«¿En qué demonios estabas pensando, Tyler? Es abrir la boca y cagarla».
¿Cómo podía haber dicho algo así? Era cierto, sí, pero… ¡Joder! Llevaba dos años ignorando lo que sentía por Del. Y en un solo instante, ella le había desarmado, había hecho que se diera cuenta de lo mucho que todavía le importaba. De cuánto la necesitaba.
Pero sabía que después de todo lo ocurrido entre ellos, incluyendo también los daños que le provocó el abandono de Eric, los hombres, y él especialmente, no estaban en la lista de preferencias de Del.
Aún así, no renunciaría a ella sin pelear.
—Mira, vamos a dejarlo… —dijo Del antes de apartar la mirada—. Me gustaría saber algo de Seth. No podré dormirme hasta que sepa que está bien.
Tyler quería discutir. O mejor aún, ponerla a cuatro patas, inclinarse sobre ella y demostrarle su punto de vista. Pero parecía muy cansada y asustada. No era el mejor momento.
—Bien. —Tomó el móvil.
—¿Con quién pasa la noche?
Intentó mantener la voz neutra.
—En casa de Alyssa.
Antes de que pudiera hacer algún comentario al respecto, marcó el número y pegó el aparato a la oreja. Alyssa contestó al momento.
—Tu hijo es tan travieso como tú.
Él no pudo evitar sonreír mientras conectaba el altavoz del móvil para que Del pudiera escuchar la conversación.
—¿Sí? Bueno…
—Está lleno de energía y se sube a todas partes. Chloe es mucho más tranquila y no estoy acostumbrada. —Alyssa sonaba divertida y exasperada a la vez—. Sin embargo, es un encanto. Debe de haberlo heredado de Delaney.
Del parecía a punto de derrumbarse y él se acercó y le rodeó la cintura con el brazo.
—¿Ves?, está bien —susurró.
Ella asintió con la cabeza e inclinó la cabeza hacia el teléfono.
—Hola, Alyssa. Gracias por hacerte cargo de Seth.
—Los niños se lo están pasando muy bien. A Chloe le encanta tener un compañero de juegos, aunque no sabe muy bien qué hacer con todos esos camiones y aviones de juguete. —Se rio, un cascabeleo luminoso y elegante.
—A Seth le gusta escalar, y como tengas chocolate a mano lo encontrará.
—Es bueno saberlo. Luc tiene de todo en la cocina. Debe guardar chocolate en algún sitio. Lo esconderé. ¿Puedo darle un poco mañana?
—Sólo si se come las verduras y acaba lo que tenga en el plato.
Después de que ambas mujeres hablaran sobre siestas, la hora de acostarse y cosas por el estilo, Del se alejó.
—Gracias por todo.
Él observó con el ceño fruncido cómo desaparecía en el cuarto de baño y cerraba la puerta. Escuchó que corría el pestillo antes de abrir el grifo. Entonces se sentó en la cama y meneó la cabeza.
—¿Tyler? ¿Sigues ahí? —preguntó Alyssa.
Desconectó el altavoz y pegó el móvil a la oreja.
—Sí.
—¿Estás bien?
Delaney no quería saber nada de él y eso dolía.
—Claro.
Alyssa emitió un bufido.
—Mentiroso. ¿Qué pasa con Delaney?
—Está en la ducha.
—¿Qué tal está?
—Cansada y asustada. Igual que yo.
—Ya imagino. —Su amiga hizo una pausa—. ¿Por qué no me cuentas qué ocurre entre vosotros?
—Es una larga historia.
—Que termina cuando tú te enteras de que tienes un hijo de quince meses. ¿No tenías ni idea?
—No. Es la mujer de un amigo. Bueno, la ex-mujer de un ex-amigo. Sé que tendrás un millón de preguntas, pero… No me las hagas esta noche ¿vale?
Alyssa suspiró.
—¿Qué sientes por ella?
