31
—Están alterando el rumbo, señora. No se trata de una maniobra evasiva; el vector base es de quince grados a estribor.
—Entendido. —La sonrisa de la almirante Chin recordaba a la de un lobo hambriento. Esos «superacorazados» tenían que ser zánganos; si hubieran sido naves reales, los cruceros de batalla hubieran ido a refugiarse tras ellos. Y el propio cambio de rumbo, con su obvia invitación a perseguirlos, solo significaba una cosa. Los manticorianos se habían quedado sin trucos. Querían que ella los persiguiera para así mantenerlos lejos de su base, ya que no los podían parar de ninguna otra manera.
Sabía lo que tramaban. La alejarían de la base y luego se dispersarían. Perderían la ventaja de su defensa puntual al hacerlo, pero la distancia lo compensaría. Solo sus acorazados tenían la potencia de fuego suficiente para superar sus defensas individuales, aunque serían capaces de disparar a unos pocos de ellos.
Estuvo a punto de ignorarlos, pero la base no iba a largarse a ningún lado, y tal vez tuviera suerte. Los manticorianos habían perdido un cuarto de sus cruceros de batalla y un crucero pesado, y el resto estaba tocado. Si estaban dispuestos a dejar que los persiguiera, ella estaba dispuesta a aceptar la invitación con la esperanza de acabar con unos cuantos más antes de que se dispersaran.
* * *
—Se han tragado el anzuelo, señora.
—Ya veo, Eve. —Honor se frotó el puente de la nariz y se preguntó si era lo que realmente quería. El fuego de los acorazados había disminuido al seguir un vector de persecución, limitándose al armamento situado en los extremos, pero su control de disparo estaba adaptándose a la capacidad contraelectrónica del destacamento. Su designación de objetivos seguía siendo menos efectiva que la de Sarnow, pero sus cabezas armadas eran, con mucho, más poderosas, y a pesar de sus bajas aún tenían ventaja en cuanto a lanzamisiles. En especial, se dijo, ahora que el Desafiante y el Aquiles habían desaparecido del mapa.
El Nike se retorció sobre sí, liderando a su escuadrón en otra maniobra evasiva, y Honor se mordió el labio cuando nuevas salvas de misiles dieron contra el Agamenón y el Casandra. El crucero pesado Circe, dañado como estaba, cruzó por encima de la popa del Casandra mientras los movimientos de los cruceros de batalla trataban de conformar un apantallamiento. Seis de los misiles se dirigieron hacia la nave del capitán Quinlan, que intentaba completar la maniobra. Detectaron el crucero, y su súbito desvío para perseguirlo evitó que fueran masacrados por las medidas antimisiles que los habían fijado como sus objetivos. Los láseres de racimo del Circe destruyeron dos de ellos, pero los otros cuatro pasaron impunes… y redujeron a añicos el crucero como si fuera de juguete.
—Formación reno, radio… ¡no pierda de vista a esos cruceros!
—Sí, señora. Formación reno. —La monocorde voz de George Monet sonó incomprensiblemente calmada al responder y repetir la orden. Solo entonces Honor miró hacia la pantalla de comunicaciones del puente. Había dado la orden sin pensar en Sarnow; tenía la intención de acercar las escoltas a los cruceros de batalla para apoyarse mutuamente. Pero Sarnow solo asintió, y luego volvió la cabeza cuando habló Cartwright.
—Los superacorazados repos comienzan a moverse, señor —dijo el oficial de operaciones—. Se dirigen hacia la base.
* * *
—El almirante Rollins ha decidido actuar, señora —anunció el comandante Klim.
La almirante Chin asintió sin más. Ya era hora de que descubriera por fin, qué eran esos superacorazados en realidad y se pusiera en marcha, pensó con amargura. No hubiera cambiado mucho las cosas, pero un poco de apoyo psicológico no hubiera estado mal.
Por supuesto, eso significaba que los manticorianos se dispersarían antes. No tenía sentido arriesgar más una vez se dieran cuenta que Rollins marchaba hacia la base tras ella.
* * *
La NSM Agamenón ni siquiera vio venir el misil. Provino de estribor, y se escurrió a través de una rendija en los sensores, donde un impacto anterior había inutilizado el radar, para detonar justo en la zona de camarotes.
