Capítulo 14

Después de darse una ducha rápida, hicieron otra vez el amor. En esta ocasión junto a la ventana del dormitorio, viendo cómo el sol descendía sobre la ciudad. Eso no impidió que hicieran uso de la piscina después del crepúsculo ni que observaran las luces de Los Ángeles como si se tratara de un lugar lejano y mágico. El «pequeño rincón» de Xander se había convertido en su paraíso privado. Se alimentaron el uno al otro con pequeños y delicados bocados tras asaltar la nevera, abrieron una botella de champán del caro y se la bebieron antes de caer de nuevo sobre la cama para devorarse mutuamente, impulsados por aquel amor que seguía creciendo entre ellos hora a hora, minuto a minuto.

A Tyler casi le daba miedo tener esperanzas. Del había pasado por muchas cosas a lo largo de los dos últimos años, casi todas porque él había pensado con el orgullo y no con el corazón. Le hizo caso cuando le pidió que se fuera y se alejó; sin embargo, en esta oportunidad pensaba permanecer a su lado sin importar lo que ella dijera o hiciera.

Cuando volvió a respirar con normalidad, la rodeó con los brazos y dejó que se derrumbara sobre él mientras le acariciaba la columna, de arriba abajo, con la yema de los dedos.

—Cuéntame algo sobre Seth, ángel. —Le dio un beso en la boca hinchada—. Me he perdido mucho y quiero saberlo todo.

Ella parpadeó y le miró, asustada.

Tyler la hizo rodar sobre su espalda y se puso sobre ella.

—No voy a hacerle daño ni quiero quitártelo. Sólo quiero saber algo sobre él.

Ella se relajó y asintió con la cabeza.

—Lo sé. Pero he sido su única protectora durante demasiado tiempo.

—Ahora yo también le protegeré. Daría mi vida por él. Le quiero.

Ella frunció el ceño. Parecía intrigada.

—Ya sé que le protegerás, tú eres así. Pero apenas le conoces.

—Sentí un vínculo con él en el momento en que lo vi. Es mi hijo. Nuestro hijo. Eso lo significa todo para mí.

Ella le brindó una trémula sonrisa que le provocó una dolorosa opresión en el corazón. Del quería creerle… pero tenía miedo. Era frustrante, pero no una sorpresa. Eric había convertido su vida en un infierno, pero esa mujer no conocía la rapidez y la intensidad con la que había vuelto a colgarse por ella. Aquello no había hecho más que empezar. No tenía ninguna duda.

—Seth nació dos semanas antes de tiempo, el día de San Valentín. Ese día hacía frío, llovía. Yo había salido pronto del trabajo para reunirme con Eric y firmar los documentos con los que le vendía mi mitad de la casa.

—¿De dónde sacó el dinero? —Su antiguo amigo siempre se estaba quejando de que no tenía ni un pavo.

Ella encogió los hombros.

—Creo que le dieron una indemnización bastante importante por haber resultado herido, y estoy segura de que sus padres pondrían el resto.

Sí, posiblemente. Siendo como eran, miembros de una enorme familia italiana, los padres de Eric pensaban que su único hijo no podía hacer nada malo y al señor Catalano le iba bastante bien el restaurante.

—Sigue —la apremió.

—Me había encontrado incómoda durante todo el día. Tuve contracciones insignificantes a lo largo de la noche, pero no era nada inusual. Sin embargo, estaba cansada y me sentía… deprimida. Me preguntaba si sería la última vez que vería a Eric, esperaba que por lo menos pudiéramos ser educados el uno con el otro. Pero hacía casi tres meses que no estábamos juntos, y me encontraba tan embarazada que no era algo que se pudiera ignorar. En cuanto puso los ojos sobre mí, su actitud se volvió gélida.

Le apretó la mano.

—Olvídate de eso. Céntrate en Seth.

—Poco después de firmar los documentos, rompí aguas. No podía permitirme pagar una ambulancia, pero tampoco podía conducir. Fue Eric quien me llevó al hospital. Creo que intuyó lo asustada que estaba y se quedó conmigo. Aunque todo ocurrió bastante deprisa al principio, luego no parecía poder dilatar más de seis centímetros. Estaba agotada y siempre le agradeceré que estuviera allí, que me diera cubitos de hielo y me masajeara los músculos doloridos.

