Antes de que Luc pudiera detenerla, Alyssa le bajó los pantalones y los calzoncillos y cogió el pene entre sus dedos.
En honor a la verdad, él no intentó detenerla.
En el momento en que ella envolvió la erección con la palma de la mano, él sintió una sacudida como si hubiera metido los dedos en un enchufe. Santo Dios, Alyssa era fuego puro, potente y abrumador. Luc sintió que se ahogaba al sentir aquella mano apremiante, cerró los dedos sobre el pelo dorado de Alyssa y se tensó cuando le tomó entre sus labios.
—Alyssa… —susurró.
«Maldita sea». Tenía que detenerla. Pero la deseaba demasiado, ¿tan malo sería dejarse llevar?
Hacía semanas que no se acostaba con nadie. Después de la noche que pasó con Alyssa, había volcado todas sus esperanzas en tener un niño con Kimber y Deke, y sólo se había acostado con la mujer de su primo tan a menudo como él. Pero mentiría si dijera que Alyssa no había invadido sus pensamientos. Estar con Kimber había sido absorbente. Luego se dio cuenta de que eso había sido producto de la situación, no de la mujer. Más tarde, había dejado a un lado cualquier impulso sexual y había apostado por el futuro, para conseguir una esposa que fuera el tipo de madre devota que había sido la suya.
Ahora, la mujer que había anhelado desde aquella noche salvaje estaba de rodillas ante él y, que Dios le ayudara, no poseía suficiente fuerza de voluntad para impedir que tomara su palpitante polla en la boca.
—¿Lo deseas? —susurró ella.
—¡Sí! —bramó él, intentando controlarse sin conseguirlo—. Sí.
Ella abrió más la boca y se inclinó hacia delante. De repente se detuvo.
—¿Estás seguro?
Se burlaba de él. Aquello había sido lo que había desencadenado todo tres meses atrás, lo que había convertido lo que debería haber sido una noche de sexo normal en una maratón inolvidable que él no tenía palabras para describir. Había deseado marcarla, hacerla suya por completo. Y como Alyssa no se anduviera con cuidado, iba a recibir lo mismo en aquella cocina.
—Chúpamela —le ordenó con voz baja y ronca.
Alyssa le dirigió otra de sus juguetonas sonrisas.
—Sí, señor.
Aquella palabras hicieron que a Luc le hirviera la sangre en las venas. Santo Dios, iba a hacerle perder el control por completo. Aquello no era prudente y él lo sabía. Pero en aquel momento, no le importaba. Lo único que quería era sentir la boca de Alyssa rodeándole, notar su lengua acariciándole y verla arrodillada a sus pies.
¿Por qué? ¿Por qué esa mujer?
Ella se acercó y separó más los labios. Luc afirmó las piernas, preparándose para sentir su lengua, con todo el cuerpo tenso de lujuria y perdido en la necesidad de poseerla. Entonces Alyssa respiró justo encima del glande y él se estremeció. Las sensaciones lo envolvieron y contuvo el aliento tambaleándose.
Ella sacó la lengua. Era lo más jodidamente erótico que él hubiera visto nunca. «Más cerca, más cerca…».
—¿Hola? —se oyó una voz femenina en el comedor—. ¿Hay alguien aquí?
Se escuchó un taconeo sobre el suelo de madera en dirección a la cocina, un sonido que por fin se abrió paso en la mente anegada de lujuria de Luc.
«¡Maldita sea!».
Alyssa se apartó y se puso en pie. Le lanzó una mirada de deseo al miembro de Luc y le acarició la cara con suavidad.
Incluso el roce de aquella mano en la mejilla hizo que saltaran chispas en su interior, y Luc maldijo para sus adentros, apartándose. Se abrochó los pantalones y se colocó la camisa.
A pesar de lo doloroso que era, quizá debería agradecer aquel alivio temporal. Quienquiera que fuese quien hubiera llegado, le había impedido cometer un terrible error. Porque él no hubiera sido capaz de impedir que ella le hiciera una mamada.
—Luc… —le dijo Alyssa con expresión apenada.
—Vete a ver quién es —ladró él.
