A veces cuando peino mi cabello,
después de terminar una pintura,
robo al lavabo su común blancura.
No quiero hacer una tragedia de ello,
mas como hasta me impregna el sutil vello
que suaviza mi piel, le da lisura,
pensado he dedicarme a la escultura
—y así al mellar el mármol no me mello
el adorno eficaz que es mi cabello—
o entregarme a otra forma de cultura
que haga presente igual el arte bello.
Mas seguiré pintando con soltura.
La pintura en mi pelo es como un sello
que a un sobre pega su razón oscura.