—¿Eric? —La voz de Del era temblorosa.
A Tyler se le encogieron las entrañas. Ella había intentado contactar con su ex-marido para recuperar el pendrive que había ocultado en su casa, pero le sorprendía que Eric llamara a Del y esperara que ella le respondiera después de la terrible manera en que la había tratado.
—Pon el manoslibres —murmuró Tyler.
Ella vaciló antes de obedecer y apretar un botón.
—¿… é coño ha pasado? —despotricaba Eric—. Vuelvo a casa después de pasarme una semana en Cancún y me encuentro un montón de mensajes tuyos en el contestador, aunque cesan bruscamente hace tres días. Después de aterrizar, me entero por unos compañeros de que tu coche voló por los aires. Cuando vuelvo a casa me la encuentro toda revuelta, como si hubiera sido registrada a fondo. No falta nada, pero hay bastantes destrozos. Y a eso añadimos tus mensajes histéricos… ¿Tienes algo que ver con todo eso?
Del le lanzó una mirada de alarma, y él supo que estaban pensando lo mismo: ¿Quienquiera que hubiera forzado la puerta de la casa de Eric era el mismo que intentaba matarla a ella?
Apretó con fuerza el teléfono; parecía furiosa y nerviosa.
—Yo no hice nada en tu casa mientras estabas de vacaciones. He estado fuera de la ciudad; tuve que irme después de que pusieran una bomba en mi coche.
—¿Cuándo ha empezado todo esto? Mis compañeros me han dicho que cuando llegaron al lugar de los hechos el coche estaba reducido a cenizas y tú habías desaparecido. No saben qué ha ocurrido. Por el tono de tu voz, imagino que tú sí lo sabes. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no me lo has contado?
—Ya no estamos casados. Mis problemas no son asunto tuyo. De hecho, al llamarte te he hecho un flaco favor.
—¡Joder, Del! Si alguien está tratando de matarte, debes decírmelo. Es posible que ya no estemos casados, pero eso no significa que… Quiero ayudarte. ¿El capullo que ha intentado matarte está relacionado con el que asaltó mi casa?
—Es un asunto complicado.
Eric resopló.
—Dado que soluciono crímenes para ganarme la vida, creo que podré comprenderlo.
Del miró a Tyler con una tácita pregunta en los ojos. Él negó con la cabeza. No había pruebas de que ambos hechos estuvieran relacionados. Sería mejor no mencionar nada hasta que no las hubiera. Si Carlson tenía algo que ver con el destrozo en la casa de Eric, los responsables podían haber dejado cámaras o micros ocultos.
—Ahora no es seguro hablar.
Eric vaciló.
—Entiendo. ¿El crío está bien?
Tyler apretó los dientes. Quizá debería mantener la boca cerrada, pero…
—El nombre de mi hijo es Seth, y deja de ladrar a Del.
Eric se mantuvo callado durante un buen rato.
—¿Tyler? ¿Desde cuándo estás con Del? ¿Vuelves a husmear bajo sus faldas?
Nada de «hola, viejo amigo», o de «¿qué tal te va?». Aquello estaba tomando un mal cariz.
—No seas gilipollas. Del necesita ayuda y yo se la he ofrecido. ¿O acaso te importa más lo que pueda estar haciendo con tu ex que el hecho de que quieran matarla?
—¡Que te den!
—¡Queréis parar los dos! —gritó Del—. Eric, Seth está bien. Mi vida personal no es asunto tuyo, así que no seas maleducado. Sólo tengo que pedirte un favor y no te supondrá demasiado tiempo. ¿Podemos pasar por ahí dentro de un rato? Entonces te lo explicaré todo.
—¿Cómo que podemos? ¿Así que tú y mi ex-mejor amigo ahora sois pareja?
—No.
—Sí —dijo Tyler a la vez antes de mirarla con furia—. Definitivamente sí. Del es muy importante para mí y me voy a ocupar ella, así que te aconsejo que pienses bien lo que dices. Y eso es todo lo que necesitas saber.
—Tyler… —Él escuchó la protesta en sus palabras y su irritación creció. Pero antes tenían que ocuparse de Eric.
—Cuelga de una vez —pronunció sin alzar la voz, señalando el teléfono.
La vio apretar los labios. Sí, a ella no le gustaba recibir órdenes y lo entendía, pero había mucho más que orgullo en juego.
—¿Podemos pasar por ahí? —repitió ella. Eric vaciló y no le quedó duda de que quería negarse.
—Tú puedes venir, Del.
