Tyler tensó la mandíbula. Las palabras de Del habían provocado hormigueos en su cuerpo.
—Sólo conozco una manera de conseguirlo, ángel.
—Por favor. —Ella tiró de la toalla y le rozó suavemente los labios con los suyos, haciendo que le bajara un escalofrío por la espalda.
Un instante después, la alzó en brazos y la colocó sobre el colchón. La miró fijamente a través de la penumbra. Necesidad e inseguridad, miedo y vulnerabilidad, todo estaba escrito en su cara y, ¡maldición!, sus emociones le rompían el corazón.
Quizá Eric y ella hubieran acabado divorciándose finalmente, pero fue él quien provocó la situación aquella noche cuando liberó todo lo que sentía por ella. Quizá fuera culpa suya que hubiera estado sola los últimos dos años, pero no había ninguna posibilidad de que la dejara sola esa noche.
La rodeó con los brazos y capturó su boca. Era dulce. Muy dulce. Receptiva, ardiente y con sabor a mujer. Desde hacía dos años, cuando pusieron fin a su amistad platónica y la besó, él había buscado aquella sensación de conexión con cada mujer que había pasado por sus manos, con cada una que había tocado.
Mientras se dejaba llevar por el beso, se preguntó si alguna vez la encontraría con otra. Todos los caminos parecían conducir a Del.
El futuro quedaba muy lejano y no tenía ni idea de si estaba preparado para una relación, pero se quedaría con ella y la amaría hasta que aquello llegara a su fin.
Se retiró levemente y le acarició la mejilla.
—¡Oh, Dios! ¡Cómo te he echado de menos!
Ella esbozó una leve sonrisa con aquellos labios rosados, pero al instante volvió a fruncir el ceño. ¡Joder!, si estaba conteniendo las lágrimas…
—Yo también te eché de menos. Hubo tantas veces en las que quise hablar contigo.
Sus palabras fueron como una puñalada en el pecho. No quiso culparla; tampoco él había intentado superar el dolor, sobreponerse al orgullo y buscarla. Su rechazo fue una herida abierta y huyó para lamérsela. Ahora sabía que ella también le había necesitado y, viendo todo aquel tiempo desperdiciado, sólo quería golpear la maldita pared.
—¿Por qué no lo hiciste? ¿Por qué no me llamaste? Deseaba escuchar tu voz.
—Yo… —Negó con la cabeza—. No sabía lo que dirías. Nunca he sido como esas chicas con las que sales. Sé que te pedí que te fueras, y una parte de mí se preguntaba si estarías del lado de Eric; estabais muy unidos. Imagino que no quise agobiarte.
«¿Qué coño…?».
—Nunca te he rechazado cuando me necesitaste.
—Ahora eres diferente. Eres más… sólido. —Del se encogió de hombros—. Creo que me sentía enormemente culpable por haber traicionado a Eric. Y tenía miedo de que dijeras que lo habías hecho por él y que ya no quisieras saber nada de mí.
Aquella confesión le conmocionó y, luego, hizo que le hirviera la sangre en las venas.
—Conozco esa sensación. Yo también me sentí culpable después de hacerte el amor, porque quería acostarme contigo por razones que iban mucho más allá de los deseos de Eric. Pero, independientemente de eso, le dimos exactamente lo que quería. Jamás lo olvides, no te sientas culpable.
—Sí, me lo he dicho miles de veces.
—Yo me sentí fatal porque te deseaba demasiado. —Tragó saliva—. Todavía lo hago.
Tras una jadeante pausa, Del le rodeó el cuello con los brazos y alzó la boca hacia la suya. No tuvo que ofrecerse dos veces; él inclinó la cabeza y capturó de nuevo sus labios, separándolos con la lengua, que se hundió en la dulce cavidad intentando paladear aquel adictivo sabor que poseía. Una corriente eléctrica crepitó entre ellos.
Negándose a desperdiciar otro segundo, le arrancó la camiseta y expuso ante sus ojos los delicados hombros, la estrecha caja torácica, la piel suave. La besó en la mandíbula, en el cuello, mordisqueándole la oreja mientras ella inclinaba la cabeza para darle mejor acceso. Del le abrazó con fuerza al tiempo que gemía con suavidad.
El sonido fue directo a su erección. Cerró los ojos. Quería inmovilizarla bajo su cuerpo, saborearla hasta descubrir qué sensaciones le producían más placer; luego la penetraría hasta el fondo; hasta ahogarse en su interior. Quería llevar a cabo cada una de las fantasías que había tenido con ella, poseyéndola de tal manera que no le quedara ninguna duda de que era suya.
