Luc cerró la puerta del dormitorio con la respiración jadeante. Pero no había sido subir las escaleras lo que le había provocado tal desasosiego respiratorio, sino que ella hubiera subido delante de él. La faldita se ceñía a su trasero. El excitante liguero rojo asomaba de vez en cuando por debajo de la prenda, insinuando las nalgas desnudas, visibles a cada paso.
Maldición, tenía tantas ganas de acostarse con ella que apenas podía pensar. Pero liarse con Alyssa sería igual que tomar drogas: estúpido y potencialmente nocivo.
La semana anterior, había salido con Emily por tercera vez. Emily era maestra de primaria en Tyler, Texas. No había estado mal. Era una mujer dulce y apacible, con los ojos color avellana y hoyuelos en las mejillas. Le gustaba la música country y no soportaba las blasfemias; no le avergonzaría presentársela a su familia ni al pastor. Sería la esposa ideal. Una madre perfecta y hogareña, igual que la suya. Eso era lo que él quería. Necesitaba pensar en ella esta semana y no en Alyssa.
Y después, jamás volvería a ver a aquella stripper tan sexy otra vez.
Una vez dentro de la habitación de invitados de Alyssa, sacó el móvil del bolsillo y revisó la lista de contactos. Allí estaba el nombre de Emily. Necesitaba con desesperación recargar fuerzas oyendo su dulce y tranquila voz, pero no podía despertarla a las cuatro y media de la madrugada. Le haría demasiadas preguntas que no podría responderle. Luc temía decirle cosas que no debía en lugar de centrar la conversación en la escuela en la que daba clases y en las actividades de la iglesia. Alyssa le había excitado de tal manera, que dudaba mucho que fuera capaz de tener el suficiente control para responder a las preguntas de Emily. Las necesidades de su parte más oscura se ponían del lado de la sangre que le hervía en las venas. Todo su cuerpo le pedía a gritos una satisfacción.
Así que necesitaba actuar ya.
Se ducharía. Lo necesitaba con desesperación. El agua tibia le enfriaría la piel, le tranquilizaría, le ayudaría a respirar con normalidad… Rebajaría su lujuria a unos niveles que le permitieran dormir.
Y dejaría de pensar en la mujer sexy y provocativa que yacía en su cama, a menos de diez metros de él.
Cogió el pantalón del pijama de la maleta de mano y salió al oscuro pasillo en dirección al cuarto de baño. Una suave luz salía por la rendija de la puerta del dormitorio de Alyssa e iluminaba el pasillo. Se dijo a sí mismo que debía ignorarla. Pero cuando se metió en el cuarto de baño, buscando a ciegas el interruptor de la luz, no pudo evitar mirar por encima del hombro hacia la puerta entreabierta.
Y vio una pierna deliciosamente dorada.
Luc contuvo el aliento cuando un millón de imágenes de Alyssa en la cama le bombardeó la mente. La vio con los brazos y las piernas abiertos para él, recordó las provocativas bromas y las roncas palabras de aliento que habían anulado cualquier tipo de lógica. Santo Dios, sentir aquella boca rodeándole la polla fue la experiencia más asombrosa… Hasta que la penetró y perdió la cabeza. Entonces, ella le llevó todavía más allá y le permitió hundirse en aquel culito delicioso y apretado, y él se dejó llevar sin contención de ningún tipo, disfrutando las asombrosas sensaciones. Alyssa se entregó durante seis horas completas sin importar lo que él quisiera hacer. Nadie le había afectado antes de aquella manera. Y tampoco después.
Quedarse en la misma casa que ella era tan peligroso como rociarse con gasolina antes de saltar por encima de una hoguera.
De repente, ella se retorció en la cama. La imagen de la perfecta pierna dorada cambió cuando Alyssa se movió, permitiéndole ver además la tensa pantorrilla y el interior del muslo.
Sólo unos centímetros más a la izquierda y, si ella se hubiera quitado las bragas, aparecerían ante sus ojos aquellos pliegues mojados. Incluso ahora, se le hacía la boca agua al recordar el sabor que degustó una y otra vez aquella noche.
Alyssa gimió. Luego se movió agitadamente de nuevo.
«Maldición, ¿acaso ella estaba…?».
—¡Sí! —gritó ella. Y él se quedó sin aliento.
Sí, se estaba masturbando.
«Vete al cuarto de baño. Cierra la puerta. Aléjate de la tentación».
