Capítulo 8

A las seis de la mañana ya estaban en la I-10. Al llegar a Phoenix se detuvieron a almorzar y volvieron a cambiar de coche, otra vez por cortesía de Xander y gracias a una rubia explosiva que tenía aspecto de stripper. En esa ocasión Del no abrió la boca cuando Tyler cambió las cosas al maletero de un 4x4 blanco y dio las gracias a la mujer. Luego se subieron al coche y se alejaron.

Ella se hundió en el lujoso asiento de cuero mientras se dejaba mecer por los pesados acordes de rock alternativo que salían por los altavoces. Miró a Tyler con los ojos entrecerrados como si fuera un acertijo que no tuviera ni pies ni cabeza.

—Puedes dejar que haga algo, ¿sabes? No soy una inútil.

Él frenó en un semáforo y apartó la mirada de la carretera.

—Trajiste al mundo a mi hijo y lo criaste sola durante quince meses. Luego lograste llevarlo hasta donde yo estaba, atravesando medio país con un loco pisándote los talones. Inútil es el último calificativo que usaría contigo.

Sus palabras la hicieron sentirse orgullosa.

—Entonces, ¿por qué te ocupas tú de todo? El Tyler que yo conocía era el típico hombre dispuesto a ir de juerga siempre que pudiera, pero no te imaginaba…

—Cariño, no pretenderás que me pierda esta fiesta. —Se internó entre el tráfico para tomar el enlace a la autopista—. Deja que me ocupe de ti. Tú te has encargado de todo hasta ayer. Ahora seré yo quien lo haga.

Lo miró fijamente. Él había cambiado. Y le gustaba… Le gustaba mucho más de lo que quería. Se sentía muy aliviada. Obviamente necesitaba volar con alas propias y ser fuerte por Seth, pero en esos momentos era muy agradable poder apoyarse en los amplios hombros de Tyler. Él la había alimentado, la había mantenido a salvo e incluso se había ocupado de su satisfacción sexual. Casi le avergonzaba admitir cuánto necesitaba aquel orgasmo, lo mucho que lo había deseado. Durante aquellos bienaventurados minutos se había vuelto a sentir muy cerca de él.

Luego, se había desquitado echándole a él la culpa, algo que ahora lamentaba. Sabía que si había algún culpable de lo ocurrido era ella, por no ser capaz de resistirse. Sabía cómo y qué era Tyler. Jamás rechazaba a una hembra bien dispuesta. Era natural que le hubiera hecho insinuaciones amorosas a pesar de todo lo que quedaba por resolver entre ellos.

Sin embargo, jamás debía cometer el error de pensar que era importante para él.

Y a pesar de eso, una vez que los últimos coletazos del orgasmo se desvanecieron, se dio cuenta de que su vida sería horrible y vacía una vez que Tyler hubiera desaparecido otra vez. Sí, había mencionado algo de compartir el futuro, pero el hombre que ella conocía no estaba hecho para el matrimonio y los hijos. Y no lo estaría nunca, por mucho que hubiera cambiado. Las chicas de Alyssa le llamaban Cockzilla por una buena razón. Sintiendo lo que sentía por él, no querría que estuviera nunca en la incómoda posición de ser su marido sólo porque se viera obligado. Si así fuera, sólo terminaría sintiéndose más herida cuando la dejara o la engañara con otra. Era mejor solucionar los problemas y mantener las distancias. Dejar que Tyler siguiera siendo el eterno soltero que quería ser.

—Gracias. Podré ocuparme de todo una vez que hayamos resuelto el asunto con Carlson.

—Primero tendremos que convencer a Eric de que te permita recuperar lo que escondiste en su casa.

Ella suspiró. ¿Cómo le explicaría eso?

—Eric no me odia. Estuvo enfadado durante algún tiempo. Una vez que se dedicó en serio a la rehabilitación y volvió a caminar, mejoró su carácter. Creo que si le explico lo que ocurre, me ayudará. Es posible que ya no me ame, pero no me odia.

Pero cabía la posibilidad de que estuviera enfadado. O que le importara una mierda lo que le ocurriera. Realmente no sabía cómo se comportaría, sólo podía suponerlo.