Pero ahora no era el momento adecuado para liberar al cavernícola que llevaba dentro. Ella necesitaba consuelo, sosiego.
Con un jadeante suspiro, se sostuvo sobre una mano y alzó su cuerpo sobre el de ella.
«Tranquilo, tío. Tómatelo con calma».
—¿Estás bien? Puedo parar.
—No —gimió ella con la respiración entrecortada—. Más.
¿Sabía lo que decía? Volvió a tumbarse sobre su cuerpo.
—¿Cuánto tiempo hace?
Ella se humedeció los labios.
—Desde la noche que concebimos a Seth.
Se le quedó la mente en blanco, pero notó que le invadía una especie de fiebre posesiva. No le importó que hubiera estado casada con otro. Él era el último hombre que se había enterrado en su cuerpo. Y, en ese momento, ardía en deseo de conseguir que continuara siendo así.
«Mía».
Ahora sería imposible que fuera despacio.
Cubrió cada centímetro de su cuerpo y la inmovilizó sobre la cama mientras le daba un beso abrasador. Devoró su boca tras obligarla a separar los labios, exigiéndole que le ofreciera todavía más. Del se entregó dulcemente y aceptó la ferocidad de su deseo, algo que sólo consiguió que se excitara más. Le rodeó la cintura con un brazo al tiempo que llevaba la otra mano al cierre del sujetador. La despojó de él en pocos segundos y lo arrojó al suelo.
Ella contuvo el aliento antes de moverse para cubrirse. Pero no entraba en sus planes permitírselo; le sujetó las muñecas y le sostuvo las manos por encima de la cabeza mientras bajaba la mirada a los exuberantes pechos que palpitaban contra su torso, a los pezones que se clavaban en su piel.
—No intentes ocultármelos —gruñó—. Voy a devorarlos, ángel. Voy a lamerlos, a succionarlos, a besarlos y a chuparlos hasta que tu sexo esté tan mojado que me arañes la espalda porque no puedes soportarlo más.
—Oh, Dios… —La voz de Del era temblorosa.
Sí, iba a hacer todo lo que estuviera en su mano para convencerla de que la deseaba ferozmente. Puede que ella todavía no lo supiera, pero lo haría.
Ella se arqueó hacia arriba lentamente, ofreciéndose.
—¡Joder, sí!
Se deslizó sobre su cuerpo sin soltarle las muñecas hasta que sus labios estuvieron sobre uno de los pezones. Rosado, enhiesto, fruncido… El fragante aroma de Del era más fuerte allí y lo inhaló con fruición. Le hacía pensar en algodón secado al sol, en hembra caliente; era un olor embriagador y adictivo.
Podría haber empezado con suavidad; podría haberle besado un lado del pecho antes de subir lentamente a la cima. Pero no, abrió la boca sobre el pezón y comenzó a succionarlo con ferocidad, apretándolo con la lengua contra el paladar antes de clavarle los dientes.
Ella dejó de respirar.
—Tyler…
En su voz percibió sorpresa y placer. Fue una luz verde para él. Volvió a hacer lo mismo, rodeando la deliciosa punta con la lengua, jugando con ella, torturándola e inflamándola. Luego saltó sobre el otro pecho e hizo lo mismo.
Bajo su cuerpo, Del se movió con agitación, pero no luchó. Los leves suspiros, las boqueadas y los gemidos fueron directos a su pene. Vio que se sonrojaba y que se le dilataban las pupilas. Le gustaba que fuera brusco.
Esa certeza estuvo a punto de hacerle perder el poco control que le quedaba.
Y necesitaba controlarse. Quería inmovilizarla para poder hacerle cualquier cosa que quisiera. Lanzó una mirada al cabecero y soltó una maldición; no podía atarla allí, y sabía por la conversación mantenida en el coche que era una de las fantasías de Del. El rubor en sus mejillas le había indicado que sus negativas no eran reales.
Jamás había sentido demasiado interés por el bondage. Podía practicarlo o no; pero con Del era diferente.
Se puso bruscamente en pie y recorrió la habitación en busca de algo… Abrió las puertas del armario y encontró justo lo que buscaba.
—¿Tyler? —Le temblaba la voz.
Tomó los desteñidos albornoces que el hotel proporcionaba y lanzó las perchas al suelo. Cuando puso las prendas sobre la cama, ella frunció el ceño.
Sí, no lo entendía, pero lo haría con rapidez.
Con manos impacientes, arrancó el cinturón a uno, luego hizo lo mismo con el segundo.
«Que comience el espectáculo…».
