Capítulo 5

—¿Qué te pasa? —preguntó Alyssa mientras Luc aceleraba de camino a casa en medio de la noche.

Las tres de la madrugada no era la mejor hora para mantener una conversación íntima, pero Luc exudaba unas vibraciones negativas que jamás había sentido en él. Parecía sombrío y agitado y, aunque ella sabía que él no tenía intención de hablar, Alyssa era consciente de su dolor y no podía quedarse sin hacer nada.

—No me pasa nada —escupió él.

—¿Así que te saltas los semáforos en rojo por placer?

Luc se puso tenso.

—Joder. Lo siento. No me he dado cuenta.

—¿Te ha dicho He-man algo desagradable?

Luc apretó las manos sobre el volante.

—Deke aún no ha terminado de revisar la instalación de seguridad. Me llamará por teléfono cuando lo haga.

Buena respuesta. Luc era muy hábil evadiendo cuestiones de las que no quería hablar. No obstante, quizá lo que le irritaba tanto no tuviera nada que ver con su primo.

—Mira, si estás de mal humor por lo que ha sucedido antes en la cocina…

—No importa. Lo hecho, hecho está, pero no volverá a pasar.

«Seguro». Alyssa cruzó los brazos sobre el pecho.

—Sabes que te digo, chef de pacotilla, que no creo que tu novia te satisfaga.

—No la metas en esto.

—Si sé de algo, es de hombres. Y si estuvieras satisfecho con tu novia, lo que ocurrió hoy, no hubiera ocurrido.

—No pasó nada.

—Casi pasó.

Luc guardó silencio durante un buen rato. Alyssa maldijo para sus adentros. Le estaba presionando demasiado. Quizá hubiera sido mejor dejar esa conversación para el día siguiente.

—Hace poco tiempo que salimos juntos. No hemos… El sexo no es importante en nuestra relación.

Lo que traducido quería decir que no se había acostado con esa mujer. ¿Cómo era posible siendo Luc tan sexual como era? Alyssa se sintió más feliz de lo que debiera ante ese hecho.

—¿Y qué hacéis cuando estáis solos? ¿Jugar al Scrabble?

—Déjalo, ¿vale? —gruñó él.

«Por ahora…».

—Vale. Gracias por ayudarme con Primpton hoy. No he tenido oportunidad de agradecerte que salieras en mi defensa.

—No es más que un hipócrita santurrón intentando crear problemas donde no los hay para beneficiarse él mismo. Hubiera hecho lo mismo por cualquiera.

Quizá fuera cierto. Pero si Luc sólo la despreciara, no se hubiera molestado. Debía de sentir algo más. Lo único que tenía que hacer era averiguar qué era y obligarle a que lo reconociera.

—¿Sabes qué es lo que más me atrae de ti? —dijo ella con suavidad—. Que tienes buen corazón.

—Alyssa…

—Sí, lo sé. Y ahora lo he jodido todo y no quieres hablar sobre ello.

Maldita sea, debería haber sido más sutil. Alyssa sabía que tenía que controlar sus emociones y usar la cabeza, o él se le escabulliría otra vez.

Transcurrió otro rato en silencio, luego Luc la sorprendió con una pregunta:

—¿Qué le ocurrió a tu madre?

—¿Quién te ha dicho…? —suspiró—. Este Tyler… no sabe cuando tener la boca cerrada.

—Dos meses no son suficientes para superar una cosa así.

Alyssa vaciló. ¿Debía responderle con sinceridad y abrir la compuerta que contenía su dolor? ¿Callarse y rechazar un entendimiento mutuo y la posibilidad de mostrarle cómo era ella en realidad debajo del liguero?

—No nos llevábamos demasiado bien. Su muerte no va a alterar mi vida. Era mi madre, sí, y sé que debería sentirme más afectada… Y, de alguna manera, supongo que es así. Cuando me enteré sólo sentí sorpresa y rechazo. Estuve enfadada durante algunos días pero ahora me siento… entumecida.

