Delaney tragó saliva ante la cercanía de Tyler. ¡Oh, Dios!, durante años había revoloteado a su alrededor, llegando incluso a sentarse en su regazo, y nunca le consideró nada más que un amigo. Sin embargo, una noche había cambiado la sintonía en la que vibraban sus cuerpos quedando dolorosamente armonizados. Dejó a un lado esos pensamientos y apoyó con fuerza las palmas contra el estómago de Tyler para apartarle.
—No, ahora no vamos a hablar de nada, Tyler. Seth y yo vamos a darnos una ducha. Luego, si quieres, puedes leerle un cuento. Después, él y yo nos iremos a dormir. Si no tienes una cama disponible, iremos a un motel y volveremos mañana, pero…
—Claro que tengo una cama para ti. No vas a ir a ningún sitio.
Ella no discutió, aquello era perfecto para sus planes.
—Muy bien. Gracias. Pero quiero que entiendas una cosa, tú en tu cama y yo en la mía.
Tyler apretó los dientes.
—¡Maldita sea, Del! No te hice daño aquella noche… la noche que hicimos el amor.
Físicamente no. Casi hubiera sido mejor que todo el mal hubiera sido ése. Él la había hecho alcanzar un maravilloso clímax tras otro, llevándola el límite del placer como nunca hubiera imaginado. Un éxtasis que Eric jamás logró hacerle sentir.
Quiso arrojarle las palabras a la cara y gritarle que había otras maneras de hacer daño. La aparente facilidad con la que él la había abandonado sin mirar atrás había sido mucho más dolorosa que cualquier daño físico, en especial después de que se diera cuenta de lo mucho que le necesitaba. Le dolía más ahora al ser consciente de que, desde que se habían separado, él había volcado su interés en un montón de strippers y polvos de una noche. No es que le sorprendiera, pero… ¿se habría acordado de ella aunque sólo fuera una vez?
Ignoró ese pensamiento. No era culpa suya que estuviera interesada en él, pero que Tyler no sintiera nada por ella dolía. Lo cierto es que, cuando se marchó, simplemente había hecho lo que ella le había pedido.
—No te haré daño —añadió él ante su silencio.
«No, porque no te lo permitiré».
—Te avisaré cuando Seth esté listo para que le leas el cuento.
Tyler vaciló y la miró de manera inquisitiva. ¿En busca de qué? ¿De una grieta en sus barreras? ¿De algún indicio de que ella le quisiera? ¿De una señal de que le odiara? Quizá estaba suponiendo demasiadas cosas. Al final sólo había sido otro polvo más, uno en el que fue tan descuidado como para dejarla embarazada. A Tyler sólo le importaba Seth, como debía ser, y ella tenía que olvidar esas emociones que podrían haber existido entre ellos; debía seguir adelante.
Por fin, él asintió con la cabeza.
—Las toallas están debajo del lavabo. El champú y el jabón están en la repisa de la bañera. Tómate el tiempo que necesites.
Dicho eso se alejó. Había sacado el teléfono de la funda que llevaba en el cinturón antes incluso de abandonar la estancia. Lo más probable es que estuviera llamando a Jack o Deke.
Suspiró. No le importaba si estaba enfadado. Seth era lo único importante, no tenía por qué sentirse culpable. Debía seguir adelante como había hecho desde el divorcio, o al menos intentarlo. Eso era lo mejor que podía hacer.
Tomó a Seth en brazos, que protestó al verse privado de sus juguetes, y para que se tranquilizara le dio una pelota de plástico con la que podría jugar en la ducha.
Unos minutos después estaba bajo el chorro del agua caliente. Seth jugaba a sus pies mientras ella se lavaba el pelo. Incluso había encontrado una maquinilla de afeitar nueva en el cajón de arriba y había hecho uso de ella. Después de enjuagarse se sintió casi humana. Luego se ocupó de Seth, que no soltó la pelota en ningún momento, hasta que estuvo reluciente.
En cuanto apartó la cortina de la ducha y salió de la bañera, se dio cuenta de que su bolsa no estaba donde la había dejado. No vio sus artículos de tocador ni la ropa. Eso era cosa de Tyler, la rata. ¿Cómo se había atrevido a entrar sigilosamente mientras se bañaba para llevarse sus cosas?