Ella suspiró y salió de la cocina. Luc se quedó detrás de una de las encimeras, con la respiración alterada, esperando a que su miembro se relajara. No podía pasarse toda la semana con una erección como ésa.
¿Por qué permitía que Alyssa lo impulsara a realizar algo temerario que no era bueno para él? ¿Por qué se lo permitía?
Un momento después, ella regresó con una de las cocineras, Misa. Él recordaba su currículo; la joven parecía competente y estaba entusiasmada con el trabajo. Y lo consideraba una estrella, algo que le hizo menear la cabeza. A pesar de haber publicado un montón de bestsellers sobre cocina y de poseer una reputación bien merecida en el mundillo culinario, a Luc no le gustaba la fama. Gracias a Dios, la mujer no dijo nada cuando le miró.
El resto del personal apareció en los siguientes minutos y Luc les fue saludando según llegaron. Les asignó las tareas y prepararon algunos platos en equipo para asegurarse de que cada uno sabía cuál era su función, resolviendo de esa manera los problemas que pudieran surgir antes de abrir las puertas. La noche siguiente sería la inauguración, aunque sólo acudirían los invitados de Alyssa.
Un momento después, ella se disculpó para ir a reunirse con el contratista en el comedor. El aroma a comida flotó en el aire envolviendo a Luc. Se volvió para mirar al eficiente equipo de cocineros que Alyssa había contratado sin ayuda, y se quedó impresionado una vez más. Era una mujer muy lista.
Y sentir admiración por ella no era nada bueno. Ya la deseaba tanto que apenas podía concentrarse. Si permitía que le atrajera por algo más que su cuerpo, sería una estupidez por partida doble. Pero Luc se temía que ya fuera demasiado tarde. ¿Qué ocurriría después de que salieran del club? ¿Cuándo se encontraran en su casa a solas?
* * *
Concluidas las tareas, Alyssa se subió al 4x4 de Luc en el aparcamiento del Bonheur. El pesado silencio entre ellos la puso nerviosa. Definitivamente, Luc emitía vibraciones que decían que no quería continuar lo que había interrumpido Misa. Pero la erección había surgido de nuevo en el instante en el que se quedaron solos, inconfundible e incansable.
Alyssa meditó sin dejar de dar golpecitos en el suelo con la punta del pie. Lo que ella deseaba era envolverle entre sus brazos y seducirlo otra vez. Pero bueno, las vibraciones eran muy fuertes y ella no era estúpida. Luc estaba al límite. Después de que consiguiera meterle de nuevo en su cama, esperaba que se relajara y pudieran conversar. Hasta entonces, lo único que podía hacer era continuar bromeando y negando sus propias necesidades.
Alargó la mano y le tocó el hombro.
—Ha estado muy bien. El personal parece muy ilusionado. Gracias por dedicarme esta semana.
Luc se estremeció a su tacto, luego se relajó.
—Tenía que cumplir el trato. Era algo que te debía.
—Lo cierto es que siento que lo hagas por obligación. No me gusta nada que la gente haga las cosas a disgusto. —Era la verdad por mucho que doliera. Aunque de todas maneras esperaba que él no le preguntara el porqué—. Si no hubiera anunciado que estarías aquí en la inauguración y no hubiera invertido todos mis ahorros, no te habría coaccionado.
Él la miró con el ceño fruncido y una expresión de desconcierto.
—Después de la manera en que… Después de aquella noche, no merezco tu compasión. Sé que fui muy brusco contigo.
—Luc, no soy una frágil florecilla.
—No —convino él de inmediato—. Eres mucho más fuerte de lo que sospechaba. Pero eso no quita que fui un grosero. No me siento orgulloso de lo que hice esa noche. Lo… Lo siento.
—A mí me gustó. No lo siento en absoluto. —Las palabras de Alyssa fueron ásperas y apasionadas—. Y tampoco quiero que lo lamentes tú.
Él no dijo nada. Parecía que estaba considerando cuidadosamente su respuesta.
—¿Qué hubiera ocurrido si Deke se hubiera quedado esa noche? ¿Tampoco lo lamentarías?
¿A qué venía esa pregunta? Luc estaba intentando averiguar algo. ¿Hasta qué punto debería revelarle lo que sentía?
