran un solo ser.

El instinto la llevó a rodearle con las piernas. Y él la sostuvo con una mano debajo del trasero mientras le daba otro beso abrasador.

Luc se estaba dejando llevar por un ardiente deseo, evidente en la forma en que fusionó sus bocas. Nunca la habían besado de esa manera tan íntima. Luc la saboreó como si quisiera paladearla por completo, como si quisiera grabársela en la mente. Y Alyssa le devolvió el beso con el mismo fervor, aunque ya lo conocía de memoria desde hacía mucho tiempo.

La joven sabía de sobra que aquel abrazo no significaba para Luc lo mismo que para ella. Era evidente que él la deseaba… por lo menos en ese momento. Pero ¿qué sentía en realidad por ella? ¿Nada?

¿Habría llegado Alyssa demasiado lejos para que eso le importara?

El día siguiente llegaría demasiado pronto y, con él, un montón de recriminaciones. Pero hasta que amaneciera sólo existiría el placer. La sensación de unión.

Luc la siguió besando mientras subía la escalera hacia el dormitorio, haciendo que sus cuerpos se rozaran a cada paso. Alyssa contuvo el aliento ante aquella ficción increíble. Él estaba allí de verdad. Con ella. Lo abrazó, todavía con más fuerza, y gimió contra su garganta, besándole en el cuello y en la mandíbula cubierta por la sombra de la barba, hasta encontrar de nuevo su boca. La de él la estaba esperando, abierta y voraz. Ella se derritió contra él.

Un momento después, el mundo giró sobre su eje. Se encontró tumbada boca arriba sobre la cama, con Luc encima de ella sosteniendo su peso con los brazos. Jadeaba y la miraba, iluminada por la luz de la luna.

—Te he deseado desde el momento en el que te vi en el club.

Ella le sostuvo la mirada, en la que relucía la verdad y una cruda pasión. Cada palabra que había dicho era sincera, a pesar de lo que pensara de ella. A pesar de que creyera que se había acostado con Tyler esa noche. A pesar de los largos meses vacíos desde aquella noche que habían pasado juntos.

—Yo también —confesó ella.

De hecho, había anhelado a Luc desde que se había despertado sola hacía tres meses y se había dado cuenta de que él no regresaría.

—Te he echado de menos —farfulló ella—. Es probable que no quieras oírlo y sé que estás con alguien y que…

—No esta noche. Ahora mismo sólo estamos nosotros dos. —Le apartó el pelo de la cara—. He pensado muchas veces en ti… Desde el primer momento en que nos tocamos, hace ya tres meses, has sido una fiebre que no puedo aplacar.

Puede que no fuera una declaración de amor, pero para Alyssa era suficiente. Él sentía algo por ella. Y si era honesta consigo misma, tampoco sabía qué sentía ella. Jamás había pretendido enamorarse hasta que conoció a Luc.

—Quédate conmigo —susurró ella.

—Nada podría hacer que me fuera ahora.

Luc poseyó su boca profundamente, deseando cada caricia de sus labios, cada roce de su lengua.

Unos minutos después, él se incorporó para desabrocharse la camisa. Alyssa le ayudó con rapidez, rozándole la piel suave y elástica con el dorso de los dedos. Él estaba ardiendo. Entre las sombras, ella encontró el intrigante rastro de vello que bajaba del ombligo al sexo de Luc. Recordó haberlo seguido con la lengua, haciéndole gemir y estremecerse.

No pudo resistirse a hacerlo de nuevo. Apretó la boca contra aquel punto de su abdomen.

—Estás jugando con fuego —susurró él con la voz ronca.

Una tímida sonrisa apareció en los labios de Alyssa.

—Me encanta quemarme.

Con un gemido, ella lamió el camino que conducía a aquel tesoro, saboreando con la lengua el gusto picante de su piel, el leve indicio a sudor, a masculinidad absoluta. Era adictivo.

Él se tensó, enredó los dedos en el pelo de Alyssa y la acercó más.