Luc le lanzó una mirada tierna.

—Todavía lo estás asimilando.

—Supongo que sí. Jamás había perdido a nadie. —Alyssa se rodeó con los brazos.

Cuando pensaba en la muerte de su madre, le roía las entrañas una apremiante sensación de vacío. Pero no era capaz de llorar. Quizá habían pasado demasiados años. Quizá todavía sintiera demasiado rencor hacia ella.

—Fue por una reacción alérgica —murmuró—. Mi madre era alérgica a los cacahuetes. Comió algo que contenía algunos restos y… no le dieron la medicación a tiempo.

—Lo siento. —Luc borró la distancia que les separaba y le cogió la mano.

Alyssa se la apretó. Ahora que había hablado con alguien sobre su madre, se sentía reconfortada.

—¿Sabes qué creo que es lo que me molesta? Que se haya muerto sin haber tenido tiempo de resolver lo que pasó entre nosotras. Ahora jamás solucionaremos las cosas.

—¿Lamentas haberte mantenido alejada de ella?

Ésa era una pregunta difícil.

—Sí y no. Desearía que las cosas hubieran ocurrido de otra manera, pero no pudo ser.

Luc le soltó la mano y centró la atención en conducir. Alyssa sintió una punzada de anhelo cuando él retiró los dedos. ¿Por qué ansiaba con tanto ardor a ese hombre que la deseaba mucho más de lo que quería y muchísimo más de lo que la respetaba?

—Sé que no es asunto mío, pero… ¿a tu madre no le gustaba tu trabajo?

Alyssa esbozó una amarga sonrisa.

—No se puede decir que hacer striptease sea un trabajo, sino una manera de ganarse la vida. Y no. No supo nunca a qué me dedicaba. Me ha venido bien hablar con alguien, pero no se puede hacer nada. Las cosas son así, jamás podré hablar ya con mi madre.

—¿Es tu madre una de las razones por las que ayudas a otras strippers a tener mejores expectativas de vida?

—No. Lo hago por mí misma. No me importa lo que piensen, pero si puedo, quiero que estas chicas mejoren su situación y aspiren a más. Y para eso, necesitarán toda la ayuda que se les pueda ofrecer.

Él asintió con la cabeza.

—Eso suena a jornadas de dieciocho horas.

—Muy a menudo.

Luc le lanzó una mirada calculadora.

—Pero en ti es algo habitual, ¿verdad?

—Como ya te dije en alguna ocasión, soy la propietaria del negocio. Y muy ambiciosa.

Alyssa supo que él la entendía.

—Por eso el Bonheur es un negocio más… ¿Cómo llamarlo? ¿Más convencional? ¿Más respetable?

Luc estaba averiguando demasiado sobre ella y lo más seguro es que le hiciera gracia. Probablemente pensaría que cualquier posibilidad que Alyssa hubiera podido tener de llegar a ser respetable, había desaparecido cuando Clinton era todavía presidente.

—Es sólo un restaurante —protestó ella.

—No. El Bonheur es tu felicidad.

Alyssa tragó saliva. Luc había descubierto sus aspiraciones con mucha rapidez, pero le daba miedo admitir en voz alta que él tenía razón. ¿Se reiría de ella? ¿Qué sucedería si el restaurante no funcionaba y tenía que volver a hacer striptease? ¿Qué sucedería cuando fuera demasiado mayor para ello?

—No me avergüenzo de lo que soy —le dijo.

Luc la comprendía, pero no del todo… y ella tampoco quería que lo hiciera. Deseaba sentir su cuerpo contra el suyo, sus corazones palpitando al mismo ritmo. Quería su amor y, sí, también su respeto. Luc podía ser tan exigente en cuestión de sexo como quisiera, pero no esperar que por ello Alyssa le entregara su alma en una bandeja de plata. Él estaba examinando a fondo un pasado del que ella jamás hablaba. Con nadie. Hablar de ello no iba a cambiar nada. Y ¿acaso necesitaba el dolor que sentía cuando removía toda aquella mierda?

