Tyler apretó los dientes y clavó los ojos en Delaney. Evidentemente esa mujer había perdido el juicio si pensaba, aunque fuera sólo por un instante, que iba a quedarse en casa cuidando del niño mientras ella se lanzaba de cabeza al peligro. Proteger era su trabajo; ella jamás se había enfrentado a nada así y él no pensaba permitir que empezara a hacerlo.
Pero la conocía bastante bien. Sabía que, si se ponía a discutir, ella sólo se empecinaría más. Así que midió sus palabras con mucho cuidado.
—Me alegro de tener la oportunidad de conocer a Seth.
Ella soltó el aliento que contenía y cerró los ojos aliviada.
—Gracias.
—Pero antes de que acceda a nada, vamos a negociar un poco, ángel.
Brindó a Del su sonrisa más deslumbrante, ésa con la que conseguía derretir corazones y bajar bragas desde que cumplió los trece años.
Pero ella también le conocía muy bien y entrecerró los ojos.
—¿Qué es lo que quieres? Dímelo.
Y a pesar de todo, él sonrió de oreja a oreja.
—¿Quién dice que te voy a pedir algo?
Ella soltó un bufido.
—¡Oh, Dios…! ¿Te has olvidado de la cantidad de veces que he visto esa expresión? Vas a pedirme algo aunque actuarás como si no fuera así. Luego irás a degüello, intentando obtener aquello que quieres, dándome coba hasta que: «a», yo crea que fue idea mía, o: «b», te dé las gracias por la sugerencia. O las dos cosas a la vez. No, no, amiguito, no. No pienso escucharte, no vas a negarte a ayudarme. Da igual lo que ocurrió entre nosotros en el pasado, sé que no quieres ver morir a tu hijo.
—Eso es cierto. Pero no estoy dispuesto a dejarte salir por esa puerta sin aclarar antes algunas cosas. A partir de ahora quiero disfrutar de derechos paternos. —Lo que era cierto, aunque no fuera su principal preocupación por el momento.
Ella le miró con sorpresa.
—¿Quieres un convenio de visitas?
Eso como mínimo, pero ya pulirían los detalles más tarde.
—Va por ahí la cosa. Pero también quiero que pienses en lo que estás haciendo. ¿Cómo crees que se tomará Seth que su madre le deje con un desconocido y luego regrese en una caja de pino?
Ella cerró los ojos.
—No quiero ni imaginármelo. Ojalá pudiera desaparecer del mapa, pero sé que Carlson va a seguir persiguiéndome. No va a dejar suelto un cabo que puede llevarle a la cárcel.
—No, no lo haría. Y no puedo llevarme a Seth conmigo. A ese hombre no le importará que el niño acabe siendo un daño colateral. Es todavía un bebé… —Sollozó, pero respiró hondo como si así lograra encontrar la fortaleza de ánimo suficiente como para seguir adelante—. Soy su madre y, para mí, lo más importante es que esté en un lugar seguro. Que esté a salvo.
Elegía la seguridad de Seth sobre la suya propia. «¡Joder!». Eso la hacía ganar enteros ante él, pero también que tuviera deseos de estrangularla. Se acarició la barbilla distraídamente; se le había ocurrido una idea. No es que fuera el plan perfecto, pero la obligaría a dar prioridad a ciertos objetivos y luego ya se ocuparía él del resto. Si lograba alcanzar su meta inicial, proteger a Delaney y eliminar a Carlson, el resto de la situación se resolvería por sí sola.
—Del, necesitas que alguien te proteja mientras aclaras todo este asunto.
—Lo único que necesito es que alguien proteja a Seth.
Por alguna condenada razón, él encontraba muy sexy que Delaney fuera una madre tan devota. Y no es que estuviera comparando esa dedicación materna con el deseo de acostarse con ella… Más bien le hacía consciente de su lado más primitivo, de su determinación, y eso hacía que la sangre se dirigiera más abajo del cinturón.
—Entiendo. Ya nos arreglaremos. —Tenía que actuar con mucha mano izquierda o el plan tendría un efecto no deseado—. Pareces cansada. Siéntate. ¿Cuánto tiempo hace que no comes algo? ¿Y que no duermes?
—Eso no importa. —Delaney meneó la cabeza, pero se sentó en una silla cercana—. ¿Vas a ayudarme o no?
—Ya hablaremos de eso. Primero dime, ¿por qué no me has buscado antes?
Ella lanzó un suspiro.
—Así que vamos a jugar a eso, ¿no? Bueno, si quieres que sea sincera, las cosas se pusieron difíciles. —Se frotó la frente con la mano—. En cuanto Eric se enteró de que estaba embarazada, quiso el divorcio. Tuve que ocuparme de un montón de cosas: buscar un lugar donde vivir, el embarazo y sus achaques, la documentación del divorcio… Y tú te habías marchado.
