Sonaron tres timbrazos antes de que alguien respondiera al teléfono.
—¿Bueno?[4]
Sonaba una estruendosa música de baile latina de fondo y Del apenas podía escuchar nada.
—¿Esteban?
—¿Quién habla? —ladró él en español.
Imaginó que preguntaba quién le llamaba.
—Soy la periodista del L. A. Times. ¿Fue usted quien me llamó por teléfono y me dejó un mensaje hace unos días?
—Sí. Fui yo. —Él hizo una pausa—. Se ha tomado su tiempo para ponerse en contacto conmigo.
Se dio cuenta de que Tyler no se perdía palabra. Parecía dispuesto a arrancarle el teléfono de la mano y responder él mismo.
—Ya, bueno, es que pusieron una bomba en mi coche y éste explotó delante de mis narices. Luego me dispararon, haciéndome huir por medio país. Por fin decidí regresar. En resumen, he dedicado un montón de tiempo a seguir viva.
Al otro lado de la línea se escucharon pasos y la música comenzó a desvanecerse. Después escuchó el chirrido de una puerta y un bendito silencio.
—Carlson sabe de usted —informó Esteban—. ¿Todavía quiere ir a por él? ¿Todavía quiere que le dé la información?
—Sí. —«Desesperadamente».
—Tengo todo lo que necesita, nombres, detalles. Quiero deshacerme de Carlson para que el negocio vuelva a ser lo que era. Nos reuniremos a medianoche en Desnuda. Está en la novena. Me encontrará dentro del club, cerca de la puerta.
Del no tenía ni idea de dónde quedaba ese lugar, pero ya lo encontraría.
—De acuerdo.
—Venga sola —advirtió él.
—Me acompañará… —Clavó los ojos en Tyler, intentando decidir cómo llamarle. No era su intención explicar su complicada vida amorosa a un desconocido—. Un amigo.
La expresión de Tyler no cambió, pero se puso rígido. Luego apartó la mirada.
Le había parecido mal.
—Será mejor que no sea un polizonte —desafió Esteban—. O habrá consecuencias, ¿me ha entendido?
—Ni siquiera vive en Los Ángeles. —No mencionó, por supuesto, que Tyler había sido detective en Antivicio. Llegados a ese punto, rezó para que el camino de Tyler no se hubiera cruzado nunca con el de Esteban o éste se vengaría.
El latino cambió de tema.
—Lleve vaqueros ceñidos y zapatos rojos. Vaya bien guapa, ¿vale?
Del imaginó que eso quería decir que se arreglara.
—Lo intentaré.
—Pida una copa de vino. La veré enseguida —se rio. Pero ella no quiso pensar cuál era el chiste. Aún así, no tenía otra opción que estar de acuerdo.
En cuanto colgó, Tyler frunció el ceño.
—No me gusta esto.
—Tampoco a mí, pero ¿tenemos otra opción mejor? —Ella se encogió de hombros—. Ninguna. Debo trabajar hasta medianoche. Por favor, déjame utilizar el portátil.
Tyler se apartó para permitir que ocupara la silla. El asiento estaba caliente y su olor flotaba en el aire, a su alrededor, tranquilizándola. Mientras sus pensamientos giraban sin cesar, quiso lanzarse a sus brazos. En vez de eso, se obligó a concentrarse en el teclado.
—Necesito enviar un correo al que no puedan seguir la pista. ¿Alguna idea?
—¿Por qué?
—Tengo que ponerme en contacto con Preston y saber si puedo confiar en él. Si mi jefe está en connivencia con Carlson, prefiero saberlo ahora y no cuando sea demasiado tarde.
—Enviar un correo electrónico imposible de rastrear no es mi especialidad, pero conozco a alguien que puede ayudarte. —Tyler llamó a Deke. Menos de cinco minutos después, Deke le había explicado la manera de hacerlo—. Escribe el mensaje —indicó Tyler.
Ella comenzó a redactar con rapidez un correo electrónico para su jefe. Aunque se detuvo de repente.
—Tengo que hablar con Xander.
Tyler no pareció muy conforme.
—Es urgente —aseguró.
Él le tendió el teléfono con una maldición. Ella buscó en la agenda hasta dar con el número que buscaba. Cuando marcó, Xander respondió al primer timbrazo.
—¿Qué pasa, Tyler?
—Soy Delaney. Quería preguntarte una cosa… Si quisieras saber si alguien te la está jugando, ¿a qué parte de la ciudad le enviarías con la seguridad de que sería filmado?