¿No era la mayor ironía del mundo? Alyssa quería saber lo que sentía. Ella, que jamás le había tomado en serio. Quizá hubiera leído en él desde el principio y supiera que intentaba olvidar a otra mujer. Pero ¿por qué? En realidad, entre ellas dos no había ningún parecido salvo su coraje y su determinación para salir adelante.
El silencio se alargó hasta que Alyssa lo rompió.
—Estás enamorado de ella.
¿Qué coño sabía él del amor?
—Durante un tiempo creí estar enamorado de ti, y tú decías que no, así que no sabría qué responderte.
—No seas imbécil. Te lo explico con rapidez. Te fijaste en mí porque era inalcanzable. Cuanto más te decía que no, más insistías. En su momento pensé que te gustaba el reto que suponía. Pero sólo tratabas de olvidarla.
Tyler cerró los ojos. Aquello se acercaba mucho a la verdad. Le había costado darse cuenta de que Alyssa no era para él. Sólo se trataba de enterrar el dolor con una buena dosis de lujuria. Después de todo, Alyssa y las demás chicas de Las Sirenas Sexys se paseaban delante de sus narices en tanga, corsé o liguero. Sin embargo, no importaba cuántas Cristales, Jessis, Candys o Aspens se tirara: sólo se trataba de sexo.
No era como aquella noche con Del; entonces su cuerpo alcanzó el máximo de la pasión. Había intentado volver a sentir aquello con cada chica, pero su vuelo no había llegado a despegar.
¿No era una putada?
Las cosas eran muy complicadas entre ellos. Compartían un hijo, y eso era importante, sí, pero no creía que Del quisiera que fuera algo más que el padre de su hijo.
—¿Tienes pensado casarte con ella? —preguntó Alyssa.
Buena pregunta. Pensar en casarse con Del, en tenerla en su cama todas las noches… hacía que su miembro se pusiera duro, aprobando la idea. Su corazón palpitaba más rápido. Pero dudaba mucho que ella tuviera prisa por casarse otra vez. Además, ¿qué sabía él de ser un buen marido y padre? El suyo le había dejado colgado, les abandonó cuando tenía seis años. Su madre siempre había dicho que sería mejor que no se casara porque sería igual de inquieto e irresponsable. Y la trayectoria que había seguido desde la pubertad, yendo de cama en cama, hacía que la creyera.
Pero Del era diferente. No sólo era sexy, aunque no podía negar que encendía cada parte de su cuerpo; además era inteligente, graciosa, tenaz, leal… Perfecta. No podría encontrar una mujer con la que fuera mejor pasar el resto de su vida.
Probablemente no se presentaría la oportunidad. Incluso aunque estuviera dispuesta a intentarlo, ¿qué ocurriría si lo de tener una familia no era lo suyo? ¿Cuánto haría sufrir a Del si no podía acostumbrarse y la dejaba tirada? Eric ya le había hecho mucho daño. No podía arriesgarse a hacérselo él también. No quería lastimarla.
Pero la idea de ser sólo un padre ocasional para Seth, y nada para Del, le corroía las entrañas. Si la dejaba criar sola al niño, ¿no sería la misma clase de mierda que su padre?
—Te lo estás pensando demasiado —suspiró Alyssa.
—Porque no sé qué demonios responder.
—¿Quieres casarte con ella, o no?
—No lo sé. ¿Cómo sabes que estás preparado para casarte con alguien? ¿Cómo sabes que es lo correcto?
—Tienes que confiar en que, cueste lo que cueste, estarás ahí para la otra persona —le aleccionó ella con suavidad—. Así que decide si puedes ser su roca. Si no, esa chica saldrá de tu vida y no mirará atrás.
Las tres de la madrugada y seguía completamente despierto. Después de enterarse de que era el padre de Seth, de haber pasado casi en vela la noche anterior y de conducir dieciocho horas seguidas, debería estar cansadísimo. Pero no. Su mente no encontraba sosiego. La ansiedad le erizaba los nervios. Esperaba que sus amigos y él hubieran sido lo suficientemente listos como para eludir la red de Carlson hasta que llegaran a Los Ángeles y pudieran averiguar lo necesario para meter entre rejas a ese capullo.