Finalmente, Alyssa negó con la cabeza.
—Hubiera estado contigo.
A Luc se le abrió la boca. La cerró mientras negaba con la cabeza y aceleraba, siguiendo la carretera.
—Apenas me conocías. Habíamos hablado, ¿cuántas? ¿Dos veces antes de esa noche?
En realidad eran tres. Pero la primera vez, ella había estado haciendo… striptease. No les habían presentado. Las otras dos veces habían sido encuentros fortuitos.
—Tenía el presentimiento de que juntos seríamos la bomba. No me equivocaba.
Ocultando una sonrisa, Alyssa se volvió hacia la ventanilla. No creía que Luc fuera a hacer más hincapié en ese tema. Y ella tenía que mantener una actitud juguetona y casual. Él no estaba preparado todavía para escuchar cómo impactó en su corazón la noche que pasaron juntos, la manera en que la hizo estremecer la intimidad que habían compartido.
«Ninguna mujer me ha dado nunca tanto placer. Podría ahogarme en ti para siempre. Acaríciame, cariño. Síiiii…».
Al acercarse al club, Alyssa archivó sus recuerdos. Luc detuvo el coche en silencio y lo aparcó. Cuando ella puso la mano sobre la manilla de la puerta, él le sujetó la muñeca, deteniéndola.
—Somos buenos en la cama, nadie puede negarlo. Pero eso es todo.
Una docena de respuestas atravesó la mente de Alyssa; no podía rebatirle su declaración porque, de hecho, lo único que habían hecho juntos era eso, sexo. Además, contradecirle en esos momentos sólo serviría para que se empecinara más en sus convicciones. Y eso sería contraproducente. Tenía que jugar con las cartas que tenía a su alcance.
—Jamás he dicho que fuera otra cosa que sexo.
Antes de que él pudiera responderle, ella se zafó de su mano y salió del 4x4. Entró en el club por la puerta de atrás con Luc pisándole los talones.
—¿Por qué tengo la sensación de que no estás siendo totalmente sincera?
Negándose a parecer desconcertada, ella siguió caminando.
—Ni puedo ni quiero responder a eso. Tengo que ocuparme del negocio. Si quieres irte a casa, le diré a Tyler que me lleve él en cuanto cerremos el club.
Justo en ese momento, apareció el encargado de la seguridad del club. Tenía barba de un día, una camiseta color caqui con una imagen sugerente de Bettie Page —en bikini y con medias de red— y una sonrisa traviesa. Se acercó a ella, le pasó el brazo por la cintura y le acarició la cadera con la mano. Luego enterró la cara en el cuello de Alyssa y la olisqueó.
—Mmmm, estoy más que dispuesto a darte un revolcón, cariño.
Alyssa arqueó una ceja. Pero el numerito de Tyler era algo que le venía bien.
Luc apretó los dientes.
—Esperaré y te llevaré yo a casa.
Como mostrarse molesta por el despliegue de cariño no disuadiría a Tyler, Alyssa se limitó a sonreír.
—Genial. Tengo que asegurarme de que todas las chicas han cogido la ropa correcta. Ayer por la noche fue un desastre. Debemos agradecer que la clientela estuviera demasiado borracha como para fijarse.
Tyler volvió a rodearla con el brazo.
—Espera. Tengo que darte una mala noticia. Tu mayor detractor está allí fuera con un montón de amigotes.
—¿Primpton? Puff… —suspiró—. ¿Y qué quiere ahora? Es evidente que busca atención, claro, pero ¿qué quiere esta vez exactamente?
—Lo de siempre. Quiere cerrarte el negocio en nombre de la moralidad.
—¿Se refiere al concejal del que me hablaste? —preguntó Luc—. ¿Está protestando delante del club?
—Lo hace con asquerosa regularidad. —Alyssa se apoyó en la pared y cerró los ojos. Como si no tuviera suficientes cosas de las que preocuparse. Al día siguiente era la inauguración del restaurante, Luc estaba sorprendentemente nervioso y ella tenía que estar en óptimas condiciones para conseguir atraer su atención. Lo último que necesitaba era que Primpton le diera el coñazo.
—¿Qué quieres hacer, cariño? —le preguntó Tyler con suavidad.