—Eres una gatita de uñas afiladas, ¿verdad? Eso me gusta —dijo en tono meloso—. Da la dirección que voy a facilitarte, es un almacén de mi propiedad. Está vigilado durante las veinticuatro horas del día con los equipos más avanzados tecnológicamente. Logan y su hermano, Hunter, se aseguraron de ello.
—¡Perfecto! Muchas gracias. Te lo pagaré.
—Mmm, ten cuidado, podría ir en cualquier momento a cobrarte.
Tyler le arrancó el teléfono de la mano.
—Será sobre mi cadáver, capullo. Vete a tomar por culo.
Xander colgó con una carcajada.
Del puso los ojos en blanco mientras tecleaba el mensaje.
—Sólo lo hace para sacarte de quicio. No significo nada para él.
Tyler apoyó las caderas en el borde del escritorio con un bufido.
Ella añadió la dirección de correo electrónico de Preston. Le indicó que el almacén era el lugar donde se escondía y luego preguntó sobre cualquier información que pudiera tener sobre el asesinato de Lisa. Una vez hecho, pulsó sobre enviar. Si por el almacén aparecían él o un grupo de matones y no obtenía respuesta al correo, sabría que su jefe estaba compinchado con Carlson. Ahora, lo único que podía hacer era prepararse para la noche que se avecinaba y rezar para que la conversación con Esteban le proporcionara toda la información que necesitaba.
Tyler odiaba ese plan. ¿Ir a visitar a un pandillero en su terreno, sin saber si estaban metiéndose en la boca del lobo? Mucho se temía que fuera un suicidio. Pero no, no tenía ninguna idea mejor. Mientras Del se daba una ducha, tuvo que llamar otra vez a Xander porque ella no tenía zapatos rojos y era demasiado peligroso entrar a comprarlos en un lugar público y bien iluminado. En los centros comerciales de Los Ángeles había muchas cámaras de seguridad. Y, ¿quién sabía a cuántos policías corruptos estaba pagando Carlson?
Había logrado que Del comiera un par de bocados antes de meterse en la ducha y prepararse para el encuentro. Se sentiría mejor si tuviera un arma y algo de apoyo, pero no podía contar con ello. Fue entonces cuando llamaron a la puerta.
La abrió bruscamente y se encontró a Xander, vestido de manera informal, con vaqueros y camisa de marca. Tenía unos zapatos rojos colgados de los dedos y un petate al hombro.
—Gracias por los zapatos. —Tyler alargó la mano para cogerlos.
—No tan rápido. —Xander entró en la casa—. Javier es tan previsible que me da dolor de cabeza. La velada en Látigo ha sido un completo desastre; volveremos a intentarlo mañana. Mientras tanto, vosotros impediréis que me aburra.
—¿Crees que te vamos a llevar con nosotros?
—Sí. —Xander esbozó una amplia sonrisa—. Conozco ese local, Desnuda, y la clase de gente que podéis encontrar allí. Puedo ayudaros; además, vengo cargado de regalos. —Le tendió los zapatos.
Del apareció en el vestíbulo justo en ese momento y se los apropió.
—¡Oh, Dios mío! ¡Son preciosos!
—Son unos Christian Louboutin. ¡Qué los disfrutes!
Ella frunció el ceño.
—¡Son carísimos!, ¿cómo los has conseguido?
—Fui de compras. Intenté pensar con qué zapatos parecerías más sexy sin otra cosa encima y…
—Cierra la jodida boca —gruñó Tyler. Xander sólo se rio.
—También he traído regalos para ti. Feliz cumpleaños.
—Mi cumpleaños es en septiembre. —Tyler rechinó los dientes.
—Entonces, feliz no-cumpleaños. —Xander le dio con el petate en el estómago.
Cuando lo asió, los sonidos metálicos del interior le dijeron qué contenía.
—Armas.
—Unas cuantas. Una buena colección de semiautomáticas, un rifle de largo alcance, algunas granadas de mano… aunque espero que no tengas que usarlas: Desnuda es un club decente, incluso aunque usemos silenciadores.
Tyler contuvo la satisfacción. A pesar de que Xander le ponía de los nervios, era la clase de amigo que necesitaba en ese momento.
—¡Joder! Es cierto, el dinero lo puede todo.
—Casi todo, sí. —Xander se encogió de hombros—. El resto… Todavía no sé cómo conseguirlo.
Incapaz de imaginar de qué podía carecer Xander, se encogió de hombros.
—¿Estás preparada?
Del asintió con la cabeza.
—Sí. Con estos zapatos tan preciosos iría al fin del mundo. Muchas gracias.