Se repitió aquel buen consejo como si fuera una letanía, conteniendo la respiración, intentando oírlo por encima del latido del corazón y de la sangre que le inundaba el pene.
—¡Oh, sí!
Aquel ronco susurro hizo imposible que la sangre que le ardía en las venas se enfriara. Tenía que verla. Tenía que hacerlo. Sí, puede que ella fuera perjudicial para él, puede que Luc no quisiera ser uno más de los muchos que pasaban por su cama, pero Alyssa era la tentación personificada. Jamás había conocido a otra mujer mejor equipada para conducir a un hombre al pecado.
«Es sólo un paso más…».
Luc dejó los pantalones del pijama en la encimera del cuarto de baño y se acercó más al dormitorio de Alyssa, dando un respingo cuando los vaqueros le rozaron la erección. Pero un solo paso fue suficiente para verle también las caderas. Eran preciosas, pero él quería observar cómo ella se daba placer. Quería ver cómo lo hacía, cómo alcanzaba el placer, cómo arquearía el cuerpo al llegar al éxtasis.
Maldición, se sentía como un pervertido, pero no había forma de que pudiera detenerse ahora.
Dio un paso más, y luego otro, hasta que se quedó justo detrás de la rendija de la puerta.
Entonces vio algo que le hizo estallar en llamas. Alyssa sólo llevaba encima el liguero, las medias y los puñeteros zapatos de tacón de aguja. Se acariciaba un pecho con una mano y la otra se la deslizaba entre los empapados pliegues.
Luc se tambaleó y tuvo que agarrarse a la pared para sujetarse. Se la quedó mirando fijamente. Sintió como si sus testículos y su miembro estuvieran en llamas.
«Mierda, mierda, mierda…».
Alyssa movía los dedos alrededor del clítoris. Estaba totalmente mojada. La vio apretar los muslos y arquear la espalda. Luc emitió un jadeo, inmóvil. Ardiendo.
Ella se volvió a mover de manera agitada, separando las piernas todavía más. Entonces, se metió los dedos en la anegada y estrecha abertura y se estremeció entre gemidos.
Luc se apoyó en la manilla de la puerta. Santo Dios, lo único que él deseaba en ese momento era entrar allí y aliviarla, tomar aquel dolorido clítoris en la boca y satisfacerla con la lengua; zambullirse profundamente en su sexo con profundas embestidas. Una vez que ella se hubiera corrido por lo menos media docena de veces y le hubiera calmado el deseo más inmediato, Luc se entregaría a ella, usando toda aquella deliciosa lubricación para deslizarse hasta su trasero y meterse en él, empujando muy despacio, sin prisa pero sin pausa.
Un repentino gritito interrumpió sus pensamientos. Ella susurró algo, pero él no pudo entender las palabras. Deseó hacerlo… desesperadamente. Necesitaba saber qué había dicho. ¿En qué estaría pensando Alyssa mientras se masturbaba? ¿En quién?
Ignorando la vocecita que retumbaba en su cabeza y que decía que no era más que un estúpido al que le gustaba coquetear con el peligro, abrió un poco la puerta para ver mejor. La pequeña lámpara de la mesilla de noche derramaba la luz sobre Alyssa, su piel dorada, el pálido cabello brillante y el sexo casi sin vello.
Una vez más, ella dijo algo, pero él no lo entendió. El suspenso le mataba. Qué ansiedad. ¿Sería Tyler el nombre que pronunciaban sus labios? ¿Sería otro?
—Fóllame… —gimió ella con suavidad.
Dios, él deseaba hacerlo con todas sus fuerzas. Se pasó la mano por la cara y luego volvió a mirar a Alyssa otra vez. No podía mantenerse alejado de ella. Era, simplemente, imposible. Ella era su debilidad. Su droga.
Luc intentó contener la lujuria. Tenía que ser fuerte. Tenía que pensar en casarse con Emily —o en alguien como ella—, no podía pensar en Alyssa; sólo en la esposa que haría todos sus sueños realidad. Tenía que mantener la polla fuera de esa ecuación.
«Date la vuelta. Dúchate. Duerme. Olvídate de Alyssa».
Apretando los dientes, Luc levantó un pie y dio un paso atrás. Pero no se pudo alejar. Ella había aumentado el ritmo de los dedos sobre el clítoris. Arqueaba las caderas. Tenía la piel sonrojada y el aire olía a mujer excitada. Tenía los pechos húmedos de sudor. Era la criatura más hermosa y sexy que hubiera visto nunca. Y que nunca vería. ¿Cómo iba a poder alejarse de allí?