Por un momento el daño pareció de menor envergadura; luego su mitad posterior voló por los aires. La desgarrada estructura de la parte anterior de su casco pareció combarse justo antes de desintegrarse también de manera espectacular. Su escolta se alejó de las nubes de gas y calor que minutos antes habían sido un crucero de batalla y su tripulación.
La cara de Mark Sarnow adquirió un tono macilento y sombrío. La puntería de los repos daba la impresión de mejorar a cada instante, superando sus expectativas, y el destacamento aún estaba a quince minutos del punto de dispersión.
Su gente había llevado a cabo el plan de manera excelente, pero ocho mil de sus hombres habían muerto en el intento, y los superacorazados repos seguían acercándose. No terna sentido perder más vidas para proteger una base que, de todas formas, no podían salvar.
Miró su pantalla de comunicaciones y leyó el mismo pensamiento en los ojos marrones de Honor Harrington. Ella sabía que la orden de dispersión llegaría en breve, y el almirante abrió la boca para darla.
—¡Señor! ¡Almirante Sarnow!
Su cabeza giró de inmediato, ya que la voz pertenecía al capitán de corbeta Samuel Webster. Casi se había olvidado de él, pero el oficial de comunicaciones señalaba hacía su pantalla…, la pantalla que estaba enlazada con la red de sensores hiperluz.
* * *
El comandante Francis DeSoto apretó los dientes cuando el tercer crucero de batalla manticoriano cayó. No necesitaba las órdenes de la almirante Chin para buscar un nuevo objetivo, así que estudió su monitor, ansioso. Otro Homero. Eso era lo que quería… Pero entonces se puso rígido al ver que un icono cambiaba de repente. La destrucción del Agamenón y un cambio en la formación manticoriana habían abierto un agujero en el laberinto de las signaturas de impulsión, que no dejaban de entrecruzarse, y los ordenadores del Nuevo Boston por fin detectaron con claridad a la NSM Nike.
El mapa actualizado brilló intermitentemente una vez más, y sus ojos refulgieron. Esa nave era un cinco por ciento mayor que un Homero, es decir, una de las nuevas naves clase Leal.
* * *
—¡Es el almirante Danislav, señor! —La confirmación de Joseph Cartwright del informe de Webster se tiñó de júbilo, y Sarnow tuvo que contener el suyo. El enorme rastro hiperespacial estaba más allá del alcance de los sensores del Nike, pero no había dudas al respecto de a quién pertenecían. Los diez acorazados del centro de la formación ardían en la pantalla con fuerza, y Danislav ya debería estar consultando la red de sensores.
El almirante se sentó y guardó silencio, mientras miraba el mapa que Webster actualizaba con los datos de las plataformas de sensores hiperluz. Las naves de Danislav mantuvieron su vector de aproximación durante diez segundos, luego veinte, deslizándose sin acelerar a unos ocho mil kps hacia su punto de traslación al espacio normal; después el mapa parpadeó. La dirección de Danislav cambió, las naves pasaron a una aceleración de cuatrocientas treinta gravedades, y un nuevo vector apareció en la pantalla.
La pantalla se llenó de números, análisis del CIC. Veintiséis minutos. Era el tiempo que los repos tendrían que perseguirlos hasta llegar al punto de no retorno. Solo veintiséis minutos, y después no podrían escapar de los acorazados de Danislav.
Se dio la vuelta hacia la pantalla de comunicaciones para informar de las noticias a la capitana Harrington.
* * *
Veinticuatro misiles aceleraron en dirección al destacamento. Cinco de ellos perdieron su objetivo a un millón de kilómetros de distancia cuando las interferencias cegaron sus sensores. Otros tres alcanzaron a los señuelos. Dos más no detectaron a su objetivo primario y cambiaron al secundario, virando en busca del crucero pesado Guerrero, que los redujo a pedacitos gracias a sus medidas antimisiles.
Ocho cruzaron las defensas externas y continuaron su recorrido, mientras que sus propias CME esquivaban y pugnaban con los sistemas que pretendían acabar con ellos. Su tecnología era inferior, pero continuaban acercándose a cincuenta y cinco mil kps. Los láseres de racimo acabaron con uno, dos más. Un cuarto. El cuarteto que quedaba efectuó su última corrección de rumbo. Dos misiles fueron neutralizados. Y entonces el último par detonó.
