7

Pasaron varios días y Chris, poco a poco, empezó a adaptarse a la rutina del Reformatorio. Aún la ponía nerviosa la presencia de Moco, y había algo indefinible en la personalidad de Denny que la hacía sentirse claramente incómoda con ella. Recordó lo que había dicho Josie acerca de que Denny, como se expresó, había estado muchas veces en el manicomio. Chris se preguntaba por qué razón. Denny no coincidía con su idea de una loca, pero de todos modos era bastante rara. Luego estaba Lasko. Sin duda no era la fiera que creyó Chris al conocerla, aunque ciertamente no le inspiraba mucha confianza. En cambio, Bárbara sí que era distinta. Le gustaba Bárbara. No sólo era buena maestra, sino además bonita, y cordial. Alguien con quien se podía hablar. Pero lo que consolaba a Chris por encima de todo fue que Josie no le guardó rencor por lo ocurrido. Josie tenía experiencia, y comprendió que Chris jamás había visto desafíos de aquella especie entre muchachas. Así, aunque le habían ordenado que vigilase para dar aviso cuando apareciese Lasko, ella se quedó tan embobada con la función, como decía Josie, que no se enteró. Sin embargo Chris, pese a su comienzo de amistad con Josie, y hasta cierto punto con Ria, aún se mantenía cautelosamente alejada de las demás.

Crash era realmente estúpida y no la soportaba nadie, a excepción de Moco. Y, por lo que Chris sabía, Moco sólo la aguantaba porque Crash era capaz de hacer cualquier cosa que se le ordenase, y prácticamente era esclava de Moco. En cuanto a Jax, no era tan mala, pero siempre se la veía con Denny, y algo le decía a Chris que, cuantos menos tratos tuviese con ambas, mejor. Paula le inspiraba a Chris un poco de compasión, sin saber muy bien por qué. Le parecía que lo que Paula deseaba en realidad era que la dejasen en paz, y como hasta cierto punto Chris sentía lo mismo, respetaba ese deseo de otra persona de la que instintivamente comprendía que era mucho más desgraciada que ella misma.

La otra chica con quien simpatizaba realmente era Janet. Aunque habían empezado con el pie torcido el primer día, poco a poco y con las muchas horas de compañía en la misma habitación llegaron a entenderse. A Chris le parecía que Janet era tremendamente huraña. No hablaba mucho, aunque bien mirado era natural, porque estaba avergonzada de estar embarazada, y había cometido un intento de suicidio. Muy pronto Chris aprendió a dejarla sola con sus pensamientos cuando se daba cuenta de que era esto lo que deseaba, y a hacerle compañía cuando notaba que tenía ganas de conversación. No atreviéndose a afrontar posibles reacciones desagradables, evitaba religiosamente hacerle ninguna pregunta sobre asuntos íntimos; pero cuando Janet le contaba algo voluntariamente, Chris la escuchaba con todo su corazón, dispensándole a cambio toda la comprensión a su alcance.

Era un recreo después de la comida, a primeras horas de la tarde. Chris paseaba sola rodeando uno de los campos deportivos donde dos equipos estaban alegremente enzarzados en un ruidoso y algo violento partido de fútbol. Como no le gustaban demasiado los juegos de competición, pasó de largo, hasta llegar a otro terreno donde estaba celebrándose un partido de voleibol. Se quedó un rato mirando y luego se encaminó hacia una parcela de césped donde había varios grupos de muchachas hablando y tomando el sol. Chris no se decidió a irrumpir entre ellas, por lo que prosiguió su paseo. A unos quince metros había un grupo de columpios que nadie usaba. Aquello le trajo recuerdos de su infancia, de cómo le gustaba columpiarse cuando era niña. Recordó cómo solía cerrar los ojos para imaginar que algún día el columpio se echaría a volar, elevándose hacia el cielo como un gran pájaro majestuoso, y ella seguiría volando y volando hasta dar la vuelta al mundo por encima de los océanos y los bosques y los desiertos y las montañas. Había sido uno de sus juegos favoritos. Por un instante le pareció que habían pasado siglos desde la última vez que se subió en un columpio. Se sonrió y corrió hacia uno de ellos; después de ocuparlo, cogió las cadenas que lo sustentaban del soporte de hierro echó la cabeza atrás, cerró los ojos y se dio impulso.