—Será mejor que te ayude o le abriré la cabeza.

Ella se sentó más recta. Aquella mañana en el hotel había imaginado cierta hostilidad de Tyler hacia Eric, pero ahora era muy evidente. Sabiendo lo estrecha que había sido su relación, casi fraternal de hecho, le sorprendía un poco todo aquello. Si hubiera sido él quien estuviera en la situación de Eric, si fuera a él a quien hubieran puesto los cuernos…

No. Sabía que Tyler jamás habría utilizado a Eric de aquella manera, nunca le habría pedido a un amigo que follara con ella. Siempre había sido un juerguista, sí, pero tenía sentido común. Él habría hecho uso de las palabras, de las manos, incluso de juguetes sexuales para satisfacerla y tener algo por lo que aplicarse a fondo en la rehabilitación. Oh, incluso habría usado la lengua, tal y como había sugerido esa mañana. Aunque pensar aquello la hizo sentir un poco culpable, estaba segura de que Tyler jamás la habría entregado a otro hombre.

Ésa era una de las cosas que la había ayudado a aceptar el divorcio. Había perdido el respeto a su marido aquel día. Ella quiso ayudarle a recuperarse, salvar su matrimonio, pero después de que todo hubo acabado, y comenzó a recriminarle lo ocurrido, se dio cuenta de que ya no sentía nada por él. Su perpetua irritación, la depresión y sus crueles comentarios la habían hecho ver una faceta que no conocía de su personalidad con la que no podía vivir.

Todo ocurría por una razón. Aquella noche fatídica había dejado al descubierto los mayores defectos de Eric, pero además puso en su vida una persona preciosa para ella: Seth.

Mientras Tyler se internaba en el congestionado tráfico de la autopista, ella miró por la ventanilla el enorme desierto que se extendía a ambos lados de la carretera.

—Háblame de los amigos que has hecho en Lafayette —le pidió finalmente para llenar el silencio—. Parecéis muy cercanos.

—Eso parece, ¿verdad? Me trasladé a Lafayette por un caso y comencé a trabajar para Alyssa como parte de mi tapadera. A través de su marido, Luc, conocí a Deke. Son primos, ¿sabes? Y éste, a su vez, es socio de Jack y cuñado de los hermanos Edgington, Hunter y Logan. Son buenos tipos. Hemos colaborado en algunas ocasiones protegiendo a sus esposas de distintas amenazas y de algunos capullos dispuestos a eliminarlas.

Ella frunció el ceño.

—Parece peligroso.

—Sí, hacen un trabajo peligroso. Siempre ha sido así. Tenemos en común que nos gusta el estímulo que proporciona la adrenalina.

Ya sabía eso de Tyler. Jamás había buscado algo seguro y estable.

—Tus amigos tienen también unas… interesantes preferencias sexuales.

—¿Qué? —Sonrió—. Bueno, Deke y Luc son unos auténticos cavernícolas, pero nada más. A los demás les va el BDSM.

—¿El BDSM?

Bondage, dominación, sadomasoquismo.

Se recostó en el asiento, confusa y sorprendida. Aquello le produjo un escalofrío además de una inesperada oleada de deseo.

—¿Les gustan las ataduras, los látigos, las cadenas? ¿Hacen daño a sus mujeres?

—No se trata de eso. Un poco de dolor realza el placer. Como le gusta decir a Jack, el órgano sexual más importante es el cerebro. —Tyler arqueó una ceja y le lanzó una mirada especulativa—. ¿Qué sabes tú sobre ese tema?

—He oído cosas por ahí. —De ninguna manera pensaba confesar que el pensamiento de que Tyler la atara y le propinara algunos azotes la excitaba—. ¿Es lo que te gusta ahora?

—He aprendido un par de cosas escuchándoles. ¿Te interesa probarlas?

—No —mintió ella.

—¿Ah, no? Entonces, ¿por qué te has ruborizado? —Sonrió ampliamente.

—Alucinas.

Tyler le deslizó la mano por la mejilla antes de que ella se la apartara.