—¿Quieres hacer el favor de usar la cabeza, hombre? Alguien trata de matarla. Yo tampoco tengo ganas de verte, pero si ella te importa algo no deberías querer que vaya de un lado a otro sin protección.
Casi se podía escuchar rechinar los dientes de Eric.
—Muy bien —accedió finalmente—. ¿A qué hora?
Dado que todavía estaban en medio del desierto, tardarían un rato en llegar.
—Ya te avisaremos.
Cuando colgó finalmente, Del entrelazó las manos en el regazo casi a punto de estallar y alzó la cabeza como si estuviera esperando una señal al tiempo que le miraba como si hubiera perdido la razón.
—Venga, suéltalo —le exigió él.
—¿De veras quieres esto? Conoces a Eric tan bien como yo. Lo que acabas de decirle es como agitar un trapo rojo ante un toro enfurecido.
—No mereces que te trate así.
—¡No ha dicho nada! Vale, llamó crío a Seth, pero nada más. No me ha dicho que me vaya al diablo, ni que me merecía lo que me estaba pasando. Y tú le has dicho a Eric que use la cabeza y deje de pensar con el orgullo. Pues tú deberías hacer lo mismo. Todas estas memeces no nos ayudan. Necesitamos su cooperación para registrar su casa. Tengo que recoger el pendrive. Espero que todavía esté allí, pero jamás podremos recuperarlo si no dejas de abrir la boca para provocarle.
Tyler intentó contener aquella furia creciente. No le quedaba más remedio que reconocer que tenía razón. Estaba siendo sobreprotector y posesivo; Eric no podía hacerle daño a través del teléfono. Pero no le gustaba el tono de voz con que le hablaba; no le gustaba recordar que su antiguo amigo había dormido abrazado a ella; que la había besado al despertar; que se habían duchado juntos por la mañana… antes de que se pusiera el uniforme y se dedicara a tirarse a strippers.
Del se merecía algo mejor. Sin embargo, lo más importante es que permaneciera viva. Lo que quería decir que tenía que dejar de comportarse como un asno y concentrarse en recuperar el pendrive.
—Lo siento, pero no quiero que vuelva a hacerte daño.
Ella suavizó su expresión.
—Gracias. A veces eres un gran amigo.
—Puedo ser mucho más que un gran amigo para ti. —Las palabras se le escaparon antes de que pudiera detenerlas. La melancolía matizó la sonrisa de Del.
—Cuando estaba embarazada, solía preguntarme qué hubiera ocurrido si nos hubiéramos conocido en unas circunstancias diferentes. Ya sabes, si yo no estuviera casada con Eric y vosotros no fuerais amigos. ¿Habría habido algún tipo de relación entre nosotros o sólo habría sido otra chica a la que te tiraste para después olvidar?
—Tú no eres el tipo de chica que pueda olvidar, Del.
—Eso es porque tenemos una historia, aunque sea enmarañada…
—Eso es porque eres tú. Tú eres la que me atrae, no el hecho de que seas la ex-mujer de Eric o la madre de mi hijo. Eres dulce, inteligente, divertida y honesta.
—No soy la única mujer del mundo con esas cualidades. Estoy segura de que has conocido a unas cuantas así y jamás has hablado con ellas el tiempo suficiente como para saberlo.
Tyler apretó los dientes.
—No eran tú. ¿Por qué sientes tanta fascinación por mi vida sexual?
—Venga, Tyler. Los dos sabemos que soy una de tantas. Sí, haber tenido a Seth me incluye en una categoría diferente, pero…
—¡Gilipolleces! —Golpeó el volante—. ¿Por qué no crees lo que te digo?
Ella frunció el ceño.
—Simplemente… te conozco. Te conozco hace años. No espero que acostarte conmigo, y convertirte en padre, hagan de ti una persona diferente. Sólo soy realista.
—He cambiado.
—En algunos aspectos sí. Pero si me fío por la conversación que mantenías en el patio de tu casa con tu harén, mantienes relaciones de manera regular con las strippers que trabajan para Alyssa, incluso hasta el punto de que éstas llegan a pelearse por ti. Eso me suena al mismo viejo Tyler de siempre. —Se encogió de hombros—. Da igual. Como te he dicho, no espero que cambies por mí.
Tyler sintió que un bochornoso rubor le cubría el cuello y la cara. Tenía razón, pero ella no sabía cómo se sentía por dentro.
—Sé que no vas a creerme si te digo que me acostaba con ellas pero siempre pensaba en ti.
