RAÚL

Lo que me contó Susana tenía su lógica, pero no aclaraba nada. Yo también entendía que no quisiera acudir a la policía: si lo hacía la volverían loca.

Y a mí también, ya que estamos juntos en ello.

En otro sentido, el problema sería que fuese la policía quien llegase hasta nosotros. No era impensable que lo hiciese, nuestras huellas estarían por toda la casa.

Susana defendía la imposibilidad de que lo hiciesen. «Ninguno de los dos está fichado, así que es casi imposible que lleguen hasta nosotros», decía.

«El loco de Colomer es muy capaz de llamarnos a comisaría, pedirnos las huellas y compararlas con las que haya recogido de la casa de Fredo», decía yo.

Susana suspiraba y dudaba.

«Para acabarlo de arreglar, está la pareja que se drogaba dentro del coche, al menos la mujer nos ha visto», insistía yo.

Susana dijo que aquella pareja no estaba para ver nada, y tal vez tenía razón.

En realidad, la pareja del coche no era lo que más me preocupaba. Aunque no se lo decía a Susana, pensaba que no era el tipo de gente que arde en deseos de colaborar con la policía, aunque con la policía colabora todo el mundo, solo es necesario apretar lo justo.

Cuanto más marginal sea el individuo, más sencillo de encontrar el punto por donde apretar. Y aquellos dos me parecieron lo suficientemente marginales para ganar un premio a la pareja lamentable del año.

Finalmente llegamos a un punto muerto, que es donde acostumbras a llegar cuando estás demasiado cansado y asustado para tomar decisiones coherentes.

Lo único cierto es que aquella noche dormí poco, y lo poco que dormí fue un sueño intranquilo, espacios de sueño cortos que se interrumpían con un sobresalto: la imagen de Fredo degollado desangrándose en la bañera o cualquier otra barbaridad teñida de la pátina de irrealidad onírica.

Tratando de librarme de esas locas imágenes, pensaba en alguno de los acontecimientos importantes de mi vida y lo situaba en el tiempo. Tengo un sistema infalible para situar acontecimientos en el tiempo: pienso qué álbum de música escuchaba cuando sucedió, por ejemplo The Joshua Tree de U2, año 1987, o bien Thriller de Michael Jackson, año 1982, cosas así, creo que ya me entienden. Aunque si he de ser sincero, y teniendo en cuenta que a mí me gusta el jazz y a menudo escucho álbumes que se grabaron cuando apenas había nacido, el método no es nada seguro. Pero sirve para entretenerse y quitarse de encima cadáveres de tipos gordos degollados. Divagar se da de hostias con la realidad, y cuanto más penosa sea esta, más bella debe ser la irrealidad que creemos para protegernos.

Susana estuvo cerca de una hora despierta y abrazándose a mi espalda, enlazaba sus piernas con las mías y, de vez en cuando, un estremecimiento recorría su cuerpo, lo que provocaba que sus pechos se deslizasen sobre mi espalda, de manera que al cabo de no demasiado tiempo tenía una erección que me hizo sentir orgulloso de mi comportamiento en tiempos difíciles.

Decidí darme la vuelta para preguntarle qué podíamos hacer con mi erección. Pensaba la manera más delicada de enfocarlo, justo en el momento en que se levantó y me dijo que iba a tomar un somnífero; me preguntó si yo también quería uno.

Le dije que no, realmente consternado.

Se durmió en poco rato y la escuché respirar pesadamente hasta caer en el duermevela intranquilo en que pasé la noche.

¿Respecto a mi erección?

Bien, gracias.