Yo no soy de metal, no soy de piedra.
Yo no soy ni edificio ni escultura.
Mi cuerpo no lo envuelve una armadura
ni crece en él, ufana, espesa hiedra.
Es otro mal el que en mi cuerpo medra.
Mi perjuicio, ese mal, sin fin procura,
horada sin cesar mi arquitectura
y ante mis amenazas no se arredra.
Un amigo me dijo, muy contento,
creyendo procurarme, así, una cura:
«¿Te crees que estás hecho de cemento?».
Su otra frase aumentó más mi amargura:
«Sé el objeto de tu padecimiento:
aluminosis no, más bien locura».