—Tienes razón. —Ahora la sonrisa fue de disculpa—. Sé razonable, Tyler. Hace años que sé que eres un hombre promiscuo. Sí, veo que has cambiado algo, pero si lo que intentas es convencerme de que eres una persona distinta, voy a necesitar más de cuarenta y ocho horas para creerlo. Y si no… De veras, no pasa nada. No te estoy pidiendo que seas diferente.
Tyler se sintió frustrado, pero aún así intentó contener su temperamento.
—Pero creo que lo soy. Seré así para ti, día tras día. Acabarás por convencerte.
Ella lo miró con la cabeza ladeada mientras le ponía una mano en el brazo.
—Creo que lo piensas sinceramente, pero en el momento en que pase por delante de tus narices la primera rubia con un profundo escote y un buen trasero… sé lo que ocurrirá. Por mí no tienes que fingir ser algo que no eres. Lo único que quiero es que pases algún tiempo con Seth y llegues a conocerle.
Pero él quería algo más. No podía disculparse por todo lo que había hecho antes de que Del hubiera vuelto a entrar en su vida. No podría convencerla de que era diferente sólo con palabras, y menos en unas horas. Eso sólo lo conseguiría con tiempo, pero sabía que no disponía de mucho.
Su madre se reiría si pudiera verlo; dudaba que pudiera mantener una relación, y lo cierto es que nunca había tenido ninguna. Pero aquello era diferente. Se sentía unido a Del y, aunque no tuviera sentido, sabía que si cortaban los lazos que les unían no sobreviviría.
Pero la cuestión era que Del necesitaba tiempo. Y el peligro al que estaban sometidos, la crisis en la que sus vidas estaban envueltas, no era el mejor momento para esperar que creyera que estaba tratando, casi con desesperación, de convertirse en un hombre diferente.
Sin soltar el volante con una mano, enredó los dedos de la otra en el pelo de la joven para acercarla a él.
—Voy a darte todo lo que necesitas y deseas… y todavía más. Te lo prometo. Tú sólo dame tiempo para demostrártelo.
Algunas horas más tarde, y tras haber cambiado de nuevo de vehículo a las afueras de Los Ángeles, Tyler aparcó el coche delante de la casa que Eric y ella habían compartido. Siempre le había encantado aquella casita, pero después del divorcio no tenía dinero para quedarse con la parte de su ex-marido. Él, sin embargo, sí había conseguido el suficiente como para quedarse con sus derechos de propiedad y las llaves. Y ella pudo pagar con su parte la entrada de un apartamento e iniciar una nueva vida con Seth. Al final no había sido tan malo.
Pero regresar allí siempre le provocaba una sensación agridulce. El lugar contenía muchos recuerdos. Algunos buenos, como Eric esperándola en el umbral con una sonrisa. Otros no tanto, como aquella mañana en que la prueba de embarazo había dado positivo. Revivió imágenes de las barbacoas y fiestas con los amigos y la familia. También las noches en que Eric regresaba a casa después de terminar su turno, cansado y sin energía. Entonces había necesitado su atención, pero él se había limitado a dejarse caer en la cama antes de sumirse en un profundo sueño. Apartó la vista de la pequeña edificación.
—¿Estás bien? —Tyler le tomó la mano y se la apretó.
Asintió con la cabeza. Estaba tratando de ayudarla y ella debía dejar atrás el pasado. No era asunto suyo con cuántas mujeres se había acostado, eran celos absurdos y alocados. Todavía se acostaba con muchas, así era Tyler. Estaba de acuerdo en que había cambiado en muchos aspectos, pero ¿tantos como para haberse convertido de repente en un modelo de fidelidad? No era probable, pero tampoco importaba. Estaban allí para detener a Carlson, no para reavivar nada. Seth era lo primero y Tyler quería protegerla y ayudarla a conseguir que todo se resolviera; debía agradecérselo y dejar de esperar que tal vez hubiera algo más.
—Muy bien. Vamos.
Tyler se bajó y rodeó el sedán para abrirle la puerta. Cuando se bajó del vehículo, él le enlazó la cintura con un brazo musculoso.
Ella le lanzó una mirada triste, pero se mentiría a sí misma si intentaba convencerse de que no le gustaba su actitud protectora.
—No tienes por qué hacer esto.
—Ya, pero quiero hacerlo. —Era evidente que no iba a soltarla—. Eric no va a hacerme daño.
—¿Tú crees que sabemos realmente cómo es ahora? —La miró con ferocidad—. No pienso correr ningún riesgo.
