Aquel día se incorporó una chica nueva en la empresa, se llama Carol y tiene el aspecto de un billete de lotería premiado pero con mejor culo. No sé de dónde he sacado la frase, la dice alguien que conozco, aunque no recuerdo quién.
Pero estaba hablando de Carol: la chica se encargará de momento de las relaciones con el Departamento Comercial para posteriormente incorporarse a él. Mientras ella atendía al teléfono, yo miraba el movimiento de sus labios y el jugueteo de sus dedos sobre el bolígrafo. Ella levantó la mirada y vio el deseo en mis ojos. Mi deseo debió de parecerle suficientemente aceptable como para retocarse el peinado con un par de aleteos rápidos de su mano.
Siendo optimista, aquello era un buen comienzo.
Pesimista, en cuestión de mujeres, procuro no serlo nunca. Si no eres optimista, es mejor olvidarse: las mujeres mantienen una mala relación con el pesimismo de los hombres que las cortejan. Con la única excepción de que hayan decidido casarse contigo aunque tú no pienses en ello, entonces procuran darte ánimos para que venzas dudas, refuerzan la seguridad en ti mismo.
Hasta el punto y el momento justo.
Fuera como fuese, si aquella mujer revoloteaba a mi alrededor de forma más o menos permanente, en poco tiempo podría olvidar a la chica muerta, al inspector Colomer y a Marta, de quien había decidido prescindir.
Mi vida comenzaba una nueva etapa y respiré aliviado.
Entonces me llamó Marta y me dijo que aquella noche había una reunión en su casa y que debíamos acudir los cuatro, que Raúl tenía algo muy importante que decirnos, aunque ella no sabía de qué se trataba. La primera intención fue disculparme con cualquier excusa. Sin embargo, si había decidido apartarme de aquel asunto era mejor saber cómo estaba para tomar el rumbo adecuado. Y el hecho de que fuese una reunión de todo el grupo promovida por Raúl me llamaba la atención, él nunca había dado muestras de sentirse involucrado como grupo en aquel asunto, así que pensé que tal vez había dado con el camino de regreso a la normalidad. Si no era así, simplemente me despediría con un frío «It’s no my business, friends».
Además, Marta, con un tono de voz que hacía tiempo no usaba conmigo, dijo: «Te necesito esta noche».
Bien, iría, pero que nadie se hiciera ilusiones.
Y que el cabrón de Colomer hiciera lo que quisiera con sus sospechas; en realidad, que me involucrase era tan poco probable como ver a un musulmán estricto devorando una pata de cerdo a dentelladas en la puerta de la mezquita.
Miré a Carol y le susurré al aire que la envolvía que era todo suyo, aunque aquella noche tuviera que dar un paseo por mi vida anterior. Estaba enamorado de aquella mujer a la que veía por primera vez en mi vida. Ella probablemente estaría pensando en un maravilloso vestido rojo de verano que había visto el día anterior y ni siquiera sospechaba que yo existía más allá de la puerta de salida del edifico donde trabajábamos. Mi futuro era, como mínimo, problemático, pero había que intentarlo, en plazas más difíciles había toreado.