En pocos instantes, había recobrado la antigua sensación. De un momento a otro iba a elevarse por el aire, salvando la valla, y sería libre como un águila volando por encima de las nubes, y podría juguetear con los rayos del sol y dejarse llevar por los vientos.

La burbuja se rompió de súbito cuando empezó a oír risas a su alrededor. A su lado, en los dos columpios restantes, estaban Josie y Ria columpiándose, riendo y lanzando chillidos de deleite. Chris se sintió a gusto por primera vez desde su llegada a la escuela. El sol la calentaba y la brisa acariciaba sus mejillas. Mantuvo los ojos abiertos ahora, mirando alternativamente a Josie y a Ria. No muy lejos, sentada en la hierba, estaba Janet, quien alzó la mirada y sonrió débilmente, haciendo luego un saludo con la mano. Con los cabellos al viento, Chris devolvió el saludo.

Entonces hubo una nota discordante. Oyó una voz airada y familiar que gritaba:

—¡Eh! ¡Eh!

Miró a un lado. Allí estaba Denny con los brazos en jarras, mirando a dos de sus amigas que se apresuraban hacia los columpios. Otras chicas se acercaban entre risas y griterío. Pronto quedaron ocupados todos los columpios y empezaron a volar de un lado a otro como otros tantos péndulos, mientras las chicas que se habían quedado en tierra esperaban su turno y empujaban, con grandes risas y animación. Sólo Denny prefirió quedarse aparte, en la hierba, con una expresión sombría y enigmática en el rostro; sus ojos entrecerrados lanzaban miradas penetrantes. Chris la vigilaba por el rabillo del ojo, fingiendo no reparar en ella, porque había algo en la expresión de Denny que le daba escalofríos, aun sin saber por qué.

Cuando el tiempo del recreo llegó a su fin, el personal de la escuela empezó a reunir a las chicas, en una escena que le recordó a Chris los encierros de ganado que había visto en tantas películas del Oeste. Una vez reunidas, las hicieron formar en doble fila y desfilaron hacia sus respectivos alojamientos. Mientras se acercaban a su dormitorio, Chris pudo ver a Lasko, con su eterno transmisor-receptor portátil en la mano. Algo, una especie de sexto sentido, la hizo girarse. Procuró no parecer demasiado asustada. Allí estaba Denny, a sus espaldas. Sonreía y, aunque para un espectador no enterado pudiera parecer cordial y sincera, a Chris le pareció ver falsedad en ella. La mirada de sus ojos era fría y calculadora, por lo que resultaba positivamente molesta. Chris aventuró una sonrisa y esperó hasta que la otra se puso a su lado; luego ambas prosiguieron su camino hacia los dormitorios.

—¿Qué te ha parecido el pesebre hasta ahora? —preguntó Denny con indiferencia.

Chris se encogió de hombros.

—Aún no lo sé —dijo precavidamente.

—¡Bah! Te gustará más cuando conozcas a Johnny —replicó Denny.

Chris la miró con asombro. ¿Qué significaba aquello?, se preguntó. No había chicos en el Reformatorio.

Jax se les unió a tiempo de oír las últimas palabras de Denny.

—¡Ah, sí! Le gustan las chicas nuevas —comentó con una mueca.

—¿Quién es Johnny? —preguntó Chris, procurando disimular su confusión.

Denny sonrió a medias, con un gesto extraño y forzado, y arqueó un poco la ceja.

—Es alguien perfecto para ti —declaró.

—Vamos, de prisa —dijo Lasko, urgiendo a las rezagadas—. Entrad todas, en seguida.

Chris no hizo ningún comentario y entró, encaminándose directamente a su habitación. Janet estaba durmiendo en su litera, por lo que Chris procuró moverse con cuidado para no despertarla. Además, no estaba de humor para hablar con nadie. Se preguntaba quién sería Johnny. ¿Era de creer que existiese un misterioso intruso capaz de colarse en las habitaciones de las chicas por las noches? Parecía inverosímil, pero en aquel lugar cualquier cosa era posible. Se suponía que aquella institución servía para que las chicas aprendieran a comportarse en la vida y se convirtieran en buenas ciudadanas. Pero Chris notaba en el ambiente que sería más acertado figurársela como un lugar donde aprender todo lo que no debe hacerse y cómo hacerlo.