Quizá Tyler tuviera razón. Lo cierto es que se sentía más segura, y tal vez Eric controlase un poco la animosidad si veía que alguien la protegía.
Tras subir las escaleras del porche, llamó a la puerta con suavidad. Eric giró la llave y abrió bruscamente. Sus ojos oscuros llameaban furiosos en su rostro bronceado al verles juntos en el umbral. Su mirada se clavó decidida en la mano que Tyler curvaba sobre la curva de su cadera.
—La verdad es que los tienes bien puestos —le escupió a Tyler con desprecio.
—Pues no soy yo el tipo que le dijo a un amigo que se tirara a su mujer y que se puso como una fiera cuando a ambos les gustó. Ni soy el que dejó a su mujer en la calle cuando ella le dijo que estaba embarazada. ¿Por qué coño no me dijiste que iba a tener un hijo mío? ¿Qué clase de hombre eres?
Eric se sonrojó.
—No conoces los detalles.
—Conozco los suficientes como para saber que ella está mejor sin ti.
Del se interpuso entre ellos. Era evidente que verla con Tyler hacía que Eric se sintiera inseguro y colérico. Tenía que intentar apaciguar toda esa furia o aquello iba a terminar muy mal.
—Venga, chicos, parad ya. Está claro que no vais a volver a ser amigos, pero tenéis que envainar la espada para que todos sigamos con vida. No creo que quedarnos en el porche, gritando todos nuestros secretos a quien quiera escucharlos, sea lo más prudente.
Al oírla, Eric alzó la cabeza y miró a su alrededor. No le llevó demasiado tiempo percibir que la vecina de al lado, la señora Morris, bebía cada palabra que decían. ¿Podría ser posible que los que forzaron la casa también estuvieran cerca escuchándoles?
—Pasad —gruñó, tomándola por la muñeca y arrastrándola al interior. Tyler apenas había dado un paso dentro cuando Eric empujó la puerta y cerró con llave.
Del entró en la sala, sumergiéndose en la familiaridad que le transmitía la casa: la antigua mecedora, el sofá de piel… Las vigas y las luces rompían la oscuridad del techo, iluminando también la chimenea de piedra. Eric había quitado todos los accesorios y lámparas de estilo moderno que ella había elegido y que habían sido ideales para dar carácter y encanto a la casa.
Pero el resto parecía haber sufrido el paso de un tornado.
El suelo estaba lleno de cristales rotos y papeles de todos los colores. El globo terráqueo que perteneció al abuelo de Eric, que solía estar sobre el taquillón de caoba, había caído encima. Las cortinas, destrozadas, tiradas en el suelo formando un charco de tela y astillas de madera.
—Oh, Dios mío… Esto es terrible. Lo siento mucho —murmuró ella—. ¿Cómo es posible? Tú siempre has sido muy cuidadoso con la seguridad.
—Ahora trataremos el tema. —Eric lanzó una mirada furibunda a Tyler antes de empujarle a un lado para entrar en la cocina—. ¿Queréis beber algo?
Había sido beber juntos lo que había provocado todos los problemas.
—No, sólo queremos hablar contigo. Vayamos a la sala.
—Bueno, yo sí necesito un trago. —Volvió a empujar a Tyler, que parecía muy dispuesto a pelear con él.
Eric le había hecho cosas realmente horribles, como echarla cuando se enteró de que estaba embarazada, pero entonces estaba inválido y deprimido. Ella se sentía culpable, como si fuera la causante de todos sus males. Por entonces, su marido temía no volver a caminar y confiaba en que ella se quedara con él; tal y como decían los votos matrimoniales, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad. Sin embargo, ella había sucumbido a su mejor amigo. De acuerdo, él se lo había pedido, pero no había sido necesario que disfrutara tanto con ello. Él no le pidió que se encaprichara de Tyler. En especial, no le pidió que se quedara embarazada. Por el contrario, mientras debería estar concentrada en ayudarle a recuperarse, aplacando su carácter y dándole ánimos para superar la depresión, le había lanzado a la más profunda desesperación.
Era evidente que había conseguido salir adelante a base de trabajo y afán de superación. Y ahora, le había llevado la violencia a su puerta y hecho recordar el punto crítico de su matrimonio. Eso sí que era volver de las vacaciones y recibir un jarro de agua helada. Tenía toda la razón al estar enfadado… Eso la hizo sentir todavía más culpable.
—Son las tres y media —señaló ella, esperando evitar que bebiera.
