Daine se levantó de un salto. La luz de la mañana se esforzaba por penetrar entre la gruesa capa de polvo de las ventanas. Lei estaba todavía durmiendo en un jergón junto a él. El cadáver de Jode estaba envuelto en la capa y colocado contra la pared. Daine se acercó y tocó el lardo cubierto de ropa. No se produjo ningún movimiento.
—Hay ciertas cosas que no puedo decir —murmuró Daine.
—¿Capitán?
Daine se sobresaltó y se dio la vuelta. Era Través, pero a Daine le costó un momento recuperarse del susto.
Lei se estiró.
—¿Mmm?
—Sé que te construyeron para ser sigiloso, Través, pero trata de hacer un poco más de ruido cuando te despiertes, ¿de acuerdo?
—Haré cuanto pueda. Pareces agitado.
—Pesadillas. Supongo que es lo que se puede esperar cuando duermes con el cadáver de tu mejor amigo en tu habitación.
—No lo sé. —El forjado no dormía ni soñaba.
Unos pocos galifars les habían asegurado la habitación en la Mantícora y convencido a Dassi de que preparara una comida más agradable para el general y sus hombres. Las gachas de la mañana fueron complementadas con azúcar rojo y polvo de sagal, e incluso pudieron tomar tres pequeños huevos hervidos y una jarra de leche de tríbex, Cuando Daine regresó a la habitación. Lei ya estaba completamente despierta.
—Mira —dijo, dejando el plato en el suelo—. Creo que son huevos de lagarto, pero cualquier cosa sólida me parece bien.
Lei se encogió de hombros. Tomó uno de los huevos y rompió su cáscara, que estaba llena de manchitas verdes.
—¿Quieres dormir más? —preguntó él.
—No —dijo ella—. Estoy bien.
—¿Y el trabajo?
—Tienes dos. Tuve que romper el tercero. Es un trabajo precipitado. No puedo prometerte cuánto durarán los encantamientos.
—Bueno, dos es mejor que ninguno. —Probó las gachas—. Mmm. No están mal si les añades el sagal. Recuérdame que te consiga un poco la próxima vez que salgamos al campo de batalla.
Lei no dijo nada. Sus ojos estaban todavía mirando a Jode.
Daine suspiró, avergonzado por su intento de bromear.
—Pongámonos en marcha. Cuando llegamos a Sharn, Alina Lyrris nos contrató para encontrar sus piedras de dragón, que habían sido robadas por Rasial, su correa. Rasial, que fue guardia de la ciudad y jinete, abandonó la guardia poco después de desarrollar una Marca de dragón aberrante, que puede que fuera responsable de sus accidentes en las carreras.
—Una Marca como ésa también comprometería su consideración social y sería la fuente de mucho dolor y sufrimiento —dijo Lei.
Daine asintió.
—Pero aunque fue adoptado por un grupo de gente que compartía su… aflicción, no parecía encajar con ellos. Ellos creían que estaba trabajando a su espalda, nosotros sabemos que así era. Trabajaba con Alina y alguien en Altos muros, posiblemente Hugal o Monan.
—Daine, ya sabemos todo esto —dijo Lei—. ¿Por qué estás…?
—Sólo pienso en voz alta —respondió—. Ayúdame. Hace tres noches, Rasial introduce un cargamento de piedras de contrabando, pero no llega a entregárselas a Alina. Él es nuestro primer cadáver. El día siguiente, los tarkanans mandan a un semiorco en busca de Rasial, a Altos muros, y él acaba siendo nuestro segundo cadáver. Ayer, Jode desaparece por razones que no conocemos, y es —se detuvo y tragó saliva, emocionado— asesinado. Finalmente, tenemos el cuarto cadáver, del que no sabemos nada. Todos esos cuerpos fueron arrojados a las cloacas que hay debajo de Altos muros. Al menos tres de los cuatro deberían tener Marcas de dragón, pero ninguno de ellos las conserva. ¿Qué me falta?
—Si las Marcas fueron extraídas, creo que las piedras de dragón de Rasial fueron claves, aunque todavía no estoy segura de cómo podría hacerse algo así.
—Fuimos atacados por un grupo de humanos que habían sido alterados y potenciados de alguna forma —dijo Través—. Aparecieron para capturar vivo a Jode.
—Cierto —dijo Daine—. Sin embargo, el líder del grupo era un conversor. En este momento, no sabemos si su «hermano gemelo» es humano o un conversor, pero anda suelto.
—Por lo que respecta a Jode —dijo Lei—, si pueden extraer Marcas de dragón, puede que lo necesitaran vivo para hacerlo. No sabemos nada de ese proceso.
—Cierto. ¿Y Rasial?
