Poca luz llegaba a las calles de Altos muros, y las sucias ventanas de la Mantícora, a juzgar por los rayos de sol que dejaban entrar, podrían haber sido de piedra. Los pergaminos de Alina estaban extendidos sobre el suelo de la pequeña habitación. Lei había tejido un encantamiento de iluminación en un pequeño cristal que llevaba y estaba utilizando su luz para leer los documentos. Daine caminaba arriba y abajo, y Jode estaba sentado en el suelo, mientras Través permanecía en silencio, imperturbable como una estatua.
—El tiempo es esencial —dijo Daine—. Por lo que sabemos, Rasial ya ha vendido las piedras. Es posible que sean sacadas clandestinamente de la ciudad antes de que las encontremos. Si es así, Alina esperará al menos que descubramos quién tiene la mercancía. Suceda lo que suceda, tenemos que encontrar a Rasial cuanto antes.
Sonó la cuarta campana, tonos puros resonando en el vasto pozo del Desembarco de Tavick.
—Tenemos una invitación a cenar si nos apetece —prosiguió Daine—. Jode y yo encontramos a Teral ir’Soras, un viejo consejero de la corte de Cyre. Podría ser una pérdida de tiempo. Es un político, de modo que quizá sólo busque ganarse apoyos. Pero si conoce a los residentes de este distrito sería un contacto útil, especialmente si vamos a quedarnos aquí un tiempo. ¿Qué más tenemos para trabajar?
Habló Jode.
—Rasial Tann sirvió en la Guardia de Sharn durante cinco años; en los tres últimos estuvo con los Alas doradas. Durante ese tiempo vivió en el distrito de Vigilia de la daga de Alto Dura. La mayor parte de guardianes viven allí. Es de esperar que nuestro amigo del ascensor no vaya a insistir con la cuestión, pero creo que no es una buena idea que vayas a hacer preguntas a una comisaría por ahora, Daine.
—¿Y crees que ella se ha olvidado de ti? Sólo le clavaste un cuchillo en la rodilla.
Jode se encogió de hombros.
—La sutileza es mi fuerte. No me reconocerá.
Daine frunció el entrecejo, pero asintió. Jode era mucho mejor recabando información que Lei o Través, y aquello podía exigir una cierta mano izquierda.
—Como quieras. ¿Qué más?
—Parece que Rasial tiene un talento especial para manejar hipogrifos. Ésa es la razón por la que fue rechazado por los Alas doradas. Pero en su tiempo libre pasaba mucho tiempo haciendo carreras. Disparate de Hareth en el Dura Medio parece ser un centro de competiciones y toda clase de deportes aéreos. Las notas de Alina indican la situación de algunos estadios y casas de juego.
—¿Ya no corre?
—No. La carrera más importante de Sharn se llama Ocho Vientos. Tiene lugar una vez al año. Hace dos, Rasial ganó la carrera por Vigilia de la daga y el hipogrifo. El año pasado volvió a cabalgar el hipogrifo, pero se produjo un accidente y casi muere. Después de eso, abandonó el aire. Abandonó la guardia. Dejó de correr. Y eso es todo lo que tenemos.
—¿Qué hay de las piedras? —dijo Daine mirando a Lei. Si le oyó, no dio muestras de ello—. ¿Lei? ¡Lei!
Lei levantó la mirada del pergamino que estaba estudiando. Se había mostrado distante desde su regreso del Bosque de Corazón Oscuro, y tenía la voz fría y carente de emociones.
—Las piedras de dragón son minerales mágicamente activos. Las piedras de dragón de Eberron comunes almacenan y concentran energía mágica. Forman la base de muchas de las comodidades que damos por descontadas, como los faroles permanentemente encendidos. Las piedras del ciclo caen del Anillo de Siberys. Amplifican los poderes naturales de una Marca de dragón. Piedras mensaje Sivis, altares de sanación Jorasco…, todo eso se basa en piedras celestes.
—¿Qué tenemos esta vez?
—Piedras de Khyber. Se hallan en vetas subterráneas muy profundas, y se dice que son la sangre seca del oscuro progenitor wyrm. Del mismo modo en que se dice que los amigos están ligados por la sangre de Khyber, las piedras de dragón más profundas se utilizan para ligar espíritus y energías elementales. Los relámpagos, las aeronaves, las velas fundidas…, todo eso es posible sólo mediante las piedras de dragón de Khyber. —Lei se puso en pie y empezó a andar, remedando inconscientemente el movimiento anterior de Daine—. Pero estas son sólo las categorías más generales. Pureza, color, tamaño…, todas esas cosas pueden variar el valor y la utilidad de una piedra en particular. —Señaló la página—. Tu amiga está tratando de obtener una forma muy inusual de piedra de Khyber. Parece rezumar energía dragón, como una piedra de Siberys.
—¿Y…?
—Las piedras de Siberys amplifican la energía, pero las piedras de Khyber la ligan.