—Estoy seguro de que en algún sitio es más tarde de las cinco. —Se acercó a donde ella estaba para tomar un vaso de la alacena—. ¿Un vaso de whisky?
—No, gracias —murmuró.
Notó que no le preguntaba a Tyler si quería tomar algo. Le vio cerrar la alacena de golpe y dirigirse a la despensa en busca de la botella de licor. Tyler se apoyó en la nevera, dejando la espalda protegida mientras observaba todo con los ojos entrecerrados; ojos llenos de sospecha. Intercambiaron una mirada. Eric se traía algo entre manos; los dos lo sabían. Lo mejor sería hacerse con lo que habían ido a buscar y salir pitando de allí.
—En realidad he venido a recoger una cosa que dejé aquí guardada.
Eric frunció el ceño mientras vertía la bebida.
—¿Antes del divorcio? —preguntó después de beber. Habían llegado al punto donde el asunto se pondría candente.
—No. Después.
Eric vaciló, pensativo, mientras se servía otro whisky.
—¿Has entrado con la llave de repuesto sin haberme pedido permiso? —No esperó confirmación—. ¿Por qué?
—He estado investigando un asunto. Buscando evidencias. No puedo ponerte ahora al tanto, pero es un asunto importante. La persona sobre la que escribo el artículo se enteró de la investigación. Parte de lo que había descubierto la guardé en un pendrive y lo escondí aquí, por si acaso. No pensé que nadie sospecharía que pudiera guardar algo importante en casa de mi ex. Jamás se me ocurrió que registrarían aquí. Lo siento mucho.
—¿Has escondido una prueba en mi casa sin decírmelo, me has metido en este embrollo sin querer y, aun así, no piensas decirme de qué trata o qué estás averiguando? ¿Crees que es justo?
Del contuvo el aliento al notar su amargura.
—Será más seguro para ti no saber nada.
La oscura mirada de Eric cayó sobre Tyler.
—Pero a él sí se lo has contado ¿verdad? ¿Es porque confías más en él o porque te importa menos su seguridad?
Mientras Eric observaba fijamente al que había sido su mejor amigo, la pregunta flotó sobre ellos como una bomba cargada con una tonelada de TNT. Fuera cual fuera la respuesta, tenía potencial para que aquella conversación tomara un cariz muy feo. Ella se mordió los labios.
—¿No tienes respuesta para eso? —Eric arrastró las palabras mientras se servía una tercera copa—. ¿Quieres que te ayude a contestar? Fuiste primero junto a él porque confiabas en que te ayudaría con sólo ver al cr… —miró a Tyler de soslayo—… a Seth. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que le dejes hundirse en tu cuerpo?
Ella se estremeció. Pensó mentir, pero Eric lo sabría y hacerlo sólo empeoraría la situación.
—¿Ya has follado con él? —Su ex-marido se rio con fiereza, luego se bebió de golpe la tercera copa de whisky—. ¡Oh, Dios!, soy gilipollas perdido. Por supuesto que lo has hecho. Mi viejo amigo se acuesta con cualquier cosa con faldas y tú estabas ansiosa de volver a tirártelo, ¿verdad? Fuiste a buscarlo para que metiera esa enorme polla en tu coño.
—Cierra la boca ya —gruñó Tyler—, antes de que te la cierre yo. Esa noche le suplicaste que se acostara conmigo, me lo suplicaste a mí también. Jamás habíamos cruzado la línea de la amistad hasta que tú nos lo imploraste, no nos culpes por ello. Ocurrió lo que tenía que ocurrir. Si no puedes asumirlo, no haberlo pedido.
Eric alzó las manos en el aire.
—¿Sabes?, tienes razón. Debería haberme dado cuenta de que os poníais cachondos mutuamente. Debería haberte echado de mi vida en el momento en el que sospeché que mi mujer te ponía duro.
Antes de que ella pudiera decir una palabra de advertencia, Eric sacó unas esposas del bolsillo trasero. Quiso avisar a Tyler, pero con la nevera a la espalda y una alacena al otro lado, él no tenía por dónde escapar.
Eric atrapó la muñeca de Tyler con un ominoso clic. Él le dio un puñetazo en la mandíbula con la mano libre. A pesar de que echó la cabeza hacia atrás, Eric mantuvo el equilibrio sin soltar las esposas. Tyler trastabilló y se acercó lo suficiente como para que Eric cerrara la otra en el asa de la nevera, dejándole inmovilizado en un momento.
Ella contuvo el aliento.
