RAÚL

Y a mí también me dijo que el hijo era mío, se basaba en una relación sexual reciente que puedo asegurar solo existía en su imaginación alterada por los acontecimientos, lo que en términos médicos se conoce como «tener la cara más ancha que las espaldas».

En otro sentido, yo pensaba que quien no podía tener hijos era ella, y ahora va a resultar que seré yo. Pues muy bien, un día de estos me recetaré un nuevo análisis, en ocasiones los análisis fallan.

Aunque, de cualquier manera, a mí tener hijos o no tenerlos es algo que no me quita el sueño, lo que en realidad me jodería sería ayudar a criar al hijo de un asesino de polla torcida. Además, aún no se ha demostrado de forma fehaciente que las tendencias asesinas no sean genéticas. Toda esa historia de las familias desestructuradas y tal no me acaban de convencer, lo que yo digo es que si un padre tiene la próstata floja, el hijo ya puede ir preparándose para salir corriendo a mear.

El otro día fui a visitar a Zuleima, ha cambiado la decoración de su piso, ahora hay muchas fotos de caballos en las paredes. Y no vi ninguna pancarta con lemas anticapitalistas. Me invitó a un whisky de malta buenísimo, pero se mostró algo distante. La verdad es que no lo acabé de entender, yo le estaba diciendo que me apetecería acompañarla a alguna de las manifestaciones que organiza. Me dijo que ya me avisaría, pero no nos engañemos, su mirada decía que podía tardar bastante en avisarme.

Respecto a Susana, nos vemos en alguna ocasión —en realidad la veo en la televisión—, pero ella ahora se ha convertido en una mujer famosa, aparece en esos programas de chismes que se ven a todas horas y no parece tener excesivo interés en que nos veamos. De cualquier manera, algo ha engordado, y eso, en un culo como el suyo, llama demasiado la atención. No de forma desagradable, claro, solo digo que llama la atención.

En fin, dejémoslo estar.

Quien sorprendentemente está muy cariñosa es Maite, mi secretaria. Parece mentira lo que puede llegar a cambiar la gente cuando la conoces más de cerca.

¡Ah!, por cierto, quisiera hacer un par de puntualizaciones a lo manifestado por mi exmujer en cuanto a lo bien que se portó con su petición de reparto de bienes y la amistad civilizada que nos une en la actualidad. Imagínense lo generosa que estuvo, que su abogado me pidió disculpas.

No satisfecha con quedarse el domicilio conyugal y dejarme a mí el modesto apartamento de Coma-ruga, que por cierto también reclamaba, y que es vecino de un apartamento gemelo propiedad de sus padres, en la lista de objetos de su propiedad incluyó la pipa de agua que me regaló en un viaje a Túnez. El juez, un tipo que tenía el alma tiznada por todos los episodios referenciados en el código penal que había tenido que sacarse de encima con mayor o menor fortuna, en un rasgo de solidaridad me concedió la jodida pipa. Por cierto, y hablando del apartamento de Coma-ruga: ya lo he puesto a la venta, y no solo por no tener que convivir puerta con puerta con mis queridos suegros.

Además de casi todo lo que valía algo, Marta se quedó el coche, y para ir a vivir a Coma-ruga, Renfe ya me contarán. El aparcamiento también se lo quedó, lo cual me pareció de absoluta lógica y justicia. Para qué demonios iba yo a querer un aparcamiento si no tengo coche. Para que luego digan que la justicia es ciega.

Durante un par de semanas, viendo la pipa de agua embalada en el pequeño apartamento al que me tuve que mudar, medité acerca del uso que le podía dar, especialmente pensando que cada vez que diese una calada a la pipa me acordaría de Marta. La rompí en pedazos, los embalé y se los mandé a la que había sido mi casa. Una semana después, el paquete me fue devuelto con una nota manuscrita en la que Marta, escuetamente, me informaba: «Además de impotente eres imbécil».

Ya ven, una civilizada y conveniente amistad, la que nos une.

¡Por los cojones!