Sí, quizá él también le debiera algo de gratitud a Eric si había ayudado a Del en el parto. Pero eso requería que fuera una buena persona, capaz de perdonar, y no estaba seguro de ser ese tipo de hombre en aquel momento. Sobre todo si tenía en cuenta que Eric le había esposado a la nevera con intención de que le viera violar a Del.

—De todas maneras —prosiguió ella—, el médico apareció a las diez de la noche, cuando comencé a dilatar de nuevo. Después, me administraron la epidural y Seth nació a la una de la madrugada.

—Apuesto lo que quieras a que estabas agotada.

—Sí. —Se le llenaron los ojos de lágrimas—. Pero nunca olvidaré el momento en que escuché su primer llanto. Fue un alarido muy saludable, tan ruidoso que los médicos se rieron. Escuché que una de las enfermeras decía que era un bebé precioso. Lo pesaron y midieron, tres kilos ochocientos gramos y cincuenta y seis centímetros. Sentí como si Dios, y tú, me hubierais regalado a ese hermoso bebé para compensar todos los días oscuros que acababa de pasar.

Y él se lo había perdido. No escuchó el primer grito de su hijo, no pudo sostener la mano de Del cuando le trajo al mundo. Se había perdido el primer diente, el primer paso… Y todo porque Eric se había empeñado en mantenerlos alejados. Además, su propio dolor había sido demasiado intenso como para tragarse el orgullo y volver a por ella. Sí, estaba furioso con Eric, pero, sobre todo, consigo mismo.

—¿Qué clase de bebé fue? —Apartó los húmedos mechones de la ruborizada mejilla de Del.

Ella sonrió y supo que jamás la había visto más hermosa. Fue como un puñetazo en el estómago. A cada momento que pasaba estaba más seguro de que esa mujer estaba hecha para él. Tenía que convencerla de alguna manera de que no era parte del pasado que regresara para rondarla, sino de un brillante futuro. Tenía que convencerla de que no la traicionaría, no la abandonaría. Tenía que conseguir que confiara en él.

—Hambriento. —Ella se rio—. No hacía más que comer. Le di el pecho todo el tiempo que pude, pero no era suficiente para él, así que acabé complementando la lactancia con biberones. Era un bebé grande y sano. En la revisión del año pesaba más de trece kilos. Siempre está en el límite superior del porcentaje de peso y altura de su edad. Y es muy listo. Hace unas semanas, aprendió a abrir los cajones de mi escritorio para trepar por ellos y llegar a la caja de bombones que guardo allí encima. Cuando regresé de hacer la colada me lo encontré sentado sobre la mesa, con la caja vacía entre las manos y la cara manchada de chocolate.

Se rio. Según su madre, él también había sido muy travieso. Deseó poder demostrarle que, de hecho, podía ser el tipo de marido y padre comprometido. Cuando todo ese peligro que les acechaba hubiera pasado, quizá… quizá se pusiera en contacto con ella para decirle que era abuela y preguntarle si quería conocer a Seth. Pero, por ahora, tendría que contener esa amargura. Sus palabras ya no tenían el poder de lastimarle o atormentarle.

—¿Ha sido muy duro tener que encargarte de todo tú sola?

Del vaciló y cerró los ojos. Después le brindó una de esas sonrisas demasiado brillantes, y supo que tenía intención de poner una nota festiva al tema.

—Quiero la verdad —exigió.

Ella dejó de sonreír y se ruborizó.

—Sí. Tardó más de seis meses en dormir toda la noche seguida, lo que quiere decir que yo tampoco pegaba ojo. Tenía cólicos casi todas las tardes. No es que me molestara ocuparme de él, pero también tenía que trabajar y apenas podía con mi alma. Se puso muy enfermo antes de Halloween y tuvimos que ir a urgencias. Lo pasé muy mal, no quiero acordarme de lo que fue esperar yo sola a que me dieran el resultado de las pruebas…

Apretó los puños sin que ella le viera. Del le había necesitado y él estaba tirándose a otras mujeres, chicas a las que follaba pero que nunca le habían importado, que sólo eran un bálsamo para sus heridas. No es que lamentara haberse mudado a Lafayette, había encontrado allí buenos amigos que ahora consideraba su familia y que se desvivirían por él, como hacían ahora velando por su hijo. También él haría cualquier cosa por ellos. Sí, había conectado con esa gente pero, en ocasiones, se había sentido muy solo. En cambio, Del no había tenido a nadie en ningún momento.