Y las palabras de Alyssa seguían dando vueltas en su mente.
En la cama de al lado, Del tenía un sueño inquieto. No cesaba de mover las piernas bajo las sábanas. Mientras la miraba en la oscuridad, Tyler sólo podía pensar en dos cosas: un criminal quería verla muerta y, aunque el peligro desapareciera por ensalmo, él no estaba preparado para dejarla ir. Los dos pensamientos hacían que se muriera por abrazarla. Por protegerla. Por sentirla segura, cálida y deliciosa contra su cuerpo.
Lo mejor sería que la dejara en paz y se limitara a velar su sueño. Pero nadie le había acusado nunca de ser un caballero. Y, por otro lado, necesitaba comenzar a mostrarle cómo quería que fueran las cosas entre ellos.
Lentamente, apartó las sábanas y se levantó de la cama. Del seguía moviéndose agitadamente en la suya, como si se hubiera acostumbrado a dormir sola durante los últimos dos años. Sonrió ante ese pensamiento, pero la sonrisa murió al instante. Lo que iba a hacer haría que ella se enfadara, pero… Del había levantado un muro a su alrededor, y hasta que él encontrara la manera de traspasarlo y demostrarle que lo mejor sería que estuvieran juntos, no tendría ninguna oportunidad con ella. Una vez habían sido amigos. Todo iba sobre ruedas entre ellos. Ahora, necesitaba tenerla como fuera, incluso aunque sólo se limitara a abrazarla.
Tenía que comenzar a reclamarla.
Además, ella estaba asustada y muy preocupada por Seth; apostaría lo que fuera a que necesitaba ese abrazo.
Alzó la sábana de Del y se deslizó debajo. Notó su calor corporal. Su aroma personal, como algodón calentado por el sol y la primavera, un perfume que le confortaba. Se acurrucó tras ella y pegó el torso a su espalda; cerró los ojos y respiró hondo. Percibirla le remontaba de nuevo a la noche en que habían concebido a Seth, al inicio del verano, a su mirada ardiente, sus mejillas ruborizadas y sus pupilas dilatadas cuando alcanzó el orgasmo. La pena en su cara cuando le dijo que se marchara; lo último que le había dicho en dos años.
Del se relajó contra él y suspiró perdida en sueños. Él hundió la cara en el hueco de su cuello y le puso la palma sobre el vientre, apenas cubierto por un diminuto top negro. Le resultaba familiar y, a la vez, completamente nuevo. Aquella noche no había podido conocerla como hubiera querido. ¿Le gustaba que le pellizcaran los pezones? ¿A qué sabía su sexo cuando se corría? ¿Qué diría si hacía el amor con ella en ese momento?
Tres simples preguntas y estaba duro como una piedra. Quizá no debería hacerlo… Pero no pudo detenerse, comenzó a frotar sus caderas contra aquel respingón y esbelto culito.
¿Le gustaría recibir unos leves azotes? ¿Disfrutaría con el sexo anal?
Gimió por lo bajo. ¡Dios!, tenía que detenerse ya. La idea era demostrarle cómo podían ser las cosas si estuvieran juntos, no ponerla tan nerviosa que saliera gritando.
¿Le habría echado de menos? ¿Imaginaría que todas las veces que se había acostado con otra mujer se preguntaba por qué nunca era tan bueno como con ella?
¡Joder! Necesitaba tocarla.
La estrechó con más fuerza y se arqueó de nuevo contra ella, esta vez rozándole el cuello con los labios. Notó un ramalazo de placer y, entre sus brazos, ella se estremeció. Se retorció contra él, haciendo que su pecho quedara al alcance de sus dedos.
¡Oh, Dios! Iría al infierno por eso.
Subió la mano sólo un poco y… sí, allí mismo. Cerró los ojos. Incluso a través del fino algodón del top, el pecho de Del se ajustaba perfectamente a su palma. Era un poco más pesado de lo que recordaba, pero perfecto.