Ella acortó la distancia que la separaba de Xander y le besó en la mejilla. Éste le rodeó la cintura con un brazo y se inclinó para darle lo que parecía ser un beso con lengua.
Pero él no estaba dispuesto a permitirlo. Agarró a Xander por el hombro y le miró fijamente durante un momento antes de empujarle hacia la puerta.
—Voy a ser muy claro. Aprecio tu ayuda y no podríamos salir adelante sin ti. Pero eso no quiere decir que vaya a permitir que toques a mi mujer. —Acercó la nariz a la del otro hombre y le obligó a sostenerle la mirada—. ¿Lo has entendido?
—¡Tyler! ¡Basta! —gritó Del, que le miraba con sorpresa, boquiabierta.
—¿Qué eres? ¿Un cavernícola? Claro que sí. Ella recuperará pronto la cordura y me encontrará irresistible. —Xander se encogió de hombros y le guiñó un ojo.
Tyler apretó los dientes y le dejó marchar. Sabía que, si no lo hacía, se arriesgaba a enfadar a Del de verdad. Y dada la amplia sonrisa que mostraba, Xander lo sabía.
—Tengo el coche ahí fuera —dijo el millonario—. Vámonos.
Tyler se puso el petate al hombro y tomó a Del de la mano. Después siguieron a Xander hasta el exterior. El aire de la noche era fresco y suave, con aroma a libertad. Xander se detuvo al lado de un Audi negro, tan nuevo que no tenía matrícula definitiva, y le abrió la puerta a Del.
Ella pasó de largo y se subió al asiento trasero. Tyler sonrió ampliamente al tiempo que lanzaba el petate al interior; luego se acomodó en el asiento del pasajero cuya puerta seguía manteniendo Xander abierta.
—¡Joder! —masculló el millonario, y dio un portazo.
Tan sólo unos minutos después habían bajado de las colinas y sorteaban el tráfico de la parte más humilde de la ciudad. Algunos edificios de altura se mezclaban con otros más bajos y casas de empeños; había letreros de neón intermitentes, prostitutas y camellos en todas las esquinas. Estacionaron entre las sombras de un aparcamiento junto a un viejo edificio de estuco. Tyler observó a Del mientras se metía un par de Glocks en la cinturilla del pantalón. No le gustaba nada la oscuridad que les envolvía ni la tensa expresión de su cara. Xander no pareció fijarse en nada mientras tomaba una pistola, la guardaba y les guiaba por un lateral del inmueble hasta la puerta principal, pintada de vivo color rojo. Tyler miró a su espalda y clavó la vista en el letrero del local. En el neón había una mujer bajándose un tanga rojo por las nalgas.
Eso no era un club cualquiera, era un club de striptease.
Xander los detuvo antes de que entraran.
—Voy a pasar yo primero para estudiar el terreno. Ya me han visto aquí antes, así que no llamaré la atención. Si viera algo extraño, os llamaré por teléfono. Si en cinco minutos no recibís ninguna llamada mía, es que no hay moros en la costa.
Por mucho que quisiera poner objeciones, el plan era perfecto. Del asintió con la cabeza.
Mientras Xander entraba en el local, él rodeó la cintura de Del con un brazo y la arrastró a las sombras, por si acaso Lobato Loco también la había delatado. Deseó poder decirle que no era necesario hacer aquello, pero sería mentira. Su vida dependía literalmente de eso y no tendrían la oportunidad de planear el futuro hasta que no pudieran probar lo sucio que jugaba Carlson. Del estaba rígida.
—Me siento fuera de mi elemento. No me gusta.
—Estoy aquí contigo, yo te protegeré.
Del asintió con la cabeza mientras se mordisqueaba el labio. Parecía nerviosa. Él sólo quería abrazarla y protegerla, pero no podía.
Después de que pasaran cinco minutos sin que Xander les llamara, la acompañó al interior del club. No era precisamente un sitio exclusivo, y se preguntó qué pintaba un millonario en aquel lugar. La música estaba a todo volumen y el olor a alcohol flotaba en el ambiente junto con un leve toque a rancio. Una hermosa mujer de origen latino bailaba en el escenario, cubierta únicamente por un tanga con pedrería brillante. Se envolvía con una boa de plumas roja que pasaba una y otra vez sobre los oscuros pezones. Vista una, vistas todas. No era por esa mujer en particular, pero después de tanto tiempo, aquel tipo de hembras le resultaban iguales.
Del puso los ojos en blanco y se acercó a la barra, donde pidió una copa de vino blanco. El camarero la miró como si estuviera loca, pero se encogió de hombros y se la sirvió. Ella escudriñó a su alrededor y vio a Xander, que parecía fascinado por la boa roja que la stripper se pasaba por el cuerpo.