—Definitivamente ruborizada. Qué interesante…

—Cállate y conduce.

Él se rio, pero ella no tuvo ninguna duda de que había archivado sus conclusiones para más adelante.

—Eso haré… por ahora.

¡Oh, Dios! El lado más juguetón de Tyler siempre le había encantado. Ella solía ser mucho más seria y él siempre había conseguido arrancarle una sonrisa y hacerla disfrutar un poco de la vida. Sin embargo, hacía mucho tiempo que no tenía nada de qué reírse.

El sonido del timbre del móvil inundó el interior del 4x4. Tyler lo cogió y miró el número sin dejar de conducir.

—¿Jack? ¿Qué ocurre?

Tras un largo silencio, Tyler respondió con una serie de monosílabos y ella perdió el hilo de la conversación. Clavó la mirada en el desierto, sometido al implacable sol del atardecer. Unos minutos después, colgó con una maldición y la miró.

—Tara ha estado investigando. Los movimientos de tu tarjeta de crédito están siendo rastreados por una oficina de la DEA con el pretexto de que tienes una orden de arresto pendiente. ¿Qué sabes de eso?

La gravedad de su tono la hizo sentir una gran ansiedad.

—No lo sé. Nunca me han puesto ni una multa de tráfico, te lo aseguro.

—Pues Carlson te acusa de conducción temeraria. La denuncia asegura que eres un peligro público.

—¡Eso es ridículo!

—Creo que no me lo has contado todo. Jack opina lo mismo que yo. Cuando se quieren deshacer de alguien no se empieza con algo tan ostentoso como un coche bomba. Entonces se hace evidente que alguien está tratando de matarte, y la policía tiende a considerar los hechos con más interés. No ha sido el primer intento de Carlson para acabar con tu vida, ¿verdad?

—No.

Tyler se pasó la mano por el pelo, claramente exasperado.

—¿Por qué no me lo has contado antes?

—Lo único que quería era que te ocuparas de Seth, no que me protegieras. Sabía que si te lo contaba todo irrumpirías en mi vida como un elefante en una cacharrería; exactamente como has hecho.

—Sabías que me involucraría de todas maneras, Del. Me conoces muy bien y, al pensar otra cosa, sólo te has engañado a ti misma.

—No quería que te hicieras responsable de mí, sino de Seth. Sólo por un tiempo…

—Me encargo de él al encargarme de ti. Necesita a su madre.

Del supo que no iba a ganar esa discusión. Suspiró.

—El primer incidente, aunque no puedo probarlo, fue cuando intentaron atropellarme al cruzar una calle. Acabé encima de un coche aparcado. Si ese vehículo no hubiera estado allí, se habrían subido a la acera para matarme. Unos días después fui al banco. Al salir, un tipo con un arma intentó atracarme. Pero no parecía demasiado interesado en los trescientos dólares que llevaba en el bolso, sólo en dispararme. Le propiné un buen rodillazo en la entrepierna y le golpeé la mandíbula con todas mis fuerzas. Luego empecé a correr. Me disparó. Algunas veces, cuando cierro los ojos, todavía escucho el silbido de la bala junto a mi oreja izquierda. Al día siguiente alguien forzó la entrada de mi casa. Gracias a Dios ni Seth ni yo estábamos allí. No se llevaron nada, pero destrozaron el piso.

—¡Joder, Del! ¿Por qué no me lo has dicho antes?

—Pensé que podría escribir el artículo, desenmascarar a Carlson y meterle en la cárcel antes de que me hiciera daño de verdad. El día que estalló la bomba, estaba a punto de irme a un motel con Seth. Encendí el coche con el mando a distancia para poner en marcha el aire acondicionado, luego pensaba atar a Seth en su sillita y cargar el equipaje. —Se le llenaron los ojos de lágrimas al pensar en el peligro que había corrido el niño por su culpa—. No deja de darme vueltas en la cabeza… ¿Y si hubiera atado a Seth antes de poner el aire acondicionado?