—La primera vez que hiciste esto, casi me hiciste perder la cabeza. Y ahora te deseo todavía más. Santo Dios…

Ella sonrió contra su estómago y luego se deslizó por su pecho, mordisqueándole, desabrochando el resto de los botones de la camisa. Por fin, tuvo ante sus ojos las tetillas marrones, duras como piedras. Las miró con codicia.

—No lo hagas —la avisó él con suavidad—. Mi autocontrol… pende de un hilo.

—Pues descontrólate —lo animó con un susurro y una mirada ardiente, justo antes de cerrar la boca sobre una de ellas y succionarla.

Él emitió un gemido ronco y áspero.

Excitada, Alyssa le rozó suavemente la tetilla con los dientes y la succionó de nuevo mientras acercaba los dedos al botón de los vaqueros.

Él la agarró por las muñecas y le apartó las manos.

—No lo hagas, no a menos que me quieras tener dentro de ti en sólo diez segundos. Soy como una bomba de relojería a punto de estallar.

—Me gustaría tenerte ya en mi interior —le dijo con honestidad—. He pensado mucho en ti… La noche que pasamos juntos fue increíble. Necesito volver a sentir lo mismo.

Luc respiró entrecortadamente.

—No quiero hacerte daño. La última vez fui demasiado rudo, demasiado exigente…

—Fue perfecto. Quiero que sea igual.

Él se quedó inmóvil. Algo atravesó su expresión. ¿Aceptación? ¿Deseo?, fuera lo que fuera, hizo que a Alyssa le latiera el corazón en el pecho de una manera enloquecida.

Notó que él se levantaba de la cama. Ella se incorporó llena de ansiedad. ¿Había interpretado mal su expresión? ¿Luc se marchaba?

Pues no, se quitó la camisa, exhibiendo los anchos y bronceados hombros, los músculos tensos y unos abdominales que la dejaron sin aliento. Santo Dios, él era… demasiado. Demasiado sensual, demasiado listo, demasiado cautivador y poseía demasiado talento. Y la deseaba ahora mismo.

Luc se desabrochó el botón de los vaqueros y bajó la cremallera, luego se deshizo de los pantalones y la ropa interior con brutal eficacia. Se quedó desnudo, con los puños cerrados a los costados y el torso subiendo y bajando agitadamente. La mirada de Luc se fundió con la de ella, inmovilizándola con el deseo que se leía en ellos, haciendo que se consumiera en llamas y que su sexo latiera de necesidad.

Ningún hombre había conseguido que se sintiera así, sólo Luc.

—Si te hago daño, deberás encontrar la manera de detenerme —le dijo.

Y ésa era otra razón por la que tenía unos sentimientos tan profundos por él. Sintiera lo que sintiese por ella, quería que Alyssa estuviera a salvo. Podría haber pasado de todo, dada la profesión y la vida que ella llevaba, pero él no dejaba a un lado su bienestar.

La mujer que poseyera su corazón sería tratada como una reina, y Alyssa deseó poder ser ella.

—No lo harás.

Un duro destello brilló en aquellos ojos oscuros.

—Ponte de pie.

Alyssa se estremeció, sus entrañas palpitaban de anticipación y deseo cuando le obedeció. Luc se agachó ante ella y le acarició las piernas, dibujando con los dedos una línea desde la curva de las nalgas hasta las pantorrillas.

Se estremeció al sentir las manos de Luc sobre ella, y sus caricias, llenas de suave demanda, le debilitaron las rodillas. Alyssa estaba llena de anhelo e impaciencia.

—Luc…

Sin avisarla, él agarró el borde del camisón y tiró. Un tirón en cada hombro fue la única advertencia antes de que la prenda resbalara por su cuerpo, formando un etéreo charco de tela a sus pies.

Se quedó desnuda de repente.

El roce del frío aire de la noche le erizó los pezones. ¿O fue debido a la ladina sonrisa de Luc? Sintió un estremecimiento en el vientre cuando él curvó las manos sobre sus pantorrillas y la obligó a separar las piernas. Entonces notó su boca, cálida y húmeda sobre las espinillas y los muslos. Alyssa comenzó a jadear, intentando sujetarse al pelo de Luc, necesitando sentir la suavidad de los mechones en los dedos.