—No sabes cuánto lo siento, ángel. Jamás volverás a estar sola.

—Los últimos días han sido una locura. Tengo que pensar en todo esto cuando Carlson no esté respirándonos en el cogote. Ya veremos lo que sentimos cuando todo haya acabado. —Se levantó y se alejó, dándole la espalda. Tomó el mando del televisor y lo encendió.

¡Joder!, estaba asustada. Apretó los dientes, intentando aceptar que el final feliz que esperaba podía tardar bastante. Quizá ella necesitara paciencia y algo de tiempo, pero ésas eran dos cosas de las que no disponía.

De repente, escuchó que Del contenía el aliento. Vio que se ponía pálida como un fantasma y se estremecía con los ojos muy abiertos.

Enfocó la atención en la pantalla, donde aparecían imágenes de un atardecer… De pronto, apareció una bolsa con un cadáver en una camilla de ruedas saliendo de una pequeña casa con aspecto hogareño. Al instante, un periodista ocupó el encuadre.

—El cuerpo de Lisa Foster, de treinta y un años, fue encontrado a primera hora de la tarde. Según las autoridades se trata de un homicidio, pero se niegan a dar más información. No tienen pistas ni sospechosos. Todos los vecinos temen que…

Una anciana miraba a cámara al tiempo que se secaba los ojos con un pañuelo de papel.

—Era una chica muy dulce, siempre con una sonrisa y un saludo. No tenía enemigos. No puedo entender que alguien quisiera hacerle daño.

Él se estremeció de terror.

—¿Se trata de Lisa, tu amiga?

Ella asintió con la cabeza.

—¡Oh, Dios mío! ¿Cómo…? ¿Por qué…?

Se acercó a ella y la envolvió entre sus brazos, apretando el torso contra su espalda.

—Ángel, creo que estaba involucrada con Carlson y sus matones.

—¡No! —intervino precipitadamente—. No sería capaz de…

—Me parece que lo hizo a cambio de mucho dinero. La semana pasada, Lisa tenía deudas por valor de treinta mil dólares. En cuanto le dijiste que nos dirigíamos a casa de Eric para recuperar el pendrive, alguien registró la casa y éste desapareció. Esta misma mañana, Lisa pagó milagrosamente todo el dinero que debía, pero ahora está muerta. ¿Encuentras otra explicación?

Ella le miró por encima del hombro, con la boca abierta como si quisiera discutir. Pero luego esbozó una expresión de resignación, al parecer se había quedado sin argumentos.

—¿Me traicionó?

—Me temo que sí. Lo siento. Sé que confiabas en ella.

Del se llevó la mano a la boca tratando de contener un grito. Luego cerró los ojos con fuerza, casi sin respiración.

—¡Oh, Dios! Lisa fue quien me ayudó a seguirte la pista hasta Lafayette. ¿Y si le dijo a Carlson adonde fui? ¡Seth!

—¿Le contaste donde habías dejado a Seth?

—No. Creo recordar que le dije que estaba con unos amigos. —Se estremeció.

Shhh. —Le acarició la espalda—. Carlson te quiere a ti, no a Seth. Sólo iría tan lejos de su jurisdicción si se viera acorralado. Su poder, sus apoyos, están aquí y ahora te tiene en su terreno. Además, incluso aunque conociera mi dirección, no sabrá llegar a las casas de Deke, Luc o Jack para encontrarlo. Seth está a salvo. De todas maneras, voy a avisar a todos y les diré que anden con cuatro ojos, por si acaso.

—Gracias. —Ella asintió con la cabeza antes de romper el abrazo—. ¿Por qué siempre que alguien entra en mi vida acaba haciéndome daño? Primero Eric, ahora Lisa. Quizá tú. ¿Acaso tuve una infancia tan tranquila que busco inconscientemente a gente capaz de traicionarme?

Apretó los clientes. Entendía que pensara eso, pero tenía que refutarle una parte con rapidez.

—No. Simplemente confías en la gente y algunas veces no son las personas adecuadas. No eres tú la que está equivocada, sino los demás.

Ella dejó caer los hombros, derrotada.

