—Vuestros señores Cannith pueden ser artificieros maravillosos, pero no diría lo mismo acerca de su gusto en arquitectura —dijo Daine examinando la mansión. Construida en granito negro con muros tallados para parecer una densa arboleda, la casa de Jura se llamaba Bosque del Corazón Oscuro.
Lei no dijo nada.
Un sirviente forjado les recibió a las puertas de la mansión y les guió al interior sin pronunciar una sola palabra. Si el sirviente de Hadran era una figura imponente y cubierta de joyas, ese artefacto era un delgaducho amasijo de madera y cuero que parecía a punto de desmoronarse. Olía a moho, y con cada movimiento que hacía se oía un tintineo y martilleo.
Entrar en la mansión era como adentrarse en una ciénaga. El aire era antinaturalmente cálido y húmedo, y el olor de verduras en estado de putrefacción inundaba las fosas nasales. Las paredes estaban cubiertas de hiedra brillante y en lugar de alfombras había juncos entrelazados. Globos de energía mística iluminaban los pasillos, pero éstos estaban cerrados a cal y canto y el ambiente era oscuro y húmedo.
—A ese hombre le gustan las plantas —susurró Daine. No podía comprender por qué un hombre se gastaba su oro en plantas para el interior de su casa.
—Oh, el tío Jura adora… las plantas —dijo Lei, ausente. Sus pensamientos parecían muy lejanos.
Después de guiarles por una serie de pasillos laberínticos verdes, el guía forjado se detuvo ante un par de inmensas puertas y llamó. Las puertas se abrieron lentamente impulsadas por unas manos invisibles. Una pared de bruma ocultaba la sala que había al otro lado. Daine miró de soslayo a Lei, pero ella se limitó a encogerse de hombros. Más trampas Cannith, pensó él.
El forjado se volvió hacia ellos e hizo una reverencia.
—El señor de Jura os espera —dijo. Su voz era un chirrido oxidado.
La niebla ocultaba un bosque. Cuando Daine la cruzó, su bota se hundió en la tierra lodosa. Una densa arboleda se extendía ante él. Zarcillos de niebla se desplazaban por encima del suelo, y oía el ruido de insectos y el gorjeo de pájaros y roedores a su alrededor.
—¿Qué es esto? —susurró, con la daga ya en la mano.
—No te preocupes —dijo Lei al aparecer de entre la niebla que había a su espalda—. Sigue el camino. Te daré más luz.
Cuando Lei acabó de decir eso, el sol salió, o al menos el cielo se iluminó hasta adoptar la tonalidad de un mediodía. Escudriñando el cielo, Daine advirtió un filón de piedra. Estaban en una inmensa sala. El altísimo cielo abovedado estaba pintado simulando a la perfección un cielo nuboso. Con todo, el fango parecía real.
Jode silbó.
—Bueno, había visto algunos trabajos parecidos en mi vida, pero esto…, ¿sabes cuánto debe haberse gastado solamente con la humedad? ¿Crees que puede hacer llover aquí dentro?
Lei le reprendió con un gesto de la mano.
—Cállate. Y no digas nada de los árboles Te lo contaré más tarde. —Lei iba por delante de él siguiendo un ancho y lodoso camino. Pasaron ante un dosel de árboles. Después de algunos giros, llegaron a un amplio claro.
Jura Corazón Oscuro les estaba esperando. Tenía como Lei la piel pálida y era asimismo pelirrojo, pero por lo demás no podrían haber sido más distintos. Daine había visto cadáveres con un aspecto más saludable que Jura. El señor expulsado era poco más que un esqueleto con la piel como cuero tensada sobre huesos que le sobresalían. Sus elegantes ropajes de terciopelo colgaban de su cuerpo demacrado, y el poco cabello que tenía estaba concentrado en una barba rala. Estaba sentado con las piernas cruzadas sobre un enorme trono de madera tallado a partir del tronco de un árbol de maderaoscura caído. Tenía un pequeño cuchillo en una mano y un bastón del mismo material sobre las piernas, y estaba tallando figuras en su superficie. No levantó la mirada para saludar a sus huéspedes.