—Eh… —Tyler la tomó de la mano—. No lo hiciste. No llores. Está bien. Has hecho lo correcto al ir a buscarme. Conseguiremos arreglar esto. Si crees por un segundo que Jack, Deke y yo vamos a permitir que este capullo se salga con la suya y amenace a mi hijo, es que no me conoces bien.

Conocía a Tyler, pero a la vez no lo hacía. Era evidente que había cambiado. Siempre había sido agradable y protector, pero ahora parecía que protegerla fuera su misión en la vida. Un mantra. Quería decir cada palabra que acababa de decir: estaba comprometido con su seguridad de una manera que ella no comprendía.

Le miró agradecida con los ojos llorosos.

—Gracias.

—No quiero tu agradecimiento; quiero que sigas con vida. —Le secó las lágrimas de las mejillas—. Jack y Deke han investigado un poco y consiguieron el parte policial sobre la bomba que hizo estallar tu coche. El explosivo era Semtex, como pensábamos, medio kilo bajo la dirección. Eso quiere decir que Carlson tiene contactos con gente muy peligrosa. Ángel, no deberías estar involucrada en algo así. —Le vio apretar el volante con fuerza—. Xander tomará mañana un avión a Los Ángeles. Quiero que regreses a Lafayette con él. Que te ocupes de Seth. Yo resolveré todo esto.

—No puedo. Creo que Carlson soborna a un montón de policías corruptos. Así que no espero ayuda por ese lado. Y no pienso permitir que Carlson siga en libertad. Mi editor está esperando mi reportaje, tengo que acabar la investigación para escribirlo.

—Pero Seth te necesita.

—Seth necesita una vida segura. Tú no puedes escribir el reportaje, eso sólo puedo hacerlo yo. Así que lo haré y luego volveré con mi hijo. Además, no pienso permitir que arriesgues el cuello para solucionar mis asuntos.

—Eres demasiado terca. Jack me aseguraba hace un momento que una buena zurra corregiría tu actitud. Comienzo a compartir su opinión.

—No vas a tocarme el culo… ni ninguna otra parte.

Él le lanzó una sonrisa perezosa que le aceleró el pulso alocadamente.

—Ángel, si yo fuera tú, no apostaría por ello.

Tragó saliva. Sí, ya sabía que esa apuesta no estaba a su favor. En sólo unos días había pasado de tener la seguridad de que la tentación ocupaba el último lugar en su mente a desear casi con ardor el roce de la piel de Tyler en la suya, sus labios exigentes, su miembro profundamente sumergido en su cuerpo. ¿Cuánto tiempo lograría negarse? ¿Quería realmente resistirse a él?

Se aclaró la voz.

—¿Cuáles son nuestros planes? ¿Llegaremos a Los Ángeles esta noche?

—No, llegaríamos de madrugada. Tú estás cansada y yo también, y te apuesto lo que quieras a que Carlson ha montado un dispositivo para dar con nosotros. Cuanto más cerca estemos de sus dominios, más peligro corremos. Necesitamos dormir e idear un buen plan. Además tienes que conseguir ponerte en contacto con Eric. Necesitamos las pruebas que has escondido en su casa.

Algo que a Tyler le molestaba mucho. Por desgracia, tenía razón.

Aún no había anochecido cuando se desviaron a un pequeño motel en Palm Springs que debió vivir su momento de máximo esplendor unos cuarenta años atrás. Aparcaron el 4x4 bajo un letrero en el que anunciaban televisores a color en todas las habitaciones y piscina, luego entraron en una estructura de estuco de planta orgánica rodeada de palmeras. Tyler se puso una gorra y se cubrió la cara con la visera.

Ella frunció el ceño.

—¿Por qué aquí?

—Está alejado de la autopista. No pertenece a una cadena, por lo que podré pagar en efectivo. El aparcamiento está frente a la carretera y no tiene más accesos. Para encontrarnos tendrían que venir ex-profeso a buscarnos. Y no creo que eso vaya a ocurrir.

No, a aquel lugar no iría nadie voluntariamente.

Tyler abrió la puerta; tenía el cuerpo tenso y la mirada vigilante. La miró por encima del hombro.

—Espérame junto a la máquina expendedora. Dale la espalda al tipo del mostrador. No necesitamos testigos ni que nos filmen con cámaras de seguridad.