Se cubrió con una toalla y dejó a Seth envuelto en otra antes de abrir la puerta.
—¡Tyler, maldita sea!
Unos segundos después, escuchó el zumbido de la lavadora. Se acercó y le vio revolviendo en la bolsa para sacar un pañal y un pijama para Seth.
Él se dio la vuelta justo en ese momento y la miró con tanto ardor que se vio obligada a aferrarse a la toalla como si fuera un salvavidas al tiempo que daba un paso atrás.
¿Por qué demonios la miraba así?
El agua goteaba desde la punta de sus cabellos hasta sus hombros y luego le chorreaba por los brazos. El aire acondicionado estaba encendido. Sus pezones se erizaron bajo la toalla y los ojos verdes de Tyler se clavaron en ellos.
Delaney contuvo el aliento. Una rápida mirada más abajo del cinturón le confirmó la erección que presionaba contra la bragueta. Recordaba perfectamente la manera en que cada uno de aquellos centímetros la había dilatado, llevándola casi al borde del dolor, cuando la penetró. Como resultado había notado un delicioso malestar al día siguiente.
—No. No vayas por ahí.
—¿A qué te refieres? —repuso él inocentemente.
¿Tyler inocente? Contuvo un bufido. Quizá cuando tenía cuatro años, y sólo quizá.
—Deja de lanzarme esas miradas… provocativas. ¿Por qué has cogido mi bolsa?
Tyler contuvo una sonrisa y le tendió la muda de Seth.
—Sólo quería ayudarte. He supuesto que la ropa estaba sucia y la he puesto a lavar. No llevas ningún arma en el equipaje.
—Quise ocuparme de la seguridad de Seth antes de hacerme con una.
—¿Y si te hubieran seguido? ¿Y si alguien te hubiera atacado?
Ya había pensado en ello, pero todavía no se sentía tan cómoda con una pistola como le gustaría; desde luego, no como para llevarla consigo de un lado para otro y poder usarla como elemento intimidador.
—No lo consideré necesario. Apenas me he bajado del coche y, además, temía que si llevaba un arma acabaran usándola contra mí. Ya sabes que eso es lo que suele ocurrir según las estadísticas.
Tyler se acercó más al tiempo que se frotaba la nuca.
—Sí. Pero voy a conseguir un arma adecuada para ti, ángel. No pienso aceptar una negativa.
Por un instante, ella quiso negarse; no le gustaban las armas. Lo cierto es que, en ese momento concreto, tampoco le gustaba Tyler. Pero sabía que él tenía razón. Por su bien, y por el de Seth, asintió con la cabeza.
—De acuerdo.
Él tomó las húmedas puntas de sus cabellos entre los dedos y las frotó mientras la miraba fijamente.
Durante un segundo, ella fue incapaz de respirar y le dio la impresión de viajar en el tiempo a dos años atrás. El olor del verano, de la cerveza, las risas… La sensación de arrancarle a Tyler la ropa y de su miembro profundamente enterrado en su interior mientras los ojos de Eric brillaban de excitación.
—Ángel —murmuró Tyler rozándole la mejilla con el pulgar—. Me alegro de que hayas recurrido a mí. Me gustaría que hubieras venido antes.
Ella notó una opresión en el estómago y se le aceleró la respiración. A menos que quisiera caer en los brazos de Tyler otra vez, repitiendo el mismo error, debía alejarse de él.
Reunió todas sus fuerzas y dio un paso atrás.
—Los dos seguiremos adelante.
La expresión de Tyler se tiñó de cólera.
—No pienso permitir que Seth salga de mi vida.
Su primer instinto fue discutir con él. ¿Dónde había estado durante los dos últimos años? Pero hubiera sido injusto; había sido ella la que le obligó a marchar. Y Seth era lo primero.
—Le vendrá bien que haya una figura paterna en su vida. Llegaremos a un acuerdo sobre el régimen de visitas, pero no necesito ayuda económica.
Tyler la tomó por el brazo y la acercó a su cuerpo.
—¡Qué terca eres! No lo dudes, resolveremos esto. Hasta el último detalle.