—Fóllame. Sí. ¡Sí! —gimió ella durante un buen rato, alcanzando el orgasmo—. ¡Luc!
¿Había dicho su nombre? La sorpresa le dejó paralizado. Dios, estaba a punto de correrse en los vaqueros.
Alyssa se quedó desmadejada sobre la cama, con los ojos cerrados y la respiración agitada. Luc estaba inmóvil, excitado, con el miembro latiendo y el corazón acelerado.
En ese momento ella abrió los ojos y lo vio. El deseo crepitó entre ellos. De repente, una audaz sonrisa curvó aquella boca exuberante… Poco antes de que ella arqueara las caderas, ofreciéndose a él.
—Por favor…
Luc se sintió golpeado por una sensación lacerante y ardiente. O se iba o la follaba… eran las únicas opciones. Acostarse con ella sería casi demasiado fácil, y no serviría para ayudarle a lograr el futuro que anhelaba.
Con una maldición, se alejó del dormitorio y se dirigió al cuarto de baño, cerrando la puerta. Se apoyó contra la hoja casi jadeando. Pero la imagen de Alyssa dándose placer se había quedado grabada en su cerebro y la manera en que había dicho su nombre reverberaba en su cabeza.
¿Cómo podía desear tanto a alguien que era tan malo para él?
Negando con la cabeza, abrió el grifo. De una manera u otra necesitaba aliviarse ya. Si quería resistirse a Alyssa iba a tener que recurrir a su propia mano. De otra manera jamás se dormiría y se sentiría mucho más tentado a ir al dormitorio para poseerla de todas las maneras que conocía.
Dejó caer la ropa con rapidez y se metió bajo la ducha sin comprobar siquiera la temperatura del agua. Estaba fría, pero Luc tenía demasiado calor para que le importara.
Movió los hombros bajo el chorro y cerró la mano sobre la polla, intentando imaginar a Emily… el pelo castaño claro, los ojos color avellana, el olor a tarta de manzana. Sabía que era una chica amable y tierna, ansiosa por tener familia. ¿Cómo sería desnuda? ¿Qué clase de amante sería?
Luc no podía imaginarse acostándose con ella.
Pero el sexo no lo era todo. Le gustaba su sentido del humor y su amistad, su dulzura y… la idea de acostarse con ella le parecía aburrida.
Una imagen de Alyssa atravesó su mente. La polla se estremeció en su mano y se la acarició con ansiedad, con avidez.
¿Por qué Alyssa? Por supuesto era una mujer muy sexy. Había que estar ciego para no percibir su belleza, el suave balanceo de sus caderas, aquellos ojos azules que tentaban a un hombre al pecado. Pero ese día había visto otras facetas de Alyssa que no conocía.
Era lista y decidida. Bonheur era una prueba de ello. Había hecho un gran trabajo como empresaria al abrir un restaurante a pesar de no saber demasiado del negocio. Y era valiente… demasiado para su propio bien. ¿Cómo podía considerar lo del cuchillo una gamberrada? Él no lo hacía. Pero Alyssa lo había manejado todo muy bien. Nada de histerismos, ni una lágrima, Era una mujer tranquila. Y comprendía a la gente que la rodeaba: Remy, Homer, Tyler, incluso a las chicas del club. Parecía saber exactamente qué decir en cada momento para obtener el mejor resultado.
Todo aquello sólo hacía que la deseara más. Pensar en apartarla había sido mucho más fácil cuando sólo la había considerado un buen polvo. Ahora… la veía de una manera totalmente distinta. «Maldición».
Luc se masturbó más rápido, notando que su polla se estremecía. Se pasó el pulgar por el glande y gimió de placer. Tensó los muslos y apretó los dientes, recordando la manera en la que Alyssa había bailado esa tarde en el ensayo, como si lo hiciera sólo para él. La recordó masturbándose, acariciándose para alcanzar el orgasmo, y entonces la volvió a escuchar invitarle a su cama.
En su mente oyó otra vez a Alyssa rogándole que la follara. El placer creció. Movió la mano más deprisa sobre su carne turgente, con un ritmo y una presión casi brutales. La necesidad le tensaba los testículos y subía por su polla. El orgasmo no estaba muy lejos… Y cualquier pensamiento sobre Emily había desaparecido.