Se enrolló ambas tiras en la mano y se acercó. Ella abrió los ojos como platos.
—¿Q-qué vas a hacer?
Podría pensar que estaba nerviosa si sus pezones no se hubieran puesto más duros.
Sonrió y se inclinó para bajarle la cremallera de los pantalones, luego se los deslizó por los muslos. Llevaba debajo un diminuto tanga azul con un coqueto lazo justo encima del monte de Venus. La seda era casi transparente.
Lo suficiente como para ver que estaba depilada y era preciosa.
—Quítatelo o lo desgarraré. Tú eliges.
Ella parpadeó, vacilando.
—¿Qué te pasa?
—No eres lo suficientemente rápida. —Cerró los puños sobre la pequeña prenda.
—¡Espera! —Ella se puso de pie con piernas temblorosas. Él no retrocedió, sino que la mantuvo encerrada entre su cuerpo y el borde de la cama mientras se quitaba el tanga.
Fue Tyler quien se encargó de despojarla finalmente de la prenda, pisándola hasta el suelo como si fuera basura. Y para él lo era. Comenzaba a darse cuenta de que siempre sería una barrera entre él y… Miró hacia abajo y casi se volvió loco cuando clavó los ojos en el sexo perfectamente depilado de Del.
¡Oh, Dios! No podía esperar a poseerlo.
La empujó para que se tumbara en la cama.
—Dame la muñeca.
Ella extendió el brazo con una mirada cautelosa. No sabía lo que le iba a hacer pero confiaba en él; y eso le excitó más. De repente, entendió por qué Jack, Hunter y Logan presionaban a sus mujeres hasta el límite. No era sólo por complacerlas, sino porque eso indicaba que esas vibrantes mujeres les amaban y confiaban en ellos. Algo muy útil, ahora que quería reforzar la unión que existía entre ellos. Quiso más.
En silencio, rodeó la muñeca con un cinturón antes de dejar el brazo sobre el colchón. Luego le agarró el muslo y la obligó a separar las piernas, obteniendo una primera imagen de sus anegados pliegues.
¡Oh, Dios! Ya estaba empapada, hinchada. Rosada y perfecta. Era hermosa.
—Deseas esto. —Clavó la mirada en sus ojos mientras esperaba una respuesta.
—Sí. No debería, pero…
—¡No vuelvas a decir eso! Esto sólo nos compete a ti, a mí, y a lo que nos da placer. Voy a conseguir acallar esa destructiva voz que le dice a tu mente lo que no deberías hacer. —«Y a asegurarme durante toda la noche de que no te preocupas por Seth, ni por el peligro ni de que quieran matarte»—. Voy a darte algo mejor en lo que pensar.
Del contuvo el aliento. Por el temor, la anticipación… Que él se mostrara dominante la hacía estremecer.
Le enrolló el cinturón alrededor del muslo y ató los dos extremos tras indicarle que bajara el brazo y subiera la rodilla.
—Dame la otra mano —ordenó después.
Una mirada de comprensión iluminó aquellos ojos azules. Del se dio cuenta en ese momento de que él tenía intención de abrirla e inmovilizarla por completo.
Tyler esperó su reacción conteniendo el aliento. Estaba pidiéndole sin palabras que le ofreciera su confianza a pesar de todo lo que había ocurrido entre ellos. Se le aceleró el corazón y un ramalazo de deseo casi le hizo perder la cabeza cuando la vio asentir con la cabeza.
Por fin, le tendió la otra mano y le miró directamente a los ojos con toda la confianza del mundo.
Aquella expresión de sumisión fue directa a su polla.
Tyler no vaciló ni un momento antes de rodear la delicada muñeca con el cinturón. Luego se ocupó de la rodilla, separando esa pierna, y también la ató. La miró. Ahora estaba abierta por completo, brazos y piernas no estorbaban a sus propósitos. ¡Oh, Santo Dios! Quiso lanzarse sobre ella en ese mismo instante y reclamar la posesión de esa dulce carne, seducirla para que se entregara a él.
Se esforzó para contener la pasión.
—¿Están muy apretados los nudos? ¿Te hacen daño?
—No. —Ella sonó jadeante. Se le empañaron los ojos de necesidad mientras le miraba.
Él apretó los puños y se tomó su tiempo para tranquilizarse.
—¿Alguna sugerencia antes de que te posea de todas las maneras conocidas por el ser humano?
Ella jadeó. Se humedeció los labios con la punta de la lengua antes de recorrer su cuerpo con la vista, recreándose en su erección antes de volver a mirarle a los ojos.
—Sólo una —susurró ella—. ¿Podrías apretar más los nudos?