* * *
La NSM Nike se agitó y retorció cuando las dagas de rayos X se clavaron hasta el fondo en su flanco. El láser siete y el gráser cinco explotaron. Radar cinco no tardó en unirse a ellos, junto con comunicaciones dos, los misiles trece y catorce, control de daños tres, puerto dos, y noventa y tres hombres y mujeres.
Un estallido proveniente de comunicaciones dos y control de daños tres lanzó trozos de metal y nubes de gas incandescente contra el CIC situado encima, matando o dejando heridos a unas veintiséis personas más. El fuego y el humo llenaban el compartimiento, y la onda expansiva continuó hasta chocar contra la mampara… que daba al puente de mando del Nike.
La mampara rota lanzó astillas a una velocidad mortal. Una de ellas partió en dos al asistente del almirante Sarnow. Una segunda acabó con la vida de tres de los hombres de Joseph Cartwright. Otra cruzó el puente de mando y decapitó a Casper Southman, para luego rebotar en la consola de Ernestina Corell. Pasó rozando a la jefa del Estado Mayor, que miró con horror sus pantallas destrozadas, tosiendo y ahogándose a causa del humo; un hombre a su espalda estalló en una explosión de sangre.
Y una cuarta astilla se clavó en la parte trasera de la silla de mando de Mark Sarnow.
Se abrió paso a su través, dando vueltas como una cuchilla al rojo vivo. El impacto resquebrajó el sistema antiimpactos del almirante y lo propulsó hacia delante, aunque la astilla lo atrapó en el aire. Le cortó la pierna derecha justo por encima de la rodilla y redujo su pantorrilla a un amasijo de carne. Los fragmentos de la silla le golpearon en la espalda, y su costado se rompió como una cesta de mimbre cuando aterrizó sobre la consola del mapa principal y rebotó de la misma forma que una muñeca rota.
Samuel Webster voló hacia su almirante, mientras las puertas se cerraban de inmediato y cortaban la corriente de aire que se escapaba. El traje inteligente de Sarnow ya había dispuesto torniquetes de emergencia en torno al muslo afectado, y su grito tomó la forma de una exhalación débil y exangüe mientras Webster comprobaba los monitores de sus señales vitales.
El almirante alzó la vista hacia su oficial de comunicaciones, luchando contra la terrible agonía.
—¡Que no se dispersen! —boqueó con toda la fuerza que le quedaba, y su mano se agarró al brazo de Webster igual que un niño enfebrecido—. ¡Diles que no se dispersen!
El rostro de Webster se volvió de un tono cerúleo al comprobar el registro de las terribles heridas sufridas por Sarnow, y sus dedos pulsaron las teclas del panel médico del traje inteligente con rapidez inusitada. Un alivio beatífico recorrió al almirante, amortiguando así el dolor. La inconsciencia lo reclamó, pero luchó por mantenerse despierto cuando Ernestina Corell apareció a su lado.
—¡Que no se dispersen! —farfulló de nuevo, y Corell miró a Webster.
—¿Qué ha dicho? —quiso saber, y Webster se encogió de hombros.
—No lo sé, señora. —La aflicción nubló su voz, y tocó el hombro de Sarnow con ternura—. No lo he entendido.
Corell se acercó y Sarnow volvió a intentar desesperadamente hacer entender su orden, pero la negrura se apoderó de él.
* * *
Los informes de daños inundaron el puente del Nike, y Honor respondió a todos ellos con calma y sosiego, como si fuera un extraño, aunque sus ojos seguían clavados en la pantalla negra situada a la altura de su rodilla derecha.
Apartó la vista y observó su propio repetidor táctico. Los sistemas de control de disparo habían remplazado al CIC en su monitor. Vio a los cruceros Hechicero y Merlín encaminarse a sus nuevas posiciones para flanquear al Nike y apoyar su defensa puntual, mientras que el destacamento reconocía el nuevo objetivo de los repos y sus ideas se aclaraban.
Sabía lo que había querido decir Sarnow. Ella había sido su álter ego táctico durante demasiado tiempo como para no saberlo…, pero no lo había dicho.
