«¡Joder, no!», pensó Tyler. Su incapacidad para ayudar a Del le provocó una ardiente furia que se expandió por su interior.
—Tú me suplicaste que hiciera el amor con Del. Yo no te he pedido esta mierda.
—Cuando le exigiste que se corriera una y otra vez, cuando la dejaste preñada, hiciste lo mismo que yo ahora —le aseguró Eric.
—Eric… —protestó Del—. Yo no quiero hacer nada. Me estás forzando. Si fuéramos otras personas arrestarías a ese hombre por lo que tú estás haciendo ahora.
Vio que su amigo se encogía de hombros. Parecía decidido a probarles algo, especialmente a él. Del trataba de aplacarle y poner punto final a la situación pero, dada la excitación que mostraba Eric, dudaba mucho que dijera algo que hiciera reaccionar a aquel terco bastardo.
Eric se desabrochó el último botón e hizo que la camisa le resbalara desde los hombros. Siempre se había conservado en plena forma, pero ahora estaba más delgado, más musculoso, más duro. Más grande. La respiración de Del se volvió jadeante y le miró con temor.
Una implacable cólera le recorrió las venas. El terror le contrajo las entrañas. Una vez más, tiró bruscamente de las esposas. La nevera era muy pesada y sólo consiguió arrastrarla unos centímetros por el suelo. La muñeca le palpitaba. Algunas gotas de sangre le resbalaron por el antebrazo, pero no le importó. Haría cualquier cosa por rescatar a Del.
—Ven aquí, nena. —Observó que Eric le rozaba los pezones con los nudillos antes de pellizcarle uno lo suficientemente fuerte como para hacerla gemir.
—Aparta tus jodidas manos de ella —exigió, apresando el asa de la nevera con las dos manos para intentar acercarse lo suficiente como para dar a Eric una patada en el trasero. Sin embargo, el electrodoméstico le impedía llegar a él.
No podía soportar ver cómo su antiguo amigo la maltrataba, ni los inútiles esfuerzos que hacía Del al luchar contra él. La imagen le impedía razonar y se vio inundado por una violenta necesidad de lanzar a Eric al suelo para golpearlo y pisotearlo.
En ese momento, el muy cabrón tiró bruscamente de la camisa de Del. Ella gritó y le empujó con una expresión de pánico en la cara.
—Eric, no lo hagas. Por favor, razona, esto está mal y lo sabes.
—¡No la toques! —rugió él.
Eric los ignoró a ambos y le arrancó el sujetador con gesto de satisfacción mientras ella seguía luchando, pateando y golpeándolo. En pocos segundos, Del estuvo prácticamente desnuda. Cuando intentó cubrirse los pechos con los brazos, él le agarró las muñecas y se las mantuvo a la espalda, obligándola a arquearse hacia su cuerpo.
—De eso nada —la reprendió Eric—. Dámelo todo.
—No —gritó ella—. ¡No quiero esto! ¿Cuántas veces tengo que decírtelo?
—Dame una oportunidad. Te haré cambiar de idea. —Cuando vio que Eric le acariciaba un pecho, Tyler sintió la necesidad de matarle—. ¡Oh, Dios mío! Cuánto he echado de menos estas tetas. Siempre has tenido unas tetas preciosas.
—¡Maldita sea, detente! —rugió él—. O te juro que te mataré.
Ella le rogó con la mirada que se callara. ¿Quería que la dejara manejar la situación? Aquello iba contra todos sus instintos protectores. Sabía que ella moriría si no conseguía recuperar el pendrive, y Eric, el muy celoso hijo de puta, no estaba dispuesto a dejar que lo hiciera hasta que obtuviera su recompensa.
Eric se giró para ofrecerle una buena vista de cómo pellizcaba el pezón desnudo.
—Tú no te detuviste aquella noche cuando te lo pedí. En vez de eso, la follaste a fondo. Creo que seguiré tu ejemplo.
Apenas había procesado sus palabras cuando le vio alzar el pecho e inclinarse hacia él. Del se encogió de miedo, gritó y le empujó con todas sus fuerzas, haciendo que se pusiera rojo de ira.
¡Joder!, haría cualquier cosa por evitarle aquello, por poder luchar esa batalla por ella. Del le necesitaba. Jamás hubiera imaginado que Eric la forzaría o que intentara aplacar su complejo de inferioridad de esa manera. No cometería el error de infravalorarle dos veces.
Vio cómo su antiguo amigo volvía a la carga, persiguiendo la sensible punta del pecho. Ella apretó los puños y le empujó con fuerza.
—¡Detente! ¡Maldito seas!
—¡Eric! ¿Sabes la diferencia entre aquella noche y ésta? Yo no la forcé —escupió Tyler—. Jamás le hice daño. Eric acarició el hombro de Del.