«¡Oh, joder!». Cinco sencillas palabras y estaba a punto de correrse. ¿Acaso ella quería que perdiera el control?
—Claro que sí.
Tomó nota mental para agradecer más tarde a Jack y a los hermanos Edgington las frecuentes conversaciones que habían mantenido sobre cómo manejar a las hermosas mujeres que llenaban sus vidas.
Se inclinó sobre los nudos y los apretó, asegurándose de que no le cortaban la circulación.
—Mueve las manos y las piernas. ¿Están demasiado apretados?
Ella negó con la cabeza con ojos implorantes.
—No.
—Entonces prepárate, ángel. Puede que al amanecer haya terminado contigo. Pero lo dudo.
Del apenas pudo coger aire antes de que él la cubriera con su cuerpo. Devoró sus labios; necesitaba saborear los más profundos rincones de su boca. Al mismo tiempo, la apresó por las caderas y comenzó a friccionar su erección contra aquel hermoso sexo. ¡Oh, Dios! Ella estaba muy mojada… y depilada. Podría deslizarse por sus pliegues, empapándose con sus jugos. Se frotó contra ella. Aquella mañana había sido bueno sentir sus exuberantes curvas contra la polla, pero eso… ¡Joder! Iba a volverse loco.
Se separó de su boca para mirarla. Supo que seguía con él por la respiración jadeante, los ojos nublados. ¿Por qué nunca había disfrutado del bondage?
Porque jamás había querido atar a nadie que no fuera Del, aunque tampoco había deseado a otra mujer con el mismo anhelo.
Comenzó a deslizarse lentamente por su cuerpo. Le esperaban aquellos pechos perfectos. Eran suaves, y los pezones estaban duros e hinchados. Aceptó la tácita invitación y rodeó uno con la lengua. Aquello era increíble. Le encantaba su olor, su sabor, y ella gimió cuando pasó al otro. Observó lo duros que estaban antes de devorarlos, complacido, cuando ella gritó su nombre.
—Me gustan mucho, mmm… —Luego le pasó la lengua por el abdomen y le encantó la manera en que ella se estremeció—. Recuerdo la primera noche que pasé en Lafayette, una semana después de salir de tu casa. Tenía un apartamento vacío y una botella llena. Te echaba de menos…
Fue la primera noche que se masturbó pensando en ella. Pero no la última. Siempre pensaba en ella cuando estaba demasiado borracho para recordar que le había echado de su vida. A pesar de eso, ella siguió afectándole como nadie.
—Imaginé que hacía esto.
Tyler se deslizó más abajo, acomodándose entre sus muslos. Ella estaba resbaladiza y suculenta. El picante y dulce aroma de su esencia fue directo a su miembro. Volvió a mirarla, abierta y atada, antes de bajar la vista otra vez.
Se apoyó en los codos y separó sus pliegues con los pulgares. El clítoris estaba hinchado y rojo. Parecía anhelante. Ella apretó los puños, y a él se le llenó la boca de saliva al pensar en que su lengua, su polla, se frotarían contra aquel pequeño nudo.
—Te lo voy a comer todo, ángel.
Ella aspiró entrecortadamente.
—Por favor…
No pudo esperar ni un segundo más. Se inclinó y le pasó lentamente la punta de la lengua por los pliegues hasta llegar a la dura baya que se ocultaba entre ellos. Con un pequeño gemido, empezó a lamerlo mientras la mantenía abierta con los pulgares.
Ella se puso rígida y comenzó a gritar. Con el cuerpo en tensión, alzó la mirada y observó cómo palpitaba el pulso en su cuello; supo que el corazón le iba a toda velocidad.
Le encantó pensar que ya la tenía al borde del orgasmo y podría mantenerla allí todo el tiempo que quisiera; recrearse en sus sensaciones todo lo que deseara.
Con esa idea en la mente sumergió su boca en esa dulce carne y comenzó a beber con avidez al tiempo que deslizaba los dedos en su sexo, indagando, probando, buscando…
—¡Oh, Santo Dios!
Encontró el punto G con rapidez y comenzó a rozarlo con la yema de los dedos sin dejar de succionar el clítoris. Cada segundo que pasaba, la piel de Del estaba más roja, su cuerpo más rígido, su respiración era más jadeante.
—Tyler, Tyler… —Parecía desesperada y la vio cerrar los puños.
Y le encantó.
Aminoró el ritmo, pasándole el pulgar por el clítoris juguetonamente, manteniéndola en vilo. No pensaba permitir que se corriera antes de que él estuviera preparado.
