Pasé una buena parte del domingo con Raúl, nos levantamos tarde, salimos a pasear. La ciudad tenía ese aire melancólico que tienen muchas mañanas de domingo en verano. Son las mañanas ideales para pasear por calles medio vacías cogida de la mano del hombre con quien acabas de hacer el amor.
Aquella noche, de nuevo, Raúl se quedó a dormir conmigo.
Llamó a su mujer, ¡otra vez!, para avisarla acerca de sus intenciones.
Realmente, Raúl es muy mono.