—No te sigo. ¿Qué pueden hacer?
Lei se encogió de hombros.
—Si ese material puede realmente vincular energías con la Marca de dragón, se podría utilizar para crear una especie de escudo contra los efectos de los portadores de la marca. O unas esposas para impedir que un prisionero utilice su Marca de dragón. Pero es imposible decirlo. Estas notas son puramente teóricas.
—¿Cómo supo Alina de esas piedras? —preguntó Daine—. ¿Y con quién tuvo que contactar para conseguirlas?
—Esperaba que me lo dijeras tú. Mi… familia son los mejores artificieros de estos tiempos y de todos. —Por un momento sus ojos parecieron distantes—. Pero nunca había oído hablar de esas piedras antes. No puedo ni imaginar lo que vuestra amiga tuvo que pagar para dar con ellas, y no digamos ya para comprarlas. ¿Quién es esa Alina? ¿Y por qué está interesada en esas piedras?
Jode habló antes de que Daine pudiera abrir la boca.
—Conocí a Alina Lyrris en Metrol hace ocho años, poco después de empezar a luchar del lado de Cyre. Ella traficaba con mercancías de contrabando y me enteré de que estaba vendiendo secretos a la corte de Cyre. Estoy seguro de tres cosas. Alina es letal, astuta y tiene más riquezas de las que podéis imaginar. Dice que su fortuna procede de minas de piedras preciosas de las montañas de Murogrís, pero no lo creáis. A juzgar por lo que he oído, hay pocas cosas que no haya probado, en los negocios y en la vida.
—¿Qué pretende?
—Control: conocimiento, secretos, poder personal. No creo que el dinero le importe. Todo es un mero juego, juega con las vidas de los demás.
—Y ahora es la nueva jefa —dijo Daine con el entrecejo fruncido.
Lei miró a Daine un momento, quizá preguntándose cómo había conocido a Alina, qué alimentaba su amargura. Pero ya cargaba con sus propias penas y no dijo nada. Daine soltó un suspiro y volvió al asunto que tenían entre manos.
—Así que las piedras son raras. ¿Podemos utilizar eso? ¿Puedes rastrearlas, Lei?
Ella lo pensó.
—Puedo crear una varita de adivinación temporal fácilmente, pero sólo tendrá un alcance de unos mil pies. El encantamiento durará sólo unos minutos después de su activación. Así que será mejor que no la uses a menos que estés muy seguro.
—Es mejor que nada. Hazla. Después tenemos el asunto de tu tío Jura y la «visita al viento». ¿Qué era eso?
Lei se encogió de hombros.
—No lo sé. —Miró de soslayo el bastón de maderaoscura, que estaba apoyado en un rincón de la sala—. Ese bastón es mágico, pero hasta ahora no he sido capaz de comprender para qué sirve. A menos que esté maldito.
—No es algo que debamos descartar —dijo Jode.
Lei continuó.
—Parece poco probable que Jura me diera un objeto tan poderoso para un mero recado. Y aunque esté maldito, ¿por qué razón nos lo dio?
—No lo sé —dijo Jode al tiempo que se estudiaba una uña—. ¿Quizá cree que si se deshace de ti se ganará el favor de la casa? Quizá ha atrapado en el bastón a un hada mala y al dar la medianoche nos matará a todos con su horrible gemido.
Lei se lo quedó mirando.
—Mira —dijo Lei—. No sé si confío en Jura. No es el hombre que conocí. Pero… no creo que trate de hacerme daño. No importa lo que haya sucedido, seguimos siendo de la misma familia. Creo que esto podría ayudarnos.
Daine frunció el entrecejo.
—Entonces debemos asegurarnos cuanto antes. ¿Qué sabes de la Puerta de Malleon?
—Uno de los distritos más peligrosos de Sharn, al menos para los humanos. La mayor parte de los duendes y demás viven ahí, y he oído que criaturas aún más extrañas se dirigen hacia el este desde Droaam.
—¿No es probable que el tío Jura nos mande a un barrio peligroso para que nos asalten y asesinen?
—Daine —dijo Lei con un suspiro—. Confío en él. —Pensó un momento y después añadió—: Bueno, más o menos.
—Luchaste contra un ejército de asaltadores darguul en Sennan Rath, capitán —dijo Través con total calma—. Esto no puede ser tan peligroso.
—Dicho por un hombre que todavía tiene todas sus armas. —Daine miró de soslayo a Jode, que al menos tuvo la delicadeza de parecer avergonzado—. Pero tienes razón. Con todo, diría que tenemos que estar juntos en esto. Después, nos dividiremos para investigar Vigilia de la daga y Disparate de Hareth, y nos reuniremos de nuevo para cenar con el señor Teral.
Los demás asintieron.
—Muy bien —dijo Daine mientras Jode reunía los papeles y Lei tomaba el bastón.
—Vamos a hablarle al viento.