A pesar de que tenía la mano caliente, el pezón se tensó. Ella cambió de posición y frotó el trasero en sueños contra su erección, haciendo que su cuerpo palpitara y que la sangre le hirviera en las venas. ¡Joder!, iba a tener que masturbarse en el baño para no atacarla en los próximos treinta segundos. ¡Dios!, incluso tendría que hacerlo dos veces.
Tonterías, debía contenerse un poco. Antes de dormir, Del había salido del cuarto de baño con los ojos enrojecidos. Se había negado a dejar que la consolara. Pero él necesitaba hacerlo, demostrarle que podía ser su roca, como había dicho Alyssa. Y no podría lograrlo si no la tocaba.
Pero sentirla contra su cuerpo era demasiado bueno, y nunca había deseado tanto a nadie. Sólo una caricia más…
Poco a poco, deslizó la mano desde el suave peso de su pecho, y la bajó hasta que la introdujo bajo el elástico de los pantalones cortos del pijama. Le rozó el vientre con la punta de los dedos, y luego… ¡oh, Dios!, su coñito. No, su coñito depilado.
Le cubrió el monte de Venus con la mano y le separó los pliegues con un dedo. Sí, allí estaba su clítoris, tierno y un poco húmedo. Quería sentirlo contra la lengua, lamerlo hasta conseguir que ella se aferrara a las sábanas y gritara su nombre. Frotó otra vez la erección contra sus nalgas a pesar de saber que si no se apartaba la despertaría y se enfadaría.
Pero prefería probar otra cosa. Del había estado sometida a mucha presión, a demasiadas preocupaciones; necesitaba una liberación.
Ella se contoneó y se pegó a él. Tyler sonrió ante aquel gesto inconsciente. Tomó la pierna de arriba y la apoyó sobre sus propios muslos, abriéndola, haciéndola más accesible. Al instante, comenzó a frotarle el clítoris con dos dedos, suave y consoladoramente. Se le puso duro al instante y sus yemas quedaron cubiertas de humedad.
Era cuestión de tiempo que ella se despertara. Iba a ponerse furiosa cuando lo hiciera. Pero él tenía intención de disfrutar de esta ocasión… y de demostrarle que ella también lo haría. Quería marcarla. Puede que, en ese momento, no pudiera asegurarle un futuro seguro, pero podía darle un poco de placer.
Frotó los dedos contra el duro nudo de nervios mientras le deslizaba el otro brazo debajo de las costillas para acariciar la suave curva del pecho. Le rozó el pezón con el pulgar una y otra vez a la vez que dibujaba espirales sobre su clítoris. Del gimió entre sueños y se arqueó hacia su mano.
—Así, así —le susurró él contra el cuello—. Déjate llevar, ángel.
La suave piel que tenía bajo los labios le llamaba y ni siquiera intentó resistirse, devoró la delgada columna, mordió el punto donde se unían el hombro y el cuello, donde más intenso era aquel aroma que le volvía loco.
Llevó los dedos más abajo del clítoris y los impregnó con la creciente humedad antes de arrastrarlos de nuevo hasta el pequeño brote. Éste latió bajo sus yemas. La respiración de Del se aceleró, y volvió a retorcerse contra su erección mientras agitaba los brazos con cierta violencia. Entonces le golpeó con la mano, y se puso rígida.
—¿Tyler? —gimió.
Él no dejó de friccionar el enhiesto pezón, de frotarle el delicioso clítoris con atormentadores golpecitos, a ratos suaves a ratos más fuertes.
La besó otra vez en el cuello antes de llevar los labios a su oreja.
—Aquí estoy, ángel.
—Yo… ¡Oh, Dios mío! Voy a…
—Correrte, sí. —Pensarlo le puso todavía más duro.
—No… —Pero la palabra fue sólo un gemido, un profundo grito de necesidad.
Del se movió otra vez con agitación, y nuevos jugos cubrieron sus dedos antes de que ella le cubriera la mano jadeando.
