«…, giró una parte del muro. Ocultaba una especie de caverna que encerraba cosas misteriosas, cosas sin nombre y de un valor incalculable. Amílcar bajó los tres escalones; cogió de una cuba de plata una piel de llama que flotaba sobre un líquido negro, y volvió a salir».

GUSTAVE FLAUBERT, Salambó, cap. VII.

«… Régulo lo pensaba realmente… Él conocía Cartago aquello era (vuestro examinador no os preguntará esto, así que no hace falta que lo anotéis) una especie de Manchester de negros dejado de la mano de Dios».

RUDYARD KIPLING, «Régulo», Stalky & Co.