—Me dijiste que lo hiciera. —¡Maldición! Si no había sido eso lo que ella quería en realidad, iba a colgarse de una cuerda por no saber leer entre líneas.
—Es cierto. Eric no parecía ser capaz de asumir lo que ocurrió entre nosotros. Pensé que si le daba tiempo acabaría aceptándolo.
Cuando le pidió que se alejara, él sintió que se moría, pero aceptó porque pensó que eso ayudaría a Del y a Eric. Estaba seguro de estar dándole lo que necesitaba. Era evidente que no había sido así.
Y aún así, después de pasado el tiempo, Del estaba mejor sin su ex-marido.
La vio suspirar entrecortadamente.
—Fue entonces cuando Eric me dijo que te habías marchado del Estado, que te habías ido para siempre.
Tyler se quedó paralizado.
—¿Te indujo a creer que no quería regresar? ¿Que no me moría por llamarte infinidad de veces al día para saber si estabas bien? Porque ésa es la verdad.
Ella clavó en él aquellos enrojecidos y llorosos ojos azules.
—No me dijo nada y no sabía qué pensar. Tu reputación con las mujeres…
El mismo rollo con el que Alyssa y las demás chicas le habían estado machacando hacía menos de quince minutos, antes de que Delaney hubiera puesto su vida patas arriba… por segunda vez. Era irónico que su larga lista de conquistas fuera algo que obrara en su contra. Su karma debía de estar pasándoselo en grande. Y cada uno de los amigos que había hecho en Lafayette se enteraría de ello en los próximos minutos.
—¿Es por eso por lo que no intentaste buscarme? Te habría ayudado. Habría hecho lo que tú quisieras.
Sí, había sido uno de los mejores amigos de Eric desde que se convirtieron en compañeros en Antivicio, pero en algunos aspectos se había sentido más cercano a Delaney; más en sintonía con su sentido del humor, con su inteligencia. Había algo en ella… Realmente no había intuido de qué se trataba hasta que estuvo profundamente sumergido en su interior anhelando más. Hasta que fue demasiado tarde.
Ella negó con la cabeza.
—Necesitaba un padre para Seth y los dos sabemos que huyes de los compromisos. Al principio estaba enfadada porque te habías largado sin decir nada. Estaba cansada, enfadada y dominada por las hormonas. Me dije a mí misma que era mejor que no supieras que ibas a tener un hijo. —Él abrió la boca para recriminárselo, pero ella se lo impidió con un gesto—. No lo pensé más de diez minutos. Luego me sentí… abandonada. Creía que te habías ido a una misión, pero no regresaste. Sabía que debías estar usando un nombre falso y que me resultaría imposible encontrarte. Desde luego, Eric no iba a ayudarme.
En su mente, él añadió eso a la lista de pecados de Eric, y pensó que el día que le tuviera delante iba a darle una paliza y se quedaría la mar de satisfecho.
—Y supongo que… una parte de mí quería que el niño fuera mío. Sólo mío. Todas las demás personas de mi vida me abandonaron: mis padres al morir, Eric al divorciarse, tú también me dejaste sola. Pero el bebé… Podía criarle y quererle con toda mi alma obteniendo a cambio un amor incondicional. No era mi intención ser egoísta, creo que… —suspiró audiblemente—, me sentía herida. Sé que lo que hice no estuvo bien. Lo siento.
¡Joder! Ella siempre había sido capaz de aplacar su cólera y no fue distinto en esa ocasión. Si estuviera en su lugar, él también se habría enfadado y se habría sentido herido.
Delaney ahogó un sollozo y se puso la mano sobre la boca, intentando contenerlo.
Se puso de cuclillas ante ella, tras dejar a un intrigado Seth en su regazo, y la rodeó con los brazos. Ella sostuvo al niño con firmeza antes de ponerse rígida y apoyarse contra el respaldo, alejándose. Él suspiró, intentando ahogar la decepción que le roía las entrañas, pero le dio el espacio que pedía sin palabras.
—Tienes que comer algo, ángel. Y descansar. —Se quedó mirando fijamente a su hijo, que ahora daba palmaditas en la mano de su madre como si supiera que necesitaba consuelo—. ¿Qué te parece, Seth? ¿Quieres un sandwich de mantequilla de cacahuete?
Delaney alzó la cabeza bruscamente.
—Tiene alergia a la mantequilla de cacahuete. Te haré una lista de productos que le dan alergia y también de sus rutinas.
«Estupendo. A la persona que se ocupara del niño le vendría muy bien».
—¿Qué puede comer?
Ella se enjugó las lágrimas con impaciencia y brindó al bebé una inestable sonrisa.
—Nos gustan los huevos, ¿verdad? ¿A que comemos muchos huevos?
—Güevo —Seth esbozó una sonrisa.
Tyler sonrió de oreja a oreja. Bien, qué coincidencia, los huevos también eran una de sus comidas favoritas.