—Yo tampoco se lo haré.
—¿No crees que ella correría hacia la puerta en busca de ayuda si la soltaras? Llámalo como quieras, pero te ha dicho que no. Si vas más allá, será violación.
Eric apretó el brazo de Del con fuerza, obligándola a estarse quieta y le lamió el pezón, pasando la lengua por la punta, despertando cada uno de sus instintos posesivos. La joven estaba pálida y se estremecía sin control mientras intentaba alejarse.
Tyler no se molestó en disimular el deseo de arrancarle una a una todas las extremidades. Se abalanzó sobre él, arrastrando la nevera a pesar de lo pesada que era.
—Voy a hacer tantos pedazos con tu cuerpo que tendrán que recogerte con pinzas.
—Pero antes conocerás la alegría de ver cómo la mujer que amas alcanza el orgasmo gracias a las caricias de otro hombre.
Ella siguió retrocediendo mientras Eric la seguía, hasta que acabó presionada contra la encimera, donde él volvió a capturar el pezón con su boca. En ese momento, llevó las manos a los vaqueros de Del y, a pesar de que ella intentó apartárselas, le bajó la cremallera bruscamente antes de deslizar los pantalones y las bragas por debajo de las caderas. Luego le puso la mano entre las piernas.
Ella gritó y peleó, pero aquello sólo consiguió que los dedos masculinos se internaran más profundamente entre sus pliegues.
—Ni siquiera estás mojada —la regañó Eric—. No te preocupes, yo lo arreglaré.
—¿Qué parte del «no» no comprendes? —Del sonaba casi histérica y Tyler tuvo que contener otra oleada de furia—. Estás enfadado y te sientes traicionado, lo entiendo. —Apretó los muslos intentando apartarle—. Pero no quiero esto.
—Lo querrás.
—¡No, no lo haré! —sollozó—. De hecho, se acabó. Estamos divorciados. Yo no te dejé. Nos distanciamos y pusimos fin a nuestro matrimonio. Debes pasar página.
Eric negó con la cabeza y siguió trazando lentos círculos sobre su sexo, provocándole una ardiente frustración. Tyler gruñó y dio una patada a la nevera. ¡Oh, Dios! No podía soportar mirarlos, sobre todo cuando unas gruesas lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas de Del. Otra oleada de impotente furia le atravesó, era como si sus entrañas estuvieran ardiendo y la furia avivara las llamas.
—No vamos a volver a estar juntos —aseguró ella—. Y no puedes forzarme a desearte.
—Mírame. —Para obligarla, Eric enredó la mano libre en su pelo y tiró bruscamente, alzándole la cabeza. Del abrió mucho los ojos y él la miró con aquellas oscuras pupilas furiosas. Rezumaba violencia por cada poro de su cuerpo.
Sabía que había muchas posibilidades de que Eric la violara, e incluso la golpeara si no actuaba con rapidez. A pesar de lo mucho que odiaba darle alguna satisfacción, se tragó el orgullo.
—¿Querías hacerme daño? ¿Darme celos? ¿Enfurecerme? —desafió a Eric—. Pues ya lo has conseguido. Tú ganas. Ver cómo la tocas me corroe las entrañas. Es una jodida tortura. Puede que me odies, pero no la odias a ella, así que deja de hacerle daño y soluciona esto como un hombre.
—¡No, Tyler! —protestó Del.
Eric se detuvo y le escuchó.
—Sigue…
—¿Quieres darme una paliza? Pues hazlo ahora, pero no seas un cobarde que ataca a una mujer. Pégame a mí.
Eric ladeó la cabeza. Parecía que su sugerencia le tentaba, pero luego se volvió a concentrar en Del, como si supiera que le dolería mucho más ver que la maltrataba que tener un ojo morado.
—Prefiero tocarla a ella. Vamos, nena —murmuró.
Del retrocedió impulsivamente con una expresión de decisión.
—Lamento lo que ocurrió. Siento que ver lo que sucedió entre Tyler y yo hiciera que te sintieras despechado. —Del arrancó la mano de Eric de su sexo y consiguió que hubiera el espacio suficiente entre ellos como para darle un rodillazo en la entrepierna.
Él se inclinó y gruñó de dolor. Tyler hubiera aplaudido de haber podido.
—Del… —gimió Eric.
—Puede que lamente muchas cosas, Eric, pero jamás lamentaré defenderme. No vuelvas a tocarme.
Eric gruñó e hizo una mueca mientras intentaba enderezarse.
Ella se subió las bragas y los pantalones, que cerró con cierta dificultad, antes de abofetearle.