Él se incorporó y, al hacerlo, la besó en el ombligo.

—Tiéndete de espaldas.

Ella comenzó a hacerlo pero se vio alzada sobre la cama de repente, al parecer Luc estaba demasiado impaciente para esperar. Alyssa se abrazó a él cuando se apoderó de su boca, besándola con una urgencia que le robó el aliento y la capacidad de pensar.

Entonces la depositó sobre la cama y bajó la mirada hacia ella, desnudo y con el miembro totalmente erecto. Aquellos ojos oscuros como el pecado amenazaban y prometían a la vez un placer diferente a cualquier cosa que ella hubiera sentido antes. Lentamente, él deslizó la mirada por sus pechos, donde se demoró un rato, antes de seguir bajándola por su vientre para detenerse vorazmente en su sexo.

—Separa las piernas.

Ella había visto antes aquella faceta dominante de Luc. Pero tuvo el presentimiento de que iba a experimentarla a otro nivel. Su voz sombría la hizo temblar. Una mirada a su cara le confirmó la seriedad de sus palabras… y le robó el aliento. Alyssa apenas podía contener el corazón en el pecho. Pero hizo lo que él le ordenó y separó un poco los muslos.

—Más.

La expresión de Luc exigía que se abriera y se mostrara ante él, vulnerable en todos los aspectos. Alyssa no dudó que él tomaría todo lo que estaba dispuesta a darle, y que entonces, como había hecho la última vez, la obligaría a darle todavía más hasta que estuviera escocida e irritada y sublimemente saciada. Separó las piernas un poco más.

—Más —gruñó él.

Ella le obedeció con la respiración entrecortada. A pesar del estremecimiento que la recorrió, no podía negarle nada.

Abrió más las piernas, hasta que los músculos del interior de los muslos protestaron. La necesidad era una oleada de calor brillante que le recorría las venas. Sentía un profundo vacío en su interior. Todo su cuerpo suplicaba que la llenara con su miembro y con toda la enardecida pasión que le acompañaba.

Él la asió de las caderas y deslizó las manos hasta el hueco de la espalda; entonces se detuvo. Ante aquella orden silenciosa, ella se arqueó hacia él, doblando las rodillas y ofreciéndole los pechos.

—Perfecto —murmuró él.

Se colocó encima de ella y le rozó los pezones con el vello del torso, haciendo que le hormigueara todo el cuerpo.

Luc apretó los labios contra los de ella antes de trazar una sofocante línea de besos desde el cuello y las clavículas hasta llegar a sus pechos. Mientras le acariciaba uno, le devoraba el otro haciendo que se sacudiera sin control. Le succionó duramente un pezón mientras ella le sentía plenamente entre las piernas. A la vez, le apretó con fuerza el otro pecho.

Ella gimió y lo apretó contra su cuerpo, deseando que nunca acabara esa noche. Aquel hombre le hacía sentir más que cualquier otro. Más femenina, más desinhibida, más preparada para lo que él quisiera.

—Los adoro —murmuró él, dedicando su atención al otro pecho—. Recuerdo cómo se te hinchan los pezones cuando los succiono. ¿Luego los sientes más sensibles?

—Sí —gritó ella, recordando la devoción que había mostrado con la boca durante casi una hora—. Todavía te sentía ahí al día siguiente.

—Quiero que mañana también me sientas.

Estremeciéndose, ella asintió con la cabeza.

—Por favor.

Luc gimió mientras capturaba el pezón con la boca y tiraba de él con fuerza, mordisqueándola suavemente. Alyssa se vio atravesada por un estremecimiento. Entonces él le mordió suavemente la curva del pecho y luego el otro seno, antes de repetir de nuevo todo el proceso.

Era más rudo que antes, más exigente. Cuando Alyssa sintió que ya tenía sensibles las puntas, él no mostró ninguna señal de parar. Y sospechó que, incluso en el caso de que quisiera pedir clemencia, no encontraría ninguna. Suponía que él necesitaba marcarla un poco esa noche, probarse a sí mismo que poseía una parte de ella que Tyler no tenía. En vez de asegurarle que era él quien poseía todo lo que ella podía entregar, le abrazó, alentándole con una súplica silenciosa.

