Una semana después, Tyler se encontraba en el patio de atrás, tomando una cerveza, rodeado por las esposas de sus amigos… Igual que la noche en que Del había regresado a su vida. Pero en esta ocasión, ella estaba ausente. Lo único que tenía eran su hijo y sus recuerdos.
Tras la muerte de Carlson, el FBI se la había llevado; probablemente querían que respondiera a un millón de preguntas sobre las andanzas del fiscal, examinar sus pruebas y comenzar una investigación por todo lo alto. Sin duda querían comprobar el alcance de las maquinaciones de Carlson y a quien podrían acusar. Él había hecho todo lo posible para estar a su lado, pero ella acabó besándole con suavidad y diciéndole que estaba bien, que le llamaría cuando pudiera.
La dejó ir a regañadientes, pensando que estarían separados un par de días a lo sumo. Él, por su parte, tuvo que ir al Departamento de Policía de Los Ángeles, lo mismo que McConnell, para declarar. La cámara que Xander había colocado en el bolso había captado toda la escena y conseguido que la resolución del asunto acabara siendo algo muy sencillo.
A la mañana siguiente, recibió un mensaje de texto de Del pidiéndole que regresara a Lafayette y se hiciera cargo de Seth. En él le prometía que hablarían pronto. Intentó comunicarse con ella durante los siguientes minutos, pero sólo escuchó un mensaje grabado informándole de que el teléfono al que llamaba estaba fuera de cobertura. A partir de entonces, el temor fue su constante compañero. ¿Estaba siendo duro con ella el FBI por alguna razón desconocida? ¿O quizá sólo quería alejarse de él?
No quería pensar que sus declaraciones de amor habían sido efímeras, pero después de estar siete días sin verla, empezaba a sentirse angustiado. Separarse de ella dos años antes no había sido fácil, pero ahora sería… sería lo más jodido del mundo; le dejaría un agujero en el pecho que no se curaría jamás.
—Del ha escrito un artículo impresionante. —Tara dejó caer un ejemplar del L. A. Times sobre la mesa de hierro forjado del jardín—. Va a cosechar muchos premios con él.
Todas las demás mujeres se mostraron de acuerdo, y Alyssa tomó el periódico para volver a repasarlo mientras acunaba a Chloe con suavidad.
Sí, él mismo lo había leído ya cuatro veces en lo que iba de mañana. Del había utilizado las palabras para pintar un vivido cuadro de Carlson, sus crímenes y sus engaños, añadiendo el costo en dólares que había supuesto para los contribuyentes. Sin duda, su jefe le pediría que se quedara e incluso la ascendería… Era lo que ella había soñado siempre. Ahora temía que Del intentara borrar lo ocurrido los últimos días, que se llevara a Seth de regreso a Los Ángeles y saliera de su vida para siempre.
Pensar que pudiera pretender eso le sumía en una auténtica agonía.
Seth saltó sobre su regazo y él le brindó una sonrisa. La única luz brillante en esos días oscuros había sido su hijo. Había afianzado unos estrechos vínculos con Seth a lo largo de la semana y admitía sin rodeos que amaba a ese niño con todo su corazón. El día anterior, incluso había reunido valor para seguir la pista a su madre. Se había vuelto a casar con un buen tipo y vivía en Phoenix. Ella se sintió muy emocionada al saber que tenía un nieto y se interesó por conocerlo. Le deseó toda la felicidad del mundo, como si aquellas largas retahílas de amargos reproches que le había soltado en la granja de Boone no hubieran existido. Finalmente le aseguró que volvería a llamarla para reunirse en algún momento; pensaba que para Seth, e incluso para él mismo, sería bueno conocer a su abuela.
Tomando su sonrisa como una señal de aliento, Seth comenzó a golpearle el pecho con las palmas mientras gritaba de placer. Cuando bajó la mirada, se encontró unas intensas huellas verdes en su camiseta favorita.
—Será mejor que no preguntes qué es —aseguró Kimber con una mueca.