En ese momento el deseo creció y ardió. Explotó, y Alyssa estaba en la mitad de la tormenta. Apretó los labios y gimió cuando el orgasmo le atravesó con furia, oprimiéndole los testículos, tensándole el vientre. El semen saltó en la bañera de porcelana y desapareció por el desagüe, arrastrado por el agua.
Luc se apoyó en la pared, relajado pero vagamente insatisfecho. Sí, se había corrido, pero su cuerpo todavía ardía de deseo. La mano no era una buena sustituta de Alyssa.
Se soltó el miembro y cerró el grifo. Maldición, ahora se sentía peor. No estaba poseído por la lujuria, pero sí muy confundido. Y deprimido. ¿Qué demonios le pasaba?
«Deseas algo que no puedes tener», se burló la vocecita de su cabeza. Le gustaría poder gritarle que se callara… pero tenía razón.
Apartó la cortina de la ducha con impaciencia. Para su sorpresa, Alyssa estaba a sólo cincuenta centímetros de él, con la cadera apoyada contra el lavabo y una toalla en la mano. Parecía furiosa y… dolida.
—¿Qué? ¿Te lo has pasado bien?
* * *
Alyssa seguía furiosa seis horas después mientras golpeaba el saco de boxeo que colgaba del techo en la habitación donde entrenaba.
Le dio un par de patadas y soltó un gruñido, luego le propinó un gancho de derecha.
¿Qué coño se creía Luc? Se le había ofrecido —algo que jamás había hecho con nadie— y él se había largado a hacerse una paja en la ducha. Por supuesto, el muy gilipollas habría pensado que lo había hecho porque era un hombre, no porque lo considerara especial ni porque pensara que entre ellos podría existir algo más que sexo fabuloso.
Menudo estúpido.
Otra patada, otro puñetazo. El sudor cubría su cuerpo. Pero la tensión no se iba.
Antes de que hubiera invitado a Luc a quedarse, él había mencionado que estaba saliendo con alguien. Imaginarlo con otra mujer la enervaba. La hacía sentirse insegura. ¿Se estaría acostando Luc con esa mujer? ¿Desearía a su novia más de lo que la deseaba a ella? ¿Estaría —Dios no lo quisiera— enamorado de ella?
Tenía que saberlo. Colgarse por un hombre cuyo corazón pertenecía a otra era algo que no tenía sentido y que sólo la haría avergonzarse. Durante un tiempo estuvo segura de que él estaba enamorado de Kimber, pero luego ésta se había casado con Deke. Cuando Alyssa se enteró de que el trío que mantenía Luc con la pareja había finalizado, sus esperanzas renacieron. Pero ahora… No sabía qué pensar.
Sonó el móvil que estaba encima de la mesita, junto a la ventana. Dando un último puñetazo al saco de boxeo, cruzó la estancia y lo cogió. Lo abrió y vio que era Tyler quien la llamaba.
—Hola, justo ahora estaba pensando en ti.
—¿De veras? —Parecía que eso le hacía feliz.
—Estaba golpeando el saco de boxeo e imaginando que era tu cabeza —bromeó ella.
—Qué graciosa —canturreó él—. Mira, sé que es temprano, pero deberías pasar por el club.
Alyssa se quedó paralizada.
—¿Qué ha pasado?
Tyler vaciló… y eso era algo que él nunca hacía. A aquel hombre no le gustaba andarse con rodeos. Alyssa le confiaría su vida, que él dudara no podía ser bueno.
—Sencillamente deberías pasar por el club —dijo él tras un silencio.
Había pasado algo gordo.
—Maldita sea, ¿me das una hora?
—Cuanto antes vengas, mejor.
Colgó el teléfono y maldijo mientras abandonaba la habitación y recorría el pasillo. Se dio de bruces con Luc.
—Lo siento —dijo ella, retrocediendo. Era eso o saltar sobre él. No había tenido el placer de disfrutar de «la mañana siguiente» la última vez, y se permitió echarle una ojeada. Estaba despeinado, tenía los ojos somnolientos y Alyssa se dio cuenta de que se había perdido algo espectacular.
La sangre le hirvió en las venas una vez más.
—Buenos días.
Un educado saludo… pero faltaba la pasión que ella quería oír cuando él dijera esas palabras, con la cabeza junto a la suya sobre la almohada, poco antes de que la besara hasta hacerla perder el sentido y de dar así la bienvenida al día juntos, envueltos en el placer.
Todo lo contrario a lo que estaba ocurriendo. Alyssa recordó con desagrado la noche anterior. En vez de deprimirse otra vez, ahuyentó aquel pensamiento.
