Nunca jamás hubiera imaginado
que sería testigo de algún hecho
que escapara a mi razonar derecho,
que absorto me dejara y angustiado.
Vi desaparecer lo más preciado.
Se llevó ella el latido de mi pecho.
Su cuerpo se hizo blanco trecho a trecho,
el cuerpo del que estaba enamorado.
¡Y pensar que su alma habrá quedado
desnuda entre la nieve, no en el lecho
en el que ciegamente la he amado!
Que vive de otra forma, aunque sospecho
que ya no podré verla, aquí, a mi lado,
pues si intento abrazarla el aire estrecho.