27
—Aún nada.
Sir Yancey Parks se dio otra vuelta por el puente de mando de su nave, y sus hombres se aprestaron a mantenerse ocupados con tareas rutinarias para así apartarse de su camino. Todos menos el comodoro Capra, que contemplaba a su almirante sin mostrar expresión alguna.
—Odio esperar tanto —masculló furioso Parks.
—Tal vez es porque lo están llevando a cabo, señor. —La voz de Capra era calmada, y Parks bufó.
—¡Por supuesto! Por desgracia, eso no lo convierte en menos efectivo. —Parks se detuvo y se giró para mirar la holoesfera. El CIC había cambiado a modo de astrografía y enseñaba las escasas estrellas de su zona de influencia, así como los datos más recientes acerca de las situaciones de fuerzas amigas y enemigas. El almirante, contrariado, señaló con la barbilla hacia el punto de luz que representaba a Seaford Nueve.
—Ese bastardo de ahí sabe a ciencia cierta qué planea hacer —dijo, a la vez que disminuía su tono para que solo lo escuchara el comodoro Capra—. Sabe cuándo va a hacer su movimiento, qué va a hacer y cómo piensa llevarlo a cabo; y todo lo que yo sé es que no sé nada de eso.
Volvió a callar y se mordisqueó el labio mientras el ácido se removía en su estómago. Estaba descubriendo que los juegos de guerra y los ejercicios de entrenamiento eran la misma cosa, donde no se arriesgaba nada excepto la reputación y la carrera de uno. Las operaciones militares eran mucho más: ahí se jugaba con la vida y la muerte, y no solo la propia sino también la de toda una tripulación, y, con bastante probabilidad, la de una nación.
Era un descubrimiento bastante desazonador, y le había hecho dudar de su propia capacidad.
Suspiró y se obligó a distender los músculos con un tremendo acto de fuerza de voluntad; luego se giró para dedicarle a Capra una mirada sincera.
—¿Estaba Sarnow en lo cierto? —Su voz revelaba sus propios pensamientos, y el comodoro se encogió de hombros, incómodo.
—Ya sabe cuál es mi punto de vista, señor. No estoy de acuerdo con dejar Hancock tan desprotegida, con independencia de si adoptamos una postura ofensiva o defensiva. —Se encogió de hombros otra vez, casi con aire desamparado—. No lo sé, señor. Supongo que la espera también me afecta.
—Pero está empezando a pensar que él estaba en lo cierto, ¿no? —presionó Parks. El comodoro apartó la mirada, tragó aire y asintió.
La boca de Parks se retorció en una mueca y le dio la espalda a la esfera cruzando las manos tras él.
—Si alguien me necesita estaré en mis habitaciones, Vincent —dijo sosegadamente, y abandonó el puente despacio.
* * *
La NAP Alejandro se deslizaba sin hacer ruido por los confines exteriores del sistema Yorik, en otra misión Argus. Debería haber sido rutinaria dadas las fuerzas ligeras que los manticorianos mantenían en la zona, pero la pantalla táctica del Alejandro era un destello carmesí de fuentes de impulsión, y su capitana estaba de pie, con los ojos entornados por la consternación.
—¿Qué demonios es todo esto, Leo? —preguntó la comandante Trent a su oficial táctico.
—No tengo la menor idea, señora —replicó con franqueza el oficial táctico—. Parece un destacamento de patrulla, pero lo que está haciendo aquí me supera. Es algo que esperaría ver en Hancock, no aquí.
—Igual que yo. —El tono de Trent era algo agrio. Miró hacia el capitán de corbeta Raven. Su segundo era el oficial de guardia y estaba sentado en la silla del mando, en el centro del puente, aunque su atención estaba fija en su capitana en lugar de en los monitores.
—¿Qué es lo que piensa, Yasir? —preguntó, y los hombros de este se estremecieron ante la pregunta.
—Me gustaría abortar la misión, señora —replicó con el tono respetuoso de alguien que sabe lo que podía ocurrirles a las carreras de ambos si lo hacían—. Hay demasiado tráfico ahí fuera, y actúan de forma agresiva. Todo lo que necesitamos es que uno de ellos se sitúe en el sitio equivocado y…
Hizo una mueca y Trent asintió. Raven tenía razón. Pero la presencia de las naves manticorianas ponía de relieve que algo inusual sucedía en Yorik lo que hacía de la recogida de datos Argus algo más importante aún. Ese sería, lo sabía el veredicto de cualquier corte de investigación.
