Capítulo 16

Jadeó bajo el cálido peso de Tyler y lo observó. Se quedó paralizada al comprender el significado de sus palabras, pero, en el interior de su pecho, el corazón le vibraba como un cohete a punto de explotar.

—Er… no…

—¿No sabes qué decir? ¿Importa? —replicó Tyler—. No quiero hablar.

De repente, se incorporó sobre ella y comenzó a despojarla de la ropa antes de obligarla a ponerse boca abajo.

En pocos segundos, sólo tenía encima los zapatos rojos. Debería estar indignada, la había cargado como un saco de patatas. Sin embargo, estaba mojada y anhelante; como si esperara que lo que él acababa de decir fuera a hacerse realidad.

La puso boca abajo sobre su regazo y apoyó un antebrazo en las corvas. Él otro encontró el hueco de su cintura.

—Estoy seguro de que si registrara este apartamento encontraría un cuarto de perversiones, porque eso es lo que le gusta a Xander. Pero no necesito cuerdas ni palas para hacerte entrar en razón.

¿Iba a pegarle de verdad? Se quedó inmóvil, pero un traidor deseo hizo palpitar su entrepierna.

La pregunta apenas había tomado forma en sus pensamientos cuando sintió el primer impacto de la mano de Tyler contra las nalgas. Lanzó un grito; el dolor se extendió por su trasero, dejando un agradable cosquilleo y un intenso ardor.

—¡Joder! —murmuró Tyler—. Necesito verte.

Él se inclinó hacia la mesilla para encender la lámpara. En ese momento, ella hubiera podido liberarse sin demasiado esfuerzo, pero necesitaba aquello. No se trataba sólo de sexo, sabía que él estaba a punto de cambiar sus conceptos para siempre. Con aquello pretendía demostrarle lo insistente que era, hasta dónde estaba dispuesto a llegar para hacer valer su punto de vista. Contuvo el aliento y esperó.

Un segundo después, una suave luz dorada bañaba el dormitorio. Él suspiró y le pasó la palma por las nalgas.

—Ya están rosadas. Son preciosas.

Tyler le presionó la mano en la espalda y le propinó otro fuerte azote en el trasero, que provocó un nuevo temblor.

—Eso es, ángel. Escúchame, siente lo mucho que deseo follarte. Vas a quedarte aquí conmigo, vas a tomarme hasta que consiga que me creas cuando te digo que te seré fiel. Luego vamos a hablar. Ahora vas a asentir con la cabeza y a decirme que tú también me amas. Después nos ocuparemos de Carlson.

Tyler hacía que pareciera fácil abrirle su cuerpo y su corazón, admitir lo que sentía. Incluso aunque no lo hiciera, él veía a través de ella. Sabía que le amaba. Y sabía que tenían que acabar con Carlson antes de que él acabara con ellos.

—¿No vas a protestar?

—No sé cómo creer que me serás fiel. Quiero hacerlo, pero…

Él le dio la vuelta de tal manera que descansó contra su cuerpo, los pechos contra su torso, la cabeza sobre su hombro. Le pasó un brazo bajo los muslos y el otro por la cintura. La miró a los ojos fijamente, una mirada ardiente que hizo que el miedo y el hielo que la envolvían se derritieran.

—Lo sé, ángel. Has sufrido mucho y lo que te pido es un gran acto de fe. Pero no des por hecho que no puedo serte fiel sin darme una oportunidad de demostrarte que sí puedo. Nos lo debemos el uno al otro. A nuestro hijo.

Ella tragó saliva. Sí, no tenía réplica para eso.

De repente, fue presa de los sollozos. Se derrumbaron todos los muros que la protegían y rodeó el cuello de Tyler con los brazos. Él la sostuvo con fuerza, estrechándola lo más cerca que podía. Y a ella no le importó. Sólo escuchaba sus respiraciones y el latido de su corazón retumbaba en sus oídos. Él no dijo nada; el momento se hizo eterno, interminable. Tan infinito que no podrían llenarlo ni todas las palabras del mundo.

Alzó la cara hacia él y le cubrió los labios con los suyos para mostrarle todo lo que albergaba en el corazón. Lo devoró de una manera rápida, profunda y voraz, y él respondió con la misma intensidad, aferrándola como si fuera un precioso tesoro al que jamás renunciaría. Se hundieron en aquel beso más y más, con los corazones latiendo al unísono, y se perdieron el uno en el otro.