—No permitiré que vuelvas a utilizarme para provocar a Tyler. Fuiste tú quien me manipuló, quien se cebó conmigo y me abandonó cuando más te necesitaba. Jamás volveré a ofrecerte mi cuerpo, así que deja de sentir lástima de ti mismo. Él no tiene nada que ver con estos sentimientos. Fuiste tú quien me demostró de un millón de formas diferentes que no me amabas. Me acusas de acceder a tu petición y de que las consecuencias fueran todavía peores. ¡Pero sólo es culpa tuya! Si hace que te sientas mejor, Tyler y yo no estamos planeando vivir felices ni comer perdices, sólo intentamos que Seth, y también yo misma, sigamos con vida.
Eric la miró avergonzado, con cierta sorpresa, mientras seguía apretándose los testículos.
—No es necesario que folles con él para seguir con vida.
—No, pero necesito la tranquilidad que me transmite, y sus abrazos. Confío en él.
Tyler estaba orgulloso de la manera en que ella se había defendido y cómo estaba poniendo a Eric en su lugar. Pero las lágrimas que llenaban sus ojos, y la desapasionada manera en que hablaba de su relación, fueron una puñalada en el pecho.
—Es la primera persona que me abraza desde que nos divorciamos —continuó Del—. Sé que tú no puedes decir lo mismo.
Eric apartó la mirada con expresión culpable.
—Maldita sea, Del. ¿Por qué él?
—Porque jamás me ha decepcionado —susurró—. Porque nunca haría lo que tú acabas de hacer.
—¡Joder! —Eric parpadeó y frunció el ceño, como si finalmente fuera consciente de que había hecho algo horrible. Se dejó caer en la silla más próxima e, inclinándose sobre las piernas, ocultó la cara entre las manos—. Imagino que me merezco esto y más. Jamás quise hacerte daño, pero heriste mi orgullo.
—Y tú minaste mi confianza. —Una vez que estuvo claro que Eric se había tranquilizado, ella tomó el resto de su ropa y se la puso con bruscos movimientos—. Cuando estábamos casados quise amarte y confiar en ti, pero cuando me diste la espalda por haber querido satisfacer tus deseos… me destrozaste.
—No supe aceptar lo ocurrido. —Tenía el ceño fruncido y la expresión tensa—. Esperaba… que fuera como estar contigo otra vez, pero en vez de eso tuve que ver cómo te excitabas, revelando lo que había realmente en tu corazón.
—Tyler hizo que me sintiera hermosa y esa noche fue mágica. Después del tiroteo, la tomaste con todo el mundo, y conmigo especialmente. Hacía mucho tiempo que no me sentía bien.
Eric alzó hacia ella una aturdida mirada, como si Del le hubiera clavado un puñal en el corazón. Sin embargo, su expresión era de aceptación.
—Lo siento. Te amé a mi manera. Quizá no fuera la forma en que necesitabas que te amaran. ¡Oh, Dios! He sido un gilipollas. —Su cara mostraba una angustia tan grande que parecía que se pondría a llorar de un momento a otro. Pero se contuvo y tragó las lágrimas antes de agitar una mano en el aire.
—Ve. Intenta encontrar lo que estás buscando y luego marchaos. No puedo soportarlo más.
Del asintió con solemnidad y se acercó a él.
—Ya somos dos. Pide ayuda profesional. Busca a una mujer a la que puedas amar de verdad. ¿La llave de las esposas?
Tras un momento de vacilación, Eric la sacó del bolsillo y se la puso en la palma.
Tyler la observó acercarse para meterla en la cerradura correspondiente. Soltó el aire. No fue un suspiro de alivio, la anticipación atravesaba su cuerpo haciendo que su corazón palpitara acelerado. Cerró los puños. Iba a destrozar a aquel cabrón. Apenas podía esperar… Pero cuando se fijó en la cara de Del y vio lo descompuesto que tenía el semblante, se asustó.
—¿Ángel?
Ella clavó en sus pupilas aquellos acuosos ojos azules.
—Estoy bien.
Pero no lo estaba. Una renovada ferocidad le invadió.
—Chorradas. Te ha hecho daño.
Ella cerró los ojos y él supo que era para no revelar cuánto le habían dolido los malos tratos de Eric. No sería suficiente con dejar a Eric sangrando en el suelo, quería despedazar a aquel cabrón en miles de pedazos irreconocibles. Cualquier cosa con tal de conseguir que ella se sintiera mejor.
—Estaré bien —murmuró ella—. ¿Y tú? ¿Cómo te encuentras? Estás sangrando.
Él se miró la muñeca.
—Eso no es nada. Suéltame. Deja que me ocupe de ese hijo de puta.
—No. —Ella giró la llave y le liberó la muñeca, dejando la otra esposa en el asa de la nevera.
—Voy a destrozarle. —Dio un paso amenazador hacia Eric. Del le tomó del brazo con ambas mano y tiró con fuerza.
—Sé listo. No lo hagas.