—¿Te gusta lo que te hago con la lengua?
Y se lo demostró otra vez con una amplia y picara sonrisa. Ella jadeó.
—Nunca he… —Del apretó los puños y tragó saliva.
—¿Nunca has qué? —La apremió él.
—Nunca he llegado al orgasmo de esta manera.
¿Eric no le había hecho eso nunca? ¿Ningún hombre se lo había hecho? Con razón gritaba de esa manera.
—Oh, ángel. No voy a parar hasta que lo consigas. —Le dio una juguetona palmadita en el monte de Venus.
Se tensó de una manera imposible. Tyler notó que comenzaba a palpitar en torno a sus dedos.
Entonces se dedicó a probarle que lo suyo no eran promesas vanas. Volvió a inclinarse entre sus piernas y le puso las manos en las rodillas, abriéndola todavía más. Ella siseó y se arqueó en una suplicante protesta.
Estaba ansioso por proporcionarle esa experiencia. Y era él quien la controlaba por completo. Le excitaba poder dominarla de esa manera. En realidad, no había nada en ella que no le excitara. En ese momento no sería capaz de alejarse de ella, y tampoco tenía intención de hacerlo, sino de ocuparse de darle toda la satisfacción que demandaba.
Se precipitó contra su empapado clítoris, perdido por completo en su sabor, en sus suaves pétalos que se hinchaban con cada golpe de lengua. ¡Oh, Dios! Aquello era el Paraíso. Ella respondía a cada caricia con un jadeo, una contorsión, un estremecimiento. Y él disfrutaba con cada muestra de su pasión.
Nada de lo que le estaba ocurriendo era normal. Para empezar, no estaba dándose prisa, tratando de hacerla alcanzar el orgasmo para poder penetrarla, correrse y regresar a casa para poder ver la tele, ni porque ella fuera a llegar tarde a su número en el escenario. En su mente sólo había una idea: hacerla sentir bien, darle todo lo que ella necesitaba.
—Tyler…
Ahora jadeaba y resoplaba sin aliento. Él sonrió y alzó la mirada mientras volvía a azuzarla con la lengua.
—Estoy aquí. ¿Te vas a correr para mí?
No tenía ninguna duda de que lo haría. Tenía tensos todos los músculos; su clítoris vibraba. Ser él quien podía darle ese placer le hacía sentir una satisfacción increíble.
Sonriendo para sus adentros, introdujo dos dedos en su funda buscando aquel sensible lugar en su interior, y succionó con fuerza el duro manojo de nervios. En tan sólo unos segundos, ella gritó su nombre y comenzó a estremecerse sin control. Él insistió, alargando el clímax todo lo que pudo.
Cuando por fin se relajó con un suspiro, la desató y se puso en pie para buscar un condón en el bolsillo de los vaqueros. Sí, era arrogante. O quizá esperara demasiado. Pero si ella le decía que no, la respetaría, aunque intentaría convencerla de lo buenos que eran juntos.
Después de ponerse el preservativo, volvió a la cama, acomodándose entre sus piernas. Le sostuvo un muslo en alto con el brazo y volvió a besarla por todas partes, alzándole bien la pierna para abrirla todo lo que podía para su miembro.
Dejó caer suaves besos en sus pechos, le succionó los pezones, perdiéndose en la dura y afelpada textura con un gemido. Ella le rodeó con los brazos.
—Voy a perderme en tu interior, ángel. Te voy a marcar a fuego.
—Deprisa, o te tumbaré sobre la cama y me encargaré yo misma de ello —jadeó Del. Sí, eso también, pero sería más tarde. Mucho más tarde, él estaría dispuesto a ver cómo le apresaba por las caderas, cómo se clavaba cada centímetro de pene. Sí, quería verla oscilar sobre él, con su pelo fluyendo sobre ellos, con la cara contraída por el placer.
Pero ahora necesitaba control.
—Eso no es una amenaza. Es una buena idea. —Sonrió ampliamente—. Ya lo haremos. Pero antes…
Se introdujo en ella.
¡Oh, Dios Santo!, era muy estrecha y estaba mojada y resbaladiza. Le subyugaba mientras le besaba por la cara y el cuello. No fue posible que le albergara de golpe y dejó de intentar abrirse paso en su interior.
—Ángel, tranquila. Todo llegará. —Comenzó a acariciarle las caderas y la parte posterior de los muslos con dedos firmes, sintiendo cómo iba cediendo lentamente a sus envites. Empujó un poco más adentro, deteniéndose cuando ella se tensó y contuvo el aliento.