Tyler se acercó a ella y sintió lo tensa que estaba mientras observaba la estancia en busca de su contacto. Miró la pantalla del móvil y vio que todavía faltaban unos minutos para la cita. Quizá Lobato Loco quisiera hacer una entrada a lo grande.
—Deberíamos sentarnos cerca de la puerta, en una parte más visible, para que nos vea al entrar.
Fue evidente que a Del no le gustaba la idea, pero asintió con la cabeza. Juntos atravesaron el local hasta una mesa en un rincón, cerca de la puerta. Ella cruzó las piernas y los zapatos rojos llamaron la atención como un faro encendido. Ningún hombre con sangre en las venas ignoraría aquellas piernas largas y delgadas con esos provocativos zapatos; eran una invitación a la lujuria. Tyler se sentó cerca de ella y le pasó el brazo por los hombros, diciendo a cada bastardo presente que estaba pillada. A su espalda, casi podía escuchar la risa de Xander.
Los cinco minutos se convirtieron en diez. La mujer de la boa fue sustituida por una pícara enfermera y luego por una vaquera que hacía cosas realmente indecentes. Unos años antes, joder, ¡dos semanas antes!, habría sonreído ampliamente al verlas actuar, incluso habría silbado, les habría metido un dólar en el tanga y esperado disfrutar más tarde de una función privada. ¿No era patético? Había utilizado el sexo como una droga para no tener que enfrentarse a lo solitaria que era su vida sin Del.
Al cabo de veinte minutos, ella se había terminado el vino y seguía mirando a su alrededor en busca del contacto. Todavía nada, salvo que la hermosa mujer que antes había bailado con la boa de plumas se dirigía hacia ellos.
Primero contoneó sus curvas entre Del y él y luego se sentó en su regazo con una lasciva sonrisa.
Del retrocedió con las cejas arqueadas y una mueca de desagrado. La bailarina le plantó los pechos debajo de las narices y se contoneó en su regazo. Tyler cerró los ojos. Eso tenía que ser cosa de Xander, al que iba a estrangular en cuanto pudiera.
Sujetó a la stripper por las caderas. Le llevó un rato detener sus movimientos y apartarla de su pecho. Un poco sorprendida, ella le capturó la cara entre las manos y acercó sus labios, de un rojo chillón.
Tyler se retorció.
—Te daré cien pavos si te largas.
La chica se detuvo y le miró a los ojos, luego se encogió de hombros y le tendió la mano. Con un gruñido, él sacó un billete del bolsillo y se los plantó en la palma.
—¿Sabes? El tipo que te contrató es muy rico. Apesta a dinero.
La bailarina sonrió ampliamente y le dio otro beso en la boca, en esta ocasión de gratitud. Él volvió a apartarla y la levantó de su regazo con una mueca de disgusto. ¡Oh, joder! Olía a sudor y alcohol, a otros hombres. Se había acostado con cientos de chicas que olían peor que ella y jamás le había molestado. Sin embargo, ahora sentía náuseas y sabía la causa: Del.
La miró. Su silla estaba vacía. «¡Maldición!».
Se levantó de golpe y miró a su alrededor. No le resultó difícil dar con ella, recorría el local en busca de Lobato Loco. Xander no la perdía de vista, pero el niño bonito era un buen amante, no un guerrero. Dudaba mucho que pudiera salvarla si necesitaba ayuda.
Puso la silla a un lado y salió detrás de ella, alcanzándola en mitad del pasillo. La sujetó por el brazo.
—¿Qué haces?
—Estoy buscando a Esteban. —Se retorció para liberarse y cruzó los brazos sobre el pecho sin intención de mirarle. Él apretó los dientes.
—No es seguro que vagues sola por aquí.
—Tú estabas ocupado.
—Yo no le pedí que se sentara en mi regazo.
Del puso los ojos en blanco.
—Por lo que pude apreciar, tampoco es que te esforzaras por echarla.
La ira de Tyler fue en aumento.
—Xander le pagó para que lo hiciera.
—Lo sé. —Ella siguió paseándose, buscando a su contacto.
—¡Tuve que pagarle para que se fuera! —Se plantó delante de ella—. ¿De verdad te vas a enfadar porque otra mujer se me ha sentado encima?
Del se detuvo y le miró fijamente mientras meditaba la respuesta.
—Creo que sí. Nunca di demasiada importancia a las mujeres que rondaban a Eric al principio de estar casados. Pensaba que con que él me amara era suficiente, así que no presté atención, pero después de algún tiempo, él, un hombre saludable de treinta años, se pasó meses enteros sin hacer el amor conmigo, su esposa… No puedo demostrar que me engañara, claro, pero…
—Lo hacía —admitió Tyler.