Ella no discutió. Entró tras él y se dirigió a un lado, acercándose a la máquina de refrescos que zumbaba en la esquina. Al cabo de unos minutos, Tyler había conseguido una habitación. La tomó del brazo y la llevó de regreso al coche.

—Buenas noticias. Nuestra habitación está arriba. Hay dos escaleras cerca que conducen al aparcamiento y también un ascensor, justo al lado del acceso a la terraza. Si llegara alguien enviado por Carlson, no tendrán fuerzas suficientes para bloquear las cuatro rutas de escape.

Del asintió con la cabeza. Si hubiera elegido ella, habría optado por un hotel situado en un área turística, esperando confundirse con la gente. Jamás se le habría ocurrido considerar donde estaba situado el aparcamiento con respecto a la carretera ni cuantas vías de escape podría tener la habitación.

—Gracias.

—No me lo agradezcas todavía. Algo me dice que no te va a gustar nuestro alojamiento. —Con seguridad, la condujo al interior del mismo, luego cerró con llave.

Ella miró a su alrededor con una opresión en el pecho.

—Sólo hay una cama.

Una cama enorme con un aspecto no demasiado cómodo, un cabecero de vinilo agrietado por el tiempo y un cubrecama color turquesa con brillantes flores amarillas. Los muebles, de mimbre barato, habían visto días mejores, lo mismo que el mural de palmeras que cubría la pared. Un cuarto de baño con baldosas grises, que en su día debieron de ser blancas, completaba el cuadro.

—Lo que primaba eran las medidas de seguridad que te mencioné. El resto no importa.

Ella le miró con el ceño fruncido.

—No pienso acostarme contigo.

—Bien, al menos lo harás a mi lado, donde puedo protegerte. Ya decidiremos lo del sexo más tarde. Aunque mi voto es sí. No puedo ignorar por más tiempo lo mucho que te deseo. Estoy seguro de que ésa es la única manera posible de convencerte de que entre nosotros podría funcionar una relación, así que pienso ser despiadado. —Se encogió de hombros—. No es algo que me importe, la verdad.

Le miró boquiabierta. Debería estar muy enfadada y eso intentaba. Pero encontraba extrañamente gratificante conocer los deseos de Tyler. Él la deseaba y no lo negaba. No pudo evitar sentir una dolorosa punzada de anhelo en su interior. No había disfrutado del sexo durante dos años y, allí estaba él, haciendo que le resultara necesario y que lo deseara como nunca antes.

—Por ahora voy a darme una ducha. Llama para preguntar por Seth si quieres. —Tyler le lanzó su móvil—. Cuando acabe, saldremos a cenar y a comprar provisiones. Vamos a cambiar otra vez de coche; Xander llamará para informarnos.

Dicho eso, desapareció en el cuarto de baño. Del se tumbó en la cama con creciente inquietud. Tyler nunca había puesto en práctica con ella toda su experiencia como seductor. Durante años le había visto aproximarse a otras mujeres, siempre con una cierta envidia aunque agradeciendo no ser su objetivo. Y ahora le deseaba tanto que resistirse sería muy difícil.

¿Valdría la pena tanto esfuerzo cuando sólo estarían juntos unos pocos días? Dijera lo que dijera Tyler ahora, ella sabía que acabarían separándose cuando todo aquello acabara. Quizá, en lugar de mantenerle alejado, debería aprovechar la ocasión para volver a sentirse mujer, para sentirse deseada, para cerrar ese capítulo de su vida.

Consideró la pregunta mordiéndose los labios. Giró el teléfono de Tyler entre sus manos y abrió la lista de contactos. Vio un montón de nombres de mujer; infinitos nombres que parecían muy artificiales y claramente sexys seguidos de un número: Angelique, Chastity, Cristal, Jazmine… Bueno, si incluso había una Lexxxi. Puso los ojos en blanco e intentó ignorar los celos que la atravesaron. Tyler no era suyo y nunca lo sería. No podía permitirse el lujo de olvidarlo.

Por fin, dio con el número de Alyssa y lo marcó. La mujer contestó casi de inmediato.

