Fábula de un funcionario público que fue molestado por un subdirector de pacotilla cuando tomaba un café

¡Máquina del café! ¡Licor tan bajo

que mi estómago humillas pero sanas!

¡Artefacto maldito que profanas

el tiempo que dedico a mi trabajo!

Tú le quitas el sueño a mentes vanas

que sueñan destruirte de un buen tajo:

quieren que trabajemos a destajo;

ellos, de trabajar, no tienen ganas.

¡Oh mi señor que peinas ya las canas

o que has usado, humilde, tu colgajo

para estar donde estás, donde te ufanas!

¡Tú sí puedes seguir por ese atajo

que sólo siguen piernas sobrehumanas!

Vas al bar de la esquina. ¡Yo al legajo!