—Esto me lleva a preguntarme si seré la única que confía en quien no debiera. No sé nada de tus amigos.

—Son sólidos, ángel. Has hablado con Alyssa y Kimber todos los días desde que salimos; Seth está bien. Xander nos trajo aquí y estamos a salvo. Jack y Deke son buenos tíos. Te juro que lo resolveremos todo. —Se acercó a ella. Le envolvió la cintura con un brazo y le acarició el pelo cuando sus hombros comenzaron a agitarse—. No hables con nadie más hasta que acabemos con Carlson.

Ella asintió temblorosamente con la cabeza.

—Necesito hablar con Seth.

—He visto un portátil en otra habitación. Voy a ver si lo enciendo e instalo el Skype. Alyssa tiene una cuenta. ¿Te gustaría ver a Seth mientras hablas con él?

—¿Puedo? —La llama de esperanza que apareció en sus ojos fue casi dolorosa. Sin duda, añoraba a Seth. A él también le dolía. Quería consolarla, tener la oportunidad de conocer a su hijo.

Pero ahora no era momento para sentimentalismos. Ahora que Carlson comenzaba a dejar un rastro de cadáveres, tenían que terminar un trabajo.

—Claro. ¿Por qué no te vistes y sirves unas copas de vino mientras enciendo el portátil?

—Gracias. Me siento aturdida y aterrada, y seguro que mañana estaré peor, pero tú… Sólo me facilitas las cosas. —Le rodeó con los brazos y le estrechó con fuerza.

Se sintió flotar. Esas palabras significaban que confiaba en él y eso le daba un millón de esperanzas.

—Un placer. —La besó suavemente en los labios.

Del se dirigió al cuarto de baño para vestirse. Se puso bruscamente los pantalones, sacó el móvil del bolsillo y se dirigió al otro dormitorio. Tenía a Jack al otro lado de la línea antes de haberse sentado.

—Han encontrado un cadáver. —Le explicó todo lo que había escuchado en las noticias.

Jack soltó una maldición.

—¿Para qué pagarle si pensaban matarla?

—Imagino que la mantuvo con vida mientras le fue útil.

—Carlson no querría dejar un cabo suelto, pero debió ocurrir algo más. Quizá los treinta mil fueran una prima por más información —elucubró Jack.

—O quizá Lisa encontró su conciencia y amenazó con hablar. —Se pasó la mano por el pelo—. Es posible cualquier cosa.

Mientras permanecieran en ese lujoso apartamento de Xander, Del y él seguirían a salvo, pero no podía acorralar a Carlson desde el interior de esa fortaleza. En algún momento tendrían que comenzar a moverse. Habían perdido bastante tiempo eludiendo a los matones y tratando con Eric.

—¡Joder! —escupió lleno de frustración.

—Algunas veces —intervino Jack—, la mejor defensa es un buen ataque.

—Eso mismo pensaba yo. Tenemos que atacarle donde más le duela, no tenemos la información que guardaba Del en el pendrive, así que debe recordar todos los hechos para saber dónde atacar, aunque no creo que vaya a conseguirlo con rapidez. Van a perseguirla. O irán a por Seth.

—El niño está perfectamente bien. No te preocupes por eso. Caleb y él se han hecho íntimos, salvo cuando Chloe está con ellos; entonces se dedican a pelear por la chica.

A pesar de la tensión, Tyler se rio. Apostaría lo que fuera a que ésa sería una constante entre esos tres durante mucho tiempo. Y Chloe era una niña tan lista que ya sabía que parpadeando se saldría con la suya… Si esa tendencia continuaba, su hijo y el de Deke estaban perdidos.

Escuchó a Del en el pasillo, un leve sollozo y un murmullo, como si se estuviera dando ánimos a sí misma. La realidad se entrometía.

—Tenemos que atrapar a este capullo. Se nos está acabando el tiempo. Lo noto.

—De acuerdo —dijo Jack—. Deke ha hablado con algunos de sus contactos en el FBI. Al parecer hay alguien por allí con ganas de meter mano a Carlson, pero no sabemos más. Xander tiene a cien banqueros lamiéndole el culo para que trabaje con ellos, así que está siguiendo cualquier rastro de dinero. La esposa de Carlson y su hermano parecen ingresar enormes sumas, pero aún no tengo detalles.

—¡Joder! Nadie con tanta mierda alrededor puede oler bien.