—Haré huevos.
—Gracias. —Como si se diera cuenta de repente de que le había devuelto la sonrisa, Delaney parpadeó y apartó la mirada—. ¿Puedo usar el cuarto de baño? Tengo que cambiarle el pañal.
Tyler señaló el fondo del pasillo y ella tomó una bolsa de pañales del cochecito del niño.
—Tómate el tiempo que necesites. ¿Revuelto de queso?
—¿Te acuerdas de cómo me gustan los huevos? —Ella se mordió los labios como si intentara ocultar que ese hecho la satisfacía.
¡Joder! Iba a averiguar exactamente lo que ella sentía. Sabía que su vida se había derrumbado como un castillo de naipes, pero estaba decidido a buscar la manera de volver a ponerlo en pie, al menos lo suficiente como para establecer una buena relación con la madre de su hijo.
Sin embargo, comenzaba a sospechar que eso no sería suficiente. A pesar de estar cansada y desarreglada, Delaney era todavía la mujer más sexy del mundo. A ratos le parecía independiente y sofisticada; en otros momentos, demasiado inocente. Decidida, valiente… Testaruda. Sí, iba a tener que derribar las barreras que ella había creado a su alrededor si quería desempeñar un papel más importante que ser el padre de Seth.
—Por supuesto que lo recuerdo.
—Pero a ti no te gustan los huevos revueltos con queso. —La vio fruncir el ceño.
Oh, ella también recordaba.
—Ya me las arreglaré.
Tras inclinar la cabeza como si estuviera tratando de entender qué significaba exactamente lo que quería decir, se levantó con Seth en brazos y se dirigió hacia el pasillo.
En el mismo instante en que ella cerró la puerta, Tyler envió un mensaje de texto y salió al patio. Todas las conspiradoras seguían allí, bebiendo mientras intentaban decidir cuál era la mejor manera de dirigir su vida. Estaba a punto de proporcionarles una buena forma de ayudarle.
Tras asomar la cabeza por la puerta trasera las miró una a una.
—Entrad. Tengo una sorpresita para vosotras…
Delaney agradeció la amplia encimera que había en el cuarto de baño mientras colocaba a Seth sobre ella. Sin duda alguna debía de tener el pañal mojado.
—Da, da, da —balbuceó el niño.
«Sí, es tu papá».
Tyler se había dado cuenta al instante; fue evidente. Y, pensándolo bien, era bueno no tener que probarle que era el padre. Aunque era bien consciente de que todavía no se había ofrecido para cuidar y proteger a Seth. O muy mal conocía a ese hombre, o se guardaba un as en la manga. Pero fuera lo que fuera lo que le rondara la cabeza, no podía dejar que la embaucara. Él tenía un incentivo para ocuparse de Seth que no tenía nadie más. Ella debía mantenerse firme en su posición. Si no salía con vida de todo eso, por lo menos tendría el consuelo de que su hijo estaba a salvo y en manos de alguien que le quería. Tyler, bajo aquella fachada aparentemente despreocupada, poseía una enorme capacidad para amar.
Después de desabrochar la ropa de Seth, le quitó el pañal mojado y lo reemplazó por uno limpio, luego volvió a ponerle el pijama. Miró la ducha con anhelo. Le encantaría bañarse con su hijo, abrazar el pequeño cuerpecito y deleitarse en la suavidad de su piel. Había dejado de darle el pecho hacía sólo unos meses y añoraba el contacto. Esperaba las duchas como si fueran su bien más preciado.
Pero no era el momento.
Con rapidez, dejó a Seth en el suelo, utilizó el inodoro y se lavó las manos.
—¿Preparado?
Como única respuesta, Seth frunció los labios y emitió un sonido parecido al motor de un coche. Sonrió al verle y tuvo que sorber por la nariz para contener nuevas lágrimas. Era todo un hombrecito. Le añoraría con todo su ser mientras intentaba acorralar a Carlson. Y haría todo lo posible para regresar viva junto a él.
De repente, un golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos.
—¿Te encuentras bien?
—Ahora salgo, Tyler.
Recogió todas sus cosas y, tras cerrar el pañal usado con los velcros, respiró hondo y salió del cuarto de baño. Atravesó el pasillo hasta la cocina y… se topó con las cinco mujeres que había visto en el patio. Se detuvo de inmediato.
Ellas la miraron con evidente curiosidad.
De repente, la hermosa rubia platino clavó los ojos en Seth y contuvo el aliento.
—¡Oh, Dios mío, Tyler! Se parece muchísimo a ti. Es…
—Sí, es mi hijo. —La expresión de Tyler era ilegible, pero ella percibió un cierto orgullo en su mirada. Con los pensamientos girando vertiginosamente en su cabeza, tiró a la basura el pañal sucio. ¿Qué demonios pasaba allí?