—¿Aún no está todo dentro? —gimió ella. Faltaba más de lo que le gustaría saber.
—Queda un poco. Ya lo hemos hecho antes, y la primera vez te gustó.
—Sí —suspiró.
Le acarició el cuello con la nariz y sonrió contra su piel, antes de retirarse casi por completo. Le tomó la otra pierna y se la sujetó con el brazo, abriéndola todavía más. Así impediría que se tensara demasiado. No quería hacerle daño, sólo proporcionarle la máxima satisfacción que pudiera. Que estuviera contenta de estar con él.
Una vez que estuvo absolutamente accesible, se deslizó en su interior lentamente, como si fuera un cuchillo caliente abriéndose paso en un bloque de mantequilla. Por fin, chocó contra el fondo, en lo más hondo; la había llenado por completo. Del gritó, pero no fue de dolor, gracias a Dios. Tenía la piel ruborizada y le clavaba las uñas en los hombros mientras se arqueaba hacia él.
Una vez completamente asentado, le soltó los muslos y la rodeó con los brazos para acunarla entre ellos. Ahuecó las palmas sobre aquellas nalgas deliciosas y la inclinó hasta que las rozó con los testículos.
Cuando embistió por primera vez, ella agrandó de sorpresa esos ojos tan azules y trató de sujetarse a él, jadeante.
—Yo te sostengo —prometió.
Lentamente, ella asintió con la cabeza y se arqueó, relajándose un poco más. Perfecto. Le gustaba tenerle dentro. Tyler, por su parte, había tenido mucho sexo durante los últimos veinte años. Sexo salvaje, sudoroso y olvidable; sexo al aire libre, bajo el agua, en coche, en barco, en avión, en tren… Incluso podría decir lugares que rimaran entre sí como en aquellas estrofas del doctor Seuss.
Pero la única e incomparable vez que realmente había significado algo fue con la mujer que yacía bajo su cuerpo.
Le apartó el pelo de la cara y capturó sus labios mientras entraba y salía de su interior una y otra vez, notando cómo se tensaba, palpitando, a punto de alcanzar otro orgasmo. Cerró los ojos y comenzó a embestir con largos y profundos envites que estimularon ese sensible punto y todas las terminaciones nerviosas de su vagina.
—Tócate el clítoris —susurró él, descargando el peso en los codos.
Del se deslizó una de sus elegantes manos por el vientre… pero se detuvo.
—¿De verdad? ¿Quieres que me masturbe mientras estás dentro de mí?
—¿Te correrás si lo haces?
—Probablemente. —Ella se mordió el labio inferior y cerró los ojos con timidez—. Soy muy sensible en ese punto. Él sonrió de oreja a oreja.
—Tócate, ángel.
Ella no vaciló, deslizó los dedos entre sus cuerpos y comenzó a frotar aquel pequeño y dulce lugar con lentos y medidos movimientos. Mientras, él la llenaba con profundos empujones que estimulaban todos los sensibles rincones de su vagina. Con cada envite, se arqueaba hacia él, aceptándole en lo más hondo. Su miembro chocaba contra el cuello del útero y, cada vez que pasaba, Del contenía el aliento. Finalmente, le rodeó las caderas con sus largas piernas y comenzó a moverse agitadamente bajo su cuerpo, reclamando en silencio una absoluta liberación.
—¿Quieres correrte?
—Sí. —Resollaba como si hubiera corrido la maratón y se acarició el clítoris con más rapidez—. ¡Por favor!
—¡Ahora! —gruñó la orden mientras sentía su propia liberación subiendo por la columna vertebral y ardiendo en su vientre.
Un instante después, ella convulsionaba con un grito gutural mientras un intenso rubor le cubría las mejillas. ¡Oh, Dios! Era muy hermosa. Intentó contener su propio clímax. No estaba preparado para sucumbir. A lo largo de los últimos dos años se había dejado llevar por la vida. Había encontrado lo que ahora consideraba su hogar en Lafayette; era allí donde tenía unos amigos que siempre le serían fieles.
Pero había añorado a Del, intentado llenar su vacío con lo que podía. Ahora sabía que era la única para él y no pudo contener la efervescencia que bullía en su interior.
Ella le abrazó con fuerza, apresándole con su sexo, que palpitaba en torno a él. Un placer increíble le hizo subir a las alturas. La tensión alcanzó su cénit de tal manera que no podía respirar, ni escuchar, ni pensar. Sólo la sentía a ella… Entonces, derramó toda su esencia y explotó en una supernova que estuvo a punto de noquearle. Se le llenaron los ojos de lágrimas y notó un nudo en la garganta. La abrazó, aferrándose a ella con todas sus fuerzas.