—Bueno… —dijo Lei—. Quizá sólo querían encontrar la manera de deshacerse de su Marca de dragón aberrante con la esperanza de poder regresar a su vieja vida. Conoció a alguien que le dijo que podría ayudarle…, a cambio de las piedras. Aunque imagino que no creía que fuera a morir.
—Eso explica por qué sólo ha habido unas pocas muertes por ahora.
—Si realmente están robando el poder de una Marca…, bueno, muy importante para ellos, para ese trabajo, tener la Marca de curación. Y un grupo pequeño y desorganizado como esos tarkanans serían una presa más fácil que las grandes casas. Siendo parias, ni siquiera pueden recurrir a la ley en busca de ayuda.
—Cierto —dijo Daine—. Suponiendo que esto sea así, la siguiente pregunta es: ¿con quién estaba tratando Rasial?
—Si aceptas que la persona que trataba con Rasial era la misma persona que quería secuestrar a Jode, tiene que ser Hugal o Monan.
Daine asintió.
—¿Qué más sabemos de esos dos?
—Vivían en una casa de vecinos llamada Puerta de Dolurrh. Según ese hombre, Doras, tenían pocos amigos, pero yo iría que no podemos fiarnos de su testimonio. Aunque…, en la cena, ¿qué dijo Hugal sobre la destrucción de Cyre?
Respondió Través:
—Sugirió que la destrucción de Cyre sería un arma que podría ser utilizada contra el resto del mundo.
—Eso es —dijo Daine—. Supuestamente, él estaba en Cyre cuando llegó el desastre. Aunque buscamos durante meses, nunca encontramos supervivientes.
—Además, esa vieja costurera con el ojo en la palma de la mano…, eso sucedió hace poco, de modo que no era resultado de las tierras Enlutadas.
—Todavía tenemos preguntas sin responder. Pero esto parece claro. Rasial hizo un trato con Hugal y sus amigos antinaturales. Le quitaron las piedras, le robaron la Marca y lo mataron. Hicieron lo mismo con el semiorco tarkanan y después con Jode. ¿Pero cómo? ¿Cómo se expuso así Jode?
Lei pensó.
—Bueno, se marchó justo después de que viéramos a Alina. Antes de eso, habíamos hablado con la medusa y la esfinge.
—¿Qué le dijo la esfinge?
Una vez más, la memoria de Través acudió en su ayuda.
—Insistió en la urgencia. Después dijo: «Hay una llave que sólo tú puedes encontrar, oculta entre dos piedras que sólo tú puedes mover. Tienes que encontrarla solo, pero pagarás un precio terrible para hacerlo».
—De modo que, presumiblemente, intuyó dónde estaba esa llave y creyó que tenía que actuar a solas. —Daine se frotó la barbilla pensativamente.
—¿No dijiste que reaccionó ante algo que dijo Alina? —preguntó Lei.
Las imágenes de su sueño regresaron como un llamarazo y Daine se dio una palmada en la frente.
—¡Por supuesto! «Hay ciertas cosas que no puedo decir».
—No lo entiendo —dijo Través.
—¿A quién hemos conocido en los dos últimos días que no podía hablar?
—¡Sí! —dijo Lei—. Esa chica ¿Olassia?
—Olalia —dijo Través—, a la que le habían convertido la boca en piedra.
—Exactamente —dijo Daine—. El consejero Teral la encontró en las ruinas de Cyre, junto a Hugal y Monan. Mientras los gemelos estuvieron en la cena, pareció aterrorizada. Debía conocer la verdad de los gemelos, pero no podía hablar porque tenía las mandíbulas petrificadas. El secreto, la llave, está atrapada entre dos piedras.
—Entonces la esfinge estaba equivocada —dijo Lei—. Fue solo, como dijo, pero murió de todas formas.
—Dijo que pagaría «un precio terrible» —señaló Través.
—¿Quién sabe qué quería la esfinge? ¿Por qué no le dijo «ve a hablar con la mujer de los dientes de piedra»? Nunca confiaré en un oráculo. —Daine negó con la cabeza—. Hay una última pieza. El túnel más cercano que conecta las cloacas con la superficie sale de la plaza l ogran, donde está el poblado de tiendas. Alina dijo que quienquiera que estuviera llevando a cabo esas operaciones místicas probablemente tenía su base bajo el suelo, posiblemente en la Puerta de Khyber.
—¿Qué hacemos? —preguntó Través.
—Encontrar a Olalia. Si encontramos al consejero Teral, le explicamos la situación. Pero con cuidado. Ayer nos quitaron a Jode. Hoy vamos a hacer que los ladrones paguen por lo que han hecho. —Daine desenvainó su daga y la clavó en el suelo—. Hoy vamos a acabar con esto.