—¿Cuándo pensabas decírnoslo? —atacó la pelirroja que estaba embarazada.
La atlética belleza del pelo castaño rojizo dio una patada al suelo.
—Claro, claro. Él puede entrometerse en nuestros asuntos, pero no nos cuenta nada de su vida. La curvilínea morena frunció el ceño.
—Es cierto, pero no creo que se trate de eso. Observa cómo mira al niño. Hace que una se pregunte… ¿cuánto tiempo hace que lo sabes?
—Unos diez minutos.
Las mujeres contuvieron del aliento al unísono, haciéndola apretar a Seth entre sus brazos.
—Bueno, es que no sabía cómo contactar con Tyler y…
—Señoras, les presento a una vieja… amiga, Delaney Catalano. Y a mi hijo, Seth.
—Encantada de conocerte. Eres un bebé precioso —aseguró la otra pelirroja, ésta con brillantes ojos oscuros—. Tyler te ha preparado unos huevos. ¿Quieres que te los dé?
Tras mirar a su alrededor, Delaney vio dos platos sobre la encimera. Al lado, en una sartén sobre la cocina, estaban el revuelto y las tostadas. Seth también lo vio y se abalanzó sobre la comida.
La rubia platino lo pescó al vuelo antes de que se le escurriese de los brazos. Observó cómo la joven lo estrechaba contra el pecho al tiempo que se acercaba a la cocina.
—Yo soy Alyssa —dijo la hermosa rubia—, la jefa de tu papá. Tengo una niña de la misma edad que tú. Es probable que no tenga más, así que me lo voy a pasar pipa malcriándote. Ven. Tara, dame una cuchara. —Acarició la mejilla del bebé—. ¿Tienes hambre, Seth?
—¡Espera un momento! —Del trató de tomar al niño en brazos—. Yo lo haré. Él suele…
—No es necesario —intervino Tara antes de soltar una risita—. Desde luego, Tyler, es igualito a ti. La diferencia está en que él sí me gusta.
—Muy graciosa. —Tyler puso los ojos en blanco—. Del, ya conoces a Alyssa y a Tara. —Señaló a las dos mujeres que estaban ocupándose de Seth y que parecían a punto de comérselo a besos mientras él daba cuenta de los huevos—. Éstas son Kata, Kimber y Morgan.
Tras saludarla con un gesto de cabeza, Kata, la morena de aspecto latino, comenzó a escribir un mensaje en el móvil. Kimber, la joven con el cabello castaño rojizo, la imitó; abrió el teléfono y comenzó a presionar las teclas.
—Venga, chicas. Vamos… No lo hagáis.
Ambas alzaron la cabeza con unas amplias y petulantes sonrisas en la cara. Kimber oprimió algunos botones más y lo cerró con decisión.
—Bueno, Deke estará aquí dentro de… —se miró el reloj— unos cinco minutos. Menos si no hay tráfico.
—¡Oh, genial! Así se lo dirá a Jack. —Morgan, la embarazadísima pelirroja la miró sonriendo—. Tengo el móvil descargado.
—Estoy seguro de que Deke estará encantado de decírselo a Jack —aseguró Tyler entre dientes—. Qué suerte tengo…
—¿Qué pasa? —le exigió ella—. ¿Quiénes son esos hombres?
—Son mis amigos. Espero que se den prisa en llevarse a sus esposas; así podremos hablar en privado.
—Mi marido no vendrá hasta que la Marina le dé permiso. Y no será hasta dentro de unos meses; así que no tengo prisa. —Kata sonrió de oreja a oreja.
—Pues ya somos dos. Me encuentro en la misma situación —intervino Tara.
—Pero Hunter y Logan os dejaron cómodamente establecidas en vuestras casas. ¿Os habéis olvidado de cómo regresar a ellas?
Aunque las dos mujeres eran absolutamente distintas, esbozaron unos mohines idénticos.
—Sólo queremos ayudar.
—Lo que queréis es liarlo todo. —Tyler la miró a ella—. Están casadas con los hermanos Edgington. Son SEALs —explicó—. Estoy seguro de que las atarán y les pondrán el trasero como un tomate cuando les cuente todo esto.
—Eso es; traeré Luna Nueva y Eclipse —insistió Kata—, te ataré a una silla y te obligaré a verlas. Hunter me ha enseñado algunos nudos muy interesantes.
¿Qué clase de gente era aquélla, que hablaba con tal libertad sobre azotes y bondage? Lanzó a Tyler una mirada inquisitiva. Él sonrió de una manera que no auguraba nada bueno.
Un segundo después se escuchó un gruñido en la parte delantera de la casa.
—¿Qué coño está pasando?
Al instante, un enorme hombre rubio entró en la cocina. Llevaba consigo a un niño un poco mayor que Seth, al que sostenía con sólo uno de sus musculosos brazos. ¡Oh, Dios! Ella tenía que recurrir a todas sus fuerzas y a sus dos brazos para sujetar a Seth, pero a ese tipo no le costaba ningún esfuerzo acunar a su hijo, una pequeña copia de él.