—En cuanto demos con algo más sólido te llamaremos.

—Apuraos. —Tyler encendió el portátil con un pesado suspiro—. Del está muy afectada por el asesinato de su amiga. Pero no durará, muy pronto se pondrá furiosa por todo lo que está ocurriendo en su vida, en la de Seth; con su amiga, con su barrio… Entonces me va a costar mucho retenerla.

—Te recomiendo que uses unas buenas cuerdas para atarla al cabecero y le des una zurra. Quizá no la detengas por mucho tiempo, pero mientras lo hagas tendrás toda su atención.

Comenzaba a verle el punto a la idea. A pesar de las horas que acababa de pasar dentro de Del, su miembro se puso en guardia ante la sugerencia.

—Suena bien. Te llamaré si ocurre algo.

Colgó antes de que Del entrara en la estancia con la barbilla alta y el pelo flotando alrededor de sus hombros. No llevaba puesto nada tentador, sólo unos vaqueros ceñidos y un top, pero él tuvo el repentino deseo de arrancarle la ropa, atarla a la cama y zurrarle el trasero hasta ponérselo rojo, tal y como Jack le había sugerido, para luego perderse en su interior y quedarse allí dentro hasta que hubiera pasado todo el peligro.

¡Oh, Dios! Debería estar saciado, pero en lugar de eso se sentía más hambriento que nunca. Imaginó que ésa era la diferencia entre desear a una mujer y amarla de verdad. Cualquiera que fuese el motivo, le gustaba y se negaba a renunciar a ello.

—Me llevará unos minutos instalar el Skype.

Ella asintió con la cabeza, luego sostuvo su móvil en alto.

—He estado pensando en el caso. Conozco a algunas personas a las que puedo llamar para volver a recuperar las pruebas. Cuando hablé con ellas hace algunas semanas, realmente parecían interesadas en dejar de trabajar con Carlson.

Él asintió con la cabeza.

—¿Por qué no me pasas todo el historial sobre el caso antes de hacer nada? ¿Qué es lo que recuerdas y que podrías verificar? Y, sobre todo, ¿en qué estabas trabajando?

—Bueno, creo que esta conversación se ha retrasado demasiado. —Suspiró—. Había logrado demostrar que Carlson tenía un acuerdo con Doble T, que dirige la banda de la calle Dieciocho. El fiscal miraba para otro lado cuando había un asunto que les involucraba. Cualquier delito mayor acababa siendo juzgado como si fuera menor y algunos casos que deberían haber acabado en la cárcel terminaban reducidos a una simple prestación de servicios comunitarios. Recuerdo un caso en particular: un camello se enfadó con un cliente que no quiso dejarle propina. Le disparó y le mató junto con un crío de cuatro años que jugaba en el parque. El fiscal no movió un dedo, el tipo ingresó en la cárcel mientras se reunían las pruebas. Lo encontraron culpable, pero sólo le cayeron tres meses. En cuanto se leyó el veredicto, fue puesto en libertad porque, durante el tiempo transcurrido, se había cumplido la pena y todo terminó con una pequeña multa. ¡Eso fue todo! Un año antes, un delito similar que implicaba a un miembro del MS-13 acabó con una pena de trescientos años, salvo que, en el caso de la banda de la calle Dieciocho, el cliente ni siquiera llevaba arma, y el niño te aseguro que tampoco. Lo que deberían haber sido dos condenas, pasaron de asesinato en segundo grado a homicidio accidental y acabaron en la sentencia más benigna que haya visto.

—¡Qué mierda! —No le gustaba nada aquello. Había peligros a cada paso, en las instituciones y en las calles. La banda protegía a Carlson y la violencia era su marca de fábrica. El alcance de aquella escoria era mucho más largo de lo que le gustaría.

—También he escuchado que no se producen algunos arrestos cuando deberían —continuó ella.

Tyler alzó la cabeza con rapidez.

—¿Crees que Carlson también utiliza policías corruptos a su favor?

—Sí. Justo antes de que mi coche explotara, tenía a un confidente dispuesto a hablar conmigo y darme nombres. Lobato Loco pertenece a la banda de la calle Dieciocho, es el segundo al mando. Estaba tratando de convencer a Doble T para que rompiera el trato con Carlson. Piensa que Carlson exige demasiado dinero por la protección que les ofrece. Doble T se negó a poner fin al acuerdo y Lobato Loco estaba muy enfadado.