La fidelidad siempre sería una preocupación para ella si no le confesaba absolutamente todo. Ahora no era el mejor momento, pero Esteban no parecía que fuera a llegar, y era una manera de entretenerla al tiempo que sanar una herida enconada. En cuanto todo aquello saliera a la luz, él podría asegurarle que no era el mismo tipo que solía ser y que, definitivamente, no era Eric.
La vio contener el aliento antes de mirarle con expresión descompuesta, como si la verdad la hubiera vencido. Pero no merecía más mentiras.
«De perdidos, al río».
—Yo estuve saliendo con una chica. No es que tuviéramos nada especial, sólo pasábamos el rato. Pero al cabo de un tiempo me di cuenta de que Eric… también se acostaba con ella.
—Destiny. —Se puso pálida. Odiaba hacerle daño.
—Sí. Y no fue la única.
—¡Maldito sea! —explotó ella—. Lo sabía. En el fondo de mi alma lo sabía, pero nunca se lo eché en cara.
Algunos clientes se volvieron hacia ellos. Atraer la atención no era una buena idea y tenía la sensación de que Del estaba demasiado cansada para contener la furia. Cuando intentó cogerla de la mano para llevarla al exterior, ella se zafó.
—No me toques.
Tyler frunció el ceño.
—Yo no soy Eric, Del. No te he mentido. No te he engañado. Jamás lo haría.
—Te tiraste a cada chica que se te puso delante, incluso después de hacer el amor conmigo. Y tú, uno de mis mejores amigos, no me dijiste que mi marido me era infiel. ¿Por qué? ¿Acaso pensabas que me daría igual? Me largo.
Le miró enfadada, como si quisiera obligarle a entenderla. Por el rabillo del ojo, él percibió que Xander fruncía el ceño y se dirigía a la puerta. Podría acusarle de muchas cosas, pero ser estúpido no era una de ellas.
Xander salió primero. Del le siguió, apartándole antes a él de su camino sin mirarle a la cara. Con una maldición, se giró y corrió para darle alcance.
—Piensa en lo que estás haciendo. Se supone que tienes que hablar con un contacto que te proporcionará la información que necesitas para alejarte de todo este peligro.
Ella le aplastó los dedos de los pies con esos preciosos zapatos de Christian Louboutin, y él la miró furioso al tiempo que se apretaba los dedos con la mano.
—Pero ¿qué coño te pasa?
—¿Crees que lo sé? Esteban se retrasa treinta minutos, dudo que venga. —Sacó el móvil de prepago del bolsillo y presionó algunas teclas, luego se lo acercó al oído.
—Del…
Ella le dio la espalda.
Un minuto después, volvió a oprimir los botones otra vez y se guardó el móvil en el bolsillo.
—No contesta. Quizá esté hablando. O en mitad de un trato. No lo sé. Volveré a llamarle mañana. Lo único que sé en este momento es que quiero meterme en la cama y dormir. Sola.
—¡Maldita sea, Del! —La obligó a darse la vuelta para que le mirara, dispuesto a discutir.
Xander le dio un golpe entre los hombros.
—Lamento interrumpir esta discusión entre amantes, pero creo que nos están observando. Tengo un mal presentimiento. Si el contacto no ha aparecido, quizá llegue alguien en su lugar… y podría ser uno de los malos.
Esa posibilidad hizo que se quedara helado. Él también se había dejado llevar por la discusión en vez de mantener la cabeza despejada. En cuando recuperó la razón, escuchó que un disparo proveniente de la nada zumbaba entre ellos dos y el edificio. Saltaron esquirlas de estuco de la pared y cayeron sobre la acera. Todos comenzaron a correr y sacó el arma, rezando todo lo que sabía para que lograran llegar al coche con vida.
Del notaba un profundo temblor en las piernas mientras corría paralela a la fachada del club hacia el coche de Xander. Tyler respondió a los disparos. Ambos hombres la protegían, dispuestos a ayudarla o alzarla en volandas si fuera necesario, pero estaba decidida a llegar por su propio pie sin importar la altura de aquellos tacones. Aunque cada vez le resultaba más difícil no asustarse por las balas que zumbaban peligrosamente cerca.
Los tiradores parecían estar apostados por todas partes. En aquel oscuro aparcamiento había hombres armados y peligrosos dispuestos a matarla.