Pero eso no era suficiente para Tyler, que la puso sobre la cama y se tendió sobre ella. Comenzó a besarle las mejillas, el cuello, bajó lentamente hasta sus pechos, que se habían erizado de necesidad. Le observó acercar los labios al pezón y succionarlo con fuerza.

El deseo la sacudió y se arqueó hacia él.

—Más.

—Voy a dártelo todo, ángel —murmuró él, prodigándose también en el otro pecho—. Voy a follarte hasta que no puedas pensar en otra cosa más que en cómo nos sentimos cuando estamos juntos.

Deberían hablar sobre eso. Debería tener claras las ideas antes de acostarse con él. Si no lo hacía, Tyler llevaría siempre la voz cantante. Pero su corazón la instaba a abrazarle y aceptarle. Aclararían cualquier asunto más tarde. Por ahora, eso era lo correcto.

—Por favor —gimió.

Y a Tyler le encantó. Apretó sus labios contra los de ella al tiempo que le pellizcaba con firmeza los dos pezones avivando la imparable necesidad que crecía en su interior. Ella jadeó y arqueó las caderas hacia él.

Él no esperó ni un instante para aceptar su invitación. Le vio agarrar la tela de la camiseta y sacársela por la cabeza, revelando las colinas y depresiones de sus músculos dorados. Estaba tenso por todas partes, tenía las venas hinchadas. Un varón primitivo y perfecto, desesperado por poseerla. Se estremeció.

Le vio abrir de un tirón los vaqueros y bajárselos por las caderas antes de sumergirse bruscamente en su interior. Ella contuvo el aliento y separó las piernas todavía más para aceptarle por completo.

—Eso es… —suspiró él, rodeándola con los brazos para clavarle los dedos en las nalgas y alzarla todavía más antes de comenzar a establecer un ritmo implacable, lento y profundo. Con cada envite se friccionaba contra ese sensible lugar en su interior. Cada vez que la llenaba, provocaba intensas llamaradas en su vientre; una sensación que no había sentido antes. Él frotó su pelvis contra ella, enervando las terminaciones nerviosas de su clítoris.

Apenas podía respirar. Se le tensó cada músculo del cuerpo y los desbocados latidos de su corazón se aunaron con la espesa excitación que recorría sus venas. Se sujetó a Tyler con todas sus fuerzas, segura de que nunca había sentido nada igual con otro hombre. Cada vez que se acostaban juntos, la sorprendía más: la había protegido a pesar del absoluto descontrol que se había apoderado de su vida; había intentado establecer una relación con un hijo que apenas conocía; incluso ahora, intentaba reclamarla como un guerrero primitivo, utilizando su cuerpo y el placer que le proporcionaba para unir sus almas. Y, que Dios la ayudara, no creía que pudiera volver a sentirse entera sin él.

Si quería llegar a ser absolutamente feliz, iba a tener que rendirse por completo, entregarle su corazón y amarle con todo su ser. Si la traicionaba… lo sabría. Pero se negaba a comportarse como una cobarde.

—No hay vuelta atrás, ángel. Córrete.

No tuvo que decírselo dos veces. El intenso latido de su sexo creció de manera vertiginosa. Podía notar cómo llegaba el progresivo maremoto del orgasmo hasta que estalló en mil pedazos y voló por el cielo. Palpitó en torno a su miembro, profundamente alojado en su interior.

—Sí —gimió él, tensándose encima de ella mientras seguía penetrándola para prolongar su placer.

Pero le costaba controlarse. La manera en que él cerró los ojos le dijo, mejor que las palabras, el esfuerzo que le suponía hacerlo.

No iba a consentirlo, quería que disfrutara tanto como ella. Le empujó a un lado, obligándole a rodar sobre la espalda. Tyler obedeció y se puso a horcajadas sobre él. La mirada de su amante quedó clavada en el pesado balanceo de sus pechos.

—En este momento me alegro de haber encendido la luz. Eres preciosa. Muévete conmigo, ángel.

Él comenzó a arquearse lentamente, friccionando su grueso miembro contra las terminaciones nerviosas que ya había estimulado. A pesar del reciente clímax, el crescendo del placer fue inexorable. Él tensó la mandíbula mientras la embestía, cada vez con más fuerza.