Estaba de acuerdo. La camiseta se lavaría y era un pequeño precio a pagar por disfrutar de ese tiempo con el niño, dado todo el que habían perdido ya, y por no pensar en el que podrían perder en el futuro si Del decidía quedarse en Los Ángeles.
A pesar de la agridulce tristeza que le invadía, sonrió ampliamente y meneó la cabeza al ver la traviesa expresión del niño. Luego se levantó con él en brazos y se dirigió a la cocina. Después de lavarle las manos con rapidez, regresó al patio.
—Es aguacate —informó—. Seth trepó hasta la encimera y lo cogió. Apuesto lo que sea a que lo aplastó entre las manos y pintó con él las paredes.
Kimber intentó no reírse.
—Caleb también hace cosas así. Lo cierto es que no puedes darle la espalda ni un momento.
Tyler no había tenido demasiada experiencia en la crianza de los niños hasta ahora, pero había llegado con rapidez a la misma conclusión que Kimber.
Mayo se había convertido en junio y el clima era ahora casi bochornoso. Comenzaba a atardecer y las cigarras llenaban los silencios en la conversación, haciendo la competencia a las ranas.
Alyssa dejó el periódico en la mesa y miró a Tara.
—¿Dices que Xander se aloja en tu casa y te vuelve loca al intentar evitar a los periodistas de Los Ángeles?
Ella asintió con la cabeza.
—Desde que el artículo informó de lo útil que había sido su ayuda para hundir a Carlson, le han bombardeado. Al parecer, no le gusta que lo definan como el «James Bond millonario». —Se rio entre dientes—. Y dada su manera de ser, me está volviendo loca. Algunas de sus bromas sé que lo son y que sólo me toma el pelo, pero el tema de las chicas… Su teléfono no deja de sonar nunca. Ayer desapareció cuatro veces, en cada ocasión con una diferente. Ni siquiera sabía que conocía a alguien en Lafayette, como para imaginarme que conocía a suficientes mujeres para mantener en un mismo día relaciones sexuales con varias distintas. —Suspiró—. Recordadme que se lo eche en cara a Logan cuando vuelva. Tener a Xander en casa, pase; pero tener que estar al tanto de su harén… hubiera sido mejor que se fuera con Javier.
—Para el hermano de Xander no ha sido fácil asimilar que su mujer murió a manos de un amante cuya existencia no conocía —señaló Tyler.
Cinco días antes, la policía había hallado el cuerpo apaleado e hinchado de Francesca. Xander deseaba estar con su hermano, pero la prensa no le daba tregua y no quería que Javier tuviera que sufrir también el acoso periodístico si volvía a Los Ángeles. Así que allí estaba, mascullando para sus adentros e intentado ahogar la frustración con todo el sexo del que podía disfrutar. Él le entendía. La situación tendría su gracia si no fuera tan amarga.
—No puedo creer que el tipo que la mató se limitara a echar su cuerpo al mar —intervino Morgan de repente, sin dejar de acariciarse el enorme vientre. Jack y ella esperaban el bebé para septiembre—. ¿Todavía no han dado con él?
—No —repuso Tara en voz baja—. Hay un gran dispositivo, pero todavía…
Hasta ahora, nada. Él pensaba que era sólo cuestión de tiempo que dieran con el amante de Francesca, pero el asesino les llevaba una buena ventaja.
Alyssa besó a su hija en la sien y le miró.
—¿Qué sabes de Eric?
—Pues va a tener suerte. La bala no dio en un pulmón por milímetros, así que se recuperará y parece que va a llegar a un acuerdo con la oficina del fiscal. Le darán inmunidad a cambio de los nombres de todos los implicados en los tejemanejes de Carlson.