Luc movió la mano libre por su hombro, por la curva de la cintura, por la cadera… Directo hacia los muslos separados.

Ella movió la cabeza.

—¿Estás mojada?

—Lo estoy siempre que tú estás cerca.

Luc coqueteó con su ombligo. Trazó pequeños círculos con el pulgar sobre su piel hasta llegar tan cerca del clítoris que Alyssa quiso gritar.

—Tócame —gimió.

—Mmm, por supuesto. Estoy deseando hundirme en este dulce coñito. Estaba tan apretado la última vez… me oprimiste, me succionaste. Cuando me rodeaste con los brazos gritando mi nombre… fue tan ardiente… fue inolvidable.

Alyssa sólo podía gemir mientras esperaba que la tocara por fin donde más lo necesitaba. Pero él se limitó a juguetear con ella.

El deseo de Alyssa creció y se multiplicó. La necesidad retumbó en su vientre. Se sentía hinchada, necesitada, a punto de implorar. Pero él sólo le rozó los pliegues con los nudillos, dándole un único toquecito en el clítoris.

Alyssa se quedó sin aliento.

—Luc…

—Quiero oírte decir mi nombre esta noche. Mi nombre y el de nadie más.

Alyssa pensó que apenas se acordaba de su propio nombre en ese momento, así que como para acordarse del de otra persona.

—Sí —sollozó—. Sí…

Durante unos interminables minutos Luc le acarició y moldeó los pechos. Le tironeó con fuerza de las puntas, se los succionó, ensalzando cómo se hinchaban, cómo enrojecían, erizándose cada vez más. Alyssa tenía los pezones tan duros, tan sensibles que se aferró al cabello de Luc, sujetándose a él mientras se ahogaba en el deseo.

Él hizo rodar el pulgar sobre la tensa cima de uno y luego del otro, se apartó y los miró.

—Así, erguidos y bien trabajados. Preciosos.

Ahora que ya no la tocaba, Alyssa deseaba ardientemente que siguiera haciéndolo. Pero aquello no era suficiente para calmar la implacable mordedura de la necesidad, y deslizó sus propias manos por el abdomen hacia los pliegues mojados buscando alivio. Necesitaba detener ya aquel dolor.

Antes de que ella alcanzara su destino, Luc le sujetó las muñecas.

—No. Soy yo quien dice cómo y cuándo. Esta noche no te darás placer a ti misma.

—Pero…

Alyssa no llegó a terminar la frase. Él capturó y poseyó su boca con fuerza, profundizando el beso cada vez más. Entonces Luc deslizó los dedos en la mojada hendidura y los zambulló en el interior. Ella gimió de placer contra los labios de Luc.

—Dios —exclamó él—. Eres tan buena…

Jugueteó con los dedos dentro de ella, como si recordara perfectamente cómo hacerla gritar. La tocó justo en aquel sensible lugar que tenía en su interior y, entonces, comenzó a alternar los movimientos, presionando y rozando, al tiempo que le acariciaba también el inflamado clítoris. Un fuego imparable comenzó a originarse en ese punto, creciendo y retorciéndose. Una vez más él sofocó sus gritos con un beso. Ella le clavó las uñas en los hombros y él gimió. Entonces, Luc le dirigió una sonrisa depredadora, una insinuante promesa sexual y sus dientes brillaron en la oscuridad.

—Así… ¿Quieres correrte?

No necesitaba preguntar, sabía la respuesta. Pero quería que fuera ella quien se la diera. Le gustaba hacerle confesar su deseo. Y ella no tenía manera de ocultarlo.

—¡Sí! Por favor…

En lugar de continuar, él retiró los dedos y la acarició superficialmente sin llegar a penetrarla de nuevo.

—Estás muy hinchada. Me oprimirás como un puño.

Se acercó más a ella hasta cubrirla con su cuerpo, apretándola contra el colchón con el pecho, separándole los muslos para acomodar las caderas. Urgiéndola con las manos a abrirse todavía más.

