Agradecimientos

Gracias a Amy Williams, extraordinaria agente y amiga; a Reagan Arthur, querido editor y amigo, a Michael Pietsch, quien depuró este libro con su destreza, y a otros muchos admirados colegas de Little, Brown and Company.

Mi agradecimiento también a Georgi H. Kostov por su maravillosa lectura y por darme la libertad de viajar y aprender; a Eleanor Johnson por su cariñosa ayuda buscando información en París y Normandía; al doctor David Johnson por su fe en este proyecto y por los días de descanso en Auvergne; a Jessica Honigberg por enseñarme cómo son la mente y las manos de un pintor; a la doctora Victoria Johnson por haber reavivado mi amor por Francia; a mi tío holandés, Paul Howard Johnson, por su inagotable apoyo y aliento durante más de cuatro décadas; a Laura E. Wolfson, compañera de aventuras literarias, por su lectura del libro y por nuestros treinta años de visitas a museos; a Nicholas Delbanco, mi querido mentor, por leer el libro y por nuestras conversaciones sobre Monet y Sisley; a Julian Popov, novelista colega, por sus críticas; a Janet Shaw por su lectura y por cobijarme bajo sus alas desde hace años; al doctor Richard T. Arndt por su ayuda con todo lo francés: merci mille fois; a Heather Ewing por su lectura del libro y su hospitalidad en Manhattan; a Jeremiah Chamberlin, por su valiente ayuda con las revisiones y por meter la tijera durante el proceso; a Karen Outen, Travis Holland, Natalie Bakopoulos, Mike Hinken, Paul Barron, Raymond McDaniel, Alex Miller, Josip Novakovich, Keith Taylor, Teodora Dimova y Emil Andreev por sus lecturas e infinita camaradería dentro de la profesión; a Peter Matthiessen, Eileen Pollack, Peter Ho Davies y otros, por su excepcional tutela; a Kate Dwyer, Myron Gauger, Lee Lancaster, John O’Brien e Ilya Pérdigo Kerrigan por diversos fragmentos; a Iván Mozo y Larisa Curiel por su hospitalidad en México y consejos sobre escenarios de Acapulco; a Joel Honigberg por sus reflexiones sobre los impresionistas, que sirvieron para dar chispa a esta historia; a Antonia Hodgson, Chandler Gordon, Vania Tomova, Svetlozar Zhelev y Milena Deleva por su entrañable amistad, publicación, traducción, relatos artísticos y camaradería literaria; al Programa Hopwood de la Universidad de Michigan, al Ann Arbor Book Festival, al Apollonia Festival of Arts de Bulgaria, al Programa de Creatividad Literaria de la Universidad de Carolina del Norte, en Wilmington, y a la Universidad Americana de Bulgaria por ser la sede de lecturas públicas de pasajes de esta obra; a Rick Weaver por permitirme presenciar su clase de pintura en la Art League de Alejandría; al doctor Toma Tomov por su información sobre la profesión psiquiátrica, a la doctora Mónica Starkman por lo mismo y por su inestimable ayuda en la edición de este libro; al doctor John Merriman, a la doctora Michèle Hanoosh y la doctora Catherine Ibbett por ayudarme con la historia y orígenes de Francia; a Anna K. Reimann, Elizabeth Sheldon y Alice Daniel por todo su apoyo moral; a Guy Livingston por sus veinticinco años de fraternidad en las artes; a Charles E. Waddell por su excelente sugerencia; a la doctora Mary Anderson por sus sabios consejos; a Andrea Renzenbrink, Willow Arlen, Frances Dahl, Kristy Garvey, Emily Rolka, y Julio y Diana Szabo por su extraordinaria ayuda en el funcionamiento de mi casa en diversos períodos durante el proceso de escritura de este libro; a Anthony Lord, la doctora Virginia McKinley, Mary Parker, Josephine Schaeffer y Eleanor Waddell Stephens por sus fantásticas introducciones al país y lengua franceses. A otros familiares, amigos, estudiantes e instituciones cuya enumeración no sé siquiera por dónde empezar.

Finalmente, estoy en deuda con Joseph Conrad y su colosal retrato, Lord Jim; que el espíritu del autor se deleite con el sincero homenaje que le he tributado desde estas páginas, y me perdone por ello.