Fábula del hombre que no midió sus palabras

Ya nunca más diré a la ligera

algo de lo que pueda arrepentirme,

no porque haya dejado de sentirme

al transcurrir, fatal, mi hora postrera,

sino porque desprecio la manera

que tiene todo el mundo de decirme

que mi expresión no tiene base firme

como flecha que en diana no es certera.

Me mató una expresión. Sí, fue altanera,

pero una forma fue de paso abrirme:

le dieron gravedad, siendo somera.

Sólo dije: «Antes prefiero irme,

que verte siempre, a contemplar la Esfera».

Y me mató, sin antes advertirme.