Eric se acercó entonces con rapidez, acechándola como un ave de rapiña. Una terrible sonrisa se extendió por sus rasgos. Con casi uno noventa y en plena forma, era una pared de músculos sólidos. Ella no tenía nada que hacer contra él. Notó una ominosa opresión en el estómago. ¿Qué estaba tramando?
—¿Estás tratando de intimidarme? Porque es una estupidez. Déjame coger lo que escondí y nos iremos.
Eric negó con la cabeza y su pelo oscuro se movió al compás.
—Yo no he obtenido todavía lo que quería cuando te dije que vinieras. La noche que él te folló —señaló a Tyler con la cabeza— vi una faceta de ti que no conocía, nena. La de una mujer lujuriosa y sexy. Le habrías dado lo que te pidiera esa noche. Habrías permitido que se corriera en tu boca o que te la metiera por el culo… Cosas que jamás me dejaste hacer a mí. Tuve que ver cómo alcanzabas el orgasmo una y otra vez. Tuve que observar cómo no sólo tomabas el placer que te proporcionaba, sino cómo lo exigías. Y, mientras, yo estaba jodidamente indefenso para evitarlo.
—Tú me tocaste —le recordó ella.
—Y gritaste su nombre cuando te corriste. —La amargura atravesó sus rasgos morenos, un sentimiento que no veía desde hacía mucho tiempo—. Realmente diste todo un espectáculo. ¿Sabes lo que me hiciste sentir?
Podía imaginarlo. Eric jamás había tenido mucha confianza en sí mismo. De hecho, era tan inseguro que a veces resultaba difícil vivir con él. Y aquello había empeorado tras el tiroteo.
Eric arqueó una ceja oscura.
—Ahora vamos a darle lo mismo.
Sus palabras la hicieron estremecer de pánico. No le gustaba nada cómo sonaba.
—No me toques.
—No te acerques a ella —ordenó Tyler, tirando con tanta fuerza del brazo que la nevera avanzó unos centímetros sobre el suelo.
Pero no fue suficiente. Ella no podía llegar hasta él porque Eric se interponía. Aunque fuera lo suficientemente rápida para esquivar a su ex-marido, no podía permitir que ninguno de ellos se dejara llevar por la furia. Tenía que mantener su posición y tranquilizarlos a ambos.
—No voy a hacerte daño, nena. Sólo quiero que te corras mientras él observa.
A Eric no se le había dado demasiado bien llevarla al clímax cuando estaban casados. Que la quisiera llevar ahora no era más que un juego de poder, uno con el que recuperar el orgullo perdido. En realidad, ni siquiera la deseaba; sólo quería restregarle un posible orgasmo a Tyler por las narices. Después de todo lo que ocurrió durante el divorcio y el embarazo, pensar en que Eric volviera a tocarla le revolvía el estómago.
Pero no le sorprendía. De hecho, debería haberlo visto venir. Eric siempre había intentando ser el mejor en todo. Su falta de confianza en sí mismo le llevaba en ocasiones a correr riesgos estúpidos. Fue así como recibió el balazo, intentando jugar a ser el héroe sin contar con el apoyo necesario.
—¡No se te ocurra tocarla! —gritó Tyler, tironeando de las esposas.
—¿Qué? —preguntó Eric con inocencia—. ¿No crees que resulte divertido observar cómo otro hombre lleva al orgasmo a la mujer que amas?
—Eso no ocurrirá, Eric. —Ella cruzó los brazos sobre el pecho a la vez que le lanzaba su mirada más severa.
Él se acercó más, y a ella no le quedó ningún lugar por el que escapar. Alzó una mano para detenerle, pero era como esperar que un cazamariposas detuviera a un tráiler articulado.
—Seguro que sí. Quiero comerte el coñito, Del. ¿Qué te parece, Tyler? —Eric lanzó una mirada triunfal a su antiguo amigo por encima del hombro.
«¡Oh, Dios, no!». Tenía que poner fin a aquello ya.
Sacó el móvil del bolsillo.
—No quiero, y no deseo acostarme contigo, Eric. ¿Vas a violarme? ¿De veras?
Él arqueó una ceja.
—Dado que me engañaste cuando estaba lisiado y pensaba que no volvería a andar, ¿no crees que me debes la posibilidad de probar si puedo excitarte de la misma manera que él?