—Sí. Tengo que darme prisa en la ducha. —Alyssa sostuvo en alto el móvil—. Me acaba de llamar Tyler. Le he dicho que estaría en el club dentro de una hora. Si necesitas más tiempo para estar listo, llamaré a taxi para que me recoja.
—Yo te llevaré.
—No importa si…
—Te he dicho que te llevaré yo —repitió él, deslizando la mirada por la cara encendida de la joven y la camiseta húmeda de sudor.
¿Estaría todavía enfadado por lo sucedido la noche anterior, o era por haber mencionado a Tyler?
—Genial. Nos vemos en la cocina dentro de treinta minutos.
Pasó junto a él. Quería llegar a su santuario, su dormitorio, y a la privacidad que proporcionaba una puerta cerrada para no tener que contener el dolor que le suponía el rechazo de Luc.
Él la agarró por el brazo, reteniéndola.
—Sobre lo que sucedió anoche… Lo siento. No era mi intención espiarte. La puerta estaba abierta y…
—No era una invitación —mintió ella. Con la verdad sólo habría obtenido su desaire—. Lo mismo que la puerta del cuarto de baño de invitados, la de mi habitación no cierra bien. Ésta es una casa vieja. Pero agradezco las disculpas Yo también siento haber entrado mientras te duchabas sin que me hubieras invitado. Sólo quería asegurarme de que tenías una toalla y…
Él hizo una mueca.
—Mira, no voy a mentir. Entre nosotros hay una química asombrosa. Jamás me he sentido tan atraído por nadie.
No parecía que eso le hiciera feliz.
—Pero no me deseas a mí. Sólo mi cuerpo. —Y eso dolía mucho.
Él le apretó el brazo.
—No, eso no es cierto. Ayer descubrí cosas de ti que me gustaron mucho. —Luc suspiró y se pasó una mano por el pelo—. Lo que pasa es que…, lo que deseo no es lo que necesito. Así que me sentiré irritado y frustrado durante toda la semana. Me atraes muchísimo desde un punto de vista sexual, pero estoy tratando de hacer lo correcto.
Y lo correcto era no hacer el amor con ella.
¿Pensaría Luc que era imposible tener una relación con alguien que poseía un club de striptease? Podía ser. Pero ella seguía deseándole. Quería que la poseyera. Que ardiera por ella. Porque anhelaba a Luc con todo su ser. Aquella sonrisa provocativa, su talento, la manera en que la había hecho sentir especial aquella noche. Y no estaba dispuesta a darse por vencida.
—¿Es por la mujer con la que sales?
—Sí.
Maldita sea, ¿cómo una sola palabra podía hacer tanto daño?
—Si la has elegido a ella, estoy segura de que es una gran chica. —Liberó el brazo—. Me voy a arreglar.
Cuando se alejó a toda velocidad por el pasillo, Luc la siguió y la apretó contra la pared.
—Lo es. Y no tiene nada que ver contigo. Tú eres diferente.
«En otras palabras, no es una stripper»:
—Estoy segura. Genial. Nos vemos abajo en treinta minutos. —Se coló entre la pared y el duro cuerpo de Luc, corrió hasta su dormitorio y cerró la puerta de golpe.
Una vez dentro del cuarto de baño de su dormitorio, cerró la puerta con llave y se apoyó contra ella. Cerró los ojos y las lágrimas le cayeron por las mejillas. Se las secó con un gesto de frustración.
Jodidamente imposible. Alyssa destrozaba las relaciones. No, no era eso. En realidad jamás había mantenido una. Desde que cumplió los quince años, su vida había sido una continua lucha por sobrevivir, por tener algo que comer y un lecho sobre la cabeza. Había conocido a mucha gente a lo largo de los años, pero nunca de una manera romántica. Por lo visto, Luc estaba siendo honesto con ella. Había conocido a alguien que le convenía más.
¿Cómo diantres podía luchar contra aquello? ¿Debería intentarlo siquiera? Probablemente no, pero algo en su interior la impulsaba hacia él, lo necesitaba.
Luc había confesado que la deseaba más que a nadie. Eso ya era algo. Quizá hubiera más entre ellos que una intensa química y ésa era la manera que tenían sus cuerpos para empujarles a intentarlo. Era posible que esa otra mujer fuera mejor para él porque Luc la conocía. Alyssa se dio cuenta que no la conocía como persona, que sólo habían pasado una noche juntos.