Del le correspondió con la misma intensidad mientras sollozaba con suavidad. Él le apartó los oscuros mechones de las mejillas y le secó las lágrimas.
—Estoy aquí.
Ella asintió con la cabeza, pero cerró los ojos.
—No me hagas esto. Sólo… Vete.
¡Joder!, su rechazo le frustraba pero no le sorprendía. Le conocía desde hacía muchos años; le consideraba un ligón. La primera impresión de su vida en Lafayette no la hizo cambiar de impresión. La dejó embarazada y se marchó antes de que se lo pudiera decir, dejándola sola. Ella había tenido que sufrir un confuso divorcio y un parto. Ahora que había vuelto a él, se colaba bajo sus bragas en menos que canta un gallo. Era natural que se mostrara recelosa y se preguntara cuánto tiempo permanecería a su lado.
Retirándose de la deliciosa y cálida presión de su cuerpo, Tyler se deshizo del condón y tomó la toalla.
—Del…
Ella negó con la cabeza y se levantó, sosteniendo la sábana contra su cuerpo.
—Voy a ducharme.
Antes de que pudiera responder, ella había pasado a su lado y se había encerrado en el baño.
«¡Joder!». ¿No era una ironía? Siempre había sido él quien huía después de follar, dejando tras de sí a más de una mujer preguntándose qué sentía por ella. Se estremeció; ahora sabía muy bien cómo se habían sentido. Y era horrible.
Se sentó en la cama con un suspiro. ¿Qué coño hacía ahora? ¿Perseguirla hasta el baño? ¿Sería un hombre de la misma calaña que su padre? ¿Había tenido razón su madre durante todo el tiempo?
Todavía escuchaba el amargo discurso que siempre desgranaba su madre. Se emborrachaba y le decía lo mucho que se parecía a su padre. Al cabo de un rato, los sonidos de su infancia resonaban en su cabeza; Del le hacía pensar en el pasado. ¿Sería como el viejo? ¿Estaría destinado a arruinar a todos los que le rodeaban?
No tenía ni idea, pero no tenía tiempo para ocuparse de todas las meteduras de pata que había cometido. Llamaría a su madre y le hablaría de Seth, aunque no en ese momento. Ahora tenía que concentrarse en Del y en lo que le ocurría. No estaba preparado para llamar a su madre y que le soltara otro sermón.
Con un suspiro tomó el móvil y marcó un número.
Jack respondió al primer timbrazo.
—¿Qué tal va todo?
«Jodidamente bien».
—Todo va sobre ruedas desde que salimos de Nueva Orleans. Los contactos de Xander, aunque ligeros de ropa, han sido de mucha ayuda. Lo único malo es que el capullo que quiere acabar con Del está a punto de ser nombrado fiscal del distrito —informó a Jack—. Investígalo a ver si puedes descubrir algo turbio.
—Lo haré.
—Del tiene una amiga, Lisa. No conozco el apellido. Te daré ahora mismo su número de teléfono. —Tecleó en el móvil prepago de Delaney hasta dar con la última llamada y repitió los números a Jack—. Afirma que está ayudándola, pero quiero asegurarme de que es trigo limpio. Si no, podrían recibirnos con una buena fiesta cuando lleguemos mañana a Los Ángeles.
—La investigaré y te llamaré dentro de un rato.
—Gracias.
—Pareces cansado.
Tyler suspiró y se frotó los ojos.
—Estoy jodidamente cansado.
—Has conducido a través de medio país durante dos días, te han disparado…
—Sí. —Pero ése no era el problema real. Frotó los botones del móvil con el pulgar mientras dudaba si pedir consejo a su amigo—. ¿Cómo convenciste a Morgan de que eras el hombre adecuado para ella?
—Guau, eso es un asunto serio.
—Lo siento.
—No, no pasa nada. Si soy honesto contigo, fui implacable y no me detuve hasta tenerla en la cama. Pero luego lo jodí todo a base de bien y tuve que arrastrarme ante ella. Al final, no me quedó más remedio que dejar la decisión en sus manos. No podía obligarla a confiar en mí una segunda vez.
Tyler apretó los ojos con fuerza. Jack tenía razón, pero era lo último que quería escuchar. Del no estaba preparada para creer que él quería una relación a largo plazo. ¡Dios!, a pesar de lo que sentía, ni siquiera él estaba seguro de ello. Ella le hacía sentir demasiadas cosas como para poder clasificarlas en ese momento.
—¿Estás enamorado de ella? —preguntó Jack.
¿Qué coño podía responder a eso?