Del había cambiado de posición para conseguir que él perdiera el control. Pero allí estaba, excitándola otra vez, y ella se dejó llevar por la necesidad, impotente, hasta que alcanzó la liberación. Gritó y se aferró a él con los brazos, las piernas, el sexo… Y todavía, siguió impulsándose en su interior hasta que un orgasmo se convirtió en otro y se unió al siguiente. Ya no fue capaz de contarlos.

Él le llenó la cara de besos hasta encontrar su boca.

—Nunca querré a nadie más que a ti. Podría hacer esto durante toda la noche y seguir al día siguiente. Ángel, por favor, danos una oportunidad.

Del se nutrió de sus palabras. La había despojado de sus defensas, desnudado el alma, y lo único que quedaba era una simple mujer que sangraba y tenía miedo… de esperar demasiado. Las lágrimas le resbalaron por las mejillas al tiempo que otro orgasmo más la atravesaba, dejándola sin habla.

Así que se limitó a asentir con la cabeza.

Fue como si eso hubiera encendido un interruptor dentro de Tyler, empujó su erección con más fuerza, con más rapidez, finalmente, la sujetó por las caderas y la miró a los ojos.

—Córrete conmigo, por favor.

La asombró poder hacerlo. Apenas era capaz de moverse en ese momento, drogada como estaba por el placer. Pero logró asentir con la cabeza y lo siguió en el clímax más ensordecedor y exigente que había tenido nunca. Gritó hasta quedarse sin aliento, sin voz… y el éxtasis seguía recorriendo su cuerpo. Y continuó al notar los estremecimientos de Tyler, que se derramó en lo más profundo de su cuerpo.

Con un largo gruñido, él siguió eyaculando, llenándola con su placer y su semilla sin aflojar la fuerza con que la abrazaba. El gruñido acabó convertido en un gemido, y su cuerpo quedó completamente laxo bajo el de ella.

Sus corazones palpitaron juntos. Sus alientos se entremezclaron, y un reverente silencio llenó la estancia; había ocurrido algo. Le había entregado un pedazo de su alma que jamás podría reclamar de nuevo, y eso la asustaba a muerte.

Alejarse de él la asustaba todavía más.

—Ángel —suspiró él—. Dios mío, eres perfecta. Jamás había sido así. Es como si… pudiéramos fusionarnos por completo. Como si pudiera introducirme en tu interior y no salir jamás.

—Sí. —No había escuchado jamás palabras más bonitas que ésas. Comenzó a llorar ante la conmovedora manera en que él había descrito lo que suponía hacer el amor con ella—. Es como si mi cuerpo supiera lo que me quieres decir.

—Lamento no haberte contado antes… el pasado.

Del tragó saliva. La sombría sinceridad que se reflejaba en su rostro no podía ser fingida. Era lo que sentía. La franca disculpa la confundió. ¿Había algún hombre más perfecto que ése?

—Lo sé.

Un profundo alivio inundó los rasgos de Tyler antes de que hundiera la cara en su cuello para inspirar su olor.

—Quiero abrazarte durante toda la noche.

Sonaba celestial… Pero iban a necesitar cambiar las sábanas si no se levantaban pronto.

Entonces se dio cuenta de la situación y contuvo el aliento.

—No hemos usado preservativo.

—Estoy sano —dijo él al momento, luego la miró fijamente—. ¿No estás tomando la píldora?

Ella negó con la cabeza.

—No era necesario.

Él vaciló, luego asintió.

—Tienes razón. No es necesario. Seth necesita tener hermanos.

En ese momento, notó que la erección crecía en su interior, que volvía a alargarse. Se lo quedó mirando boquiabierta.

—Tyler, nosotros…

—Vamos a ser unos buenos padres para el hijo que ya tenemos. ¿No quieres tener más? Yo sí.

—Podemos retomar el tema cuando pase todo este peligro, pero yo…

Él comenzó a moverse, a embestir con más profundidad.

—No pienso dejar que ese capullo dicte mi futuro. Vamos a atraparle, y cuando lo hagamos, lo celebraremos. Si entonces ya estás embarazada, lo celebraremos por partida doble. Ángel, por favor. Quiero estar a tu lado en esta ocasión. Quiero cuidarte.