Tenía que intentar seducirle. Eso era todo. Debía usar la ventaja que tenía. Pero además debía permitir que la conociera de verdad. A ella no le resultaba fácil dejar caer sus defensas. Entregar su confianza era un lujo caro y una tontería, pero a menos que quisiera renunciar a Luc, era lo único que podía hacer. Alyssa tenía que hacerle ver que era mucho más que un cuerpo.
* * *
El silencio en el interior del 4x4 pesaba como una losa. Alyssa se mordisqueaba el labio inferior. Unas gafas de sol le protegían los ojos de la intensa luz solar e impedían que él leyera su expresión.
Lo que ella pensara no debía importarle, pero lo hacía. Aunque ella no había dejado traslucir ninguna emoción cuando él había mencionado su relación con Emily, sospechaba que sus palabras le habían dolido. Luc se sentía fatal. Quería decirle algo… pero ¿qué? Se iría de allí dentro de seis días y lo más probable es que no volviera a ver a Alyssa Devereaux nunca más. Era mejor de esa manera.
Pero… se había vuelto a poner una minifalda —esta vez blanca—, con un liguero negro. Cuando le vio las medias negras con costura atrás, casi se traga la lengua. Los zapatos rojos parecían decir directamente «fóllame», al igual que el top que se ceñía a sus exuberantes pechos y a su estrecha cintura.
Ahora mismo ni siquiera podía recordar el aspecto que tenía Emily. Y estaba bastante seguro de que si a ésta le clavara alguien un cuchillo en el asiento con una nota que pusiera «puta», se pondría histérica.
Luc maldijo para sus adentros.
—Dado tu trabajo, has debido de recorrer medio mundo —dijo Alyssa, iniciando la conversación.
Cuando se topó con un semáforo en rojo y se detuvo, la miró. Alyssa se lo había pensado mucho antes de hacerle esa pregunta. ¿Adónde quería ir a parar?
—Sí.
—¿Y qué te ha gustado más?
—Estamos hablando de viajes, ¿verdad? —«Y no de lo que hablamos antes en el pasillo».
Ella se puso tensa y se apoyó en el respaldo, apartando la mirada de él.
—Sólo te estaba dando conversación.
Pero ¿por qué? No era el tipo de mujer a la que le gustasen las charlas sin sentido.
—¿Y de verdad quieres saber mis impresiones sobre los viajes? ¿Nada más?
—Da igual. —Alyssa giró la cabeza para mirar por la ventanilla.
Él se quedó cortado. Quizá aquélla fuera la manera que tenía Alyssa de hacer las paces, de demostrar que no le guardaba rencor. Si era así, él acababa de rechazarla de pleno. No podía permitirse el lujo de acostarse con ella, pero no tenía por qué ser cruel.
—Barbados. Me gusta su clima cálido. Hay unas playas preciosas. Nadar entre las tortugas es una experiencia inigualable.
Ella no dijo nada.
—Asistí a una escuela de cocina en París. Es una ciudad maravillosa. Aunque los inviernos son demasiado fríos para mí. Pero no hay nada mejor que sus cafés escondidos, sus calles y su cultura.
Ella le brindó una tensa sonrisa.
—Tendré que creerte.
Cuando Alyssa giró la cabeza para volver a mirar por la ventanilla, él frunció el ceño. ¿Qué significaba eso? ¿Hablar sobre viajes se había vuelto aburrido de repente? ¿O es que no había estado en París? La verdad resultó evidente y la miró de reojo antes de que el tráfico reclamara de nuevo su atención. ¿Cada cuánto cruzaban las strippers el océano, en especial las que poseían sus propios negocios? Y ahora, había invertido sus ahorros en Bonheur.
Entonces, ¿por qué había iniciado aquella conversación? No creía que quisiera realmente hablar de viajes. ¿Estaría intentando conocerle?
Considerando la manera en que se la había tirado sin ningún tipo de control, de haberla abandonado después, disculpándose con un impersonal ramo de flores, y de mantenerla a distancia hacía tan sólo un rato, ella debería haberse comportado con él como una bruja. Muchas mujeres lo hubieran hecho. Alyssa había intentado buscar un tema de conversación neutral.
Y ahora él sentía una profunda curiosidad por aquel bomboncito sexy que tenía a la derecha.
—Cuéntame algo sobre ti —le pidió con suavidad.
Ella alzó los hombros haciendo que el pelo rubio platino se le deslizara por la espalda.