—Vas a permitir que te lleve al orgasmo. —No era una pregunta. Sabía que ya había traspasado el punto sin retorno. Luego se enfadaría, sí… Pero él siempre había vivido bajo el lema de que era más fácil pedir perdón que permiso.
—Deprisa…
Él aminoró un poco el ritmo. No quería apresurar el placer. Era mayor y mejor si se encendía lentamente, si se permitía que creciera y creciera…
—Pronto. —Le mordió el hombro y gimió contra su piel.
Del contraatacó frotando las nalgas contra su erección y avivando el fuego que ardía en sus venas. Si continuaba haciendo eso, él acabaría corriéndose en los calzoncillos como un adolescente tras un sueño húmedo. Dios, Del era su sueño erótico por excelencia.
Bajó la mano a su suave vientre y la apretó contra su miembro. Ella contuvo el aliento y separó las piernas todavía más. Tyler aprovecho la ocasión para insertar dos dedos en su sexo.
Ella dejó de respirar, se impulsó contra su mano y comenzó a palpitar en torno a los dedos. Aquello iba demasiado rápido.
Se retiró y ella gimió de necesidad.
—Maldita sea, Tyler.
—Pronto, ángel.
—Eres un bastardo. Dijiste que querías… —Se interrumpió cuando él volvió a frotarle el clítoris—. Que me corriera…
Entonces, ella contoneó el trasero contra él, en un lento y tentador movimiento, provocándole. ¡Oh, Dios!, estaba desesperado por perderse en su interior, por sentir esa dulce funda a su alrededor. Quería que le aceptara, que le clavara las uñas en la espalda mientras gritaba su nombre.
Durante un buen rato, él no respiró en un vano intento de contener el placer y no seguir sus primitivos impulsos.
Pero ella volvió a frotarse contra su erección, ahora con un ritmo más rápido, y él siguió friccionándole el clítoris. Sus respiraciones se sincronizaron en una agitada cadencia.
—¡Tyler! —imploró ella.
Podía sentir cómo la imparable excitación agrandaba el pequeño brote, cómo éste comenzaba a palpitar. Ella le clavó las uñas en el muslo y gritó.
—¡Joder, sí! Del… —Empujó contra sus nalgas al borde de un abismo de placer que no podía esperar a alcanzar. Iba a manchar los calzoncillos, pero le daba igual.
Supo que iba a eyacular. Un ardiente fuego atravesó su pene. Un incontenible zumbido se originó en la base de su columna mientras se le tensaban los testículos hasta límites insospechados. Explotó. Bajo su mano, Del se puso rígida y emitió un largo gemido, sacudiendo las caderas perdida en el placer. Él la abrazó hasta que dejó de estremecerse. Los calientes chorros de semen impregnaron su propio vientre y la espalda de Del, donde se le había subido el top. Sabía que era un sentimiento primitivo, pero se alegró de que ya que su semilla no podía estar en su interior, al menos estuviera sobre su piel.
Algo después, cuando ya respiraban con normalidad, Del se puso rígida y se apartó.
Ahora llegaba la bronca.
—¿Qué estabas haciendo? —dijo, mirándole por encima del hombro.
Contuvo el deseo de señalarle que hacía sólo treinta segundos estaba gimiendo porque tardaba en llevarla al orgasmo. Era sólo una suposición, pero estaba seguro de que si se lo decía se enfadaría más.
—Abrazándote y haciendo que te sintieras bien.
—¿Por qué?
«Porque te deseo por más tiempo del que nos lleve arreglar esto y quiero darte la oportunidad de que sientas lo mismo». Hmmm… No, eso no lo podía decir de momento.
Se levantó, encendió la luz del cuarto de baño y tomó una toalla que empapó en agua caliente para limpiarse. Con una mueca, se quitó los calzoncillos y se aseó. Luego enjuagó la toalla y la retorció. Sin preocuparse por su desnudez, cruzó la estancia hasta Del, que seguía cubierta por las sábanas y le miraba como si se hubiera vuelto loco.
Con la inteligencia que la caracterizaba, evitó mirar más abajo de su cuello.