La anticipación sofocó a Alyssa. Quería sentir a Luc en su interior, que estuviera tan dentro de su cuerpo que él no recordara a otra mujer y no quisiera salir jamás.

—Esta noche no tendrás tiempo de pensar en nadie más que en mí —prometió él.

De todas maneras, ella no pensaba en otro aunque él no la creyera. Todavía.

—Hay tantas cosas que quiero hacerte, pero… —Le acunó la cabeza entre las manos y ella se perdió en aquella mirada oscura—. Tengo que estar dentro de ti.

Alyssa intentó asentir con la cabeza, pero él la abrazaba demasiado fuerte; estaba inmovilizada bajo el exuberante calor del cuerpo de Luc y su propio deseo. Jadeó, muerta de necesidad y de anhelo…

—Mírame —le exigió él.

Alyssa había cerrado los ojos. No sabía cuando. No importaba… Los abrió. ¡Bang! Sus miradas se encontraron y también sus corazones. Aquella sensación de conexión, de pertenencia, la inundó. No podía liberarse de aquella mirada oscura y brillante más de lo que podía librarse de su deseo por él.

—Ya te siento en todo mi cuerpo. ¿Cómo es posible que esté ocurriendo otra vez?

Luc no le permitió responder a la pregunta y tampoco lo hizo él. Alyssa se maravilló de que él tuviera las mismas sensaciones que ella.

A partir de entonces, no pudo pensar en nada más. Él la aferró de las caderas y se impulsó hacia delante, enterrando su miembro tan profundamente en ella como pudo. Alyssa gruñó ante la deliciosa intrusión. Ya se sentía llena por él y sabía que todavía no se había introducido del todo. Él tensó la espalda. Maldijo entre dientes y retorció la pelvis.

—Siempre estás tan apretada —gimió Luc—. Santo Dios, me matas. Relájate un poco, cariño.

La mirada de Luc era como jarabe oscuro y espeso, la tranquilizaba y la conmovía, la envolvía. Ella se concentró en relajarse, en permitirle entrar.

Luc salió y luego entró de nuevo, un poco más profundo. Ella contuvo el aliento ante aquella dura embestida, recreándose en el dolor.

—Así —Luc tenía la voz ronca. Le clavó los dedos en las caderas—. Tranquila. Te va a gustar mucho.

Alyssa sintió que él estaba a punto de perder el control. Y ella apenas podía esperar a que lo hiciera.

Se contorsionó bajo él, arqueándose, tomándole un poco más. Después de meses sin sexo, aquello era ardiente, pero tan…, oh, tan bueno. Nadie le había hecho nunca el amor como Luc. Nadie le había hecho sentir el acto en el corazón.

—Siiiií —gimió él, introduciéndose todavía un poco más.

Por fin, se deslizó hasta el fondo y se enterró dentro de ella por completo.

La sensación de que estuviera totalmente insertado en su cuerpo desató en Alyssa una nueva oleada de necesidad y le produjo una opresión en el pecho. Sin apartar la mirada de la de él, la joven recordó la primera noche que pasaron juntos y se vio inundada por un montón de húmedos recuerdos de placer.

Pero cuando él se retiró casi por completo, lo que sentía ahora alcanzó un nuevo nivel.

Luc sacó los brazos de debajo de su espalda y le puso las manos en los hombros, atrayéndola hacia él. Entonces, con un rugido, empujó con fuerza. Una y otra vez. A partir de allí ella se perdió.

El pecho de Alyssa se inundó de calor cuando la sensación explotó en su sexo. Lo rodeó con las piernas intentando aprisionarle con más fuerza, intentando acercarle más. Él gimió, jadeó, hundiéndose en ella más y más, hasta el fondo.

Luc comenzó a moverse más rápido, con un ritmo más duro. La mirada de sus ojos era como sus embestidas, jamás vacilaba. Cada pensamiento y cada sensación fluyeron entre ambos una y otra vez. Y Alyssa supo que él también podía leer en ella. En cuanto el cuerpo de Alyssa respondía, él se ajustaba a esa reacción, penetrando y explorando sin parar.