Todo su cuerpo temblaba por la necesidad de destrozar a Eric La furia le corroía las entrañas y cerró los puños. El corazón le latía desbocado.
—Si le tocas, te detendrán —indicó Del—. Y si tú acabas en la cárcel, ¿qué nos ocurrirá a Seth y a mí?
Lo más probable es que les mataran. «¡Joder!». Además, si no respetaba sus deseos, ¿sería mejor que Eric?
Apretó los dientes y la abrazó. ¡Oh, Dios! Qué bueno era estrecharla contra su cuerpo. Puede que quisiera eliminar a Eric porque no soportaba pensar que podría amenazarla o maltratarla otra vez, pero sabía que ella tenía razón.
Eso no detuvo la adrenalina que surcaba sus venas como una droga y le aceleraba el corazón al máximo. Estaba a punto de estallar. ¿Cómo demonios conseguiría que ella se sintiera segura si no contenía la frustración? Necesitaba pelear… o follar.
—Bien. No le tocaré. —«Aunque me muero por hacerlo».
Las emociones vividas habían afectado a Del. Se derritió contra él y se estremeció entre sus brazos. Él intentó controlar aquella delirante frustración y la estrechó con más fuerza, intentando protegerla. Por encima de su cabeza, miró a Eric con patente hostilidad.
—Gracias —suspiró Del.
No debería agradecérselo todavía. Su control era demasiado inestable.
Tyler le acarició la espalda antes de secarle las lágrimas.
—Venga, recojamos tu pendrive y larguémonos de aquí de una vez.
Casi se atragantó con las palabras. En realidad lo que quería era matar al capullo de Eric, pero Del necesitaba que la consolara y protegiera más de lo que él necesitaba desatar su furia.
Ella le brindó una sonrisa y entrelazó sus dedos con los suyos. La confianza que le demostraba, en especial después de que Eric hubiera intentado abusar de ella, le desarmaba.
Tyler le apretó la mano y dejó que le condujera a través de la casa. Pasaron por encima de unos vasos rotos, rodearon los muebles volcados y pisaron los papeles arrugados. Por fin, al final del pasillo, entraron en uno de los dormitorios. Del lo había destinado a despacho en una ocasión, ahora albergaba los aparatos de gimnasia de Eric.
Ella se acercó al armario y abrió la puerta. La casa se había construido en los años veinte y el espacio era pequeño. La madera oscura contrastaba con el suelo brillante. Del se arrodilló frente a él e introdujo la uña en una ranura para levantar una de las tablas del suelo. Introdujo la mano en el escondite y buscó.
Un momento después, vio que se quedaba paralizada y le miraba con las pupilas dilatadas.
—No está.
En cuanto abandonaron la casa de Eric, Tyler la ayudó a subir al coche y sacó el teléfono. ¡Joder!, Del parecía una concha vacía. Estaba desolada. Su necesidad de golpear al responsable casi le volvía loco. No sabía cómo hacerla sentir mejor. Eric afirmaba que no sabía nada sobre el pendrive, ni siquiera tenía conocimiento de que hubiera escondido allí algo hasta una hora antes. Le habían pulido el suelo hacía menos de un mes, después de que el calentador tuviera una pérdida de agua e inundara la casa. Más o menos un poco después de que Del hubiera escondido el dispositivo. Además, alguien había forzado la puerta de la casa. Podría haber desaparecido por cualquiera de los dos motivos.
A Tyler no le gustaba el cariz que estaban tomando los acontecimientos. Deseaba matar a Eric con toda su alma y le había costado un mundo no darle una paliza. Ahora estaba muerto de miedo.
Sostuvo la mano de Del.
—Vamos a solucionarlo todo. ¿Quién habrá entrado en la casa de Eric? Dudo mucho que fuera una casualidad o un simple ladrón. ¿Le dijiste a tu amiga Lisa que habías escondido aquí el pendrive?
—Sí. Sé lo que estás pensando, pero no puedo creer que me haya traicionado.
—Nadie quiere creer que alguien en quien confía le traicione voluntariamente, pero tenemos que tener en cuenta todas las posibilidades. ¿Quién más sabía dónde escondiste la información?
—Nadie. Carlson debió decidir registrar la casa de Eric por si cabía la remota posibilidad de que hubiera escondido allí algo.
Puede que sí, puede que no. Pero él agotaría todas las posibilidades.
—Traté de actuar con astucia, pero está claro que la mente de Carlson es mucho más retorcida que la mía. —Del suspiró, cansada—. Es posible que toda mi investigación haya desaparecido. Había trazado una línea cronológica, manteniendo un seguimiento de los contactos. Es probable que pueda recordar parte, pero no los números telefónicos ni las fechas exactas y… Voy a tener que volver a empezar. Jamás me imaginé que hicieran saltar por los aires mi portátil y que tuviera que comenzar de cero. Ahora me llevará más tiempo, y no sé si dispondré del necesario antes de que le nombren fiscal del Estado.