Se apoyo con el hombro contra el soporte del monitor del oficial táctico y cerró los ojos, reflexiva. El riesgo para el propio Alejandro era mínimo; todavía estaban fuera del límite hiperespacial, y podrían activar su cuña en apenas dos minutos. Los generadores hiperespaciales llevarían algo más de tiempo (la signatura del rastro provocado por un campo traslativo en suspenso era demasiada poderosa como para ocultarla), pero el Alejandro podría huir de allí antes de que nadie se acercara lo suficiente para dañarlo. No el riesgo lo corría la red Argus. Si eran descubiertos, los manticorianos se preguntarían qué es lo que hacía un crucero ligero de la Armada popular merodeando por la zona. Y si comenzaban a buscar de manera activa, ni siquiera los sistemas de camuflaje solarianos los podrían ocultar para siempre.
—Continuaremos con la operación —ordenó—. De todas formas, no podemos activar la cuña sin arriesgarnos a ser detectados, así que estamos obligados a terminar la misión. Pero quiero a nuestra gente de sensores al cien por cien. Si hay el más mínimo indicio de una patrulla en la zona cuando alcancemos el punto de transmisión, no realizaremos la descarga.
* * *
El comandante Tribeca se repantigó cómodamente en su silla de mando, y rio para sí mientras miraba las pantallas y se burlaba del capitán sir Roland T. Edwards.
La NSM Sagitaria y los otros dos destructores de su división habían tomado el papel de agresores en aquel ejercicio en particular, y por el momento el Sagitaria y el Ataque jugaban al ratón y al gato mientras contemplaban mientras el resto de la flotilla los buscaba. Habían apagado casi por completo todos los sistemas, y sus sensores pasivos rastreaban a los otros nueve destructores y un crucero ligero que se arrastraban por popa, en el papel de «mercantes». Otro par de horas y el «convoy» estaría al alcance de los misiles. Por el momento, todos los destructores estaban mirando en la dirección equivocada. Habrá unos cuantos que tendrán que sonrojarse en el informe posterior al ejercicio, pensó complaciente.
Por supuesto, siempre cabía la posibilidad de que uno de los otros destructores se girara y mirara hacia ellos, pero aunque lo hiriera, sería difícil que los viera. Si era detectado, aceleraría a máxima potencia y confiaría en la suerte, pero esa era la hipótesis más pesimista y no le daba la impresión de que fuera a ser así…, no sin algo de ayuda por parte de Tribeca. Emboscada, el tercer destructor de la división de Tribeca, estaba en algún lugar ahí afuera, desde donde emitía de manera deliberada un rastro cuidadosamente diseñado de la comunicación entre el grupo, por lo que Edwards imaginaba tener un indicio de la localización general de la división.
Tribeca rio en silencio ante el pensamiento. Edwards era un estúpido pomposo. Nunca se le hubiera ocurrido que le tendieran una emboscada y…
—Discúlpeme, patrón, pero acabo de registrar algo extraño. Es… Ahí está otra vez.
—¿Qué? —Tribeca movió la silla hacia su oficial táctica y frunció el ceño—. ¿Ahí está qué, Becky?
—No lo sé, señor. Es como… —La voz de la mujer se quebró y sacudió la cabeza, luego miró hacia el oficial de comunicaciones—. Hal, barrido desde cero-ocho-cero a uno-dos-cero. Creo que es un láser de comunicaciones.
—Estoy en ello —replicó el oficial de comunicaciones, y las arrugas de la frente de Tribeca se hicieron más profundas.
—¿Un láser de comunicaciones? ¿Desde dónde?
—Eso es todo, patrón. —Los dedos de la oficial táctica redirigían los sensores pasivos mientras contestaba—. No veo nada. Si es un láser de comunicaciones está a un nivel muy bajo y solo capto un resto.
—¿Es intermitente? —Tribeca frunció las cejas y la oficial táctica asintió.
—Lo tengo, señor —dijo el oficial—. Cero-ocho-ocho. —Ajustó el reóstato con cuidado—. Es un láser de comunicaciones, confirmado. Aunque solo lo captamos parcialmente. Diría que es un defecto en los sistemas de seguimiento del emisor. No muy grave, el haz solo se desvía un poco del canal, pero lo suficiente para que incida sobre nosotros de manera intermitente. Además, la señal es confusa…, y no reconozco el código.