No se lo esperaba y su ímpetu la sorprendió.
—Jamás habría imaginado que tuvieras instinto paternal.
—Fue mirarle y todo cambió para mí, Del.
Ella no podía asumirlo. Durante todo el embarazo se esforzó en no relacionar con Tyler al niño que crecía en su interior y se concentró en cómo compaginaría un bebé con su trabajo, en cómo afectaría a su cuerpo, a su vida. Desde el momento en que vio a Seth, fue lo más importante para ella. Todo lo demás acabaría resolviéndose de una manera u otra.
—Suficiente por ahora.
—Cuando sea el momento, quiero recuperar todo lo que me he perdido.
Una parte de ella intentó odiarle por querer involucrarse tanto, como si al hacerlo estuviera insinuando que ella no había estado a la altura, pero por otro lado la emocionaba muchísimo que a él le importara tanto su hijo. Se tragó las lágrimas. Había pasado mucho tiempo sintiéndose sola. Permitir que Tyler se acercara a ella era peligroso en muchos aspectos y retrocedió.
—Por supuesto.
De repente, Seth gimió, indicando que ya no quería estar solo, y dobló la esquina arrastrando la toalla. Del corrió hacia el niño, pero le resultó imposible sujetar la toalla y recoger a su hijo a la vez. Tyler fue más rápido y lo alzó en brazos para estrecharlo contra su ancho pecho al tiempo que le daba un beso en la sonrojada mejilla.
—Vamos a ponernos el pijama, Spidey.
Seth apretó la cara de Tyler y sonrió.
Ella no pudo evitarlo; se le derritió el corazón. Padre e hijo se parecían muchísimo. Ver el afecto que estaba surgiendo entre ellos la dejó sin palabras. Tuvo que darse la vuelta.
—Tienes que ponerte el pijama —insistió Tyler—. Luego te leeré un cuento. Del, esto es para ti.
Le mostró una camiseta enorme de color gris que ponía «Louisiana Cajún Country» en la pechera, sobre la caricatura de un barbudo con una escopeta en las manos que pisoteaba a un caimán junto a un pequeño bote de remos.
Era una de las cosas más feas que hubiera visto nunca.
—¿Tengo que dormir con eso?
—A no ser que… —él se inclinó hacia ella con la mirada clavada en sus ojos—… prefieras dormir desnuda.
—Lo que me ponga para dormir no es asunto tuyo, pero gracias. —Le arrancó la prenda de la mano y se dio la vuelta sin decir una palabra más.
Una vez en el cuarto de baño, cerró la puerta y corrió el pestillo mientras parpadeaba furiosa, intentando recuperar el control de su respiración. Pero el aroma a Tyler; viril, personal y lleno de algo vital, emanaba de la camiseta. Era como oler testosterona en estado puro. Y no tenía otra cosa que ponerse; la bolsa estaba fuera y era eso o la toalla.
Tras extenderse la crema hidratante y peinarse con los dedos, se puso la camiseta y… se le debilitaron las rodillas. ¡Oh, Dios! Su olor la envolvió, la rodeó, inundó sus fosas nasales al notar el algodón contra los pechos, rozándole luego el abdomen, los muslos, el monte de Venus. Se enderezó y abrió la puerta del cuarto de baño; a cada paso sentía la fricción de la camiseta en su piel. Era como si él la rodeara.
Sería imposible que pasara la noche con esa prenda sin volverse loca. Tyler había sido inolvidable la noche que se enterró en su interior y ella recordaba perfectamente su intoxicante aroma masculino.
Y ahora era mucho peor, porque sabía exactamente qué se estaba perdiendo.
Intentó ignorar ese pensamiento mientras recorría el pasillo hasta la cocina. Al llegar allí, se detuvo en el umbral.
Tyler estaba sentado en un taburete con una cerveza en una mano mientras sostenía a Seth, ahora con un pañal limpio y el pijama puesto, en su regazo. Le estaba leyendo uno de sus libros favoritos, sobre animales que bailaban en el patio de una granja. Su hombrecito se deshacía en sonrisas mientras miraba a su padre con admiración; era como si supiera que se trataba de alguien importante y especial.