—¿No tenías una copia en la oficina?
Ella negó con la cabeza.
—A un compañero le atacaron en la oficina hace seis semanas. Estaba trabajando por la noche y entraron unos sicarios, le dieron una paliza y se llevaron todos los datos que tenía. Se supone que el periódico está instalando un buen sistema de seguridad, pero aún no está en funcionamiento. Así que no me atreví a dejar allí los datos.
Dejarlos en casa de Eric tampoco había sido una buena idea. De hecho, estaba convencido de que si ahora examinaran el ordenador del trabajo habría sido registrado también. Carlson era un hijo de perra muy minucioso y parecía ir siempre un paso por delante.
Ella soltó el aire con un profundo y preocupado suspiro; parecía exhausta.
—Quizá Seth y yo deberíamos adoptar un nuevo nombre e instalarnos en otro lugar. Si me quedo aquí, está claro que Carlson acabará por dar conmigo y nos matará. No quiero estar siempre mirando por encima del hombro.
La vio cubrirse la cara con las manos. No sollozó ni lloró, pero palpaba su desesperación con la misma intensidad que la preocupación que a él le roía las entrañas. Maldijo por lo bajo al tiempo que la rodeaba con un brazo. Una profunda sensación de posesión le embargaba. No había ninguna posibilidad de que la dejara desaparecer. Sí necesitaba protección, se la daría.
—No te preocupes. Yo te ayudaré.
—No puedo pedirte nada más. Has dejado tu vida a un lado para ayudarme, ya has hecho demasiado…
—No lo digo por decir. Y tampoco es negociable. Te ayudaré. Seth y tú estaréis a salvo. Olvídate de eso por ahora. Comienza a pensar en quién puede ayudarte para reconstruir tu historia. Yo me ocuparé de buscar un lugar seguro en el que escondernos. Dime, ¿te ha hecho mucho daño Eric? ¿Quieres ir al hospital?
—En realidad sólo me asustó e hirió mis sentimientos… —Vio que ella parpadeaba para borrar nuevas lágrimas—. Me sentí traicionada. Una vez le amé. Lo peor de todo es que no sé hasta donde hubiera sido capaz de llegar si no me hubiera defendido.
Tyler no tenía duda: Eric la hubiera tumbado en el suelo y la hubiera violado. Ni siquiera él reconocía al hombre que fue su amigo en aquel Eric amargado y vengativo en que se había convertido después del tiroteo… y del divorcio. Sólo pensar en ello hacía que volviera a hervir de ira.
—No te preocupes —susurró—. Respira hondo. Recuéstate y descansa; yo me ocuparé de todo.
Ella alargó el brazo y le acarició la barbilla con suavidad.
—Llevo mucho tiempo sola, es agradable tener a alguien en quien apoyarme. Te echaré de menos.
Cuando se marchara. Aquello era lo que pasaría. Apretó los dientes. Eso no iba a ocurrir.
Sin imaginar que estaba cada vez más tenso, Del se reclinó en el asiento del pasajero. Tyler puso el coche en marcha mientras sonaba una canción, no cambió de emisora. Si la música proporcionaba a Del un poco de paz, la soportaría.
Mientras hacía un giro en U y conducía el coche calle abajo, miró por el espejo retrovisor y vio a Eric observándoles por la ventana, mirándoles fijamente hasta que se perdieron de vista. Apretó el volante hasta que se le pusieron blancos los nudillos, deseando que fuera el cuello de aquel cabrón.
Sacó el teléfono y tecleó el número de Jack. Su amigo y nuevo jefe respondió al primer timbrazo.
—¿Qué ocurre?
—El pendrive ha desaparecido.
—¿Habéis visto a su ex?
—Sí.
—¿Crees que está involucrado?
Él vaciló. Su primer impulso fue negarlo. Pero no podía descartar la posibilidad de que Eric estuviera intentando sabotear el reportaje, o peor, matarla para vengarse.
—Es posible.
—¿Es un tipo peligroso?
Ahora sí que no tenía duda.
—Sí.
—¿No puedes hablar? ¿Está Del cerca?
—Sí.
—Bien, agregaré a este tipo a la lista de personas a investigar. Es posible que tengamos otro problema… ¿Sabes la amiga de Del? Lisa. Pues ha tenido graves problemas con las tarjetas de crédito. Le encantan Nordstrom, Coach y Prada. Le han cortado el crédito en algunas entidades bancarias, así que ha tenido que contratar otras con unos intereses más altos. Bla bla bla, ya conoces el percal. Esta mañana tenía deudas por valor de treinta mil dólares y las pagó en efectivo. Quiero averiguar de dónde sacó el dinero.