Tyler, Xander y ella avanzaban agachados para esquivar los disparos y a los francotiradores situados entre los coches. Su corazón latía desbocado; estaba aterrorizada. Esperaba con todas sus fuerzas regresar viva junto a Seth. A su lado, Tyler estiró el brazo y le apresó la mano, como diciéndole que tuviera fe. Como subrayando que estaba allí para ella.
Debería estar muy enfadada con él por no haberla puesto al corriente de la infidelidad de Eric hacía dos años, pero en ese momento lo importante era sobrevivir.
Le respondió con un apretón.
A algunos metros del coche, Xander desactivó la cerradura.
Pitó la alarma y parpadearon los intermitentes. De inmediato, los tiradores se acercaron y dispararon con más rapidez; podía escuchar sus pasos en el pavimento. Ahora, todo se reducía a correr hasta el coche y rezar para que no dieran a ninguno de ellos.
Tyler fue el primero en llegar al vehículo. Abrió la puerta trasera mientras respondía a los disparos, luego la empujó al interior. Mientras, Xander se introducía en el asiento delantero y ponía el coche en marcha. Al momento, Tyler subió tras ella, cubriendo su cuerpo con el de él.
—¡Acelera! —gritó a Xander.
Pero el hombre ya avanzaba por el aparcamiento en medio de maldiciones.
—¿Qué coño ha ocurrido?
A ella le latía el corazón con tanta fuerza que pensó que se le saldría del pecho. Apenas podía respirar lo suficiente como para hablar.
—De alguna manera, Carlson se ha enterado de dónde íbamos a estar. Quizá Esteban estaba compinchado con él.
—Quizá. Pero ¿por qué no enviar a los hombres al club? —preguntó ella, soltando la mano de Tyler.
Él se lo permitió a regañadientes.
—¿Demasiados testigos?
Xander aceleró por las calles casi desiertas y asintió con la cabeza.
—Si quiere hacer carrera en la oficina del fiscal, tiene que ser lo más cauto posible. Todo el mundo tiene los ojos clavados en él en este momento. De todas maneras, debe saber que no tienes pruebas o ya habrías escrito la historia. Es posible que esté tratando de asustarte, no de matarte.
—Lo dudo mucho —afirmó Tyler—. Las balas eran de verdad.
—Por este vecindario… —Xander se calló—. Yo no me arriesgaría mucho.
—Ya, de acuerdo. Pero si es Carlson quien está detrás de esto, y hubieran logrado matarnos, no habríamos sido los primeros inocentes en acabar convertidos en víctimas de la violencia de las bandas. Habría sido una tragedia, pero no un hecho infrecuente. Y eso sería importante de cara a una investigación. Si hubieran entrado en el club, habrían causado un gran revuelo y armado una batalla campal, sobre todo si hubiera habido daños colaterales. —Tyler maldijo entre dientes. Era evidente que no le gustaba lo que pasaba.
—Tendré que volver a ponerme en contacto con Lobato Loco otra vez y preguntarle. Quizá no sea parte del plan, quizá le hayan presionado. —O quizá estaba muerto. Pero Del odiaba pensar eso, sólo le faltaba que hubieran matado a alguien más por su culpa y que no tuviera manera de reunir las pruebas.
Hacía frío allí dentro. Se estremeció y se abrazó a sí misma, intentando mantener el calor. Tyler se acercó y le pasó el brazo por los hombros.
—¿Del?
Ella negó con la cabeza y le apartó bruscamente.
—Estoy bien.
Él se negó a permitir que le alejara.
—Ahora que ha bajado el chute de adrenalina estás temblando. Sí, claro, era evidente.
—Estaré bien.
La envolvió una vez más entre sus brazos y se mantuvo allí con toda su terquedad. La sensación era demasiado buena para seguir intentando alejarle.
Al cabo de poco tiempo, Xander llegó a su «pequeño rincón» en las colinas y les acompañó hasta la puerta.
—¡Joder! Mira el coche…
—¿Qué le ocurre?
—Si los sicarios de Carlson no me han identificado, podrán rastrear un Audi nuevo con matrículas temporales. Lo he comprado hoy mismo. —Suspiró con pesar.
—Es sólo un coche —señaló ella—. Te han disparado. Si tienes que poner ambas cosas en una balanza, ¿no prefieres haber salvado el culo que cualquier cosa que le ocurra al coche?
—Sí, claro —concedió él—. Sin embargo, para asegurarme, voy a hacer un intercambio.
Del frunció el ceño al verle correr de nuevo junto al Audi. De repente, se abrió la puerta del garaje y él introdujo el coche. Treinta segundos después, conducía marcha atrás un Mercedes rojo descapotable con el techo plegado.