—Nunca he estado enamorado. No lo sé.
—¿Y qué me dices de Alyssa?
—Está muy buena.
Jack hizo una pausa.
—¿La utilizaste? ¿A ella y a las demás strippers para olvidarte de Del?
—Creo que sí.
—Bueno, ¡joder! —Jack suspiró—. Le debo a mi mujer algo de Tiffany’s por tener razón… otra vez.
—¿Sobre mis sentimientos?
—Sí. Supo al instante que amabas a Del y que ibas a ir a por ella.
Tyler se recostó en la cama. ¿Morgan se había dado cuenta de eso?
—¿Y si no soy lo suficientemente bueno para ella? Siento muchas cosas por Del, pero jamás he mantenido una relación con nadie. Incluso decirlo en voz alta hace que me den escalofríos.
—Bien, imagina el resto de tu vida sin ella y dime una palabra que la describa.
—No puedo decidirme entre desolada y patética —admitió al cabo de un rato.
—Pues ya sabes.
Se pasó la mano por el pelo.
—Pero no tengo ni idea de lo que es amar a una mujer.
—¿Y crees que yo lo sabía cuando me casé con Morgan? Había tenido sumisas, no novias. Nunca fueron más que cuerpos atados, jamás las consideré nada más. Gracias a Dios, una vez que conseguí recuperar la confianza de Morgan, ella me creyó. Sigue tu instinto. Una vez que logres conquistar a Del, habla con ella. Escúchala. Juntos encontraréis las respuestas.
Jack hacía que pareciera fácil. Esperaba que su amigo estuviera en lo cierto.
Mientras conducían con el sol naciente a su espalda, Del intentó no mirar a Tyler. Sólo recordaba haberse despertado rodeada por sus fuertes brazos y sentirse a salvo por primera vez en semanas. Intentó olvidarse de lo mucho que había querido acurrucarse contra él, besarle hasta que despertara… Y seguir jugando durante toda la mañana.
Una estupidez por su parte. Por supuesto, Tyler habría hecho el amor con ella. El sexo no significaba nada para él, lo tenía a patadas. Pero entregarle su corazón no tenía sentido. Era un gran amigo, pero cuando se trataba de ser fiel a una mujer… No creía que pudiera serlo durante más de un par de noches. Y, realmente: ¿estaba preparada para lanzarse de cabeza a una relación? Sabía demasiado bien que en un momento todo podía ir bien y, al siguiente, aparecerían la cólera, las acusaciones, la culpa, la pena… No podía arriesgarlo todo a una opción que no tenía posibilidades de éxito.
—No te has bebido el café. —Tyler miró la bolsa de comida rápida.
—Mi estómago no admite nada. Gracias.
—Tampoco has comido. —Tyler suspiró, se frotó la frente—. Deberíamos hablar.
—No, no debemos hacerlo. A menos que tu intención sea que te dé una palmadita en el hombro. En ese caso, estuviste genial y me dejaste muy satisfecha. Gracias.
—No necesito esa mierda.
—Ya me imagino. Has estado con montones de chicas que ya te habrán dicho lo bueno que eres en la cama. ¿Cuántas han sido? ¿Docenas? ¿Centenares?
—No las he contado, y deja de denigrar lo que hemos hecho. Tú significas algo para mí, Del. No estaría aquí contigo si no fuera así. Si lo que intentas es protegerte a ti misma actuando como si no tuviera importancia, deja de hacerlo. Para mí eres importante y voy a demostrártelo.
La vergüenza hizo que se le ruborizaran las mejillas. Se había portado fatal y herido los sentimientos de Tyler. No sabía por qué estaba intentando convencerla de que ella le importaba. ¿Porque era la madre de Seth? ¿Porque le remordía la conciencia? ¿O porque realmente le importaba?
—Lamento haberte hecho daño. Lo siento. Pero no puedo ocuparme de Carlson, preocuparme de Seth y, además, pensar en mi vida amorosa. Admito que eres una bomba en la cama. Mentiría si te dijera que no te deseo. Estoy más que dispuesta a ser tu amante hasta que todo esto termine, pero… por favor, no me hables de emociones. Sea lo que sea lo que crees que sientes, es por culpa de la situación, no por mí. Lo superarás y seguirás adelante. Vamos a disfrutar el uno del otro y a no preocuparnos por nada más. ¿De acuerdo?
Tyler abrió la boca y pareció que iba a objetar algo cuando comenzó a sonar el móvil que ella llevaba en el regazo. Miró la pantalla y sintió una oleada de ansiedad al ver un número que le resultaba demasiado familiar.