—Hola, Ty. ¿Qué tal va todo?

—No soy Tyler.

—¿Delaney? Hola.

—Hola. —No quería sentir resentimiento por aquella mujer que él consideraba su amiga, esa mujer a la que quería. ¿Se habría acostado con ella en alguna ocasión? Ahora ella velaba por su hijo, pero no podía evitar los celos—. ¿Qué tal está Seth?

—Muy bien. Kimber trajo a Caleb para que jugara con Chloe y tu hijo. Se lo pasaron muy bien. Por arte de magia, ella consigue que no se peleen. Parece feliz, pero te echa de menos a la hora de acostarse. Todos intentamos ayudarle.

Se le llenaron los ojos de lágrimas. Había sido fuerte durante mucho tiempo, pero sólo pensar en que Seth la añoraba la llevaba al límite. Era algo que jamás hubiera imaginado antes del parto: el poderoso amor que sentiría por su hijo. Jamás había conocido nada tan puro e incondicional. Aunque sólo fuera por eso, siempre le estaría agradecida a Tyler.

Después de charlar durante algunos minutos, colgaron. Si Tyler y ella debían tener un plan antes de llegar a su destino al día siguiente, necesitaba disponer de información actualizada.

Rebuscó en el bolso en busca del teléfono de prepago que había comprado para llamar a Lisa, que además de amiga suya era reportera en el periódico. Llevaban un año trabajando hombro con hombro. Lisa era divertida, pero, más importante todavía, era implacable cuando se trataba de buscar información. Y eso era justo lo que necesitaba en ese momento.

—Del, ¿qué tal va todo? ¿Estás bien?

—Sí. Estoy bien. Debería estar en Los Ángeles mañana.

—¿Y Seth? —Parecía preocupada.

—Se encuentra bien. Le echo de menos, pero está mejor con estos amigos. Cuéntame qué ha ocurrido.

—Esto está a punto de estallar —confesó Lisa con voz inquieta—. Si tienes intención de detener a Carlson, será mejor que te des prisa. Corre el rumor de que tiene aspiraciones de dirigir la oficina del fiscal. Al parecer, al estimado señor Reed le gustan los jovencitos y Carlson le ha amenazado con sacar a la luz algunas fotos en las que aparece con un menor en un parque. Y no precisamente tirando un frisbee.

Ella se quedó boquiabierta.

—¿En serio? ¿Hablamos del señor «familia feliz que va a la iglesia todos los domingos»?

—¿No es eso lo que ocurre siempre? Pero ya has oído lo peor. Es probable que Carlson sea elegido para reemplazarle en las próximas elecciones.

Casi se le cayó el teléfono.

—Claro, ha conseguido con sus artimañas muchos apoyos y críticas positivas, sería muy improbable que no saliera elegido.

—Eso es.

—¡Oh, Dios mío!

Eso lo cambiaba todo. Si no podía publicar la historia antes de que se convirtiera en fiscal del distrito, él tendría demasiado poder para que pudiera hundirle con un artículo periodístico. ¡Dios! Por lo que sabía, podría meterla en la cárcel y quitarle a Seth.

Se vio inundada por el miedo.

—¿De cuánto tiempo dispongo? —susurró Del.

—De unos días, quizá. Una semana como mucho. Te lo digo como lo siento. Lamento no darte mejores noticias.

—Gracias por todo —se despidió casi sin voz.

Pero sus pensamientos iban a toda velocidad. Si no tenía éxito, ¿qué sería de ellos? Cada vez que se daba la vuelta, Carlson era todavía más cruel. Ya había intentado matarla más de una vez. Ella era lo único que se interponía entre él y el poder. No iba a detenerse.

—Pareces aturdida.

Por no decir otra cosa.

—No te preocupes por mí. Pero sigue poniendo la antena, por favor.

—¿Cuál será tu siguiente movimiento?

Suspiró.

—Tengo que volver a llamar a Eric. Lo intenté mientras llevaba a Seth con estos amigos, pero no lo conseguí. Y voy a tener que explicarle que escondí el pendrive en su casa.