Los ojos se le llenaron de lágrimas. «¡Maldición!, ¿qué le ocurría esa noche?». Ya esperaba que encontrarse con Tyler, y tener que enfrentarse a su pasado, haría que afloraran muchas emociones. No había sido capaz de adivinar qué tipo de reacción tendría él, pero la escena que se mostraba ante sus ojos era más tierna que cualquiera que hubiese podido imaginar. Casi hacía que mereciera la pena el peligro, la adrenalina y los desvelos; sus emociones parecían a punto de caer por un acantilado.
Sin vacilar ni una vez, Tyler terminó el libro y lo cerró. Luego le tendió al bebé y se levantó del taburete.
—Tu mamá necesita un abrazo —le aseguró al niño.
Seth le rodeó el cuello y la estrujó con todas sus fuerzas. Ella perdió el control y, escondiendo la cara en el cuello de su hijo, intentó contener los sollozos.
Después de que el niño le diera un sonoro beso en los labios, Tyler volvió a tomarlo en brazos con suavidad para rodearle la cintura con un brazo y estrecharla contra su pecho. Era sólido y cálido. Su corazón le retumbaba con fuerza bajo el oído. Se vio envuelta en otra oleada de aroma masculino y se dio cuenta de que era la primera vez que no estaba aterrorizada desde… aquella noche.
—Desahógate, ángel. Estoy aquí.
Ella sollozó un par de veces. ¡Oh, Dios!, sería tan fácil apoyarse en él. ¡Y tan injusto!
Dio un paso atrás con un controlado movimiento de cabeza, conteniendo las lágrimas que le hacían arder los ojos.
—No. Son mis problemas. Mi vida. Lo único que quiero es que te encargues de Seth. Me moriría si le ocurriera algo.
—Estará bien. Y tú también. Respira hondo.
Ella aspiró entrecortadamente, luego soltó el aire muy despacio y comenzó a sentirse mejor. Pero se mentiría a sí misma si no reconociera que se moría por disfrutar de otro abrazo de Tyler.
—Bueno, ya está todo listo —atronó una voz en el pasillo, a su espalda.
Del contuvo el aliento y se giró al tiempo que tiraba de la camiseta. Fue muy consciente de que, desde que Tyler se había apropiado de su bolsa, no tenía bragas ni ninguna otra prenda. La camiseta le cubría las nalgas e incluso más abajo, pero…
Deke entró en la cocina y no pudo contener una amplia sonrisa.
—¿Interrumpo algo?
—No seas tan mal pensado, pervertido. —Tyler atravesó la cocina para coger una cerveza en la nevera y se la tiró—. ¿Ha habido algún problema?
—No. Todo ha ido como la seda.
—Gracias.
—De nada.
¿De qué demonios hablaban?
—¿Puedes darnos unos segundos? —preguntó Tyler a su amigo.
—Claro. —Deke abrió la lata de cerveza y luego lanzó la anilla a la basura—. Voy a ver un poco la tele. Están emitiendo un partido de baloncesto interesante.
—Gracias.
Dicho y hecho; Deke se dirigió a la sala. Tyler acunó a Seth entre sus musculosos brazos. Ella intentó no fijarse en el abultado bíceps y se acercó a la encimera para coger su bolsa mientras mantenía la camiseta en su lugar con la otra mano.
Tyler contuvo una sonrisa.
—Venga, vamos.
Ella le siguió con un suspiro. Por un lado no quería más que alejarse de él; pero iba a marcharse muy pronto y, si él quería hablar, le debía por lo menos eso.
Sacó un peine de la bolsa y se lo pasó por el pelo con rapidez, luego lo volvió a guardar y le siguió por el pasillo hasta el dormitorio de invitados. Al entrar, vio una cuna de viaje en una esquina con una manta de vivos colores y uno de los juguetes de Seth en su interior.
Se volvió hacia Tyler aturdida.
—¿Cuándo? ¿Cómo?
—Le pedí ayuda a Deke. Él la trajo y la montó; Caleb no la necesita. Kimber y Alyssa han enviado algo de comida de bebé, así como pañales. Kata y Tara me han prometido comprar todo lo que Seth necesite, desde ropa a juguetes; sólo debo hacer una lista.