Antes de marcharse de Los Ángeles, le había visitado en el hospital. Jamás volverían a ser amigos y Eric tenía muchos problemas que superar, pero habían hablado. Su antiguo compañero se disculpó. Después de ver el daño que había estado a punto de infligirle a Del al tocarla contra su voluntad, había comenzado a verse desde otro prisma… y también a Carlson. No tardó en darse cuenta de que el fiscal había intentado matarla. La visita había dado sus frutos y Eric parecía tener claro por fin que era el único responsable de sus acciones. Era un principio. Tenía ánimos para seguir adelante.
—Y… —Alyssa le miró, ahora de manera penetrante—. ¿Has sabido algo de Del?
¿Después de recibir el mensaje de texto en el que le decía que volvería pronto?
—No.
No quería hablar de ello. Si lo hacía se dedicarían a decirle cosas como «si la amas, debes dejarla elegir libremente», y otras sandeces por el estilo que sólo le hacían apretar los dientes.
La amaba y no estaba preparado para dejarla ir, a menos que ella le mirara a los ojos y le dijera que no le amaba. Estaba dispuesto a demostrarle todo lo que sentía por ella, y en cuanto la tuviera al alcance abordaría el asunto. Iban a sostener una larga conversación sobre el futuro. No la dejaría marchar a no ser que estuviera absolutamente convencido de que no quería estar con él.
Porque quería pasar el resto de su vida con ella.
—Lo siento —murmuró Alyssa—. ¿Piensas volver a trabajar en las Sirenas Sexys? Todas las chicas echan de menos a Cockzilla.
Tuvo que contener una mueca de disgusto. Apenas había estado unos días sin mantener relaciones sexuales a lo largo de los últimos años. En el pasado, estar siete días sin mojar habría hecho que se subiera por las paredes. ¿Ahora? Claro que quería sexo, pero sólo si los besos eran de Del. Sólo si era su cuerpo el que penetraba. Sólo si las uñas que arañaban su espalda y los gritos que resonaban en sus oídos pertenecían a ella.
—No. Seguiré trabajando con Jack. Vas a tener que buscar otro guardia de seguridad. Mis habilidades están más aprovechadas con él.
Alyssa ladeó la cabeza, estudiándole. Se sintió como un insecto clavado en una tarjeta.
—¿Qué? —demandó.
—Estás enamoradísimo de esa mujer. Voy a tener que decir a Jessi y a Skylar que te han puesto fuera de circulación. Creo que será un auténtico drama —aseguró.
—Vete al infierno —murmuró él. Luego se acordó de que tenía a su hijo en el regazo e hizo una mueca. Seth tenía sólo quince meses, pero probablemente comenzaría en breve a repetir todo lo que escuchaba. Sabía que iba a tener que vigilar lo que decía.
Morgan miró el reloj y luego a él.
—Creo que es genial que te hayas enamorado de ella. Eres demasiado bueno para estar solo.
—Eso será mejor que se lo digas a Delaney —suspiró. Cada día se sentía más impaciente.
Justo entonces se abría la puerta trasera y Jack Cole salió al patio.
—Díselo tú mismo.
Mientras el otro hombre bajaba las escaleras y cruzaba el espacio para besar a su embarazadísima esposa, Delaney apareció en el umbral. Ella se quedó inmóvil y le miró fijamente; vestía unos pantalones arrugados y una camiseta beige que conseguía que sus ojos resultaran muy azules. Se veía pálida y cansada pero, sobre todo, parecía insegura.
—Hola —saludó, mordiéndose los labios. La vio mirar a los demás y luego entrelazar los dedos con fuerza al tiempo que avanzaba hasta el patio.
—¡Mamá, mamá, mamá! —Seth saltó de su regazo y corrió hacia ella.
Del se agachó con los brazos abiertos y lo estrechó en un fuerte abrazo.
—¡Mi niño! ¡Cómo te ha echado de menos mamá! Mi dulce bebé…
Mientras cubría de besos la pequeña carita, parecía a punto de llorar por la alegría que le suponía estrechar de nuevo a su hijo. Él era consciente de que apenas le había saludado, de que casi ni le había mirado. Incluso ahora, podía notar las miradas especulativas y compasivas de Alyssa, Kata, Kimber y Tara.