Luc la miró con una expresión muy solemne.

—Lamento tu pérdida. Espero que encuentres la felicidad que te mereces.

Cuando llegaron a casa, Alyssa bajó del coche antes de que él le abriera la puerta y le dijera una sola palabra. Ella le ocultaba algo. Luc comenzaba a conocerla… pero había partes de ella que Alyssa le ocultaba por completo. No debería importarle. No iba a quedarse allí y no podía volver a ser su amante… ni siquiera una vez.

Entonces, ¿por qué sentía aquel acuciante deseo de saberlo todo sobre ella?

Estaba dolida. Era patente en su voz, en su expresión. En el pasado, su madre le había hecho daño y, lo que fuera, había dejado su huella. Además, Alyssa era orgullosa. A pesar de ser bailarina de striptease, se había preocupado de tener estudios. Y ayudaba a otras chicas en su situación a hacer lo mismo.

Pero ¿por qué quería ser él el caballero que matara sus dragones?

Luc se dirigió a la casa, sólo unos pasos por detrás de ella. Tenían que hablar… él no estaba preparado para darse por vencido. Tenía que saber más cosas de ella.

El móvil vibró en su bolsillo y lo sacó mientras maldecía entre dientes. Era Deke.

Apretó el botón verde para hablar.

—Dime…

—No son buenas noticias, tío. Esto es demasiado sofisticado. Es obra de alguien que sabe mucho de seguridad. Han manipulado los sensores de las ventanas del piso de arriba del club. Después programaron el centro de control para poder saltarse la alarma cada vez que quisieran.

Así que el culpable no era un borracho ni alguien que quisiera gastarle una broma.

—Mierda.

—Ya lo he reprogramado otra vez y he puesto un chivato. Si alguien se acerca al dispositivo, sonará una alarma. Cuando Jack vuelva le diré que eche un vistazo, a ver si podemos hacer algo más para que el lugar sea seguro.

—Gracias.

—No pierdas de vista a Alyssa. Alguien se ha tomado muchas molestias para poder hacerle daño. O sabe del tema o tiene dinero suficiente para contratar a alguien que sepa. Lo que me hace preguntarme qué es lo que pretende hacer en realidad.

Luc se preguntó lo mismo mientras maldecía para sus adentros.

—No la perderé de vista, en especial hasta que Jack esté de regreso. —¡Justo lo que necesitaba para poder controlarse! Pero no podía preocuparse de eso ahora, no cuando la seguridad de Alyssa estaba en juego.

—¿Necesitas que te preste algo?

Las armas no eran una de las aficiones de Luc, pero Deke se había asegurado de que fuera eficiente y preciso con ellas. Luc no tenía licencia para llevar armas en Louisiana, pero la situación era demasiado peligrosa para andar preocupándose por ese tipo de tecnicismos legales.

—Dame un par de días y te mandaré lo que necesitas.

—Gracias.

Deke vaciló.

—Haría cualquier cosa por ti, tío.

Salvo dejarle ser el padre del bebé que esperaba. No es que Luc lo esperara. No se lo merecía después de haber manipulado a Kimber y a su primo.

—Sabes que yo también —dijo Luc finalmente.

—¿No te importa lo del bebé?

No. La noticia de la próxima paternidad de Deke casi le había noqueado y dejado sin respiración. Ahora Deke tenía todo lo que Luc quería. Kimber y su primo apenas habían intentado concebir y… Luc suspiró. Se alegraba por ellos. Pero sentía una profunda desesperación por sí mismo.

Y no quería hablar sobre el tema. Ni tampoco pensar en ello. Su incapacidad para tener hijos ya era lo suficientemente dolorosa sin necesidad de recrearse más en la cuestión.

Aquella semana no podría hacer nada para lograr que sus sueños se hicieran realidad. Hasta que regresara a casa, tenía que conseguir mantener a Alyssa a salvo sin romper la promesa que se había hecho a sí mismo.