—Ya no me queda dinero.
Tyler tensó la mandíbula.
—¿Quieres dejar de intentar hacerlo todo sola? También es mi hijo.
Ahora le había ofendido, ¡maldición! Suspiró y se sentó en el borde de la cama.
—Lo siento, es la costumbre. ¿De qué querías hablar?
—No estás sola. Y no creas que voy a permitir que te enfrentes sola al peligro.
—Pero…
—No. ¿Cuánto mides? ¿Uno sesenta y cinco? ¿Y pesas unos sesenta kilos? ¿De verdad crees que podrás presentar batalla a un fiscal corrupto y ambicioso, al que no le importa matar, y a un asesino de los bajos fondos? ¿Acaso te has vuelto loca?
—Bueno, no voy a luchar contra ellos cuerpo a cuerpo. Sólo voy a intentar reunir las pruebas necesarias para escribir un artículo sólido con el que desenmascarar a Carlson. Una vez que el artículo esté en la calle no podrá hacer nada. No podrá impedir que le acusen. Ya te he dicho que puedo ser la única que lo consiga y no va a dejar de acosarme.
Tyler besó a Seth en la cabecita y sostuvo al niño frente a ella para que hiciera lo mismo. Del lo tomó en brazos y aspiró el familiar olor a jabón, a bebé, preguntándose si sería ésa la última vez que lo abrazaba. El corazón se le detuvo y estuvo a punto de rompérsele sólo de pensarlo.
Antes de tener la oportunidad de cambiar de idea, se acercó a la cuna de viaje y acomodó a Seth en el interior. Él se frotó los ojos. Cuando vio su peluche favorito, una grúa de trapo con cara de felicidad, lo apretó entre sus manitas antes de abrazarlo al tiempo que cerraba los ojos con un suspiro.
—No podemos hablar aquí si queremos que se duerma —susurró ella.
Tyler miró a Seth y asintió con la cabeza mientras la tomaba de la mano. Del lanzó una mirada a su bolsa. Debería de ponerse la ropa interior antes de hablar con él. No obstante, si realmente quisiera acostarse con ella, ya estaría desnuda en medio de la cama. Era muy bueno.
Pero estaba claro que lo único que quería era hablar con ella como lo haría con una amiga que le importara, la madre de su hijo. La manera en que la había mirado antes… Bueno, le había parado los pies. Desde ese momento él había respetado su deseo. Tanto como era posible.
En silencio, la condujo al pasillo para dirigirse a su propio dormitorio. Ella se puso rígida cuando le vio cerrar la puerta.
—Si Seth se pusiera a llorar no podré oírle.
—Entonces no pierdas el tiempo y reconoce que no puedes hacerlo sola. No voy a permitírtelo, Delaney.
—No lo hagas más difícil de lo que ya es. No es que esté deseando separarme de Seth ni dejarlo en manos de un padre que apenas conoce. Pero ni él ni yo tenemos futuro si no aclaro todo esto.
Tyler se acercó a ella de manera amenazadora, gruñendo por lo bajo.
—Podrías acabar muerta si intentas jugar a hacerte la heroína. Si no te importa que te pregunte: ¿cómo demonios piensas desenmascarar a un funcionario corrupto y conseguir que un asesino acabe en prisión?
Delaney tragó saliva. Oh, Dios, Tyler era muy grande. Se había olvidado de lo alto, sólido y masculino que era.
—No tengo pensado regresar a la ciudad y anunciar mi presencia con un megáfono para que esos tipos comiencen a usarme como blanco de sus balas. Sólo necesito reunir más pruebas, y si no se enteran de que he vuelto no será demasiado peligroso. A lo largo de la última semana he aprendido a ocultarme, a disfrazarme. Quizá contrate los servicios de un investigador privado para que me ayude. Ya pensaré algo; no soy estúpida.
Tyler se acercó todavía más.
—Eres demasiado valiente para reconocer el peligro de la situación. ¡Maldita seas!, me pones furioso.