Esperaba que aquel encuentro resultara bien. Habían mantenido algunas conversaciones educadas después de su divorcio. Si él tenía novia nueva, o algún ligue, le gustaba restregárselo en las narices. No sería él si no lo hiciera; Eric había probado durante el proceso de divorcio que su ironía era fabulosa para hacerla sentir culpable. De todas maneras, desde el momento en que escondió las pruebas en su casa supo que tendría que recuperarlas tarde o temprano. Sólo había esperado que para entonces el tiempo hubiera hecho su labor y su relación estuviera en mejores términos.

—Mantenme al tanto. Creo que ha estado de viaje. Vi un montón de periódicos delante de su casa cuando pasé por delante para ir a trabajar.

Quizá eso explicara por qué no le respondió cuando le llamó. Al menos eso esperaba. Tenía que regresar y hacer de intermediaria. Se veía impidiendo que Eric y Tyler se molieran a golpes. Quizá debería visitar sola a Eric…

—Por favor, mantenme al tanto de todo lo que te enteres.

Lisa estuvo de acuerdo y colgaron el teléfono.

Vio que su futuro se tambaleaba. Dependía de lo que ocurriera durante los próximos días, de su habilidad para manejar a Eric, para escribir la historia y esquivar a los asesinos. Dio gracias a Dios de que Seth estuviera a salvo y fuera de peligro, pero pensaba en él a cada instante, preocupada de que le ocurriera algo terrible. Si alguien le hacía daño por alguno de sus errores… La sensación de culpa la estranguló.

Comenzaron a caerle las lágrimas. ¡Oh, Dios! Odiaba llorar, pero a causa del miedo no podía evitar hacerlo.

Deseó poder regresar al día en que escuchó la conversación de Carlson y borrar lo que había oído. Pero no, encima se había enfrentado a él en persona, intentando que metiera la pata y dijera algo incriminatorio. Tratando de ser una agresiva periodista de investigación decidida a mostrar al mundo la escoria cruel que lo habitaba.

Pero no había pensado que haciéndolo ponía en peligro su vida y la de su hijo.

Tyler salió del cuarto de baño justo en ese momento y la vio soltar su teléfono y esconder la cara entre las manos. Sus hombros se estremecían con silenciosos sollozos. Su dolor fue como un puñetazo en el estómago.

—¿Qué te pasa, ángel? ¿Seth está bien? —Le puso una mano en el hombro.

Ella dio un brinco de sorpresa y se llevó una mano al pecho mientras se secaba las lágrimas con rapidez.

—Está bien. La cosa es que…

Dejó de hablar cuando bajó la mirada de su cara a su torso. El aire acondicionado estaba encendido y él fue consciente de los riachuelos de agua que resbalaban por su piel. La vio clavar la mirada en la pequeña toalla blanca con que se había rodeado las caderas y notó que se le enrojecían las mejillas al tiempo que separaba los labios en un jadeo.

Su pene estaba firme. No sabía si a ella le gustaba lo que veía, pero no iba a usarlo en su favor; al menos, no hasta que se tranquilizara.

—No me mires así, ángel, a no ser que quieras que acepte la invitación que brilla en tus ojos y te lleve a la cama. Estoy tratando de comportarme como un buen tipo y me gustaría que me dijeras qué te pasa.

Del apartó la vista y se aclaró la voz.

—Acabo de hablar con una de las reporteras con las que trabajo, Lisa. Es quien me ayudó a encontrarte. Ha estado al tanto de la situación en Los Ángeles desde que me fui.

Tyler la miró fijamente. ¿En qué demonios estaba pensando? No quería gritarle ni contrariarla más, pero… ¡joder!

—¿Le has dicho dónde estamos?

—No, sólo que llegaríamos mañana.

Tyler respiró hondo, intentando tranquilizarse.

—Sé que estás tratando de ayudar, pero no me gusta. No sé nada de esa mujer.

Del volvió a mirarle a los ojos.

—Es mi amiga, te lo prometo. Tú me has pedido que confíe en tus amigos. Sólo te pido lo mismo.

—Deberíamos haberlo discutido antes.