Lo más importante de todo era descubrir quién era el acosador de Alyssa. Sus sospechas recaían sobre Primpton, el rey de los hipócritas. Y en Peter, el niño de papá que tenía dinero a espuertas y no parecía conocer el significado de la palabra «no».

Pero ¿y Tyler? ¿Sería capaz de provocar una situación así con el fin de que Alyssa necesitara tenerlo más cerca? Desde luego era tan ladino como para hacerlo, pero después del despliegue que había presenciado en el club, Luc no entendía por qué iba a necesitar hacerlo. Tyler ya la tocaba cuándo y dónde quería.

Por fin, Luc respondió a Deke de la única manera que podía.

—Mereces ser feliz. Me alegro mucho por los dos.

—Quizá deberías… someterte a nuevas pruebas. Hace mucho tiempo que te hiciste las últimas.

Años, pero nada podía cambiar el hecho de que tenía una cantidad de espermatozoides ridículamente baja. Era innecesario pasar por la humillación de eyacular de nuevo en un bote de plástico.

—Hay otras maneras. Hace poco me enteré de que existe una técnica que permite seleccionar el esperma para realizar fecundación in vitro. También estoy pensando en la adopción. O quizá acabe liándome con alguien que ya tenga hijos… Tengo muchas opciones.

—Es verdad. Tienes muchas opciones.

—Ya lo resolveré. Mientras tanto, ocúpate de tu dulce esposa y dale recuerdos de mi parte.

—Lo haré.

En cuanto Luc se metió el móvil en el bolsillo, maldijo por lo bajo y se esforzó por olvidar ese tema. Ahora tenía problemas más apremiantes.

Debería haber revisado la casa antes de que Alyssa entrara. Si alguien había podido acceder al coche y al club, lo lógico era que después se fijara en la casa… que hiciera el ataque más personal.

Por suerte, allí no parecía haber nada raro. Luc subió las escaleras de dos en dos con el corazón acelerado. Llegó a arriba con rapidez. Se veía luz tras la puerta entreabierta del dormitorio de Alyssa. Entró.

La cama estaba deshecha, había muchos objetos femeninos sobre el tocador y un libro en la mesilla. Nada fuera de lugar.

Pero llamó su atención el rastro de ropa. Desperdigados de cualquier manera sobre el brillante suelo de madera vio el top, la faldita blanca, las medias de seda, el liguero y un sujetador de encaje. Con el corazón latiendo todavía más rápido siguió el rastro hasta la puerta del cuarto de baño. En la manilla había un tanga con la palabra DIOSA escrita por delante. Luc se acercó y miró hacia adentro.

Y se quedó sin respiración.

Alyssa se había recogido el pelo de manera casual y había llenado de espuma la bañera de hidromasaje. Estaba apoyada en el borde y se enjabonaba sensualmente la piel dorada con una esponja exfoliante de lufa color rosa. Tenía los ojos cerrados y suspiraba.

Al instante, Luc tuvo una erección tan dura como el acero.

Ya sabía que Alyssa estaba a salvo y que no había entrado nadie en su casa. Sabía que tenía que irse. Pero al igual que la noche anterior, cuando no pudo marcharse antes de verla alcanzar el orgasmo, ahora tampoco pudo moverse.

De repente, ella abrió los párpados y clavó en él sus ojos azules.

—¿Quieres algo?

Aquélla era una pregunta capciosa. «¡Sí!». De hecho, temía haber alcanzado un punto en el que no sólo la deseaba, sino que la necesitaba.

Luc respiró entrecortadamente. No. Se había acabado aquello de follar por follar. Lo único que pasaba es que no mantenía relaciones sexuales desde que Kimber y Deke habían decidido ser una pareja convencional… excluyéndole a él de la ecuación. Y Alyssa resultaba ser la única mujer en las cercanías.

Pero… Si la hubiera conocido hoy y ella fuera el tipo de mujer que pudiera ser la madre que tenía en la mente, se hubiera apresurado a llevarla a la cama y acostarse con ella lo antes posible. Ya no es sólo que la deseara, es que comenzaba a gustarle mucho. Y eso era todavía más peligroso.