—¿Porque dejo contigo a un bebé y no sabes qué hacer con él? Pues perdona, pero no tengo otra opción. Incluso aunque sea tu hijo, ¿crees que me ha resultado fácil venir a pedirte ayuda?
En cuanto dijo las palabras supo que estaba siendo injusta. Desde que había llegado con Seth, él no había hecho más que demostrar lo mucho que le emocionaba estar con su hijo. Pero la alternativa, admitir que la cólera de Tyler estaba motivada por su preocupación por ella, era demasiado dulce como para poder soportarla. A una diminuta parte de ella le encantaría apoyarse en él y dejar todo en sus manos. Pero no podía hacerlo.
—¡No digas tonterías! Me encanta tener a Seth aquí.
—Lo sé. Lo siento. Es sólo que… estoy cansada. Hace días que no duermo como es debido. —Estaba embrollando todavía más la situación y lo sabía. Tenía que detenerse. A nadie le gustaban los problemas.
—¡Joder! Estoy deseando llevarte a la cama desde que traspasaste la puerta… No, en realidad no hago más que pensar en eso desde hace veintitrés meses. Pero vamos a centrarnos, incluso tú sabes que esta investigación es muy peligrosa. No estás entrenada para enfrentarte a este tipo de amenaza. Tienes que permitir que Deke y Kimber o Luc y Alyssa se ocupen de Seth mientras yo te ayudo a despachar a estos cabrones.
Sí, cada vez era más tentador ceder, apoyarse en su fuerte presencia; tenerlo a su lado. Pero no conseguiría realizar la tarea que le esperaba si estaba preocupada por Seth. Era posible que Tyler fuera un insensato, pero también era muy protector; sabía que no permitiría que le pasara nada a su hijo y eso le proporcionaría la tranquilidad y la fuerza necesarias para hacer lo que debía.
—Por favor, déjame marchar. No sabría a quién más recurrir. Si te niegas… Por favor, hazlo por mí…
—¿Quieres decir que debo permitir que te marches ahora, cuando más me necesitas? ¿Igual que hice después de sumergirme en tu cuerpo más profundamente que ningún otro hombre antes? ¿Quieres que te deje marchar sólo porque tú me lo dices? ¿Porque crees que no tienes a nadie más?
Tyler se acercó todavía más y, de repente, ella sintió la puerta del dormitorio en la espalda. Le puso las manos a ambos lados de la cabeza y se inclinó hacia ella. Su corazón comenzó a latir a toda velocidad; aquel hombre exudaba testosterona por los cuatro costados y se sintió tan abrumada que le temblaron las piernas. Se apretó contra la madera… Pero él se aproximó todavía más, presionándose contra ella sin dejar de taladrarla con sus ojos verdes.
—¿De verdad crees que voy a escucharte como hice la última vez? —la desafió.
Había sido terrible. Eric había terminado por decirle que Tyler se había escabullido porque lo único que había querido era follar con ella. No había atendido a razones. Al dar positiva la prueba de embarazo, su matrimonio terminó de hacer aguas. Para entonces, Tyler ya se había marchado; le había perdido, pero…
Delaney cerró los ojos.
—Ahora es diferente.
—Sí, ahora es mucho peor. Seth podría perderte para el resto de su vida. Yo podría perderte para siempre en lugar de por dos años. No va a ocurrir, ángel. La última vez te hice caso, pero ahora será a mi manera.
Tyler le acunó la cara entre sus grandes manos al tiempo que le miraba los labios. Presionó todo su cuerpo contra el de ella; la delgada tela de la camiseta no pudo protegerla del abrasador calor que desprendía. Él frotó la dura erección contra su monte de Venus consiguiendo que su corazón comenzara a latir descontrolado.
Durante un momento, él se quedó inmóvil, con los labios a un suspiro de los de ella, mirándola fijamente a los ojos como si quisiera hipnotizarla. Luego bajó la boca, cada vez más cerca. Ella cerró los puños a los costados para no rodearle el cuello con los brazos, para no envolverlo entre sus piernas, para no suplicarle todo aquello que él podía darle: seguridad, tranquilidad… un febril deseo, un inusitado placer.
