Leo todos los días el diario
intentando encontrar alguna pista
que me conduzca a ti. Tal vez desista
si te supongo huido o presidiario.
No pretendo que sea este sudario,
este anhelar, el traje que me vista.
Sin ti, quizás, la vida no resista,
sometida a este eterno y vil calvario.
Has dejado de ser tan temerario.
No te nombran, tampoco, en la revista.
¿Has variado tu laboral horario?
Mi violador, permíteme que insista:
no me violes como un cruel templario,
deja que, frente a ti, yo me desvista.