—¿Qué? —Tribeca se frotó una ceja con fuerza y el ejercicio pasó a un segundo plano. El Sagitaria estaba a diez minutos luz del oficial de rango superior más cercano. Si daba parte, le daría a quien fuera que estuviese al otro lado del láser al menos veinte minutos para alejarse del alcance de los sensores activos mientras él esperaba las órdenes, y no tenía idea del vector donde se encontraba la nave no identificada. Pero sabía que no era manticoriana. No si Hal era incapaz de identificar su código. Se dejó caer en su silla de mando y apretó un botón.
—Sala de máquinas, teniente Riceman —dijo una voz.
—Rice, soy el capitán. Zafarrancho de combate. —Oyó a alguien inhalar bruscamente en el puente y lo ignoró—. Olvide el ejercicio. ¿Cuánto tiempo tardará en preparar la cuña de impulsión?
—Ochenta segundos como poco, patrón —dijo Riceman sin denotar emoción alguna, y Tribeca asintió.
—Prepárela entonces —respondió, y miró hacia la oficial táctica—. Quiero que llame a zafarrancho de combate a mi orden, Becky, pero dejo el control de fuego y los sensores en suspenso. Sea lo que sea, está al alcance de un láser de comunicaciones, con lo que también lo estaría al de armas de energía. No quiero ninguna emisión hasta que la cuña y las pantallas estén activadas. ¿Entendido?
—Sí, señor.
—De acuerdo entonces, Becky. ¡Zafarrancho de combate!
* * *
—¡Contacto! —gritó el oficial táctico del Alejandro—. ¡Tengo una cuña de impulsión, rumbo uno-tres-seis hacia cero-nueve-dos! —Golpeó las teclas de su consola—. ¡Destructor manticoriano a dieciocho millones de kilómetros, capitana!
—¡Mierda! —La comandante Trent golpeó con el puño sobre el brazo de su silla de mando—. ¡Zafarrancho de combate, pero permanecemos en suspenso! ¡Confirme!
—En suspenso, señora. —El oficial táctico confirmó la orden al tiempo que el pulgar de Yasir Raven presionaba la alarma de zafarrancho de combate, permanecer en suspenso impedía al crucero activar su cuña de impulsión y sus pantallas, pero de esa forma habría una pequeña posibilidad de que no fueran detectados, y…
—¡Pulso de radar! —gritó el oficial táctico entre el aullido de la alarma—. ¡Nos tiene, señora! —Se detuvo, y luego empezó a dar órdenes—. ¡Una segunda fuente de energía detectada! ¡Dos destructores a dieciocho millones de kilómetros!
Trent masculló otra maldición. A esa distancia y con ese rumbo, solo había una razón por la que un manticoriano encendiera su motor. ¡Maldita sea! ¿Qué demonios hacían escondidos allí? ¡¿Estaban justo en el lugar adecuado para que su haz de comunicaciones tropezara con ellos?!
—Cambio de vector —anunció el táctico con voz tensa—. Trazan un rumbo de intercepción, señora. Aceleración cinco-dos-cero gravedades.
—Activad la cuña. —Trent se giró hacia su astronavegadora—. Prepare la traslación, Jackie, y ejecute un cambio de vector aleatorio en el instante en que crucemos la barrera. Nos quiero fuera de aquí en el mismo momento en que los generadores estén listos.
—Sí, señora. Preparando el rumbo.
—¡Impulsores activados, capitana!
—Timonel, aléjenos de ellos. Nivel uno-dos-cinco, y vire a babor.
—Sí, señora. Nivel uno-dos-cinco y virando a babor.
Trent se dio la vuelta para mirar la pantalla, y los puntos brillantes de los destructores manticorianos la deslumbraron. Apenas a un minuto luz, justo en su maldita estela. Estaban demasiado lejos como para que la atacaran, incluso suponiendo que su identificación los invitara a clasificarlos como hostiles, pero el daño ya estaba hecho.
Se retrepó con los labios apretados y tamborileó sobre los brazos de la silla iba a pagar caro por aquello, y daba igual de dónde viniera: toda la mierda de la galaxia estaba a punto de caer justo sobre su cabeza.
* * *
—Ha pasado a modo activo —informó la oficial táctica de Tribeca, con una voz carente de intensidad—. Parece un crucero ligero de clase Homero, señor. Altera su vector para distanciarse de nosotros.
—¿Hay alguna oportunidad de atacarlo? —Había más esperanza en su voz que confianza en las palabras de Tribeca, y ella sacudió la cabeza.
—Lo siento, señor, imposible. Se escapa del alcance de nuestros misiles, y está girando para presentar la banda inferior de su cuña.