Él suspiró sobre su boca con los labios separados. ¡Oh, Dios!, casi no podía respirar. Ya, le deseaba con todas sus fuerzas; su corazón estaba a punto de estallar; la comezón que sentía en el vientre la estaba matando. Pero sabía que si la besaba, todo eso se multiplicaría por diez.
—No lo hagas —susurró.
Él vaciló, pero inclinó la cabeza para hablarle al oído.
—Será a mi manera, Del.
Luego le apresó el lóbulo de la oreja entre los dientes haciendo que un veloz estremecimiento la recorriera de pies a cabeza.
No pudo tomar aliento antes de que los labios de Tyler se apoderaran de los suyos. Hambrientos pero tiernos; parecía que quisiera saborearla. El pasado, la larga lista de conquistas de él, la dolorosa situación que ella vivía… Todo pasó en un instante a un segundo plano, arrastrado por su estrecho abrazo. La sensación de familiaridad era casi dolorosa. El beso la seducía. No hubiera podido detener el cálido burbujeo que nació en su interior ni siquiera aunque lo intentara y sus labios se ablandaron, anhelantes.
Un instante después, él gimió y comenzó a saquearle la boca. El ardor que provocó la inundó desde dentro, formando una hoguera en el interior de su vientre que se expandió en su sexo. El calor del aliento de Tyler en los labios consiguió que ella también abriera la boca para corresponder a su pasión. Le rodeó con los brazos y comenzó a friccionarse contra los tensos músculos masculinos, contra el duro miembro.
Se quedó sin aliento. Él se volvió todavía más brusco y deslizó la mano por debajo de la camiseta, marcando a fuego la piel de su espalda, sujetándola contra su cuerpo sin que se interpusiera entre ellos ni una brizna de aire.
Gimió; ya no era capaz de hilar un pensamiento coherente. Su cuerpo tomó el control y apresó la camiseta de Tyler entre los dedos, apretando sus hombros para acercarle todavía más. Abrió la boca del todo para igualar el ardor de su beso. Necesitaba eso y más, y Tyler se lo dio. Él le agarró un muslo y lo enlazó a su cadera para presionar con más fuerza contra el necesitado brote que latía entre sus piernas. Gimió.
De repente, se puso rígida.
«No, no, no…». Por favor, que aquella brillante respuesta que sentía en su interior no fuera más que un espejismo. No podía ser una tenue promesa. No…
Porque si lo fuera, tenía un grave problema.
Pero era demasiado real, demasiado intenso. Y eso que hacía un mundo que no sentía ese anhelo, esa incontenible atracción, ese atormentador deseo que la impulsaba a sumergirse en aquel hombre.
No, no era el momento de dejarse llevar. Su vida —y su hijo— dependían de ello.
Arrancó los labios de los de él y giró la cabeza. Le gustaría alejarse y decirle que no la había afectado en absoluto, pero sus estremecimientos y jadeos contradirían sus palabras, por no hablar del salvaje retumbar de su corazón. Tyler no era estúpido; ni estaba ciego. Sentía su mirada sobre ella, pesada y abrasadora, evaluando sus reacciones. Contuvo el aliento ante el pensamiento. Su único consuelo era que él también tenía la respiración entrecortada.
«No dejes que vuelva a besarte».
Si volvía a apoderarse de sus labios, estaría perdida.
Con suma suavidad, él le puso un dedo debajo de la barbilla y la obligó a mirarle.
—¿Del?
¿Qué demonios quería que le dijera? ¿O sólo estaba buscando permiso para seguir?
Ella negó con la cabeza.
—No vuelvas a hacer eso.
Vio que le palpitaba un músculo en la mandíbula.
—Dime la verdad, ¿por qué has venido?
—Porque no tenía otro sitio donde ir. Por favor, no hagas que lo lamente. Sólo… ocúpate de Seth. Regresaré tan pronto como pueda.
Dicho eso, se escabulló por debajo de su brazo y se dio la vuelta. Comenzó a accionar frenéticamente la manilla de la puerta. ¡Maldita sea!, tenía que alejarse antes de hacer algo que luego lamentaría.
Con una sorda maldición, él dio un paso atrás y la dejó salir. Al instante, ella corrió por el pasillo hacia la habitación de invitados como si le persiguieran todos los demonios del infierno.