—Mira esto, Deke. —Kimber lanzó una significativa mirada a Seth, que seguía siendo alimentado y arrullado por Alyssa y Tara.
La vista del enorme rubio siguió la dirección que le indicó Kimber y se quedó boquiabierto.
—¡Joder! Digo… caramba.
Tyler cruzó los brazos sobre el pecho, parecía más contento por segundos. ¿Qué pasaba allí?
—Se parece mucho a ti, ¿no? —Deke señaló a Seth.
—¿Tanto como tu hijo a ti? —Kimber se acercó para tomar al bebé de los brazos de Deke—. Hola, Caleb. ¿Has echado de menos a mamá? Yo a ti sí.
El niño se limitó a sonreír a su hermosa madre antes de comenzar a reír a carcajadas cuando ella le alzó la camiseta y lo besó en la barriga.
—Bueno, bueno, bueno, ¿quién lo iba a decir? Desde luego, las vueltas que da la vida —dijo una voz masculina desde la puerta trasera.
Del se giró y se tropezó con otro hombre, que entró en la cocina con paso relajado para finalmente apoyar el hombro contra la pared. De pelo y ojos oscuros, emanaba un aura de poder imposible de ignorar. No era un hombre que permitiera que le tomaran el pelo, sino que le gustaba llevar las riendas. Delaney lo supo al instante.
—¿Verdad que sí, Jack? —convino Tyler.
—Ardo en deseos de escuchar los detalles.
Delaney no sabía quiénes eran todos esos curiosos desconocidos ni lo que significaban para Tyler, pero no le gustó nada la sensación de que él tenía, de repente, un grupo de gente que le apoyaba, casi una familia, mientras que ella no tenía a nadie. Como siempre.
Todas las personas presentes en la cocina parecían estar concentradas en Jack, como si estuvieran esperando que diera el primer paso. Decidió hacerlo ella.
—Soy Delaney Catalano. —Se acercó a Jack con la mano extendida—. Este niño es mi hijo, Seth. Me alegro de conocerle, pero lo cierto es que tengo que hablar con Tyler en privado. No es mi intención ser grosera pero ¿le importaría marcharse y llevarse a todo el mundo con usted?
Jack le estrechó la mano.
—Yo también me alegro de conocerla. Tyler, ¿va todo bien?
Tyler le lanzó a ella una mirada ilegible.
—Quizá podrías esperar un minuto.
—No hay problema. —Jack se acercó a la pelirroja embarazada y le dio un beso en la frente al tiempo que posaba la mano sobre el prominente vientre—. ¿Cómo están hoy mis dos personas favoritas?
El amor y la devoción mutua eran dolorosamente evidentes. Del sintió una punzada de envidia y apartó la mirada. A lo largo de su propio embarazo, mientras su cuerpo cambiaba y se expandía, había anhelado el contacto de Tyler. Había querido sentir su cariño y aprobación. Sin embargo, había estado embalando sus pertenencias, firmando documentos de divorcio… Aunque el resultado había sido óptimo y recibió la nueva vida con toda la ilusión del mundo, lo que debería haber sido la época más feliz de su vida había sido agridulce al no contar con el apoyo del padre de su hijo.
—¿Alguien va a decirme qué demonios ocurre aquí? —exigió Deke—. Estoy esperando…
Todos los ojos presentes se clavaron en ella. Las miradas eran de expectación. Suspiró. No iban a marcharse; parecían formar una pandilla de lo más unida. «¡Genial!».
—En Los Ángeles hay un tipo que intenta matarme. Lo cierto es que cuantos menos detalles conozcáis, mejor. Pero dado que estáis aquí, esperando saber lo que ha ocurrido os diré que, en esencia, es eso.
Jack arqueó una ceja antes de mirar a Tyler.
—¿Nos has llamado para que nos contrate?
Del frunció el ceño.
—¿Para qué?
—Jack y Deke tienen una agencia de guardaespaldas, ángel. Son los mejores.
—Tú tampoco eres malo —apuntó Jack casi con indiferencia, arrastrando las palabras—. La oferta que te hicimos sigue en pie.
Deke negó con la cabeza.
—Ha estado demasiado ocupado disfrutando de… De los beneficios de trabajar para Alyssa. Lo que se ve en un club de striptease es más divertido.
«¡Lógico!». Del meneó la cabeza. Ya sabía que Tyler tenía una larga lista de strippers en su haber, eran su botín particular. Ni siquiera le importaba. Bueno, sí, le molestaba un poco. Pero ahora tenía estrías y su ropa olía casi siempre a vómito de bebé; no podría competir con ellas aunque quisiera. Tyler se encogió de hombros.