—Te he dicho que no me tocaras.
«Sí, y yo te dije que podías esperar sentada».
—¿Y cómo quieres que te limpie entonces la espalda?
Del vaciló un instante antes de salir a gatas de la cama.
—Me voy a dar una ducha. De todas maneras tengo que cambiarme la ropa.
La tomó del brazo cuando pasó por su lado.
—No. Es culpa mía, déjame limpiarte.
Sin soltarla, le deslizó los pantalones cortos por las piernas.
¡Joder!, no llevaba bragas, y su insolente trasero se erguía respingón hacia él.
Antes de que aquel pensamiento pudiera despertar de nuevo su libido, le quitó bruscamente el top por la cabeza. Ella gritó.
—¿Tengo que estar desnuda para eso?
—Será más efectivo si puedo limpiarte la piel. —Le pasó la tela húmeda por la espalda, por el excitante hueco de la cintura, por las firmes redondeces gemelas.
Utilizaría cualquier excusa para poner las manos en la dulce curva de sus caderas, para pasar el dedo por la oscura hendidura que dividía sus nalgas, allí donde, estaba seguro, no la había poseído todavía ningún hombre.
—Ya basta. —Se apartó.
Aquello no pintaba bien. Bueno, ya había traspasado la línea. Había tenido intención de hacerla sentir bien y soltarla. En lugar de eso, la había puesto hecha un asco. Si quería volver a tocarla, iba a tener que refrenarse un poco, ir más despacio. Con ella tenía que medir muy bien sus movimientos.
—No era mi intención enfadarte, pero una vez que te tuve entre mis brazos… Mira, no voy a disculparme por algo que no lamento.
Del gruñó mientras salía de los pantalones cortos que tenía arremolinados en los tobillos y cogía una toalla. Se envolvió en ella mientras se dirigía a su equipaje para coger algunas prendas de vestir. Él comenzó a enjuagar sus calzoncillos con un poco de jabón. El silencio era embarazoso.
—No te he hecho daño, ¿verdad? —Frunció el ceño al pensarlo.
—Claro que no.
—¿Estás enfadada porque te toqué sin permiso o porque te corriste?
—Porque ahora mismo no necesitamos más complicaciones. Alguien está tratando de matarme y…
—No en este momento. La única persona que sabe exactamente donde estamos es Alyssa. Estás a salvo. —Caminó hacia ella, tan desnudo como el día que nació—. ¿Quieres decirme qué es lo que te pasa en realidad?
—Esto… Nosotros… No es una buena idea.
—¿Por qué? ¿Cuándo te he hecho daño?
Ella puso una expresión culpable.
—No lo has hecho. Es probable que yo te haga daño a ti dejándote fuera. Sé que no es justo que te mida por el mismo rasero que a Eric, pero erais amigos y… No estoy preparada para… mantener una relación.
—Del, ¿alguien está ocupándose de tus necesidades?
—Puedo cuidarme sola.
—¿Sí? ¿Y quién va a abrazarte, a hacerte sentir deseable, protegida y adorada?
—Estoy demasiado ocupada para preocuparme por eso. Los divorcios y la crianza de los hijos acaban con los impulsos sexuales.
—Pues los tuyos parecen disfrutar de buena salud.
—¡Capullo! —Sacó bruscamente unas bragas y una camiseta limpias de la bolsa—. No puedo creerme que prefieras hablar antes de mis impulsos sexuales que del nacimiento de tu hijo. Pero eres tú, no debería extrañarme.
—Oh, también vamos a hablar de Seth. Quiero saber todo lo que me he perdido, pero pondremos fin a un tema antes de iniciar otro.
—Eso es fácil. Este tema está zanjado.
—Estás muy enfadada conmigo, ¿por qué? ¿Porque te da miedo lo que te he hecho sentir?
—No —insistió ella. Tyler supo que había acertado.
—Si tú lo dices… Creo que estarías menos enfadada si te hubiera llevado al orgasmo con la lengua.