Las órdenes las daba el almirante, cierto. Pero tampoco quedaban oficiales de buque insignia. El capitán Rubenstein era el de mayor graduación, pero el Intrépido se había quedado sin sistemas gravitatorios y su sección de comunicación había resultado dañada más allá de toda reparación: no recibiría las transmisiones de las plataformas de sensores ni podría transmitir las órdenes con eficacia. Y Rubenstein no sabía que Danislav había llegado o lo que el almirante pretendía.
Sintió la mirada de George Monet clavada en ella, esperando la orden para informar a Rubenstein de que ella asumía el mando, pero no dijo nada.
* * *
El destacamento continuó hacia delante, acosado por los disparos de los havenitas, y su fuego de respuesta se hizo menos intenso y más esporádico conforme las ojivas láser iban destruyendo tubos lanzamisiles y rasgando pantallas y cascos. La distancia seguía incrementándose, pero muy despacio; ahora estaban situados a tres millones de kilómetros. Los capitanes de Mark Sarnow seguían escrupulosamente sus rumbos, sabiendo que ya habían hecho todo lo que tenían que hacer y aguardando la orden de dispersarse.
El capitán Pavel Young se sentó en la silla de mando, con la cara blanca y perlada de sudor. El Brujo no había sido alcanzado, era una de las pocas naves que podía jactarse de ello, y sus sistemas gravitatorios habían recibido la misma información que el Nike. Sabía que habían llegado los refuerzos, y el terror se instaló en sus tripas mientras aguardaba el impacto que acabara con el extraño indulto con el que hasta ahora había contado su nave.
Contempló el cursor del buque insignia, saboreando la sangre del labio mordido mientras los disparos láser y los misiles caían sobre el Nike. El salvajismo de la batalla era mucho más terrible visto desde la tranquilidad del puente del Brujo. Pero incluso en su estado de pánico, una pequeña parte de su cerebro estaba exultante porque la muerte de Van Slyke le había permitido alcanzar el mando del escuadrón. ¡Podría aprovechar la experiencia de mando en una batalla como aquella para limpiar de una vez por todas el estigma del fiasco en Basilisco!
Llegaron hasta el punto previsto para la dispersión, y se tensó para ordenar un cambio de rumbo radical. Pero no llegó ninguna orden. Cruzaron por el punto invisible en el espacio, sin virar, sin cambiar el rumbo, aún castigados por el fuego del enemigo. Sus ojos se abrieron de par en par, incrédulos.
Observó los códigos de datos del Nike casi de manera suplicante. ¿Qué demonios pasaba con Sarnow? ¡No había necesidad alguna de seguir con aquello! Los repos avistarían a los acorazados de Danislav en unos veinte minutos, ¡treinta y cinco como mucho! En ese momento serían relevados de la acción de todas formas. ¡¿Por qué no dejaba que se salvaran?!
Y entonces la inmunidad de la que había estado disfrutando el Brujo terminó. El misil no lo tenía como su objetivo, pero su señuelo lo apartó del Invencible. Detonó a veinticuatro mil kilómetros y atravesó su pantalla, desintegró el láser cuatro y desgarró el almacén dos, dejándolo abierto al espacio. El pánico resonó en el alma de Pavel Young en la forma del aullido de las alarmas de daños.
—¡Órdenes al escuadrón! —El chillido de su voz hizo que todas las cabezas en el puente se volvieran hacia él—. ¡Que todas las naves se dispersen! ¡Repito, que todas las naves se dispersen!
* * *
Honor Harrington estudió su pantalla mientras el Decimoséptimo Escuadrón de Cruceros Pesados se disgregaba. Era demasiado pronto. ¡Necesitaban otros doce minutos, solo doce más, para asegurar la destrucción de sus perseguidores!
Cinco de los cruceros pesados se desviaron entonces. Solo el Merlín mantuvo su rumbo, unido al flanco del Nike como una lapa, con sus láseres de racimo colaborando en la desesperada defensa de su buque insignia.
—¡Contacte con el Brujo! —ordenó—. ¡Que esas naves vuelvan a su posición inicial!
* * *
Pavel Young miró a su oficial de comunicaciones.