—Bueno, puede que esté pensando en reconsiderar vuestra oferta, Jack.
Todos los presentes se quedaron inmóviles. Al parecer, aquello era toda una sorpresa, se tratara de lo que se tratase. Daba igual, ella tenía que pensar en Seth y en sí misma.
—¿De veras? —Jack ladeó la cabeza—. ¿Cuándo?
—Ahora es un buen momento.
Del se acercó a Jack.
—Miren, si realmente tienen una agencia de guardaespaldas y están disponibles, estaría interesada en contratarles. Ahora mismo no dispongo de efectivo por culpa de ese tipo que intenta matarme, pero cuando él esté entre rejas…
—¡Basta! —La voz de Jack la interrumpió. El hombre respiró hondo, expandiendo el pecho e irguiendo los hombros, y pareció crecer ante sus atónitos ojos. Su actitud era completamente diferente, cualquier indicio de afabilidad había desaparecido.
Obedeció y cerró la boca al instante. Luego frunció el ceño.
—Eso no vale, cariño —murmuró Morgan—. No puedes usar ese tono de voz con ella… Es mío.
—Tú vas a estar calladita o, más tarde, escucharás este tono mucho más de lo que te gustaría. Si no, tengo una cola que lleva tu nombre escrito en ella.
Morgan se estremeció y le brindó una provocativa sonrisa.
Ella no sabía a que se refería con «una cola», pero se hacía una idea. Y Morgan parecía encantada. ¿Con quién demonios se relacionaba Tyler?
—Mire, señor… —¿Cómo se apellidaba?
—Cole —facilitó él.
—Con el debido respeto, ahora no tengo tiempo para tonterías. Ese hombre ha estado a punto de matarnos a mi hijo y a mí hace tres días. Pienso dejar a Seth al cuidado de Tyler y me encantaría regresar a por él de una pieza. Es posible que su ayuda me venga muy bien.
Jack lanzó una mirada a Deke y ambos observaron a Tyler, que no dijo nada. Pero ella fue consciente de una silenciosa comunicación.
—Mire, ya imagino que tendrá su código deontológico, o lo que sea, pero me gustaría contratarle. Si no puede realizar el trabajo, por favor, indíqueme quién podría hacerlo. —Lanzó un suspiro de frustración—. No es mi intención ser sarcástica, pero han sido unos días terribles.
—No aceptamos muchos clientes. Y no conozco a nadie en Los Ángeles que pueda recomendarle. Al estar mi mujer embarazada, no pienso salir de la ciudad, y Deke tiene suficiente con su familia y los casos que tenemos entre manos. Sin embargo, nuestro recientemente incorporado socio estará encantado de ayudarla. —Jack señaló a Tyler.
«¡Maldición!». Así que ése era el juego de Tyler, ser su guardaespaldas.
Negó con la cabeza.
—Él se ocupará de Seth.
—¿Sabe? Me da la impresión de que su hijo ya está en buenas manos. —Jack hizo un gesto hacia Alyssa y Tara, que se ocupaban de Seth. Kimber se había unido al grupo mientras Kata rebuscaba en la bolsa del niño y sacaba algunos de sus juguetes, haciéndole gritar de deleite.
—No voy a dejarle con unos desconocidos. —Sólo pensarlo hacía que se le detuviera el corazón.
—Nadie sospechará que es Seth el niño que está con Jack o Deke —indicó Tyler—. Mis amigos le protegerían con su vida, y tú sabes muy bien que no hablo a la ligera.
No, no lo hacía, pero eso no quería decir que estuviera dispuesta a dejar a su hombrecito con gente que había conocido hacía diez minutos, en especial cuando una de esas personas hablaba con toda franqueza sobre azotar a su mujer embarazada. Sin embargo, sabía muy bien que Tyler podía ser muy testarudo.
—Lo pensaré.
Tyler la apresó por los hombros.
—¿Lo harás? ¿De verdad?
Su contacto fue una sacudida. La sensación de sus dedos en los brazos hizo que le hormigueara la piel, que le ardiera todo el cuerpo y… que recordara aquella noche que tenía que olvidar. Se liberó de sus manos.
—Ya he dicho que sí. Suéltame.
A él no parecía sentarle bien que no le permitiera tocarla. No, parecía muy enfadado. ¡Oh, Santo Dios! No tenía tiempo ni paciencia para comerse el coco con ese tipo de cosas. Esa parte de su vida estaba cerrada, acabada. Tenía que concentrarse en desenmascarar a Carlson y mantener vivo a Seth. Ya llegaría después a un acuerdo con Tyler sobre sus derechos paternos.
—Alguien me ha dicho que hay por aquí una mujer hambrienta a la que alimentar. —La voz procedía de la puerta principal, que se cerró un momento después.
Alyssa salió disparada hacia la salida de la cocina para recibir a un atractivo hombre con el pelo negro y liso a la altura de los hombros.