Y aquellos rosados y duros pezones que se movían justo bajo la superficie del agua, no le ayudaban a aclarar sus pensamientos.

—Alyssa, no me hagas esto. —Santo Dios, apenas reconocía su propia voz—. Por favor…

Ella arqueó una ceja y deslizó la esponja sobre un pecho, por encima del pezón, y se humedeció los labios. Luc se tambaleó y se agarró a la manilla de la puerta. La seda que se había rozado contra el sexo de la joven durante todo el día le llenó la mano. Ella estaba en todas partes, le freía el cerebro, le hacía hervir la sangre. Lo tenía en vilo todo el día y el deseo que sentía por ella estaba a punto de hacerle perder el control.

—¿Qué es lo que no debo hacer? Estás en mi cuarto de baño.

Luc cerró los puños y contó hasta diez mentalmente con los ojos cerrados.

—La próxima vez, cierra la maldita puerta.

—Estoy acostumbrada a vivir sola. Si no te gusta lo que ves, no entres.

Alyssa se estaba haciendo la tonta.

Maldiciendo, Luc abrió los ojos.

—Deja de jugar conmigo o no te gustará lo que ocurrirá después.

Porque Luc se sentía como una olla a presión a punto de explotar. Lo que hizo con ella la noche que pasaron juntos era un juego de niños al lado de lo que la necesidad que atravesaba sus venas le impulsaba a hacer ahora. Cómo se dejara llevar por sus impulsos, que Dios les ayudara a los dos.

Alyssa le lanzó una mirada tranquila y considerada.

—Entonces, vete.

Él respiró hondo y miró al techo.

—Eso intento.

—Yo te ayudaré —le propuso Tyler, haciendo patente su presencia detrás de Luc.

Cuando Luc se dio la vuelta, el hombre abrió la puerta por completo, entrando en el cuarto de baño. Gimió al ver que Alyssa estaba tomando un baño.

—Santo Dios, eres preciosa, cariño. ¿Por qué uno no tiene a mano una cámara cuando la necesita?

—¿Qué coño estás haciendo aquí? —le exigió Luc—. ¡Fuera!

Tyler le lanzó una mirada encolerizada por encima del hombro.

—¿Y qué estás haciendo tú?

—Me alojo aquí desde que Homer me dejó sin habitación. —Luc cruzó los brazos sobre el pecho—. ¿Cómo has entrado?

El gorila le lanzó una sonrisa petulante.

—Tengo llave.

Esas dos palabras hicieron que Luc se estremeciera. Sí, él había sospechado que Tyler y Alyssa eran amantes, pero aquello lo demostraba.

Si Alyssa permitía que Tyler se quedara, Luc no podría soportarlo. No podría quedarse allí sabiendo lo que estaban haciendo y… lo que era peor, oyéndoles. Irse era la única opción que le quedaba.

Pero no lograba obligarse a marchar, a permitir que ella compartiera la cama con Tyler.

El otro hombre pasó a su lado y agarró una toalla. La sostuvo en alto.

—Sal de ahí, Alyssa. Tengo que hablar contigo.

Alyssa le lanzó una mirada de impaciencia.

—¿Ahora?

Tyler asintió con la cabeza.

—Intenté ponerme en contacto contigo para decirte que venía hacia aquí.

—Creo que me he dejado el móvil en el coche de Luc. —Suspiró—. ¿Por qué no me dejáis tranquila un rato?

A pesar de la protesta, Alyssa se puso en pie. El agua resbaló por su piel dorada; por sus perlados pezones. La imagen agudizó el deseo de Luc. Fue como prender fuego a la gasolina, el impulso sexual destrozó cualquier pizca de sentido común.

—Ven —le exigió Tyler.

—Ella está conmigo —gruñó él.

Negando con la cabeza, Alyssa le dirigió a Luc una sonrisa de disculpa.

—Debe ser importante. No creo que Tyler tarde demasiado.