—Y por tanto dispuesto a hablar. Empecemos por ahí. Llama a este tipo. Infórmate a ver si todavía está dispuesto a dar nombres.

Del asintió con la cabeza.

—Eso pensaba hacer, pero no estoy segura de conservar su número. Me temo que explotó con mi móvil, en el coche, o habría hablado con él hace días.

Tyler la miró fijamente y contuvo una maldición. Parecía exhausta, casi a punto de caerse. Oprimió varias teclas del portátil.

—Habla con Seth. Mientras buscaré algo para comer; luego nos pondremos a trabajar.

—No tengo hambre —aseguró, acercándose al ordenador con ansiedad e ignorando la sugerencia.

Él cerró de golpe la tapa.

—No he preguntado; te lo estoy ordenando. Este caso es muy feo y vas a necesitar fuerzas. Come algo, precisas energía.

—Eres un mandón. —Le lanzó una mirada airada.

—Pues ve acostumbrándote. Tengo razón.

—Genial. —Ella puso los ojos en blanco, pero él notó una leve sonrisa. Puede que se negara por principios, pero le gustaba que estuviera pendiente de ella.

Se acercó descalzo a la cocina. Estaba rebuscando en la nevera cuando sonó su móvil. Era el niño bonito.

—¿Qué tal, Xander?

—¿Qué tal vosotros, os acostumbráis al nidito? —Estamos bien.

—¿Interrumpo algo? —Sonaba casi esperanzados Tyler no supo si reír o colgarle.

—No de momento.

—Joder, no doy una.

—¿Qué tal Javier? —Eso por meterse en sus asuntos.

El repentino silencio de Xander inundó la línea.

—Igual. Todavía no es capaz de pensar a derechas, así que he ocupado mi tiempo en algo más productivo: rebuscar la mierda de Carlson. Es muy interesante. Hace un par de horas que conseguí que me facilitaran el estado de sus finanzas…

—¿Cómo? —Los registros bancarios eran algo muy difícil de obtener salvo por mandato judicial. De acuerdo que Xander tenía buenos contactos, pero…

—Muy fácil. Los habría conseguido antes si no hubiera tenido que arrancar una botella de manos de Javier y meterle en la ducha. Es un mamón. De todas maneras, el trabajo en la fiscalía no da para que una familia de tres miembros viva con el lujo que ostentan, además poseen un negocio que se llama Comunication Redirect. Se supone que genera muchos millones de dólares al año y es su mayor fuente de ingresos. En su web explica que se dedican a las comunicaciones personales, así que fui a su centro neurálgico.

—¿Y?

—Está en un centro comercial de mala muerte —aseguró Xander—. ¿Sabes lo que venden? Buscapersonas. ¿Cuándo viste un busca por última vez?

—Oh, Dios, hace por lo menos diez años. ¿No ofrecen móviles o módems?

—No, nada. Y este gran negocio corporativo sólo tiene un empleado. Uno que apenas levantó la cabeza del mostrador para decirme que no atendía clientes a esa hora.

—¿Qué? ¿Quién demonios se puede permitir rechazar a un posible cliente, en especial con la crisis que hay? —Suspiró adivinando la verdad—. A menos que sea una tapadera, claro está.

—Eso es lo que yo pienso. No se pueden hacer millones y millones de dólares al año vendiendo tecnología obsoleta.

—Así que usa el negocio para blanquear el dinero que le paga la banda de la calle Dieciocho.

—Exacto. Te enviaré por fax todos los informes financieros que tengo. También conseguí que el chófer tomara alguna foto de la sede de Comunication Redirect. No probará nada concreto, pero es un principio.

—Es más de lo que teníamos. Gracias, hombre.

—Un placer. Si consigo algo más, te lo haré saber. Mientras tanto, ocúpate de esa chica tan guapa. Nunca se sabe lo valiosas que son hasta que las pierdes.

No supo si hablaba por experiencia propia o estaba suponiendo, pero no le preguntó. Tenía otros asuntos de los que ocuparse.

—Créeme, sé perfectamente lo valiosa que es.

—Y yo que esperaba que fueras tonto —bromeó Xander.

¿O no estaba bromeando?