«¡Joder!».
Jack se acercó a él un segundo después, tomándole por sorpresa.
—Hablé ayer con Del. Sólo quería saber dos cosas: cómo estabais tú y Seth, y si podía recogerla hoy en el aeropuerto. Me dijo que quería que fuera una sorpresa.
—Objetivo conseguido —masculló. No podía estar más aturdido por su presencia ni aunque lo intentara.
Seth dio un beso baboso en ese momento en la barbilla de Del y ella se rio. Tyler se pasó la mano por la cara mientras observaba la corriente de amor que había entre ellos. Sí, sabía que no podría obligarla a quedarse con él, a formar una familia, si no le amaba. Pero ¡Joder!, había pensado que por lo menos lo intentarían.
Cerró los ojos. Le picaban. No, le dolían como si alguien estuviera clavándole alfileres. ¡Maldición!, no iba a llorar.
Contuvo las lágrimas y la observó fijamente otra vez, intentando decidir qué hacer.
—Como sigas mirándola así, vas a asustarla de muerte —indicó Jack.
—Cómo siga mirándola, ¿cómo?
—Como si no pudieras decidir si quieres llorar porque no se ha puesto en contacto contigo durante los últimos días o follar con ella sin parar hasta la semana que viene.
Él gruñó.
—Es que no puedo decidirme.
—Ya, imagino. —Jack se encogió de hombros—. Pero recuerda… Escúchala antes de atacar. Dale una oportunidad.
Sí, seguramente era un buen consejo. Jack llevaba casado algunos años, así que debía de saber algo del asunto. A pesar de las inclinaciones sumisas de Morgan, sabía que ponía a Jack en su sitio cuando éste se comportaba como un gilipollas.
—Venga, vámonos, cher. —Jack ayudó a su esposa a levantarse de la silla, asegurándose de que había recuperado el equilibrio antes de rodearle la cintura con un brazo y conducirla a la puerta.
Ya en el umbral, Jack se volvió hacia él con una ladina sonrisa.
—Oh, y ya me lo agradecerás en otro momento.
Cuando hubieron desaparecido, Kata y Tara se levantaron también de los asientos y les siguieron.
Después de saludar a Del y hacer algunos arrumacos a Seth, Kimber los miró a ambos.
—Creo que necesitáis tiempo para hablar, ¿qué os parece si me llevo a Seth conmigo para que pueda jugar con Caleb?
Del no puso ninguna objeción y, después de que ambos besaran a su hijo, Kimber lo tomó en brazos y se marchó también.
Alyssa se demoró un poco. Se puso en pie lentamente, con los ojos clavados en Del, evaluándola como un padre protector estudiaría al novio de su hija. Ella alzó la barbilla y le sostuvo la mirada.
—Espero que no hayas vuelto aquí para hacerle daño —le advirtió—. Ya lo ha pasado bastante mal.
Él hizo una mueca al oírla. Sí, se había sentido deprimido y abandonado, pero Alyssa no debía haberlo pregonado. «¡Joder!».
Ella no esperó una respuesta de Del, salió con la cabeza muy alta, dejándolos solos. Él la miró fijamente, fundiendo sus ojos con los de ella, convencido de que si parpadeaba podría desaparecer de nuevo. Pero no sabía qué decir. Tenía el presentimiento de que, si abría la boca, descargaría todas sus preocupaciones, sus frustraciones y su dolor. Jack le había aconsejado que la escuchara, así que lo mejor sería intentarlo.
Del tragó saliva y se sentó en la silla que acababa de abandonar Alyssa; parecía nerviosa.
—¿Estás bien?
«No, estoy jodidamente aterrado». Pero se limitó a asentir con la cabeza.
—Estoy bien, aunque he estado mejor.
—¿Te ha resultado difícil hacerte cargo de Seth tú solo?
