Fábula del profesor

Como pueden echarme me han echado

a cajas destempladas del colegio.

Todo —dicen—, sin duda, es sacrilegio

lo que mi boca nombra o ha nombrado.

Lo firme frágil —dicen— he mutado.

Tomando, sí, la imagen del arpegio

—que repetidos son acorde regio—

hacer arpegios-niños he intentado.

Y todo por haber encaminado

a mis alumnos hacia un fin egregio…

A amar la libertad les he incitado

y no he necesitado un sortilegio

porque ellos, libremente, han escuchado.

Ser profesor tiene su privilegio.