—Aprecio tu ayuda, pero no me jodas. —Colgó el teléfono, cogió algo de comida y regresó a la habitación donde estaba el portátil.

A medida que se acercaba, escuchó la conversación que mantenía Del con su hijo. La lengua de trapo del crío le calentó el corazón. Ella amaba a ese niño y no lo disimulaba lo más mínimo. Desde luego, esa clase de lealtad y amor eran algo único.

Seth farfulló algo y Del le hizo un gesto con la mano. Tyler se situó detrás de la pantalla y vio cómo su hijo rebotaba en el regazo de Luc. Alyssa estaba a un lado con Chloe.

—¿Qué tal va todo? —preguntó él.

—Estupendo —respondió Luc—. Seth tiene un apetito muy saludable.

—Eso he escuchado. —Centró su atención en el niño—. Hola, chaval.

Seth sonrió ampliamente, como si estuviera encantado, luego le ofreció parte del panecillo que tenía en la mano.

El gesto le llegó al corazón y le provocó una oleada de amor. ¡Joder!, quería estar ahora mismo con él, acunarle entre sus brazos, hacerle cosquillas, hablarle. Tenía que encontrar la manera de implicarse en la vida de ese niño porque tenía intención de ejercer de padre… De ser el mejor.

—¿Quieres hablar un poco con él? —le preguntó Del.

—Sí. —Casi se atragantó con la palabra.

—Iré al dormitorio para comenzar con la ronda de llamadas.

Tyler asintió con la cabeza mientras ella se despedía de Seth antes de salir. Entonces se concentró en la pequeña pantalla.

—¿Así que mi hijo es bueno?

—Sí, es muy divertido. Aunque un poco temperamental.

—¿Me pregunto a quién habrá salido? —intervino Alyssa con una sonrisa que le ocupaba toda la cara.

Cuando Seth apartó la mirada un momento, hizo un gesto con el dedo.

—Nuestro mayor problema es conseguir que se duerma —admitió Luc.

—¿Está preparado para irse a la cama?

—Sí. Pañal limpio, barriga llena, todo listo.

Una idea cruzó por su mente. Cuando era pequeño había pasado algunas semanas con su abuela. A diferencia de su madre, a ella le gustaba vivir, no fumaba como un carretero y no prefería salir de marcha a estar con él. Recordaba algo que le había gustado más que nada.

—Mételo en la cuna de viaje y coloca el portátil de manera que me vea, ¿de acuerdo?

Luc frunció el ceño y se quejó de la cantidad de trabajo que le estaba dando, pero accedió. Hubo muchos sonidos amortiguados mientras Luc cruzaba la casa con el portátil hasta llegar al dormitorio de invitados. Luc dejó a Seth en la cuna de viaje y éste comenzó a gemir al momento.

El chef puso el portátil sobre un taburete y ajustó el enfoque de la webcam.

—¿Estás seguro?

No, pero tenía que intentarlo.

—Seguro.

Con un gesto de indiferencia, Luc se apartó y apuntó la cámara a la cara de Seth, que se estaba poniendo rojo por el esfuerzo.

Luego, él hizo lo único que se le ocurrió: cantar.

Del se paseó por la cocina mientras mordisqueaba unas uvas que había cogido de la nevera. Se sintió tentada de llamar a su jefe, Preston, y preguntarle sobre el asesinato de Lisa, pero no se atrevió. Ya no sabía en quién podía confiar y tenía que concentrarse en seguir la pista de las personas que podían ayudarla a implicar a Carlson para poner fin a todo aquello.

Eric podría ser una buena fuente de información, pero no pensaba volver a poner un pie en su casa. Aunque no le odiaba por lo que había hecho y, por extraño que pudiera resultar, le entendía. Él siempre había tenido mucho orgullo y ella se lo había pisoteado al ser «infiel» y disfrutar haciendo el amor con Tyler. Eric siempre había sido un poco egoísta y no supo aceptar tal desaire. Pero el ego de su ex no era su problema, y ella necesitaba algunos números de teléfono para comenzar su búsqueda; tenía que comenzar en alguna parte.

Poco antes de que la bomba destruyera su coche, con su teléfono y toda la información sobre sus contactos, había recibido un mensaje de voz de Lobato Loco. Quizá lo había guardado. El móvil había sido destruido y sabía que eso era un intento desesperado. Pero era lo único que se le ocurría.