¿Después de haberla echado a la calle cuando se enteró de que estaba embarazada? ¿Después de haberse divorciado sin pensárselo dos veces a pesar de que ella le había cuidado durante meses? La inseguridad y su complejo de inferioridad eran perfectamente comprensibles y le habían llevado a pensar que ella sentía inclinación por Tyler antes de aquella noche. Sin embargo, fue él quien les obligó a estar juntos y no se podía cambiar los hechos. La pregunta era, ¿por qué demonios no había hecho algo al respecto durante dos años?
—No creo que quieras que vuelva contigo —señaló ella—. Nuestro matrimonio quedó destrozado en sólo seis semanas. Se acabó. No vas a hacer que me corra, ni siquiera voy a dejar que lo intentes. —Concentró su atención en el móvil durante un segundo, luego le lanzó una mirada de advertencia—. Como des un solo paso más, llamaré al 911.
Aquello hizo que Eric se riera.
—¿Cuál de mis amigos responderá a la llamada? ¿Crees que acudirán en auxilio de la puta adúltera que me rompió el corazón y del traidor que la dejó preñada?
Sus palabras la dejaron noqueada y la hicieron sentir enferma, pero Eric tenía razón. Nadie acudiría a su llamada de socorro, nadie la creería ni levantaría un dedo para ayudarla.
—No le creas —gruñó Tyler.
Movió de nuevo bruscamente la muñeca, pero no logró nada. El asa de la nevera estaba fabricada en una pieza de acero sólido, igual que las propias esposas. Maldijo antes de comenzar a rebuscar en los cajones cercanos. Estaban vacíos, y siguió buscando en las alacenas sin ningún resultado. Ella se dio cuenta de que había retirado de la encimera la licuadora y cualquier otro objeto pesado que Tyler pudiera tirar o usar como arma. Cuando abrió la alacena superior, los vasos habían desaparecido. Eric miró a su antiguo amigo con una sonrisa maléfica.
Del notó una opresión en el pecho. Había planeado todo aquello. ¡Oh, Dios! Estaba realmente aterrada. ¿Adónde le empujarían la furia y la inseguridad?
Se vio envuelta en una horrible sensación de vulnerabilidad. El pánico la invadió. Después del tiroteo, Del había aprendido con rapidez que cuando Eric se enfadaba podía lanzar los más terribles improperios que se le ocurrieran sin luego lamentarlo. Ahora que estaba sano y volvía a moverse con normalidad, sospechó que era capaz de algo mucho peor que dañinas palabras. Y estaba embarcado en una especie de venganza.
—Por favor, si alguna vez signifiqué algo para ti, no me toques. —Del notó el tono suplicante de sus palabras y, a pesar de que odiaba mostrar debilidad, esperaba que traspasara la gruesa concha que envolvía su furia.
No lo hizo. Él siguió acercándose y la tomó por la muñeca para tirar con fuerza y arrastrarla hacia él.
—Precisamente porque significaste mucho para mí no voy a darme por vencido.
«Tonterías». Eso sólo era orgullo, ansia por hacer daño a Tyler. Por haber perdido. Todo lo que amó de él había muerto hacía mucho tiempo.
—Eres tan hermosa, Del. Te he echado mucho de menos. —Le rodeó la cintura con el brazo y friccionó la erección contra su estómago al tiempo que intentaba acariciarle el cuello con la nariz.
Ella le empujó con una fuerza que no sabía que poseía.
—Eric, no lo hagas.
—¡Aparta las manos de ella, cabrón! —gritó Tyler, tirando de nuevo bruscamente de las esposas. La nevera arañó el suelo y comenzó a gotearle sangre de la muñeca.
A ella se le puso el corazón en la garganta. Tyler acabaría por hacerse daño. Y si se fiaba de la furia que inundaba su rostro, mataría a Eric… Y gozaría de cada minuto. Si Carlson se ocupaba del caso sabiendo que Tyler estaba tratando de ayudarla, el corrupto bastardo se aseguraría de que acabara en prisión, condenado por el asesinato de un policía.
—Tranquilo, Tyler. —Le temblaba la voz. Estaba asustada, pero dejarse llevar por el pánico no serviría de ayuda. Tenía que evitar que ocurriera lo peor.
—¡Joder! —Él siguió tirando de las esposas, pero el metro que le separaba de Eric bien podría haber sido un abismo.
—Tranquila, nena —le murmuró Eric al oído, comenzando a besarla en la mandíbula, camino de su boca—. Sólo quiero besarte, hacerte sentir bien.
No, lo que él quería era devolvérsela a Tyler.