Tyler también quería conocer la respuesta.
—¿Ha realizado alguna llamada interesante?
—No. Ninguna llamada, de hecho. Pero eso sólo significa que tiene algo que ocultar. Seguiré investigando. Hay una explicación y voy a encontrarla.
Genial. Otra traidora. Aquello hizo que su estado de ánimo fuera a peor.
—¿Algo más?
—Carlson. Hay muchos rumores en torno a él. Bueno, rumores e insinuaciones. Si tuviera que apostar, el tipo está corrupto hasta en la sangre. Hay gente muy rara a su alrededor, gente que le roza, pero que no se implica. No me gusta nada.
—Ya, a mí tampoco. En especial desde que alguien registró la casa de Eric, destrozándolo todo, pero parece que no se llevaron nada, salvo el pendrive de Del, claro.
Jack vaciló.
—¿Quién sabía que ibais a pasar por allí?
Tyler se dio cuenta de que Del le miraba fijamente y no pudo añadir nada.
Pero Jack, intuitivo como siempre, le facilitó la labor.
—Déjame adivinar, ¿Lisa?
—Sí. —Apostaría lo que fuera a que había traicionado a Del por treinta de los grandes. No le gustaba nada el rumbo que estaba tomando aquella conversación. Su frustración se incrementó todavía más—. Llevamos mucho tiempo con este coche.
—Justo iba a sugerirte un cambio de vehículo. Xander está ahora en Los Ángeles. Le diré que arregle algo. ¿Tenéis ya dónde alojaros?
No. Y pronto sería de noche. Del estaba exhausta y necesitaba un lugar donde sentirse segura.
—Iremos a un motel.
Pero no le gustaba demasiado la idea. Aquello era lo que Carlson esperaba, y en esa ciudad tenía ojos y oídos. Los moteles eran demasiado públicos y le sería muy fácil obligar a un juez corrupto a emitir una orden de arresto y que les detuviera una patrulla.
—No creo que sea inteligente —dijo Jack—. Os estarán esperando…
Era evidente que pensaban igual. No quería exponer a Del a más peligros.
—¿Alguna sugerencia?
—Déjalo en manos de Xander. Es de por ahí y el dinero puede comprar muchas cosas, hasta seguridad. Según Logan, tiene más pasta de la que puede gastar.
—No ando buscando niñera, sólo un poco de ayuda.
Jack se rio.
—A Xander le gusta mucho meter las narices en esta clase de asuntos, así que si quieres su ayuda no vas a tener que insistir. «Un jodido niño mimado».
—Está bien. Intentaremos encontrar algo hasta que nos llame.
La comunicación se cortó. Así era el viejo Jack, el buen muchacho cajún. Todavía conservaba costumbres de las Fuerzas Especiales y sospechaba de todo el mundo. Se sentía muy identificado con él.
Lanzó el teléfono a la guantera, consciente de la mirada de Del.
—¿Y ahora?
Antes de que lograra encontrar una respuesta, sonó el teléfono. Era un número desconocido.
—¿Qué? —le ladró al aparato.
—¿Tyler? —preguntó una voz masculina.
—¿Quién quiere saberlo?
Él hombre se rio al otro lado de la línea.
—Cauteloso como todos estos hijos de perra. Soy Xander.
Se relajó… La caballería había llegado muy rápido.
—Hola, gracias por la asistencia en carretera.
—De nada. Tu todoterreno va camino de Lafayette, tal y como habíamos quedado. A May le gusta conducir y lo dejará en casa de Alyssa. Creo que se conocen.
—¿De veras? —Tyler frunció el ceño.
—Al menos compartieron profesión.
En otras palabras, las dos habían sido strippers.
—Dale las gracias de mi parte.
—No te preocupes, tengo en mente un agradecimiento muy especial.
Notó una juguetona lascivia en la voz del amigo de Logan.
—Muy bien. Pero, por favor, no entres en detalles.
Xander se rio, un sonido ronco y espontáneo.
—De todas maneras no me gusta compartir. Pregúntale a mi hermano. Pero ya hablaremos de eso otro día. Dime dónde estáis y qué necesitáis.
—Un coche nuevo y un lugar donde quedarnos, si es posible. Tenemos que seguir la pista a algunas personas.
—Hecho. —Xander no vaciló—. ¿Podéis estar en el pequeño aeropuerto regional de Santa Mónica dentro de treinta minutos?
Tyler calculó los kilómetros que le separaban de ese lugar y el tráfico que podía encontrar.
—Sí.
—Perfecto. Hasta luego.
—Espera, nunca nos hemos visto en persona, ¿cómo nos conoceremos?
—¿No llevas a una hermosa chica contigo? —preguntó Xander en tono burlón. Él rechinó los dientes y apretó el móvil.
