MARTA

Fue un rato horrible, el que nos hicieron pasar en aquella rueda de reconocimiento. Hubo un momento en el que hubiese jurado que el policía que tenía al lado acercaba su cadera a la mía más de lo estrictamente necesario.

Ya digo que fue una tarde especialmente desagradable la que nos hicieron pasar en aquella comisaría, sin embargo creo que aquel día lo recordaré siempre por lo que sucedió por la mañana. Me refiero a lo que había sucedido a primera hora y a lo que sucedió después.

Verán: sobre las doce del mediodía, Ana, la secretaria de Pablo, vino a decirme que no me comprometiese para la hora del almuerzo porque el jefe quería comentar algunos asuntos acerca del lanzamiento de una campaña de un cliente de especial importancia.

A la una, Pablo y yo bajamos al parking, me dijo que iríamos a almorzar a un restaurante nuevo en el centro. En cuanto entramos en el coche me dijo que le hiciera una felación.

En realidad, lo que dijo fue que se la mamase.

Yo le contesté:

—¿Aquí?, ¿estás loco? —Pero en realidad estaba deseando hacerlo. Nunca lo había hecho en un parking. El aparcamiento donde cerramos los coches de la empresa está muy concurrido, y sentí el mismo cosquilleo en la boca del estómago que cuando en el lavabo privado de Pablo pensaba en la cara que pondría Ana si entraba y nos pillaba follando como locos. Así que no me hice de rogar demasiado.

Cuando ya estaba en plena faena, Pablo dijo:

—No levantes la cabeza, acaba de aparcar Frades.

Frades es nuestro director administrativo, un tipo reprimido y amargado. Me imaginé la cara de meapilas de Frades si se acercaba en aquel momento al coche y me veía con la cabeza entre las piernas de Pablo. Si no hubiese estado tan ocupada, me habría echado a reír, aunque si he de ser sincera, casi deseé que lo hiciese.

Al parecer, a Pablo, la presencia de Frades también lo iluminó, porque en aquel momento se corrió. Me apretó la cabeza contra su polla y se corrió llenándome la boca con su esperma. Tenía gusto a una cerveza algo rancia, era la primera vez que el esperma de un hombre me llenaba la boca. Pero eso lo pensé más tarde, porque yo también me estaba corriendo.

Jamás hubiese creído posible correrme pensando en Frades.

Frades no se acercó al coche, siempre va con la cabeza llena de números y no se entera de nada de lo que ocurre a su alrededor.

O sea que fue un día para recordar, por una cosa o por otra.