¿Qué era importante? ¿La necesidad de Tyler por tirársela? ¿Acaso la urgencia del guardaespaldas sería mayor que la de él?

Maldita sea, Luc no se podía creer que Alyssa hubiera elegido a aquel cavernícola musculoso en vez de a él. ¿Después de haberle atormentado de manera implacable? ¿Después de casi haberle hecho una mamada hacía sólo seis horas, elegía a Tyler?

Alyssa salió de la bañera y permitió que Tyler la envolviera en la toalla, apretándola contra su cuerpo. Le lamió una gota de agua del hombro y emitió un gemido.

«¡Maldito gilipollas!». Luc agarró la puerta, resistiendo a duras penas el deseo de darle a Tyler un puñetazo en la cara.

Pero ¿cómo pegarle a un hombre porque la mujer que ambos deseaban le hubiera elegido a él? De estar furioso con alguien, debería ser consigo mismo por desearla tanto.

—Que os jodan a los dos. De todas maneras parece que es lo que vais a hacer. —Luc dio un portazo y se dirigió afuera, a la noche.

* * *

Sintiéndose muy poco orgulloso de sí mismo, Luc permaneció al otro lado de la calle mirando hacia la casa a oscuras de Alyssa con una botella de whisky en la mano, esperando. Llevaba allí casi una hora; eran ya las cuatro de la madrugada, estaba medio borracho y más enfadado que nunca.

Ella había elegido a Tyler. Quizá ahora estaban follando como conejos mientras él vagaba por el parque, duro como una piedra, y deseando con todas sus fuerzas estar en el lugar de Tyler. Y todo porque Luc la había rechazado, más de una vez, como el jodido idiota que era.

Para empeorar las cosas, había escuchado un mensaje de Emily un poco antes. En lugar de sentirse aliviado, oír su tono agudo y feliz había sido como una ardiente punzada en su mente. Lo había invitado a ir con ella a un picnic dominical el fin de semana siguiente. Y lo único que había sentido había sido miedo.

¿Qué le sucedía?

Era Alyssa Devereaux.

Había sido necesario que saliera de la casa, que se la cediera a Tyler y estar casi borracho para darse cuenta de que lo mejor sería tirársela otra vez para poder sacársela de la cabeza. Por supuesto, aquella opción ahora ya no era posible, puesto que ella estaba ocupada.

Gracias a Dios que le había comprado aquella botella al camarero del club después de que Deke se fuera.

¿La dejaría Tyler satisfecha? ¿Se le daría bien el sexo oral? ¿O lo suyo sería follar sin más? Luc hizo una mueca al imaginar los atributos sexuales de Tyler. Lo único que dudaba era que Tyler tuviera más resistencia que él. Luc sabía que en eso ganaba al gorila y, prácticamente, a cualquiera.

No es que estuviera orgulloso de saber que cuando caía en el frenesí sexual no paraba durante horas… Ni siquiera le preguntaba a su pareja qué sentía. La tomaba una y otra vez, de manera implacable, hasta que ella era esclava de la necesidad y el deseo. Cuando se sumergía en aquel estado, Luc vivía para sentir que le clavaban las uñas en la espalda, para que le suplicaran y, sobre todo, para hacer que su amante gritara de placer.

De repente se encendió la luz del porche de Alyssa y se abrió la puerta principal. Tyler salió y ella lo siguió. El pelo le caía sobre la espalda y llevaba un camisón de raso blanco que hacía que se transparentaran sus muslos desnudos.

El guardaespaldas se dirigió a su vehículo, pero se dio la vuelta antes de llegar. Puso las manos sobre los hombros de Alyssa y la atrajo contra su enorme cuerpo, acariciándole la cabeza. Ella apoyó la frente en su hombro; parecía absolutamente relajada entre sus brazos.

Luc apartó la mirada y tomó otro trago de whisky. El líquido le cayó como una bomba incendiaria en el estómago. ¿O lo que ardían eran sus entrañas porque no podía sacarse de la cabeza la jodida imagen de Alyssa follando con Tyler?