Él sabía que aquella tontería la molestaba. La había pillado llorando una vez después de que Primpton la hubiera insultado de manera muy desagradable.
—¿No sería mejor ignorarle? Nos arriesgamos a que consiga que la gente le haga el boicot al Bonheur.
—Ésa es la pregunta del siglo —dijo Tyler con una desagradable sonrisa.
—¿Qué es lo que suele hacer? —preguntó Luc.
—Estupideces. —Lo último que ella quería era que Luc viera como el concejal la llamaba furcia del demonio. Eso sí que se le quedaría grabado en la mente.
—Hoy es peor que nunca —admitió Tyler—. Ha traído consigo a la prensa local.
«¡Maldita sea!». ¿Que había hecho ella para merecer eso?
—Está tratando de conseguir que la gente no vaya al restaurante.
—Eso es lo que creo yo también.
—No ha conseguido que clausuren el club —señaló Luc—. Quizá nadie le haga caso.
—Tiene muchos seguidores y cada vez adquiere más poder. Siempre que Primpton monta un numerito de los suyos, me baja el saldo en la cuenta corriente. Los hombres casados entre treinta y cuarenta años son los que me reportan más ganancias y sospecho que son los que están siendo coaccionados por sus mujeres para que se mantengan alejados de aquí, por lo menos durante un tiempo. Al final siempre vuelve todo a su cauce, pero temo que con el restaurante no ocurra lo mismo. Esperaba que no se viera afectado por este tipo de cosas, pero ahora…
—¿Quieres decir que algunos hombres podrían llevar a sus mujeres al Bonheur sólo para verte a ti?
Luc cayó en la cuenta de las implicaciones.
—A mí o a otras de las chicas. Algunas de las bailarinas han decidido cambiar de profesión y trabajar de camareras.
—¿No ganan menos dinero de esa manera?
—Sí. Pero algunas son lo suficientemente listas para saber que no pueden seguir haciendo striptease durante el resto de sus vidas, así que prefieren trabajar de camareras para ganarse la vida mientras estudian algo de provecho. —Encogió los hombros—. Es difícil, pero lo pueden lograr. Si yo lo conseguí, ellas también pueden hacerlo.
La sorpresa de Luc fue evidente.
—¿Fuiste a la universidad mientras… bailabas?
Santo Dios, ¿acaso pensaba que su única aspiración en la vida era hacer striptease?
—Obtuve dos licenciaturas. En Comunicación y en Administración de Empresas. Además, el año pasado terminé un master en Administración de Empresas. No sólo sé bailar en la barra, señor Traverson. Tengo un negocio, es mi obligación saber qué tengo entre manos. Ahora voy a ver si consigo que Primpton se largue.
Alyssa se dirigió hacia las escaleras, estaba irritada y se notaba. No debería sorprenderla que Luc no viera más allá de su físico. La primera vez que la vio sólo llevaba un tanga y acababa de salir de una tarta. Tampoco es que hubiera tenido la oportunidad de mejorar su imagen ante él desde entonces.
—¿No ibas a salir a enfrentarte con el concejal? —Luc parecía confundido.
—Sí, pero ¿piensas que voy a enfrentarme a un hombre que me insulta de la peor manera vestida de este modo?
Luc observó a Alyssa. Tenía la bragueta abultada —como siempre que estaba con ella— cuando la vio desaparecer en el piso superior de «Las sirenas sexys». La cabeza le daba vueltas.
¿Tenía dos licenciaturas? Y, ¿había realizado un master? Decir que no se lo imaginaba era ser comedido. Sospechaba que detrás de los ojos azules de esa mujer había una gran inteligencia. Pero tanta ambición le asombraba. Fuera o no la dueña de un negocio eran muchos estudios para una bailarina de striptease.
Pero ahora también era la propietaria de un restaurante.
¿Sería Bonheur parte de un plan para cambiar de vida? Y, ¿qué había dicho de las demás bailarinas?
Irritado, Luc miró a Tyler. El hombre tenía clavados los ojos en las escaleras vacías y prácticamente babeaba. Luc sabía que Tyler la deseaba. Maldita sea, a pesar de lo que le dijo Alyssa, no le extrañaría que fueran amantes. Pero la expresión de Tyler hablaba de algo más que admiración. Ese hombre sentía algo por ella. ¿Sería mutuo?