Subió a su litera y se tumbó, contemplando las paredes llenas de garabatos. El sol del crepúsculo penetraba con sus rayos dorados por la ventana y llenaba la habitación de un suave resplandor. Chris volvió a pensar en Johnny. Quizá fuese el mote de alguna chica, a quien aún no conocía. Alguien por el estilo de Moco. Chris se estremeció sin querer y se acurrucó en su litera. «Lo que pretenden es meterme miedo —pensó—. Están esperando mi reacción. Es una especie de prueba».

Decidió conservar la calma. El mayor error sería dejarse intimidar ahora. Si no ponía al descubierto sus debilidades, no daría lugar a que se aprovechasen de ellas. Era su única protección, su única defensa. Actúa con calma, oculta tus impresiones y no te descubras. La decisión tomada hizo que Chris se sintiera mejor, y se tranquilizó un poco. Tal vez convendría echar un sueñecito, pensó. Aún faltaba un poco para la hora de cenar, y media hora de sueño sería mejor que nada. Era lo más parecido a verse en libertad, por lo que cerró los ojos y muy pronto cayó en un sueño ligero y sin pesadillas.

Pese a la siesta, aquella noche Chris se sintió más cansada de lo normal. Y aunque la jornada había sido lo más parecido a un día feliz desde su llegada a la escuela, estaba extrañamente deprimida. Quiso mirar un rato la televisión en el comedor, mas no podía fijar su atención en nada. Aun bajo la vigilancia de Lasko, varias chicas empezaron una pelea por no estar de acuerdo en cuanto al canal que deseaban ver. Lo que menos deseaba Chris era verse envuelta en una discusión de tal género. Aún le faltaba seguridad para tratar de imponerse. Le habría gustado charlar con Josie y Ria, pero éstas habían permanecido en sus habitaciones, y Chris tenía miedo de lo que pudiera pasarle si infringía el reglamento y Lasko la pillaba en una habitación ajena. Janet se fue a dormir tan pronto como acabó la cena, y las únicas conocidas que quedaban eran Denny, Jax y Crash, con ninguna de las cuales deseaba tener nada que ver. Estaba preocupada pensando que, si se quedaba más rato, tal vez aparecería Moco para reunirse con sus cómplices. Y en tal caso, podría verse atacada de nuevo, con o sin Lasko.

Chris miró de reojo y vio que Crash había traído una labor de punto estropeada para que Lasko la ayudara a deshacer el lío. Viendo distraída a la celadora, Chris creyó llegada la ocasión para salir disimuladamente, tomar una ducha caliente y meterse en la cama.

El baño estaba desierto, cosa que le produjo a Chris un considerable alivio, pese al ambiente poco confortable del lugar con su azulejo frío y sin adornos. Decidió entrar y salir con la mayor rapidez posible. Colgó la toalla y se desnudó a toda prisa, amontonando la ropa en un estante cerca del lavabo, al otro lado del baño. Abrió los grifos y reguló la temperatura del agua; a continuación se metió en la ducha, disfrutando la cosquilleante caricia del agua caliente. El continuo rumor del correr del agua de los grifos y el chapoteo reverberaban en el cuarto vacío, aumentando la ilusión de hallarse totalmente aislada del mundo circundante. Mientras se enjabonaba agradeció el no tener que usar aquel producto maloliente que le habían dado el día de su llegada, y durante un rato se distrajo con la estimulante cascada de agua caliente y espuma.

Pensando ya en acostarse, cerró los grifos, cogió la toalla y empezó a secarse a toda prisa. La ducha le había relajado los nervios y estaba deseando retornar a su habitación, donde pasaría toda la noche en tranquilo sueño. Cuando se vio lo bastante seca como para ponerse el pijama, se envolvió en la toalla y salió de la ducha. Entonces se quedó helada del susto, al ver a Denny y Moco que le cerraban el paso. Chris retuvo súbitamente el aliento, y un timbre de alarma se puso a repicar en su mente.

