He hecho sin por qué mi testamento
no por ceder fortuna dineraria,
ya que no es, como tal, extraordinaria:
no da para cebada de jumento,
lo que es decir que, a mí, no da alimento.
Tampoco lego hacienda inmobiliaria
ni los riñones ni la pituitaria.
Todos los meses, sin querer, me enfrento
a un casero que es por demás violento
cuando exige su renta monetaria.
Mas como soy un hombre de talento
—lo que no duda la orbe planetaria—
lego miles de libros que presiento
más que yo tendrán vida, aunque precaria.