—¡Saludos, señor Jura! —gritó Jode antes de que Lei pudiera hablar—. Gracias por permitirnos entrar en tu casa. Qué maravilloso trono tienes. De veras, nunca he visto nada igual.
Lei hizo rechinar los dientes, pero no abrió la boca.
Jura levantó la mirada de su bastón y estudió al mediano con detenimiento. Su mirada se detuvo en la Marca de dragón de Jode.
—Me costó una fortuna, Jorasco. Era muy importante para mi esposa, que descanse en paz. —Tenía la voz grave, pero fría, carente de emociones.
—¿Le ha pasado algo a tu esposa, señor? Permíteme transmitirte mi más sentido pésame. Si podemos…
—Basta —dijo Jura, y su fría mirada fue suficiente para silenciar incluso a Jode. Miró a Lei y pasó una mano por su bastón de maderaoscura—. Espero que tengas buenas razones para molestarme, muchacha.
—Yo…, quería saber cómo estabas, tío. —El aire era cálido y estaba cargado de humedad, y Daine veía sudor en su frente.
—No me insultes. Sé por qué estás aquí. Quieres saber de Hadran y por qué ya no eres bienvenida en la casa de tu familia. Y ¿quién mejor para hablar que el viejo Jura, el último perro echado a patadas de la casa?
Mientras él hablaba, Lei pareció recuperar algo de su fulgor habitual.
—Ahórrame la pena que sientes por ti mismo, suficientes problemas tengo ya. Al menos tú tienes un palacio en el que enfurruñarte.
Jura soltó una risotada, un horrible ruido áspero.
—Al menos sigues teniendo espíritu, muchacha, Muy bien. Pregunta.
—¿Por qué Hadran no quiere verme?
—Porque murió hace una semana.
Lei reprimió un jadeo y se quedó en silencio, asombrada.
—Tengo entendido que lo dejaron hecho añicos. Obra de una bestia salvaje, quizá, o de un artefacto de fuerza excepcional. O de un hombroide muy bien construido, por supuesto.
Daine dio un paso hacia delante.
—¿Qué estás diciendo? No pueden echarle la culpa de esto a Lei.
—No seas ridículo —dijo Jura—. Aunque hubiera estado en Sharn, nadie cree que ella sea capaz de construir un hombroide con ese poder.
—Entonces, ¿por qué? —Lei temblaba de ira—. ¿Por qué he sido expulsada?
—Baja la voz, muchacha —dijo Jura—. Quizá ambos seamos expulsados a ojos de nuestra casa, pero yo soy el señor de esta mansión y espero de ti que me muestres el debido respeto.
Por un momento, Daine creyó que Lei iba a atacar al anciano, después dio un paso atrás y bajó la mirada al suelo.
—¿Por qué he sido expulsada de nuestra casa, señor Jura?
—El año pasado trajo muchos cambios a la casa Cannith, muchacha —respondió Jura—. Su Consejo fue destruido junto a Cyre, y durante el mes pasado los barones han estado peleándose para establecer un nuevo orden. El barón Merrix de Sharn es ahora el poder máximo en el sur, y él personalmente ordenó tu expulsión.
—¡Si ni siquiera conozco a Merrix! Sólo había estado en Sharn una vez antes. ¿Qué he hecho?
—El consejo puede haberse disuelto, pero Merrix necesita justificar su acción ante los ancianos supervivientes. Conoces las posibilidades tan bien como yo. Traición, conducta que avergüence a la casa y, por supuesto, hibridación. —Lanzó una mirada especulativa a Jode—. ¿No lo sabes?
—¡No! —dijo Lei—. ¡No he hecho nada para merecer esto!
—Entonces tal vez sea un error.
—¿Hablarás por mí, tío? ¿Harás llegar mi caso al barón?