Las dos muchachas se habían interpuesto entre Chris y sus ropas, y era evidente que no pensaban cederle el paso. Su corazón empezó a palpitar con fuerza, y la adrenalina circuló por todas las fibras de su cuerpo. Quiso retroceder, y entonces vio por el rabillo del ojo que alguien salía de la ducha vecina disponiéndose a sujetarla por detrás. Una mano ancha y negra se abatió sobre su boca, y un brazo poderoso le rodeó la cintura, apretándola como un fleje de acero. Quiso gritar, pero no pudo emitir sino un gemido apagado que murió en su garganta, seguido de un doloroso jadeo. Luchó como un animal acorralado, intentando desesperadamente librarse de la presa de su agresora, adivinando que se trataba de Jax. Mientras se debatía y se retorcía, Moco la sujetó de los brazos, gruñendo como una fiera. La arrastraron a través del cuarto hasta el vestuario, donde la hicieron caer al suelo. A pesar de sus desesperados esfuerzos, Chris no pudo quitárselas de encima, pues eran mayores y más fuertes que ella. Abriendo los ojos con terror, vio que Denny se acercaba llevando en la mano un madero largo de color azul: el mango de una ventosa para desatrancar lavabos. Chris trató de gritar otra vez, pero la mano de Jax seguía cerrándole firmemente la boca. Moco no dijo nada, sino que, acercándose con un movimiento rápido como el de una serpiente, alargó la mano y le arrancó a Chris la toalla, dejándola desnuda e indefensa.

Los fríos azulejos del piso parecían quemar su carne desnuda. Denny se arrodilló ante Chris con una sonrisa complacida, blandiendo el mango de madera ante sus ojos.

—¡Eh! —murmuró en voz baja, y luego dijo, subrayando bien cada palabra—: Quiero presentarte a Johnny.

Con un sobresalto de terror, Chris libró los brazos de la presa de Moco y quiso golpear y arañar a Jax. Entonces notó unas manos que le separaban brutalmente las rodillas y su horror aumentó en grado indescriptible. Aunque la mano seguía impidiéndole exhalar una sola queja, los gritos y sollozos no cesaron en su garganta hasta que creyó que iban a rompérsele las cuerdas vocales.

Con una expresión aberrante en los ojos, Denny se inclinó hacia delante y súbitamente Chris sintió entre las piernas un frío lancinante que en seguida se convirtió en un dolor insoportable. Las oleadas de agonía agarrotaron su vientre coincidiendo con el frenético vaivén que Denny imprimía a su instrumento de tortura.

Chris se notó lacerada, desgarrada interiormente; una puñalada súbita habría sido menos dolorosa. Luego sintió que la sangre le corría caliente por los muslos y las nalgas, y no pensó sino que iba a morir.

—Está bien; basta ya —ordenó finalmente Moco.

Chris permaneció inmóvil, sollozando desconsoladamente, con los ojos cerrados para no ver a Denny, que esgrimía el mango dispuesta a atacarla de nuevo.

—¡Basta he dicho! —repitió Moco violentamente, sin apartar sus ojos fascinados del inerte cuerpo de su víctima.

Denny retrocedió con desgana, y las tres atacantes salieron cautelosamente del cuarto de baño como otros tantos fantasmas, mientras Chris yacía en el suelo como una muñeca rota.

Finalmente abrió los ojos, y poco a poco volvió a distinguir con claridad lo que le rodeaba. Estremecida por los espasmos de la conmoción, gimió como un cachorro herido. Al recobrar los sentidos volvió el dolor. Su respiración era un silbido jadeante y entrecortado, pero al darse cuenta de que la habían dejado sola y de que la tortura había cesado sacó fuerzas para incorporarse, vacilando sobre sus piernas.

Temblaba y estaba tan mareada que tuvo que apoyarse en las paredes. Entonces percibió un lejano rumor de música y risas. No le quedaban ya lágrimas. Ni siquiera le quedaban fuerzas para odiar. Una parte de su alma había sido arrancada de ella y destruida para siempre.