—Mucho mejor, ¿verdad? Así podré regresar a casa sin tener que preocuparme por persecuciones y cosas por el estilo. Además, éste tampoco está mal.
«¿No me digas?». Suspiró. Alguna pobre mujer iba a tener mucho trabajo con Xander algún día.
—¿Y si te han identificado las cámaras de seguridad o los radares y aparece en tu puerta la policía? —preguntó Tyler.
Xander arqueó una ceja.
—A ver si tienen cojones para arrestarme o hacer recaer sospechas sobre mí. Puede que Carlson esté de mierda hasta el cuello, pero no es tonto. Sabe que puedo convocar una rueda de prensa más rápido de lo que él puede toser. Sería horrible para sus aspiraciones.
Tyler asintió con la cabeza y Del estuvo de acuerdo. Incluso Carlson era lo suficientemente listo para dejar a Xander en paz.
—¿No te ibas ya? —Tyler apoyó los pulgares en las trabillas del pantalón y le miró fijamente.
—Sí. No debo dejar solo a Javier demasiado tiempo. Llamadme si me necesitáis.
Dichas esas palabras, se dirigió al camino de acceso y se perdió calle abajo.
Tyler cerró la puerta y se acercó a ella. ¿Qué demonios había salido mal? Meneó la cabeza repetidas veces, intentando comprender cómo habían dado con ella si Lobato Loco no la había delatado. Su único contacto había sido la llamada. Sacó el móvil de prepago y lo miró fijamente.
Un gélido escalofrío le bajó por la espalda. Dejó caer el teléfono con un jadeo.
—¿Qué te ocurre? —preguntó Tyler, corriendo a su lado.
—Creo que ya sé cómo me ha seguido la pista Carlson, y me preocupa mucho.
Tyler frunció el ceño como si estuviera dándole vueltas a la cuestión antes de que la sospecha le hiciera entrecerrar los ojos.
—Llamaste a Lisa con ese móvil antes de que la asesinaran.
—Sí. Si consiguieron este número, han podido obtener una lista de todas las llamadas entrantes y salientes, incluida la de Lobato Loco.
Miró a Tyler con una profunda sensación de desamparo. Por el amor de Dios, era periodista; era ella la que estaba metida en un lío. Y no sabía cómo enfrentarse a ello, cómo librarse. ¿Qué podía hacer?
—Estaba pensando en lo que hice antes del asesinato de Lisa.
No… no recuerdo a quién llamé con este teléfono. ¿Y si llamé a alguno de tus amigos en Lafayette…?
—Tranquilízate, no lo hiciste. —Tomó el aparato y comenzó a revisar el historial de llamadas—. Está limpio. Sólo tenemos que deshacernos de él.
Ella asintió temblorosamente con la cabeza.
—Estoy asustada. Muy asustada.
—Lo sé. —Tyler la miró muy serio—. Cuando comenzaste la investigación, ¿no llegaste a pensar que estabas removiendo un avispero?
—Lo cierto es que no. Sólo pensé en escribir el artículo. Jamás sospeché que él se tomaría esto tan en serio. Por Dios, escribo sobre fiestas de bebé y exposiciones caninas. No tenía pruebas consistentes, sólo suposiciones basadas en una conversación que escuché sin querer.
—Debes de estar muy cerca de la verdad. Y trabajas para el periódico más importante de la ciudad, ángel. —Tyler suspiró—. No podemos hacer nada más esta noche. Simplemente, olvídalo… intenta relajarte. Vamos a la cama.
Tyler tenía razón; era tarde. El miedo que la invadía se convirtió en cólera. Él no sólo podía mantenerla a salvo, además la hacía sentirse segura. Siempre se sentía protegida en su presencia. Pero ¡maldición!, había mantenido en secreto las infidelidades de Eric. Estaba furiosa y se preguntó si le haría lo mismo en el futuro si seguían juntos. Puede que no fuera razonable, pero así era cómo se sentía.
—Lo sé. Pero necesito espacio. Podrías… ¿dejarme pasar algún tiempo sola?
Él apretó los labios en una línea sombría.
—¿Todavía estás enfadada conmigo?
—No. Sí. —Retrocedió un paso—. Me duele saber que no era lo suficientemente importante como para que me dijeras la verdad. Que no te dieras cuenta de lo mucho que aprecio la fidelidad. Por supuesto que no lo hacías, ¿cómo se me ocurre? Estoy hablando contigo…
Tyler la siguió con rapidez y la sujetó por el brazo.
—¿Qué se supone que quieres decir con eso?
—¿Tienes que preguntar? ¿Cuándo le has sido fiel a una mujer?