Santo Dios, ella estaba comenzando a perderse. La fortaleza que la envolvía, el ánimo y el dolor, la cautela y el miedo, todo aquello que la había mantenido entera durante años estaba a punto de desaparecer. Sí, se había corrido antes con Luc, pero esto… Esto era algo que ella tenía en su interior y que jamás había compartido con nadie. Él no sólo iba a hacerla explotar de placer, iba a robarle el alma sin pedirle permiso ni disculparse.

Alyssa se tensó. ¿Podría darle tanto de sí misma?

—Luc… —La joven cerró los ojos.

Era demasiado íntimo. Demasiado auténtico. Demasiado profundo. Sólo existía él. ¿Por qué no se había acostado con nadie desde que lo hizo con Luc? ¿Y por qué tampoco lo había hecho antes de hacerlo con él? Porque nadie más le hacía disfrutar así. Hasta entonces, el sexo había sido para ella algo a medio camino entre una obligación y una función corporal. Incluso si se hubiera acostado con cada cliente del club, sólo Luc podría hacerla sentir de esa manera, llenarla de algo tan insistente, dulce y ambicioso, una y otra vez.

—¡Mírame! —le exigió él, moviéndose implacablemente.

Y aquella voz apremiante… e imposible de ignorar. Alyssa se mordió los labios y se preparó para las sensaciones antes de hacer lo que le ordenaba. Clavó los ojos en aquella mirada oscura mientras él seguía embistiendo con fuerza.

La energía volvió a crecer, se retorció en su interior. Y Alyssa explotó.

Le clavó las uñas en la espalda, gritó su nombre, se rompió en un millón de pedazos. Su corazón palpitó por él, su alma se perdió por completo ante aquel impaciente placer. Él la guió a través de la cúspide del orgasmo sin dejar de moverse, retirándose un poco cuando ella estuvo tan sensible que no pudo evitar gemir.

Esta vez, como la otra, Luc continuó penetrándola sin parar para sumergirla en un placer más profundo todavía.

* * *

El sol matutino iluminó las cortinas y creó charcos de luz en el suelo. Conteniendo el aliento, Luc se impulsó en el caliente sexo de Alyssa una vez más mientras ella le montaba. Ella gimió y se aferró a él, clavándole las uñas en el pecho. Parecía flotar sobre él y se la quedó mirando; parecía una ninfa sensual, núbil, imponente, hecha para el placer. Hacía ya mucho rato que la contención y las buenas intenciones se habían convertido en cenizas. De nuevo, él había perdido cualquier atisbo de control. Cuando se ahogó de nuevo en el feroz placer del orgasmo, se había quedado atrapado. Hambriento de más.

El pálido pelo platino le caía desordenadamente hasta la cintura. Y los mechones más cortos que rodeaban su rostro coqueteaban con los duros pezones, de los cuáles él todavía no había tenido suficiente. Incluso ahora reclamaban su atención.

La rodeó con los brazos, poniéndole una mano en la curva del final de la espalda y la otra en la nuca. La sujetó firmemente controlando el arco que formaba su cuerpo. Sí… así mismo. Una vez más tenía el tentador pezón a la altura de su boca y lo aprisionó con los dientes, mordiéndolo justo con la fuerza precisa. Ella gimió y comenzó a palpitar en torno a su miembro.

—Córrete otra vez.

Durante toda la noche él le había exigido que alcanzara el placer y ella lo había hecho con absoluto abandono. Nunca era suficiente. Ahora mismo, Luc necesitaba volver a verla abrir la boca y gemir al alcanzar el éxtasis. Deseaba con frenesí que lo apresara en su sexo y oírla gritar su nombre.

Ella había disfrutado sin parar durante horas, tenía la carne hinchada hasta tal punto que cada envite era un logro. Luc la había llevado al orgasmo tantas veces que ya había perdido la cuenta. Él mismo se había dejado llevar tres veces por el fogoso placer, inundándola cada vez, deleitándose con una primitiva necesidad de marcarla que él ya no intentaba comprender. Un extraño alivio lo atravesaba cada vez que se derramaba en su interior. No, no la podía dejar embarazada, pero le daba igual.