Se estremeció. La sensación de familiaridad se mezcló con el miedo. Una parte de ella estaba furiosa, incluso se sentía traicionada otra vez; pero, además, la sensación de culpabilidad era muy fuerte. En apariencia, su matrimonio fracasó porque Eric no había podido asimilar el favor sexual que le pidió a su esposa y a su mejor amigo, pero había sido más profundo. Se divorciaron porque aquella noche estaba más enamorada de Tyler que de su marido y él se dio cuenta. Sería fácil echarle a Eric toda la culpa, pero no sería justo. Ella también había tenido su papel en todo aquello.
—Eric, no lo hagas… —Casi no podía mirarle—. Esto no solucionará nada. Lo hecho, hecho está.
Él le sujetó la cara y la forzó a mirarle. La angustia y la falta de confianza estaban reflejadas en su rostro. Ella sabía que trabajaba horas de más y que bebía demasiado cuando no estaba de servicio. Le habían llegado rumores de que andaba con muchas mujeres, como si intentara probar que no era menos atractivo que Tyler.
Luchar contra él físicamente sería inútil. Desde que había recobrado la movilidad había estado entrenándose; jamás había estado en tan buena forma física. Y si ella podía proporcionarle un poco de paz, quizá pondrían fin a aquello y todos podrían seguir con su vida.
—Nena… ¿te importé de veras alguna vez?
Había una dolorosa inseguridad en su voz. Supo que él lo odiaría; la vulnerabilidad siempre le había enfadado. Tenía que hablar rápido.
—¡Por supuesto! Me casé contigo. Estaba viviendo contigo. Me compré esta casa contigo. Me ocupé de ti cuando te dispararon. Yo te amaba.
—Pero jamás disfrutaste del sexo conmigo de la misma manera en que lo hiciste con Tyler aquella noche. —La inseguridad hacía que le brillaran los ojos.
—Eso ya no importa —intentó convencerle ella—. Lo que tuvimos se acabó.
—Por su culpa. Y odio la manera en que nos separamos, nena. Quiero recordar cómo era… —Se inclinó hacia ella.
Sus miradas se encontraron y se fundieron cuando él se acercó más y más. Antes de que pudiera apartarle, presionó sus labios contra los de ella con la boca abierta y le introdujo la lengua. De fondo se escuchaban los gruñidos de Tyler, las esposas traqueteando contra el acero inoxidable, pero el nervioso rugido de su corazón le inundaba los oídos. Eric sabía a whisky y desesperación. Se vio inundada por una profunda sensación de repugnancia e intentó retorcerse, deseando estar en cualquier otro lugar. Él no podía permanecer en ese limbo emocional donde la quería y la odiaba; donde parecía decidido a castigarles por lo ocurrido en el pasado.
Empujó el duro granito de su pecho y se murió un poco por dentro. Dos años atrás se habría sentido agradecida por cualquier signo de que no la odiaba. Ahora, sin embargo, todo su ser se rebelaba. Le empujó otra vez. Eric no lo percibió, sólo la estrechó con fuerza, acomodando su musculoso cuerpo contra las suaves curvas sin dejar de gemir en su boca.
—Voy a llevarte al orgasmo, nena. Va a ser bueno.
No había ninguna probabilidad de que ocurriera. Volvió a empujarle.
—¡Del! ¡Maldita sea, no! —gritó Tyler.
Cuando Eric intentó volver a apropiarse de su boca, ella le mordió los labios. Eric gritó, y ella vio la oportunidad de escapar.
—¿Qué haces, nena? ¿Quieres que sea más brusco? ¿Es así cómo te gusta ahora? A mí no me importa. —Eric se lamió la pequeña herida que ella acababa de hacerle en el labio y comenzó a desabrocharse la camisa, sin dejar de mirarla, con una ofensiva promesa en los ojos.
Se le revolvió el estómago. Estaba nerviosa, pero se obligó a permanecer calmada. Los dos hombres estaban rabiosos por culpa de la cólera. Si ella perdía también el control, aquello acabaría muy mal. Que Tyler le amenazara sólo motivaba más a Eric y le impulsaba a seguir adelante. Le dirigió a su amante un pequeño gesto de cabeza. Tenía que entender que no llegarían a ningún lado si no se controlaban y curaban las heridas del pasado de manera que Eric pudiera tener cierta confianza en sí mismo.
—No es fácil mirar, ¿verdad? —Parecía muy satisfecho de sí mismo—. ¿Te gusta verme besarla? Pues espera a que la acaricie y le pase la lengua por todo el cuerpo, espera a que la penetre hasta el fondo y la folle hasta perder el sentido. ¿Cuan furioso crees que vas a sentirte entonces?