Una repentina punzada de celos golpeó a Luc en medio del pecho. Cerró los puños. ¿Estaría ella enamorada de aquella masa de músculos?
No importaba. Él tenía preguntas y Tyler respuestas. Si el gorila y ella hacían arder las sábanas o mantenían una relación más profunda, no era asunto suyo… por mucho que le molestara.
—¿Dónde estudió Alyssa?
—¿A ti qué coño te importa?
Luc se encogió los hombros como si el tema no le importara.
—Curiosidad.
—En la universidad de Louisiana. Se graduó con honores. Es tan lista como sexy. Es difícil no pensar con la polla cuando ella está presente. —Tyler le clavó una aguda mirada—, ¿verdad?
Totalmente cierto…
—¿Las camareras del Bonheur…? ¿Están todas estudiando mientras trabajan en el restaurante?
—Casi todas. Cada cierto tiempo, Alyssa les habla a las chicas de la vida que les espera cuando dejen de hacer striptease. Si quieren estudiar, ella les ayuda a conseguir una plaza en la universidad y a solicitar una beca. Les alienta a que aspiren a más. Sólo hay un par de chicas que prefieren seguir en el club porque el horario les permite estar más tiempo con sus hijos.
Santo Dios. No se imaginaba que Alyssa fuera tan comprensiva. Aquello hacía que la comenzara a considerar de una manera totalmente distinta.
—¿Esas mujeres no sacarían más dinero bailando y luego… haciendo otras cosas con los clientes?
—¿Trucos de alcoba? —Tyler arqueó una ceja—. Tienes suerte de que Alyssa no te haya oído. Te desollaría vivo si lo hiciera. Esas cosas no ocurren aquí, y punto. No puede impedir que alguna de las chicas esté dispuesta a entretener a los clientes fuera de las instalaciones, pero suele acabar despidiendo a las que lo hacen, no crean más que problemas.
Aquella respuesta dejó noqueado a Luc.
¿No sólo tenía estudios, sino también principios? ¿Estaba tan ensimismado en el sexo abrasador y en aquellas minifaldas que llevaba, que no había visto a la mujer que escondían?
A pesar de lo mucho que odiara admitirlo, sí.
Pero ¿importaba? Por mucho que la deseara, no podía tenerla. No tenía aspecto de madre. Luc ni siquiera podía imaginarla como esposa. Alyssa era imposible de domesticar y él quería a una mujer que se sintiera feliz en casa cuidando de los niños. Ella no era la respuesta.
—¿Has dicho que Primpton está ahí fuera?
Tyler esbozó una tensa sonrisa.
—Acompañado de toda la prensa local. Alguien debería de pararle los pies. Alyssa no necesita esa mierda, en especial en este momento.
—¿Por el estrés que supone la inauguración del restaurante?
—Por eso y por lo de su madre. Alyssa no ha sido la misma desde que murió su madre.
—¿Ha muerto su madre? ¿Cuándo?
—Hace dos meses. Una pena.
Aunque todavía vivían en Florida y no los veía demasiado a menudo, Luc hablaba con frecuencia con sus padres. Los quería mucho y le destrozaría que les ocurriera algo. De hecho, si llegara a pasar, no sería ése el momento que elegiría para poner en marcha un nuevo negocio.
—¿Se llevaban bien?
—No.
La respuesta de Tyler fue automática y seca. Y su expresión decía que no pensaba decirle nada más.
—Por lo tanto el numerito de Primpton es lo último que necesita. —Tyler apretó los dientes—. Van a humillarla todo lo que puedan.
No si Luc podía evitarlo.
* * *
Unos minutos después, Alyssa salió al exterior bajo los débiles rayos del sol. El aire húmedo y caluroso de septiembre le producía una sensación opresiva y se alegró de haberse recogido el pelo. Con tanta humedad, el cabello sólo le daría más calor. Además se había cambiado su ropa sexy por otra más elegante.