—Ya conoces lo más importante. Tengo veintinueve años y estoy a punto de inaugurar un restaurante.
—Quiero saber más cosas. ¿Te criaste en Louisiana?
Alyssa clavó la mirada en el regazo repentinamente. Se mordisqueó el labio con actitud pensativa.
—No. ¿Te criaste tú en Texas?
Él negó con la cabeza.
—Yo crecí en Clearwater Beach, Florida. No me has dicho dónde lo hiciste tú.
—No, no lo he hecho —convino ella.
Luc quiso seguir presionándola, pero ya habían llegado al club. Y notaba cuando alguien no quería seguir hablando de un tema. ¿Por qué demonios no quería decirle donde había nacido?
En cuanto él aparcó el coche, Alyssa se bajó y se encaminó a la puerta trasera del club. El sol matutino se reflejaba en la gastada superficie negra, iluminando a Tyler. El hombre parecía muy tenso. Cuando divisó a Luc le lanzó una mirada encolerizada.
—¿Qué ha pasado? —le preguntó ella, acercándose e intentando pasar junto a él.
Tyler la agarró por los brazos y la apretó contra su cuerpo. Luego le acarició la cara con la mano e inclinó la cabeza, haciendo que sus alientos se rozaran.
Al verlo, Luc se puso tenso. Gritó una orden mentalmente para que Tyler apartara las manos de ella. Pero había dos hechos innegables: en primer lugar, Alyssa no era suya, así que no podía decirle a nadie que no la tocara; en segundo, ella no estaba rechazando a Tyler precisamente.
El hombre le susurró algo que Luc no pudo oír. Ella asintió con la cabeza llena de ansiedad, Tyler vaciló, la besó en la frente y la cogió de la mano, intentando llevarla hacia la puerta.
—¿Qué pasa? —le preguntó Luc a Tyler.
Éste le miró por encima del hombro.
—Soy el responsable de su seguridad y me la tomo muy en serio. Vete a hacer comiditas.
Si fuera un hombre con menos control sobre sí mismo, Luc se habría lanzado encima de aquel mamón a pesar de que Tyler poseía bastantes más kilos de músculo que él. Aun así, Luc estaba convencido de que habría conseguido propinarle unos cuantos puñetazos. Pero ¿por qué hacer justo lo que quería aquel gilipollas?
—¿Acaso quieres comer otra cosa?
Alyssa se interpuso entre ellos con una expresión de cólera.
—¿Queréis parar de una vez? Luc, al parecer entró alguien en el club después de que cerráramos ayer y antes de que Tyler llegara hoy a las diez.
Luc se quedó helado. Qué coincidencia que, la misma noche, alguien clavara un cuchillo con una nota en el asiento de su coche y minutos después allanaran el club. Luc había pasado bastante tiempo con Jack y con su primo. Ninguno creía en las coincidencias y Luc estaba de acuerdo con ellos.
—Entraron por una ventana del piso de arriba. Remy ya ha pasado por aquí con los chicos, pero no han encontrado nada. Tyler está intentando averiguar cómo han podido desconectar la alarma. Voy a tener que llamar a Jack para que me lo explique.
—Deke me dijo que Jack y Morgan están visitando a su madre en California —dijo Luc.
Tyler apretó los labios.
—Maldita sea.
—Llamaré a Deke a ver qué averiguo —se ofreció Luc.
Alyssa clavó en él sus ojos azules.
—Gracias.
Antes de que pudiera responderle, Tyler la arrastró al interior. Allí reinaba una extraña quietud. No había nadie dentro. A Luc no le gustaron nada las vibraciones que sintió.
—¿Podría ser que alguien entrara durante el espectáculo de anoche y se colara arriba para dejar entrar a alguien después de cerrar? —sugirió Alyssa.
Tyler negó con la cabeza.
—Siempre lo registramos todo antes de irnos. E incluso aunque lograra haberse escondido, al abrir la ventana habría saltado la alarma.
—¿No encontraste nada fuera de lugar? —preguntó Luc—. ¿O más mensajes?
—Luc, dudo mucho que ambas cosas estén relacionadas.
—Pero no puedes estar segura.
* * *
Poco antes de las once y media, Alyssa y Luc salieron por la puerta de atrás y se subieron al 4x4 para dirigirse al Bonheur. Era un día nublado, húmedo y caluroso de septiembre y en el interior del restaurante hacía mucho calor y estaba demasiado oscuro. Alyssa encendió las luces y puso en marcha los ventiladores. Luego miró a Luc con impaciencia.