—Estoy intentado hacerlo lo mejor posible. —Las lágrimas que inundaron sus ojos sólo hicieron que se sintiera peor—. No tenía tiempo. Además, es mi problema. Y ahora es todavía peor. Carlson está a punto de ser nombrado fiscal del distrito. —Le explicó todo lo que Lisa había averiguado—. Como no logre desenmascararle antes de que ocurra, encontrará la manera de silenciarme para siempre.

Tyler la rodeó con los brazos y la apretó contra su pecho.

—No dejaré que suceda, ¿me has oído?

—Él tiene contactos en todas partes y… —Las lágrimas la vencieron otra vez y se pasó la mano por la cara llena de furia.

—Vamos, ángel, no llores. —Le acarició el pelo antes de besarla en la coronilla.

—Estoy asustada. Necesito ser fuerte, pero…

—Está bien —susurró él—. Apóyate en mí.

—Ya has hecho demasiado.

¡No durante los últimos dos años! Incluso si no estuviera loco por ella seguiría ayudándola. Tenía la excusa perfecta para no perderla de vista y la utilizaría.

—No te preocupes. Pídeme lo que necesites.

Ella se mordisqueó el labio inferior y le miró con suplicantes ojos azules.

—Abrázame.

La estrechó, con fuerza, casi ahogándose en el dulce aroma que emanaba de ella.

—Ya está.

Le gustaría hacer mucho más, pero no cuando ella se encontraba tan mal. Ahora no era el momento.

Del le puso una mano en el pecho y luego apartó la cabeza para mirarle de nuevo a los ojos.

—Bésame.

A él se le detuvo el corazón.

—¿Estás segura?

Asintió con la cabeza lentamente, haciendo que sus hormonas revolotearan por doquier.

Tenía que recordar que ella era muy frágil. Nada de tirarla encima de la cama y devorarla. Nada de comerse sus labios, ni de asaltar su sexo, ni de demostrarle toda el ansia que sentía por ella.

¡Joder! ¿Cómo iba a conseguir contenerse? No sabía cómo cortejar a una chica. Sólo debía consolarla, hacerla sentir bien. Aquello no era para su satisfacción, y lo haría lo mejor que pudiera.

La sostuvo por los hombros con suavidad, respiró hondo y le encerró la cara entre las manos, apoyando la frente en la de ella.

—Ángel…

Le cubrió los labios con los suyos, una presión suave, un aliento compartido. La adoró. Conectaron. Tyler la sintió en su corazón. Fue un momento interminable que ninguno de los dos quería interrumpir y supo que podría estar así toda la noche.

Pero ella quería más. Lo necesitaba y él lo sabía.

Amoldó su boca a la de ella y la obligó a separar los labios para adueñarse de ellos. Del se aferró a sus hombros con desesperación y se apretó contra él, al tiempo que introducía la lengua en su boca con un gemido. Aquel fervor desgarrado fue su perdición. La abrazó y la estrechó con codicia. Aquello no tenía sentido. Quería apaciguarla, pero no podía evitar intentar consumirla con ese ardiente beso.

Se enredaron por completo: brazos, lenguas, latidos. Él le enterró los dedos en el pelo para inmovilizarla en la posición que quería. Era perfecta para él. ¿Cómo demonios podría dejarla marchar?

A la mañana siguiente ella podría odiarle, arrepentirse de lo ocurrido, pero ahora le necesitaba. No iba a rechazarla, sobre todo cuando quería que la abrazara. La primera vez que la tocó fue a petición de Eric, e intentó dejar de lado el fuego que sentía por ella, pero, incluso así, quiso darle lo que necesitaba. Ahora no iba a pensar en su palpitante polla, sólo en ella y en cómo hacerla sentir mejor.

Ella respiró entrecortadamente y se apartó. Sus pechos se alzaron cuando le miró fijamente. Sus ojos azules brillaban de decisión.

—¿Tyler?

—¿Sí? —jadeó.

Por favor, ¡por favor, Dios! Que no le rechazara ahora.

—¿Podrías hacer…? ¿Podrías hacer que me olvidara de todo? —susurró ella.