—Maldición —murmuró el comandante. Contempló su propia pantalla ignorando las preguntas confusas del patrón del Ataque que brotaban a través del comunicador, mientras el crucero repo seguía alejándose de él. También iba muy rápido, y estaba a mucha distancia…
La fuente de impulsión se desvaneció entre las chispas del rastro hiperespacial y Tribeca gruñó, pues también se desvanecieron las oportunidades de atrapar la nave.
—Deje de acelerar, timonel. —Se removió aún más en su silla acolchada mientras su cerebro trabajaba a toda velocidad—. Hal, envíe un informe al capitán Edwards con todos los datos de Becky. Haga lo mismo con el almirante Parks.
—Sí, señor.
El ascensor del puente siseó al abrirse para dejar paso al segundo, embutido en un traje de vacío. Su atuendo parecía fuera de lugar en el puente, ya que con todo el alboroto no había habido tiempo para cambiarse de traje, y Tribeca sonrió no muy contento al ver su propio traje sobre el brazo del segundo.
—Gracias, Fred, pero todo ha terminado.
—¿Qué es lo que ha terminado? —exigió saber el segundo, exasperado—. ¡Espero que se dé cuenta de que echamos a perder el ejercicio entero, patrón!
—Lo sé, lo sé. —Tribeca se levantó y anduvo hasta la sección táctica para estudiar la repetición de aquel extraño incidente—. ¿De qué cree que va todo esto, Becky?
—Bueno —la oficial táctica se echó hacia atrás en su asiento y se rascó la nariz—, la única cosa que le puedo decir a ciencia cierta, señor, es que estaba demasiado lejos como para detectar nada del sistema interno con los sensores de abordo. Además, estaba emitiendo hacia algún lugar con un láser de comunicaciones, y… —Se encogió de hombros.
—Pero ¿cómo demonios pueden…? —Tribeca sacudió la cabeza. No podía que los repos tuvieran alguna clase de sistema de camuflaje que los sensores de la RAM no pudieran penetrar, pero como Becky decía, ese crucero había estado emitiendo algo. Y puesto que sus propios sensores no mostraban nada al respecto, la evidencia empírica aseguraba que contaban con un sistema de camuflaje mucho mejor de lo que la OIN había supuesto—. Timonel —dijo, sin dejar de mirar a la pantalla—, sitúenos donde estábamos cuando detectamos la primera emisión, luego diríjase hacia cero-ocho-ocho. Despacio, no tenemos prisa.
—Sí señor. Invirtiendo rumbo.
—Bien. —Colocó la mano sobre el hombro de la oficial táctica con suavidad—. Si en realidad hay algo ahí fuera, va a ser muy complicado descubrirlo, Becky. Olvídate de todos tus prejuicios acerca de las capacidades de los sistemas repos. Actúa como si se tratase de algo nuestro que no quiere ser hallado, y después encuéntralo.
—Sí, patrón. Si está ahí, lo encontraré —prometió, y él le apretó el hombro.
—Patrón, ¿le importaría contarme qué es lo que ocurre? —rogó su segundo y Tribeca sonrió, a pesar de lo tenso que estaba, cuando la voz del patrón del Maque aún chillaba por el comunicador repitiendo la pregunta. Entonces la sonrisa se evaporó.
—Venga a la sala de reuniones, Fred —suspiró—. Se lo explicaré a usted y al comandante Fargo al mismo tiempo.
* * *
—¡Dios mío! —El almirante Parles meneó la cabeza mientras miraba el mensaje de la pantalla—. Si no lo veo, no lo creo. ¿Cómo se las ingeniaron los repos para hacer una cosa así, Vincent?
—No lo sé, señor. —Capra se puso en pie y comenzó a dar vueltas en torno al a sala de reuniones—. Bueno, se me ocurren un montón de formas diferentes de colocar las plataformas en posición; solo que no soy capaz de imaginar cómo consiguieron los sistemas de camuflaje que les permitieron ocultarlas de nosotros después de situarlas.
—Diría que es probable que el comandante Tribeca esté sobre la pista adecuada, almirante —dijo Zero O’Malley. El oficial de inteligencia retrocedió hasta la parte pertinente del mensaje de Tribeca y la resaltó con un lápiz—. No podemos estar seguros hasta que vuelva aquí con el dispositivo y lo podamos estudiar, pero su descripción preliminar sugiere la fusión de un tipo de tecnología, y solo Dios sabe qué es lo que comercian entre si la República Popular de Haven y la Liga Solariana.
—Pero la Liga impuso un embargo sobre la tecnología militar tanto para nosotros como para ellos —apuntó Parks, y O’Malley asintió.