Del le miró sin respirar. Cuando intentó abrazarla, ella huyó al baño y le dio con la puerta en las narices. Cuando salió de allí, varios minutos más tarde y pudorosamente cubierta, parecía mucho más serena. Imaginó que no era el momento adecuado para mencionar el chupetón que le había hecho sin querer en el cuello. Sonrió.
—¿Vamos a intentar dormir o seguimos camino? —La tensa expresión de Del le advirtió de que no era el mejor momento para presionarla.
Pero ése no era su estilo.
—Vamos a hablar. Te dije que íbamos a hacer las cosas a mi manera. Creo que necesitabas que alguien te abrazara. Desde luego, yo necesitaba sentirte entre mis brazos. Pensar que tienes a un asesino pisándote los talones ha hecho que me hierva la sangre. Y para ti no es bueno estar sometida a tanta presión. Si quieres, demándame.
—Hay una gran diferencia entre abrazarme y tocarme como lo has hecho.
—Quizá yo no vea la diferencia. No es que tenga demasiada experiencia en querer proporcionar a una mujer algo distinto a un polvo.
—No sientes nada por mí. Éramos amigos y nada más. Te sientes confuso por Seth.
Él le rodeó el cuello con una mano, respirando justo encima de sus labios.
—No me digas lo que siento. ¿Cómo vas a saberlo? Es cierto que Eric fue el catalizador aquella noche, pero no lo hicimos sólo por él, nosotros también queríamos. Durante días enteros esperé a que me llamaras. Jamás lo hiciste. Fui el padrino en tu boda. Era el mejor amigo de Eric. Nadie me dijo que te habías quedado embarazada, ni que os habíais divorciado. ¿Tenías pensado buscarme antes de verte envuelta en este lío? ¿O, por el contrario, te importo una mierda?
—¡Oh, Dios! —La culpa era patente en su expresión—. ¿Es eso lo que piensas? Por supuesto que me importas. Aquella noche, hasta Eric se dio cuenta de que los sentimientos que tenía por ti no eran sólo platónicos.
Tyler se quedó paralizado. ¿Delaney le había deseado antes de que hicieran el amor?
—¡Oh! No parezcas tan sorprendido. —Del frunció el ceño de una manera tan encantadora que él quiso besarla—. Durante la semana siguiente lo intenté todo para apaciguarlo. Intenté convencerlo para que se pusiera en contacto contigo y hablarais. Me prohibió que te llamara. Por regla general le hubiera dicho que se fuera al infierno, pero estaba intentando salvar mi matrimonio.
Su compañero de trabajo y mejor amigo no quiso ponerse en contacto con él, y todo por una esposa que Eric no amaba ni apreciaba. ¡Qué capullo!
—Pero siempre tuve intención de hacerlo.
Él quería creerla y notó un aleteo en el pecho al pensar que ella también le había deseado.
—Intenté mandarte un mensaje de texto una semana después. —Una expresión de tristeza cubrió sus rasgos—. Pero, un día que no estaba en casa, Eric fue a la tienda de móviles, les entregó mi teléfono y cambió el número. Cuando comencé a buscar, todos mis contactos habían desaparecido, junto con las fotos que tenía tuyas.
Así que Eric se había comportado como un bastardo celoso y había hecho todo lo imposible para interponerse entre ellos. ¿Fue porque quería arreglar las cosas con Del o sólo porque otro hombre le había desafiado para ocupar el corazón de su esposa? Apostaba algo a que una vez que él se fue a Lafayette, Eric volcó toda su cólera en ella haciéndola sentir culpable y miserable.
En aquel momento comprendió que marcharse de Los Ángeles para resolver el caso de Lafayette les daría el tiempo y el espacio que necesitaban. Cuando Del no respondió a sus mensajes, y Eric le contestó con monosílabos, se planteó quedarse en Louisiana e intentó convencerse a sí mismo de que estaba enamorado de otra persona mientras buscaba consuelo en el sexo. Aquello fue lo peor que pudo hacer. ¿Cuan diferente sería todo ahora si hubiera admitido entonces que quería a Del y hubiera luchado por conseguirla?
