Abandoné mi casa adolescente.
Me enamoré de un hombre y fui su amante.
No tenía un aspecto muy flamante
pero yo lo adoraba ardientemente.
Lo cierto es que era, a veces, prepotente;
en sus afirmaciones, arrogante;
en su trato social era un farsante.
Pese a todo, lo amaba locamente.
Un día una mujer o una serpiente
—si no recuerdo mal, una cantante—
se lo llevó en algún barco mercante.
Como no sé vivir independiente
ahora busco a algún príncipe valiente
que no me desencante y sí me encante.