¡Oh, Dios! La imagen que pintaba Tyler era muy seductora. Hacía que todo pareciera ideal y ridículamente sencillo, como si todo lo que tuviera que hacer fuera decir que sí y permitir que la amara hasta que la naturaleza tomara el mando y un nuevo bebé creciera en su vientre.

Pero la realidad reapareció. Carlson podía estar a punto de matarles. Corrían peligro, y hasta que ese bastardo estuviera entre rejas, ninguno de los dos estaría a salvo. No era ésa la única objeción. No es que fuera anticuada, pero cuando dio a luz acababa de divorciarse; si repetía la experiencia quería estar casada y acomodada.

Todavía encima de Tyler, se apartó y se levantó de la cama antes de que él pudiera retenerla.

—No es el momento de descuidarnos ni de tomar decisiones impulsivas. Tengo que pensar.

Tyler se mostró confuso.

—Te amo. Amo a Seth. Quiero que formemos una familia y quiero que ésta sea todavía más grande.

—Por ahora ni siquiera vivimos en el mismo Estado —señaló ella.

—¿No crees que alguno de los dos podría contratar una compañía de mudanzas para poner remedio a eso? —Arqueó una ceja rubia.

Ella se sonrojó por algo entre cólera y vergüenza.

—Claro que podemos. Como he dicho, todo esto va demasiado rápido. Hace tan sólo unos días que llamé a tu puerta en Lafayette.

—Te amo desde hace años. Creo que también hace años que tú me amas. No pienso permitir que nada se interponga entre nosotros. ¿Acaso hay que tener en cuenta algo más?

No pudo responder a eso, pero tenía la impresión de que su vida se había descontrolado y no sabía cómo frenarla. El hombre más disoluto que hubiera conocido nunca le hablaba de amarse para siempre, de bebés y de compromiso, cuando ella todavía se hallaba desconcertada por el peligro y una sexualidad que le hacía perder la razón.

—Sólo… déjame consultarlo con la almohada, ¿vale?

La expresión de Tyler se volvió indescifrable.

—Claro.

Había herido sus sentimientos y no era lo que pretendía. Lo único que necesitaba era que él fuera un poco más despacio y le dejara tomar aire.

Volvió silenciosamente sobre sus pasos y se inclinó sobre él para rodearle con los brazos.

—Te amo. Te juro que no me marcharé.

—Bien. Pero de todas maneras, si te fueras te perseguiría. —Aún así, se relajó y la envolvió en su abrazo, besándola con suavidad—. Date un baño y prepárate para dormir. Voy a enterarme de si tu teléfono ha sido rastreado y si hay nuevas noticias de Lobato Loco.

—Gracias. —Le apretó la mano—. Por todo.

Tyler asintió con la cabeza antes de levantarse y ponerse los vaqueros.

* * *

«¡Joder!».

Tyler atravesó el pasillo para dirigirse a la otra habitación. Una vez dentro, cerró la puerta, se dejó caer en la silla y escondió la cabeza entre las manos.

«Eres realmente brillante, Tyler. Del acaba de descubrir que su marido la engañaba, le han disparado, y tú le hablas de hacer bebés. Si te sale bien, luego podrías ponerte a buscar unicornios y arco iris».

Estaba enfadado, y no sólo consigo mismo, también por el miedo que le atravesaba. La última vez que Del se había mostrado dulce, pero distante, después de hacer el amor, no había vuelto a verla durante dos años. Pero en esta ocasión no iba a perderla. Ahora era suya. Siempre sería suya. Cuando se libraran de Carlson, ella permanecería a su lado. Entonces tendrían tiempo de sobra para dedicarse a fabricar más bebés. Oh, y lo más seguro era que ella quisiera casarse primero. «¡Joder!». Sí, quizá debería haber mencionado eso.

La idea del matrimonio, que siempre le había parecido comparable a ingresar en prisión, ahora le hacía sonreír. Del estaría preciosa vestida de blanco, caminando por el pasillo de la iglesia, con Seth a su lado y todos sus amigos alrededor. Por supuesto, a él le gustaría todavía más la escena si al cuadro se añadiera una gran barriga de embarazada. Imaginaba que eso le convertía en un cavernícola, después de todo.