—No. Seth ha sido… lo mejor que me ha ocurrido esta semana. Me encanta haber tenido la oportunidad de conocerle, de verle todos los días… —Se atragantó—. Lo necesitaba.
Del volvió a morderse los labios y vaciló, como si estuviera intentando decidir qué decir.
—Entonces, ¿por qué ha sido tan dura esta semana?
Meneó la cabeza.
—¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Qué te confiese lo mal que me he sentido sin ti? Vale, de acuerdo, te he echado de menos. Te amo. No voy a perderos a ti y a Seth sin pelear. Si vuelves a Los Ángeles, iré con vosotros. Estoy seguro de que en el Departamento de Policía volverán a contratarme y haré lo que sea para demostrarte que…
Del se lanzó a sus brazos con tanto ímpetu que casi le dejó sin aire. La envolvió entre ellos con fuerza y enterró la cara en su cuello. ¡Oh, Santo Dios! ¡Qué bien olía! Poder aferrarse a ella convirtió aquel instante en un dulce momento. Luego Del retrocedió.
—Me… Me he pasado toda la semana investigando y escribiendo el artículo sobre Carlson. A Preston le ha encantado y me ha ofrecido un ascenso.
—Es lo que siempre has querido. —Se puso rígido, se sintió inquieto. Quería alegrarse por ella, pero se sentía morir por dentro, hundido y entumecido. Ella no le había pedido que regresara a California con ella.
—Sí, es lo que siempre he querido. —Asintió con la cabeza—. Lo que ha hecho que rechazarlo resulte agridulce, pero así y todo fue una decisión fácil. Sé que quieres a tus amigos, y Seth estará mejor aquí. Estoy dispuesta a empezar de nuevo, así que…
—¿Lo has rechazado? —jadeó Tyler, con la cabeza dándole vueltas. Estaba dispuesta a empezar de nuevo… ¿Qué quería decir con eso? Hizo una mueca. No la había dejado acabar de hablar, así que debería acabar de escucharla. Jack le había dado un buen consejo, aunque no había mencionado lo difícil que sería seguirlo.
—Sí. Los Ángeles me recuerda demasiadas cosas. Seth necesita un buen lugar donde crecer. Hacer una buena carrera como periodista ya no es lo que más quiero, sino a ti. —Frunció la cara y las lágrimas inundaron sus ojos azules—. Te amo.
Era todo lo que necesitaba escuchar. La última semana de preocupaciones y angustia pasó al olvido. Apretó a Del entre sus brazos, fundiendo cada centímetro de sus cuerpos.
—Te amo. Estaba seguro de que sería como la última vez, que me dejarías y… me volvería loco.
Ella le besó con rapidez en los labios.
—No. Primero estuve hablando horas y horas con los agentes del FBI. Se llevaron mi teléfono para buscar pruebas, así que no podía llamarte. Además, sabía que esto era algo que debíamos hablar cara a cara. No quería hacerlo desde la otra punta del país, por teléfono. Después necesité más tiempo para dejar el periódico, poner a la venta mi apartamento, empaquetar todas mis cosas y escribir el artículo. Por fin compré un billete de avión y me llamó Jack. —Hizo una mueca—. Lo cierto es que me seguía la pista. Menos de un minuto después de haber usado la tarjeta de crédito para adquirir el pasaje, me llamó a casa para preguntarme qué demonios estaba haciendo. Se lo dije y se ofreció para recogerme en el aeropuerto y darte una sorpresa y… aquí estamos.
Con cada palabra que ella decía, su alegría iba en aumento. El corazón se le aceleraba, la euforia inundaba su cuerpo.
—¿Así que te trasladas aquí definitivamente?
Ella asintió con la cabeza y comenzó a llorar de nuevo.
—He… He conseguido trabajo en un periódico local y pensaba venir a vivir contigo. Si tú nos quieres…
Tyler le secó las lágrimas con besos, notando que él mismo estaba a punto de llorar. Confiaba en él y tenía suficiente fe en el futuro como para renunciar a todo, incluido el trabajo de sus sueños. Había elegido pasarlo allí con él, en Lafayette. No quería nada más.