—Sí, pero yo tampoco comparto.
Xander se rio.
—Yo os encontraré.
Tyler colgó y frunció el ceño. No sabía qué opinar de ese bastardo. ¿Era un bromista o un capullo? Meneó la cabeza y lanzó de nuevo el móvil a la guantera. ¡Dios! Aquello era una mierda. Esa situación era cada vez peor.
Del también frunció el ceño.
—No ha sonado muy bien. ¿Qué sabemos de este tipo?
—Jack dice que es rico, conoce Los Ángeles y tiene influencias.
—¿Qué es? ¿Camello?
—Logan no sería amigo de un criminal, créeme. Es un amigo fiel. Le ayudó a salvar a Tara de algo muy peligroso antes de que se casaran. Están muy unidos, dice que es un tipo de fiar. Sospecho que a Xander también le gusta el BDSM.
—Estupendo.
Pasaron los siguientes minutos en silencio. Del utilizó su móvil para enviarle mensajes de texto a Alyssa interesándose por Seth. Todo iba bien con el niño y eso pareció tranquilizarla. Por lo menos uno de ellos no estaba a punto de sufrir un ataque de nervios, porque él se sentía como una bomba de relojería a punto de estallar.
—Gracias —dijo ella—. Por todo lo que has hecho. No tenías por qué…
—Cállate, no digas nada más. —Le lanzó una mirada ardiente e inapelable—. Sí tenía que hacerlo. Tus problemas son también de Seth y, por tanto, también míos. Porque me importáis. Quiero encargarme de ti y lo sabes, no actúes como si estuviera haciéndote un favor. Quiero demostrarte lo que significas para mí. Después de ver actuar a Eric, no estoy de humor para soportar la distancia que quieres poner entre nosotros. Dices que sólo quieres follar conmigo hasta que todo esto se resuelva, que yo no he cambiado. Vale. Pero no te pongas en plan educado ni levantes paredes entre nosotros.
—Pero…
—No —gruñó él—. Recuerda, lo hiciste hace dos años y fue una equivocación. Ahora será a mí manera. Si no te callas, vas a averiguar exactamente lo posesivo e insistente que puedo llegar a ser. Te aseguro que estoy intentando retener al cavernícola que llevo dentro. Después de ver cómo Eric te tocaba a placer, intento contenerme para no regresar y molerlo a golpes. O para no detener el coche, arrancarte la ropa y poseerte. —Bajó las gafas de sol que le cubrían los ojos y la miró con manifiesto afán posesivo—. Tú eliges.
Del parpadeó. Volvió a parpadear. «¡Oh, Dios!».
Ése era el afable, risueño y ligón Tyler.
—Yo… yo… Nada.
—Piii. Respuesta incorrecta. Inténtalo de nuevo.
—¿Qué te pasa?
—¿Es eso lo que quieres preguntarme?
No, no era eso. La situación con Eric la había superado. Tyler podía ser un hombre tranquilo y relajado casi siempre, pero al parecer era también un viejo y enorme macho alfa, y acababa de insultarle. Por lo que podía ver, tenía los nervios de punta; no hacía más que pasar el pulgar por el volante.
—Estás muy… agresivo.
—Bienvenida a mi auténtico yo. Cuando estabas casada con Eric viste al amigo afable y bromista. Conociste a un tipo que se lo tomaba todo a broma porque no tenía nada que tomarse en serio. Aún quiero divertirme, pero, en lo que se refiere a ti, me temo que me lo tomo todo con mucha seriedad.
Aquellas palabras deberían asustarla; en cambio, le encantaba la sensación que le producían. Posiblemente se tratara de algo temporal; él nunca había sido de esa clase de hombre. Si se lo permitía, acabaría cansándose de ella. Eso sería lo mejor, no podía imaginarse arriesgándose a intentar un nuevo compromiso.
—Tyler, dijimos que… sólo estaríamos juntos mientras durara este asunto.
—No. Eso fue lo que dijiste tú. Yo no estuve de acuerdo. Me marché una vez porque me lo pediste, pero no lo haré de nuevo.
Del vio la señal que indicaba el desvío al aeropuerto. Hizo una mueca.
—¿Cuándo has decidido asentarte al lado de una mujer? Te gusta acostarte cada noche con una distinta, ¿cuándo has pensado en estar sólo con una? Solías emborracharte y decir que tu padre os había abandonado; que tu madre decía que te parecías a él… y tú estabas de acuerdo. No puedes haber cambiado tanto sólo porque te hayas enterado de que tienes un hijo. ¿Qué es lo que lo ha provocado en realidad?
Tyler aferró el volante. Tenía expresión de enfado. En realidad, más de disgusto que de enfado.