—Luc —sollozó Alyssa.

Una agónica sensación de victoria lo atravesó, seguido por otro demente deseo de marcarla. Le succionó de nuevo uno de los pezones y luego el otro. Su sexo estaba abrasadoramente apretado a su alrededor. El que ella estuviera tan cerca de correrse otra vez lo urgía a continuar.

Le apresó la boca con la suya, forzándola a separar los labios y hundirse en su boca todo lo posible. La cadencia del beso se correspondía con el ritmo de los empujes, mientras los dos se esforzaban por alcanzar un cataclismo tan poderoso que probablemente los devastaría.

Él lo persiguió con temerario abandono.

Estaba agotado, pero también furioso. A pesar de las horas que se había pasado explorándola, no había llegado a saborear sus jugos con la boca mientras ella gritaba su éxtasis. Ni se había introducido en aquel tenso y prieto culito. Mañana. No, hoy mismo, un poco más tarde. Haría las dos cosas. Pero esa noche, en cuanto se había sumergido entre esos pliegues mojados, sólo quiso observar como ella se corría una y otra vez entre sus brazos.

—Córrete otra vez, cariño. Para mí.

Luc le movió las caderas hasta que se apretaron todo lo posible contra las suyas, entonces la deslizó arriba y abajo de su polla, friccionándole a la vez el clítoris. Alyssa se movió con él, sus gemidos se transformaron en quejidos y luego en súplicas, entonces…

—Luuuuuuccc —gritó ella, como si su nombre tuviera veinte sílabas, mientras su sexo se ceñía en torno a él. Él usó todas sus fuerzas para sostenerla y seguir moviéndose a la vez.

El placer era demoledor, abrasador, más allá de cualquier cosa que él hubiera experimentado o imaginado antes. Las sensaciones que le recorrían explotaron en sus testículos y, entonces, estalló en un orgasmo feroz.

Luc la apretó con más fuerza, agarrándola del pelo firmemente y rodeándole la cintura con un brazo. «¡Oh, joder!». Aquello era demasiado. Lo iba a dejar sin sentido. El placer creció, se hinchó, grande como una montaña, poderoso como un terremoto.

—Alyssa —dijo sin aliento—. Oh, Dios mío. Joder. No puedo… Oh, Dios… —Se fusionaron en todos los aspectos posibles, de la manera más primitiva. Le cubrió la boca con la suya y buceó en aquel dulce calor.

El orgasmo alcanzó el cenit.

Mientras se disolvía en un placer que envolvió también su corazón, Luc la sostuvo con fuerza, enterrando la cara en su cuello mientras la tormenta se propagaba en su interior.

—¡Sí! Lys, sí…

El latido de su corazón retumbó en sus oídos y sólo pudo sentir aquel éxtasis cegador. Y a Alyssa.

Unos minutos después, el cansancio le alcanzó. Y la amarga verdad atronó en su interior. Ella seguía siendo una bailarina de striptease que, probablemente, tenía otro amante. Y él todavía tenía que encontrar una esposa adecuada. Pero la deseaba más de lo que jamás hubiera deseado a otra mujer.

Lentamente, Luc levantó la cabeza mientras Alyssa le acariciaba el pelo y trataba de recuperar el aliento.

—Mírame —le pidió.

Ella se mordió los labios, luego le miró con la cara encendida de satisfacción.

A Luc se le tensaron las entrañas. Incluso ahora, que casi no podía mantener los ojos abiertos, ella le seguía haciendo hervir la sangre en las venas.

—¿Qué estamos haciendo?

Ella apretó los labios y una mirada de cautela asomó en sus ojos.

—Follando.

¿Sólo eso? ¿De verdad? Porque durante largos minutos —durante horas más bien— él había olvidado al resto de las mujeres del mundo. Había querido hacerla suya y no soltarla jamás.

Una aguda alarma comenzó a resonar en su mente. Luc sabía que debía decir algo…

Pero antes de que pudiera hacerlo, el cansancio le reclamó.