—Ángel, quiero que viváis aquí conmigo durante el resto de nuestras vidas. Ven conmigo. Tengo algo para ti.
La tomó de la mano y la llevó al interior de la casa. Sabía que sus pasos eran demasiado largos para que ella pudiera seguirle con comodidad y que debería ir más despacio, pero no podía.
Una vez que llegó al dormitorio, la empujó al interior y la alzó en brazos, lanzándola encima de la cama. Cogió lo que necesitaba de la mesilla de noche y cubrió su cuerpo con el suyo, inmovilizándola. Del iba a escuchar cada una de sus palabras; se aseguraría de ello.
—Eres la única mujer que quiero, Del. Mi madre estaba equivocada con respecto a mí. Mi padre no la amaba, por eso le resultó fácil marcharse. Pero yo apenas fui capaz de renunciar a ti la primera vez; si tuviera que volver a hacerlo por alguna razón, me moriría. Es diferente, soy diferente, porque te amo. Nuestro sitio está juntos. Quiero ser un buen padre para Seth y un buen marido para ti. Por favor, no me dejes nunca, ángel. Quédate. —Le puso en la mano un precioso anillo de oro y diamantes—. Cásate conmigo.
Ella abrió la palma y, cuando vio la alianza que había comprado para ella el día que volvió de Los Ángeles, abrió los ojos como platos y parpadeó para contener las lágrimas. Pero si la sonrisa de su cara era una pista, eran lágrimas de alegría.
—¡Sí! —gritó antes de alzar sus labios hacia los de él.
Le puso el anillo en el dedo con el corazón palpitando de alivio y alegría mientras se ahogaba en su sabor familiar y su dulce beso.
Al cabo de unos segundos, ella comenzó a tirarle de la camiseta y a quitarle bruscamente los pantalones cortos. Él se alzó lo suficiente para sacársela y arrancarle la de ella, luego se abalanzó sobre sus pantalones y los desabrochó con dedos temblorosos. ¡Joder!, tenía que penetrarla ya, reclamarla otra vez, de una vez por todas.
Ella pateó las bragas y separó las piernas para él. No vaciló, se introdujo en su cuerpo, dejando que su calor y su necesidad lo envolvieran. «Mi hogar». Cerró los ojos y saboreó la sensación. De repente se entrometió otra realidad.
—¡Joder! —maldijo—. ¿Tengo que ir a por un condón?
Ella le miró con timidez.
—Si la prueba de embarazo que me he hecho esta mañana no se equivoca, ya es demasiado tarde.
Él notó que le explotaba el corazón, y su miembro se puso todavía más duro.
—¿Estás embarazada?
—Estoy casi segura. —Asintió con la cabeza—. ¿Te parece… bien? ¿Estás preparado para volver a ser padre tan pronto? Ya sé que no lo hemos planeado, pero…
La interrumpió con un beso.
—Es perfecto.
Notó como si su cuerpo flotara, se deslizó en ella lentamente, embelesado cuando gritó, se arqueó y le rodeó el cuello con los brazos, pareciendo completamente perdida en la pasión. Era maravillosa y, por fin, suya. No podía ser más feliz.
—Imagino que eso significa que debemos casarnos pronto —aseguró perezosamente, atormentándola con otro lento envite en su sexo, húmedo y sedoso.
—No parece que suponga un contratiempo para ti —se las ingenió para decir ella entre jadeos de placer.
—No, tú me haces feliz.
Del le sonrió; una sonrisa tan hermosa que casi le detuvo el corazón.
—Sentí debilidad por ti desde la primera vez que te vi. Creo que siempre supe, en lo más profundo de mi ser, que eso quería decir que debíamos estar juntos. Pero estas últimas dos semanas mis sentimientos se han hecho más profundos. Esto es mi sueño hecho realidad.
Él se sentía igual.
—Y el mío también. Te amo, ángel. Para siempre.