Colocó una mano sobre los ojos para protegerlos de los rayos del sol y echó un vistazo a la acera de enfrente. Sí, allí estaba Primpton con un montón de seguidores que la observaban con expresiones fieras y pancartas en alto. Entre la multitud vio a un par de hombres que habían asistido al espectáculo la noche anterior. Sadie había sido gratificada generosamente por uno de ellos después de que se hubiera contoneado sobre su regazo. Los miró y arqueó una ceja. Ellos apartaron la vista… pero levantaron las odiosas pancartas.
Por supuesto. Fuera de las paredes del club, ella no era una persona, sino una mujerzuela.
Comenzaron a destellar los flashes y se escuchó un coro de gritos, Alyssa frunció el ceño y les miró. Periodistas. Entonces se quedó sin aliento.
Rodeaban a Luc.
Primpton comenzó a gritar.
—¡Aquí está Jezabel! Fotografiadla. Habladle a la buena gente de Lafayette de cómo se dedica a mostrar y a vender su cuerpo a desconocidos.
Alyssa suspiró. Más de lo mismo. ¿No se aburriría nunca aquel retrasado mental de andar soltando ese tipo de memeces? En «Las sirenas sexys» no se ejercía la prostitución.
Ante los gritos del concejal, las cámaras se giraron en su dirección. Cuando la enfocaron, Alyssa se parapetó detrás de sus gafas de sol y abrió la boca para decir ante los periodistas el comunicado que había preparado.
Pero Luc fue el que habló.
—Muchas gracias por venir. No puedo expresar el placer que siento por ser el cocinero invitado en la inauguración del Bonheur. No dudo que se convertirá en el restaurante más elegante de Lafayette. He supervisado personalmente el menú de esta semana y aplicado las recetas de mis libros. Allí se podrá disfrutar del sabor auténtico. Tanto la comida como los vinos serán de la mejor calidad.
—¿Cómo es que colabora con el Bonheur? —preguntó un periodista.
Alyssa se mordió los labios. De todas las preguntas que se podían hacer, ésa era la única que él no podría responder con honestidad sin que la opinión pública la lapidara.
—La señorita Devereaux y yo tenemos amigos comunes y nos conocimos hace algunos meses. Tuve la suerte de que me echara una mano hace poco tiempo. Cuando tuve la oportunidad de devolverle el favor, le dije que sí, por supuesto.
—¿Qué tipo de favor? —gritó el periodista—. ¿Quizá de tipo sexual?
—Lo cierto es que se trató de un asunto familiar —dijo Luc suavemente—. Me ayudó a resolver una cuestión con mi primo. Es una mujer muy inteligente. Algo más que evidente en la elegancia que se respira en el Bonheur. Ayer estuve en el restaurante y hoy he conocido al personal. Y estoy muy impresionado.
Alyssa parpadeó. Luc debía de estar enfermo. Que dijera ese tipo de cosas, estuviera o no delante la prensa, era asombroso.
—¿Qué tipo de cocina se servirá en el restaurante? —preguntó otro periodista.
Vaya, parecía que la prensa se había rendido ante un poco de encanto y mucha labia, y que ya no era su objetivo llamarle mujerzuela. Por supuesto, tener a una celebridad como Luc en la ciudad era algo que no sucedía todos los días, aun así…
—¿A quién le importa eso? —gritó Primpton—. Ella no es más que su puta y él ha permitido que le lleve por el camino del pecado. Recemos para salvar su alma. ¡Es culpa de ella! —Primpton señaló con un dedo a Alyssa—. ¡Condenemos a la amante del diablo! ¡Quiere que Lafayette se convierta en un mundo de corrupción y desenfreno moral!
—Se servirán algunos platos nuevos en los que he estado trabajando —continuó Luc como si Primpton no hubiera abierto la boca—. Habrá un aperitivo a base de raviolis de berenjena, seguidos de carne con cebollitas y queso feta, regado todo con un maravilloso borgoña que les hará la boca agua. El postre es una sorpresa. Toda la carta es asombrosa, les invito a asistir a lo largo de la semana y comprobar por sí mismos las especialidades del Bonheur. No quedarán desilusionados. Las primeras cien reservas recibirán uno de mis libros de cocina dedicado.
Alyssa se quedó pasmada.
¿Libros? Eso era muy generoso por su parte.