—¡No digas estupideces, muchacha! Yo soy un paria como tú. Es cierto que he establecido contactos con la casa durante los últimos años, pero el barón no hablará conmigo, y por su puesto no escuchará mis palabras. Y aunque lograra una audiencia, no malgastaría contigo toda la buena voluntad que quizá él sintiera. Yo tengo mis propios intereses. Ahora que mi esposa ya no está, espero regresar a la casa yo solo. Merrix necesita apoyos poderosos, y yo tengo mucho oro que gastar.
Jode intervino de nuevo.
—¡Muy bien! Así que, aunque no puede hablar en defensa de la señora Lei, ¿nos ha llamado para ofrecernos ayuda material, no es así?
—Me diviertes, mediano. No. No tengo la menor intención de gastar una sola moneda en una inversión tan inútil.
—¿Puedo preguntar entonces, señor, por qué nos has concedido esta audiencia?
Jura sonrió.
—He sido un exiliado durante muchos años, Jorasco. Quizá me divierta ver a alguien en una situación peor que la mía.
La mano de Daine se tensó sobre la empuñadura de su daga, e incluso Jode parecía encolerizado. Lei les puso las manos en los hombros para detenerles.
—Entonces supongo que nuestro tiempo aquí ha terminado.
—No del todo —dijo Jura, poniéndose en pie—. En realidad, he aceptado veros a petición de una vieja… socia, que quería que fijara un encuentro de su parte. Si queréis hablar con ella, id a la iglesia en ruinas de la Puerta de Malleon. Decidle al guardián que estáis buscando al viento. Y cuando ella llegue, tendréis que darle esto. —Le tiró el bastón de maderaoscura a Lei, que frunció el entrecejo como si le quemara las manos.
—¿Quién…? —empezó Daine.
—He dicho todo lo que estoy dispuesto a decir —le espetó Jura—. Ahora salid de mi casa. El Bosque del Corazón Oscuro no es un buen lugar para los visitantes no bienvenidos.
Daine se giró hacia Lei para interrogarle por su opinión, pero ella ya estaba de camino hacia la puerta.
La noche cayó mientras regresaban a la taberna de Dassi.
Través les lideraba por entre las calles, con los ojos siempre alerta al peligro. Jode caminaba arrastrando los pies tras él, perdido en sus pensamientos. Lei, que caminaba junto a Daine, sostenía el bastón de maderaoscura como si estuviera cubierto de espinas venenosas y tenía una expresión adusta.
—Es hora de que me lo expliques —dijo Daine, frunciendo el entrecejo—. No nos habías dicho que el tío Jura era otro expulsado. ¿Qué hizo para que le echaran de Cannith? ¿De qué tienes miedo?
—A Jura…, siempre le encantaron las plantas. Viajó a las junglas de Aerenal, las extensiones de Eldeen, los bosques de Karrnath. Conoció a su esposa en Aerenal.
—¿Y? ¿No me digas que fue expulsado por casarse con una elfa?
—En realidad, era una dríada. Hizo que la mandaran a Sharn. Como si la hibridación no fuera un problema suficiente, después de la boda empezó a comportarse de un modo…, cuestionable. Sus fiestas eran célebres. Las leyendas dicen que amasó la mayor parte de su fortuna vendiendo venenos y sustancias prohibidas…, sueñolirios y cosas parecidas.
—¿Por una dríada? En todas las leyendas que he oído…
—Una dríada de madera.
—Ah.
—Sí. Al parecer, en su intento de que le readmitan en la casa, ha afirmado que su mujer le hechizó, que él no era responsable de su comportamiento. Sea eso cierto o no…, no es el hombre que conocí cuando era niña.
—De madera, ¿eh? —Daine reflexionó un momento—. ¿Cómo murió?
—¿Cómo pueden morir las dríadas?
Daine pensó en el trono de madera del bosque interior, tallado en el tocón de un árbol. Miró de soslayo el bastón de maderaoscura. La parte superior estaba tallada en forma de la cabeza de una hermosa mujer cuyas trenzas descendían por el cuerpo del bastón.
—O sea que… eso es…
—¿Corazón Oscuro? He pensado lo mismo.
—Encantador.
Recorrieron el resto del trecho en silencio.