Pero ahora tenía que comenzar a usar la cabeza para algo útil. No llegaría a vivir ese futuro si no conseguía que desapareciera el peligro. A pesar de que el reloj marcaba las dos de la madrugada, decidió investigar. Había una razón para que Lobato Loco no hubiera acudido a la cita y quería saber cuál era.

Primero tenía que solucionar el problema del móvil prepago de Del. Sintiéndolo mucho, llamó a Jack. Sin duda, a su nuevo jefe no le gustaría ser molestado a esas horas.

Debía reconocer, a su favor, que Jack respondió al segundo timbrazo y no parecía somnoliento.

—¿Tyler?

—Esto está poniéndose feo. —Le explico lo ocurrido en Desnuda.

—Pues sí, muy feo —convino Jack.

—¿Cómo puedo saber si están monitorizando las llamadas de Del?

—No puedes, pero tampoco importa. Tienes que deshacerte de ese móvil.

—Es la única manera de que Lobato Loco se ponga en contacto con nosotros —discutió Tyler.

—Ese tipo… o es un traidor o está muerto. Ya sea una cosa u otra, no te resulta útil.

Tyler se pasó la mano por el pelo.

—Eso va a destrozarla. No tenemos nada más.

—El rastro de dinero que encontró Xander es interesante, pero incierto. Se intuye algo turbio, pero…

—Ya, no prueba nada. Ya no sabemos dónde buscar. Del necesita encontrar algo, Jack. Normalmente es una mujer muy fuerte, pero estar tan lejos de Seth, sometida a tanto peligro… está siendo demasiado para ella. Noto que está a punto de derrumbarse. Estoy muy preocupado.

—¡Oh, Dios! Sí que estás enamorado de esa mujer —se rio Jack—. Las chicas ya están planeando vuestra boda, ¿sabías?

A pesar de la sombría situación, sonrió.

—Pues diles que busquen fecha cuanto antes, no quiero esperar.

—Se lo diré. Duerme un poco. Deke hablará por la mañana con sus amigos del FBI; quizá hayan descubierto algo. Parecían realmente ansiosos.

Después colgó. El ordenador zumbaba delante de él, abrió la tapa y comprobó algunos blogs y páginas webs locales buscando información sobre el impacto que podía haber tenido el tiroteo en Desnuda.

Un destelló en el correo electrónico de Del, al pie de la pantalla, reclamó su atención. Tenía un nuevo mensaje.

Fue en su busca y la encontró dentro de la bañera, con los ojos cerrados y expresión de cansancio, pero, cuando los abrió, la mirada que intercambiaron fue ardiente. Ella tenía tantas ganas como él de destruir a Carlson y poder pensar en el futuro.

—Has recibido un correo electrónico. Creo que será mejor que lo leas, por si acaso.

Ella no preguntó ni protestó alegando cansancio. Se levantó y el agua resbaló por su cuerpo como si fuera una Venus. Cada centímetro de piel cremosa brillaba y se podían apreciar las marcas que había dejado en ella su barba incipiente; incluso tenía la boca y los pezones hinchados. Jamás le había parecido más hermosa. Lo único que quiso fue hundirse en su cuerpo y amarla otra vez.

Se acomodó la bragueta de los vaqueros y Del le observó con una ceja arqueada.

—¿Otra vez?

—Siempre —prometió con voz ronca.

Se sonrojó antes de que la ayudara a salir de la bañera. Le costó mucho permitir que se cubriera. En ese momento, acorralar a Carlson era mucho más importante que acorralarla a ella. Al menos, eso es lo que le dijo a su ansioso pene.

Se puso un albornoz que había encontrado colgado en la puerta del cuarto de baño, y él la tomó de la mano. Juntos atravesaron el pasillo hasta la habitación. Del se sentó ante el portátil con una expresión decidida. Cuando puso los dedos sobre el teclado y accedió a la cuenta de correo, parecía tensa, preparada para enfrentarse a lo que fuera. Tyler le colocó la mano sobre el hombro, mostrándole un silencioso apoyo.

—Es de Preston —musitó ella.

—Antes de que leamos cualquier cosa que haya escrito, deberíamos saber si intentó o no aproximarse al almacén al que le enviaste.

Del se recostó en la silla, dejando el correo sin abrir, todavía parpadeando.

—Tienes razón. Debo saber si puedo confiar en él.