—Jamás he prometido fidelidad a ninguna. Nunca he tenido razones para ser fiel. Jamás he estado con una mujer a la que podría importarle algo mi fidelidad; salvo contigo. Te lo prometo ahora. No tocaré a ninguna mujer mientras esté contigo.
Ella se volvió hacia él y le miró con expresión arrobada. Él la taladraba con la vista y arrancaba con su mirada la pequeña protección que había erigido en torno a su corazón. La atrajo hacia él. Ella se resistió… pero no mucho.
¡Oh, Santo Dios!, cuando Tyler decía cosas así, era muy tentador creerle. Pero si resultaba ser un mentiroso, ¿cuánto daño le haría haber confiado en él?
—No sé qué decirte. Tu pasado…
—Pasado es. Así que deja de pensar en él. Cuando no te preocupa nadie y nadie ocupa tu corazón, ser un ligón y tirarte a todas las chicas calientes que se te ponen a tiro sirve para no pensar. Por lo menos funciona durante un rato. Pero cuando estás con alguien que lo significa todo, te das cuenta de lo estúpida, patética y vacía que era tu existencia. Te lo puedo decir una y otra vez, pero mis palabras no te convencerán. —Le vio pasarse la mano por el pelo—. Lo entiendo: Eric te traicionó y crees que yo aprobaba su comportamiento. ¿Qué quieres que te diga? Es probable. Cada día pateábamos juntos las calles; él ponía su vida en mis manos y yo ponía la mía en las suyas. Desde el principio pensé que si era el tipo de compañero que le apuñalaba por la espalda en un tema personal, eso perjudicaría nuestra seguridad. Entonces, mi lealtad era para con él.
Quiso discutírselo y arrojárselo a la cara. Pero en lugar de eso, notó que se le llenaban los ojos de lágrimas y cruzó los brazos. ¡Maldición!, tenía razón.
—Después del tiroteo —continuó él—, no le vi sentido a decirte nada. Destiny y todas las demás chicas sin rostro formaban parte del pasado. No sabíamos si volvería a caminar otra vez, ni siquiera si volvería a tener vida sexual. Me pareció mucho más importante dejar que se curara y permitir que le cuidaras. —Tyler suspiró—. Después… Después llegó aquella noche.
Cerró los ojos.
—No digas nada más.
—No, joder, no pienso callarme más. Estar contigo fue como observar la salida del sol después de pasarme décadas en la oscuridad. Me di cuenta de cómo debía ser la vida. Te sentí, te toqué, te abracé. Entonces tuve que renunciar a ti porque tú me lo pediste. No creas que en ese momento no cruzó por mi mente darte una relación de todas las chicas con las que Eric se había acostado después de vuestra boda, pero sabía que lo estaría haciendo por razones egoístas y que tú no necesitabas más mierda en ese momento. Se me ocurrió quedar contigo y confesártelo todo. Mi lealtad había cambiado; ya no era para mi amigo, sino para la mujer que amaba. Pero te fuiste de mi vida.
Sus palabras la golpearon. Él le había dado tanta información que no sabía qué digerir primero. ¿Su poética confesión de lo importante que era para él? ¿Que le había hecho daño al pedirle que se fuera para poder reconciliarse con el capullo de su marido? ¿En que Eric había tenido muchas más amantes de las que ella había supuesto? La cuestión era que Tyler había admitido sin rodeos que la amaba sobre cualquier otra, y ella temblaba.
Le creía. ¿Cómo no iba a hacerlo? Pero ¿garantizaba eso que la podría amar sólo a ella? Tyler nunca había sido un hombre de una sola mujer. No es que no pudiera cambiar, pero era como era. Confiar en la constancia de sus sentimientos…
Después de todo lo que le había ocurrido con Eric, ¿cómo podría arriesgarse de nuevo?
Pero, si no confiaba en Tyler, ¿qué futuro les esperaba?
Dejó escapar un sollozo.
—¡Joder! —gruñó él.
Antes de que ella pudiera comprender lo que significaba eso, él se inclinó y se la cargó al hombro. Del se encontró de pronto con la cabeza hacia abajo, atravesando el pasillo oscuro camino del dormitorio.
—Déjame en el suelo. No seas cavernícola.
Él la dejó caer sobre la cama y la cubrió con su cuerpo. Estaba ardiente y duro por todas partes. Ella se estremeció.
—Necesitas mano dura. Necesitas que te metan en vereda con una buena zurra. Y, además, necesitas que te haga el amor hasta que te des cuenta y comprendas lo en serio que voy contigo y que jamás permitiré que nadie se interponga entre nosotros otra vez.