—Quizá no quiera escuchar esas viejas historias. Es cierto que mi madre piensa que soy un bala perdida, ¿y qué? No puedo probar que esté equivocada, pero hay una gran diferencia entre casarte con una chica recién salida del instituto porque te pone caliente y hacerlo con una mujer que te hace sentir entero. Incluso cuando se suponía que todo estaba mal entre nosotros, hace dos años, sentía una fuerte conexión contigo. Una cierta… plenitud. He llegado a la conclusión de que nunca le he dado una oportunidad a otra mujer porque no eras tú. Tenía un montón de ideales contigo, Del, como comer tacos los martes y ver películas los domingos por la tarde, y no era exactamente porque me encantara cómo cocinabas ni las películas ñoñas, sino porque quería…
—No lo digas. —A ella se le aceleró el corazón. No debería, pero quería escuchar aquellas palabras. Dios sabía cuánto quería que el padre de su hijo, su amante en todas sus fantasías, sintiera algo por ella—. Estás confundiendo amistad y afán de protección con otra cosa más duradera.
—Tú no sabes lo que siento. Pero sigue pensando eso si hace que te sientas mejor. Estaré pegado a tu dulce culo, derribando todas esas ideas equivocadas, hasta que me creas.
Antes de que a ella se le ocurriera algo que decir, Tyler salió de la carretera y entró en el aparcamiento. Estacionó y salió sin mirarla.
Del corrió tras él, parpadeando como si le viera por primera vez. Quizá fuera así.
—No tenía intención de herir tus sentimientos. Lo siento.
Él se detuvo y la empujó contra el maletero del coche.
—Me sacas de quicio. Te necesito. Necesito saber que estás a salvo. Necesito tenerte desnuda, con esos ojos azules muy abiertos y asombrados, con los muslos bien separados y mi nombre en tus labios.
Tragó saliva. Tyler hacía que aquello sonara muy bien. Notó un aleteo en el estómago y le clavó los dedos en los brazos, intentando dilucidar cómo habían perdido el control con tanta rapidez. Antes de que pudiera decir una palabra, él apoyó el pie en el guardabarros del coche y se inclinó hacia ella. No había manera de ignorar su erección, a pesar de los vaqueros que llevaban puestos los dos. Enredó los dedos en su pelo y le alzó la cara con suavidad para rozarle los labios con los suyos. Luego la devoró, y no con ternura. El beso estuvo repleto de posesión y calor. Y ella se derritió contra él con un gemido.
Lo más probable es que aquello acabara fatal, dada su incapacidad para superar el divorcio y el número de mujeres que Tyler había llevado a la cama. No podía olvidar las veces que le había dicho que antes se cortaba las pelotas con un cuchillo oxidado que atarse a una mujer. ¿Sería verdad que había cambiado? ¿Y por qué cuando la tocaba sólo sentía deseo? Era como si su mente se apagara, como si su corazón fuera quien mandara. Cada vez que la acariciaba la hacía sentirse no sólo la mujer más importante, sino la única del mundo.
Aquella vez no fue diferente. Le rodeó el cuello con los brazos, sabiendo que no estaba preparada para eso, segura de que lo más probable es que acabara sola y herida… Pero no podía contenerse. Era fácil justificarse ante sí misma diciéndose que necesitaba un bálsamo después de que Eric la hiciera sentir sucia y herida. Pero era más que eso. Mucho más. La primera vez que Tyler la besó, sintió un agudo zumbido en el alma. Una parte de su ser había cantado de gozo al enterarse de que estaba embarazada, porque era consciente de que de esa manera poseería una parte de él para siempre.
¡Maldición!, estaba colgada por él.
Él se inclinó más para profundizar el avance en su boca. Era ardiente y tenía un solo objetivo. Ella sintió que todo su cuerpo vibraba de anticipación. Cuando le acarició un pecho y le frotó el pezón en mitad del aparcamiento, a plena luz del día, no encontró voluntad para que le importara. Tyler era una droga y ella se había hecho adicta.
—Nunca tengo suficiente de ti —murmuró él contra sus labios—. Nunca tendré suficiente. Cada vez que pruebo tu boca, quiero más.
—Bien —dijo una ronca voz masculina a su espalda—. A menos que estéis tratando de atraer todas las miradas, o que queráis que os arresten por escándalo público, tendréis que conteneros hasta que pueda encontraros un dormitorio.
Ella se libró de Tyler con un gemido y miró tras él para ver la familiar cara de uno de los más ricos, famosos y conocidos playboys de Los Ángeles.
—¿Xander Santiago? —Ella contuvo el aliento antes de mirar a Tyler—. ¿Éste es el amigo de Logan? ¿Ésta es tu idea de no llamar la atención? —Ante el gesto de asentimiento de Tyler, negó con la cabeza—. Estamos perdidos.