Y una mierda hemos comisionado a Marta, ha sido ella quien ha convencido al autor, un tipo bastante acomodaticio, por cierto, para que digamos cuatro palabras en este epílogo, y luego ha tratado de ser ella quien las dijese todas. En realidad, cuando lo propuso, ninguno de nosotros se mostró entusiasmado con la idea. Raúl dijo que prefería dejarlo correr. Susana se encogió de hombros y nos regaló una sonrisa que tildaría de misteriosa y que no entendí demasiado bien. Por lo que a mí respecta, me remito a lo que he estado diciendo a lo largo de todo el relato. O sea, que estoy hasta las narices. En cuanto hace referencia a la exactitud con que el autor ha narrado los hechos, estoy bastante de acuerdo con lo que ha manifestado, pero es algo que no me importa, yo siempre estuve al margen de todo el maldito embrollo. Bueno, si en algún momento hubo algo o alguien que me interesó, fue Susana, más concretamente el culo de Susana. Desafortunadamente, a ella y a su culo yo no le interesé en ningún momento. Una lástima.
Por lo demás, a mí todo ese jaleo de gente degollada, persecuciones, actores pornográficos amariconados… me la trae al pairo, o sea que, por mi parte, todo el asunto está olvidado y con el deseo de no recordarlo más. Pero quien manda, manda, y si el autor me dice que tengo que decir algo, lo digo y me voy. Él es Dios, y yo ni siquiera uno de sus apóstoles. Y aquí paz y allí gloria, no vaya a ser que me haga asesinar por aquel par de moñas viciosas. O me case con Marta.
Puede hacerlo, hermanos, puede hacerlo, y eso es algo que solo de pensarlo me provoca estremecimientos.
Por cierto, acabo de escuchar que Marta está muy orgullosa de ser madre soltera y que no quiere saber nada de mí. Como mínimo es curiosa, la afirmación, ya que a mí me dijo que el hijo era mío y que podríamos formar una familia armónica y feliz. Le tuve que recordar que tenía ciertas dudas de que, si yo me desnudara y me pusiera una capucha, me reconocería por la polla.
Oigan, hace falta ver muchas veces y muy de cerca una polla para reconocerla en una película.
Además, yo ahora estoy en otra guerra, el asunto que estoy montando con Carol va lento pero va.
Y siempre me queda mi agenda.
Son muchos años de ir por estos mundos de Dios, de algo me tiene que servir en caso de apuro.
Aunque creo que carecerá de importancia para ustedes, quiero hacerles partícipes de la amistad que ha surgido entre el inspector Colomer y yo.
Tenemos intereses comunes, apasionantes intereses comunes.
Y cuando se lo conoce bien, Raimundo, su nombre de pila es Raimundo, es una persona excelente.
Y al ojo te acostumbras.
Tantos años viendo a Colombo por la tele, hace falta algo más fuerte que el ojo destellante de Raimundo Colomer para angustiarte.
Aprovechando nuestra amistad, un día le pregunté a qué se debían las especiales características de su ojo.
«Nervios», me contestó.
¿Nervios en un solo ojo?
Tal vez sí.