Mantener la efectividad del bloqueo había sido uno de los movimientos diplomáticos más prácticos del Reino Estelar, ya que favorecía la tecnología superior, en términos generales, de los manticorianos con respecto a los havenitas. Había sido difícil de conseguir, y solo el control de Mantícora sobre el tráfico de la Liga a través del extremo de Sigma Draconis de la Confluencia del Agujero de Gusano había otorgado a la Oficina de Asuntos Exteriores la capacidad de presión suficiente para lograrlo.
—Cierto, señor, pero no estoy sugiriendo que esto sea un intercambio de tecnología autorizado. La Liga se organiza sobre unas bases tácitas, muy vagas, y algunos de sus planetas miembros siguen resentidos por el tema del embargo. Es posible que uno de ellos, o incluso un contratante renegado, o un oficial sobornable de la armada de la Liga, estuvieran dispuestos a violar el embargo.
—Zero puede estar en lo cierto, señor —añadió el capitán Hurston— pero no creo que sea tan importante el cómo, sino el hecho de haberlo logrado. —El oficial de operaciones se atusó el cabello con una mano, y su voz sonó preocupada—. Y, por supuesto, queda la cuestión de dónde más están situadas. Yorik no es tan importante como otros sistemas de la Alianza, por lo que debería estar en un segundo lugar. Lo que nos lleva a…
—Que los han colocado por toda la frontera —concluyó Parks con una mueca, y Hurston asintió.
El almirante echó la silla hacia atrás y se frotó los ojos con el dorso de las manos, deseando poder creer que Hurston estaba equivocado. Pero no podía. Si los repos habían infestado Yorik con sus malditas plataformas de sensores invisibles, entonces lo habrían hecho en todos sitios.
Apretó la mandíbula y maldijo en silencio. Mantícora se había confiado mucho en cuanto a su ventaja tecnológica, rechazando la posibilidad de que los repos, conocedores también de la diferencia, tomaran sus medidas para contrarrestarla. Y él había estado tan ciego como los demás.
—Esto lo cambia todo —dijo finalmente—. Nuestra…, mi opinión de que el almirante Rollins no sabría de nuestra partida de Hancock ha sido desmentida. Lo que —se obligó a subir el nivel de voz— significa que el almirante Sarnow tenía razón.
Inhaló y se sacudió, luego colocó su silla recta, bajó las manos y habló con voz frágil.
—De acuerdo, chicos. Erré, y es hora de arreglarlo. Mark —dijo y miro a Hurston—, quiero que mande al garete todos y cada uno de nuestros planes de contingencia. Dé por hecho que los repos han estado observando nuestros despliegues a lo largo de la frontera desde hace al menos seis meses, y encuentre cualquier deficiencia en el plan que necesite ajustarse a la luz de esta capacidad, Zeb —se giro hacia el oficial de inteligencia— quiero que se ocupe del dispositivo que nos entregue Tribeca. Destrípelo por completo. Averigüe todo lo que pueda: cómo funciona, sino también sus componentes y quién lo fabricó. Y haga saber a Tribeca que pretendo recomendarlo por su iniciativa.
El oficial de Inteligencia asintió, y Parks se volvió hacia la capitana Beasley.
—Teresa, prepare una conferencia vía comunicador para las… —miró el reloj— nueve de la mañana. Quiero a todos los comandantes de escuadrón, su personal y los capitanes de buques insignia aquí. Luego envíe naves correo a Hancock, Zanzíbar y el Almirantazgo. Informe a todos ellos de nuestros descubrimientos, y dé órdenes a la almirante Kostmeyer para que salga de inmediato de Zanzíbar y se reúna con nosotros en Hancock. Ocúpese de que almirante Sarnow también reciba una copia de nuestro informe a ella.
—Sí, señor.
—Vincent —dijo Parks dirigiéndose a su jefe del Estado Mayor—, quiero que ayude a Mark en su cometido, pero en primer lugar diseñe un nuevo despliegue. Dejaremos una flotilla de destructores y un escuadrón de cruceros ligeros en la zona para patrullar el sistema… y encontrar el resto de esas malditas plataformas de sensores. Si los repos llevan vigilándonos tanto tiempo, la prioridad principal es la de volver a concentrarnos de nuevo, así que redacte las órdenes preliminares para partir en cuanto la reunión con los comandantes de escuadrón haya concluido.
—Sí señor.
—Muy bien. —Parks depositó las manos sobre la mesa y cuadró los hombros—. Comencemos, entonces. Y roguemos a Dios porque estemos a tiempo.