Después de eso, los periodistas siguieron acosando a Luc con una pregunta tras otra y él los mantuvo encandilados con su deslumbrante encanto. Parecía en su salsa. Entonces la miró. Lo vio agrandar los ojos de sorpresa y contener el aliento.
«Mmm. ¿La combinación de la falda negra con la blusa blanca y los zapatos de salón quedaría demasiado ridícula?».
Aunque la expresión de Luc no le respondió a esa pregunta. Él se recobró con rapidez de la sorpresa y le hizo señas.
—Aquí está la hermosa dama que responderá mejor que yo a todas sus preguntas. Alyssa Devereaux ha trabajado de una manera incansable para que el Bonheur sea toda una realidad. No quiero acaparar su atención. Alyssa, ¿por qué no les hablas un poco sobre tu maravilloso restaurante?
A Alyssa le picaron los ojos. ¿Serían lágrimas? ¡Maldita sea! Lo eran. Luc había hecho algo… agradable por ella. Y la prensa lo adoraba.
Ella también. Parpadeó para borrar las lágrimas.
Por el rabillo del ojo observó como Primpton y sus seguidores se mantenían en un furioso silencio. Regocijándose por dentro, se acercó a Luc, llena de gratitud. Pero por ahora lo único que pudo hacer fue darle las gracias mentalmente.
Más tarde le demostraría exactamente lo que su ayuda había significado para ella.
* * *
A Luc le dolía la cabeza. Era un dolor provocado por apretar tanto los dientes; le subía por las sienes y la nuca y le estallaba en la frente. El origen estaba a sólo un metro del él, vestida de nuevo de manera descarada, paseándose por el club con una sonrisita provocativa.
Después de que Primpton se fuera con el rabo entre las piernas, había comenzado el espectáculo en «Las sirenas sexys». Ahora Alyssa le estaba sonriendo al grupo de hombres que revoloteaban a su alrededor. Luc no podía oír la conversación, pero le bastaba con ver la manera en que ella cruzaba sus largas piernas, frotando una contra otra mientras estaba sentada en la silla con una mirada tímida. Los hombres —tuvieran la edad que tuviesen— parecían haberse tragado la lengua. Igual que Luc.
Tyler permanecía detrás de la silla en actitud protectora. Era su trabajo. Pero cuando uno de los hombres se acercó a Alyssa para intentar robarle un beso, el gorila lo agarró por la ropa en menos que canta un gallo y le apartó bruscamente. Después, Tyler puso la mano posesivamente sobre el hombro de la joven.
—No os paséis, chicos. Ya conocéis las reglas. —Tyler parecía muy feliz de recordárselas.
Pero aquello no disuadía a la audiencia de Alyssa. Un hombre se dejó caer de rodillas ante ella y le echó el aliento en los muslos sin apartar la mirada de sus piernas… antes de subirla a los pechos.
Ahora a Luc no sólo le latía la cabeza, sino que le hervía la sangre. Aquel gilipollas que se la comía con los ojos, no dejaba parte de su cuerpo sin mirar. ¿Acaso no sabía que era una mujer con sentimientos?
«¿Y no has pecado tú de lo mismo?», Luc ignoró la vocecita.
Cuando Tyler cogió a aquel despojo humano y lo apartó de los pies de Alyssa, poniéndolo de pie y conduciéndolo a la puerta, las cosas se pusieron todavía peor, pues otro hombre apoyó una mano en el respaldo de la silla y comenzó a susurrar marranadas al oído de Alyssa.
Ella se vio atrapada en la silla. Tyler estaba deshaciéndose del otro tipo. Y Luc ya había tenido suficiente.
Conteniendo un gruñido, salió disparado hacia Alyssa, dispuesto a emprenderla a puñetazos con quien hiciera falta. Pero Tyler se le adelantó y cogió al acosador por el cuello de la camiseta.
—Conoces las reglas, Peter. No puedes acercarte tanto.
¿Peter? ¿Éste era el tipo que ella había mencionado después de haber encontrado el cuchillo en el coche?