—Hola, cariño.
—Cielo… —Él le dio un beso rápido pero intenso en la boca antes de tenderle a una preciosa niña rubia, con los ojos azules y el pelo alborotado alrededor de la cara, donde destacaban unos labios fruncidos y rojos.
Alyssa tomó al bebé en brazos y lo estrechó contra su pecho.
—¿Cómo está mi pequeña Chloe? ¿Lo has pasado bien con papá?
Entonces el hombre alzó la cabeza y la miró desde el otro extremo de la estancia. ¡Oh, Dios! No podía ser…
—¿Luc Traverson?
Cuando balbuceó la pregunta, todos se rieron. Él le guiñó uno de sus ojos oscuros y luego esbozó una sonrisa deslumbrante.
—Sí, señora. ¿Es usted la dama hambrienta que mencionaban en el mensaje?
¿Luc Traverson estaba allí para cocinar para ella? Se volvió hacia Tyler.
—¿Tu jefa está casada con Luc Traverson?
—Ex-jefa, por favor —puntualizó Jack.
Tyler asintió con la cabeza.
—Ex-jefa, sí.
—¿Y quién le ha llamado? —preguntó, desconcertada. ¿Era real lo que le estaba ocurriendo?
—Jack podría habérmelo dicho cuando hablé con él, pero recibí un mensaje de Tyler. —Enlazó un brazo alrededor de la cintura de la esbelta y atractiva Alyssa.
—Entonces es cierto… ¿Está aquí para cocinar para mí? —se asombró. ¿Un cocinero de talla mundial, con un popular programa de televisión y montones de libros de cocina a sus espaldas, estaba allí para preparar algo de comer a una desconocida?
—Y para ver con mis propios ojos a la mujer que tuvo un hijo con Tyler. —Luc estudió a Seth—. Sí, se parece mucho. Sin embargo, Tyler, es más guapo que tú. Ahora que ya no trabajas para Alyssa y tienes otro sitio donde poner las manos, ¿dejarás por fin de toquetear e insinuarte a mi mujer?
Ella clavó los ojos en Alyssa. Unos ardientes celos le royeron las entrañas, pero los controló. Tyler no era suyo, nunca lo había sido, y debía reconocer que esa atractiva rubia era justo su tipo: vestido ceñido, labios exuberantes, preciosa de los pies a la cabeza. Se sintió ridículamente inadecuada; como si necesitara ayuda para sentirse así. En ese instante le pesó cada minuto de los dos años que llevaba sin mantener relaciones sexuales. De alguna manera, ser madre había hecho que dejara aparcada su faceta sexual. De hecho, en ese momento se sentía tan asexual como un trozo de cartón.
Alyssa golpeó juguetonamente el brazo de Luc.
—¿Por qué no dejas de provocarle y te pones a cocinar?
Él se encogió de hombros y se acercó a la nevera.
—¿Hay algo que no te guste, Delaney? ¿Puedo tutearte, verdad?
—Sí. Pero no es necesario, de verdad. Aunque me siento muy honrada, me arreglo con lo que hay.
—¿Cuándo comiste por última vez? —Tyler dio un paso hacia ella.
¿Cuándo se había acercado tanto?
—Estoy bien.
—No te he preguntado eso. —La voz de Tyler era suave pero firme. Del sabía de sobra que podía ser muy testarudo, y aquélla era una de esas veces. No valía la pena discutir por comida, en especial cuando era algo que ella necesitaba.
—Ayer al mediodía. Compartí un sandwich con Seth.
Todos la miraron como si le hubiera salido una segunda cabeza. De repente, Kata cogió una de las sillas de la cocina y Tyler la obligó a sentarse en ella. Alyssa le puso un vaso con agua en la mano y un trozo de queso.
No se molestó en discutir; se limitó a comer. Si iba a luchar contra Carlson, necesitaría todas sus fuerzas.
—No me gustan los pimientos —confesó a Luc—. Y tengo alergia al marisco.
—Tampoco le gustan la mostaza ni los encurtidos —añadió Tyler sin apartar la mirada de ella—. Toma el café solo, sin leche y de sabor intenso. Y le pirran las fresas.
Aquello hablaba de un conocimiento muy íntimo, y su directa mirada verde parecía desafiarla a recordar exactamente lo bien que la conocía. Era sólo comida, sí, pero se sintió como si la hubiera diseccionado. Clavó los ojos en la baldosa bajo sus pies y notó que se le ruborizaban las mejillas.
De repente, la silla a su izquierda arañó el suelo, haciéndole alzar la cabeza. Jack se dejó caer pesadamente en el asiento.
—Vaya con Tyler. Nosotros nos ocuparemos de Seth. Entre Deke, Luc, y yo lo cuidaremos. Lo mantendremos a salvo. También la ayudaremos a investigar todo lo que sea posible desde aquí. Tara es una buena analista de sistemas, ¿sabe? Usted ocúpese de regresar con su hijo de una pieza.