Marcó el número de su móvil con el teléfono de Tyler. Escuchó todos sus mensajes, incluyendo uno de Lisa que casi la hizo llorar. Había sido una de sus mejores amigas durante los dos últimos años, siempre había estado a su lado cuando necesitó algo. Ella no siempre disponía de todo el dinero que necesitaba, pero no comprendía que Lisa la hubiera traicionado con unas personas que le habían pagado con la muerte.

Cerró los ojos y borró el mensaje.

Escuchó dos mensajes más antes de dar con el que necesitaba. Una voz amortiguada, con marcado acento latino, que hablaba sobre Doble T, Carlson y toda la «esa puta mierda». No dejó su nombre ni ningún detalle, pero había deducido su identidad basándose en la información que tenía sobre él. Le dejaba un número de teléfono de un restaurante en el distrito de Pico-Union; una pequeña hamburguesería en realidad. Le daba instrucciones para llamarle allí el jueves entre las siete y las diez de la tarde.

Hizo una mueca. Había pasado una semana desde entonces, y quien sabía si hablaría con ella ahora o habría alguien para responder a la llamada. Aún así, marcó el número.

Al séptimo timbrazo, una mujer descolgó y la saludó en castellano. Ella apenas entendía el idioma.

¿Se habla inglés?[3] —preguntó con esperanza, porque aquello era lo único que sabía decir.

—Por supuesto —repuso una voz con mucho acento latino.

¿Y ahora qué? ¿Cómo se preguntaba por un miembro de una conocida banda por teléfono?

—Recibí un mensaje de un hombre pidiéndome que le llamara ahí por teléfono. Soy periodista de L. A. Times. El hombre no se identificó, pero aseguró que tenía cierta información que yo necesitaba y que estaba dispuesto a compartirla conmigo.

La mujer comenzó a sollozar y a balbucear maldiciones incoherentes en español. Ella reconoció algunas de las palabrotas e hizo una mueca.

—Siento haber causado problemas. Volveré a llamar.

—No, no es usted la que provoca problemas, ¿vale? Es mi hijo.

—¿Su hijo? ¿Responde al nombre de Lobato Loco? —Oh, Dios, esperaba que al hacer esa pregunta la mujer no se enfadara más.

—¡Ése es un nombre estúpido! Esteban fue un buen chico hasta que se juntó con esos. Ahora está metido en líos de armas y drogas.

—Entiendo, señora. ¿Hay alguna manera de localizarle?

La mujer sorbió por la nariz y dijo con rapidez unos dígitos.

—Ése es su número de teléfono.

Lo anotó, le dio las gracias y dio por finalizada la llamada. Luego corrió a la otra habitación y se detuvo bruscamente al encontrarse a Tyler cantando frente al ordenador, con una voz profunda de barítono que inundaba la estancia de paz.

Él alzó la cabeza y clavó los ojos en ella, al tiempo que dejaba de cantar.

Se sujetó al marco de la puerta y lo miró. No sabía que Tyler cantara tan bien, un arrullo embrujador y suave.

—¿Qué haces?

—Seth se ha dormido. —La voz de Alyssa surgió del ordenador antes de que él pudiera responder—. Es asombroso.

—Gracias. —Tyler se sonrojó—. Me alegro de haber sido útil. Llamaremos otra vez mañana. —Cortó rápidamente la conexión con Alyssa, pareciendo casi avergonzado—. ¿Qué pasa? ¿Sólo era una canción?

No. Para ella era mucho más que eso. Tyler había cantado para dormir a su hijo, intentando ser un padre para Seth, aunque apenas lo conocía y les separaban miles de kilómetros. Una nueva y desgarradora oleada de amor atravesó su pecho. Si hubiera tenido alguna esperanza de conservar su corazón después de que todo eso acabara, acababa de desaparecer de golpe. Cerró los ojos.

—¿Ha pasado algo? —Él se apartó de la mesa haciendo rodar la silla—. ¿Del?

Ella parpadeó.

«¡Concéntrate, maldita sea!».

—Tengo el número de mi informador en la banda de la calle Dieciocho, alguien que podría darnos información o pruebas. Alguien que podría ayudarnos.

Tyler sonrió y se palmeó el regazo, indicándole que se sentara allí.

—Eres un genio. Llamemos.