—El contratista vendrá a las dos para arreglar la pared divisoria. Dice que habrá acabado para las seis. ¿Alguna cosa más? —La joven se dirigió a la cocina, encendiendo las luces a su paso—. ¿Quieres que nos dediquemos a ultimar los detalles de la inauguración? Será mañana.
Luc continuó con el tema anterior.
—¿Por qué iban a entrar en el club?
Ella suspiró.
—No lo sé. A veces los borrachos hacen cosas muy raras. No puedo perder el tiempo ahora pensando en eso. Ése es el trabajo de Tyler. Y el tuyo es ayudarme a organizar una inauguración que los deje a todos con la boca abierta. ¿Qué hacemos ahora?
—Deberías tomarte en serio esta amenaza. —La agarró por los hombros, haciendo que se girara hacia él.
Alyssa arqueó una ceja. Luc parecía agitado y respiraba con rapidez. Ella parpadeó, lanzando una mirada lenta y sugerente a la erección masculina. Definitivamente estaba excitado. La joven contuvo una sonrisa.
—Lo haría, pero no puedo permitirme el lujo de ignorar que mañana es la inauguración del restaurante para centrarme en unos extraños acontecimientos. ¿Qué fue lo que dijiste en mi casa? «Lo que deseo no es lo que necesito». —Alyssa le brindó una sonrisa mientras cruzaba los brazos, haciendo que sus pechos sobresalieran por el escote del top.
Como ella esperaba, Luc clavó allí los ojos. Luego tragó saliva.
—No deberías ignorar el peligro por estar furiosa conmigo.
Alyssa se preguntó por qué a él le importaba tanto lo que ella hiciera. «Interesante cuestión…».
—No lo hago. Me limito a constatar los hechos.
Dicho eso, se zafó de su agarre y se giró. Alyssa sospechaba que Luc estaba acostumbrado a controlarlo todo siempre y a ser él quién dijera la última palabra. Y por tanto, no le gustaría que ella le diera la espalda, en especial si la imagen que le mostraba al hacerlo incluía una minifalda de cintura baja que se ceñía a sus nalgas y que dejaba expuesta la rosa que tenía tatuada en la parte baja de la espalda.
Balanceando las caderas, se acercó a la encimera de acero inoxidable, acarició la superficie lisa… y esperó. Apenas lo escuchó recorrer los pasos que los separaban antes de que le metiera los dedos en el pelo y la hiciera levantar la mirada hacia él.
—Deja de provocarme —gruñó él.
—Deja de decirme lo que debo de hacer.
Luc apretó los labios y le tiró del pelo con fuerza. Alyssa se limitó a lanzarle una mirada desafiante y una sonrisa provocativa.
Algo en aquella discusión aceleraba al máximo la sangre en las venas de Alyssa. El caballeroso chef sureño tenía un lado oscuro y ella quería verlo.
—¡Maldita sea! —Luc le cubrió la boca con la suya.
La empujó contra la encimera al tiempo que le hacía separar los labios, penetrando en aquella cálida caverna y succionando su aliento. Le metió la lengua entre los labios, poseyéndola, saboreándola, marcándola. En un instante, el cuerpo de Alyssa quedó envuelto en llamas y la sangre le hirvió en las venas. Se aferró a la camisa blanca y almidonada de Luc, cogiéndola por el cuello para acercarlo más.
Luc era justo como recordaba: delicado y fuerte como acero cubierto de seda, envolvente… y mucho más. Jamás había sentido esa dolorosa necesidad mientras un hombre la besaba, jamás había querido tener a uno más cerca.
Le pasó las manos por el cuerpo, sintiendo la curva de sus hombros, cada músculo de su pecho. Deslizó la palma por los marcados abdominales y siguió bajándola. Arrastró la mano —oh, ahora muy despacio— sobre el erecto miembro de Luc. Él contuvo el aliento y dejó de besarla, endureciéndose todavía más bajo su caricia.
Ella sonrió y buscó el botón del pantalón.
Él gimió.
—Alyssa, no podemos…
Ella le acarició de nuevo con la palma de la mano y le apretó la erección. Luego abrió el botón con un suave movimiento. Le bajó la cremallera y le liberó. Entonces le pasó el pulgar por el sensible glande.
—Santo Dios. —Él contuvo el aliento—. No podemos…
Alyssa no dijo nada, sólo se puso de rodillas.