Cuando Jack lo decía así, incluso parecía una sugerencia razonable… Bueno, menos la parte de dejar a su hijo en manos de gente que no conocía. Parecían buenas personas, pero «parecerlo» no era suficiente. Sólo Tyler tenía interés real en el futuro bienestar de Seth.
Antes de poder responder, Luc le puso delante una tortilla acompañada por unas lonchas de jamón, espinacas, champiñones, cebolla y tomate. Había rociado todo ello con una salsa ligera de queso que olía divinamente. Al lado había una tostada en su punto, un cuenco con un puñado de fresas y… una taza de café solo. Y ahora iba a degustar una comida hecha especialmente para ella por el mismísimo Luc Traverson. Aquello era surrealista…
Respiró hondo y casi se desmayó por el embriagador aroma.
—Muchas gracias.
Él la miró con una sonrisa que le hizo parecer todavía más atractivo. Alyssa era una mujer afortunada.
—De nada. Podría estar mejor, pero… —Luc miró a Tyler—. A ver si vas a comprar a un sitio decente. Parece que tuvieras cinco años.
—¡Eh!, había fruta y verdura. Lamento no tener foie gras y caviar para ti, alteza.
«Bueno, no parecía que se apreciaran mucho». Con todo y con eso, cuando Tyler había necesitado ayuda, Luc había acudido. Todos lo habían hecho. Una vez más se sorprendió por la sensación de familia unida que transmitían los amigos de Tyler. Sí, era posible que hubieran corrido para echarles un vistazo a Seth y a ella, pero se habían quedado a ayudar. «Oh, Dios, desearía disfrutar de la mitad de apoyo que él», pensó dándose cuenta de lo mucho que se había apartado de todo el mundo después de la marcha de Tyler, después de su divorcio. Meneó la cabeza al tiempo que gemía al degustar otro bocado. Rectificaría todas esas cosas después de haber solucionado aquel problema con Carlson.
Seth caminó inseguro hacia ella y se sentó a sus pies con uno de sus juguetes. El pequeño Caleb le imitó, y luego fue Chloe la que quiso unirse a la diversión.
Ella se mordisqueó el labio inferior tras dar cuenta del último bocado. Seth añoraba a los demás niños de la guardería. Se mostraba irritable al verse privado de sus rutinas, de sus siestas, de sus juegos… Se sintió culpable. Por enésima vez deseó poder alejarse de todo aquello por él. Por ellos.
Y aquellos pensamientos no le hacían sentirse mejor.
Después de limpiarse la boca con una servilleta, dejó la tela en la mesa.
—Estoy llena. Gracias, señor Traverson.
—Luc —la corrigió él. Entonces el insigne cocinero miró a su esposa—. ¿Estás lista para que nos marchemos a casa?
Alyssa asintió y, al cabo de unos minutos, se marcharon. Tara y Kata fueron las siguientes; les abandonaron tras una oleada de abrazos y besos a Seth, seguidas por Deke y Kimber. Jack y Morgan se demoraron un poco más.
—Deke y yo volveremos más tarde para discutir qué hacer. Cómo ayudarla. Pero es necesario que confíe en que Tyler hará todo lo posible para solucionar el problema. Escúchele; sabe lo que se hace.
Aquello sonaba casi como una orden. Dada su profesión, no era insólito sospechar que, en el pasado, había pertenecido a las Fuerzas Armadas o a la Policía. Pero ella no trabajaba para él y no pensaba cederle el control de su vida. Sabía cuál era la mejor solución, y ella no contemplaba la posibilidad de que Seth pudiera perder a ambos padres a la vez ni que lo dejara al cuidado de unos desconocidos.
—Gracias por darme su opinión, pero es mi hijo y mi vida. Tengo que pensar sobre ello.
—Lo entendemos. —Morgan dio una palmadita a Tyler en el brazo—. Tienes una dura batalla por delante, Tyler. Suerte.
Después la pareja se marchó, dejándolos solos. Tyler le dirigió una mirada insondable. Su mirada de policía. ¡Oh, Dios! Odiaba cuando no podía leer sus pensamientos.
Los sonidos infantiles de Seth se desvanecieron. El aire se espesó. Vaya tontería, ¿por qué el corazón le latía tan rápido?
Tyler se inclinó sobre ella, apoyando las manos en el respaldo de la silla e invadiendo su espacio personal. Ante sus ojos quedó la musculosa tableta del abdomen, apreciable bajo la ceñida camiseta. No se atrevió a bajar más la mirada para comprobar si provocaba algún efecto en él. Quería… Pero se forzó a alzar la cabeza y a mirar aquellos ojos verdes y brillantes.
—Muy bien, ángel… Vamos a hablar de cómo van a ser las cosas a partir de ahora.