Ahora no podía negar la verdad. Estaba tan celoso que apenas veía. Menuda ironía ¿verdad?

Alyssa se apartó. Tyler murmuró algo y la besó en la frente. Ella asintió con la cabeza y dio un paso atrás.

Luc frunció el ceño. Si se habían pasado una hora prendiendo fuego a las sábanas, ¿por qué no se daban un beso como Dios manda?

Finalmente, el hombre se subió al vehículo negro y se marchó. Alyssa le observó doblar la esquina. Luego clavó los ojos en el 4x4 de Luc.

—¿Luc?

«Maldita sea». Debería haberse largado, debería haberse ido a algún lugar donde no tuviera que verla con Tyler, donde ella no supiera que los había estado observando. Pero no, estaba demasiado ocupado ahogándose en alcohol y celos para pensar correctamente.

Emitió un suspiro y se apartó del árbol. Observó la delgada figura de Alyssa mientras la brisa jugueteaba con su pelo sedoso, le pegaba la tela a las caderas y le erizaba los pezones, que se clavaron en el escotado camisón.

Lo más probable es que Tyler acabara de satisfacerse entre esos muslos, y Dios era testigo de que eso era justo lo que Luc quería hacer en ese momento. La deseaba y le importaba una mierda ser plato de segunda mesa.

Estaba bien jodido.

Por fin, se dejó ver en el charco de luz de la farola.

Alyssa contuvo el aliento y luego se tapó la boca con la mano. Clavó la mirada en la botella que él sostenía en una mano.

—Estás borracho.

Luc deseó que fuera cierto. Negó con la cabeza.

—No será por no intentarlo.

—Venga, vamos adentro e intentemos dormir un poco. —Se giró hacia la puerta.

Él la siguió con rapidez. Una vez dentro del vestíbulo, la cogió por el brazo.

—¿No vas a decirme nada más?

Ella le dirigió una mirada encolerizada.

—Nadie te dijo que te fueras.

—¿Qué debía hacer? ¿Quedarme y mirar cómo follabais? —Luc cerró la puerta de golpe, haciendo que los envolviera un profundo silencio. Justo en ese momento se le ocurrió algo terrible—. Oh, no, eso sí que no. ¿Querías que te folláramos los dos juntos? Eso no lo volveré a hacer jamás. Puede que no consiga acostarme contigo otra vez, pero te aseguro que no volveré a compartir a una mujer.

Alyssa se revolvió para zafarse de su mano y le dio un bofetón.

—¡Maldito seas! Ya estoy harta de que busques las maneras más sarcásticas e insultantes posibles de llamarme puta. A ver si tienes cojones de decírmelo a la cara. ¡Vamos! ¿A que piensas que me acuesto con todo lo que lleva pantalones?

—¿No acabas de acostarte con Tyler?

Ella apretó los labios y una expresión de dolor cruzó por su rostro durante un momento antes de transformarse en furia.

—Pues mira, por haberte largado, te vas a quedar con la duda.

Ella se dio la vuelta y se dirigió a las escaleras. Luc no pudo soportarlo. Debería dejarla en paz, aquella cólera que le consumía no era normal, no era propia de él. Pero no podía evitarlo.

Se abalanzó sobre ella y le rodeó la cintura con un brazo, apretándola contra su cuerpo. Ella supo al instante lo duro que estaba, pero ¿qué demonios?, siempre estaba duro cuando Alyssa estaba cerca. Y si ella todavía no lo sabía, que se fuera dando cuenta.

—¿Te has acostado con él o no?

Vaya, si hasta le temblaba la voz. Luc no quería que la respuesta de Alyssa le importara, pero no tenía sentido intentar engañarse a sí mismo.

Alyssa intentó zafarse de él, pero la sostuvo con firmeza. Cuando ella se rindió, la giró para enfrentarse a ella.

—¿Lo has hecho?