Porque así era. Tyler lo había conseguido con sólo un beso. No se hacía ilusiones; él la había dejado marchar porque había querido. Si alguna vez volvía a poner las manos sobre su cuerpo no habría ninguna posibilidad de que la soltara hasta que ambos estuvieran completamente saciados. Y ella no tendría fuerzas suficientes para rechazarle.
«¿En qué demonios estabas pensando?», se recriminó Tyler. Conocía la respuesta a esa pregunta y no era apta para todos los públicos. ¡Joder!, Delaney le encendía como ninguna otra mujer. ¿Por qué, sino, aquel beso renuente le parecía más satisfactorio que cualquier mamada que le hubiera hecho alguna de las chicas de Alyssa? Saborear sus labios, notar su sexo contra su erección le calentaba más que cualquier otra cosa.
Mientras observaba el dulce contoneo del respingón culito alejándose por el pasillo a toda velocidad en busca de la seguridad del dormitorio, comenzó a cuestionarse realmente a sí mismo. ¿Por qué se dedicaba a besar a una mujer que le había dicho «no»? Por la misma razón que ella le miraba jadeante. Deseo. Un intenso deseo que era incapaz de contener. Que estaba más allá de los escrúpulos. Después de sobreponerse a la sorpresa de verla en su puerta y de saber que habían tenido un hijo, el deseo había inundado cada célula de su ser; un deseo cruel e imparable.
¿Por qué?
No quería responder a esa pregunta.
Sin embargo, su pene no parecía comprender que, después de haber inmovilizado a Delaney contra la puerta y de sentir cada centímetro de aquellas suaves curvas contra su cuerpo, ella hubiera desaparecido. No, no era capaz de asumir que se hubiera retirado tras dejarle sentir el suave roce de su lengua, la dureza de sus insolentes pezones. Y, ¡Dios!, ¿qué decir de sus gemidos y jadeos? Suspiró y se pasó una mano por la cara.
Aun así, si se tratara sólo de deseo no pasaría nada. Se arrancaría los vaqueros y se ocuparía de encontrar satisfacción con su propia mano. Lo había hecho muchas veces. Pero ahora mismo eso no serviría para enfriar la intensa palpitación de su miembro. Quería follar. Quería follar hasta que no pudiera mover un dedo; y sólo le valía ella.
¿No era una putada?
Con un suspiro, se sentó en el borde de la cama. No quería sentir aquella agitación. El deseo era algo sencillo. Lo que sentía por ella era mucho más complicado.
Respiró hondo y se acomodó el duro pene en el interior de los pantalones, deseando que bajara la erección. Lo último que necesitaba en ese momento era que Deke comenzara a burlarse de él.
Cuando por fin recobró algo de control se dirigió a la salita, donde se escuchaba la estruendosa voz del locutor que retransmitía un partido de los Dallas Mavericks. Se desplomó pesadamente en el sofá oscuro al lado de Deke.
—He visto que Delaney regresaba a su dormitorio corriendo como si le persiguieran todos los fuegos del infierno. ¿Los has encendido tú?
¿Por qué Deke no se metería en sus propios asuntos?
—¿Por qué no te vas a tomar un poco por el culo?
Deke se rio con aire de superioridad.
—Así que te ha salido todo mal. Pues estoy seguro de que, en este momento, ella está intentando odiarte.
«Dime algo que no sepa». Señaló a su amigo con el dedo.
Deke volvió a reírse. Luego se estiró lentamente y lanzó una mirada de reojo al móvil.
—Tengo que llamar a Kimber. ¿Dentro de cuanto tiempo crees que intentará huir Delaney?
—Dale por lo menos un par de horas. Esperará hasta que esté dormido.
—Sí, es probable.
—Quizá debería fingir que me voy a la cama.
—Sí, me parece una buena idea. Yo me acomodaré en el sofá. No sabrá que estoy aquí, pero… ¿Podríamos esperar un poco? El partido está en lo mejor.
—¿De veras? —Intentó mostrarse interesado, pero, en vez de lograrlo, clavó sin ver los ojos en la pantalla y, mientras las imágenes se movían, recordó otro mayo muy caliente…