En ese momento, Tyler levantó a Alyssa en brazos, se sentó en la silla y se la puso en el regazo. Tenía una mano en el muslo y la otra en la cintura de la joven. Y no dejaba los dedos quietos. Que si le rozaba la curva del pecho con el pulgar, que si le metía la otra mano por debajo de la falda…
Alyssa no parpadeó ni luchó contra él.
Aquella intimidad no parecía fingida, puesto que Alyssa sonreía tan contenta mientras Tyler le tocaba el culo. Seguramente eran amantes.
Luc miró el reloj. Maldición. Eran sólo las nueve. No iba a ser capaz de aguantar aquello durante cinco horas más sin vomitar. O sin pegar a alguien. O sin cogerla por la cintura y decirles a todos que era suya.
En ese momento le vibró el móvil en el bolsillo y lo sacó, agradeciendo la distracción. Era Deke.
—¿Dónde estás?
—Hola a ti también, primo. Estoy bien, gracias por preguntar.
Luc cerró los ojos e intentó controlarse.
—Lo siento. Tengo los nervios de punta. Pensé que revisarías hoy el sistema de seguridad de Alyssa.
—Estoy en ello. Tengo que hablar contigo un momento. ¿Puedes acercarte a la puerta de atrás?
Deke no era de los que hablaban, sino de aquellos a los que les había comido la lengua el gato, así que esa petición inquietó a Luc. Pasaba algo y no era bueno.
—Ahora voy —respondió con irritación, feliz de perder de vista a Tyler y a Alyssa.
Al cabo de unos minutos, Deke golpeó la puerta trasera. Era casi imposible oír algo con la música de fondo, pero Luc le escuchó y la abrió. Deke entró en el club con la cara tensa y una mirada penetrante.
«Un hombre podía salir del ejército, pero el ejército del hombre…».
—¿Qué pasa? —inquirió Luc.
—¿Podemos hablar en algún sitio privado? —le preguntó Deke, mirando a su alrededor con inquietud.
Luc vaciló.
—Ven conmigo.
Cuando atravesaron el local, Luc se sintió agradecido de que el gentío que rodeaba a Alyssa fuera tan numeroso que no le dejara ver cómo Tyler la seguía manoseando. Siguió andando, se detuvo frente a la barra y deslizó sobre la superficie un billete de cincuenta dólares.
—Dame toda la Heineken que se pueda pagar con esto.
El camarero, que le habían presentado ese mismo día, encogió los hombros, metió el dinero en la caja y puso ocho botellas de cerveza en fila sobre la barra.
Luc le dio cuatro a su primo y luego cogió el resto.
—Vamos.
Deke arqueó una ceja pero no dijo nada mientras seguía a su primo a la oficina insonorizada de Alyssa. Luc cerró la puerta de una patada, puso los botellines de cerveza sobre el escritorio y abrió uno. Se lo ventiló en tres tragos.
—¡Jesús! —Deke lo miró sorprendido—. ¿Estás bien?
¿Qué diantres podía responder a eso?
—Un día de mierda.
Deke dejó las cervezas sobre el escritorio y se sentó en una silla. Parecía nervioso. Muy nervioso. Luc lamentó su comportamiento al instante. A Deke le preocupaba algo, algo mucho más importante que los estúpidos celos que él podía sentir por culpa de una mujer que ni siquiera era suya.
—No importa. ¿Qué me querías decir?
Deke cogió una cerveza, la abrió y… siguió perdiendo el tiempo.
—La verdad es que no sé por dónde empezar. Quería hablar contigo antes. —Tragó saliva—. Pero esta mañana hemos estado visitando a la familia de Kimber.
Era mucha distancia para que se tratara de una visita de cortesía.
—¿Su padre está bien?
—Sí, Edgington sigue siendo un auténtico coñazo —Deke tomó otro sorbo de cerveza.
Luc estuvo a punto de gritar. Deke tenía que contarle algo y no se atrevía, ¿qué coño sería?
—¿Y Hunter? ¿Y Logan?
—Los hermanos de Kimber también están bien. Pero pensamos que debíamos… —Deke se inclinó hacia delante, dejó la cerveza a un lado y le lanzó a Luc una mirada de disculpa—. Quería decírtelo yo mismo. —Tragó saliva de nuevo—. Kimber está embarazada de seis semanas.