Si les digo que después de hablar con Marta llamé a una antigua relación y quedamos en vernos aquella semana, y sentí remordimiento, ¿me creerán?
Se lo agradecería.
Nuestra conversación, con Marta me refiero, había sido lo más parecido a una charla entre dos socios tratando de enfocar un negocio de la mejor manera posible. Ni ella ni yo habíamos hecho el menor esfuerzo para reconducir una relación que a todas luces se deterioraba.
Muy bien.
Pues había quedado con una antigua amante para tomar un café y charlar, y me remordía la conciencia.
Les doy mi palabra.
Hay que joderse.