Se sentó en el borde de la cama.
—¿Qué ocurrió después?
—Durante un tiempo, tanto Eric como yo intentamos que funcionara, pero no llegamos a hablar de… de esa noche. Cada día que pasaba, él se hundía más en la cólera; luego ésta se convirtió en depresión. Como las primeras semanas después del tiroteo, pero peor. Comenzó a beber. Mucho. Cuando la prueba de embarazo dio positiva, fue la gota que colmó el vaso.
—¿Entonces le dejaste?
Ella apretó los labios, vacilando.
—Él me pidió que me marchara.
Tyler se levantó de golpe.
—¿Ese hijo de perra te echó a la calle sabiendo que estabas embarazada? Sabía que no tenías familia ni ningún sido donde ir.
—Estuve una semana en un motel mientras buscaba piso. —Ella se encogió de hombros—. Fue lo mejor.
La furia le hacía hervir por dentro. Su amigo no siempre había sido un marido fiel, pero al menos pensaba que se ocuparía del bienestar de Delaney. ¡Menudo capullo!
Y Del lo había pasado todo sola. Dolores, los brutales cambios físicos… Había estado cerca de Kimber y Alyssa cuando estuvieron embarazadas. Se quejaban a todas horas; de la frecuencia con que orinaban, de los dolores de espalda, de la hinchazón de tobillos, de los antojos y ascos con la comida. Deke y Luc habían estado a su disposición para cada capricho, habían asumido el control de todas las responsabilidades para que ellas pudieran descansar. ¿Quién la había ayudado cuando dejó de trabajar? ¿Cuándo regresó a casa con un recién nacido?
—Voy a matarle.
Tyler se dio cuenta entonces de que para él no había sido mucho mejor. Había estado en Lafayette, hundido hasta las pelotas en Jack Daniels y strippers. Se sintió culpable.
«¿Qué iba a esperar de ti?». Casi podía escuchar la voz de su madre: «De tal palo, tal astilla…».
—No lo hagas. —Del parecía cansada—. No solucionarías nada. Si te sirve de consuelo, no estuve sola. Eric me echó una mano con los documentos de la casa y cuando dejé de trabajar. Fue él quien me llevó al hospital. En realidad me acompañó durante el parto. No es una mala persona, simplemente se sintió inseguro y se desquitó conmigo. Y sabes cómo cambió su vida el tiroteo.
Eric había visto nacer a su hijo. Tyler se preguntó qué estaría haciendo él esa noche. ¿Emborrachándose y follando con alguna tía que no recordaba?
—Lo siento mucho. Sabía que podrías estar embarazada y…
—¿Y qué? No tenías forma de ponerte en contacto conmigo. No esperaba que fueras vidente.
No mostraba anhelo, ni cólera. Nada. ¡Joder!, casi prefería que le culpara de algo.
—¿No deseaste, ni siquiera por un instante, que el padre de tu hijo estuviera allí para sostenerte la mano y ayudarte?
—Es agua pasada, Tyler. Estoy bien, así que no pierdas el tiempo sintiéndote culpable. Miremos al futuro y pongamos fin a este asunto con Carlson. Entonces podrás volver a tu vida y yo podré recuperar la mía.
—¿Y luego qué? ¿Se supone que tengo que ignorar que tengo un hijo que me necesita? ¿O que su hermosa madre parece decidida a criarle sin contar conmigo?
—Ahora mismo es noche cerrada. Y se supone que lo que tienes que hacer es dormir.
Sin una palabra más, se subió a la cama. Tyler la imitó, pero el sueño no llegó.
Maldición, no quería dejar las cosas así. Pero, aunque ella estuviera dispuesta a vivir con él en el futuro, ¿qué sabía de ser un buen marido y padre? ¿Cómo lograría convencerla de que resolvería lo que surgiera y de que sería mejor hombre que Eric, cuando ni siquiera él mismo estaba seguro de poder conseguirlo?