—¿Órdenes, señor? —La voz de su primer oficial sonó brusca, y Young volvió a prestar atención al mapa. Los repos ignoraban a las naves que huían para castigar sin reparos a los cruceros de batalla expuestos a causa de su huida.
—¡¿Órdenes, señor?! —repitió el oficial ejecutivo, y el capitán lord Pavel Young apretó la mandíbula sin decir una palabra. No podía volver a aquel horror. ¡No podía!
* * *
—No hay respuesta del Brujo, señora. —El Nike se tambaleó al recibir otro impacto y la voz de Monet tembló de igual forma, aunque su sorpresa ante el silencio del crucero no pasó inadvertida. La cabeza de Honor se giró como un resorte, y Monet retrocedió al ver su expresión.
—¡Deme un canal directo con el capitán Young!
—Sí, señora. —Monet apretó unas cuantas teclas y la pantalla localizada a la altura de la rodilla de Honor se iluminó, mostrando la cara de Pavel Young. El sudor corría por sus mejillas y se colaba por su barba; los ojos recordaban a los de un animal acorralado.
—¡Vuelva a la formación, capitán! —Young solo la miraba, a la vez que movía la boca sin emitir ningún sonido—. ¡Vuelva a la formación, maldita sea!
La pantalla se apagó cuando Young cortó la comunicación. Durante un instante fue incapaz de creerlo, y fue en ese momento cuando una nueva salva de cabezas láser golpeó las defensas del Nike. La nave se tambaleó y los informes de daños comenzaron a aparecer por todos lados a su alrededor. Despegó los ojos de la pantalla de comunicaciones para dirigirse a George Monet.
—Mensaje para todos los cruceros pesados. ¡Vuelvan a la formación enseguida! ¡Repito, vuelvan a la formación enseguida!
* * *
La estupefacción arrugó la frente de la almirante Chin al ver las cabriolas de los manticorianos. Resolvió que su fuego había inutilizado las comunicaciones de sus buques insignia. Era la única explicación para su súbita confusión. Los cruceros pesados acababan de dispersarse, disminuyendo así la eficacia de la red de medidas antimisiles y aumentando la de sus disparos, que seguían bombardeando las defensas debilitadas de los cruceros de batalla. Uno de ellos vaciló y soltó una mezcla de aire y detritus, pero al final mantuvo su rumbo original. Otra salva se precipitó sobre ellos, rasgando, cortando y destrozando a su paso. Chin sonrió, anticipándose a las bajas que estaba a punto de infligir al enemigo…, y entonces bufó cuando cuatro de los cruceros que huían iniciaron su regreso a las posiciones originales.
Solo uno de ellos continuó su camino, y el control de disparos lo ignoró para concentrarse en los que continuaban luchando.
* * *
Honor Harrington dedicó una última mirada de odio al código de datos que continuaba alejándose de la formación. El Casandra había quedado maltrecho tras la fuga de Young. La pantalla de babor había caído, por lo que estaba desnudo y sin protección, pero los otros cruceros no tardaron en recuperar sus antiguas posiciones en la red, y Honor emitió nuevas órdenes. El Intolerante y el Invencible se situaron entre el Casandra y sus enemigos, escudándolo con sus propias pantallas mientras su tripulación trabajaba a toda prisa en las reparaciones.
Tenían nueve minutos para recuperar la pantalla.
* * *
El almirante Yuri Rollins se revolvió en la silla de mando hasta tener al capitán Holcombe a la vista. El jefe del Estado Mayor estaba pálido, y Rollins sintió cómo la sangre abandonaba su propio rostro cuando este dio su informe.
Saltó de la silla y casi corrió hasta el mapa para contemplar, con incredulidad, la actualización de los sensores Argus. A las plataformas de sensores les había llevado quince minutos ofrecerle aquellos datos, y los acorazados manticorianos viajaban ya a unos doce mil kps.
Una línea de color rojo sangre se extendió para señalar las naves recién llegadas, que se dirigían hacia el escuadrón de Chin. La sangre del almirante se convirtió en hielo cuando el CIC brilló ante él. Chin quedaría atrapada, incapaz de escapar, en menos de diez minutos, y hacerle llegar una advertencia llevaría trece minutos.
—¡Inviertan rumbo…, máxima potencia militar! —gritó, y se giró cuando comenzó a escuchar las respuestas. Anduvo despacio hasta su silla y se hundió en ella.