Él tomó el móvil y llamó otra vez, en esta ocasión a Xander. Dadas las circunstancias, su anfitrión iba a pensar que aquello era un chiste o una invitación.

Xander respondió jadeando.

—¿Sí?

Algo le entrecortaba la voz, pero no era sueño ni cansancio. Algo más… feliz. Algo como… ¿satisfacción?

—¿Interrumpo algo?

—Tienes un gran sentido de la oportunidad.

Él se rio.

—No tenías por qué responder.

—Lo hago por si estáis en peligro. ¿Qué pasa?

—¿Intentó alguien acceder al almacén esta noche?

—No —jadeó—. En ese lugar no ha entrado ni un ratón. Lo averigüé hace un rato…

—¿La conocemos?

Xander se rio.

—Bueno, digamos que ahora ya sé lo que hay debajo del tanga y la boa de plumas rojas.

Él no pudo evitar sonreír ampliamente.

—Gracias, hombre. Mmm, continúa.

Xander ni siquiera se molestó en contestar, cortó la llamada. Guardó el móvil y miró a Del.

—Parece que Preston es inocente. No es seguro al cien por cien, pero…

—Nada lo es —convino Del—. Pero, si estuviera trabajando para Carlson y tuviera idea de donde podíamos estar ocultándonos, creo que ya habrían ido a por nosotros.

—En especial después de lo que pasó en Desnuda.

Del abrió el correo. Sus ojos volaron por la pantalla, cada vez más abiertos, hasta que no pudo contener un jadeo.

—¿Qué ocurre? —exigió Tyler con el alma en un puño.

—¡Oh, Dios! Lobato Loco está muerto… Lo mató su banda.

—¿Qué? —Tyler la miró con el ceño fruncido—. ¿Cómo lo sabe? —exigió.

—Preston dice que, después de terminar de responder a algunas preguntas de la policía sobre el asesinato de Lisa e identificar su cuerpo, lo llevaron a la redacción para que pudiera recuperar el coche e irse a casa. Al llegar a su despacho, encontró una caja con una nota en la que aseguraban que Lobato Loco era una rata.

—Una rata. Bueno, pero ¿por qué piensas que está muerto?

—Porque… —Le tembló la voz—. La nota venía acompañada de su cabeza.

Notó que se le revolvía el estómago. Del estaba pálida como el papel y, cuando le miró, se podía leer el miedo en su mirada y en sus labios temblorosos. Casi saltó por encima del escritorio para tomarla entre sus brazos.

—Tyler… —Estaba tan asustada que le rompió el corazón.

Shh, ángel. Ya sabíamos que eran unos bastardos, pero nosotros seguimos aquí, sanos y salvos.

—Sí, pero ¿por cuánto tiempo? No va a dejar de perseguirme y no tengo pruebas para acusarle. No puedo seguir huyendo siempre.

Cientos de pensamientos pasaron por su cabeza. Quería acabar con aquel hijo de perra. Carlson estaba pidiendo a gritos un agujero en el cráneo y él quería hacérselo antes de tirarlo al mar para alimentar a los peces. Iba contra todos sus instintos darse por vencido, pero había sido policía y Del era madre y periodista. Ella no poseía la experiencia necesaria para enfrentarse a ese implacable peligro y estaba exhausta.

—Si quieres, podemos hacerlo. Tú y yo, y Seth. Podemos instalarnos en un sitio nuevo, Jack nos ayudará a cambiar de identidad. Podemos casarnos e iniciar una nueva vida. Carlson seguirá buscando a una madre soltera, no a una familia. Jamás se le ocurrirá que podemos estar en, por ejemplo, Oklahoma, o donde sea que quieras ir.

Ella parpadeó y le miró entre las pestañas mojadas.

—¿Harías eso por mí?

—¿Qué?

—Darte por vencido… Dejarlo todo. Tu trabajo, tus amigos, tu pasado y tu futuro.

¿Su propuesta la sorprendía? La tomó por los brazos y la estrechó contra su cuerpo.

—Ángel, moriría por ti. ¿Cuándo vas a enterarte?

Ella abrió la boca como si fuera a decir algo, pero se quedó callada. Se lanzó a sus brazos y se apretó contra él.