—No me conoces en absoluto, y esa pregunta lo demuestra. Incluso aunque te dijera la verdad, no me creerías. Lo único que quieres oír es que me abracé a él en el cuarto de baño y que de ahí fuimos al dormitorio, para que él pudiera chuparme las tetas mientras yo le montaba como si fuera una amazona. Y que luego me folló desde atrás. ¿Es eso lo suficientemente descriptivo para ti?

Luc cerró los ojos para no ver la imagen que describían aquellas palabras. Dios, necesitaba más Jack Daniel’s.

La apretó con más fuerza.

—¿Es eso lo que ha ocurrido?

—Te simplificaría la vida, ¿verdad? Así podrías considerarme una auténtica mujerzuela. Oh, y follarme, por supuesto. Total, ya lo hacen todos los demás, ¿no es cierto? Claro y, después, podrías largarte con viento fresco sin sentir el más mínimo remordimiento porque no soy más que una puta. Pues bien, ¿sabes qué te digo? Que te vayas a la mierda. —Alyssa le clavó el codo en el estómago.

Luc soltó un gruñido y se dobló sobre sí mismo, agarrándose el estómago, mientras le lanzaba una mirada encolerizada.

—¡Maldita sea! ¡Alyssa! Yo…

—¿Tú qué?

¿Qué había estado a punto de decir? ¿Importaba en realidad? La había insultado de la peor manera… y aún no sabía lo que quería saber. Además, acababa de darse cuenta de que le daba un miedo atroz dejarla subir y que se encerrase en el dormitorio y no volver a tener la posibilidad de tocarla otra vez.

—No lo sé —admitió, finalmente.

—¡En eso tienes razón! —gritó ella—. No lo sabes. No sabes nada sobre mí. ¿Has pensado alguna vez que debajo de todo este maquillaje y de esta ropa provocativa hay una mujer que tiene sentimientos auténticos que no tienen nada que ver con el sexo? ¿Has pensado alguna vez que quizá quisiera que me vieras como una mujer normal en vez de cómo una stripper o un polvo fácil? ¿Que quizá significaras algo para mí? —Ella negó con la cabeza—. Claro que no.

Alyssa respiró hondo y luego soltó un sollozo. Aquel sonido produjo un vacío en el pecho de Luc. Dios, jamás había tenido intención de hacerle daño.

—Lo siento.

—Olvídalo. Ya no importa.

Aquellas palabras le provocaron un pánico tremendo.

—¡Espera! Yo…

—No. —Ella dio un paso atrás, alejándose de él—. Ni lo pienses. Remy no me devolverá el coche hasta el miércoles, pero le diré a Tyler que venga a buscarme hasta entonces. Hablaré mañana con Homer para que te prepare una habitación. No creo que me cueste demasiado, ya que fui yo la que le dije que ocupara la que tenías reservada.

Oh, Santo Dios. Luc notó una brusca opresión en el estómago y, por fin, demasiado tarde, lo entendió todo… Alyssa había querido que estuviera con ella. Que pasaran juntos algún tiempo. Quería descubrir qué había entre ellos, si sólo era sexo o si existía algo más. Y él sólo le había mostrado un silencioso desprecio. La había tratado como si fuera basura. Pero incluso aunque él se enamorara de ella como por arte de magia, Alyssa no tenía cabida en su futuro.

Luc tomó otro largo trago de la botella.

—Soy… Lo siento.

—Lo entiendo. En tu mente pertenecemos a mundos diferentes. Me has puesto en mi lugar y no volveré a dejarlo, te lo aseguro. —Enderezó la espalda y se dirigió a las escaleras, aunque se volvió hacia él antes de subir—. Y sólo para aclarar las cosas, Tyler vino a contarme algo sobre el allanamiento del club. Después de cerrar, se dedicó a investigar en el piso de arriba. Al parecer, mi acosador dejó otra nota de «amor» clavada con un cuchillo, pero esta vez en la almohada del dormitorio que tengo allí. Y en esta ocasión no me llamaba «puta»; decía que me tenía reservado algo realmente bueno.