Esas naves no bastarían para detenerlo, pero sí lo dejarían muy tocado antes de que pudiera destruirlas. Tampoco estaba seguro de si no habría más en camino, aunque su repentina llegada, junto con las emboscadas manticorianas en las que había caído Chin, parecían indicar lo contrario.
Había sido una trampa después de todo, pensó. No sabía cómo lo habían conseguido. Tal vez tuvieran una nave aguardando más allá del límite hiperespacial, lista para llamar a los refuerzos en el momento oportuno. No lo sabía, y: tampoco le importaba. Tenía que cruzar el límite hiperespacial antes de que alguien más apareciera, y su cambio de rumbo era la única advertencia que podía hacerle a Chin. Sus sistemas gravitatorios lo captarían, y tal vez eso le diera una idea de lo que hacer a tiempo para salvarse.
* * *
—El almirante Rollins decelera al máximo, señora.
El comandante Klim sonaba confuso y la almirante Chin frunció el ceño, sorprendida. Estiró el cuello para ver el mapa, y su estupefacción aumento varios enteros.
* * *
Una luz refulgió en la pantalla de Honor cuando los fríos ordenadores lo confirmaron: sus perseguidores ya no serían capaces de escapar a la venganza del escuadrón de refuerzo de Danislav, no tenían opción.
Trató de sentirse exultante, pero Mark Sarnow y su tripulación habían pagado un alto precio por ello.
—¿Estado de la pantalla del Casandra?
—Aún inoperante, patrona. Ha perdido cinco nodos beta; su máxima aceleración se ha visto reducida a cuatro-punto-seis kps2.
Honor aspiró profundamente. Con el castigo recibido por los repos su aceleración bastaría para alejarse de ellos, pero no para conseguir salir de su alcance. No sin su pantalla.
—Acérquenos a su costado de estribor. Manténganos lo más cerca posible de él; tendremos que reducir nuestra velocidad para igualar la suya. Infórmele de que no se aparte de nosotros. Luego ordene al resto del destacamento que se disperse.
* * *
El ceño de la almirante Chin se frunció aún más cuando el destacamento manticoriano se disgregó. No había error posible esta vez: cada nave se separó de los demás, dispersándose de modo tan amplio que era evidente que constituía una maniobra cuidadosamente calculada.
Todos excepto dos. Un par de cruceros de batalla pegados el uno al otro, tan cerca que sus sensores a duras penas los podían distinguir; entonces asintió. El más cercano era una nave de clase Leal, y resultaba obvio que cubría a un compañero dañado, lo que los convertía en presa evidente. Pero mientras pensaba seguía mirando las fuentes de impulsión de los superacorazados de Rollins, que no dejaban de reducir su velocidad.
No entendía por qué estaban haciendo algo así, a menos que…
* * *
Los acorazados havenitas frenaron su avance de repente y Honor sonrió. Al final se lo habían olido. No sabía cómo, pero lo sabían. Solo que ya era demasiado tarde.
Los acorazados completaron su giro mientras deceleraban a toda prisa, y se imaginó la escena en su puente de mando. Su oficial al mando no sabía la amenaza a la que se enfrentaban. Hasta que sus sensores captaran a las naves de Danislav solo podía decelerar, y cada segundo que invertía en ello incrementaba la velocidad relativa del Nike en nueve kps. Lo que reducía la eficacia de la puntería repo.
—Ejecute gallinita ciega —dijo.
Eve Chandler introdujo unos comandos en su panel, y ocho zánganos contra electrónicos fueron expulsados de ambos cruceros de batalla. Se esparcieron en cuatro direcciones diferentes, cada par como una unidad indivisible, imitando las signaturas de las naves nodrizas; el Nike y el Casandra alteraron el rumbo para encontrar un quinto vector.
La repentina multiplicación de objetivos consiguió justo lo que Honor pretendía. Incapaz de identificar las naves, el comandante repo decidió no malgastar munición…, en especial teniendo en cuenta que debía de estar empezando a darse cuenta de que iba a necesitar cada misil con el que contara en muy poco tiempo.
Cesó todo el fuego, y el agónico buque insignia TG-H001, junto a su escolta, huyeron en pos de la seguridad.