Del necesitaba un ancla y él estaba no sólo encantado de complacerla, sino excitado. Ella se apoyaba en él, le entregaba su confianza… Le necesitaba y recurría a él.

Cayeron más lágrimas mientras lo miraba y el amor que apareció en su expresión le oprimió el corazón. Jack tenía razón: estaba enamorado de esa mujer y jamás dejaría de estarlo; aunque tampoco quería.

Unos momentos después, las manos de Del estaban en la cremallera y le deslizaban los vaqueros por las caderas. No había perdido el tiempo en ponerse una camiseta pensando que se iría a dormir.

Acabó de quitarse los pantalones mientras ella se deslizaba el albornoz por los hombros, desnudando su perfecta y pálida piel bajo la trémula luz de la estancia. En sus ojos se podía leer pasión, hambre, necesidad…

Notar todo aquello provocó una hoguera en su pecho y su miembro se puso más duro de lo que había estado durante toda la noche. Del no lo besó; lo atacó, separándole los labios con fuerza para internarse en el interior de su boca. La escuchó gemir, como si no sólo le gustara besarle, sino que fuera algo vital para ella… Su refugio en la tormenta. Quería ser eso y más.

Le sorprendió cuando le obligó a sentarse en la silla, frente al escritorio, para montarse a horcajadas. La punta de su miembro buscó la entrada y sintió los pliegues, ya mojados e hinchados.

Apretó los dientes. ¡Joder!, la necesitaba tanto que no podía respirar. Pero se sintió obligado a hablar.

—Ángel, no me he puesto un preservativo.

Ella le ignoró por completo, hundiéndose en su eje con un largo gemido que traspasó su autocontrol. Y aún así se contuvo. Con Del eso era lo principal. Aquello no se trataba de bebés, del futuro o de cualquier otra cosa como sentirse a salvo. Tenía que recostarse y permitir que ella aliviara el terror que burbujeaba en su interior. Si eso era sólo sexo… Bueno, no pensaba quejarse.

Y si ella lucía un buen bombo el día de su boda, se limitaría a sonreír ampliamente.

La sujetó por las caderas.

—¿Qué necesitas?

—A ti. —Ella giró la pelvis con brusquedad—. Sólo a ti. Por favor, ahora.

—Siempre, ángel.

—¡Vamos! ¡Más rápido! —lo apremió.

Realmente le estaba pidiendo que la hiciera olvidarse, aunque sólo fuera por un instante, de que todos los que la rodeaban estaban muriendo. Él se sintió encantado de complacerla. Presionó la erección en su interior.

—Tómame, ángel. Tómame por completo.

Con un jadeo, ella asintió con la cabeza frenéticamente cuando la llenó de nuevo. Otra vez, y otra…

¡Joder! La fricción era tan ardiente que casi quemaba. Tan profundo, tan apretado. El placer resultaba abrasador, no sólo porque su sexo ceñía perfectamente su erección, sino porque ella le necesitaba. Porque acababa de abrirle algo más que su cuerpo. Eso era amor. Era confianza. Nunca había creído en ese tipo de cosas, pero con cada embestida de su miembro sentía que se entregaba a él, que le entregaba todo.

Iba a correrse.

—¿Ángel?

—No te detengas. —Los músculos internos de Del comenzaron a palpitar en torno a su sexo y ella comenzó a moverse más rápido—. Por favor…

Una invitación para dejarse llevar y corresponderle con todo lo que era. No había manera de que pudiera contenerse.

Le clavó los dedos en las caderas y se perdió en los envites de su polla al tiempo que sentía un hormigueo en la base de la columna. Contuvo el gemido que se le formó en la garganta y comenzó a devorarle los labios. La llenó en todos los aspectos que podía y, cuando gritó en su boca, se abandonó por completo y la inundó con su semilla.

¡Oh, Dios!, no podía quererla más.

Alzó la cabeza y le apartó los mechones húmedos y revueltos de la cara.

—Ángel…

—No digas nada. Tenemos mucho de qué hablar, en especial si me vuelvo a quedar embarazada. Ya sé lo que dije antes, pero necesitaba sentirte por completo.

—Lo entiendo —dijo quedamente.

—Y necesitamos un plan. Dos personas han muerto sólo por el mero hecho de tratar conmigo. No pienso ser la causa de más asesinatos. Vamos a poner fin a todo esto.