Fábula del hombre que siempre lleva una maleta consigo

No es que anhele un lugar, alguna meta,

ni que busque en la roca una hendidura,

ni que escoja entre frutas la madura,

ni me mueva otro fin, un fin esteta.

Encontrar no pretendo la receta

que me haga abandonar esta amargura.

Que este afán por viajar no es catadura

pues para mí es normal ir con maleta.

Me pese o no, mi vida está repleta

—repleta está la flor, mas de verdura—

de vaivenes a toque de corneta.

Ya que en la tierra pierdo la soltura,

el autobús o el tren son mi caseta

y poso, en su interior, como escultura.